Las pozas
Sinopsis: La combinación de calor, humedad, alcohol, drogas,
pequeños magreos, conversaciones picantes y cuerpos desnudos acaba
provocando la desinhibición de los protagonistas.
Acababa
de terminar el verano cuando Rubén conducía el coche en dirección a su pueblo
junto a su novia Marta y unos amigos del pueblo de ella. La novia de Rubén ya
conocía el lugar y hacía tiempo que quería pasar allí unos días con algunos amigos
suyos, especialmente David y Esther, sus mejores amigos. El último integrante
del grupo era Abel.
Hacía
tiempo que pretendían hacer aquel viaje, pero no fue hasta ese año que habían
conseguido todos tener unos días libres en septiembre. Las intenciones eran
pasar unos días tranquilos disfrutando de la zona: salir a pasear por el
bosque, visitar los pueblos cercanos y los sitios más carismáticos, bañarse en
las famosas pozas del pueblo o disfrutar de una buena parrillada de carne.
-Sarna
con gusto, no pica – dijo Marta.
-¡Me
la has quitado! – le replicó Abel haciéndose el indignado. – Tendré que usar mi
comodín... ¡maldita sea!
Los
demás se rieron. Para amenizar el viaje en coche estaban jugando a un juego que
consistía en decir un refrán cada uno por orden de forma que el primero que no
supiera qué decir o repitiera quedaba eliminado.
Aún
debía pasar la ronda por Esther y David así que Rubén desconectó del juego para
inundarse en sus propios pensamientos. Imaginó lo mucho que tendría que hacer
cuando llegaran. Era su casa y, por tanto, el anfitrión. Debería prepararlo
todo para que todos se sintieran cómodos y que así Marta estuviera contenta.
También sería el encargado de proponer lo que podrían hacer y, en algunos
casos, decidir directamente. Se sintió preparado para ello.
-Lo
prometido es deuda – instó David y, por lo tanto, pasó el turno a Rubén.
Mientras
tanto, Abel pensó lo bien que se lo iban a pasar. Él, en un principio, no debía
ir con ellos pero, casualidades de la vida, coincidió que tenía vacaciones
durante las mismas fechas que el resto del grupo, los cuales las habían
solicitado con previsión para este viaje. Y de ese modo, casi auto invitándose,
había acabado allí. Mejor, compartir unos días con Marta en la misma casa no
estaría nada mal, pensó. Era el mayor del grupo con 33 años y no podía evitar
ver a la novia de Rubén como lo que era, una preciosa chica morena tanto de
pelo como de piel de 28 años muy bien llevados. Un escalofrío le recorrió el
cuerpo pensando en la preciosa figura de su amiga.
-Lo
que no mata, engorda – dijo Marta. Le tocaba nuevamente a Abel, quién despertó
de sus pensamientos de golpe.
David
era el mejor amigo de Marta. Ambos se llevaban muy bien, tenían una gran
relación de amistad y complicidad y, como tal, se sintió contento de visitar
junto a ella el pueblo de su novio. Estaba deseoso de conocer más profundamente
a Rubén y ver si era la clase de persona que su amiga se merecía. Estaba
convencido de que sí. Rápidamente oyó el refrán de Esther y se dispuso a soltar
el que guardaba hacía rato en la recámara.
-Juventud,
divino tesoro – dijo. Y comenzó la amistosa discusión.
-Eso
no es un refrán – espetó Abel.
-Sí
lo es – le replicó Esther. Y todo el mundo dio su opinión al respecto.
Marta,
divertida por la discusión, se ensimismó pensando que en aquel coche estaba una
parte muy importante de su vida. Rubén, su novio desde hacía ya 10 años cuando
apenas tenían ella 18 y él 19. Y sus mejores amigos, David y Esther, con los
que tanto había compartido, cada uno a su manera. Con David podía compartirlo
todo, era un chico abierto, comprensivo y racional mientras que Esther era más
visceral, a ella no se le podían contar según qué cosas.
-Bueno,
habrá que votar entonces – reflexionó Esther para resolver la discusión sobre
si el refrán de David era correcto. – Yo voto que sí, lo doy por bueno. – Al
resto les pareció bien la solución y empezaron las votaciones.
Esther
era una chica algo acomplejada. Su exagerado sobrepeso la acompañaba siempre
allá donde fuere, por mucho que a ella no le gustara. Y pensó la poca gracia
que le hacía visitar las pozas donde no tendría excusa para no meterse. De
todos modos, lo haría por Marta, ella era lo mejor que tenía en la vida y bien
valía olvidarse de complejos si su mejor amiga era el motivo.
Por
suerte para David, su refrán fue admitido cuando, por fin, llegaron al
magnífico pueblo de Rubén. Era tarde y pronto tendrían que cenar así que
decidieron ir a la casa directamente y preparar algo sencillo tras la rigurosa
muestra del hogar a los invitados. Tras la cena decidieron irse a dormir pues
había sido un viaje largo y cansado y al día siguiente querían estar frescos
para todo lo que les esperaba.
A
la mañana siguiente fueron a visitar el pueblo más cercano que, casualmente,
también era el mayor de la zona. Aprovecharon para comprar comida y todo lo que
necesitaran que no hubieran traído en el coche. Por la tarde fueron a la pista
de frontón del pueblo y allí estuvieron jugando un rato todos menos Esther, que
se quedó leyendo en uno de los bancos que había junto a la pista.
-Yo
paso de jugar a eso – les dijo. Y todos aceptaron sabiendo que para Esther
aquello seguramente no era lo más divertido que podían hacer.
Por
la noche llegó el primer plato fuerte de las vacaciones. Después de cenar
visitarían las pozas. ¡Cómo le gustaban a Marta! Y era precisamente por ese
aspecto tan peculiar del pueblo por el que tantas veces les había hablado de él
a David y Esther. Y justamente por eso David también tenía tantas ganas de ir.
Decidieron
ponerse la ropa de baño, pero debido a la época del año y a lo que refrescaba
por las noches, Rubén les aconsejó que encima se pusieran más ropa. Marta
decidió ponerse el bikini rojo. Cuando Rubén la vio pensó en el cuerpo tan
espectacular que tenía su novia. Normalmente vestía con camisetas bastante
holgadas que no permitían apreciar esa talla 90 de pecho que tan bien se
ajustaba a su cuerpo. Pensó que cualquiera que no la conociera se sorprendería
al verla en bikini.
Mientras
se dirigían a las pozas andando, Rubén les explicó:
-Se
trata de unas aguas termales que provienen de debajo de la tierra y, por tanto,
tienen una temperatura elevada. Por eso, aunque haga frío no os preocupéis, que
dentro del agua estaremos de puta madre. – y prosiguió – Hoy no creo que haya
mucha gente, pero de todos modos el sitio es grande. Hace años lo arreglaron y,
con piedra, hicieron una especie de piscinas cuadradas de unos 5 metros
cuadrados cada una más o menos. Hay 3, una al lado de la otra.
-¿Pero
es profundo? – preguntó Abel que era el que estaba más desinformado de todos.
-No,
no – le respondió Marta – de pie el agua te llega por encima de las rodillas
más o menos.
Finalmente,
cuando llegaron al cabo de unos 5 minutos caminando, se encontraron que no
estaban solos. Había varia gente dispersa, no eran muchos, 6 personas en total,
pero como había dicho Rubén, no era un problema, había espacio suficiente para
todos.
Marta,
ansiosa, fue la primera que se despojó de la ropa para quedarse en bikini. Abel
no pudo evitar echar un vistazo y quedarse petrificado al ver el culo de Marta
mientras esta se agachaba para zafarse de los pantalones que llevaba. Sólo hubo
una parte del chico que no quedó petrificada, así que esperó un rato para
quitarse la ropa disimulando mientras se interesaba por Esther.
-¿Tú
no te metes? – los otros 3 ya estaban metiendo los pies en el agua caliente
cuando Esther aún no se había empezado a desnudar.
-Sí,
sí... – le dijo y empezó a quitarse ropa mientras interiormente maldecía a
todas las modelos del mundo.
David
estaba literalmente flipando con aquello. ¿Cómo era posible que aquel agua
estuviera tan caliente? Le gustó mucho la sensación, ese contraste entre el
frío ambiente y el calor de las pozas. Sin embargo, para él estaba tan caliente
que le costaba acabar de meterse.
Finalmente,
los 5 acabaron metidos, sentados y con el agua hasta el cuello, nada de
figuradamente, se entiende. Entre charlas y risas pasó el tiempo y, cuando se
dieron cuenta, el resto de gente había desaparecido. Únicamente quedaba un
hombre que estaba en el mismo cuadro que ellos.
-¿Sois
de la zona? – preguntó.
-Sí,
yo soy del pueblo – respondió amablemente Rubén.
-¡Ah!
¿y el resto?
-Bueno,
nosotros venimos todos juntos del pueblo de ella – dijo Diego señalando a
Marta. – Está un "poquito" lejos de aquí – remarcó dejando claro que
la distancia era bastante grande.
-¿Y
tú de dónde eres? – le dijo Abel.
-Yo
vengo del País Vasco. Me llamo Montxo.
-Abel.
Encantado – le dio la mano. Y así, todos, por orden, se fueron presentando.
-¿Habéis
probado de cambiar de poza? – les dijo el nuevo invitado. – En esta el agua
está mucho más caliente – y se levantó dejando ver su completa desnudez.
¡El
tío estaba desnudo! Marta no se lo podía creer. Le pilló por sorpresa y no pudo
evitar mirar allí donde todo el mundo echó un vistazo. El tipo estaba bastante
gordo. Entre eso y el abundante vello púbico apenas se le veía el diminuto
pene. Marta pensó que la escena era bastante desagradable.
Tras
la sorpresa inicial todos hicieron caso a Montxo y cambiaron de sitio.
Efectivamente, en el nuevo lugar la temperatura del agua aún era mayor.
-¿Sabéis
lo que os queda por probar? – les dijo Rubén – Montxo, seguro que esto no lo
has probado. Lo mejor es bajar un momento al río y probar el contraste entre el
agua caliente de las pozas y el agua fría del río. Y luego nuevamente al
calorcito.
Junto
a las pozas, a unos 5 metros tras el descenso de un pequeño terraplén pasaba el
río del pueblo. El agua no era abundante, únicamente la suficiente para mojarte
los pies y poco más, pero podías tumbarte en el suelo y notar cómo el agua fría
te inundaba por completo.
Esther
decidió quedarse y no bajar, al igual que Montxo. Para no quedarse a solas con
él le pidió a Marta que se quedara para acompañarla. Ella accedió pues otros
años ya había probado lo del río. Y Rubén no se preocupó de que se quedaran
solas con el desnudo desconocido pues sabía que lo de bañarse sin ropa en las
pozas era algo relativamente habitual.
Rubén,
Abel y David bajaron con cuidado y, tras el doloroso contraste inicial,
pudieron sentir cómo sus músculos agradecían ese cambio de temperatura que, eso
sí, no aguantaron durante demasiado tiempo. Al volver a las pozas nuevamente
volvieron a sentir el calor inicial que la costumbre ya les había hecho perder.
No
tardaron mucho en decidir volver a casa y cuando se iban Montxo les preguntó si
volverían al día siguiente.
-No
lo sabemos aún, vamos decidiendo sobre la marcha – le comentó Rubén.
-Como
queráis. Traeré cerveza – le dijo con una sonrisa.
A
la mañana siguiente, Abel se despertó el primero con una erección de órdago.
Había soñado con Marta y su bikini rojo y eso le había producido aquel estado.
Salió de su cuarto situado en la planta más alta de las 4 que tenía la casa y
se dispuso a bajar hasta la planta baja donde estaba la cocina para comer algo
mientras se le bajaba el hinchazón. Pero por el camino, en la segunda planta
donde dormían Marta y Rubén, vio algo que no se esperaba. En la baranda de las
escaleras estaba el bikini de Marta. Lo había dejado allí para que se secara.
