Ir al contenido principal

Desde la otra acera

Sinopsis: Un amor escondido, arraigado en lo más profundo, sale a luz cuando uno menos se lo espera.

Como cada cierto tiempo, habían organizado una cena para el fin de semana. En esta ocasión, hacía bastante desde la última vez que se habían reunido y Marina tenía muchas ganas de reencontrarse con sus antiguos compañeros de clase.

Habían quedado en un restaurante cerca del instituto en el que estudiaban. Mientras Marina se arreglaba, su marido la esperaba echando una partida a la consola. La mujer de 28 años de edad se vestía con unos tejanos que se ajustaban a sus provocadoras piernas y una camiseta ceñida que dejaba a las claras las peligrosas curvas de su evidente cuerpazo. Las botas remataban un aspecto inmejorable, resguardando unos pies perfectos. Se miró al espejo y vio un rostro bello, aderezado con un poco de maquillaje que, sin duda, no necesitaba. Se fijó en su melena morena, preciosa. Marina era muy atractiva.

-¿Nos vamos? – salió al salón haciendo saber a Iker que debía dejar el juego para ponerse en camino.

Faltaba poco para el verano y hacía buen tiempo así que cuando la pareja llegó, algunos de los asistentes ya estaban sentados en la terraza del restaurante. Cenarían al aire libre. El grupo era bastante dispar. Había quien ya tenía algún retoño, una embarazada, gente soltera, casados, con pareja, etc. Incluso había un par de divorciados. Un poco de todo. Cosas de la edad.

Aún no estaban todos, pero Marina y su marido, que ya los conocía de otras quedadas, fueron saludando efusivamente a los que ya habían llegado. Había buen rollo. La mujer, con entusiasmo, iba repartiendo besos y animosas conversaciones con cada uno de los asistentes a los que iba saludando.

A medida que los restantes iban llegando se iban sentando por orden, pero Marina estaba reservando la silla de su lado. Todos sabían que lo hacía para su mejor amigo, Jaume. Ambos se conocían desde pequeños, muchos años de amistad. Iban juntos al colegio y sus caminos siguieron de la mano al llegar al instituto donde coincidieron con el resto de compañeros con los que ahora compartían quedadas como aquella cena.

-¡Hola, gente! – saludó con ímpetu Jaume al llegar.

Recibió la respuesta generalizada del resto y, mientras saludaba de forma individualizada, miró a su mejor amiga que le gesticuló indicándole que le había guardado un sitio. Allí se sentó cuando terminó de rodear la mesa por completo.

Durante la cena no cesaron las bromas y los recuerdos de los viejos tiempos. Aunque muchos de los exalumnos iban con sus parejas, todos se conocían de anteriores quedadas que no habían dejado de producirse desde la finalización del instituto, momento en el que cada uno tomó su camino. Entre ellos, Jaume dejó los estudios y comenzó a trabajar en uno u otro sitio hasta acabar de relaciones públicas en una discoteca. Sin duda tenía un don para ello. Sin embargo, Marina continuó sus estudios en la universidad distanciándose por primera vez de su mejor amigo. Y fue en la facultad donde conoció a su actual marido.

-¡Aish! – suspiró con alegría Marina mientras pellizcaba la mejilla de Jaume - ¡qué majo eres! – respondió entre risas a las continuas bromas de su amigo.

Ninguno de los presentes se extrañó de la complicidad entre ambos. Todos estaban acostumbrados a ese comportamiento que había sido así desde jóvenes. Incluso el marido de Marina ya conocía a Jaume y estaba acostumbrado a la relación entre los dos amigos.

Jaume era uno de los solteros. Más por ser un vividor que por falta de posibilidades. No se podía considerar un tío bueno, pero era guapo. Aunque era de la misma quinta que Marina, aún tenía los 27 años a punto de cumplir los 28. Tenía el pelo corto y era bastante delgado, sin ser espigado debido a su estatura media. Su rostro de pillo delataba su espíritu joven. Pero lo que más destacaba de él era su carisma y facilidad para ser el alma de la fiesta.

Jaume no había parado de hacer las delicias del resto con sus comentarios jocosos, bromas e ingeniosas ocurrencias. A medida que la cena fue avanzando y las conversaciones se fueron disgregando, el hombre se dedicó más a su mejor amiga. Ambos hicieron lo que mejor sabían hacer, hablar, desnudar sus almas, gemelas, para confesarse el uno al otro, con complicidad, contando cualquier cosa pues cualquier cosa era importante para ellos.

-Bueno, ¿cómo va todo? – se interesó él por su mejor amiga.

-Bien. Te echo de menos. ¿Cuánto hacía que no nos veíamos?

-No sé… - Jaume hizo una pausa haciendo ver que pensaba, provocando la sonrisa de Marina - … demasiado – concluyó sonriendo.

-Pues habrá que poner remedio, ¿no?

-¿Te secuestro? – provocó las carcajadas de su amiga.

-Podemos empezar por quedar para hacer un café esta semana.

-Me sabe a poco, pero… ¡vale! – bromeó aceptando la propuesta con alegría.

-¿Y tú qué tal? ¿Cuándo vas a sentar la cabeza?

-¿Pero eso se puede sentar? – puso cara de estupefacción.

-¡Tonto! – y le acarició el rostro.

-Que tú lo hayas hecho no quiere decir que los demás podamos… o queramos.

-Ya… ¿recuerdas nuestras locuras?

-¡Sí...! – sonrió recordando algunas de las muchas que habían liado en sus mejores épocas – ¿Te acuerdas de aquel día, en los servicios…?

-¡Sí! Al final nos pillaron fumando – Jaume se rió recordando la cara de total indignación de su profesor cuando los pilló fumando un porro en los servicios del instituto.

-Y menos mal que no nos pillaron haciendo otras cosas – insinuó él, recordando las veces que se habían besado a escondidas de todos, provocando la tierna sonrisa de Marina.

-¡Qué tiempos…!

-¿De qué habláis, pareja? – intervino Iker en la conversación.

-Os venís esta noche, ¿no? – le preguntó Jaume indicando que pensaba salir de fiesta.

-¿Trabajas? – preguntó ella pensando que iría a la discoteca donde trabajaba de relaciones.

-No. Voy, pero no a trabajar precisamente – y le guiñó un ojo.

-¿A darlo todo? – preguntó el marido de Marina buscando la complicidad del mejor amigo de su esposa.

-¡Cómo lo sabes! – y los 3 sonrieron.

-Pues… - Marina miró a Iker buscando su aprobación. Tenía ganas de salir con su amigo, pero por desgracia no habían ido a la cena con esa idea.

-… no, mañana tenemos que madrugar – acabó la frase malinterpretando la mirada de su mujer.

-¡Sois unos sosos! – y prosiguió en voz alta para el resto - ¿Quién se apunta para salir esta noche?

Y el resto fue dando su opinión al respecto. Finalmente fueron unos cuantos los que se apuntaron al plan de Jaume, normalmente los más liberados de obligaciones como los solteros o los divorciados.

Tras los postres, hubo una ronda de chupitos con la que se dio por concluida la cena. Mientras pagaban, Marina pensó que había sido una quedada agradable. Le había hecho ilusión volver a quedar con todos sus excompañeros, más ahora que cada vez era más difícil encontrar fechas que a todos les fuera bien y, por lo tanto, cada vez eran más distantes. En especial, estaba alegre por haber visto a Jaume y, sobre todo, por haber quedado con él para verse entre semana. Aunque era habitual que se vieran a solas, últimamente también lo habían hecho menos y le disgustaba esa situación.

Tras pagar, comenzaron las despedidas y la separación en dos grupos. Los que se marchaban de fiesta se metían con el resto que bromeaban indicando que ya estaban mayores para tanto trote. Marina no podía evitar un regusto amargo por encontrarse en ese grupo. Miró a sus amigos del otro lado y sintió una cierta envidia, sobre todo porque salían con Jaume, más que por salir de fiesta en sí. Sintió muchas ganas de que llegara el día que quedaran para hacer el café.

Mientras se alejaba el grupo de Jaume, el hombre no dejaba de bromear haciendo que sus amigos se lo pasaran en grande. Sin embargo, no podía evitar pensar en muchos de los recuerdos que habían llegado a su mente con la conversación con Marina durante la cena. Recordó lo mucho que le había gustado su amiga y lo mucho que habían disfrutado de su adolescencia, aunque entre ellos nunca había pasado nada más allá de algún que otro inocente beso. ¡Cómo habían cambiado las cosas! pensó. Se sintió apenado porque ella no había salido con ellos esa noche, pero se reconfortó pensando que la volvería a ver dentro de poco. Y su ánimo se fue alzando a medida que recordaba las muchas aventuras que juntos habían vivido.

-¿Lo has pasado bien? – se interesó Marina por su marido.

-Claro. ¿Y tú?

