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Amistades peligrosas

Sinopsis: A un hombre heterosexual, enamorado de su mejor amiga, se le niega todo lo que se le concede a una lesbiana.

-¿Os habéis fijado en el moreno que está pidiendo en la barra? – preguntó Blanca a sus amigas.

Las otras tres se giraron sin ningún disimulo para observar al tío buenorro que se había acercado a pedir algo a una de las camareras del pub.

-Madre mía… - suspiró Martina - … está tremendo.

-Sabrina, esta noche tienes que liarte con uno como ése – bromeó Teresa con la más tímida de sus amigas.

-Venga, ¿por qué no vas y le dices algo? – propuso Martina a Blanca, la más alocada del grupo.

-No te atreves – la picó Teresa.

-Sabes que no tengo ningún problema…

-¡Que vaya! ¡Que vaya! – gritaron las tres al unísono - ¡Venga, vamos! – la animaron convenciéndola al fin.

-No os arrepentiréis de esto – bromeó mientras se levantaba en busca de su víctima.

Martina se quedó mirando a su amiga de pelo castaño. No era muy guapa, pero lo compensaba con unos abultados pechos que insinuaba con un generoso escote. Era alta y el vestido corto mostraba unas largas y ligeramente gruesas piernas.

-Qué morro le echa la tía – aseveró Sabrina.

-Ya le ha sacado una copa – sonrió Teresa.

-No me extraña, le está poniendo las tetas en la cara – rió Martina.

Mientras las tres amigas conversaban perdiendo interés por lo que sucedía en la barra, el tío bueno comenzaba a fijarse en ellas.

-A mí la que me gusta es la morena – se sinceró el hombre con Blanca.

-¿Martina? – preguntó mientras se giraba para observar a su amiga.

El chico la escudriñó con la mirada. Tenía una larga y lisa cabellera de color negro azabache. El rostro, maquillado, era tremendamente atractivo y, aunque sentada no se apreciaba completamente, el cuerpo sugería unas curvas de escándalo.

-Lo siento, tiene novio.

-No me extraña.

-Pero si insistes un poco te puedes liar conmigo y con la pelirroja – bromeó.

-¿Con las dos a la vez? – rió a carcajadas.

-Yo creo que es una buena oportunidad.

-¿Y qué pasa con la otra? – preguntó intrigado.

-¿Teresa? Está difícil. Es lesbiana. Y tiene novia.

Mientras Blanca seguía tonteando con el tío, las otras tres mantenían una conversación sobre alguno de los mismos temas que siempre trataban cuando quedaban para salir juntas.

-Pues lo primero en lo que me fijo es en el culo. Un tío con un buen culo… - Martina gimió simulando un fingido gusto - ¿Y tú Sabrina?

-En las manos. Me gustan las manos grandes y varoniles.

-¡Para agarrarte bien esas nalgas! – bromeó Teresa apretujando las carnes de su amiga.

-¡¿Qué dices?! Ya te vale…

Martina se fijó en su tímida amiga. Tenía el pelo corto, pelirrojo y rizado. La piel clara marcaba unos rojizos mofletes que le daban un aspecto de ternura. Aunque no era exagerado, estaba un pelín rellenita, pero lo disimulada bien por el tipo de ropa que solía vestir.

-Pues yo me fijo en las tetas – las otras dos rieron con ganas – Donde estén unos buenos pechos…

-Ya te digo… que a la mínima aprovechas para tocármelos – bromeó Martina.

-Es que tienes unos buenos melones – rió mientras le agarraba los senos a su guapísima amiga.

La morena estaba acostumbrada a aquellos manoseos. Aunque Teresa era lesbiana, ninguna de las amigas consideraba aquellos gestos como algo sexual. Las cuatro se conocían desde pequeñas y Martina era una especie de referente para Teresa, una amiga especial, y muchas veces bromeaba con ella de aquel modo. Martina no podía más que sentirse agradecida por ese cariño.

-¡Deja de meterle mano, guarrilla! – se quejó Blanca cuando volvió con el grupo.

-¿Qué te ha dicho? ¿Te lo has ligado?

-¡Qué va! Muy tiquismiquis…

-Vaya, que te ha dado unas buenas calabazas – intervino Sabrina.

-Le he ofrecido una noche de sexo con las dos y ni por esas…

-¡Oye! – se quejó Teresa, levantándose y bromeando – eso no me lo habéis ofrecido a mí nunca.

Martina se fijó en la rubia que acababa de alzarse. Era una chica maja, aunque no espectacular. Arreglada daba el pego ya que solía vestir provocativa, insinuando un pecho normalito y unas piernas estilizadas. Tenía algo de cadera, pero no estaba para nada gorda.

-Pero porque tienes novia – replicó Blanca.

-Paz seguro que se apunta.

-Pues entonces sólo falto yo… – concluyó Martina de forma chistosa.

Las cuatro amigas siguieron la noche bromeando, charlando de sus temas predilectos y pasándoselo en grande como siempre que quedaban cada cierto tiempo. Bien entrada la madrugada, ya estaban con algo más que el puntito cuando salieron del local que ya cerraba.

-Se lo pedimos a ese – soltó Blanca sin ningún pudor.

Las cuatro amigas reían como colegialas.

-Oye, perdona, ¿te importaría hacernos una foto?

El joven no puso impedimento y flipó cuando las cuatro mujeres se pusieron en pompa para que les hiciera una foto de sus traseros.

-¡Menudo culo, Martina! – gritó el tío bueno con el que Blanca había hablado, mientras salía del local igual que el resto de clientes.

-Pues es todo mío – replicó Teresa al tiempo que amasaba las perfectas nalgas de su amiga.

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-¡Cariño, despierta! – Iñigo desveló a Martina.

-Déjame un poco más.

-¿Tienes resaca? No haber salido ayer hasta las tantas. ¡Vamos! Que Roger debe estar a punto de llegar.

“¡Mierda!”, no recordaba que su mejor amigo venía a comer. Se levantó de mala gana para arreglarse.

Roger estaba impaciente por ver a Martina. Aunque al principio había luchado contra sus sentimientos, no podía evitar el amor que sentía por ella. Sabía que tenía novio y lo respetaba, pero no dejaba de soñar con aprovechar cualquier momento con su mejor amiga.

-¿¡Abres!? – preguntó Iñigo a gritos cuando sonó el timbre de la puerta.

-Sí, ya voy – contestó una desganada Martina.