Abel quiso refrenar sus instintos, pero... por echar un vistazo no pasaba nada,
pensó. Se acercó a la tela y pasó un dedo por la parte interna de la prenda
inferior, aquella que se supone había estado en contacto con el sexo de Marta
la noche anterior. Su aparato aumentó de tamaño ostensiblemente. Se fijó bien y
vio que en el bikini había un pelo y parecía... sí, debía ser un pelo de su
pubis, pensó. Eso le llevó a recoger la prensa y llevársela a la nariz para
inspirar lo más profundo que pudo el olor que... pero aquello no olía a nada.
¿Cómo era posible? Él esperaba oler a coño, pero no. ¿Por qué era tan limpia? se
preguntó. Aún así aquello fue lo suficientemente morboso como para subir al
lavabo de su planta y cascarse la gran paja, en honor a Marta, que tanto se
merecía su excitante amiga.
Esa
mañana estuvieron preparando la parrillada de carne que se comieron al
mediodía. Tras la comilona no había ganas de mucho más así que por la tarde
decidieron dar un paseo para conocer el pueblo y, de paso, rebajar todo lo que
se habían comido. Durante la caminata decidieron lo que podrían hacer esa noche
tras la cena.
-Yo
volvería a las pozas – dijo Abel seguramente pensando en Marta.
-Hombre,
yo preferiría hacer alguna otra cosa – le contestó Esther que no tenía muchas
ganas de volver a mostrarse en bañador.
-A
ver, hay varias opciones. Podemos ir a tomar algo a algún bar del pueblo si
queréis. – aportó Rubén, decidido a que nadie se quedara insatisfecho con la
visita a su pueblo.
-A
mí no me importaría volver a las pozas – replicó Marta – Ya sabes lo mucho que
me gustan – continuó mirando a su novio para acabar besándolo.
-Además
Montxo dijo que traería cerveza. Puede estar bien. Nos estará esperando –
concluyó David.
-Está
bien... – cedió Esther finalmente ante la opinión de la mayoría.
Así,
decidieron que esa noche volverían a las pozas.
Tras
la cena volvieron a cambiarse y recorrer el camino que les separaba desde la
casa de Rubén hasta las aguas termales. Y una vez allí volvieron a quitarse la
ropa para quedarse con bañadores unos y bikini otra. Abel volvió a fijarse en
Marta y le gustó pensar que hacía escasas horas su dedo había estado en
contacto con la tela que ahora rozaba su sexo.
Montxo
aún no había llegado. David pensó que tal vez no viniera y deseó que hubieran
sido ellos los que trajeran las cervezas. Para no quedarse con las ganas
decidió que lo mejor que podía hacer era liarse un canuto. Se acercó al montón
donde el grupo había dejado todas las cosas y se dispuso a hacer el peta.
-¿Alguien
quiere? – ofreció.
Marta
odiaba sobremanera toda droga dura y antinatural. Pensaba que todo aquel que se
dejara llevar por psicotrópicos químicos perdía toda la pena que podía valer.
Sin embargo, pensaba que las drogas naturales como la marihuana o las setas
eran... pues eso, naturales. Así que se animó.
-Yo
daré alguna calada. No más que me sienta mal.
-Haz
uno y yo lo comparto con ella – dijo Rubén.
El
novio de Marta no solía fumar, pero lo hacía en ocasiones como aquella más por
ella que por él. Sabía lo que Marta pensaba de las drogas, pero tenía la
sensación de que ella pensaba que fumar porros era "guay". Y quería
que su chica pensara que él era "guay".
Esther
también se apuntó al grupo de alguna calada mientras que Abel se apuntó al
grupo de David.
Mientras
el mejor amigo de Marta terminaba de preparar los porros llegó Montxo.
-Buenas
noches – les dijo.
-Muy
buenas – contestaron el resto al unísono.
-Veo
que al final os habéis animado. Perdonad la tardanza. Aquí traigo las cervezas
– dijo mientras las depositaba en el suelo junto a las pozas y se fijaba en lo
que David estaba preparando. – Pero veo que no me estabais esperando – dijo con
una sonrisa.
-¿Quieres
uno?
-No,
gracias, por ahora no – y se bajó los pantalones dejando al aire libre su
pequeña colita.
Esther
pensó cómo aquel tío tan desagradable podía tener tan poco pudor. Es cierto que
no estaba tan gordo como ella, pero sin duda tenía suficiente barriga como para
no verse los pies él mismo. Las piernas y brazos no tenían grasa, pero la
barriga cervecera era demasiado. Además no era muy agraciado de cara, más bien
era feo y de edad debía rondar los 40 años o más. Pensó cómo estaría ella a esa
edad viendo cómo estaba ahora a los 27 y se deprimió más de lo que estaba.
Sería
entorno a medianoche cuando los 6 se quedaron solos en las termas. El ambiente
estaba distendido ayudado por los porros y la cerveza. Todos estaban en la poza
central. Rubén estaba sentado fuera con los pies en el agua caliente, a su
derecha, en el lateral siguiente de la poza, estaba Montxo dentro del agua con
su cerveza en la mano, a su lado estaba Abel y, enfrente, en otro lateral,
estaban Marta y Esther una al lado de la otra. David estaba en medio de la
poza, sin apoyarse en ningún lateral justo enfrente de Marta.
La
novia de Rubén tenía los pies estirados con lo que prácticamente tocaba con
ellos a su mejor amigo quien comenzó a masajearlos sin decir nada. Marta no se
molestó, ni mucho menos, era algo bastante habitual que David le hiciera
masajes pues a ella le encantaba que le tocaran los pies como bien sabía Rubén.
La diferencia es que a su novio no le gustaba demasiado hacerle los masajes
mientras que a David no parecía importarle. Cuando Esther se dio cuenta de lo
que sucedía alargó sus piernas para que David también la masajeara. Y este accedió
sin problemas como siempre.
Rubén
notó algo extraño cuando David empezó a tocar los pies de Marta. No sabía lo
que estaban haciendo y, aunque él no era desconfiado, no le gustó no saber lo
que pasaba. Marta le había hablado muchas veces de David, pero jamás llegó a
imaginárselo así físicamente. Tenía 26 años, moreno con el pelo corto, no era
precisamente feo y estaba bastante fuertecito. Lo que posiblemente más
destacaba de él eran esas fuertes abdominales. David tenía una tableta de
chocolate considerable. Marta nunca le había dado motivos para desconfiar y
unido a que él no era precisamente celoso no supo por qué aquel gesto de David
le molestó. En seguida se tranquilizó al ver que aquello que estaba haciendo
con su novia también empezó a hacerlo con Esther. Además pudo confirmar que no
era más que un masaje de pies y sabiendo lo mucho que le gustaba a Marta que se
los tocaran no pensó nada malo.
David
le había masajeado los pies cientos de veces así que Marta se desconcertó al
sentir tanto placer con este masaje. No supo si fue el esmero de David, el
calor de las pozas o la presencia de Rubén, pero sin duda aquel fue el mejor
masaje de pies que le había regalado su amigo.
David
pensó que era una putada que Esther se hubiera apuntado a la
"fiesta". Cierto es que le encantaban los pies de Marta, aunque
tampoco es que le diera mucha importancia a eso. Lo malo eran los pies de
Esther, le olían demasiado y luego le quedaba impregnada la peste en las manos.
Tenía mucho aprecio a su amiga, pero es que el olor era demasiado desagradable.
Y
así, estando en esa situación, Rubén empezó una nueva conversación.
-Es
una lástima que esta noche esté tan nublado– Era cierto, esa noche la luna
estaba oculta tras las nubes y la visibilidad era mucho más escasa que la noche
anterior.
-Espero
que nos haga bueno el resto de días – subrayó Marta quien se sorprendió al
escuchar las palabras de Montxo.
-Oye,
Marta, ¿no serás locutora de radio por casualidad?
-¿Cómo?
-Sí,
tienes una voz muy bonita, como la típica que se oye en los programas de radio
nocturnos.
Ella
se rió y continuó la conversación.
-Es
la primera vez que me dicen algo así. No, no trabajo en la radio ni mucho
menos. Además no creo que tenga la voz bonita.
-Bueno,
no es lo único que tienes bonito.
¿Cómo?
Rubén alucinó con lo que acababa de escuchar. ¿Le estaba tirando los trastos a
su chica? En unos segundos pasó de la incredulidad a la diversión. Sabía que
Marta no entraba en esos juegos y pronto le pararía los pies así que se
permitió no intervenir. Sin embargo...
-¿Y
qué es lo que tengo bonito? – le dijo. – Sorpréndeme.
Y
justo cuando hablaba y antes de que el vasco le pudiera contestar aparecieron 2
nuevos personajes completamente inesperados. Eran 2 chicos jóvenes de 18 y 19
años respectivamente que habían decidido darse un baño relajante antes de irse
a dormir. Todos se giraron para ver a los nuevos inquilinos de las pozas
preguntándose quiénes debían ser. Todos menos Rubén.
Él
los conocía perfectamente. El menor era Alberto y el otro era un chico de
origen marroquí que se llamaba Yamil. A Rubén no le hizo mucha gracia la
llegada de estos dos jóvenes delincuentes que lo único que podían hacer era
joderles la tranquila noche que estaban pasando. Y no exageraba pues lo mejor
que estos habían hecho en la vida era no buscar pelea por estar colocados hasta
las cejas hasta el punto de no poder moverse del sitio en el que estaban. Por
suerte, parecían ir bastante a su bola y se fueron a la poza de al lado.
-Perdona,
pero acabaría antes diciéndote lo que no tienes bonito – prosiguió Montxo con
su conversación con Marta.
-Sí,
claro...
-Bueno,
ya está... – al final fue David quien intervino en la conversación viendo que
Rubén no decía nada. Parecía que la llegada de Alberto y Yamil lo hubiera
extraído de la conversación.
-¡Ostras!
¡Cerveza! – Alberto vio las latas que tenía el vasco - ¡Ey, tío! ¿por qué no
nos das unas latas?
-Por
supuesto, las he traído para todos.
-De
puta madre – concluyó Yamil. Y se pasaron a la poza central donde ahora estaban
los 8.
A
Rubén no le hizo mucha gracia la presencia de los 2 jóvenes y se fue a la
primera poza. Lo acompañaron Abel y Esther que querían sentir el agua más
caliente.
-Vigila
con estos – le susurró Rubén a su novia cuando pasó por su lado – son unos
macarrillas del pueblo.
-Ok
– le dijo. Y cuando se hubo alejado se dirigió a David – Menudo masaje me has
hecho – le confesó finalizando con un suspiro.
-¿Sí?
– se rió – Suerte que se ha ido Esther, mira como huele – y le acercó la mano a
la nariz.
-¡Quita!
– le dijo Marta con un aspaviento y los 2 se pusieron a reír.
-Marta
– les interrumpió Montxo – tú debes ser una chica bastante osada, ¿no?
-¿Por?
-Bueno,
estar aquí sola, en bikini, con el agua caliente rodeada de tanto tío...
-Vaya
tontería, además también está Esther.
-Bueno,
ahora mismo en esta poza estás tú sola rodeada de 4 tíos.
-Bueno,
yo siempre he estado rodeada de tíos generalmente, más que de chicas.
Tras
acabar la frase se paró a pensar y se dio cuenta que no sonaba demasiado bien,
pero creyó que se había entendido perfectamente.
-Oye,
¿y por qué no te desnudas?
-¿¡Cómo!?
– le soltó David.
-Sí,
claro... lo digo porque es una sensación acojonante. Probad, ya veréis.