-Bien – no quiso decirle que le hubiera gustado salir con Jaume.

-Hacía tiempo que no le veías, ¿no?

-Sí… - contestó con cierta melancolía – Hemos quedado para vernos esta semana.

-¿Sí? – contestó con cara de desconcierto.

-Sabes que hace tiempo que no nos vemos – concilió ella.

-Ya. Lo entiendo. Pero… ¿os falta algo por hablar? Si no habéis parado…

-¡Vamos! Sabes que no tienes nada de lo que preocuparte.

-Lo sé… - se calmó – No es en ese sentido. Es que… de verdad ¿cómo podéis hablar tanto? ¿no os quedáis sin nada que decir? – preguntó sinceramente provocando la risa de su esposa.

-Tú no lo entiendes – concluyó divertida.

Pasaron unos días hasta que llegó la tarde en la que habían quedado para tomar un café. Marina fue la primera en llegar, ansiosa por volver a ver a su amigo y, sobre todo, poder hablar con más intimidad, sin tanto tumulto rodeándolos como la noche de la cena.

-¡Hola, niña! – saludó efusivo cuando Jaume llegó sentándose junto a su amiga.

-¡Qué guapo! – contestó ella, con sinceridad.

-Se nota, ¿no? – y la deleitó con una enorme sonrisa.

-Tú has follado – bromeó.

-Bueno, no desde el fin de semana… - ella se rió.

-Pues aún te duran los síntomas. Se te nota en la cara – se siguió riendo.

-No lo dudo. ¡Menudo polvazo!

-Cuenta, cuenta… - quiso saber Marina, alegre.

Jaume comenzó a explicarle con pelos y señales lo ocurrido durante la noche. Desde que ambos se separaron hasta que él llegó a casa. Comenzó con las anécdotas vividas con los excompañeros de clase. Le explicó el ambiente que había en la discoteca y lo borracho que se había puesto alguno que otro. Hasta que llegó a la parte interesante.

-… estábamos en el cuarto de baño y… ya sabes… – le contó él mientras gesticulaba imitando el acto de esnifar coca provocando el fruncimiento del ceño de Marina.

-No me gusta que te metas mierda. ¡Joder, Jaume! – se mosqueó.

-Ya lo sé, tía, pero sabes que lo tengo controlado.

-Ya… bueno, mejor deja este tema y pasa al asunto que no quiero ponerme de mala ostia – sonrió.

Y Jaume continuó, obviando las rayas que había compartido con alguno de los que le habían acompañado al servicio. Ya era tarde cuando el grupo se había disgregado lo suficiente como para que el mejor amigo de Marina se escabullara buscando sexo fácil, el cual encontraría en la planta baja del local, en los cuartos oscuros a los que le encantaba ir.

Jaume era gay. No tenía nada de pluma y, aunque nadie adivinaría que era de la otra acera, por su aspecto nadie se sorprendía cuando se enteraba. Había descubierto sus gustos más tarde que pronto, pero había aprovechado el tiempo. Era bastante promiscuo y le encantaba chuscarse al primer tío bueno que apareciera. También frecuentaba los cuartos oscuros donde podía encontrarse con casi cualquier cosa, pero le gustaba la adrenalina, precisamente, de no saber con lo que se iba a topar. Algunas veces la cosa iba mejor y otras veces peor, pero esa sensación de libertad y riesgo no se la quitaba nadie. Y aquella noche, Jaume triunfó con lo que se encontró.

Igual que con el tema de las drogas, a Marina no le gustaban demasiado aquellas prácticas sexuales un tanto arriesgadas de su mejor amigo. Pero sabía que era un cabeza loca y eso no lo podía cambiar. Ella había sido así en otra época, pensó. A pesar de todo, le gustaba que su amigo le contara esas cosas. Era divertido, sobre todo la forma cómo lo contaba.

Jaume era explícito. Tenía confianza con su amiga y describía con detalle todo lo que acontecía en esos furtivos encuentros. Y en este caso pareció detenerse más aún en los pormenores. Sin duda, la experiencia le había marcado pensó ella, que se fascinaba con la capacidad de su amigo para retener cada pequeño detalle y contarlo con minucia y gran virtuosidad. Ya se había acostumbrado a descripciones de tíos chupando pollas o maromos desgarrando anos varoniles. Marina estaba curada de espanto.

-… y le hice una mamada de campeonato… - le contaba – Bueno, ya sabes lo bueno que soy con eso – le sonrió con suficiencia.

-Sí, ya me lo has contado alguna vez – sonrió – Vaya, que el tío quedó contento, ¿no?

-¿Tú qué crees? – puso cara de sorpresa demostrando que la pregunta tenía una respuesta evidente – Podría darte algunas lecciones al respecto.

-¡Ey! – se quejó su amiga – Que yo también sé hacer buenas mamadas, ¡eh!

-Nunca podrás competir conmigo – seguía poniendo caras que divertían a Marina – Soy un tío y sé lo que me gusta. Con eso, las tías no podréis competir nunca. Siempre seremos capaces de dar más placer a otro hombre que vosotras – Marina volvió a reír.

-Ah, ¿sí? Entonces podrías darme algunas lecciones – bromeó divertida.

Y Jaume comenzó a explicar lo que a los tíos les gustaba que le hicieran hasta que Marina lo cortó riendo a carcajadas:

-¡Eso hay que verlo!

-Si tuviéramos un plátano o algo así…

-¡Yo tengo en casa! – no podía parar de reír.

Y Jaume se lo tomó en serio. Pagaron el café y se marcharon a casa de Marina. Una vez allí se acomodaron y fue él quien retomó el tema.

-Bueno, ¿seguimos con las clases?

-¿En serio? – preguntó ella que pensaba que todo había quedado en una broma.

-Pues claro.

Marina, sonriente, se levantó en busca de algo con lo que su amigo pudiera hacer las prácticas. Encontró un plátano y un pepino y se los ofreció a su amigo para que eligiera la pieza que más le conviniera.

-El plátano está bien – y Jaume alargó el brazo para alcanzarlo y mostrar sobre él sus habilidades tal y como antes describiera de palabra.

Marina observaba a su amigo cómo hacía una felación a la fruta y no podía parar de reír. Se lo pasaba en grande con su querido Jaume. A pesar de todo pudo fijarse en lo que su amigo le estaba enseñando y pensó que no lo hacía nada mal. Pero no iba a darle el gusto fácilmente.

-Está bien, pero mira… - y usó el pepino para enseñarle alguna cosita que ella misma sabía que funcionaba a las mil maravillas.

Jaume se sorprendió al ver a su amiga imitando una mamada con la hortaliza como instantes antes había hecho él mismo con el plátano. Se fijó en que Marina tampoco se quedaba atrás en cuanto al asunto. Pensó que su marido debía estar contento.

-¿Qué te parece? – le preguntó ella cuando terminó su pequeña exhibición.

-No está mal – sonrió indicando su aprobación – Lástima que no tenga ninguna verga a mano para enseñarte lo que verdaderamente sé hacer – y le guiñó un ojo.

-Pues yo sí tengo una a mano – resolvió Marina provocando las estruendosas carcajadas de su amigo.

-No pensarás…

-Nada mejor para demostrarte lo bien que lo puedo hacer… – le sonrió con picardía – … que hacértelo a ti mismo.

-Lo siento, nena, pero no creo que fueras capaz ni de levantármela.

-Ah, ¿no? – entró en el juego - ¿Y qué me das si lo consigo?

-¿Lo dices en serio? – no la creía – Que estás casada…

-Si fuera otro… pero siendo tú… – e hizo un gesto con la mano imitando a un marica con pluma, indicando la homosexualidad de Jaume – … no creo que le importe – haciendo referencia a su marido. Jaume rió.

-Vale, si no consigues ponérmela dura me dejas que le muestre mis habilidades a Iker. Así podrá juzgar quién de los dos tiene mejores habilidades chupando pollas – Marina se moría de la risa.

-Ya te gustaría – soltó entre risas – Además, eso sí que no creo que le hiciera mucha gracia.

Digno de la mujer con la que estaba casado, el marido de Marina estaba bastante bueno. Era alto y fuerte y Jaume siempre había bromeado sobre ello con su mejor amiga insinuando lo mucho que disfrutaría acostándose con un tiarrón como Iker.

-Lástima… – bromeó Jaume. Y tras unos segundos… - ¡Vale! – espetó tras la idea que acababa de tener – Si consigues ponérmela dura, luego te haré sexo oral yo a ti.

Marina se meaba de la risa. Y aceptó sin pensar que todo aquello pudiera suceder en realidad. No le dio mayor importancia y se dispuso a calentar un poco a su amigo imaginando que realmente no conseguiría excitarlo.