Cuando Roger la vio, se le iluminó la cara. ¿Cómo podía estar tan guapa? La sonrisa de la mujer le hizo sonreír y esperó el abrazo. Le encantaban aquellos saludos tan carnales. Sentir sus grandes pechos estrujándose contra su cuerpo le ponía a mil. Si por él fuera, no se separaría de ella jamás.

-Estás guapísima.

-Anda, tonto, si estoy resacosa. Debo tener una cara…

-Preciosa, como siempre. Ya lo sabes.

Martina se sentía tremendamente adulada ante aquellos comentarios. Conocía los sentimientos de su amigo, pero eso no había impedido que siguieran manteniendo la amistad que tanto les unía. Roger era un trocito de pan, un amigo ideal. Pero era un chico del montón, nada comparable a su novio, guapo y tremendamente masculino, en casi todos los aspectos.

-Pasa, Iñigo está preparando la paella.

Durante la comida, los tres departieron amistosamente como siempre que se reunían. Martina les explicaba las tonterías que habían hecho la noche anterior y los dos hombres la escuchaban embobados, hipnotizados por el enorme atractivo que la mujer irradiaba.

-Luego vendrá Blanca. Me ha dicho que tiene algo importante que contarme.

-Perfecto – corroboró Iñigo – Así nosotros podremos ver el fútbol – sonrió con satisfacción.

A Roger le hubiera gustado más quedarse hablando con su amiga, pero no podía ser tan evidente ante su novio y debía disimular acreditando que el partido era también su preferencia.

Las dos mujeres, en la habitación de matrimonio, escuchaban el alboroto que los dos hombres estaban montando en el salón.

-¡GOOOOOL! ¡Toma!

-Qué cabrón… ha sido de suerte… un puto rebote…

-Bueno, ¿qué? – preguntó Martina a su amiga, ignorando los berridos que se escuchaban a lo lejos.

-¿Te acuerdas del tío bueno con el que estuve hablando?

-Sí… - empezó a poner muecas imaginando por dónde iban los tiros.

-Pues me lié con su amigo.

Martina empezó a reír. Por un momento pensó que se había liado con aquel pedazo de tío.

-¿Y eso?

-Pues porque el tío bueno estaba enchochado contigo – Martina intentó evitar una sonrisa delatora – Pero el amigo…

-Te fijaste en su paquete y te gustó lo que viste – bromeó sabedora, como el resto del grupito, de la pasión de Blanca por las vergas grandes.

-¡Joder, tía! 25 centímetros.

-¡Guau! No está nada mal. Los buenos rabos te pueden…

-¡Cómo lo sabes!

Ahora reían las dos a carcajadas antes de que Blanca empezara a entrar en detalles. Primero le contó lo sucedido tras salir del local y despedirse. Luego cómo coincidió con el grupo del tío bueno y cómo empezó a intimar con el amigo. Y por último, lo más interesante…

-… Cuando le metí la mano en el pantalón me quería morir… - Martina hacía rato que no podía evitar una sonrisa nerviosa – La tenía morcillona pero daba la impresión de que ahí había mucha carne. Total, que me arrodillo como una buena puta – bromeó – y empiezo a deshacerme de los pantalones.

-Esto se pone más que interesante…

-Tendrías que haber visto aquel bulto, nena. Impresionante. No perdí mucho el tiempo en tonterías y empecé a bajarle los calzoncillos poco a poco…

-Disfrutando del momento… - rió.

-Del momentazo. En fin, que ante mí apareció la bicha. Una pedazo de verga que se gastaba el chaval. Ya estaba medio erecta y tenía una pinta estupenda. Mira… ya se me está haciendo la boca agua otra vez – bromeó haciendo ver que se le caía la baba.

-¿Pero la tiene bonita? – preguntó intrigada.

-No tiene prepucio, como a ti te gusta – matizó, haciendo reír a su oyente – Vamos a ver, tiene la polla más grande que jamás he visto… - Martina gimió, en tono de broma – Y he visto unas cuantas – las dos rieron –Cuando la tiene empalmada, se le ven un montón de venas alrededor y es bastante gorda. ¡Los huevos le cuelgan como alforjas, tía!

Martina se meaba de la risa escuchando las guarradas de su amiga.

-Por lo que dices… es un muy buen pito.

-¡Qué fina eres, hija! Un buen pollón.

Martina se quedó mirando a su amiga con una mueca de satisfacción.

-¿Qué? – la instó Blanca.

-Nada…

-Va… dime…

-Pues… que me has dejado con ganas de… cachondeo – las dos rieron divertidas.

Tras el partido de fútbol, Martina le pidió a Iñigo que llevara a Blanca a su casa. Mientras lo hacía, los dos mejores amigos se quedaron conversando.

-Me duelen un montón los pies – se quejó Martina subiéndose al sofá, con la ropa de estar por casa ya puesta.

-¿Quieres que te haga un masaje? – intentó aprovechar la situación.

-No, gracias – sonrió.

-Tú te lo pierdes. Los hago de maravilla.

-¿En serio? – le siguió el rollo.

-Sí, a todas las que les he hecho un masaje, han repetido.

-¿Y a cuántas les has hecho tú un masaje en los pies? – preguntó risueña.

-A menos de las que me gustaría – hizo reír a su amiga.

-Qué pillín…

-Sabes que me encantaría poder hacértelo a ti.

-Lo sé – sonrió con ternura.

-Espero que algún día se de la ocasión.

-Si algún día necesito que alguien me de un masaje, te aseguro que pensaré en ti – mintió.

Roger miró los pies desnudos de su amiga. Eran preciosos y sintió deseos de acariciarlos. Con la polla completamente empalmada, suspiró, resignado.

-¿No ves que si dejo que me los toques podría gustarme? – se sinceró la mujer – Y eso no estaría bien.

El hombre, aunque resignado, se tomó aquella confesión como una muy buena señal. Lo que no sabía es que el motivo de aquella confidencia era única y exclusivamente la conversación con Blanca que había provocado un incipiente calentón en su amiga.

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A la siguiente quedada de chicas se apuntó Paz, la novia de Teresa. Las dos mujeres se habían conocido el año anterior, durante las vacaciones de verano. A lo largo de ese tiempo habían consolidado una relación estable.

-¡Un brindis por la más guarra del grupo! – vitoreó Teresa a Blanca.

-¡Por las pollas grandes! – bromeó la aludida.

-¡Viva! – gritaron todas al unísono antes de reír a carcajadas.

-¿Vosotras también? – preguntó Martina a las lesbianas.

Las dos chicas rieron.