-Ni
de coña – concluyó Marta – soy una chica valiente, pero no tanto – le sonrió.
-Tú
te lo pierdes – y se levantó dejando ver nuevamente su desnudez.
Marta
intentó fijarse, pero si estaba en erección era imposible saberlo, la tenía
demasiado pequeña y no se veía nada entre tanto pelo. Sintió un escalofrío
producido por el asco que le dio aquel pene.
-¡Ostras!
¡Si el hijo puta está desnudo! – gritó Yamil.
-¡Joder!
Yamil, ¿por qué no nos desnudamos nosotros? – propuso Alberto. Y a su amigo le
pareció buena idea de modo que se puso de pie y se bajó de golpe el bañador.
Debido
a los gritos de Yamil, Marta le estaba mirando en el momento en el que se bajó
el bañador y pudo ver su larga y gruesa polla que estando flácida ya debía
rozar los 20 centímetros. Le pareció desproporcionada, sobretodo en comparación
con la de Montxo. Incluso las sensaciones al ver una y otra le parecieron
completamente opuestas. Dejó de mirar en cuanto se percató de que no debía
hacerlo y pensó que aquel tamaño debía ser debido a la raza del muchacho.
Alberto,
al ver a su compañero, también se quitó el bañador, pero lo hizo sin levantarse
de modo que nadie vio lo que tenía entre las piernas. Los 2 muchachos se
jactaron de la nueva situación y de las sensaciones de tenerlo todo en libertad
absoluta.
-¿Ves?
– insistió Montxo – si no pasa nada.
Pero
Marta y David lo ignoraron por completo.
Con
el escándalo de los 2 chicos jóvenes regresaron los de la otra poza y se
volvieron a reunir todos nuevamente. A Esther y Rubén no les hizo mucha gracia
ver a Yamil desnudo que aún seguía de pie pavoneándose mostrando su instrumento
todo lo que le daba la gana. Sin embargo Abel pensó que era la excusa perfecta
para desnudarse delante de Marta. Lo malo es que si lo hacía tendría una
erección de mil demonios y no quedaría demasiado bien así que se aguantó las
ganas.
Sobre
la 1 y pico de la madrugada Yamil fue a buscar algo entre sus cosas y cuando
regresó a la poza le hizo un gesto a Alberto para que se acercara. Mientras lo
hacía empezó a preparar las rayas para él y su amigo. En cuanto Marta se
percató le entró toda la repulsa que hasta ahora no había sentido hacía los
chicos a pesar de las advertencias de su novio. Cuando les vio acercarse el
polvo blanco a la nariz y esnifarlo sintió un total desprecio hacia ellos.
Cuando
terminaron de meterse la primera raya Montxo les preguntó si se podía apuntar.
Le dijeron que sí y Yamil se sentó sobre el lateral saliendo del agua para
preparar la coca. Marta volvió a fijarse en su polla que había quedado caída
sobre uno de sus muslos y en cómo se hinchaba y se levantaba cuando el niño se
metía la raya. Marta sintió una sensación extraña, le entraron ganas de
acercarse y ver más detenidamente cómo reaccionaba aquel trozo de carne venéreo
ante la droga... Detuvo aquellos pensamientos infernales y se concentró en los
masajes de David.
Su
mejor amigo seguía trabajándole los pies y prefirió hacerle parar puesto que
notaba que algo no iba bien. Para hacerlo disimuladamente alargó la mano y le
tocó el pecho en señal de alejarlo. Pero ante ella aparecieron las abdominales
del chico y no se pudo reprimir a acariciarlas para sentir cada una de las
tabletas. Aquello estaba tan duro... David se sorprendió, pero pensó que si era
normal que él le tocara los pies también lo era que ella le tocara las
abdominales.
Mientras
tanto, Rubén, al ver el "espectáculo" que estaban montando los 3
desconocidos, pensó que Marta no debía sentirse muy a gusto y que no tardarían
mucho en marcharse de allí. De hecho al verle la cara a su novia notó que
estaba incómoda, pero esperó a que fuera ella la que dijera de marcharse, él no
quería estropear la estancia de nadie.
Cuando
terminaron de meterse, Montxo volvió a su posición y Alberto le siguió. Yamil
se fue a la primera poza. Para hacerlo pasó justo por al lado de Marta quien
tuvo la oportunidad de verle la polla más de cerca. Se fijó que también tenía
mucho vello púbico, pero que eso no le impedía mostrar una gran polla. Mientras
se acercaba aquello que le colgaba se iba bamboleando de un lado a otro
golpeando contra los muslos del chico y a cada bandazo dejaba entrever una
bolsa testicular grande en la que los huevos le colgaban como alforjas. Sin
duda el chico magrebí estaba muy bien desarrollado para su edad. Cuando fue a
pasar a la otra poza levantó una pierna de modo que la polla quedó colgando a
escasos centímetros de la boca de Marta, que tuvo que reprimirse las ganas de
chupársela. ¡Pero qué le estaba pasando! A todo esto seguían los magreos entre
ella y David con lo que la calentura no bajaba. Y encima Montxo, colocado hasta
arriba, continuó a lo suyo.
-Va,
Marta, demuestra que eres una chica valiente y quítate al menos la parte de
arriba que a tu novio no le importa – le dijo refiriéndose a David.
-Perdona,
pero su novio soy yo y a mí sí me importa- le espetó Rubén.
-¡Ay!
perdona, es que pensé que era él que está todo el rato pendiente de ella.
-No
pasa nada – pero no pudo evitar un regusto amargo por aquella confesión. Era
cierto que David había estado toda la noche pendiente de su chica, pero... era
normal, era su mejor amigo y hacía tiempo que no se veían, pensó.
-Bueno
– insistió el vasco – ¿qué me dices? ¿te animas? – pero Marta reafirmó la
negativa.
Aquella
conversación calentó más si cabe a Abel que estaba deseando que Marta se
animara y poder verle los pechos que tanto había deseado. Su cabeza le estaba jugando
malas pasadas llegando a pensar en sacarse la polla bajo el agua y masturbarse
o acercarse a la chica y meterle mano. Se estaba empezando a obsesionar así que
cuando Esther dijo que se quería marchar sintió que era lo mejor que podían
hacer si no quería acabar cometiendo una locura.
Marta
y David dijeron que aún se quedarían un rato más así que Rubén se vio obligado
a marcharse para acompañar a la casa a Esther y Abel.
-¿Volverás?
– le preguntó Marta.
-No
sé, cuando llegue veré si tengo ganas, si no me quedaré ya en casa.
-De
acuerdo – y se levantó para darle un beso de despedida.
Cuando
lo hizo David se fijó en su amiga. Sabía que estaba buena, pero nunca la había
visto desde ese prisma, sin embargo, esta vez se fijó en su vientre plano
precedido de unos grandes pechos en proporción con el resto de su cuerpo.
Además Marta estaba marcando pezones y David pensó que para que se marcaran en
un bikini la cosa tenía que estar muy dura. Pensó si tanto sus pensamientos
como la actitud de Marta se debían a las caricias que ambos se habían procurado.
¿Tal vez se habían calentado mutuamente sin querer? Muy a su pesar sintió que
ojalá Rubén se quedara en casa y no volviera.
Cuando
Abel se metió en la cama lo hizo pensando en Marta y soñó con haberse quedado
en las pozas, haber cometido una de las locuras que se le habían pasado por la
cabeza y que ella lo disfrutara. Pero sabía que eso era imposible. Lástima.
Metió una mano bajo el pantalón del pijama y pensó "sarna con gusto, no
pica".
Esther
se sintió una desgraciada por culpa de Montxo. Vale que Marta era preciosa y
despertaba la admiración de todo tío que se acercaba a ella, pero cómo la había
ignorado ese tío tan feo y gordo mientras le dedicaba todas las atenciones a su
amiga le había afectado. De todas formas se acostó con la seguridad de la
integridad de su amiga. Aquel tío se tendría que hacer una paja pensando en
Marta pues era lo máximo que iba a conseguir de ella.
Eran
las 2 y media de la mañana cuando Abel y Esther se acostaron y Rubén pensó si
volver a las pozas. Por un lado quería volver y no dejar a Marta sola con
aquellos 2 vándalos, un gordo salido y otro que no la dejaba a solas ni un
momento. Pero por otro lado precisamente lo último que quería era ver a esos 2
críos indeseables, enfrentarse a la humillación de que piensen que otro tío era
el novio de su chica o ponerse celoso por culpa del mejor amigo de Marta. Las
mismas razones para ir que para quedarse. Pensó que era un sinsentido y decidió
no volver.
-Bueno,
ahora que se ha ido tu chico, sí que no tendrás impedimentos en quitarte eso –
insistió Montxo una vez más señalando la parte de arriba del bikini de Marta.
¡Qué
tío más pesado! pensó. Y fue Yamil quien a su espalda la sorprendió.
-¡Déjala!
No ves que es una mojigata. No sé qué cojones se pensará que es, como si lo que
guarda ahí fuera un tesoro. – Alberto se rió.
David
estaba a punto de saltar, pero Marta se dio cuenta y lo quiso impedir para que
las cosas no se fueran de madre.
-Está
bien – dijo evitando la reacción de su amigo – me lo quitaré si él también se
queda desnudo – dijo señalando a David quién parecía aturdido ante aquella
respuesta.
Marta,
al oír las palabras de Yamil sintió una punzada, como si le hubieran tocado el
orgullo y quiso dejar claro a aquel niñato que ella no era ninguna mojigata. De
todas formas pensó que David no entraría en el juego así que pensó que aquella
era la mejor respuesta que podía ofrecer. Sin embargo...
-Está
bien, si así lo quieres... – y David se sacó el bañador sin salir del agua.
¡Madre
mía! La cara de sorpresa de Marta era más que evidente. No sólo ahora se veía
obligada a desnudar su pecho sino que... no se veía mucho pues había poca luz,
pero su mejor amigo seguía a su lado y, desdibujada por el agua, la polla de
David no parecía pequeña precisamente... Sin saber cómo se había metido en esa
situación, se encontraba rodeada de 4 tíos completamente desnudos y sintió cómo
los pezones empezaron a dolerle. Pensó que ya que tenía que cumplir y
liberarlos podría masajearlos discretamente para evitar momentáneamente el
dolor. Y así lo hizo. Cuando se despojó de la parte superior del bikini se
quedó inmóvil con el agua a la altura de su cuello para evitar que cualquier
pudiera ver lo que ella no pretendía enseñar.
-¡Muy
bien! Ahora relájate y verás cómo la sensación con el agua caliente es mucho
más placentera sin ropa de por medio – Montxo ya había conseguido parte de lo
que quería.
-¿Quieres
una cerveza? – le propuso David.
-Está
bien, pero ¿podrás acercármela tú? – ella no quería moverse ni un ápice.
-Claro
– le dijo él con una risotada y se acercó a Montxo. Allí se quedó un rato
conversando.
Como
Marta no quería moverse y la noche cada vez estaba más cerrada no divisaba del
todo bien quién era quién entre David, Montxo y Alberto que estaban hablando
sobre cervezas. Ella tenía las piernas estiradas y sintió como alguien juntaba
sus pies con los suyos, planta con planta para jugar subiendo y bajando a un
lado y a otro las piernas sin separar las suelas. Supo sin duda que era David.
Sin embargo, cuando llevaba un rato vio más claramente que se trataba de
Alberto, el chico pequeño que había llegado junto a Yamil. Rápidamente Marta
encogió las piernas y le pidió perdón.
-Disculpa,
te había confundido con...
-No
tienes que pedir perdón – le cortó el chico – además, ¿con quién me has
confundido? si tu novio no está... ¿o acaso es que te doy asco o algo por el
estilo?
-No,
no es eso – se asustó Marta al recordar las advertencias de Rubén – es que...
como comprenderás... no dejo que cualquiera me toque los pies...