Jaume nunca había tenido relaciones con ninguna mujer. Cuando se dio cuenta de su homosexualidad se convenció de los motivos por los que nunca había llegado a hacer nada con las mujeres con las que había tenido posibilidades. Su amiga Marina había sido la única por la que se había sentido atraído cuando eran jóvenes y lo atribuyó al cariño que sentía por ella y su gran amistad. Nada más que eso. En cuanto tuvo su primera relación homosexual supo que aquello era lo que siempre había necesitado y nunca jamás se había sentido atraído por alguien del sexo opuesto. Estaba convencido de que su amiga no conseguiría hacerle sentir nada.

Marina comenzó a balancearse lentamente delante de Jaume. Sin perder la sonrisa, pícara, empezó a bailar lentamente, contorneándose con ritmo, sensualmente. Sólo le faltaba la música, pero se movía tan bien que no la necesitaba. A Jaume le gustó. Se acercó a su amigo que estaba sentado en el sofá hasta casi chocarse con sus piernas. Y siguió bailando para él, que podía oler su fino perfume. Empezó a bajar lentamente hasta casi arrodillarse y acercó su considerable busto al paquete de su amigo.

Jaume sintió el agradable tacto de los pechos de su amiga restregándose contra su entrepierna. Era un contacto diferente, agradable. Le gustó. Marina comenzó a desabrocharle los botones del tejano y se puso nervioso. Era extraño, pues estaba más que acostumbrado a vivir experiencias sexuales de todo tipo. ¿Pero una mujer? eso era nuevo. No sabía hasta dónde quería llegar con el juego su amiga, pero tras desabrocharle el pantalón, lo abrió ligeramente mostrando su paquete envuelto únicamente en sus calzoncillos y repitió el proceso con sus pechos. Esta vez notó mucho más el carnoso contacto a través de la fina tela de su ropa interior y empezaba a gustarle más de lo debido.

Marina se estaba esforzando por hacerlo bien. Sabía que tenía pocas opciones de excitar a su amigo gay y quería jugar todas sus armas, que no eran pocas. Recordó los años en los que su amigo iba detrás de ella. Aunque Marina le había consentido algún que otro beso, nunca dejó que las cosas fueran más allá. Jamás se había sentido atraída por él y hacía años que había dejado de verlo como un hombre. Sin embargo, le gustó sentir el paquete de su amigo estrujarse contra sus tetas. Pensó que había sido un acto reflejo cuando sus pezones empezaron a endurecerse, pero aprovechó para restregarlos por el rollizo paquete de Jaume, sintiendo el placer que el roce comenzaba a provocarle en las sensibles terminaciones nerviosas de las cimas de sus ubres.

Ella alzó la vista para sonreír a su mejor amigo y Jaume comenzó a recordar lo mucho que había sentido por aquella mujer mientras notaba algo duro arañando su pene. Los pezones de Marina sin duda. Observó aquel bello rostro que en su día tanto había deseado, recordando alguno de los húmedos besos que había conseguido robarle, quedándose con las ganas de más, de mucho más. Pensó que eso formaba parte de un pasado muy lejano, completamente ajeno a la realidad actual, pero no pudo evitar sentir el placer de obtener lo que entonces no pudo. Y, asombrándose, sintió que perdía el control notando cómo la sangre corría hacía su entrepierna comenzando a levantar el árbol caído. Se avergonzó. Sabía que aquella empalmada ya no tenía vuelta atrás. Aunque se tranquilizó pensando que con tanto roce era algo normal, independientemente de si lo provocaba una mujer, un hombre, un animal o un trozo de piedra.

Marina notó cómo el aparato de su amigo comenzaba a reaccionar y tuvo una sensación de victoria. Se apartó de él ligeramente y simplemente vio cómo el bulto de su amigo iba creciendo bajo los calzoncillos de color morado. No dijo nada y, tras unos segundos, separó la tela de su amigo mostrando su pene en plena erección.

-¡Premio! – vitoreó satisfecha.

-Cabrona… - Jaume comenzó a reír.

Se quedaron unos instantes en silencio, sin saber qué hacer. Marina no parecía saber del todo bien cómo habían llegado a esa situación hasta que su amigo la sorprendió continuando la conversación:

-Bueno, ahora ya tienes con lo que practicar y en unas condiciones inmejorables – refiriéndose a su tieso falo.

Marina no sabía si bromeaba o lo decía en serio. Sabía que las mujeres no le atraían en absoluto así que seguro no buscaba ningún tipo de placer con aquello. Tal vez por eso lo decía en serio, indiferente a las connotaciones sexuales, nada mejor que un verdadero pene para demostrar las habilidades haciendo una mamada. Y fue precisamente esa idea la que le hizo tomar la decisión. No era más que su mejor amigo, gay y se dispuso a chupársela para demostrarle lo bien que ella sabía hacerlo.

Jaume se sorprendió cuando sintió la boca de su amiga aferrándose a su verga. No se lo esperaba. Pensó que conseguir la empalmada era hasta donde Marina quería llegar, pero al parecer estaba dispuesta a demostrarle lo bien que sabía mamar pollas. Así que, relajado por la nula atracción que sentía por las mujeres, se dispuso a evaluar los métodos de su amiga. Se sorprendió gratamente.

La escultural mujer comenzó con lentos y pegajosos lametones en los que pasaba con fuerza su húmeda lengua por los 16 centímetros de tronco de su amigo. Cuando llegaba a la punta, lamía, besaba y chupaba con suavidad el descapullado glande de Jaume para acabar introduciéndose parte del cipote en la boca, jugando con la lengua alrededor del mismo. Así siguió un rato, repitiendo los pasos alternativamente, hasta que hizo una pausa para bajarle los pantalones y los calzoncillos con la ayuda del dueño de la ropa. De esta forma, Marina pudo dedicarse a los huevos de su amigo, primero lamiéndolos y luego chupándolos con delicadeza. Cuando Marina dejó los testículos para volver a dedicarse a la polla, Jaume cerró los ojos.

-¡Ey! – se quejó – No vale cerrar los ojos, que seguro que piensas en el maromo ese de la otra noche para excitarte y me quita mérito.

Jaume estuvo tentado de contestar, pero simplemente pensó que si seguía mirando aquel rostro tan bonito mientras le chupaba la polla se correría al instante. Finalmente su mejor amiga había conseguido calentarlo al máximo. Pensó que nunca nadie le había hecho una mamada más placentera y tuvo que sonreír como respuesta mientras seguía con los ojos cerrados intentando pensar en cualquier cosa menos en Marina.

La mujer comenzó a aumentar el ritmo. Había dejado atrás las delicadas lamidas y comenzaba a chupar con vigor el cipote de Jaume dejando a su paso ríos de saliva que se deslizaban por el tronco de la polla hasta caer sobre los huevos del hombre.

Aún con los ojos cerrados, Jaume sintió que estaba a punto de correrse. Supo que en pocos segundos perdería el control y, por primera vez en mucho tiempo, no decidiría cuando eyacular. Pensó que era injusto no darle todo el mérito a su amiga y decidió abrir los ojos a la realidad. Al hacerlo divisó aquella compañera por la que moría en su juventud, aferrada a su polla, mamando con devoción, y comenzó a escupir el semen que sus testículos habían fabricado para ella.

La mujer estaba dispuesta a demostrar a su amigo lo bien que sabía hacer el sexo oral y no pensó en ninguna otra cosa desde el momento en el que comenzó a hacerle la mamada. Se había esmerado y ahora parecía obtener los resultados. Notó cómo su amigo se retorcía bajo su boca, intentando retrasar lo inevitable. Lo estaba esperando cuando el primer chorro de leche golpeó su garganta cayendo sobre su lengua. Esperma de Jaume. Le gustó. Masturbó a su amigo mientras recibía el resto de la corrida para acabar tragándoselo todo. La mamada perfecta pensó.

Ella se retiró en silencio mientras Jaume se vestía. Estuvieron unos instantes sin decir nada hasta que ella le preguntó.

-¿Y bien?

-No lo haces nada mal – se confesó, sonriendo, satisfecho de las dotes de su mejor amiga.

-Eso para que no vuelvas a vacilarme con el tema – concluyó ella con humor dando el asunto por zanjado.

-¿Y ya está?

-¿Qué más quieres? – preguntó ella intrigada.

-No, nada. Pensé que te debía una cosa – sonrió provocando las carcajadas de Marina.

-No, gracias, no quiero ser tan cruel contigo – le soltó con altivez.

-Creo que es lo justo. Haré el esfuerzo – soltó con seriedad.

-¿Quieres comérmelo todo? – le preguntó sonriendo, imitando una voz lo más sensual que pudo.

-Te comería el coño entero – soltó con alegría finalizando con un gruñido de león, acompañado con el gesto de una garra.