-Lo cierto es que no nos faltan juguetitos – sonrió Paz.

-Siendo sincera… alguna vez se te pasa por la cabeza… - Paz mató con la mirada a su pareja – Vamos, mujer, si ya lo hemos hablado…

-¿El qué? – preguntó la morena, ingenuamente intrigada.

-El montarnos un trío con un chico – espetó Teresa sin ningún rubor.

Martina rió a carcajadas.

-Pues no te rías porque habíamos pensado en Iñigo… - soltó Paz descolocando a la aludida.

-Esto se pone interesante – intervino Blanca.

Martina se fijó en la novia de su amiga. Era bastante guapa. Cabello con mechas, alta, con piernas largas y bonitas. No tenía mucho pecho, pero se podía decir que, en general, estaba de muy buen ver.

-¿Y no habéis pensado en mi amigo Roger? Está soltero – propuso intentando salir del embrollo como pudo.

-Lo siento – intervino Paz – pero es que no hay color.

-Si te apetece, tú también puedes participar – sugirió Teresa dirigiéndose a Martina.

-¡Ya te gustaría! – se disgustó Paz, haciendo reír a la morena.

-¡Vamos! si somos amigas desde hace un montón de tiempo… - repuso la novia de Iñigo.

-Ya, pero estás muy buena… - confesó la novia de la rubia.

-Gracias – se sonrojó.

Martina miró a Teresa esperando su reacción.

-Yo no digo nada – fue lo único que pronunció, entre risas.

-A ver, a ver… ¿pero cuánto calza el afortunado? – Blanca metió cizaña.

-¿Iñigo? – se sorprendió Martina.

-¡Sí! – rieron las lesbianas.

-Pues no sé… normalita, unos 15 más o menos.

-Eso es que le mide 12 o 13 – se burló Teresa.

-¡Que no!

-Con lo bueno que está y lo pequeña que la tiene…

-¡Oye! ¿Y a vosotras desde cuando os importa el tamaño de los pitos?

-¿Qué te crees… que nuestros juguetitos son pequeños?

La algarabía se desbordó entre el grupo de amigas. Nuevamente, como siempre, bromas, risas y mucha diversión entre las mujeres. Así transcurrió el resto de la noche.

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-¡Cariño, despierta!

-Hoy no vendrá otra vez Roger, ¿no? – contestó aún adormilada.

-No, es el puto móvil que no deja de sonar. ¡Contesta o apágalo!

-¿Quién es?

-¡Y yo qué sé!

De repente, el móvil de Martina volvió a sonar. Era Roger.

-¿Sí? – descolgó aún adormilada.

El chico, que únicamente quería hablar con ella, escuchaba con interés todo lo que su mejor amiga le contaba sobre la noche anterior y las bromas con las lesbianas. Como siempre, intentó aprovechar cualquier oportunidad para insinuarse.

-Pues estaría bien que hicieran un trío con Iñigo. Así luego tú estarías en tu derecho de tomarte la justicia por tu mano y acostarte con otro – refiriéndose a sí mismo y haciendo reír a su amiga.

-En todo caso, para igualar las cosas, podría pedirle un trío con dos hombres, Iñigo y… déjame pensar… - se hizo la tonta, provocando a Roger.

-¡Vale! – se hizo el ofendido – seguro que prefieres a aquel de los 25 centímetros con el que se lió Blanca.

Martina, bromeando, soltó un gemido.

-Lo cierto es que esa opción no estaría nada, pero que nada mal – hizo rabiar a su mejor amigo.

-O sea que no conseguiré nunca acostarme contigo… - concluyó con voz triste.

-Da igual porque a Iñigo no creo le interese hacer el trío así que tema resuelto – sonrió, quitando hierro al asunto.

-Por cierto, estoy seguro que a Teresa le encantaría que participaras.

-¡No!

-Hazme caso, Martina, que estás muy buena…

-Pero si Teresa me conoce desde antes de saber que le gustaban las mujeres.

-Sí, pero bien que te mete mano siempre que puede.

-Pero eso no son más que chiquilladas entre amigas. No lo hace con ninguna doble intención.

-Ya… - no las tenía todas consigo.

-Lo que sí es cierto es que siempre me ha tenido una cierta adoración. Pero de ahí a sentir algún deseo sexual… ¡como que no!

-¿Estás segura? – insistió.

-Hombre, segura, segura… - su amigo la hizo dudar – No creo. Punto – cerró el tema no queriendo darle más vueltas.

Tras terminar de hablar con Roger, Martina comprobó que tenía 3 llamadas perdidas de su amigo y otras 3 de Teresa. No sabía cuál de los dos sentía mayor admiración por ella. Aunque los sentimientos de él habían alcanzado el deseo sexual y, lógicamente, los de Teresa jamás adquirirían esas cotas, no se quedaban atrás en cuanto a devoción se refiere. Llamó a su amiga.

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-Bueno, Iñigo, ¿te animas o qué? – insistió Paz en la broma del trío.

Las dos parejas habían quedado para verse en casa de Martina e Iñigo.

-¿Con dos chicas como vosotras? Por supuesto – contestó jocosamente.

-Por mí no os cortéis, ¡eh! – Martina continuó la broma – Me dejaréis mirar, ¿no?

-Y participar, ya lo sabes – insistió Teresa.

-No, no, yo sólo miro.

-¿Te vas a perder estas? – Teresa cogió la mano de su amiga y la llevó hasta sus pechos.

Bromeando, Martina le sobó un poco, tal y como tantas otras veces le había hecho Teresa a ella.

-Oye, pues las tienes bien puestas – se sorprendió.

-Tú sí que las tienes bien puestas.

-¿Quieres tocar? – le ofreció, sonriendo, sabedora de que Teresa iba a hacerlo tarde o temprano.

-Ya, vale… - se quejó Paz, ya acostumbrada a esas tonterías entre las dos amigas.

-Ay, que se me pone celosa… - soltó la rubia antes de besar a su chica, que estaba de morros.

-Lo que podríais hacer es un trío entre vosotras tres y yo miro – propuso el hombre.

Las dos lesbianas se miraron, entendiéndose sin decir nada.

-Oye, pues no estaría mal – bromeó Martina, sin saber que la idea había sido del agrado de las otras dos chicas.

Mientras las dos parejas seguían conversando, sin previo aviso, se presentó Roger que se unió a la reunión de amigos.

A última hora, mientras Iñigo acercaba a su casa a la pareja de lesbianas, Martina y Roger se quedaron conversando como tantas otras veces.