-Ya…
tranquila, te entiendo – le dijo terminando la conversación con brusquedad.
Marta
se tranquilizó y se fijó en David quién se había levantado y volvía con la
cerveza. Se quedó expectante, tenía ganas de vérsela, simple curiosidad. Tantos
años de amistad y nunca habían hecho ni tan siquiera referencia a ello. Y la
espera no defraudó. David tenía una verga larga, más fina que la de Yamil, pero
que no tenía nada que envidiar al marroquí en cuando a extensión. La visión de
la polla de su amigo volvió a calentarla y se olvidó de sus pechos desnudos cuando
se alzó para recoger la lata.
Se
oyeron vítores de los chicos cuando los hermosos senos de la dama aparecieron
entre las aguas como si de un submarino se tratase. Las aureolas abarcaban un
gran terreno del seno y los pezones completamente erectos desafiaban a los
muchachos.
-¡Ay!
– Marta reaccionó en seguida tapándose con un brazo y volviendo a meter los
pechos bajo el agua. – Perdón – espetó con toda la timidez del mundo.
Ahora
se oyeron abucheos que fueron seguidos de risas a las que también se apuntó la
propia Marta.
Una
vez a su lado David continuó el masaje de pies y ella directamente le arañó las
abdominales, pero él no se quejó. Marta pensó lo cerca que tenía el pene
desnudo de su amigo y tenía que refrenar las ganas de bajar la mano hasta su
entrepierna. En ese momento volvió a pasar Yamil mostrando su enorme rabo y
Marta deseó... finalmente bajó la mano hasta tocar los pelos púbicos de su
amigo. Allí se entretuvo enredando sus dedos, pero no bajó más, no debía
hacerlo.
David
no se esperaba que ella hiciera eso y, caliente como estaba, empezó a subir sus
manos por las piernas de Marta hasta llegar a sus muslos...
-¿No
te importa? – le preguntó temeroso.
-No
subas más, ¿vale? – quiso limitar la situación cuando sintió cómo otra mano le
acariciaba los pies. Se preguntó si David podía llegar hasta allí abarcando
tanto terreno. Claro que no podía – ¡¿Qué haces?! – le preguntó enfadada Marta
a Alberto, su improvisado nuevo masajista.
-Nada,
pensé que no te importaría después de haber estado "jugando" antes.
-Pues
sí mi importa. ¡Largo! – y el chavalín le hizo caso.
Cuando
Yamil volvió lo hizo con una nueva sorpresa. Pastillas de anfetaminas. Esta vez
ofreció a todo el grupo, pero sólo él y Alberto las tomaron.
-Paso,
chavales, con la coca tengo suficiente – dijo Montxo.
-No
deberíais hacer eso... – les recriminó David haciendo referencia a la mezcla
entre alcohol y drogas que estaban tomando.
Marta
no dijo nada, pero pensó que aquello acababa de cortar todo el buen rollo que
se había creado. Y volvió a sentir desprecio por los 2 niños pequeños que se
pensaban que aquello era una especie de discoteca de Ibiza. Y sintió ganas de
irse a casa, pero antes pensó fugazmente si las pastis tendrían el mismo efecto
sobre Yamil que la coca. ¡Maldita sea! Otra vez aquellos pensamientos
libidinosos que le hacían olvidar el asco que sentía por aquel comportamiento.
Pero cuando finalmente desaprobó definitivamente aquella actitud, Yamil le dio
la solución a sus dudas. El chico se acercó a ella, de pie a menos de un metro,
y se tomó la pastilla. Esta vez la polla no reaccionó y Marta le dio un empujón
en el muslo.
-Aparta
de aquí – le gritó – no te acerques y menos para tomarte esa mierda delante de
mí.
-¿De
verdad que no quieres? Seguro que se te quita esa amargura que tienes y
disfrutas de la noche como lo hacemos Alberto y yo.
-Pero
es que yo no necesito nada para disfrutar. Ese es vuestro problema, que tenéis
que meteros mierda para sentir o experimentar cosas que yo siento y experimento
de forma natural.
-Pues
aún te quedan cosas por experimentar, – intervino Montxo – aún puedes quedarte
completamente desnuda y así nos demostrarás que no necesitas drogas para
experimentar.
-Buen
intento – soltó David, entre risas, que ya se esperaba algo así por parte del
señor vasco.
-Bueno,
puedo experimentar dejando que un niño pequeño me toque los pies – y miró a
Alberto.
-Sí,
claro, niño pequeño... – se quejó, pero respondió rápidamente – venga, vale. –
y alargó los brazos para acariciar nuevamente los ya sobados pies de la chica.
-Pues
podrías experimentar con más gente – se reía Montxo.
-Lo
siento, contigo no quiero experimentar nada.
-¿Quieres
decir que con algún otro de nosotros sí? – preguntó sagazmente.
David
no creyó que Marta respondiera a eso. Aunque aquella noche estaba más desatada
que nunca, era inviable que ella tuviera un comportamiento más allá de lo que
hasta ahora había sucedido, que ya le parecía mucho. Pero pensó que, si fuera
posible que ella contestara sería con él con quién querría experimentar lo que
fuera. O tal vez eran las ganas de que eso sucediera las que le hacían pensar
así.
-Lo
siento, pero no voy a contestar a eso. – ¡Bien! David había acertado.
-¡Sosa!
– le espetó jocosamente Montxo.
Marta
se guardó la respuesta pues se asustó sólo con pensarla. Estaba demasiado
desinhibida. Ella no era así, no necesitaba esto, jamás lo había buscado, ella
tenía más que suficiente con Rubén... despertó de sus pensamientos cuando notó
tantas manos acariciándola. David seguía acariciando su muslo izquierdo, ahora
la parte interna, pero Alberto había dejado de tocarle los pies y le estaba
acariciando los gemelos y subiendo. No sabía qué hacer, cómo reaccionar, se le
agolpaban los pensamientos y las sensaciones y no podía pensar con claridad. Se
dio cuenta que su mano estaba aún hundida en los pelos del pubis de David así
que no le pareció bien decirle nada a él. Quería parar a Alberto cuando notó
como David llevó uno de sus dedos hasta la tela de su bikini. Se olvidó del
adolescente y se centró en lo que su mejor amigo pensaba hacer...
David
vio que aquello estaba descontrolado. Efectivamente Marta no respondió a
Montxo, pero estaba dejando que Alberto la sobara a conciencia. Él había
respetado el límite que ella le había marcado, pero si no hacía nada sería un
chico de 18 años a quién no conocía el que acabaría llegando a donde a él le
habían prohibido así que se envalentonó y, a costa de la posibilidad de perder
la gran amistad que le unía a Marta, llevó su dedo hasta su entrepierna. Al ver
que ella no se lo impedía, pasó el dedo por su sexo frotándoselo primero con
suavidad y luego con mayor brusquedad. Acto seguido comenzó a apartar la tela
del bañador y ella abrió más las piernas para que tuviera mejor acceso. David
repitió la maniobra pero esta vez sin tela de por medio, sintiendo los labios
de la vagina que estaban hinchados por la excitación de su mejor amiga.
Marta
no sabía cómo reaccionar. Cuando David le separó la tela abrió las piernas
instintivamente, pero eso dio alas a Alberto que parecía coger confianza y cada
vez la magreaba más cerca de su sexo. No quería bajo ningún concepto que el
chaval llegara a su objetivo, pero si lo hacía sentía que se correría al
instante. Así que decidió parar la situación de raíz.
-¡Ya
vale! – dijo levantándose de golpe y recolocándose rápidamente el bikini. Esta
vez no le importó mostrar los pechos – me voy al río, necesito un poco de agua
fría. – ¡Y tanto que la necesitaba con el calentón que llevaba encima!
-Está
bien, yo te acompaño – le dijo Montxo – y así aprovecho que ayer no probé lo
del cambio de temperatura. – A Marta no le importó.
Al
llegar al río, esta vez Marta sí pudo observar que Montxo tenía una erección,
pero volvió a pensar que era prácticamente imperceptible. Ella se tumbó en el
río y dejó que el frío la inundara. Sintió sus músculos reaccionar, pero lo más
importante, notó como la excitación iba disminuyendo. Pero no era lo único que
disminuía. De reojo pudo ver cómo la erección de Montxo iba desapareciendo
hasta ser su pito lo que desaparecía por culpa del frío a pesar de tenerla allí
a su lado, semidesnuda, tumbada en el suelo con los pechos al aire y los
pezones tiesos como rocas.
Cuando
se notó lo suficientemente calmada le dijo a Montxo de volver. Al subir por el
terraplén estuvo a punto de caerse así que el hombre mayor se ofreció a
ayudarla. Desde arriba le dio la mano y cuando estaba a punto de subir el señor
le puso la mano en el culo para darle el último empujón. A Marta no le hizo
especialmente gracia, pero tampoco le dijo nada.
Montxo,
al ver la indiferencia de la hembra, la cogió de la cintura. Necesitaba tocar
carne aunque sólo fuera el magnífico vientre moreno de aquella mujer 15 años
menor que él. Ella no reaccionó así que empezó a frotarle la espalda, los
brazos... mientras llegaban a las pozas con la excusa de quitarle el frío.
Cuando Montxo pasó al vientre y fue subiendo en dirección a los senos de la
chica ella le cortó.
-Montxo...
que está usted muy mayor para esto – le soltó para quitar hierro al asunto.
-Y
tú para dejarte calentar por chavales de menos de 20 años – le contrarrestó él.
-Yo
no me he calentado...
-Así
que admites que te han hecho algo aunque no te hayas calentado – la cortó.
Marta maldijo la labia del tío del País Vasco.
-Yo
no he dicho eso...
-¿Qué
pasa? – les interrumpió David.
-No
pasa nada, ¿verdad, Montxo? – le dijo mirando desafiante a su
"partner" dialéctico.
-Nada,
nada...
Marta
parecía encontrarse mucho mejor. Lo malo es con qué cara iba a mirar ahora a
David. ¿Y Alberto? ¿Qué pasaría si intentaba un nuevo acercamiento? Por Montxo
no debía preocuparse. Pero ¿y de Yamil? había estado pasivo con ella durante
toda la noche, pero ¿y si le daba por dejar de serlo? ¿y si simplemente le
volvía a dejar ver aquella magnífica polla que...? ¡Alto! ¿Es que acaso quería
volver a calentarse? Debía dejar de tener esa clase de pensamientos. Es más,
debía marcharse ya de allí. Se lo iba a decir a David cuando...
-Marta,
me parece injusto que nosotros estemos en bolas y tú no – insistió una vez más
el pesado de Montxo.
-Perdona,
pero si estás en bolas es porque tú lo has decidido. Nadie te ha obligado.
-Ahí
te ha dado – soltó David jocosamente.
-Bueno,
precisamente David se ha desnudado por ti. No deberías hacerle ese feo.
-Perdona,
pero a mí no me está haciendo ningún feo.
-Está
bien, está bien – siguió el vasco – ¿al menos nos dirás ahora con quién de
nosotros quieres experimentar?
¿Será
cabrón? pensó Marta. El muy perro tenía razón, no había respondido a esa
pregunta cuando en realidad sí había respuesta. Intentó despistarle con otra
pregunta.
-Primero
tendría que saber quién de vosotros está dispuesto a dejar que experimente con
él.
-Creo
que eso está claro, nena – le respondió Montxo.
¡Uy!
¡Nena! Qué mal le sonó eso a Marta.
-¿Sí?
Pues yo no lo tengo claro – intentó ponerlo entre la espada y la pared con la
esperanza de que dejara ya el temita. Pero el tío insistía sin parar.
-A
ver, chicos. ¿Quién no se dejaría experimentar por Marta?
Silencio.