Marina se detuvo a evaluar la situación. ¿Le estaba siendo infiel a su marido? ¿Con Jaume, su amigo gay? Se convenció que hasta ahora simplemente había demostrado a su amigo que ella la chupaba muy bien y la mejor forma de hacerlo era haciéndole sexo oral aprovechando que él era homosexual y, por tanto, no había ningún tipo de connotación sexual para ambos. Ella demostraba y él apreciaba. Nada más. ¿Pero qué significaba que él le practicara sexo oral a ella? ¿Era simplemente el pago de una apuesta? Él era gay y, por lo tanto, para él realmente no era más que un castigo. Pero… ¿y para ella? Pensó si se había excitado chupándosela a Jaume y convino que sí. Aunque no se alteró, pensando que era normal. Un chico guapo, una buena polla, sentimientos de gran amistad… era inevitable que su libido se viera afectada.

Jaume estaba desconcertado. No le gustaban las mujeres y sentía devoción por los de su propio sexo. Sin embargo, Marina le provocaba sensaciones que sólo ella podía conseguir. No dejaba de pensar en los años en los que la deseó. Tal vez lo que estaba haciendo esa tarde era como un premio a lo que no consiguió entonces. Pero la excitación era real. La conversación le había puesto nuevamente la polla dura y sentía deseos de comerse el sexo de su mejor amiga.

De repente, ella se alteró separándose de su amigo.

-Es él – indicó con el rostro desencajado al oír el ascensor mientras se acicalaba con rapidez.

-Pero… - Jaume quería indicar que no habían hecho nada malo, que él era gay y no tenían de lo que preocuparse, pero se dio cuenta de que eso no era cierto.

Cuando el marido de ella llegó se saludaron como si nada hubiera pasado. Iker se extrañó al ver allí a Jaume, pero ella le explicó que habían estado tomando un café y al final habían decidido ir a casa para estar más tranquilos charlando.

-¿Y de qué charláis? – preguntó inocentemente. Silencio. – Si se puede saber… - añadió al comprobar la nula reacción de los 2 amigos.

Marina se quedó en blanco. No sabía qué decir y fue Jaume el que reaccionó.

-Pues le estaba contando a tu mujer que me echan del piso.

-Sí… - intervino ella tímidamente, aún en shock.

-Se me acaba el contrato de alquiler y no me lo renuevan. Ahora tengo que buscarme algo a prisa y corriendo.

-¡Qué putada! Supongo que ella ya te lo habrá dicho – intervino Iker.

-¿El qué? – preguntó Jaume descolocado.

Iker miró a su mujer, pero no obtuvo reacción alguna. Sorprendido, fue él mismo el que ofreció al mejor amigo de su esposa que se quedara en casa los días que hiciera falta mientras encontraba otra cosa.

-Claro, claro… - reaccionó ella al fin – No me había dado tiempo a decirle nada – mintió – pero claro que te puedes quedar. Es más, te quedas y punto – comenzó a retomar las riendas de la situación.

-No quiero ser una molestia. Además… aún tengo unos días hasta final de mes para encontrar algo.

-Bueno, si no encuentras nada… ya sabes – concluyó Iker.

-Y no es molestia, tonto. ¡Y lo sabes! – concluyó ella alegre de pensar que podría pasar un tiempo con su mejor amigo compartiendo piso. ¡Sería como volver a la adolescencia!

A Jaume no le disgustaba la idea de pasar una época junto a su mejor amiga. De hecho, nada le parecía más gratificante. Pero compartir ese tiempo también con su marido era extraño. Aunque nunca había sido más que una broma, no mentía cada vez que insinuaba lo bueno que estaba y no sabía si se sentiría incómodo conviviendo con él.

Continuaron con la conversación descubriendo que en 2 días Jaume se quedaba en la calle y no tenía plan alternativo. Marina no se sorprendió pues conocía a su amigo y sabía que era un desastre. Pero le dolió que no hubiera confiado en ella con el asunto del piso. Aunque dolida, insistió indicando que se podía instalar en ese mismo instante.

-¿Y dónde voy a dormir? – preguntó excusándose. Aunque estaba convencido de que finalmente aceptaría, Jaume se hacía de rogar.

-Pues mientras preparamos un cuarto, puedes quedarte en el sofá que es mucho más cómodo que debajo de un puente – bromeó ella provocando la sonrisa de su amigo.

-Además mis horarios son… - insistía en poner impedimentos.

-… una putada – terminó Marina la frase con ironía – Una putada para ti que llegarás a las tantas de la madrugada – y se rió de su amigo.

-¡Oye! – se hizo el ofendido - ¡Vale! Acepto. ¡Y lo hago sólo para putearte despertándote cuando llegue a esas horas intempestivas! – bromeó con indignación.

-Será un maravilloso despertar, ¡tonto! – y sonrió, consecuencia de la alegría que suponía saber que su mejor amigo pasaría unos días en casa.

-Entonces… ¿voy a por mis cosas y me instalo?

-¿Necesitas ayuda? – se ofreció Iker.

-No hace falta. Son cuatro cosas – y se marchó dejando a la pareja a solas.

A pesar de lo ocurrido esa misma tarde, Jaume no quiso darle mayor importancia. Sabía que el morbo de la situación, una experiencia nueva y los recuerdos de una época muy lejana en la que se había sentido atraído por Marina le habían llevado hasta el punto de excitación alcanzado. Pero Jaume, equivocadamente, estaba seguro de que ella no había sentido lo mismo. Además, una vez más calmado, no tenía dudas: prefería que Iker le reventara el culo antes que introducirse en el interior de Marina. Lo tenía claro.

-¿Y eso qué es? – preguntó Iker extrañado al ver el plátano y el pepino sobre la mesa del comedor.

-Te vas a reír cuando te lo cuente… - empezó ella con las explicaciones.

Marina le contó toda la verdad a su marido hasta que llegó a la parte en la que los 2 amigos pensaron que hacer pruebas con un pene de verdad era una buena idea, parte que obvió por completo. Se sintió culpable y decidió olvidar el tema para siempre. Tenía claro que Jaume no había dejado de ser gay de un día para otro y que únicamente sus buenas dotes eran las culpables de haber enajenado al chico momentáneamente. Por su parte, recordó las muchas veces que en la adolescencia había rechazado a Jaume más allá de la amistad y se tranquilizó sabiendo que no se sentía atraída por él lo más mínimo. Esos pensamientos la calmaron y la convencieron de que lo ocurrido no cambiaría nada.

Esa misma noche Jaume ya cenó en casa de su mejor amiga. A medida que los días fueron transcurriendo, el invitado parecía sentirse más cómodo. La frialdad inicial fue dejando paso a su extrovertido carácter y cuando llegó el fin de semana ya estaba en su salsa con la feliz pareja que disfrutaba con cada uno de los ocurrentes comentarios del chico.

-¿Por qué no os venís de fiesta esta noche? – propuso Jaume el primer viernes desde que el trío compartía piso.

-Imposible. Iker trabaja este fin de semana y madruga mañana y pasado.

-Lástima. Oye… yo llegaré tarde…

-No te preocupes – le cortó ella adivinando las preocupaciones de su amigo – Aquí tienes una copia de las llaves.

-Muchas gracias por todo – y se fundieron en un abrazo lleno de cariño.

-Me tengo que ir – concluyó al fin mirando la hora. Era el primer día de trabajo desde que se instaló en casa de Marina.

-Noooo… – se quejó ella.

-Que sea leve – se solidarizó el marido de la chica.

A las 8 de la mañana sonó el despertador. Marina intentó ignorarlo esperando que su marido reaccionara. No tardó en hacerlo. Iker se levantó dejando a su mujer seguir con sus sueños y se dirigió al cuarto de baño para pegarse una ducha. Al salir se dirigió al salón con sigilo. Allí dormía Jaume y no quería despertarlo.

-Buenos días – oyó a sus espaldas cuando atravesaba el salón.

Se giró y vio a un demacrado Jaume. Le devolvió el saludo.

-¿Una noche dura?

-No lo sabes tú bien…

-¿Por qué no te vas a la cama con Marina? – le ofreció descolocando al cansado trabajador. Iker insistió, al ver la perplejidad del hombre - Vamos, no tengo de lo que preocuparme – sonrió – y estarás más cómodo.

A Jaume le pareció una gran idea. Y si al marido de su amiga no le importaba no veía motivos para no hacerlo. Accedió.

Cuando Marina se despertó, se sorprendió al ver a su mejor amigo en la cama junto a ella. Le gustó tenerlo dormido a su lado. Se fijó en él. Estaba completamente dormido con el pecho descubierto y unos pantalones cortos que… ¡no ocultaban la tremenda erección de Jaume! Marina no pudo más que sonreír al comprobar la tienda de campaña de su amigo. Se levantó y se dirigió al baño a acicalarse. Cuando volvió a la habitación, Jaume aún dormía y la empalmada seguía ahí. Se rió.

-Buenos días – oyó, sobresaltándose, la siguiente vez que entró a la habitación.

Miró hacia la cama y divisó a su amigo que la sonreía. Le devolvió la sonrisa.