-Ahora vengo. Voy a ponerme cómoda.

Roger se quedó mirando a su amiga mientras se retiraba. Se quedó embobado observando el vaivén de su magnífico trasero.

-¿A que me estás mirando el culo? – preguntó mientras se alejaba, sin darse la vuelta.

-Sí – sonrió – pero ha sido un acto reflejo – se excusó.

-Ya…

Al volver, con una camiseta sin nada debajo, Roger se quedó flipando, hipnotizado por el magnífico bamboleo de las tetazas de su mejor amiga.

-¡Joder, Martina! Qué tetas…

-Gracias – se reía complacida.

-Podrías dejarme que te las tocara…

-¡¿Qué dices?! – se rió por la loca propuesta de Roger.

-¿Sabes lo que me jode? No entiendo porque Teresa puede tocártelas sin ningún problema sólo por ser mujer y si yo lo hiciera estaría mal visto por ser un tío cuando a los dos nos gustan las tetas de la misma forma – se puso serio.

-Tal vez tengas razón – dejó de reír – Supongo que es injusto que ella pueda tocármelas y tú no…

-Bueno, me conformaré con imaginármelas – le miró los pechos descaradamente.

-¡Roger! – volvió a sonreír mientras se tapaba los senos con el brazo.

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-¿Qué te parecería hacer un trío con Martina? – preguntó Teresa, una vez en casa, tras haberlas dejado allí Iñigo.

-No sé…

-¿En serio? Si se te ha iluminado la carilla.

-Tu amiga está muy buena y seguro que lo pasaríamos muy bien, pero ya sabes lo que me jode – confesó Paz.

-Ya lo hemos hablado mil veces.

-Y sigo sin entenderlo. No comprendo cómo sigues con el jueguecito de meterle mano sabiendo que no me hace ninguna gracia. La única explicación es que te gusta demasiado y sólo me faltaría que disfrutaras más con ella que conmigo en el trío y…

-Vamos, mujer, ya te he explicado que no significa absolutamente nada. Nos conocemos desde niñas, hemos crecido juntas y estas tonterías las hemos hecho siempre. Ya lo has visto hoy, ha sido ella la que me ha tocado las tetas y no ha pasado nada.

-Esa es otra… te ha tocado delante de mí sin ningún miramiento.

Teresa reía para quitarle importancia. Pero, como siempre que hablaban sobre ello, Paz no quedaba muy convencida. Le gustaba mucho Teresa, incluso se podría decir que la quería. Y lo que tenía claro es que aquel jueguecito con Martina no le sentaba nada bien. Pero debía aceptarlo. Era algo muy anterior a cuando conoció a su actual pareja.

Cuando Paz se retiró a la cama, Teresa se acarició el pecho. Aún tenía inmortalizado el excitante roce de su amiga. Sólo recordarlo le ponía la piel de gallina. Imaginó que el trío con ella se hacía realidad y que podía disfrutar sin complejos de aquellas enormes tetas, de su culo y su mayor anhelo, el coño de Martina. El tanga de Teresa se manchó como tantas otras veces que fantaseaba con su preciosa amiga.

Mientras se llevaba una mano a la entrepierna visualizó algunos de los momentos de su relación de amistad con Martina. La quería demasiado y era tan tremendamente atractiva que no podía evitar excitarse con la idea de poseerla. Era su mujer ideal: simpática, inteligente, bella, morbosa. Las únicas pegas eran que habían sido siempre amigas y que Martina era heterosexual.

Los dedos de Teresa se hundieron en su aceitoso sexo. El chapoteo de los dedos entrando y saliendo de su lubricada vagina invadió la habitación. El calor aumentó y el olor a sexo se desbordó cuando la rubia explotó en un intenso orgasmo. De sus labios salieron unas leves y tiernas palabras:

-Te amo…

Con el corazón acelerado, embriagada por la corrida y aún con la mano pringosa, se le ocurrió una cosa. Una sonrisa le iluminó en el rostro y sintió que el calentón volvía a apoderarse de su cuerpo. Jadeó, frotándose el vigoroso clítoris, totalmente erecto, y volvió a masturbarse acabando de maquinar el plan que se le había ocurrido.

-Martina… - suspiró mientras cerraba los ojos imaginando el cuerpo desnudo de su amiga a su merced al tiempo que explotaba en un nuevo orgasmo más intenso aún que el anterior.

Con las piernas aún temblorosas hizo una llamada a Blanca.

-¿Qué quieres a estas horas, lagartona? – bromeó la de pelo castaño.

-La semana que viene Paz está fuera. ¿Qué tal si hacemos reunión de chicas en mi casa?

-¿Fiesta de pijamas? – rió con estruendo.

-¡Vale! – sonrió – podría ser divertido.

-Cojonudo. Yo llamo a las chicas.

-Perfecto. Gracias.

Teresa se despidió con una mueca maléfica en el rostro. Su plan había comenzado.

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-Pásame la copa.

-Ahí va.

Tal y como había previsto Teresa y organizado Blanca, las cuatro amigas se habían reunido en casa de la rubia para pasar la noche. Música, alcohol, conversaciones picantes y muchas bromas estaban presentes constantemente.

-A ver – soltó Teresa - ¿qué es lo más raro que habéis hecho en la cama?

-Tú tirarte a una mujer – rió Martina provocando las risas del resto.

-Lo raro sería que lo hicieras tú – replicó.

-Huy, sí, rarísimo. No me pongas más… - se quejó a su amiga que volvió a llenarle el vaso.

-A mí me gusta hacerme fotos mientras… ya sabéis – confesó Blanca.

Las tres amigas explotaron a reír.

-¿Y cómo te las haces mientras…? – se intrigó Sabrina.

-Pues cámara en mano, rollo serie B.

-¿Y tienes fotos aquí? – Teresa le pilló el móvil.

La dueña del teléfono reaccionó rápido para impedirle que lo mirara.

-¡Eso es que tienes fotos! – evidenció Martina antes de dar un trago a la copa que Teresa le acababa de llenar.

-¡Que las enseñe! ¡Que las enseñe!

-Tengo alguna del de los 25 centímetros – sonrió con picardía.

-¿En serio? – Martina se sorprendió – Déjanoslas ver… - gesticuló para poner cara de pena.

-Ya os gustaría.

-Pues sí nos gustaría – bromeó Sabrina uniéndose a la petición.

-No – se negó la dueña.

-Venga – intervino Teresa – pide algo a cambio.

-Cómele los morros.

-¿A Teresa? – se sorprendió Martina - ¡Anda ya!