Todos
pensaron que estaba claro, que era una respuesta obvia. Todos menos uno.
-Yo
– dijo Yamil – a mí esta zorra ni se me acerca.
¡Será...!
Marta intentó calmarse, aunque le doliera ese rechazo vio la posibilidad de
escapar del embrollo.
-Lástima...
era con Yamil con quien quería experimentar así que...
David
no se lo podía creer, aunque pensándolo bien Marta había sido lista. Desde que
había vuelto del frío río su actitud había cambiado y aunque él se quedara con
el calentón, prefería ver a la Marta de siempre. Ahora había llevado la
conversación a su terreno y había conseguido dar esquinazo a las marrullerías
de Montxo. No obstante, no pudo evitar sentir una pequeña decepción a oírla
decir el nombre del magrebí ante aquella pregunta. ¿O tal vez la decepción era
por no haber escuchado su nombre?
-¿Y
qué quieres experimentar con él? – dijo Montxo.
¿Pero
es que este tío no se cansaba nunca? pensó Marta.
-Da
igual, si él no quiere...
-Prueba
a ver... o tal vez podrías hacerlo con algún otro, ¿no?
-¡Ni
de coña!
-Vaya...
veo que tienes claro que ha de ser con él...
Y
tenía razón. La respuesta verdadera a la pregunta seguía siendo Yamil y pensó
si responder a la nueva pregunta serviría para que la dejara en paz. Y si lo
hacía... ¿mejor decir la verdad o inventarse algo? Suponía que daba igual
puesto que el cabrón del marroquí no quería nada.
-Está
bien. Te respondo si prometes dejarme en paz. Cuento lo que me gustaría
experimentar con Yamil y me voy a casa, que ya es tarde – eran las 4 de la
mañana.
-Prometido
– "Lo prometido es deuda" pensó ella.
-Bien,
me gustaría experimentar con Yamil... – decir la verdad o no... no sabía qué
hacer ni tenía tiempo para decidirlo así que dijo la verdad – ... me gustaría
ver y palpar sus testículos – le parecieron enormes bolas bamboleantes, pero no
llegó a verlo con claridad y le apetecía quitarse la duda. – Ya está. Ya lo he
dicho. Nos vamos.
Pero
antes de que Montxo pudiera contestar se oyó a Yamil.
-Espera.
He cambiado de opinión. Puede experimentarlo.
¡¿Qué?!
Ahora que estaba a punto de marcharse al criajo se le ocurre cambiar de
opinión... o tal vez... tal vez le había jugado una mala pasada y había dicho
que no desde un principio para llegar a esta situación. Aquello se salía de
madre, era demasiado. Debía salir de ahí inmediatamente, pero entonces Yamil se
plantó delante de ella nuevamente con la polla a la altura de su cara.
-Aquí
los tienes. Experimenta.
Los
demás estaban expectantes por saber cómo reaccionaría la chica. Alberto estaba
convencido de que experimentaría. Conocía a su amigo y sabía que ninguna chica
se resistía a él y menos tras verle desnudo. Yamil no solo tenía una polla
enorme, sino que estaba completamente fibrado. No era guapo, pero tenía un aire
de lo que era, de macarra, que a las chicas les encantaba.
Montxo
no sabía lo que pasaría, pero deseó que sus esfuerzos durante toda la noche
para llegar a esa situación valieran la pena y la chica se envalentonara y
experimentara tal y como había dicho que quería hacerlo. Si lo hacía estaba
claro que ya no habría marcha atrás.
Por
el contrario David pensó que Marta no caería. Había estado luchando para evitar
esa situación y estaba tan cerca de lograrlo... nunca ningún chico, por pesado
que se hubiera puesto, había conseguido nada con Marta y estos no iban a ser
más. Además estaba convencido que todo lo que había dicho se lo había inventado
para evitar lo que los tíos aquellos pretendían.
-Así
no puedo acceder a los testículos – sorprendió Marta haciendo clara alusión a
que la polla de Yamil se interponía en su camino.
-Nadie
dijo que fuera fácil – le espetó Yamil – si algo te molesta apártalo tú misma.
¿Qué
estaba insinuando? ¿que le tocara la polla? David supo que Marta no lo haría,
pero... Marta agarró, con dos dedos de su mano derecha y suma delicadeza, la
polla del niño. Sintió el grosor, el peso, el tacto y cómo se le escapaba de
los dedos. Tuvo que emplear el resto para poder sujetarla y acomodarla contra
el pecho del muchacho. Así tuvo acceso directo a la bolsa testicular del chico.
Primero la miró y, como se había imaginado, era grande. Los huevos le colgaban
hasta unos diez centímetros desde la base, más o menos a la mitad de la polla
en estado flácido. Le pareció impresionante y se limitó a cumplir con la
experimentación. Alargó la mano libre y le palpó los huevos. Primero
subiéndolos y bajándolos con la palma de la mano abierta, después los frotó a
conciencia y, por fin, caliente como estaba, se agachó para lamérselos.
-Alto
ahí – la paró Yamil. – En esto no habíamos quedado.
-¿Cómo?
¿Me estás diciendo que no quieres que te la chupe? – No era su intención, pero
le sorprendió que el niñato tuviera ese autocontrol.
-A
mí no – la desconcertó.
-¿A
ti no? ¿A quién?
-A
mi amigo – le dijo señalando a Alberto.
Eso
sí que era imposible pensó David. Marta podía haberse excitado por el miembro
de Yamil, pero el de Alberto ni había asomado así que era imposible. Además,
mientras el marroquí estaba fuerte y tenía un halo de superioridad, Alberto era
un chico del montón, ni guapo ni feo, ni fuerte, ni fofo, además de que parecía
mucho más crío que Yamil, no aparentaba ni los 18 que tenía. Seguro que Marta
no se iba a excitar con él.
-Está
bien – sorprendió a todo el mundo – pero con una condición.
-Dime
– le siguió Yamil.
-Que
luego dejes que te lo haga a ti.
-Por
un amigo lo que sea – dijo sin perder el aire de superioridad que tenía.
A
Marta le pudo la autosuficiencia de Yamil. Cuánto más le negaba algo ella más
ganas tenía de conseguirlo sólo por fastidiarlo. Así, cuando él le negó
chuparle los huevos sintió frustración por sentir cómo por primera vez un
hombre la hacía sentir inferior. Eso, unido a la magnífica polla del niñato, forjaba
que pudiera hacer cualquier cosa por chupársela.
Y
por fin Alberto salió del agua y mostró su polla por primera vez. La tenía
morcillona cosa que a Marta le gustó aunque sólo fuera por displicencia a
Yamil. Su polla no era tan larga como la de David y el marroquí, más bien era
bastante normal, pero sin embargo era mucho más gruesa. Y el glande aún lo era
más, unos centímetros más grueso que el tronco de la polla de forma que parecía
un pene casi irreal. De todos modos, le apeteció meterse aquello en la boca y
sentir aquellas desproporciones a través de la lengua.
En
cuanto se la metió en la boca, la polla de Alberto se puso dura como una piedra
y rígida como el metal. Cada vez que realizaba una chupada debía saltar como si
de un escalón se tratara del glande al tronco y del tronco al glande. Le gustó
la sensación. Antes de acabar, Marta empezó a rodear el grueso glande con la
lengua hasta que notó que el chico se iba a correr. No pensaba mancharse con la
corrida así que dirigió la polla hacia fuera de las pozas. Tampoco le apetecía
que dejara una colonia de pequeños Albertitos blancos nadando por las aguas
termales.
-Ahora
te toca a ti – le dijo a Yamil con una sonrisa maliciosa que intentaba
provocarlo. Pero el chaval no parecía impresionado.
-Como
quieras – dijo sin moverse del sitio. ¡Cómo odiaba Marta esa indiferencia! Se
acercó a él, que ni se inmutó y volvió a cogerle el pollón.
Esta
vez sopesó bien lo que tenía entre manos y pudo notar el enorme peso de aquella
barbaridad de la naturaleza. Sintió cómo se excitaba más ahora que estaba casi
completamente desinhibida. Volvió a llevar la polla contra el vientre del joven
para volver a la posición en la que se quedó antes de que él la repudiara y le
lamió los huevos como intentara previamente. Esta vez, el pequeño marroquí se
dejó hacer. Mientras le lamía los testículos empezó a masturbarlo y empezaron a
aparecer los primeros síntomas de excitación en el muchacho. Ella empezó a
notar cómo aumentaba el peso de lo que tenía en la mano y, sobretodo, el grosor.
Ya no podía abarcar el tronco con la mano, igual que con la polla de Alberto.
La sorpresa fue cuando dejó de chuparle el escroto para visionar el crecimiento
de la polla. Aquello ya debía rondar los 25 centímetros y aún no estaba
completamente erecta. Marta se sirvió de las 2 manos para seguir con la paja
mientras miraba a Yamil cuya cara ya había cambiado de expresión. Se sintió
poderosa y se llevó el pollón a la boca. Se dio cuenta que aún con las 2 manos
aferradas al tronco y la polla metida hasta la garganta le faltaban un par de
centímetros para cubrirla completamente. Eran los 2 centímetros que ganó el
pene de Yamil en la boca de Marta para llegar a sus totales 27 centímetros.
Alberto
parecía que ya se estaba recuperando. Muestra de ello es que ya se estaba
masturbando viendo cómo aquella mujer espectacular le mamaba la polla a su
amigo. No tardó en ponerse a tono nuevamente y pensó que era hora de que, como
tantas otras veces, se las chuparan a los 2 juntos. Así que se acercó a Marta.
Esta le vio con el rabillo del ojo y alargó la mano para sustituirle en la
masturbación.
David
no se podía creer lo que estaba viendo. Su mejor amiga, la chica más sexy y, al
mismo tiempo, más centrada y racional que conocía estaba de rodillas mamando y
pajeando la polla a dos niños que estaban de pie frente a ella y que tenían
prácticamente 10 años menos. ¿Cómo era posible? La misma Marta le sacó de la
Babia.
-Ven,
acércate – le dijo girándose y haciéndole un gesto con la mano para que se
uniera al trío.
Cuando
Marta se giró buscando a David se encontró con que su mejor amigo estaba
completamente empalmado, señal de que no le reprocharía lo que estaba haciendo,
ni mucho menos lo que iba a hacer. Se sintió ligeramente aliviada.
La
polla de David en erección era muy larga. Parecía menos espectacular que la de
Yamil porque era más fina, pero debía medir cerca de los 25 centímetros.
¡Impresionante! Tantos años al lado de ese semental, compartiendo tantas cosas
y... ¡qué ganas tenía de chupársela y darle todo el placer que se merecía por
haber sido tan bueno con ella durante tanto tiempo!
David
se puso de pie al lado de Yamil con lo que ella se separó de la polla del
marroquí y se amorró a la de su amigo girando la cabeza hacia la izquierda
mientras seguía masturbando a los 2 jovenzuelos a cada uno con una mano. Al
poco rato Alberto volvió a correrse. El chico no parecía aguantar mucho aunque
parecía recuperarse con facilidad. Esta vez Marta no pudo estar por todo y el
semen se esparció por el agua menos el primer y más potente chorro que fue a
parar sobre hombro de la chica. Ella se separó de los otros 2 un momento para
limpiarse con asco los restos de Alberto con la misma agua de las pozas.
Marta
se quedó a solas con las 2 grandes pollas de la noche. Agarró cada una con una
mano y comenzó a intercalar chupadas y lametazos a uno y otro lado. Estos
parecían tener más resistencia así que se convenció que el resto de la noche
sería larga. Eran casi las 5 de la mañana.