-Hola, guapo. ¿Qué tal has dormido?

-A tu lado, fenomenal.

Marina recordó la empalmada de su amigo y desvió la vista hacia su paquete para comprobar, divertida, que aún seguía con la polla tiesa.

-No lo dudo – le guiñó un ojo mientras se acercaba a la cama y se subía encima apoyando las manos y las rodillas – ¿Esto es cosa mía o te lo ha provocado mi maridito? – le bromeó mientras le golpeaba levemente con un dedo la vigorosa tienda de campaña.

Jaume comenzó a reír con fuerza.

-Eso es algo natural, pero te aseguro que tu maridito tiene lo que ha de tener para ponérmela así y más dura si cabe.

Marina hizo un gesto mitad de gusto, mitad de asombro mientras se retiraba de la cama y volvía a sus labores.

-No te importará que me cambie aquí entonces, ¿no? – se insinuó.

-Estás en tu casa – no se amedrentó provocando una sonrisa pícara en su amiga.

Marina se deshizo de la camiseta blanca de tirantes mostrando el sostén que cubría sus carnosos pechos. De espaldas a su amigo, echó las manos hacia atrás buscando el cierre hasta liberar sus senos del sujetador negro, sin encajes. Las tetas de Marina encontraron la libertad, descendiendo apenas unos milímetros puesto que se alzaban desafiantes a pesar de su volumen. Sin girarse, se agachó bajándose los pantalones negros ajustados que utilizaba para estar por casa quedándose en bragas. En pompa como estaba, el tanga cubría poco más que la raja del culo de Marina y el deseable coño que se adivinaba entre sus muslos. Se alzó tras deshacerse del pantalón girándose para mostrar ahora sí las ubres a su invitado, que se retorcía en la cama.

No había visto nunca nada más bello. Todos los hombres estaban por encima de cualquier mujer, pero aquella hembra estaba por encima de cualquier hombre. Sentía que la polla le dolía. Se hubiera bajado el pantalón gustosamente y se habría masturbado viendo el escultural cuerpazo de su mejor amiga. Pero debía contenerse. Pensó que lo que ocurrió el otro día fue fruto de una situación que la provocaron las circunstancias y que no había sido más que la culminación de un sueño que no pudo alcanzar en su juventud, pero ahora no había motivos para esa excitación. El único motivo era Marina. Estaba desconcertado.

-Voy a bajar a por el pan – le hizo saber mientras terminaba de vestirse – Levántate cuando te apetezca – Y cuando se alejaba por la puerta, se giró para añadir: - ¡Ah! y puedes darte una ducha y pensar en mi maridito si quieres – mientras le sonreía y volvía a guiñarle el ojo.

Jaume se lo tomó a broma, pero no supo qué decir. Se asustó al comprobar que era en ella en la que le apetecía pensar.

Al día siguiente se repitió la situación. Cuando el marido de Marina salió al salón ya esperaba encontrarse a Jaume despierto.

-¿Cómo ha ido hoy la noche?

-Menos follón que ayer – Se le veía mejor cara.

Jaume esperaba ansioso que Iker le propusiera ir a la cama de su mujer, pero el hombre no parecía estar por la labor. Se fijó en la estampa del macho que tenía delante y se reconfortó al sentir el cosquilleo que su endiabla masculinidad le provocaba. Casi no le hubiera importado tener una erección para confirmar su homosexualidad.

-¿Hoy no vas a la cama con Marina? – le despertó de su ensimismamiento.

-Me encuentro mejor… gracias – se hizo de rogar, como siempre.

-¡No seas tonto! ¿No dormiste mejor anoche?

No sabes cuánto, pensó. Pero no dijo nada. Se limitó a sonreír al hombre como agradecimiento y se dirigió a la cama de matrimonio.

Entró a la cálida habitación y se quedó mirando a su amiga, amoldando poco a poco la vista a la oscuridad. La divisó dormida de costado, con la misma ropa con la que se desnudó el día anterior ante sus eclipsados ojos. Se acercó a ella despacio mientras oía cómo Iker se largaba a trabajar. Se tumbó a su lado acariciándole el costado. La mujer dormida ni se inmutó. Al tenerla de espaldas, se fijó en las formas del culo, alargando su mano para acariciárselo levemente. Recordó nuevamente los años en los que estuvo enamorado de su mejor amiga y la polla empezó a ponérsele dura. Con suavidad y temor a despertarla, le palpó las nalgas sintiendo la carne prieta de Marina. Ya tenía la polla a punto de reventar cuando cruzó el brazo al otro lado, sobre ella, para amasar con delicadeza el esponjoso pecho que ya notara restregándose por su paquete hacía unos días.

Marina se revolvió llevando a Jaume al borde del infarto. La mujer se giró quedándose ahora cara a cara con el invitado. Seguía dormida y el corazón del gay a mil por hora. El susto fue demasiado para Jaume que decidió dejar de meterle mano a su desvalida amiga y cerrar los ojos sin poder quitarse de la mente la visión de los duros pezones marcados en la camiseta blanca con la que dormía.

No se sentía culpable. Simplemente quería comprobar si realmente aquella mujer le excitaba. Era evidente que sí. Ahora estaba más convencido que nunca. Tardó en dormirse.

Marina se despertó más pronto que de costumbre. Estaba algo inquieta y no quería pensar que el motivo era la esperanza de volver a despertar junto a Jaume. Pero no tuvo más remedio que convencerse de ello al sentir un cosquilleo al abrir los ojos y verlo allí, a su lado, con el pecho descubierto y… ¡una nueva erección bajo sus pantalones! Esta vez no sonrió. Se limitó a observar la tienda de campaña. Estaba levemente excitada.

Se fijó en el plano pecho de su amigo. Se marcaban las abdominales debido a su complexión delgada. Posó con delicadeza la mano sobre el pecho de Jaume y lo acarició con cuidado bajando hasta su estómago. Estaba completamente depilado. Recordó su pubis rasurado y sintió ganas de volver a verlo. Levantó levemente la cintura del pantalón de deporte pudiendo observar su limpio pubis y la base de la polla que se alzaba dura hacia el techo. Con sumo cuidado metió la otra mano en la abertura acariciando el bajo vientre y la base de la verga. Miró a Jaume que parecía no enterarse de nada y decidió que no debía continuar con aquello. Lo dejó estar, levantándose y dejando allí a su preciado amigo.

Jaume se despertó animoso. Esperaba coincidir con su amiga y que le deleitara con alguna otra exhibición espectacular como la del día anterior, pero su decepción se confirmó cuando llegó la hora de comer y aún estaba solo en casa. Decidió marcharse a dar una vuelta. Cuando regresó era tarde y Marina aún no había vuelto. Se preocupó. Iker debía estar a punto de llegar así que decidió esperar sin hacer nada.

-Buenas – saludó Iker al llegar del trabajo.

-¿Qué tal? ¿sabes algo de Marina? No sé nada de ella en todo el día… - fue lo primero que soltó evidenciado su preocupación.

-Tranquilo, ha ido a pasar el día a casa de sus padres. ¿No te ha dicho nada? – le preguntó mientras se dirigía hacia la habitación.

-No – se desconcertó.

-Debe estar a punto de llegar. Voy a darme una ducha.

-De ac… - Jaume se quedó sin palabras cuando vio salir de la habitación al musculado macho con el torso desnudo – de acuerdo – consiguió vocalizar.

Había sido su fantasía secreta durante años. No la había ocultado, bromeando sobre él con su esposa, pero jamás le había dado la importancia que tenía. Iker había salido de la habitación únicamente ataviado con unos calzoncillos holgados que dejaban a la imaginación el tamaño de su pene. El metro ochenta de tío se metió en el cuarto de baño entornando la puerta. Jaume tenía el pulso acelerado. Se olvidó de Marina y se acercó al lavabo.

Intentó escuchar a través de la puerta, adivinando lo que el marido de su amiga estaba haciendo. Oyó el agua que empezó a caer del grifo al otro lado y se atrevió a empujar ligeramente la puerta que se abrió unos milímetros. Lo suficiente como para ver el culazo del hombre que le daba la espalda. Se fijó en los amplios hombros y en el torso que se estrechaba desde la amplia espalda hasta la esbelta cintura. Las piernas musculadas le daban un aspecto salvaje. El paquete de Jaume empezó a hincharse cuando Iker abrió las piernas para introducirse bajo el agua de la ducha insinuando unos colgantes testículos.

Jaume se bajó los pantalones y los calzoncillos. Tenía la polla morcillona y no tardó en empalmarse del todo mientras se la acariciaba viendo el agua deslizarse por los fuertes músculos del hombre. A pesar de lo mucho que aquel macho le ponía, sentía que tenía el control hasta que escuchó los susurros en su oído.

-¿Necesitas ayuda?