-Pues no hay fotos.

-Venga, Martina – la animó Sabrina – si luego estáis todo el día manoseándoos.

Martina dio otro trago. Estaba un poco piripi y contestó más por inercia que por otra cosa.

-Primero las fotos y después el beso.

-Hecho.

Un breve silencio se adueñó de las mujeres, sólo roto por la música que sonaba en la estancia. Martina y Sabrina estaban expectantes por lo que les pudiera enseñar Blanca, mientras que Teresa estaba entusiasmada por cómo se estaban desarrollando los acontecimientos.

-Mira, este es el tío – enseñó la primera foto.

-Es feo – se quejó Martina.

-Sí, sí, pero espera…

La siguiente foto mostraba un primer plano de la mano de Blanca acariciando el paquete del hombre. Las mujeres rieron, entre nerviosas y divertidas.

Con la siguiente foto comenzaron a reír y bromear sobre los grandes pechos de Blanca que se veían desde arriba en un primer plano manoseados por las manos del hombre.

-La siguiente os va a gustar.

El primer plano de la vigorosa polla del chico hizo soltar un quejido de satisfacción en Martina, que volvió a sorber del vaso.

-¡Ostia, nena! Es mejor de lo que me imaginé – sonrió con las mejillas completamente sonrojadas.

-Hazle un zoom – propuso Sabrina.

-Déjame hacerlo a mí – bromeó la morena.

Martina agarró el móvil de su amiga y pasó el dedo índice por la pantalla táctil como acariciando la verga.

-Mira cómo le gusta que se la toque – bromeó al hacer zoom y ver cómo aumentaba el tamaño de semejante cipote.

La mujer se fijó en las vistosas venas que se dibujaban a lo largo del aparente grueso tronco.

-A ver la punta – le sugirió Sabrina.

Martina le hizo caso, desplazando nuevamente el dedo índice a través de la verga digitalizada y mostrando un descapullado glande.

-¡Joder! – casi gimió.

-Te gusta, eh…

-¿Hay más fotos? – preguntó con la voz entrecortada.

-Sí, pero antes beso.

-¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! – gritaron Sabrina y Blanca.

Martina sonrió antes de mirar a su amiga Teresa. La rubia parecía expectante, esperando el primer paso de la exuberante morena que finalmente se acercó a su amiga sin poder dejar de sonreír debido al puntillo por el alcohol, las sensaciones producidas por ver aquella esplendorosa polla y la extraña situación que estaba desarrollándose.

-Aprovecha – le dijo medio susurrando antes de darle un piquito.

Teresa reaccionó dándole otro y, antes de que Martina se separara definitivamente, le lamió los labios, introduciendo ligeramente la lengua entre ellos.

Martina reaccionó instintivamente abriendo la boca y dejando que se colara la intrusa. De repente, notó la lengua de su amiga recorriendo su interior. Cerró los ojos y correspondió al morreo.

Todo estaba saliendo de puta madre. Teresa se estaba besando con Martina. Estuvo tentada de sobarla más, de acariciarle los enormes pechos como hacía siempre que se daba la ocasión, pero no quiso precipitarse y echarlo todo a perder. Se limitó a sentir su aliento, a saborearla, suficiente para inundar las bragas. Se esforzó por no tocarse.

-¡Ey! Ya vale, ya vale – las tuvo que separar Blanca.

-Te he dicho que no me pongas más – se volvió a quejar Martina al ver cómo Teresa le volvía a llenar la copa.

-A ver esas fotos – recordó Sabrina.

-No, ya está bien que sino Martina va a acabar haciendo una locura.

-Déjala que disfrute.

Teresa no pudo evitarlo, echó mano a uno de los senos de su amiga.

-¿Te han gustado las fotos, cariño? – le preguntó mientras le manoseaba el pecho.

-Me han encantado – aseveró sonriente mientras retiraba la mano de su amiga – No seas mala… - le recriminó.

-Va, dejémoslo – apaciguó los ánimos Sabrina.

-Envíame el resto de fotos por email – rió Martina.

-¿Qué vas a hacer? ¿tocarte? – bromeó la dueña del móvil.

-Sí – sonrió, con la mente obnubilada.

-Y será verdad – soltó Teresa.

Martina chistó haciéndola callar y provocando las risas del resto.

-Si quieres vamos haciendo un pensamiento para que puedas tocarte a gusto – bromeó Blanca al ver que ya era tarde.

-Sí, igual tendríamos que ir marchando ya – Sabrina se dirigió a Teresa.

Blanca observó a Martina. Aunque no estaba muy mal, iba bastante contenta debido al alcohol.

-Ésta igual debería pasar aquí la noche – le propuso a la dueña de la casa.

-No hay problema. Yo cuido de ella.

De eso modo, Sabrina y Blanca marcharon dejando a Teresa a cargo de la azorada morena.

-Me duelen un montón los pies – se quejó Martina en cuanto las otras dos se marcharon.

-¿Quieres que te haga un masaje? – intentó aprovechar la situación.

-Vale – aceptó risueña, subiéndose al sofá y estirando las piernas para dejarlas al alcance de su amiga, sin darle mayor importancia.

Martina rió interiormente recordando cómo le había negado aquella misma situación a Roger. Maléficamente pensó cómo le sentaría saber que había accedido con Teresa. Sin darse cuenta se fue relajando, sumergiéndose en las bondadosas manos de su amiga que le masajeaban los pies con deleite. Recordó la enorme verga de 25 centímetros de la foto y sintió deseos de algo más que aquel simple masaje. Miró a su amiga y la sonrió, antes de relajarse definitivamente.

La mano de Teresa fue subiendo delicadamente por la pierna de su amiga. Le había gustado toquetearle los perfectos pies, pero la excitación de subir por su pierna la estaba sobrecalentando. Sentía que el corazón le bombeaba demasiado rápido y que toda la sangre se le acumulaba en un clítoris que se rozaba a cada leve movimiento con la áspera tela de sus bragas. Sentía que podía correrse sólo con tocarla.

-Teresa… - se quejó suavemente cuando su amiga empezó a sobarle la parte interna de uno de los muslos.

-¿No te apetece hacer una locura?

La cara de la morena era un poema. Le apetecía hacer cualquier cosa, pero estaba lo suficientemente cuerda como para no hacerlo. Siguió escuchando las explicaciones de su amiga.

-Hasta que no lo pruebes no llegarás a saber las ventajas de hacerlo con otra mujer. Yo sé dónde debo tocarte y en qué momento. Eso no lo experimentarás jamás con ningún hombre.

-¿Estás intentando justificarte? – rió.

-Te lo digo en serio – y volvió a la carga, manoseándole nuevamente la parte interna de uno de los muslos al tiempo que se agachaba buscando el rostro de tu amiga - ¿Te estoy convenciendo o no? – le sonrió antes de darle un tierno pico sacándole una sonrisa.

Antes de que contestara, la mano de Teresa alcanzó la entrepierna de su amiga, acariciándosela por encima de la tela y provocándole un suspiro incontrolado. Un segundo roce y un nuevo gemido. Teresa ya la tenía donde quería.

Mientras Teresa se deshacía del pantalón del pijama de su amiga, volvió a besarla como antes, introduciendo su lengua en la dulce boca de Martina que volvió a reaccionar positivamente al morreo. La lesbiana fue bajando por el cuerpo de su amiga, colmándola de delicados besos que hacían estremecer a su amante. Cuando llegó a la altura de las bragas, sonrió:

-Esto te va a gustar.

Retiró la tela a un lado y, por fin, observó el ansiado coño de su queridísima amiga. Los labios estaban lubricados. Por encima de ellos se extendía una cuidada mata de pelos púbicos tan oscuros como la melena de Martina. Teresa lamió el manjar, desplazándose a lo largo de toda la raja para acabar succionando entre sus labios el pequeño clítoris de la mujer que se estremecía bajo su boca. No supo qué le gustó más, si el sabor del coño o los gemidos de su amiga.

No sabía si era el alcohol, el recuerdo de la fotografía, el morbo de lo prohibido o las buenas artes de Teresa, pero aquella comida que le estaba regalando su amiga era la más placentera que recordaba. Iñigo no solía hacerle aquel tipo de trabajo y no recordaba que anteriores relaciones se lo hubieran hecho tan bien. Varias veces estuvo a punto de correrse, pero Teresa sabía jugar con ella y sus orgasmos, retrasándoselos, haciendo que los deseara tanto como nunca.

-Hazlo ya – le pidió – haz que me corra, por favor.

Teresa estaba exultante, con una sonrisa de oreja a oreja. Decidió darle a su amante lo que le suplicaba. Sintió cómo Martina cerraba las piernas atrapando su cabeza entre ellas. Todo el cuerpo de la mujer se convulsionó explotando finalmente en una tremenda corrida. Teresa no dejó de saborear todos y cada uno de los fluidos de su amiga.

-¿Y bien? – le preguntó, sabedora de su buen hacer.

-Ha estado muy bien…

-¿Pero…?

-¡Cómo me conoces! – sonrió – Pero me falta un pito – se sonrojó.

Teresa sonrió mientras se levantaba alzando a la invitada y llevándola a la habitación.

-Aquí tienes todo un arsenal de consoladores. Elige el que más te guste.

Martina rió e, intrigada, abrió uno de los cajones que su amiga le había indicado.

-¡Joder! – se sorprendió.

En el cajón había dildos de todas las formas y materiales, bolas chinas, vibradores, estimuladores…

-¿Pero qué os habéis montado aquí? ¿un sex-shop? – rió a carcajadas.

-Ahí no – le advirtió Teresa cuando Martina fue a abrir el otro cajón – que esos son tamaño Blanca – sonrió.

-¿Qué pasa? Que a mí también me gustan grandes… – se quejó - ¡Guau! – soltó al ver la retahíla de réplicas de penes de silicona de diferentes tamaños y colores.

-Espera – reaccionó Teresa alejándose momentáneamente al servicio.

Martina, al ver a su amiga de regreso, no pudo evitar gemir de placer. A la altura de la entrepierna de Teresa se observaba un más que evidente abultado paquete. La morena se acercó a su amiga y le sobó el bulto.

-Me estoy poniendo muy cachonda – casi susurró.

Se agachó a medida que se deshacía del pantaloncito corto de la rubia. Ante ella apareció un pene de plástico grande, de unos 20 centímetros. El consolador se sujetaba firmemente mediante un arnés que rodeaba el cuerpo de Teresa.

-Joder… - soltó antes de agarrar el juguete con una mano mientras la otra se la llevaba directamente a la entrepierna.

Teresa observaba ensimismada cómo su preciosa amiga mamaba aquella polla de plástico arrodillada en el suelo. La adoración que sentía por ella hacía que se excitara más al verla rebajada a esos quehaceres. Sólo las palabras de su amiga, que se separó un instante del consolador, blanquecino debido a los hilillos de saliva, la despertó de su ensoñación.

-Menuda polla tienes, Teresa – sonrió masturbando el dildo y recogiendo todas las babas que allí se adherían.

-¿Quieres que te folle? – el corazón le bombeaba tan rápido, por temor a haberse precipitado, que creyó iba a desmayarse.

¿Qué estaba haciendo? ¿Se estaba liando con Teresa? ¿O aquello sólo estaba siendo un jueguecito? No le gustaban las mujeres, pero se lo estaba pasando tremendamente bien. No quería que nadie se la follara, pero hasta el momento todo había sido muy entretenido, divertido y placentero. Y, al fin y al cabo, Teresa no tenía rabo. Aquello sólo era un trozo de plástico. Era como masturbarse con un consolador.

-Ven, ya verás – la lesbiana intentó reconducir la situación. No le convenía que su amiga pensara demasiado.

Siguiendo las instrucciones de Teresa, Martina se puso a cuatro patas. La rubia acercó la polla sujetada con el arnés a la entrada de su amiga.

-Piensa que es la del tío de las fotos.

-Pero tú eres mucho más guapa – sonrió instintivamente debido al alcohol ingerido.

-Gracias – sonrió debido al amor que sentía por su amiga.

Primero le restregó el dildo por los labios vaginales, provocando los suspiros de anhelo en Martina. Encaró el plástico a la entrada y presionó ligeramente, introduciendo poco a poco el consolador en el coño de la morena.

Martina estaba disfrutando de aquella sensual penetración cuando estiró el brazo alcanzando el cajón de los penes tamaño Blanca. Rozó uno que parecía sobresalir entre el resto. Sintió el liso tacto del glande y la rugosidad del grueso tronco. Lo agarró y se sorprendió al ver los desproporcionados 40 centímetros de réplica de polla de raza negra. No pudo evitar una sonrisa de lujuria.

La novia de Iñigo no llevaba demasiado tiempo lamiendo el enorme pollón que había depositado en el suelo, encarado hacia su boca, cuando sintió que Teresa le agarraba del pelo.

-¿Qué haces con eso, guarra? – se quejó la lesbiana, celosa de la enorme polla de silicona de color negro.

Lo que había empezado con ternura, rápidamente se convirtió en pasión. Mientras Martina asumía los tirones de pelo, sintió cómo las embestidas de Teresa se volvían salvajes. Los roces del grueso pene que la penetraba contra las paredes internas de su sexo la estaban acercando al orgasmo. De repente, su sabia amiga bajó el ritmo, volviendo a tratarla con mero cariño, haciéndola desear que la tratara mal, que la llevara hasta la corrida que tan cerca había tenido.

-¡Joder, Teresa! ¡Fóllame, puta!

La sonrisa en el rostro de la rubia fue el signo previo al nuevo cambio de actitud. Volvió a agarrar la cabellera de su amiga, estirando de ella, para volver a penetrarla con ahínco.

-¿Quieres correrte?

-Sí… - casi suplicó.

-¿Me follarás tú a mí luego? – detuvo el ritmo, desesperando a su amante.

-¡Ostia puta, Teresa! – se quejó, rabiosa por aquella treta.

-Dime… ¿me follarás tú a mí luego? – insistió dándole un nuevo brío a sus penetraciones para calmarse nuevamente.

-Te haré lo que me pidas – sucumbió ante el deseo de correrse.

-Bien, aún hay juguetitos que nos quedan por probar…

La maestría de Teresa hizo que su amiga se corriera al instante. Martina estaba entusiasmada con el buen hacer de su amiga. ¿Tendría razón al decir que, por evidente conocimiento de su propio cuerpo, una mujer podía satisfacer a otra mucho mejor que un hombre?

La morena, aún endiosada por el orgasmo, observó a su amiga mientras se retiraba el arnés que sujetaba la vigorosa polla de plástico. ¿Cuánto placer le había proporcionado su amiga aquella noche? Se sintió en deuda con ella. Una vez recompuesta, cuando su amiga se hubo deshecho del armatoste, se acercó a Teresa.

-¿Esto es lo que quieres? – le susurró sensualmente al tiempo que le acariciaba uno de los senos.

Teresa contestó con una sonrisa y se dejó hacer. Las manos de Martina la desnudaron por completo, acariciándole todo el cuerpo. Aquellos roces estremecían a la lesbiana que no podía evitar evidenciar todo lo que sentía por su amiga.

-Te deseo tanto… - susurró mientras el rostro de Martina se acercaba a la entrepierna de la rubia.

-Oye, tú muy rubia no eres – bromeó al ver la mata de pelo negro en el monte de Venus.

Teresa se tronchaba de la risa, completamente enamorada. En cuanto sintió el dedo de su inexperta amiga rozándole el coño, se corrió al instante.

-¿Ya? – se preguntó extrañada al ver el cuerpo de su amiga convulsionándose.

-Me pones demasiado… - confesó, una vez recompuesta del orgasmo.

-Ya hablaremos de eso – frunció el ceño, preocupada por los sentimientos de su amiga.

-Espera… - se incorporó y fue en busca de un nuevo juguetito.

El dildo de goma era tremendamente largo y acabado en forma de polla a ambos lados. De este modo, ambas mujeres pudieron penetrarse al mismo tiempo con un solo consolador. No fue el único juguete con el que se divirtieron. Martina jamás había probado las bolas anales y Teresa jugó con ellas y el esfínter de su amiga. La morena se lo recompensó usando un pequeño vibrador a pilas que hizo que la lesbiana se corriera salvajemente. Tras probar todo tipo de juguetes y múltiples orgasmos de cada una, las dos mujeres acabaron haciendo un 69.

Teresa, abajo, había aprendido a apaciguar su deseo por la guapa morena y estaba disfrutando del doble placer, retrasando un nuevo orgasmo. Sentía la briosa lengua de Martina abriéndose paso a través de los pliegues de su continuamente encharcado coño mientras se relamía por las mieles del sexo de esa diosa heterosexual.

Martina, más centrada en la comida de coño que le estaban haciendo que en la que ella misma le estaba regalando a su amiga, se comenzó a reír.

-¿Qué es lo que te hace tanta gracia, pillina?

-Nada, nada… estaba pensando en cómo sería eso de hacer tijeritas – Teresa rió a carcajadas mientras las dos amigas se separaban – Los tíos siempre bromean con eso cuando ven a dos chicas juntas – sonrió.

-Pues no te vayas a quedar con la duda.

-Ante la duda…

-… la más tetuda – gimió Teresa masajeando con deleite los grandes pechos de su amiga antes de comerle la boca.

Con maestría fue colocando a Martina como convenía, separándole las piernas para colarse entre medio, abriéndolas ella también. Los sexos de ambas mujeres se acercaron sintiendo el calor que el coño de la otra desprendía.

Cuando se acoplaron convenientemente, Martina sintió el viscoso tacto de los dos coños restregándose entre sí. Los fluidos de una se mezclaron con la lubricación de la otra. Era algo diferente y más placentero de lo que se habría imaginado jamás. Ambas alcanzaron al unísono el último orgasmo, corriéndose una encima de la otra, encajadas a la perfección como dos piezas de un puzle difícil de resolver.

La fiesta de pijamas había acabado como una noche de sexo apoteósico. Teresa había hecho un sueño realidad y Martina había cometido una locura placentera. Pasaron la noche abrazadas. Teresa durmiendo plácidamente, completamente satisfecha. Y Martina sin pegar ojo, dándole vueltas a lo sucedido y las consecuencias que aquello podría ocasionar.

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-¿Por qué no lo intentamos? – casi sollozó Teresa.

-Escucha, cariño, lo que pasó la otra noche estuvo muy bien. Yo lo disfruté mucho, de verdad – quería hacerla sentir bien – pero me arrepiento muchísimo de haberlo hecho. Iñigo no se lo merece, me siento muy culpable. Y tu actitud no me ayuda.

-Martina, estoy dispuesta a dejar a Paz. Quiero estar contigo. Te amo, te he amado siempre.

-Lo siento, Teresa, pero yo no siento lo mismo. No me gustan las mujeres. Lo que yo siento por ti es cariño de amigas, nada más. Y estoy segura que tú sientes lo mismo, pero estás confundida por lo de la otra noche.

-No lo entiendes… estoy loquita por ti… estoy enamorada.

“Igual que Roger”, pensó Martina. “Tendrás que vivir con ello igual que hace él” caviló, pero no dijo nada. Sólo pensó si todo aquello valía la pena. ¿Podría soportar que su mejor amigo y su amiga lesbiana estuvieran enamorados de ella? Con uno lo había sobrellevado, pero con dos era demasiado difícil de llevar. Maldijo lo que fuera que hubiera provocado esa situación. ¿Tal vez estaba demasiado buena? ¿O es que tenía demasiado buen don de gentes? Supuso que eran ambas cosas a la vez, pero no podía evitar ni una cosa ni la otra.

Tras colgar a Teresa, Martina se quedó mirando a su amigo Roger que la observaba con admiración.

-Te lo dije.

-Está bien, tenías razón – gesticuló como indicando la rabia que le daba tener que admitirlo.

-Estás demasiado buena como para no caer rendido a tus pies – le sacó una sonrisa.

-Hablando de pies… me duelen un montón… – se quejó Martina burlándose de Roger y estirándose en el sofá.

-¿Quieres que te haga un masaje? – intentó aprovechar la situación, a pesar de saber que volvería a ser rechazado.

-Creo que es lo justo – le sonrió, recordando todo lo que siempre le había negado a él y permitido a la lesbiana, alegrando a su sorprendido amigo – Pero ni se te ocurra intentar el mismo acercamiento que Teresa – le advirtió.

Nervioso, Roger acarició el precioso pie de su mejor amiga. No creyó que el tacto pudiera ser tan placentero. Más allá de los tiernos abrazos cuando se saludaban, el hombre jamás había tocado a la impresionante morena. Inmediatamente tuvo una erección. Recordó todo lo que Martina le había contado sobre lo ocurrido con Teresa y se imaginó consiguiendo lo mismo… sintió que los calzoncillos comenzaban a humedecerse. Se iba a correr… y, en un acto de locura, sin previo aviso deslizó la mano por la pierna de su amiga, bruscamente, hasta sobarle uno de los muslos.

-¡¿Qué haces?! – se quejó la mujer al tiempo que se retiraba quitándose de encima la husmeadora extremidad que le metía mano.

Observó a Roger entre espasmos. El hombre se estaba corriendo sólo con haberla tocado unos instantes. No se lo podía creer.

-Te amo… - le oyó balbucear.

-Necesito tomarme unas vacaciones – suspiró Martina, resignada, mientras se alejaba en busca de algo con lo que su amigo pudiera asearse.

Comentarios

  1. Buen relato doctor,como los anteriores aunque diferente por el tema de ser entre 2 chicas.Personalmente prefiero que la protagonista sea infiel con un chico pero me ha gustado por la manera en que construyes el relato.Un saludo

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  2. Gracias Tonyruiz.

    Hace tiempo que tenía en mente escribir un relato exclusivamente lésbico y aquí está ya. Por ahora no tengo intenciones de volver a hacerlo así que volverán los chicos :)

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  3. Hola!!
    Gracias por un nuevo relato!!

    Parece que escribir las escenas "de acción" entre dos mujeres, se te da igual de bien que cuando hay hombres y mujeres.

    En tus relatos lo que más suele gustarme es como llegan a tener sexo, y en este caso me parece más flojito que en otras ocasiones. Creo que es porque a Íñigo, Roger y Sabrina, les veo faltos de carisma. Parece que están ahí solo para hacer bulto en el relato. Sobretodo el novio aporta más bien poquito, el toque de infidelidad y ya está, ya que Roger y Teresa podrían tener a Martina como amor platónico, incluso aunque esta fuera soltera en el momento del relato (no por ser soltera tendría que estar con uno de los dos) Roger aún tiene la excusa de aparecer para tener la escena final de amor no correspondido, pero Sabrina está unicamente para que haya una persona más gritando ¡Beso! ¡Beso! en la fiesta de pijamas.

    Además, más que una fiesta de pijamas, igual hubiera sido mejor una cena o algo así, y que luego estuviera Martina tan borracha que se quedara a dormir. Más que nada porque es raro que de repente en una fiesta de pijamas todas se vayan a sus respectivas casas (¿No pensaba quedarse a dormir Martina? ¿Entonces porqué lleva ya el pijama puesto?).

    Bueno que aunque si hiciera un ranking de tus relatos no lo pondría entre los mejores, sigue siendo un buen relato. Y ya tengo ganas de leer tu próximo relato!!

    Besos!!

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  4. Mil gracias por tus comentarios Straccia!

    Si bien es cierto que algunos personajes como Sabrina pueden estar de relleno, lo cual no tiene porqué ser malo a priori, no creo que ese sea el problema. Más bien creo que es que no he tratado a Teresa como el típico personaje masculino que intenta conseguir a la chica. Ese papel está destinado a Roger, que para nada la intención es que estuviera de relleno, al contrario.
    No sé si me explico. Tal vez te hubiera gustado más si Teresa hubiera estado detrás de Martina desde un principio para al final conseguirla, pero es que no era la idea del relato. La idea era un poco más rebuscada y ese puede ser el problema.

    Sobre la fiesta de pijamas y la cena... pues te doy la razón absolutamente. En un principio pensé en la fiesta de pijamas, pero luego quise que las dos chicas se quedaran solas y, aunque noté que forzaba la situación para hacerlo, no caí en cambiar el evento, lo cual hubiera sido más natural. Gracias por el aporte :)

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  5. Muchas gracias! Lo cierto es que mis relatos no suelen ser cortos jeje

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  6. Faltan relatos 2015 Dr. los esperamos ansiosos

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  7. Lo sé, lo sé.

    Lamento muchísimo la tardanza en publicar, pero la falta de tiempo me impide escribir todo lo que me gustaría.

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  8. Me encantan tus relatos, son todos geniales. Uno de los que mas me ha gustado fue el de las amigas vecinas, no me acuerdo ahora como se llama, ese fue estupendo.

    Espero que pronto puedas escribir algo nuevo. tus historias son una pasada.

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  9. Muchas gracias Marisa.

    Creo que te refieres a "La prueba".

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  10. me encanto este relato, me gustaria una continuacion en la que pase algo entre martina y roger y tambien podria pasar algo mas con teresa

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  11. Muchas gracias.

    Pues algo hay en mi mente para continuar esta historia. Otra cosa es que tenga tiempo algún día :P

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  12. Mi muy querido doctor, muy interesantes y amenos sus relatos, pero lastimosamente el AMISTADES PELIGROSAS se estrello, Teresa alabo los senos de su amiga hasta logro tener sexo con ella y que le paso?, no se tomo la molkestia de mencionarlos en todo el relato... que pesar.

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