Mientras
se concentraba en los 2 machos que tenía agarrados, Marta no vio venir a Montxo
quien se había portado hasta ahora. El vasco se acercó por detrás de ella
mientras David cerraba los ojos para contener el placer que le proporcionaba su
amiga. Marta notó que alguien hurgaba en su entrepierna. Pensó en Alberto que ya
debía volver a tener ganas de marcha. Pero se giró y se asustó al ver al señor
mayor. No se lo esperaba.
-No,
no... – le dijo con toda la picardía que pudo acompañado con un movimiento de
cabeza como negativa.
-No
me jodas... ¡mira cómo estoy! – le dijo señalando su micropene erecto.
-Chico,
si es que ahí no veo nada – se burló de él. No quería ser mala, pero es que
aquel tío no... no la ponía nada. Era un imposible.
Él
insistió, esta vez buscando lo mismo que los demás. Se puso de pie frente a
Marta entre los 2 sementales suplicando con la carita más triste que pudo
poner. A ella le hizo gracia y pensó "lo que no mata, engorda". Y
hundió la cara en el matojo de pelo lacio que tenía aquel tipo en el pubis. A
duras penas, Marta pudo encontrar la polla de Montxo e intentó chupársela
aunque no era fácil. Mientras lo hacía inexorablemente tuvo que desatender a
los otros 2 que se esforzaron por buscar otros entretenimientos.
David
comenzó a masajear los turgentes pechos de su amiga. Jamás se imaginó que
fueran tan perfectos. Le excitaban aquellas aureolas que le ocupaban buena
parte de la redondez. Tenían el tamaño perfecto, lo justo para poder abarcarlos
completamente con la mano sin que falte ni sobre nada. Notó los pezones y ahora
supo porque los marcaba a través del bikini. Eran grandes y estaban
completamente duros.
Por
otro lado, Yamil, ahora más activo, se dedicó a buscar el tesoro que Marta le
había negado a Montxo. Se sentó y metió la mano entre las piernas de Marta para
buscar su sexo que quedaba a escasos milímetros del agua. Primero le rozó la
parte interna de los muslos, pero no se recreó y rápidamente le separó la tela
para encontrarse con un coño completamente lubricado. Yamil metió sus dedos en
la raja de Marta y los sacó completamente empapados para llevárselos a la boca
y saborear las mieles internas de aquella hembra.
Marta
pudo reprimir las nauseas que le provocaba Montxo gracias a las atenciones de
David y Yamil. Era mucho mayor el placer que esos 2 le provocaban que el asco
que sentía por el gordo. Para poder chuparle la polla tenía que ladear la
cabeza para evitar la barriga y si hacía algún movimiento brusco perdía la
referencia y tenía que volver a buscarle el pene chupando a ciegas. Era una
mezcla entre desagradable, grotesco, ruin, sucio o humillante y morboso,
diferente, desafiante, tierno o lujurioso.
Yamil
ya le había bajado el bikini hasta las rodillas y la estaba masturbando con
tales sacudidas que cada vez que sacaba los dedos del coño de Marta salían
disparados sus flujos vaginales. Cuando David apretó uno de sus pezones se dejó
llevar por el océano de sensaciones que la situación le provocó. Apretó su cara
sobre la peluda barriga de Montxo y explotó inundando la poza con su monumental
corrida.
Montxo
aprovechó para llevarse la mano a la entrepierna y, con dos dedos, masturbarse
para correrse rápidamente sobre Marta antes de que recobrara el control. Montxo
no tardó ni 10 segundos en soltar un único chorro de semen sobre las tetas de
la mujer. Esta reaccionó al instante.
-¡¿Pero
qué haces?! – ya había dejado claras señas de que no le gustaba el contacto con
el semen – Serás cerdo... – y se apartó de él para sumergirse en el agua y
limpiarse el resultado del orgasmo del hombre de 43 años. – No se os ocurra a
ninguno hacer algo parecido – dijo saliendo del agua mientras se quitaba la
parte de abajo del bikini – Si cae algo por descuido como ha sido con Alberto,
vale, pero a mí no me gusta el semen así que nada de correrse encima, y mucho
menos en la cara ni, por supuesto, boca. Jamás lo he probado, ni ganas.
-¿Y
corrernos dentro podemos? – la sorprendió Alberto que parecía recuperado.
-Creo
que nadie ha hablado de follar.
-No,
es cierto – dijo Montxo jadeante – pero si quieres lo hablamos ahora.
Las
risas de Alberto y Yamil fueron estruendosas.
-Ya
sabes que no has de hacer nada que no quieras – le recordó David.
-Lo
sé – confirmó ella con indignación – lo sé. – Y pensó todo lo que había hecho
que no quería hacer. Se asustó de hasta dónde estaba dispuesta a llegar.
Por
el momento se dispuso a continuar donde lo había dejado. Esta vez se llevó a
los chicos al lateral de la poza para que se sentaran y echaran para atrás sus
cuerpos mientras dejaban las piernas en contacto con el agua. Así, las 2 pollas
de 25 o más centímetros quedaron desafiantes mirando al cielo. Ella se acercó y
primero le dedicó unos segundos a los huevos de Yamil, a ese espectacular
escroto que parecía tener vida propia debido a su tamaño y longitud. Para que
no se impacientara alargó la mano derecha y masturbó a David mientras se
dedicaba al joven.
Mientras,
esta vez fue Alberto quien se acercó por detrás. Llevó su mano al culo de Marta
y lo apretó con destreza. Ella echó un vistazo hacia atrás y al ver su nuevo
invasor hizo un gesto de aprobación.
-Tan
cerca que lo tuve antes... y ahora, por fin, tengo acceso a tu sexo... – le
indicó Alberto.
-¿Ya
estás de vuelta otra vez? – ironizó ella - Sí que te recuperas rápido, chico –
"Juventud, divino tesoro" pensó.
Él
exploró todo su sexo: labios, clítoris, cavidad interna e hizo pequeñas
incursiones en su ano. Ella no parecía molestarse. Se levantó y, con la polla,
totalmente tiesa otra vez, la golpeó en la espalda.
-Va...
déjame que te la meta...
-No.
-Va,
por fa...
-No...
-Joder...
-No
puedo...
-Solo
un poquito...
-Lo
siento...
Marta
se sintió realmente apenada por el muchacho, parecía realmente deseoso de
penetrarla, pero no podía permitirlo. Eso no. De repente, algo la sorprendió.
Notó algo grueso y caliente que lamía su sexo. Era la polla de Alberto que se
la estaba restregando por todo el coño.
-Alberto...
– le dijo con calma.
-Tranquila,
que no habrá penetración si no quieres. Pero ya querrás, ya.
Ella
se rió y le dejó hacer. Lo cierto es que aquellas friegas de polla la estaban
poniendo a cien. Pensó en aquel enorme glande tan cerca de su coño y que un
simple gesto del espabilado adolescente haría que lo notara dentro y...
Alberto
notó como al poco rato de pasarle la polla por el coño, Marta empezó a lubricar
nuevamente. ¡Qué tía más cachonda! pensó. Así que no desistió en las caricias.
Con
las nuevas sensaciones que le producía el más joven de sus amantes, Marta no se
vio venir la corrida de Yamil. Justo estaba acercando su boca a la polla del
muchacho mientras no paraba de masturbarlo con la mano izquierda cuando el
marroquí descargó toda su lefa, que no era poca. Marta tuvo tiempo de cerrar la
boca, pero no pudo evitar que el primer chorretón le alcanzara el pómulo, la
frente y el resto se escapara hacia el pelo. Instintivamente se habría
retirado, pero en aquella ocasión el instinto le dijo que se quedara a recibir
el siguiente chorro y los sucesivos. El segundo no parecía haber perdido fuerza
y le espetó con violencia en los labios sellados a fuego, las salpicaduras del
impacto le mancharon la nariz y el párpado. Los siguientes chorros sí parecían
perder ímpetu, pero aún soltó 6 más que Marta recibió en la cara con toda la
lascivia que tenía escondida.
-¡Joder...!
Y a ti no te gustaba el semen... – le recriminó Montxo.
Todos
miraron a Marta con cara de expectación y vieron su precioso rostro moreno en
contraste con todo el blanco que le chorreaba por la cara.
-Mierda...
– dijo ella casi sin poder hablar por la leche que le colgaba de los labios. –
me ha pillado de improviso – mintió definitivamente.
Se
separó de los chicos y hundió la cara en el agua para limpiarse todos los
restos de lefa magrebí juvenil.
-Bueno,
ya sólo queda uno. – dijo al terminar de limpiarse y se dirigió nuevamente a su
amigo.
-Marta,
esto que estás haciendo es maravilloso. Jamás pensé en ti como alguien que...
pero, en serio, lo estoy disfrutando mucho – le dijo mientras se acercaba.
-Calla
y disfruta – le aconsejó Marta mientras le agarraba la polla y se la metía en
la boca.
Tras
unos minutos Marta, esta vez sí, notó que la corrida de su mejor amigo era
inminente. Él la apartó y se giró en el suelo para ladearse y echar la leche en
la piedra, pero Marta lo empujó para volver a ponerlo de espaldas.
-Si
estos desgraciados me han tocado con su semen tú no vas a ser menos, de hecho
vas a ser más – y acercó su boca al glande de David convencida de recoger todo
lo que llegara.
Para
David eso fue demasiado y explotó en la boca de su amiga. El primer fuerte
chorro de lefa le llegó hasta la campanilla y estuvo a punto de soltarlo todo
por culpa de la primera nausea. Era la primera vez que probaba el salado semen
y, unido a la gran cantidad y la fuerza con la que su amigo lo soltaba, lo más
normal hubiera sido que hubiera acabado potando, pero después de los 2 primeros
e intensos chorros se acostumbró y pudo retener todo aquel espeso líquido hasta
el punto de apreciarlo lo suficiente como para no arrepentirse de haberlo
hecho. Cuando notó como los espasmos de David desaparecieron, Marta se apartó y
abrió la boca dejando caer en la orilla de la poza todo el semen que había
retenido.
Cuando
pensó que todo había acabado, el insistente Montxo volvió a la carga.
-Supongo
que si tragas lefa después de todo lo que nos has dicho, no te negarás a que te
follemos, ¿no?
-Perdona,
pero no me la he tragado – y lo demostró señalando el charco que había formado
la mezcla de semen y babas que acababa de escupir.
-Es
cierto, lo único que te has tragado han sido tus palabras – concluyó Yamil.
-Tío,
no te pases – le recriminó David.
-Está
bien, chicos, no discutáis – intervino Marta para proteger a su amigo.
-¿Te
lo piensas entonces? – insistió el vasco como siempre.
Marta
no contestó. Se limitó a echar un vistazo a su alrededor y contemplar el
panorama. A su espalda, más alejado que el resto, estaba Alberto, de pie, con
la polla completamente erecta. Se fijó en las gotitas que salían del enorme
glande y pensó que debería estar a punto de correrse por tercera vez. A su
izquierda estaba el chico de origen marroquí sentado en el lateral de la poza,
con aire chulesco y con la polla completamente flácida. Deseó tirárselo. David
seguía tumbado en la misma posición en la que le había hecho la mamada y con la
polla morcillona sobre su vientre debido al flamante orgasmo. A su derecha
quedaba Montxo, de pie, quien se acercó peligrosamente.
-Venga,
no seas tonta... – le dijo mientras le acariciaba suavemente uno de sus senos.
– si sé que lo estás deseando.
Marta
quiso evitar las caricias del viejo gordo así que se limitó a dejar de pensar y
dejarse llevar.
-Tú,
ven aquí – le espetó a Yamil mientras se alejaba de Montxo. El joven la seguía
con la mirada.
Marta
llegó a la altura del adolescente y le agarró la polla mientras pasaba a la
poza contigua. En un movimiento acompasado Yamil giró sobre sí mismo dando la
espalda al resto de chicos. Marta, sin soltar el cipote, se arrodilló y volvió
a chupársela.