Marina había entrado sin hacer mucho ruido. Suficientemente silenciosa como para que el excitado Jaume no se percatara de su presencia. Se giró nervioso e intentó poner alguna excusa, pero no consiguió balbucear palabra alguna.

-No te preocupes – prosiguió serena – Puedes continuar que no me importa – y le sonrió – No soy celosa.

Era un encanto de mujer, pensó Jaume que se dispuso a continuar con sus actos onanistas. Volvió la vista hacia el interior del cuarto de baño y divisó nuevamente al marido de su amiga que ahora se había girado mostrándole su pequeño pene. No es algo a lo que le diera excesiva importancia, lo justo, pero eso sumado a la pillada de Marina, le cortó el rollo. Y su polla empezó a demostrarlo, perdiendo vigor. Intentó concentrarse, pero estaba excesivamente tenso. Se giró y vio a su amiga que lo miraba fijamente.

-¿Me ayudas? – le sugirió sin pensar mucho y arrepintiéndose al instante por temor a su reacción. Sin embargo ella sonrió acercándose lentamente sin decir nada.

Marina agarró el blando pene sustituyendo la mano del homosexual. Notó cómo al instante volvía a endurecerse. Buena señal, pensó.

-Tú mira a mi maridito y piensa que es él quien te hace esto…

Jaume la miró, mostrando la lujuria en su rostro, para en seguida hacerle caso en lo de observar a Iker. Pero en ningún caso dejaría de pensar en la mano que le estaba masturbando.

Marina aprovechó para observar a su esposo que se estaba enjabonando ajeno a la escena que se estaba produciendo a escasos metros, tras la puerta del baño. Se fijó en el cuerpazo de su hombre y, observando su pene de 10 centímetros escasos, se alegró de tener la bonita polla de su amigo entre las manos. Se excitó al pensar en lo que estaba haciendo.

Jaume estaba desproporcionadamente excitado. Ante sus ojos el macho por el que suspiraba, un deseo imposible, heterosexual y esposo de su mejor amiga, una mujer a la que amaba y por la cual había suspirado en su infancia, sin conseguirla jamás y que ahora mismo rodeaba con su mano la hinchadísima polla que estaba a punto de explotar en un éxtasis total. Sintió que no tenía el control, que pronto se correría.

Marina notaba la dureza, el vigor de la verga de su amigo gay. Dejó de mirar a Iker para echar un vistazo a la venérea polla que estaba masturbando. Estuvo tentada de tocarse. Supuso que la excitación la provocaba la situación, su amigo, su esposo a escasos metros ajeno a lo que estaba sucediendo.

De repente, sonó un móvil y los 3 se asustaron. Marina soltó el miembro de Jaume, que intentó recomponerse subiéndose los calzoncillos y los pantalones mientras echaba un vistazo al interior del cuarto de baño. Iker estaba saliendo de la ducha, empapado, en busca de su móvil que era el que sonaba.

-¿Sí?

Jaume se quedó mirando a través de la abertura de la puerta, con la empalmada aún palpitando bajo la ropa, deseoso de entrar y enseñarle un nuevo mundo al cuerpazo mojado que hablaba por teléfono.

-¿Ahora? Está bien…

Marina aún tenía el pulso acelerado. Notaba su corazón bombeando con fuerza y golpeando su ingente pecho. Se había retirado a la habitación para cambiarse y ponerse cómoda. Mientras lo hacía, no dejaba de darle vueltas. ¿Cómo había sido tan descarada? Pensó que era surrealista, pero no más que pillar a su amigo gay masturbándose espiando a su marido mientras se duchaba. No pudo evitar sonreír mientras Iker entraba en la habitación.

-Me tengo que ir.

-¿Y eso?

-Una urgencia en el trabajo.

-¿Qué has roto ya? – bromeó la mujer.

-No tiene gracia, se ve que es algo serio. No me esperes despierta.

-Me dejas preocupada…

-No pasa nada, pero son unos inútiles y si no voy yo a resolverlo mañana el jefe nos va a dar un buen palo a todos – y se acercó a su esposa para darle un beso de despedida.

-Está bien, cariño. Te quiero.

Jaume seguía en el sofá, donde se sentó antes de que Iker saliera del cuarto de baño, cuando el hombre de la casa se marchó. Al poco rato, salió Marina que empezó a reír cuando se encontró con su amigo.

-Vaya tela que tenemos… - restó importancia - ¿Tienes hambre? – le preguntó Marina intentando obviar la situación.

-Pues la verdad es que no – contestó Jaume con sinceridad.

-Mejor – dijo ella – no tengo ganas de preparar nada – y sonrió mientras se tumbaba en el sofá con los pies desnudos muy cerca de su amigo.

Él reaccionó acariciándole brevemente uno de los pies.

-Jaume… – se quejó levemente.

Mientras ella se mofaba acercándole los pies hasta tocarlo ligeramente para después apartarlos, él la contemplaba intentando poner una expresión de amenaza en su mirada. Su expresión de perdonavidas provocaba risas en su amiga, que no dijo nada cuando Jaume le agarró el pie y comenzó a masajearlo.

Marina tenía las uñas pintadas de rojo y Jaume pensó que eran unos pies maravillosos. Su tacto era suave, sus dedos de un tamaño acorde al de su pie y todos completamente compensados. Entre los dedos, en la parte inferior había un pequeño hueco denotando la ligereza de los mismos, completamente estilizados.

La mujer estaba gratamente sorprendida con las manos de su amigo. Le gustaba que le tocaran los pies, pero si además lo hacían con esa pasión podía llegar a ser muy placentero. Su amigo apretaba con fuerza el pulgar de la mano desde el talón hacia la base de los dedos provocándole un pequeño dolor delicioso. Después se encargaba de pellizcar levemente los costados de su pie para acabar masajeando con deleite cada uno de sus dedos recreándose en la sensible zona que los une. Estaba tan absorta en los placeres que Jaume le regalaba que no se percató de que sus pechos, ahora tumbada como estaba, se transparentaban a través de la camiseta.

Jaume pudo observar los pezones completamente tiesos de su amiga pinchando la fina camiseta que insinuaba el color oscuro de las aureolas de los considerables pechos de Marina. Pensó que aquello le estaba gustando tanto a ella como a él así que probó disimuladas caricias hacia los gemelos de su amiga cuando se dedicaba a masajearle el tendón de Aquiles.

Ella se percató de las intenciones de su amigo, pero estaba demasiado a gusto como para negarle las caricias más allá de los pies y más si eran tan leves. No obstante, poco a poco, los paseos prohibidos de las manos de Jaume iban en aumento. Y aunque lo quería cortar, se lo impedía el placer que también crecía en proporción a las caricias ilegales.

Cuando se quiso dar cuenta Jaume ya estaba amasando los gemelos de Marina. La miró a la cara, vergonzoso, y vio su rostro desfigurado por las sensaciones enfrentadas. Jaume tenía el paquete a punto de reventar. La hinchazón no había bajado desde que comenzara a masajearle los pies y parecía crecer más a medida que sus manos subían por las piernas de su mejor amiga.

Ahora las sutiles incursiones del hombre visitaban una nueva zona vedada, los muslos. Marina pensó que si le dejaba hacer tal vez no habría marcha atrás. Y no estaba segura de lo que quería. Poco a poco Jaume fue tocando cada vez con más asiduidad los turgentes muslos de su amiga y él le hizo saber lo mucho que le gustaba.

-No lo dudo… – le aclaró ella con perspicacia dejando claro que sabía lo mucho que estaba disfrutando su amigo.

Esas palabras envalentonaron a Jaume que dejó los gemelos de su amiga y se dedicó a magrearle los muslos con descaro. Con la mano completamente abierta le palpaba toda la zona desde la rodilla hasta casi el pantalón corto de la chica. Después, nuevamente con la palma de la mano, se dedicó a pellizcar con suavidad toda la chicha de los muslos de Marina. A medida que se acercaba a los pantalones cortos, Jaume notaba cómo el calor de la zona iba en aumento.

Marina ya se dejaba hacer. El placer la había inundado y cada uno de los roces de su amigo la ponía más cachonda. Segura de haber mojado las bragas, no le importaba que su amigo se aproximara tanto a la zona. Es más, no podía evitar abrir ligeramente las piernas cada vez que las manos del chico se acercaban lo suficiente. Tuvo que reprimirse para no soltar algún pequeño gemido descontrolado. El calor era insoportable.

Únicamente el pantalón separaba a Jaume de su objetivo. Hasta ahí había sido relativamente fácil llegar, pero no se atrevía a ir más allá y tenía claro que ella no iba a tomar la iniciativa en ningún caso. Pensó que tal vez tocarle el culo sería menos dramático así que en una de sus incursiones lo probó.

Definitivamente ella no pudo contener un leve gemido cuando su amigo introdujo ambas manos bajo el pantalón manoseando sus nalgas. Suspiró y lo miró como recriminándole lo que estaba provocando, pero sin cortarle en ningún caso.