Cuando
aparecieron nuevamente los 27 centímetros, Yamil se levantó sujetando a Marta
por los brazos y alzándola mientras le daba la vuelta. En un rápido movimiento
bajó su mano derecha para levantar la pierna de la chica colocándola sobre las
piedras del lateral de la poza. Con la otra mano se agarró el instrumento y lo
acercó al coño de Marta.
Ella
no se esperaba la reacción del chico cuando se levantó y la apartó de su polla.
Cuando se quiso dar cuenta estaba a su merced y a punto de ser penetrada por
aquel mástil. Ella no quería, pero al mismo tiempo lo estaba deseando. No
quería que aquello sucediera, pero la lujuria pudo con ella y se dejó hacer sin
decir nada. Cuando sintió el inicio de la penetración creyó que se desmayaría.
Nunca nada tan grande la había habitado. Cerró los ojos y dejó que el chico le
diera placer con cada embestida.
Yamil
terminó, sacando la polla y manchando la espalda de su compañera. A Marta ya no
parecía importarle demasiado el contacto con el semen. Tras limpiarse volvió a
la poza central.
-Lo
siento mucho, Montxito, pero creo que tú te quedarás sin premio – le dijo con
una larga sonrisa para hacerlo rabiar.
-Serás
puta... – ella le ignoró y se dirigió a David que seguía tumbado en la misma
posición, pero su polla se había recuperado viendo el espectáculo que acababa
de ofrecerse en la otra poza.
Marta
pasó una pierna sobre su amigo para ponerse a horcajadas sobre él. Comenzó a
bajar lentamente mientras David dirigía su polla hacia el chocho de Marta.
Cuando ella llegó a los 25 centímetros que le separaban de David se detuvo y él
únicamente pudo restregarle el glande por el coño. Ella volvió a subir
separándose de él, desesperándolo, haciéndole desearla más. Repitió la
operación y su mejor amigo volvió a mover su polla rozando los labios vaginales
de Marta que se deshacían a cada caricia. Por fin Marta le perdonó y terminó el
suplicio del chico cuando se dejó caer sintiendo la penetración hasta los
mismísimos huevos. Allí, con todo el miembro dentro de su cuerpo se paró para
agacharse y besar a su mejor amigo. Ambos se fundieron en un tórrido morreo
mientras Marta comenzaba el rítmico movimiento con el que comenzó a subir y
bajar sobre la tiesa polla de David.
Alberto
no tardó nada en acercarse. Llevaba demasiado tiempo con el hinchazón y
comenzaba a dolerle. Mientras Marta cabalgaba sobre David, él se dedicó a
magrearla. Comenzó acariciándole la espalda para pasar a sobarle las tetas que
aún no había tanteado. Y finalmente se dirigió al ano de Marta, su obsesión
desde que hiciera aquellos pequeños escarceos sin que ella se molestara.
Cuando
Marta notó cómo Alberto incidía sutilmente en su ano se detuvo. Más que para
recriminarle intentaba ser un gesto sutil de invitación. Alberto la miró y, al
cruzarse con la mirada expectante de Marta, la sonrió mientras le introducía un
dedo en el culo. A ella se le escapó una sonrisa nerviosa y volvió al vaivén
sobre David pero a un ritmo tranquilo para que Alberto pudiera seguir
explorando la zona.
El
pequeño pero experimentado niño fue dilatando el agujero poco a poco con
maestría. Cuando ya hubo introducido un par de dedos durante un rato salió de
la poza y pasó una pierna por encima de Marta. Esta volvió a detenerse para que
Alberto pudiera acercar la polla a la cueva. El enorme glande del adolescente
pidió paso y Marta sitió que los ojos se le desencajaban de las órbitas. El
agujero del culo se fue dilatando poco a poco mientras el pequeño empujaba con
delicadeza la gorda picha. Alberto soltó un salivazo sobre el ano de Marta para
que el proceso fuera menos seco. Cuando por fin el glande entró por completo
Marta sintió una oleada de placer y el resto del proceso fue más sencillo.
Mientras
el trío intentaba acompasarse Montxo aprovechó para meterle mano a Marta. Ahora
no podía estar por él con lo que no le rechazaría. Y efectivamente, aunque
Marta le hubiera detenido de buen grado fue incapaz de reaccionar. Lo único que
sentía era placer y cerró los ojos cuando el hombre le tocó las tetas. Pero los
volvió a abrir cuando oyó la voz del macho marroquí.
-Marta...
– dijo con voz grave.
Cuando
abrió los ojos mientras giraba el rostro se encontró con el pollón del chico a
escasos centímetros de la cara y entendió por qué la llamaba. No pensó hacerle
el feo y abrió la boca para saborear nuevamente la carne de Marruecos. Mientras
intentaba subir y bajar sobre la polla de su amigo, recibía las enculadas del
más joven, asumía las obscenas caricias del viejo y chupaba la polla más grande
que jamás había visto mientras masajeaba los huevos del prepotente macarra
sintió que llegaba el mayor de los orgasmos que había tenido jamás. La
explosión de sensaciones estuvo a punto de hacerle perder el conocimiento pero
pudo aguantar apoyándose en las esculturales abdominales de su mejor amigo que
habitaba bajo ella.
Alberto
parecía aguantar más debido a las corridas anteriores, pero aún así fue el
primero en separarse de la estampa cuando notó cercano el orgasmo.
-Marta...
– le suplicó con cara y voz de pena.
Ella
se giró y lo vio de pie, nuevamente en la poza, con la mano meneándose la polla
e intentando poner cara de pena. Se fijó bien en el rostro del adolescente y se
dio cuenta que no aparentaba tener más de 15 años, incluso tenía algún grano
típico del acné juvenil y, a pesar de saber que no era más que una pose, sintió
algo de ternura por el muchacho y se decidió a darle lo que sabía que le estaba
pidiendo.
Se
separó de David retirando con brusquedad las manos que aún le sobaban los
pechos y se acercó a Alberto arrodillándose ante él y abriendo la boca para que
el pequeño apuntara su descarga. Ya le quedaban pocas reservas y un único
chorro cayó sobre la lengua de Marta. El resto de semen se quedó en el mismo
glande, saliendo sin fuerzas a través de la abertura de la uretra. Pero Marta,
como una buena chica, se acercó al pequeño y le succionó los restos para
reunirlos con el primer chorro. El chico le dio las gracias tembloroso por
desfallecimiento.
David
vio como Marta volvía hacia él y, tras soltar la corrida del chico fuera del
agua, nuevamente pasó una pierna sobre su mejor amigo, pero esta vez dándole la
espalda. Dobló las rodillas y se insertó nuevamente la estaca, esta vez sin
rodeos. Antes de que Marta buscara a Yamil, Montxo se precipitó, loco de
excitación, y volvió a sobarle las tetas a la chica. Ella, ahora más serena, le
recriminó dándole un manotazo en la mano y diciéndole que no con la cabeza.
Montxo se retiró aturdido mientras Marta buscaba con la mirada al magrebí que
se acercó con la verga completamente desafiante.
David
sintió que no podía más. Quiso avisar, pero no pudo y se corrió dentro de su
mejor amiga. A ella no pareció importarte, más bien todo lo contrario pues
pausó la mamada al joven para mirar a su mejor amigo mientras le acariciaba los
músculos estomacales. Cuando terminó de correrse ella se levantó lentamente de
forma que David pudo sentir cómo su polla rasgaba por última vez el interior
del coño de aquella diosa llamada Marta.
La
chica estaba muy cansada, pero quería hacer culminar a Yamil que estaba
aguantando mucho para correrse por tercera vez. La mandíbula empezaba a
dolerle, notaba el coño escocido y el culo dolorido por los tamaños y/o el
número de veces que habían pasado por cada uno de sus agujeros. Estaba
demasiado cansada como para negarse a lo que pasó a continuación.
Montxo
intentó un último acercamiento. Sabía la mucha culpa que tenía para que todo
hubiera llegado a esta situación y pensó que era injusta la poca participación
que había tenido. Cierto es que la mamada de Marta, correrse en su pecho y
sobarla como lo había hecho era un premio más que suficiente para lo que él
era, un viejo feo y gordo. Sin embargo volvió a intentar una aproximación.
Primero la rodeó con los brazos alcanzando nuevamente las sobadas peras de la
chica. Había perdido la cuenta de los pellizcos que se habían llevado esos
oscuros pezones. Ante la indiferencia de la fémina bajó las manos por su
vientre hasta llegar al pubis. Allí tocó los pocos pero arreglados pelos de la
mujer y su polla se puso más dura de lo que había estado nunca.
Marta
fue incapaz de parar a Montxo. Estaba centrando todas sus escasas fuerzas en la
búsqueda de la corrida del semental y no pudo sacar fuerzas de flaqueza para
detener al engendro que hacía incursión en su sexo. Sintió que la mano del
seboso alcanzaba su clítoris y, para su sorpresa, lo tocaba con maestría. Se
puso rígido al instante y una nueva vitalidad inundó su concha. Cuando Montxo
se tumbó en el suelo metiendo la cabeza entre sus piernas, asomando a la altura
de su coño, ella ya estaba chorreando y el hombre mayor pudo saborear todos sus
fluidos. Aquel fue el último orgasmo de Marta.
Tras
las sacudidas producidas por la eyaculación, Marta agarró con las 2 manos, una
encima de la otra, el descomunal artefacto de Yamil. Mientras lo masturbaba con
sus doloridos brazos empezó a succionarle el glande lamiendo con avidez el
frenillo del muchacho. Así, por fin, consiguió que el chico se corriera y lo
hizo con el mismo ímpetu que la primera vez. Esta vez Marta quiso saborear lo
que llegaba de tierras moras y adosó la boca a la punta de la polla del pequeño
semental. Los 2 primeros manantiales ya le inundaron la boca así que Marta no
pudo retener los siguientes chorros y el semen empezó a brotar por la comisura
de sus labios. Ella intentaba recogerlo con la lengua, pero lo que recuperaba
por un lado lo perdía por el otro así que, ante la sorpresa de todos, Marta
empezó a tragarse la leche de aquel niñato.
David
se fijó en la cara de asco que puso su amiga ante el primer trago, pero la cara
fue cambiando a medida que seguía con las ingestiones. Tuvo que tragar 5 veces
para vaciar por completo el denso líquido blanquecino. Cuando hubo terminado se
llevó la mano a la cara para recoger los restos que se le habían escapado y le
chorreaban por el rostro llevándoselos a la boca. Acabó relamiéndose la propia
mano.
Montxo,
curiosamente, fue el último en correrse tras culminar la paja que se estaba
haciendo viendo a aquella mujer hecha y derecha saborear las mieles que hasta
hacía unas escasas horas tanto había repudiado.
Eran
las 6 y media de la mañana cuando empezaban a atisbarse los primeros rayos de
luz del nuevo día. Alberto estaba sentado en la poza metido en el agua
completamente satisfecho y con la polla, por fin, sin ganas de continuar dando
guerra. David seguía tumbado en el mismo sitio desde hacía prácticamente una
hora ensimismado pensando en lo que acaba de pasar, en la noche mágica e irreal
que acababa de vivir. Yamil se había apartado de Marta y ya se estaba vistiendo
para marcharse de allí. Montxo, cansado debido a la paja que acababa de
culminar, estaba orgulloso, convencido de que él había sido el culpable de
conseguir que Marta hubiera protagonizado aquel extraordinario gang bang. Por
último, Marta, desnuda y fatigada, empezó a sentir vergüenza de la situación y
se dirigió a David mientras buscaba sus prendas de ropa.
-Vámonos
de aquí – y antes de que su amigo pudiera contestar, culminó: - ¡Ya!
Tras
una limpieza rápida con el agua de las termas y ponerse la ropa, David y Marta
fueron los primeros en marcharse. El resto lo haría seguidamente.
De
camino a casa de Rubén, David rompió el sepulcral silencio.
-Marta,
no te preocupes. ¿Cuánto hace que nos conocemos? Te conozco bien y sé que ahora
mismo te sientes como una mierda, pero... en serio, tía, no te preocupes. Ha
sido un desliz, algo que sabes que no volverá a pasar. Esto no tiene porqué
joderte la vida. Todo lo contrario. Todos hemos disfrutado y mucho, así que
tómatelo como una experiencia de la vida, maravillosa, por qué no decirlo, que
te servirá para saber a partir de ahora donde están tus límites – intentó
tranquilizarla y, aunque ella no contestó, lo consiguió a medias – Por mi parte
te puedo asegurar que nada va a cambiar. Espero que sigamos siendo los de
siempre, con más complicidad si cabe – Marta sonrió – Esto no tiene que
afectarnos ni, por supuesto, repetirse y...
Justo
llegaron a la puerta de la casa cuando Marta le indicó que guardara silencio
llevándose un dedo a la boca. Y cuando David se calló de golpe ella le abrazó
como señal de agradecimiento por sus palabras.
Pocas
horas después de la llegada a la casa de David y Marta fue Abel nuevamente el
primero en levantarse. Y lo hizo decidido a volver a tropezarse con el bikini
de su amiga. Sin embargo, esta vez no había rastro del mismo y se tuvo que
conformar con ver la tele mientras se levantaba el resto de la pandilla.
-Buenos
días – saludó Esther al entrar en el salón donde ya se encontraban Abel y
Rubén.
-Buenos
días.
-¿Aún
no se han levantado estos dos? – preguntó haciendo referencia a los que se
quedaron en las pozas.
-Que
va... – le contestó Rubén – si llegaron a las tantas. Marta se acostó que
serían las 7 y media de la mañana más o menos.
-Joder...
sí que se lo pasarían bien – aventuró Abel. No podía ni imaginárselo.
Cuando
por fin se levantaron era casi la hora de comer así que no elaboraron mucho la
comida y por la tarde decidieron ir a visitar una ermita cercana situada en lo
alto de un monte. Al igual que la comida, el paseo por el bosque fue un tanto
extraño pues no eran normales los largos silencios que únicamente se evaporaban
momentáneamente por comentarios esporádicos de alguno de los 5 amigos. Cuando
volvieron de la visita aún era pronto y, debido al enrarecido ambiente,
decidieron quedarse en casa terminando la tarde tranquilos pensando que tal vez
el cansancio de David y Marta era el causante de la chocante situación.
Pero
el real motivo era el sentimiento de culpa de Marta que no se había evaporado a
pesar de las intencionadas palabras de David de la noche anterior. Y también
influía la sensación de traición a Rubén que David estaba experimentando desde
que se había levantado y lo había visto en el salón ajeno a la verdad.
Una
vez en la casa Abel se escapó un momento en dirección a su cuarto. Pero al
pasar por en frente de la habitación de Marta y ver la puerta entreabierta le
entró la curiosidad. Entró con cuidado, procurando no hacer ruido y se dirigió
al cuarto de baño particular de la habitación de matrimonio. Instintivamente
pensó que allí podría encontrarse con algo que valiera la pena y,
efectivamente, en un cesto de mimbre divisó la ropa sucia de la pareja. Y allí
estaba el preciado bikini de Marta.
Abel
recogió la tela con el pulso acelerado. Se la acercó a la cara con la esperanza
de que... ¿¡pero qué era eso!? Un olor fuerte lo tiró para atrás. La tela
inferior del bikini de Marta olía intensamente a sexo, un olor penetrante que
provocó una fuerte erección en el hombre. Era un olor caliente, a la par que
húmedo y agrio. Abel se convenció de que Marta había pasado una noche divertida
y se la imaginó excitada ante la polla de aquel niño de origen marroquí. No
quiso pensar que seguramente Rubén ya le había quitado la calentura y se
imaginó que aún conservaba las ganas de marcha desde la noche anterior mientras
olfateaba la prenda sintiendo cómo el olor le impregnaba las fosas nasales
hasta sentir un escozor insoportable.
Con
la mano libre Abel comenzó a bajarse la cremallera del pantalón y, antes de
sacarse la verga, se restregó el bikini sobre el calzoncillo. Eso le puso más
cachondo si cabe. Cuando se volvió a llevar la tela a la nariz se fijó en las
manchas del forro interior. Aquello debían ser los restos de las humedades de
Marta. Pensó incluso si se habría llegado a correr sobre el bikini. Aquello fue
mucho y no pudo reprimir bajarse los calzoncillos para agarrarse la polla y
empezar a masturbarse.
Cuando
Marta entró al cuarto de baño de su habitación no se esperaba encontrar
semejante escena. Abel estaba encorvado con un trozo de tela rojo en la nariz,
los pantalones bajados y los calzoncillos a la altura de las rodillas mientras
se hacía una paja. Tras la desagradable sorpresa inicial Marta se fijó en la
polla de su amigo mayor. Un pito bastante normal que no llegaba a los 15
centímetros y de un grosor acorde con el tamaño.
-¡¿Pero
se puede saber qué estás haciendo?! – le recriminó.
Abel
se asustó y dejó caer el bikini mientras se tapaba rápidamente subiéndose los
pantalones. En ese momento Marta se percató de que la tela roja era la parte
baja de su bikini y sintió una punzada en el estómago.
-Abel,
tío, ¿qué estás haciendo...? – le insistió mientras se agachaba a coger el
pequeño trozo de ropa.
-Vamos,
Marta... ¿qué pasó anoche? He olido tus braguitas y lo que ahí ha calado no es
normal... – se envalentonó Abel pensando más con la polla que con la cabeza
debido a la excitación. – Yo puedo echarte una mano si aún estás...
Marta
no sabía si asustarte o simplemente sorprenderse. ¿Abel la estaba descubriendo
o simplemente se estaba ofreciendo sexualmente? Aún estaba agachada, a la
altura del paquete de su amigo, cuando Abel volvió a descubrir sus partes con
la esperanza de que Marta cumpliera alguna de las fantasías que había tenido
durante toda la estancia en el pueblo del novio de ella.
Marta
se asustó. Tuvo miedo de que se volviera a repetir la pesadilla de la noche
anterior, pero se calmó cuando ante la erecta polla de Abel, húmeda y
desafiante, no sintió nada, ni el más mínimo atisbo de excitación tal y como
debería haber sido siempre. Se cargó de confianza y le dijo a Abel que se
vistiera y que no se le ocurriera volver a hacer ni insinuar algo parecido.
-Abel,
me lo voy a tomar como un malentendido y no le voy a dar más importancia. Pero
más te vale que no vuelva a pasar jamás nada parecido. Vamos a olvidarnos de
este asunto.
-De
acuerdo, de acuerdo – le dijo Abel nerviosísimo mientras se volvía a subir los
calzoncillos y los pantalones completamente avergonzado por la escena que
acababa de protagonizar.
Cuando
Abel se marchó, Marta se sintió bien y pudo entender perfectamente las palabras
que David le había regalado la noche anterior para tranquilizarla. Lo que pasó,
pasó y no volverá a pasar.
Por
la noche, durante la cena, acordaron marcharse al día siguiente, a primera
hora. Cuando Rubén lo propuso todos estuvieron de acuerdo. Para Abel fue una
bendición, pues tras la humillación sufrida poco antes no le apetecía seguir
compartiendo casa con Marta ni su novio. Además le vendría bien dejar de
obsesionarse con esa mujer. Por otro lado Esther se sintió mejor al saber que
no volvería a las pozas y, por tanto, no volvería a sentirse ridícula embutida
en un bañador que no tapaba el exceso de grasa de su cuerpo. Por último, David
se sintió aliviado al ver que pronto se marcharían para escapar de los
remordimientos de lo que había hecho la noche anterior. Por suerte, al ver la
actitud de Rubén, tuvo la certeza de que era un gran tipo y de que sin duda se
merecía el amor de Marta. Pensó que si convivir con el remordimiento le había
servido para asegurarse de que su mejor amiga pasaba el resto de su vida con
alguien que merecía la pena, la cosa había valido para algo. Además, nadie le
iba quitar, por otro lado, el buen recuerdo que le quedaría para siempre de la
sensacional noche vivida con su mejor amiga.
La
confesión de Marta a Rubén sobre lo que había pasado con Abel y la petición de
esta a su novio de marcharse sin montar ningún espectáculo fue lo que hizo que
Rubén propusiera acabar las vacaciones. Además, de este modo, Marta podía
desviar la atención sobre Abel para que Rubén no llegara a sospechar nada de lo
que había pasado en las pozas. No se sintió especialmente bien por ello, pero
pensó que era la mejor forma de proteger a su novio y su relación con él.
Esa noche no se
acostaron tarde pues todos tenían ganas de que la mañana llegara lo antes
posible para partir temprano y olvidar la estancia que tan bien había comenzado
y tan mal había terminado.
Espero que con los nuevos relatos la gente se anime a participar más. La verdad es que estoy contento con el blog y más con comentarios como el tuyo :D
Además te tomas tu tiempo para describir la situación, lo cual es muy de agradecer porque permite visualizar perfectamente el escenario.
Enhorabuena! Espero impaciente más relatos! jeje
Aunque no siempre es fácil, me gusta que no se sepa de antemano los protagonistas que acabarán teniendo sexo (aunque con los personajes femeninos creo que se me ve bastante el plumero ;P). De hecho, me gusta jugar al despiste, cosa que hice adrede con algunos de los relatos que comentas. Bien visto!
Este relato lo leí completo en su día y también me gustó mucho.
Pero te confieso que en el último relato que he escrito ya he empezado con la N jeje Aunque aún quedan algunos con la M empiezan a ser muy poco usuales o directamente muy feos.
Buena observación :)
Es cierto que los penes grandes es un recurso recurrente en mis relatos. De hecho, si miras la sección "Opinion" del blog verás que ahora mismo hago una consulta sobre este tema.
Es evidente que la mayoría de hombres no están tan dotados como los personajes de mis relatos. Y es precisamente por ese motivo por el que uso ese recurso, como mera fantasía.
Del mismo modo que la mayoría de mis personajes femeninos son tías buenas sin ningún defecto, cosa que tampoco es lo más normal en la vida real.
El tabú de las pollas grandes es un tema interesante. Aunque ya no es tan habitual, normalmente siempre se decía que el tamaño no importa y estoy seguro que en una cuestión meramente física no, pero sí mental. Y los relatos eróticos tienen mucho de eso, de jugar con la imaginación del lector a través de las palabras.
Algunos lectores me han reprochado el uso de vergas tan grandes para narrar mis historias. Sin embargo, en absoluto me ha sorprendido que la mayoría de gente que ha opinado sobre el tamaño de los miembros de los personajes masculinos en la pregunta del blog prefiera las pollas de mayor tamaño. Lo que sí es curioso es que muchos han coincidido en comentar que si se ponen en comparación con un pene pequeño o ridículo, mucho mejor.
Supongo que muchos de los que me leen les gusta que las vergas sean grandes y precisamente ese es uno de los motivos por los que les gustan mis relatos, porque en ellos es recurrente este recurso para crear morbo.
Mentiría si dijera que me inspiran o que tengo una historia clara que encajaría con la temática, pero sí es cierto que escribir relatos de esas temáticas es una especie de reto como fue el de zoofilia por ejemplo.
Además, en el foro TRovadores se lleva a cabo una especie de juego que consiste en publicar relatos en toda una serie de categorías. Yo estoy intentando cumplirlo (muy poco a poco, todo sea dicho) y travestis es una de las categorías que me queda por alcanzar.
Gracias por el elogio Jesús.