Jaume palpó el duro culo de Marina que se estremecía de placer llevándose las manos a los pezones que le dolían de lo duros que se habían puesto. De igual modo, a él le dolía la polla, completamente tiesa, encarcelada bajo su ropa interior.

-¿Puedo? – le preguntó él mientras agarraba el pantalón y comenzaba a bajarlo lentamente.

Ella le miró con cara de pocos amigos, pero no dijo nada. Finalmente hizo una mueca de aprobación disconforme.

Cuando Jaume terminó de deshacerse del pequeño pantalón siguió con el magreo, ahora dedicándose más concienzudamente a la parte interna de los carnosos muslos de Marina que ya no reprimía ligerísimos suspiros cada vez que su amigo rozaba sus braguitas. Una de las veces, pasó durante un instante uno de sus dedos por encima de la tela notando los hinchados labios vaginales de Marina que gimió con más fuerza. El siguiente paso fue introducir el dedo índice bajo la tela separándola del sexo de ella y dejando caer el dedo para notar la humedad del esponjoso coño. La respiración de la mujer estaba aceleradísima.

Cuando ella notó como el dedo que la hurgaba desplazaba la braga hacia un lateral sintió deseos de que su amigo cumpliera el pago de la apuesta de hacía unos días.

-Entonces… ¿te lo vas a comer entero? – le insinuó con lascivia.

Él la sonrió, satisfecho, con el corazón acelerado, cachondo como nunca y feliz de la oportunidad que se le brindaba.

-Y repetiré si hace falta – contestó convencido del disfrute que aquel manjar le iba a proporcionar.

Ante los ojos de Jaume apareció un mundo nuevo. El coño abierto de Marina era un planeta inexplorado para él. No sabía si le gustaba o le dejaba indiferente. Pero no le dio asco. Se acercó lentamente, aproximando su rostro a la entrepierna de la mujer, comenzando a oler un aroma peculiar. Caliente y húmedo. Le gustó. Mucho.

-Ahora a ver qué sabes hacer tú – le picó Marina sonriente.

Instintivamente, Jaume abrió la boca y sacó la lengua para pasarla por los labios vaginales de la hembra. Sabía igual que olía. Era un sabor nuevo, agrio, pero adictivo. Volvió a pasar su lengua una vez más y luego otra saboreando todo el manjar que la mujer, que ya gemía, le ofrecía.

Jaume no sabía si era su propia saliva o los fluidos que Marina no dejaba de emanar los que se escurrían por su barbilla y los muslos de ella. Saboreó los prominentes labios vaginales relamiéndolos con la lengua para acabar chupándolos absorbiéndolos con la boca. Después se dedicó al clítoris que, aunque era pequeño, estaba tieso provocando nuevos placeres en su amiga. Mientras lo hacía introdujo uno de sus dedos en la estrecha raja de Marina.

La mujer se dejó llevar. Dejó de pensar si aquello estaba bien o mal, si era un juego o realidad y cerró los ojos dejando que el placer la invadiera. Tal vez no era una gran comida de coño, pero se la estaba haciendo su mejor amigo y eso era placentero. Pareció empezar dubitativo, pero a medida que avanzaba, parecía coger confianza. No sabía si era la sensibilidad de su condición sexual, pero Jaume parecía aprender rápido y empezaba a tocarla justo donde ella lo necesitaba.

Al sentir cómo el pequeño dedo de Jaume la penetraba se puso rígida. Se sorprendió al sentir el dedo deslizándose por su interior. Y abrió los ojos para verlo. Quería ver a su amigo maniobrando con maestría. Mirándola, lamiéndole el clítoris, rasgando con su dedo las paredes internas de su sexo, la mujer se acercaba precipitadamente al orgasmo. Buscando la zona bajo la pared interna del estómago, cuando Jaume dio con el punto, un calambre recorrió el cuerpo de Marina culminando en una espectacular corrida. Eyaculó en la cara del hombre sin poder evitar los gritos de placer que su amigo gay le había provocado. Soltó algún ‘joder’, mezcla del desconcierto y el gusto que sentía provocando la sonrisa de su triunfante amigo.

-¿Y bien? – le preguntó, como ya hiciera antes ella aquella tarde, mientras se retiraba con suficiencia, relamiéndose.

-¡Joder, nene…! – insinuó felicitarlo por el sexo oral que acababa de practicarle - No lo haces nada mal – le contestó seria, temblando, pero con complicidad. Y añadió: - Aprendes rápido – Y lo besó ligeramente mientras se incorporaba saboreando sus propios fluidos desde los labios de su amigo.

-¿Te ha gustado? – le preguntó él ingenuamente.

-¿Tú qué crees? – le sonrió – te aseguro que te lo has comido todo, todo…

Marina estaba de pie delante de Jaume que estaba sentado en el sofá. Ella se agachó para arrodillarse frente a su amigo.

-¿Me dejas verte el pito otra vez? – le preguntó con carita de niña buena.

Jaume se puso ciertamente nervioso. El hombre, harto de follar y de vivir experiencias de todo tipo con hombres, demostraba su total desconcierto e inexperiencia ante su amiga. Se deshizo del pantalón y la camiseta. Marina pudo observar bajo el slip la tremenda erección de su amigo. La verga luchaba por zafarse de la tela que la retenía para acabar encontrando la cercana libertad. Libertad que llegó cuando Jaume levantó el pompis para sacarse los calzoncillos de golpe mostrando la dura polla mirando al techo.

Marina se acercó de rodillas y rodeando con una mano el pito de su amigo comenzó a masturbarlo recordando lo placentero que había sido hacía tan sólo unos instantes. No tardó en chupársela. Pasó la lengua por el frenillo provocando un cosquilleo a su amigo que tuvo que apretar el culo para no soltar un chorretón de semen directo a la cara de Marina.

Jaume se concentró para evitar el orgasmo mientras ella le chupaba el glande con los labios y le recorría el tronco de la polla con la lengua. Finalmente no aguantó más cuando Marina se introdujo la dura polla en la boca y empezó a juguetear con su lengua alrededor del cipote.

La mujer estaba atenta así que cuando notó las convulsiones de su amigo y supo que llegaba la apremiante corrida se sacó el pene de la boca y lo masturbó apuntando hacía el desnudo pecho de Jaume que se corrió gimiendo como un animal sintiendo el placer que le provocaba la astuta mano de Marina que se manchó ligeramente con uno de los últimos chorros más débiles que soltó su amigo.

Marina se levantó y se marchó hacia la cocina buscando algo con lo que limpiarse la mano. Al volver, pensando que todo había terminado, se posó en el marco de la puerta observando a su amigo que aún tenía la polla tiesa. Se lo quedó mirando con ternura, pensando en lo mucho que había disfrutado junto a él, hasta que Jaume se giró para mirarla sacándola de sus pensamientos.

-¿Aún tienes ganas de marcha? – le preguntó ella haciendo referencia a la erección que aún conservaba mientras le daba algunas servilletas de papel que había recogido en la cocina para que se limpiara.

-Eso parece… creo que me pones demasiado – sonrió contagiando a su amiga.

Aunque ella jamás hubiera querido llegar tan lejos con Jaume, era evidente lo mucho que había disfrutado. Y, a pesar de no querer consumar el acto sexual definitivamente, también era evidente que le apetecía. Se acercó al sofá y se sentó junto a su amigo.

-¿Quieres verme las tetas? – le propuso con una encandiladora sonrisa mientras se deshacía de la camiseta.

Ante los ojos de Jaume aparecieron los perfectos pechos de Marina. Pudo observar su redondez, sus excitantes aureolas y sus tiesos pezones.

-¿Puedo? – preguntó con timidez.

Ella rió.

-Pues claro – le invitó.

Jaume palpó los senos de Marina notando su firmeza natural. El contacto esponjoso en contraste con la dureza del voluminoso pezón y la rugosidad de la aureola hacían un conjunto perfecto. Jaume se concentró tocándole las tetas e intentando provocar nuevamente placer en su querida amiga.

Y lo consiguió. El manoseo de las pequeñas manos de Jaume era inteligente y el cuerpo de la mujer volvió a reaccionar provocándole una nueva calentura. Además su amigo no se centró únicamente en las tetas sino que exploró todas las partes de su cuerpo que aún no conocía. Pasó las manos por la espalda, apenas rozándola provocándole un escalofrío. Sus manos también exploraron sus sobacos, avergonzándola, y su estómago.

Cuando Jaume llegó a la parte baja del vientre de Marina comenzó a bajarle las bragas. Contempló el cuidado pubis de la mujer, con escaso pelo en el centro que se difuminaba hacia los costados para acabar desapareciendo finalmente. Antes de retirar la tela completamente, Jaume llevó una mano hasta el sexo de su amiga para volver a sentir el carnoso contacto de su coño. Notó que Marina estaba nuevamente mojada puesto que sus dedos se impregnaron de los fluidos vaginales que volvía a emanar.

Marina se tumbó en el sofá abriendo las piernas para permitir el acceso de su amigo que se acercó con el cipote tieso. Antes de penetrarla, Jaume guió su falo con la mano para restregarlo por el coño de ella. A medida que el orondo glande se abría paso a través de los labios vaginales el blanquecino líquido que Marina lubricaba llenaba la polla de Jaume. Aunque ella estaba disfrutando de esos roces, en su rostro comenzaba a marcarse la impaciencia.

Al verle la cara, Jaume se agachó ligeramente mientras le introducía la polla en el coño para susurrarle al oído.

-Siempre te he deseado…

Los susurros y la penetración la hicieron gemir de placer y, mientras él se incorporaba, ella se alzó para morrearlo. Buscaba su lengua con fuerza. Él respondió bien. Marina pensó que en eso no debía haber mucha diferencia entre sexos. El beso aún mejoró cuando Jaume comenzó a moverse y la polla empezó a rozarle las paredes internas de la vagina.

El goce que sentía penetrando a su amiga era inconmensurable. Recordó lo mucho que la amaba y agradeció que ese amor fuera tan justamente recompensado. Si no fuera porque hacía escaso tiempo había tenido un orgasmo no habría tardado nada en correrse gustosamente en el interior de su amiga. Sin embargo, ahora parecía aguantar mucho más tiempo.

Jaume no dejaba de atenderla durante la penetración. Mimos, caricias, roces, susurros… acompañaban cada una de las embestidas. Marina creía que no podía sentir mayor placer y se reconfortó convenciéndose de que ese acto prohibido que estaban llevando a cabo era tan placentero. Sin duda, estaba valiendo la pena. Esos pensamientos la llevaron a correrse nuevamente.

Jaume no podía aguantar mucho más. Sentía que el orgasmo era inminente. Sin pensar demasiado sacó la polla del interior de Marina cuando ya empezaba a eyacular y apuntó hacía el cuerpo de su amiga soltando unos cuantos chorros de semen disminuidos por la anterior corrida tan cercana.

Ella no se esperaba esa acción de su amigo. Pensaba que se correría dentro (no le desagradaba la idea). Sin embargo, su amigo retiró la verga de su interior y escupió el semen sobre ella impregnándola de leche. El líquido blanco llegó hasta su pecho y las últimas y más débiles eyaculaciones le mancharon el ombligo y el pubis. A pesar de no gustarle el gesto, le perdonó cuando él bromeó al respecto.

-Te lo debía – le dijo haciendo referencia a la anterior corrida que ella misma había apuntado hacia su masculino pecho.

Jaume contempló la estampa. En el pezón derecho de su amiga reposaba un grumo blanquecino. Los restos de ese mismo chorro habían resbalado por el pecho y habían ido a parar al cuello de la diosa Marina. También había semen pegado en los escasos pelos del pubis de ella y los últimos brotes de su polla los estaba depositando sobre el coño por el cual estaba restregando la verga ahora sí morcillona.

Finalmente el homosexual cayó exhausto junto a ella en el sofá acariciándole el bello rostro. La besó primero en la mejilla y luego, incorporándose, en los labios, sintiendo el cosquilleo que le provocaba el dulce aliento de la mujer.

-Menudo rato más majo que hemos pasado – bromeó provocando las risas descontroladas de Marina – Entonces… ¿cuándo hacemos un trío? – preguntó mientras dirigía la mirada hacia una fotografía del marido de ella.

-¿Te gustaría? – le preguntó con picardía separándose de su boca.

-Ahora más que nunca – sonrió.

-Pillín… - y volvió a besarlo una vez más acariciando con sus manos el torso de su delgado amigo.

-Creo que debo irme – le dijo indicando que no debían seguir bajo el mismo techo.

-Sí, será lo mejor – confirmó con pena, pero serena - Voy a darme una ducha.

-Pero no te toques, ¡eh! – bromeó.

-A lo mejor lo hago pensando en ti – le insinuó con picardía.

Con tan solo esas palabras, Jaume notó que su pene cobraba vida.

-Joder… chico… – se sorprendió gratamente Marina, que ya se había levantado para limpiarse los restos de semen, al ver la fogosidad de su amigo.

-Será mejor que me vaya, en serio… – culminó sonriendo.

Ambos se vistieron para despedirse. Marina abrazó a Jaume que reaccionó bajando su mano hasta tocar el culo de su amiga que lo miró confusa.

-Te quiero – le dijo.

Él la respondió y se fusionaron en un beso con sabor a despedida.

Marina no tuvo tiempo de preocuparse por dónde pasaría la noche su mejor amigo. Se concentró en buscar una excusa para justificar su ausencia. Finalmente la socorrida promiscuidad de Jaume serviría de explicación a su huída.

La mujer tenía mucho más en lo que pensar, pero lo que tenía claro es que no quería que nada cambiara. No quería perder a Iker, ni a Jaume. Y, sobre todo, no quería hacer daño a ninguno de los dos.

Esa noche Jaume no durmió. Primero porque no tenía a dónde ir y segundo porque no podía dejar de darle vueltas a lo sucedido. ¿Era bisexual? Las mujeres no le gustaban y no podía encontrar una explicación al deseo que Marina le provocaba. Finalmente concluyó que se sentía atraído por una persona, no por un sexo y le gustó que eso fuera de esa forma. Sonrió pensando en su mejor amiga y no pudo evitar volver a excitarse.

Comentarios

  1. Deberíamos de tener una lista de correos.
    De ese modo, cada que salga una modificación podamos ser Contactados.

    =)

    Estaré leyendo esto en un momento más.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por un nuevo relato!!

    Se nota tu particular estilo en toda la historia. Te deja con ganas de que Jaume acabe consiguiendo su trío soñado :)

    ResponderEliminar
  3. Gracias a ti Straccia, ya lo sabes.

    No sabía que tenía un estilo particular ;P Si Jaume hubiera conseguido el trío, yo habría escrito en una categoría completamente desconocida para mí jaja

    Steamer, no estoy seguro de cómo funciona, pero creo que te puedes suscribir a las entradas y comentarios del blog justo al final de los relatos y los comentarios respectivamente. Si lo pruebas ya me dirás qué tal, que yo no he hecho la prueba ni de si funciona.

    ResponderEliminar
  4. Me lo temía, y esos temores se han confirmado. Es un relato muy bueno, pero te lo voy a perdonar porque, para mí, no ha sido la mitad de morboso que "El trabajo de biología".
    Solo hay una cosa que no me ha gustado: que le llames 'marica' llegando al final. Es un térmimo despectivo y no creo que haya nada de malo en ser gay. No sé si se puede modificar una vez publicado, pero yo lo cambiaría, a no ser que seas homófobo, con lo cual perderías mi respeto como persona y como autor.
    De todas formas, el relato es bueno, pero eso que has dicho en Trovadores de que se te acaban los relatos, espero que sea solo los que tienes y aescritos y que vas a continuar escribiendo para seguir deleitándonos. Más te vale.

    Un besazo. Sonia.

    ResponderEliminar
  5. :O Mi intención no era más que usar un sinónimo. Para nada pensé que el término 'marica' se considerara despectivo. Y supongo que no lo consideraba pues para nada soy homófobo ;P

    Ahora mismo lo cambio pues, aunque yo no lo utilice en sentido peyorativo, después de buscar su significado exacto, entiendo que es ese el uso correcto del término.

    Gracias por el apunte Moon!

    ResponderEliminar
  6. Bueno, tampoco es tan grave, pero no creo que a un gay le mole que utilices ese término refiriéndote a alguien de su misma condición. Podrías haber dicho comenucas, muerdealmohadas, rompeculos... jajaja.

    Un beso. Sonia.

    ResponderEliminar
  7. Quizás la historia sea un poco forzada, pero con tu excelente prosa y forma de narrar, se olvida por completo. Un excelente trabajo, como siempre.

    ResponderEliminar
  8. Gracias Requiem por los elogios.

    Aunque no siempre lo consigo, procuro que mis relatos fluyan lo mejor posible, que las cosas ocurran sin forzar, que sean creíbles por difícil que parezca.

    Sé que narrar la mamada de una chica a su amigo por el simple hecho de que sea gay no es muy creíble. Pero por eso intento darle sentido con los hechos y la conversación previa.

    Bueno, no sé... que yo lo intento ;P

    ResponderEliminar
  9. Me ha encantado. Te has convertido en un gran descubrimiento para mí. Te seguiré de cerca.

    ResponderEliminar
  10. Pues me alegro de que me hayas descubierto y hayas decidido seguirme :)

    Te animo a que sigas leyendo y comentando más relatos. Pronto espero publicar el siguiente.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario