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Vacaciones en pareja

Sinopsis: Dos hermanas deciden compartir junto a sus parejas unas vacaciones en las que conocerán a una mujer que les trastocará los planes por completo.

—Este año podríamos pasar juntos las vacaciones —le propuso Cristina a su hermana Bea, dando un sorbo a la taza de café del bar donde habían quedado, como hacían regularmente.

—Podría estar bien. ¿Tenéis algo pensado?

—La verdad es que no.

—Tú lo que quieres es que os organicemos nosotros las vacaciones —soltó jocosamente, provocando las risas de su hermana pequeña.

—¡Que va! Pero si tenéis algo preparado, pues nos acoplamos —le sacó la lengua, manteniendo el tono de broma.

Ambas hermanas se llevaban muy bien y, dado que conservaban las mismas parejas desde hacía años, no era extraño que se juntaran habitualmente puesto que las relaciones entre los cuatro eran bastante buenas.

Cristina, con sus 33 primaveras, era una pedazo de hembra. Aunque tenía un cuerpazo, con una cintura delgadita que junto a unas buenas tetas y unas caderas perfectas deliñaban la exquisitez de sus curvas, aún destacaba más si cabe su precioso rostro, adornado con una melena morena, larga y lisa. En conjunto, la novia de Ángel estaba buenísima.

Por contra, Bea, de 37 años, aunque también era guapa, con el pelo más claro y no tan largo, no se podía decir que fuera tan agraciada. Sin embargo, a pesar de tener un cuerpo más normalito, si en algo destacaba por encima de Cristina era en sus grandes melones. La novia de Rafa no estaba nada mal, pero no era un pibón como su hermana.

—Pues veniros esta noche a casa y lo hablamos los cuatro —propuso Cristina.

—Vale —aceptó Bea finalmente, antes de dar el último trago de su café.

Ya durante la cena, tanto Ángel como Rafa estuvieron conformes con la propuesta de las mujeres, comenzando a divagar sobre posibles destinos.

—Hacemos playita, ¿no? —propuso el novio de Bea.

—Sí, a ver si coges algo de color —bromeó su cuñado.

—¡Oye! —se quejó jocosamente el aludido.

—A ver, un poco blanco sí que estás, cariño —intervino la novia, provocando las risas de todo el grupo.

Ángel tenía la misma edad que Cristina y, sin duda, estaba a la altura de su chica. Con el pelo moreno y muy cortito, solía dejarse barba de pocos días, lo que le daba un aspecto muy atractivo con el que, unido a su cuerpo bien tonificado a base de mucho deporte, se le podía calificar de tío bueno.

Del mismo modo, Rafa, que era el mayor de todos con 38 años, también estaba acorde a su pareja. No era ni tan guapo ni tan fuerte como su cuñado, aunque para nada era feo ni escuálido, y la expresión de su rostro, junto al pelo rubio peinado de punta, le conferían un cierto aire de pillo.

Finalmente, tras una divertida noche llena de buen rollo entre las dos parejas, decidieron el destino. Las siguientes vacaciones las pasarían juntos en un apartamento cercano a la costa.

Unas cuantas semanas después, en pleno agosto, los cuatro se encontraban tomando el sol en la playa, relajándose tras un duro inicio de año.

—¡Madre mía, qué calor! —soltó Rafa, incorporándose para quedarse sentado en la toalla.

—¿Nos damos un bañito? —propuso Ángel, abriendo ligeramente un ojo para adaptarse a los rayos de sol que pegaban con fuerza.

—Id vosotros —intervino Cristina—. Estoy tan a gustito…

Ángel se inclinó, marcando sus abdominales debido a la postura para darle un beso a su chica, que sonrió al sentir las caricias en su vientre.

—¿Nos traéis luego algo fresquito del chiringuito? —Bea se dirigió melosamente a su novio.

—Si vamos a tomar algo no sé si volveremos —bromeó Rafa.

—¡Sois idiotas! —Cristina se hizo la ofendida, dando media vuelta para ponerse boca abajo.

Rafa no pudo evitar que se le fueran los ojos instintivamente, echando un disimulado vistazo al precioso culo de su cuñada, que se mostraba más respingón de lo habitual gracias a la pieza del bikini en forma de braga brasileña que parecía realzárselo. Pero en seguida retiró la mirada.

Mientras los dos hombres se refrescaban en el agua, Bea y Cristina se quedaron en las toallas bronceando sus preciosos cuerpos. Recibiendo una buena dosis de vitamina D que, adentrándose por cada uno de sus poros, les provocaba una placentera sensación, erizándoles poco a poco la piel, ya caliente, y transportándolas a un paradisiaco oasis imaginario de…

—¡Ay! —las dos hermanas despertaron de su ensoñación en cuanto notaron la arena que cayó sobre sus encendidos cuerpos.

—¡Nil! —gritó Marta, echándole la bronca al pequeño que las había molestado—. Disculpad a mi hijo…

—No pasa nada —intervino Bea, quitándole hierro al asunto.

—Son niños —añadió Cristina, sonriente.

—¡Pues el mío me tiene loca! —le correspondió, devolviéndole la sonrisa.

—Mamá, ¿aquí está bien? —preguntó el chico, que estaba deseoso por salir corriendo hacia el agua.

—Está bien, Nil —le confirmó la madre—. Si no os importa… —se dirigió a las dos hermanas que seguían sobre sus toallas, aunque incorporadas para deshacerse de la arena.

—Claro que no.

Marta, una morena divorciada de 42 años, no había perdido ni una pizca del atractivo que siempre había atesorado. Delgada y con unas buenas curvas, tenía poco que envidiar al cuerpazo de Cristina. Y, aunque no era tan guapa, poseía unos sensuales rasgos que le dotaban de mucho morbo. La madre de Nil era una madurita más que apetecible.

Las tres mujeres comenzaron una distendida conversación mientras el chico de 11 años, con su bonito rostro de niño malo, se marchaba como loco para el agua.

—Aquí tenéis —las interrumpió Rafa al cabo de un rato, entregándoles las bebidas bien fresquitas que había ido a buscar al chiringuito.

—Gracias —sonrió Cristina, agradecida.

—Mira, esta es Marta —se la presentó Bea, repitiendo el gesto con Ángel, que venía tras los pasos de su cuñado.

—Encantada, chicos.

La mujer en seguida se sintió atraída por el cuerpazo del novio de Cristina, que aún estaba algo mojado por el reciente baño y unas pocas gotas resbalaban por su fornido torso, provocando la lasciva mirada femenina, que duró tan solo un instante.

—¿Sabéis que somos vecinos? —Bea encauzó la conversación.

—¡Sí! Marta vive en la misma urbanización donde tenemos el apartamento —añadió Cristina.

—¡Vaya, qué casualidad! —se sorprendió Ángel, sonriendo amablemente.

Mientras el niño seguía jugando en el mar, los cinco adultos prosiguieron la charla. A ambas parejas les cayó bien Marta y decidieron quedar para volver a verse en la playa al día siguiente.

La nueva compañía le vino bien a la madre de Nil, pues la mayoría de conocidos estaban de vacaciones y, más allá de su ex, con el que compartía la custodia de su hijo y con el que no tenía demasiadas ganas de quedar, no gozaba de tantas opciones con las que hacer planes durante esas fechas estivales.

Debido al carácter alegre y extrovertido de Marta, no hizo falta demasiado para que la amistad con Cristina y Bea se consolidara rápidamente. Además de encajar en la forma de ser, tenían muchas más cosas en común, como el gusto por el sol y la playa o la afición por la ropa.

Así, una tarde, mientras Nil estaba con su padre y las tres mujeres se iban de compras, Ángel y Rafa aprovecharon para tomar algo en un bar.

—Tío, el otro día estaba viendo que no demasiado lejos de aquí hay un sitio para hacer submarinismo —comenzó la conversación el novio de Cristina, dándole un trago a la cerveza bien fría que le acababan de servir.

—Hostia, podría estar bien para pasar el día fuera, ¿no?

—Sí, y así nos quitamos de encima a Marta —alzó la copa, buscando el brindis con su cuñado.

—¡Calla ya! Que está bien buena la cuarentona.

—Eso es cierto —sonrió.

—En realidad el problema es el chaval —aclaró Rafa.

—¡Y tanto, joder! Hemos venido a pasar unas vacaciones de puta madre con nuestras chicas y parece que estemos todo el día haciendo de niñeros…

—¡Tú lo has dicho, cojones!

—¡Por Marta! —bromeó Ángel, volviendo a brindar.

—Pero sin Nil —aclaró Rafa, provocando que ambos rieran antes de pegar un buen sorbo de cerveza.

Precisamente, esa misma noche habían quedado para cenar en casa de Marta, que vivía en la parte menos turística de la urbanización, donde los apartamentos contaban con jardín propio.

—Joder, menuda piscinita guapa tienes aquí montada —soltó Rafa cuando salieron fuera, después de que la dueña terminara de enseñarles la parte interior del piso.

—No me puedo quejar, así Nil no me da la tabarra cuando no puedo acompañarlo a la playa —bromeó.

—Podemos darnos un bañito después de cenar —propuso Ángel.

—¡Sí, hombre! —se quejó Cristina, pensando que debía ser Marta quien los invitara.

—No pasa nada —intervino la anfitriona—. Para quien le apetezca… ahí está —sonrió tenuemente.

—Estos se apuntan a un bombardeo —añadió Bea jocosamente, rodeando a su chico con un brazo para acariciarlo a la altura del pecho.

—Ya veo, ya… —acabó mostrando completamente su bonita sonrisa.

Mientras cenaban, tal y como habían estado organizando durante la tarde, Ángel y Rafa propusieron pasar un día fuera para practicar submarinismo. A Cristina le agradó la idea, aunque a Bea, que no era tan deportista como su hermana, no le acababa de hacer gracia.

—El sitio está un poco lejos —explicó Ángel—. Habrá que coger el coche y…

—¿Pero habéis visto que para el finde está completo? —le interrumpió Cristina, navegando por la web que su chico les había compartido.

—Pues no, la verdad —confesó Rafa, provocando inmediatamente las risas de las dos hermanas.

—Tendría que ser mañana entonces —aseguró Bea—. ¿Tú te apuntarías? —se dirigió a Marta.

—Me encantaría, de verdad, pero justo mañana celebramos el cumpleaños de Nil —sonrió.

—No nos habías dicho nada… —se interesó Cristina afablemente.

—Bueno… es que hay que organizarlo todo y es un poco de follón y no quería…

—¡No digas tonterías! —la cortó Bea—. Nosotras te ayudamos —se ofreció, mirando a su hermana pequeña para que se diera por aludida.

—Sí, claro —reaccionó Cristina.

—¡Anda, ya! —rió Marta—. Id a pasar el día con vuestros chicos, que estáis de vacaciones.

—¡Pero si es que yo no quiero hacer submarinismo! —confesó Bea, haciendo reír al resto.

Cristina se fijó en su novio y, sin necesidad de hablar, supo lo que pasaba por su cabeza.

—Id vosotros si queréis —se dirigió a Ángel, acercándose para hacerle una carantoña.

—¿No os importa? —Rafa se quiso asegurar.

—Fijo que estáis deseando perdernos de vista —chasqueó Bea.

—Sabes que no, tonta —se arrimó a su chica para darle un beso.

—Qué bonita estampa… —se cachondeó Marta mientras observaba los arrumacos de las dos parejas.

—A ti hay que buscarte un novio pero ya —reaccionó Cristina jocosamente.

—Mejor un follamigo —bromeó, provocando la algarabía del grupo, que al instante se abrigó de chanzas y comentarios graciosos, intensificando más si cabe el buen ambiente que ya se respiraba.

Finalmente, como Rafa y Ángel tendrían que madrugar al día siguiente, decidieron dar la noche por concluida más temprano de lo previsto, regresando al apartamento y dejando el baño en la piscina para otra ocasión.

Una vez a solas en la habitación, recostada sobre la cama, Bea se dirigió a su chico, que estaba terminando de cambiarse.

—Vendréis para el final de la fiesta, ¿no?

—¿Hay que cantarle cumpleaños feliz? —ironizó Rafa, provocando la mirada de pocos amigos de su novia—. Que sí… —concluyó finalmente, sonriendo antes de tumbarse a su lado para darle un beso de buenas noches.

—Más os vale —relajó el gesto, recibiendo con agrado el contacto de los labios masculinos mientras deslizaba una mano dentro de la ropa interior de su hombre—. Habrá que darle una buena despedida a esto… —sonrió, rodeando el miembro que en seguida se puso morcillón, antes de comenzar a mover el puño lentamente, arriba y abajo, sintiendo cómo se iba enardeciendo, hasta terminar de endurecerse completamente.

—Uf… —se relajó él, bajándose los calzoncillos para disfrutar del buen hacer de Bea.

—Me encanta lo gorda que se te pone… —le besó, sin dejar de masturbarlo, regalándole una más que placentera paja de despedida.

Mientras, a solas en su amplia cama, Marta cerró los ojos, buscando quedarse dormida, pues estaba inquieta, sin poder quitarse de la cabeza todo lo que tenía que organizar al día siguiente. Poco a poco, sus pensamientos se fueron desviando hacia su ex, al que maldecía que ni siquiera fuera a aparecer en la fiesta de cumpleaños de su hijo. Aunque por otro lado, sería mejor así…

Recordó la última vez que había dormido abrazada a un hombre y un gusanillo se adueñó de su estómago. No había estado con ninguno desde su separación, hacía algo más de un año. Sintió como el cosquilleo se deslizaba lentamente por su bajo vientre. Se llevó una mano a la entrepierna y soltó un leve gemido. Se sintió culpable. Estaba humedecida. Y el motivo no era su ex precisamente. Le costó conciliar el sueño.

Ya por la mañana, minutos antes de que sonara el despertador, Ángel comenzó a sobar a su novia, que aún dormía, deleitándose con el turgente tacto de sus apetecibles senos.

—¿Qué haces? —comenzó a desperezarse.

—Mira como estoy… —con la mano libre, guió a Cristina hacia su entrepierna.

Ella le palpó el paquete instintivamente, notando su evidente dureza, pero retirándose en seguida.

—¿Quieres que nos oiga mi hermana? —se quejó, dibujando una leve sonrisa.

—Vale…

—Qué tonto eres… —sonrió aún más, percibiendo cómo la mano de su chico se deslizaba por su vientre, comenzando a colarse bajo las braguitas con las que había dormido—. Cielo…

—Chis… —le pidió silencio.

—Sabes que como me enciendas… —le advirtió, permitiéndole la incursión del dedo que poco a poco avanzaba por su rasurado pubis, hasta sentir el contacto con su clítoris, donde se entretuvo unos instantes—. Para… —casi gimoteó, sujetándolo por la muñeca, antes de percibir cómo percutía, deslizándose entre sus pliegues, que comenzaban a humedecerse.

Él la besó con pasión, agarrándose los pantalones para tirar de ellos, desnudándose mientras se ponía a horcajadas sobre Cristina.

—Ángel… —se quejó una última vez, sintiendo cómo el dedo de su chico se adentraba entre sus carnes—. Uhm… —gimió.

—Chis… uno rápido —sollozó, retirando la tela de la ropa interior femenina a un costado y encarando su erecto pene para comenzar a penetrarla, obligando a Cristina a ahogar sus jadeos mientras se abría de piernas.

De repente, se oyeron un par de golpes en la puerta del dormitorio.

—¿Ángel? —susurró Rafa.

—Mierda… es la hora —soltó el aludido en voz baja, sin dejar de follarse a su chica.

—No te vayas… —suplicó, forzando una cara de niña buena.

—Voy en seguida —alzó la voz para que le escuchara su cuñado.

—De eso nada —sonrió ella, agarrándole las nalgas.

—Ok —se oyó a través de la puerta.

—No le puedo hacer esperar tanto —replicó Ángel—. ¿Quieres que le diga que pase? —bromeó.

—Vale —contestó jocosamente, poniendo cara de zorra.

El novio de Cristina sonrió, dándole un beso antes de apartarse definitivamente.

—Jo… —se quedó ronroneando en la cama, cachonda perdida, mientras contemplaba como su chico terminaba de arreglarse para salir al encuentro de Rafa.

Tal y como habían quedado, mientras los hombres pasaban el día fuera, Bea y Cristina ayudaron a Marta a preparar el cumpleaños para que estuviera todo listo cuando llegaran los invitados, antes del mediodía.

A la fiesta asistieron varios amigos de Nil, todos entorno a los 12 años, que iban llegando a medida que sus padres los acercaban. También estaba invitado su primo mayor, Borja, que fue de los últimos en aparecer.

—¡Hola, guapo! —lo saludó Marta efusivamente, dándole un afectuoso abrazo.

—Vale, vale, tía —sonrió el adolescente, apartándola como si le diera vergüenza—. Mira, este es mi amigo Nico —le presentó al chico con cara seria que estaba justo a su espalda.

—¿Tú también te apuntas a la fiesta? —sonrió la madre de Nil.

—Bueno, ya que he tenido que traer en coche a este mocoso… ¡qué remedio! —se burló de Borja amistosamente, dándole un pequeño capón en la cabeza.

—Como este año no me podía traer el tío…

Marta pareció percibir una extraña sonrisa en su sobrino, pero pensó que eran imaginaciones suyas y no le dio mayor importancia.

Con todos los invitados ya presentes, mientras los chicos se dirigían a la piscina para darse un baño antes de comer, las tres mujeres, observándolos, iniciaron una nueva conversación.

—Oye, y esos dos, ¿qué edad tienen? —inquirió Cristina.

—El de la barbita es mi sobrino. Tiene 17, pero este último año ha pegado un buen estirón — aclaró, sin poder evitar una sonrisilla de cierto orgullo al ver el hombre en el que se había convertido.

A pesar de ser aún menor, Borja era un adolescente muy desarrollado, bastante alto y delgado, con el cuerpo todo fibrado, pero sin excesos. Además, al igual que su primo, era tremendamente guapo. Tenía la piel morena, el flequillo ligeramente de punta y una incipiente barba que no acababa de disimular su tierna edad.

—Vale, ya decíamos nosotras que nos parecían mucho más mayores que tu hijo y el resto de niños —añadió Bea, sonriente.

—Sí, lo que pasa es que como en estas fechas hay muchos amiguitos de Nil que no pueden venir porque están de vacaciones, pues desde siempre hemos invitado a su primo.

—¿Y el otro? —inquirió Cristina, fijándose en el compañero de Borja.

—Es un amigo de mi sobrino, pero la edad ni idea. Aunque debe ser mayor, porque lo ha traído en coche.

Cristina aún seguía contemplando a Nico cuando el chico de 19 años, que aunque no era tan alto como Borja tenía un aspecto mucho más adulto, con la cabeza casi rapada y una intensa mirada de ojos verdes, se deshizo de la parte de arriba de su vestimenta, descubriendo su cuerpazo lleno de tatuajes.

Los tentáculos rojos que ya se intuían bajo la manga de la camiseta pertenecían a una especie de diosa que cubría todo su hombro, hasta la mitad del fibrado bíceps. En la espalda exhibía un enorme tribal que se extendía a lo largo de toda la parte superior, desde un omoplato al otro. Ya en la parte frontal, mostraba dos pequeñas cruces de Hierro justo encima de cada uno de los costados de sus fornidos pectorales. Y en uno de los laterales, cruzando verticalmente sus marcadas abdominales, lucía la silueta de una mujer semidesnuda, de espaldas, que parecía broncearse con el sol que tenía dibujado justo debajo de su ombligo. El chico daba toda la impresión de haber salido de la cárcel recientemente.

—Joder con el niño… —soltó la novia de Ángel, provocando las carcajadas de las otras dos mujeres.

—Venid, que os presento a mi sobrino —exhortó Marta, cogiendo a las dos hermanas del brazo para que la siguieran—. ¡Borja! —llamó su atención.

—¿No tenéis calor con tanta ropa? —fue lo primero que dijo, sonriendo, mientras se acercaba a las tres pedazo de hembras que requerían su atención.

—Ahora tomaremos un poquito el sol, ¿no, chicas? —Marta se dirigió a las otras dos.

—¡Claro! —contestaron al unísono.

—Mira, Borja, estas son unas amigas, Cristina y Bea.

—Encantado, pero para refrescarse, ¿no es mejor un bañito? —propuso alegremente mientras les daba los dos besos de rigor, aprovechando para acariciar sutilmente los excitantes cuerpos de las dos hermanas, sujetándolas por la cintura y alargando el contacto un par de segundos más de la cuenta.

—Eso cuando ya estemos bien calientes de tomar el sol —replicó Cristina con cierta picardía, intentando intimidarlo, pues no era precisamente la primera vez que tenía que lidiar con las típicas insinuaciones masculinas y Borja, al que caló inmediatamente, no era más que un crío.

Pero el sobrino de Marta no tuvo tiempo de reaccionar cuando Nico, que acababa de salir del agua, luciendo la imponente imagen de su cuerpazo todo mojado, hizo acto de presencia, endiosado por la iluminación de los potentes rayos de sol que se proyectaban a su espalda.

—¿No me presentas a estos bellezones? —sorprendió a las mujeres, que no se esperaban su repentina aparición ni mucho menos su pequeña desfachatez—. No os doy dos besos porque os voy a poner chorreando —mostró una sonrisa ligeramente perversa.

—No pasa nada… —aseguró Cristina.

—Podremos vivir sin ello —añadió Bea, con cierto desdén, aunque sin darle mayor importancia.

—Pero yo igual no. Me debéis unos besitos —bromeó con gracia, sacándoles una sonrisa a las dos treintañeras.

—Pues nada, cuando te seques ya nos avisas —intervino la novia de Ángel jocosamente.

Tras concluir las presentaciones con los dos mayores, tal y como habían dispuesto, Marta, Bea y Cristina se fueron a cambiar. No tardaron en volver, ataviadas con sus respectivos bikinis de color negro, azul y rosa con los que dejaban poco a la imaginación, mostrando gran parte de su ya bronceada piel. A cual más morbosa, aprovecharon para tomar el sol mientras los críos se bañaban en la piscina.

—Primo, ¿queréis jugar a sopapo? —le preguntó Nil a Borja.

—Anda, vete con tus amigos y no molestes, niño —le contestó Nico de malas maneras.

—Mejor luego, Nil —medió Borja, queriendo suavizar las palabras de su compañero, pues era consciente de que su primo pequeño pensaba que le seguían gustando las mismas cosas, pero eso ya formaba parte del pasado.

Cuando el hijo de Marta se marchó con sus amigos, Nico y Borja volvieron a quedarse a solas en la esquina de la piscina desde donde podían observar la majestuosa presencia de los tórridos cuerpos femeninos tostándose al sol.

—Vaya pibón la puta Cristina —soltó el mayor de edad, prestando especial atención a la novia de Ángel, a la que estaba devorando con los ojos.

—Ya te digo. Y las peras de Bea… ¡puf! —desviaron la mirada hacia los enormes pechos que fluctuaban cada vez que la mayor de las hermanas se movía ligeramente.

—Sí, sí, vaya melones tiene esa zorra. Aunque no está tan buena como la otra.

—¿Estarán solteras?

—Lo dudo —contestó Nico con seguridad—. ¿Pero tú has visto a algún maromo? —sonrió.

—No.

Ambos dibujaron unas muecas llenan de perfidia.

—No veas con tu sobrinito —sonrió Cristina, dirigiéndose a Marta.

—¿Qué? —inquirió ingenuamente.

—Pues que me parece a mí que es más espabilado de lo que te crees…

—¡Anda ya! —reaccionó la madre de Nil—. Si Borja no es más que un crío…

—Sí, sí. Y el otro también, ¿no? —sonrió Cristina.

—Y si son amigos… —añadió Bea con suspicacia.

—Pues… —Marta se detuvo unos instantes, cavilando— no me quiero imaginar de lo que estarán hablando ahora mismo —concluyó.

Las tres mujeres, risueñas, desviaron la atención con disimulo hacia los dos chicos. Los pillaron mirándolas.

—¡Vaya tela! —soltó Marta.

—Me da la impresión de que tu sobrino ya no está muy interesado en los cumpleaños de tu hijo —afirmó Bea jocosamente.

—A no ser que os invite cada año —bromeó la madre de Nil, provocando las risas femeninas.

Tras el baño de los chicos y la sesión de bronceado femenino, llegó la hora de comer. Las mujeres habían preparado un picoteo variado que degustarían en el jardín, junto a la piscina. Durante la comida los niños decidieron que, después de cantar el cumpleaños feliz, harían un campeonato a la consola. Borja y Nico propusieron el FIFA, mientras que Nil y el resto de sus amigos querían jugar al Fornite. Ganó la mayoría, así que cuando los más pequeños se fueron a viciar, los otros dos volvieron al agua.

—Por cierto, ¿cuántos años tiene tu tía? —se interesó Nico al ver cómo Marta salía al jardín para encenderse un cigarro.

—Ni idea. Pero es mayor. ¿Unos cuarenta? —preguntó sin mucho interés.

—Pues yo no le haría ascos —sonrió, haciendo reír a Borja.

—¡Anda ya, que podría ser tu madre!

—Y la tuya, ¿no te jode?

—Pues casi… pero es mi tía, no mi madre.

Borja centró su atención en la hermana pequeña de su padre, observando sus sensuales gestos cada vez que daba una calada y la perfecta figura ataviada únicamente con el excitante bikini de color negro. No pudo evitar recordar la cantidad de veces que se la había meneado pensando en ella.

—La verdad es que…

—¿Qué? —se interesó Nico.

—La verdad es que mi tía está bien buena —confesó, provocando las carcajadas de su amigo.

—Una MQMF.

—Una madre que me follaría…

—Vaya tres zorrones… —susurró Nico al ver a las dos hermanas saliendo para hacer compañía a Marta.

—¡Oye, que una es mi tía! —se hizo el ofendido, intentando ahogarlo.

Los dos amigos se enzarzaron en una batalla para ver quién lograba sucumbir al otro. Aunque Borja puso en aprietos a Nico, el mayor de edad poco a poco fue sometiendo al más pequeño, que opuso resistencia, pero acabó derrotado.

—¡Chicos! —les gritó Marta—. ¡Que nos vais a mojar!

—Eso queremos —reaccionó su sobrino, intentando salpicarlas echándoles agua con las manos.

Las tres mujeres salieron corriendo, ofreciéndoles un bonito espectáculo a los dos chavales, que no quitaron ojo viendo cómo les botaban las tetas, especialmente a Bea, pues aunque las otras iban bien servidas, ella las tenía especialmente voluminosas.

—¡Venid al agua, cobardes! —bromeó Nico, observando cómo cuchicheaban entre ellas.

—Nos metemos con una condición —propuso Marta finalmente, aún jadeante por la reciente carrera.

—Que nos dejéis estar tranquilas en el agua —añadió Cristina, provocando las risas del chico mayor de edad.

—¿Tenéis miedo de lo que os pueda pasar? —dibujó una sonrisa burlesca.

—Yo sí, temo por mi hermanita —bromeó Bea, dándole un cariñoso achuchón a Cristina.

—No sabía que erais hermanas —intervino Borja, mirando y sonriendo de soslayo a su amigo.

—Bueno, ¿hay trato o no? —insistió la novia de Ángel, logrando que los dos chicos dieran su brazo a torcer.

Con Borja y Nico ocupando el lado de la piscina más hondo, las tres mujeres se refrescaron en la zona donde menos cubría, pudiendo mantener una relajada conversación mientras observaban a los pequeños que jugaban a la consola.

—Se me hace mayor… —soltó Marta ligeramente apesadumbrada—. Hace nada no era más que un bebé y… —Algo le vino a la mente—. Pobre…

—¿Pobre por qué? —inquirió Bea.

—Pronto entrará en la mejor época —sonrió Cristina—. Empezarán a gustarle las chicas, experimentará nuevas sensaciones… —les guiñó un ojo—. ¡Qué recuerdos! —sintió cierta nostalgia de su adolescencia, pero sobre todo de su juventud, cuando mantuvo sus mejores relaciones sexuales, justo antes de estar con Ángel, y no pudo evitar una pícara sonrisa.

—Os voy a contar una cosa… —sonrió Marta nerviosamente—. Es una tontería pero…

—Pues ahora estoy intrigadísima —rio Bea.

—Nil, desde bien chiquitito, siempre ha sido muy competitivo —observó a su hijo echando la partida junto a sus amigos del cumpleaños—. Y la verdad es que todo se le da muy bien. Es bueno en los deportes, con los estudios, jugando a la consola… —lo oyeron celebrar una victoria justo en ese momento.

—Y es guapo —añadió Cristina, provocando la orgullosa sonrisa de su madre.

—Con las chicas no tendrá problemas —concluyó Bea, sonriente.

—Ahí está la cuestión —la sonrisa de Marta se tornó más apagada—. Tiene un pene bastante chiquitito —puso cara de circunstancias, como restándole importancia—. Y ahora que se hace mayor… me preocupa que pueda tener complejo.

—¡Anda, ya! —reaccionó Bea instintivamente.

—Creo que no va a llevar muy bien lo de no ser el mejor en algo —confesó Marta.

—A ver —intervino Cristina—, todas sabemos que contra más grande mejor —sonrió con cierta picardía—. Pero tampoco es imprescindible.

—Exacto —dijo Bea.

—¡Tú calla! —saltó su hermana—. Que de Rafa no te puedes quejar —provocó las risas de Marta.

—A ver, va bien dotado. No súper bien, pero bien —concluyó con una sonrisilla socarrona.

—¿Cuánto es bien dotado? —sonrió Marta, empezando a sentirse ciertamente interesada en el tema.

Bea sacó las manos del agua, extendiendo los dos índices para separarlos unos 18 centímetros.

—Joder… —soltó la anfitriona, que le pareció un buen tamaño—. ¿Y la de Ángel? —se dirigió a Cristina, comenzando a sentirse excitada con la conversación.

—Es más bien normalita… —repitió el gesto de su hermana mayor, dejando una separación entre sus dedos de unos escasos 16 centímetros, lo que provocó una ligera sensación de decepción en la madre de Nil.

—Pues me temo que mi pequeño ha salido a su padre… —Marta puso cara de circunstancias, indicando una ridícula distancia de 13 centímetros.

—Pero te daba placer, ¿no? —preguntó Bea retóricamente.

—Sí, pero…

—Pero donde esté una buena polla… —concluyó Cristina jocosamente, provocando las risas de las tres mujeres.

—¡Borja! —gritó Marta al girarse para descubrir las manos de su sobrino asiéndola sorpresivamente por la cintura justo antes de hacerle una aguadilla.

Las dos treintañeras se dieron la vuelta al instante, observando cómo Nico, con el semblante sonriente, se acercaba a ellas lentamente.

—Habíamos llegado a un acuerdo —aseguró Bea.

—Hemos esperado un buen rato y ya empezábamos a aburrirnos…

—Pues id a jugar a la consola con los otros niños —se burló Cristina graciosamente, sacándole la lengua.

—Prefiero jugar a cosas de mayores —soltó con chulería, abalanzándose hacia delante con rapidez y provocando las risas de las dos hermanas, que procuraron salir huyendo.

—¡Nico! —gritó la novia de Ángel, más divertida que molesta, sin poder esquivar las manos del chico que se aferraron con fuerza a sus costados—. ¡Bea! —pidió auxilio, risueña, mientras percibía los dedos masculinos comenzando a deslizarse por todo su vientre debido a los forcejeos por intentar liberarse.

De repente, los manoseos de Nico provocaron que Cristina tuviera un súbito flash de lo ocurrido esa misma mañana a primera hora, cuando su chico comenzó a follársela, dejándola a medias por culpa de la presencia de su cuñado y quedándose con ganas de más. Por suerte esa sensación desapareció en seguida.

—¡Deja en paz a mi hermana! —bromeó Bea, que regresó en su auxilio para sujetar al muchacho por los brazos, pudiendo percibir su fuerte musculatura.

Un sonriente Nico, disfrutando de la situación, aprovechó para seguir sobando a Cristina que, con tanto revuelo, no pareció percatarse del dedo con el que comenzó a colarse sutilmente bajo la tela del bikini, rozándole descaradamente las caderas mientras obligaba a que Bea se esforzara, forzándola a que le aplastara las enormes tetas contra la espalda, lo que le permitió apreciar perfectamente lo grandes que las tenía.

—¡Cuidado! —gritó Marta, divertida al ver como su sobrino, que la acababa de liberar, iba en ayuda de su amigo.

Pero Bea no tuvo tiempo de reacción cuando notó las manos de Borja asiéndole por debajo de las axilas, tirando de ella para separarla de su colega. La mayor de las hermanas se aferró con fuerza a los bíceps de Nico, sintiendo cómo se endurecían. Sin duda estaba bastante más fuerte que Rafa.

El menor de edad tuvo que emplearse a fondo, recuperando terreno con sus dedos para tener un mejor agarre, comenzando a entrar inevitablemente en contacto con la pieza del bikini que cubría los enormes pechos de Bea. El chico no tardó en sentir el carnoso tacto, procurando recrearse disimuladamente, cuando su tía le asió por la cabeza para intentar sumergirlo.

Los cinco siguieron enzarzados en una entretenida batalla dentro del agua en la que las tres hembras se llevaron unas cuantas sobadas por parte de los dos chicos, pero nada que no fuera justificable debido a los forcejeos. Mas no por ello pasaron desapercibidas. Marta, Bea y Cristina pudieron sentir alguna que otra mano aferrándose a sus nalgas, ciertos dedos despistados entrando en disimulado contacto con sus pechos e, incluso, los inevitables roces de los jóvenes paquetes masculinos restregándose sutilmente contra sus endiosados cuerpos de mujeres hechas y derechas.

—¡Vale, vale, vosotros ganáis! —pararon de pelear, sintiendo cómo los corazones les bombeaban con fiereza después de que, tras unas cuantas ahogadillas, los dos críos las sometieran definitivamente.

—¿Ya? —inquirió Nico con expresión burlesca.

—Es tarde —se excusó Marta—, seguro que pronto vienen a buscar a algunos de los amigos de Nil —sonrió, dirigiéndose hacia las escaleras para salir de la piscina.

—No habéis aguantado mucho. Estáis mayores, eh —se mofó Borja.

—Ahora cuando vengan nuestros chicos jugáis con ellos —contraatacó Cristina con toda la intención.

Los dos amigos se miraron disimuladamente.

—Igual nos duran menos que vosotras —reaccionó el mayor de edad, cachondeándose.

—No lo creo… —soltó Bea sin demasiado énfasis, como restándole importancia, mientras se alejaba a nado en dirección a la casa sin poder evitar el recuerdo de los fuertes brazos de Nico, lo que le hizo dudar seriamente de si Rafa sería capaz de derrotarlo en una hipotética lucha por ver quién lograba hacerle una ahogadilla al otro.

Cristina comenzó a seguir a su hermana cuando el mayor de los dos amigos llamó su atención.

—Morena, ¿te gustan los tatuajes? —se acercó a ella braceando pausadamente.

—Sí, claro —se detuvo, esperando qué más tenía que decir mientras observaba a Borja saliendo de la piscina.

—Me he fijado en el tuyo. Te quedan bien esas estrellas —le agarró con suavidad el antebrazo, acariciándole brevemente el discreto tatuaje.

—Gracias.

El chico guardó silencio, esperando acontecimientos, pero Cristina tenía demasiadas tablas.

—¿No vas a decir nada de los míos? —bromeó.

—No están mal —sonrió, divertida con la conversación.

—Me los ha hecho un amigo.

—Vaya… ¿Tienes un amigo tatuador?

—Yo también lo soy —marcó una sonrisa triunfal, pues había encauzado la conversación justo hacia donde pretendía.

Mientras, en el interior de la casa, saliendo del cuarto de baño tras intentar contactar con Rafa sin éxito alguno, Bea se topó con Borja.

—Como se entere que la espías… —bromeó, sobresaltándolo, pues el chico estaba en el pasillo, observando con cierto disimulo el interior de una de las habitaciones.

El menor de edad se giró hacia Bea, sonriente.

—Es que me gusta contemplar cosas bonitas… —chasqueó, bajando la mirada en dirección al generoso busto femenino.

—Ya veo, ya… —aguardó unos segundos, alucinando con el descaro del chaval, que no le quitaba ojo de las tetas— ¿Te gustan? —inquirió, en un claro tono de reproche.

—No están mal —contestó con gracia, provocando que Bea sonriera ligeramente.

—Pues mejor no las mires tanto —le recriminó en un tono jocoso justo cuando Marta, que había estado poniéndose una camiseta para estar por casa, salió de la habitación, haciendo que tuvieran que dar la conversación por concluida precipitadamente.

En ese mismo instante, Cristina y Nico, que no se habían movido de dentro del agua, aún seguían charlando.

—Pues alguna vez se me ha pasado por la cabeza hacerme un tatuaje nuevo —descansó la espalda contra la pared de la piscina, relajada.

—¿Y ya has pensado en algo? —se acercó a ella, apoyando las manos en los bordes, a cada uno de los costados de Cristina, casi rodeándola, pero sin llegar a tocarla.

—Bueno… tal vez un corazón anatómico con las iniciales de mi chico y mías —sonrió.

—¿Y dónde lo quieres?

—Eso no lo tengo claro todavía. No sé si en el tobillo, la muñeca…

—Puedo ayudarte a decidir —mostró una mueca de suficiencia.

—Vale —sonrió, sin darle importancia.

—Vamos fuera y así puedo echarte un vistazo —separó uno de los brazos para juntarlo con el otro y, antes de que Cristina pudiera protestar, se alzó con suma facilidad, emergiendo del agua ante la atenta mirada femenina.

La novia de Ángel decidió ir nadando con parsimonia hasta las escaleras, ofreciendo a Nico la posibilidad de observar el precioso espectáculo de su cuerpazo todo empapado saliendo lentamente de la piscina.

—Será que no me has echado ya unos cuantos vistazos —se quejó con gracia.

—¿Y te molesta? —le miró a los ojos.

—Mientras no pase de ahí…

El muchacho sonrió, acercándose a ella mientras desviaba la mirada para comenzar a recorrer la anatomía de Cristina, desde sus buenas tetas, pasando por su vientre plano y las curvas de sus caderas, hasta el final de sus piernas.

—Yo descartaría la muñeca. —Llegó hasta su altura—. El tobillo podría valer, pero… —Alzó una mano—. ¿Qué te parece por aquí? —deslizó un dedo muy suavemente por uno de los costados femeninos, erizándole la piel.

Esa caricia llena de intenciones, sumada a los recientes roces durante las aguadillas, comenzó a despertar las ganas de cachondeo con las que Cristina se había quedado esa misma mañana. Por desgracia, esta vez su hermana no estaba cerca para volver a intervenir, interrumpiendo esa peligrosa sensación.

—En las costillas podría estar bien… —asintió, sujetando la mano de Nico para apartarla sutilmente.

—Lo que no acabo de ver es lo de las iniciales —puso una mueca maliciosa.

—¿Y eso?

—¿Cómo se llama tu chico?

—Ángel.

—Espero que sea para siempre y no tengas que pedir que te cambien la A dentro de un tiempo —bromeó, haciéndola reír.

—Esperemos que no pase…

—O el próximo que se llame Alberto. No vayas a buscarte un Nicolás —le guiñó un ojo, provocándole una carcajada.

—O Andrés…

—Tienes un montón de opciones. Pobre Ángel… —se burló, haciéndola reír una vez más—. Y candidatos seguro que no te faltan… —Volvió a alzar la mano, aprovechando para acariciarle las costillas nuevamente, casi susurrándole al oído—. Estás muy buena.

—¡Cristina! —la llamó Bea, saliendo de la casa y provocando que el chico retirara la mano rápidamente.

—Dime —contestó, apartándose de Nico mientras le dedicaba una mirada de reproche.

—¿Sabes algo de Ángel? He llamado a Rafa pero no me lo coge.

—Voy a ver si me ha escrito…

La tarde avanzaba y la fiesta de cumpleaños fue llegando a su fin a medida que, poco a poco, los amigos de Nil se iban marchando en el momento en el que venían a recogerlos.

—¿Te lo has pasado bien? —Marta dibujó una sonrisa, despidiéndose cariñosamente del último de ellos mientras salía por la puerta.

—Sí, muchas gracias, señora.

La madre de Nil no pudo evitar fruncir el ceño. A pesar de la edad, se seguía sintiendo joven y no acababa de acostumbrarse a que la trataran de usted, ni siquiera viniendo de los amigos de su hijo.

—¿Qué? —se topó, al girar el rostro, con la vivaracha mirada de su sobrino.

—¿Señora? —se burló, provocándole una sonrisa.

—Qué tonto eres… —se rio—. ¿Tan mayor parezco? —puso una graciosa cara de pena mientras cerraba la puerta.

Borja aprovechó la ocasión para darle un buen repaso con la mirada, pues normalmente tenía que disimular y esta vez era su propia tía la que le ofrecía la posibilidad con esa pregunta. Puesto que Marta aún tenía el bikini algo mojado, la imagen de toda la parte de arriba del bañador marcándose a través de la tela humedecida de la camiseta era tremendamente sensual.

—El que me parece a mí que se ha hecho más mayor de lo que pensaba eres tú —forzó una pícara mueca al comprobar cómo su sobrino le miraba las tetas.

El menor de edad alzó la mirada para clavarla en sus ojos, sonriendo con pillería.

—Vaya peligro tienes… —concluyó, cruzando por su lado y pasando de largo.

Estaba claro que el primo mayor de su hijo ya se había hecho todo un hombre. Por ello Marta entendía que se sintiera atraído por Bea y Cristina, pues además las dos hermanas eran unas pedazo de hembras. No obstante, lo que no se esperaba en absoluto es que también se pudiera fijar en ella. Estaba segura de que esa mirada no había sido muy normal. Aunque lo que más la descolocaba es que le había gustado. Por supuesto, no por nada sexual, ¡y más tratándose de su sobrino!, pero sí por corroborar que, aún pasados los cuarenta, era capaz de gustar a chicos jóvenes y guapos como Borja. Eso el henchía el orgullo.

Ya con la fiesta de cumpleaños concluida, las tres mujeres aprovecharon para recoger todo lo del jardín, esperando a que llegaran los hombres, mientras Nil se duchaba y los dos adolescentes mantenían una conversación en el salón.

—¿Qué hacemos, nos vamos? —inquirió Borja.

—¿Por?

—Al final sí que tienen pareja y, por lo que han dicho, parece que vienen para aquí.

—¿Y? Mientras no lleguen, alguien tendrá que hacerles compañía, no vaya a ser que les pase algo estando tan solitas… —acuñó un perverso gesto, contagiando a su amigo.

—Tienes razón, pobrecitas. Seguro que esos dos idiotas nos agradecen que cuidemos de sus novias —acabó imitando la sonrisa malévola de Nico.

—¡Borja! —le llamó su tía, entrando al piso—. ¿Vosotros qué vais a hacer? Cristina y Bea aún se quedarán un rato.

—Podemos aprovechar para jugar a algo —propuso Nico, tomando la iniciativa.

—Claro, después de que nos ayudéis a recoger —replicó con firmeza.

—¡Venga ya! —se quejaron.

Marta los miró con cierta curiosidad.

—A ver, que se note que ya no sois unos críos… —dibujó una cautivadora mueca, desafiándolos.

—¡Claro! Podrías sacar unas cervezas o algo, ¿no? —inquirió Borja, haciendo reír a su tía, que no se esperaba en absoluto que su sobrino le pidiera alcohol.

—Que la fiesta de los niños ya se ha acabado —añadió Nico con su habitual semblante rebosante de seguridad.

—Bueno, ya veremos —concluyó, percatándose de la intensa mirada del chico mayor de edad, llegando a turbarla ligeramente.

Marta dio media vuelta, dirigiéndose al jardín, y los dos chavales la siguieron, aprovechando para fijarse en su morboso culo, observando cómo le subían y bajaban las nalgas a cada paso.

—Chicas, traigo refuerzos —anunció la madre de Nil, sonriente, interrumpiendo a las dos hermanas, que estaban entretenidas cotilleando sobre los encontronazos que habían sufrido con el par de adolescentes, no dándoles demasiada importancia.

—Vaya, ¿y a qué debemos el honor? —se burló Bea graciosamente.

—Os echábamos de menos —bromeó el mayor de edad, estimulando las timoratas sonrisas de las aludidas, que se estaban divirtiendo con la actitud provocativa de los dos críos, pues la consideraban absolutamente inofensiva.

—Ahora después podemos echar unas partidas a las cartas —propuso Borja, como si nada, comenzando a recoger siguiendo las instrucciones de su tía.

—Vale —contestaron las dos treintañeras al unísono—. Así hacemos tiempo hasta que vengan a buscarnos —concluyó la mayor de las hermanas.

—Pero nos jugamos algo, ¿no? —intervino Nico, ayudando a su amigo a retirar la mesa donde habían comido.

—¿El qué? —preguntó Marta, empezando a sospechar de las intenciones del chico.

—El que pierda paga prenda.

—¡Sí, hombre! —rio Cristina a carcajadas.

—De eso nada —se quejó Bea afablemente.

—Bueno, pues el que pierda bebe —matizó Borja, sacándoles una sonrisa a cada una de las tres mujeres.

—¿Qué hacéis? —les interrumpió Nil, saliendo al jardín tras haber concluido la ducha.

—Recogiendo —le contestó su madre—, pero ya acabamos.

—Y jugaremos a cartas —le informó su primo.

—¡Guay!

—Bueno, ¿qué decís? —insistió Nico.

—Nil no puede beber —aclaró Marta.

—Y vosotros no sé yo… —les chinchó Cristina.

—Seguro que tengo más aguante que tú, morena —le sonrió Nico con suficiencia, mirándola tan descaradamente como cuando se quedaron a solas en la piscina.

—A ver si es verdad, chulito —intervino Bea, entrando al trapo para defender a su hermana pequeña, desafiándolo.

—Yo puedo tomar agua —aclaró Nil, mirando a su madre con expectación.

Marta no pudo evitar enternecerse con la graciosa expresión de su hijo y acabó aceptando finalmente.

Tras dejar recogido todo lo del jardín, las mujeres y los niños, tal y como habían convenido, se adentraron al piso para jugar a cartas en el salón. Excepto Nil, que se había puesto un pijama de verano para estar más cómodo, el resto seguían con los bañadores, que ya estaban completamente secos debido al tiempo que había transcurrido desde que habían salido de la piscina. Sin embargo, al igual que ya hiciera Marta anteriormente, las dos hermanas aprovecharon para ponerse una camiseta que les cubriera un poco, mientras que los dos adolescentes continuaban mostrando sus jóvenes torsos desnudos. El de Borja, todo fibrado. Y el de Nico, completamente tonificado y lleno de tatuajes.

—¿Qué tienes para beber, tía? —inquirió Borja.

—¿Queréis una cerveza? —se dirigió a las dos treintañeras, pues aún le costaba asimilar que le estuviera ofreciendo alcohol al pequeño de su sobrino.

—Para jugar podemos hacer chupitos mejor —propuso Bea.

—Me parece bien —confirmó Cristina.

—Vamos a ver… —Marta se dirigió al armario donde guardaba el alcohol— Vodka, ginebra, whisky, tequila… —empezó a enumerar.

—¡Tequila, tequila! —la interrumpieron Borja y Nico, comenzando a sentirse en su salsa, ya que no sería precisamente la primera vez que lo tomaban, pues solían hacerlo antes de salir de fiesta para ir ya a tono en busca y captura de alguna presa a la que echarle un buen polvo.

Las dos hermanas, que no estaban demasiado habituadas a la bebida de origen mexicano, se miraron.

—Bueno, no creo que tarden en venir —concluyó Cristina, convencida de que Ángel y Rafa debían estar a punto de llegar.

—Vale —aceptó Bea, pensando que no les daría tiempo a beber demasiado.

—¿Seguro? —inquirió Marta, desviando la atención hacia los dos adolescentes para recibir la confirmación definitiva.

Así, resolvieron que el que perdiera tendría que tomar un chupito de tequila. Excepto Nil, que se bebería un vaso de agua. Ya con los seis jugadores alrededor de la mesa comenzaron la primera partida. Y perdió Cristina.

—¡A mamar! —se cachondearon Borja y Nico.

—¡No vale! —se quejó, risueña—. La primera siempre es de prueba —rio, provocando las protestas masculinas.

De repente se montó una algarabía repleta de divertidas discusiones hasta que, finalmente, con el apoyo unánime de Bea y Marta, la novia de Ángel consiguió salvarse.

—¡Tramposa, vamos a por ti! —la desafiaron los dos amigos.

—Más quisierais, chavalines —sonrió y, acto seguido, los asombró a todos cogiendo uno de los chupitos y llevándoselo a la boca.

—¡Cristy! —exclamó su hermana, usando el apelativo con el que la llamaba cariñosamente.

—¡Guau! —aulló Marta, sonriente.

La novia de Ángel sintió el ardiente líquido deslizándose por su garganta, observando cómo Borja sonreía con altanería y Nico le dedicaba una intensa mirada fruto de sus penetrantes ojos verdes. No supo si fue la actitud de los chicos o los grados del tequila, pero en seguida percibió cómo se le encendía el cuerpo y cómo poco a poco se iba instaurando la sensación con la que la dejó su novio antes de irse a pasar el día fuera para hacer submarinismo.

—Ya podéis ir a por otra —les aseguró con el semblante sonriente, provocando que los dos niñatos perfilaran aún más sus ladinas muecas.

Tras unas cuantas partidas todos habían perdido al menos una, con lo que el ambiente se fue alegrando gracias al alcohol de los chupitos.

—A ver si esta noche os vais a hacer pipi en la cama —se cachondeaban ellas cuando les tocaba beber a Borja o Nico.

—A ver si sois vosotras las que vais a acabar haciendo una tontería… —replicaban ellos con aviesas intenciones.

—¡Ya os gustaría! —les refutaban alegremente, aprovechando para dejarles las cosas claras con total rotundidad.

Casi sin darse cuenta, la hora de cenar se fue aproximando cuando el teléfono de Cristina comenzó a sonar.

—¿Sí? —contestó, alejándose en dirección al jardín para poder hablar con mayor tranquilidad.

—Jola, cielo —saludó Ángel.

—¿Venís ya para aquí o qué? —preguntó, algo molesta porque no habían dado señales de vida en todo el día.

—Buuueno…

—Porque vaya horas…

—Eeeesque… hemos tenido un problema con el coche… ¡hip!

—¿Has bebido? —comenzó a mosquearse.

—¡Nop! —se oyó el grito de Rafa.

—Están borrachos —confirmó, separándose momentáneamente del teléfono para dirigirse a su hermana, que acababa de salir al jardín para enterarse de lo que ocurría.

—No me jodas —replicó Bea.

—Buuueno, un poquititito… —se medio sinceró el novio de Cristina.

—Joder, en estas condiciones no cojáis el coche.

—Vale —se rio.

—Vaya tela, Ángel.

De fondo, se oyeron las carcajadas de Rafa.

—Chis… —pidió silencio a su cuñado— Mesjor nos vamos a quedarnos ¡hip! aquí esta noche, ¿fale, cari? ¡Te quiero!

—¡Te quieremos! —gritó Rafa.

—¡Puf! —resopló, hastiada—. Sí, anda, mejor ir a dormir la mona…

Ángel repitió varias veces lo mucho que la quería antes de colgar definitivamente.

—Ya les vale —soltó Bea en cuanto Cristina bajó el teléfono.

—Para matarlos —se resignó, regresando al salón junto a su hermana.

Debido a las inesperadas circunstancias, Marta propuso que se quedaran a cenar. Mas Cristina y Bea, disgustadas con la situación, no estaban por la labor precisamente.

—Ya te hemos molestado bastante por hoy —se excusó la novia de Rafa.

—No digas tonterías. Si me habéis ayudado un montón —sonrió.

Mientras las tres mujeres dialogaban, Borja y Nico se entendieron sin necesidad de hablar.

—Quedaros y luego os acercamos a vuestro apartamento —intervino el mayor de edad.

Las dos hermanas se miraron, resolviendo que no parecía mala idea y aceptando finalmente.

Puesto que al mediodía habían comido bastante, cenaron algo ligero, acompañándolo de algunas cervezas, que unidas a los chupitos de tequila, hizo que el ambiente crispado por culpa de Ángel y Rafa se fuera distendiendo rápidamente.

—Bueno, Nil, ya va siendo hora de acostarse —afirmó Marta, provocando las quejas de su hijo.

—Sí. Y de que nosotras nos vayamos marchando —indicó Cristina.

—¿Qué prisa tenéis? —inquirió Borja—. Si nadie os está esperando —se burló jocosamente.

—Eso es cierto —se resignó alegremente Bea, algo achispada.

—Venga, Nil —insistió Marta, logrando que el niño se fuera a dormir al fin.

—¿Por qué no seguimos jugando un rato ahora que se ha ido el chaval? —sonrió Nico con cierta malicia.

—Nada de más chupitos —aseguró Cristina—. Que nos tienes que llevar a casa sanas y salvas —bromeó, provocando las carcajadas del aludido.

—Entonces… chicos contra chicas —propuso Borja—. Los ganadores eligen prueba.

Las tres mujeres se miraron, como evaluando la proposición, hasta que Marta contestó.

—Yo ya estoy en casa, así que si a ellas les apetece, por mí no hay problema. Y si os queréis quedar a dormir… —les ofreció, sonriente.

—No, mujer… —se negó Bea afablemente.

—No me digas que os vais a ir a casita como niñas buenas mientras vuestros novios se están corriendo una buena juerga —argumentó Nico con astucia.

—Somos niñas buenas —chasqueó Cristina, agarrando a su hermana para darle un beso en la mejilla.

—¡Pues claro! —repuso ella—. Pero hoy nos vamos a portar mal —bromeó jocosamente, provocando las risas de su hermana pequeña.

—Me parece perfecto —concluyó la novia de Ángel.

Definitivamente, entre el enfado inicial por la inapropiada actitud de sus parejas y que empezaban a estar algo alegres debido al alcohol ingerido, Cristina y Bea, instadas por las maquinaciones de los dos adolescentes, decidieron que ellas también iban a pasárselo bien esa noche.

—Anda, reparte —Marta le pasó la baraja a su sobrino.

Los cinco reanudaron las partidas y en esta ocasión los primeros en perder fueron los chicos. Nico se apresuró a coger uno de los chupitos de tequila.

—¡Eh, de eso nada! —reaccionó Cristina, agarrándole la muñeca e impidiendo que se lo llevara a la boca.

—¡Que lo vas a tirar! —se quejó.

—El que conduce no bebe —aseguró ella.

—¿Yo sí entonces? —vislumbró Borja jocosamente.

—No, no —gesticuló Marta alegremente.

—¿Por qué no? El que lleva el coche es él… —insistió.

—¿Porque tienes 17 años? —replicó su tía con gracia, forzando un tono crispado.

—Y no queremos ser responsables de emborrachar a un par de críos —se cachondeó Cristina, despertando el repentino aluvión de críticas de los dos muchachos.

—Chicos —Bea interrumpió la solazada discusión—, según habíamos quedado, tenéis que pasar una prueba —concluyó con una divertida mueca.

Las tres mujeres comenzaron a deliberar, cuchicheando entre ellas, hasta que decidieron que los perdedores debían hacer diez flexiones.

—¿Solo? —sonrió Nico con sobrada soberbia habitual.

—¿Cuántas eres capaz de hacer? —preguntó Marta sin demasiado interés.

—Más de diez seguro.

—Pues cincuenta —soltó Cristina, provocando las risas de las otras dos mujeres.

—¡Hala! —se quejó Borja, sabedor de que más de veinte seguidas empezaba a ser complicado.

Sin más dilación, con los vítores femeninos de fondo, que animaban haciendo cachondeo, los dos chicos se colocaron en posición, comenzando las primeras flexiones.

—¡Diez! —cantó Marta cuando llegaron a la decena.

—¡Veinte! —enumeró Bea con entusiasmo, sin poder evitar fijarse en las pequeñas gotas de sudor que comenzaban a deslizarse por los jóvenes cuerpos a medida que los muchachos incrementaban su esfuerzo.

—Treinta… —balbuceó Marta, sorprendida con los chicos, pero sobre todo con Nico, que no parecía bajar el ritmo, al contrario que su sobrino, que no pudo llegar mucho más lejos, desplomándose definitivamente en el suelo.

—Joder… cuarenta —se asombró Cristina con el mayor de edad, percibiendo claramente cómo se iban marcando cada vez más sus potentes músculos, que estaban pletóricos.

—¡Qué cabrón! —anunció Borja, viendo como su amigo llegaba a la cincuentena.

Nico se alzó, jadeante por el esfuerzo, luciendo sus palpitantes pectorales ligeramente sudados, que no pasaron inadvertidos para ninguna de las tres mujeres, recreándose disimuladamente en el inesperado espectáculo visual que les estaba ofreciendo ese pequeño hombre.

—Qué machote… —bromeó Marta con una pícara sonrisa mientras observaba como el chico se dirigía a la mesa para volver a tomar asiento.

—Seguro que vuestros novios no llegan ni a veinte —se burló Nico descaradamente, provocando las risas de Borja.

Las parejas de Ángel y Rafa se quedaron a cuadros, sin poder de reacción, preguntándose si tal vez no habían sido tan discretas como pensaban mientras contemplaban su cuerpazo, de ahí que el insolente muchacho hubiera soltado tal desfachatez. Ninguna de las dos tenía ni idea de cuántas flexiones sería capaz de hacer su chico, pero seguramente no tantas como el niñato que se acababa de exhibir ante ellas. No obstante, no le quisieron dar mayor importancia, ignorándole y resolviendo evitar volver a mirarle de ese modo para no dar pie a que continuara con ese comportamiento.

La siguiente partida la perdieron las mujeres. Cada una a su manera puso una divertida mueca de expectación, esperando descubrir lo que los chicos tuvieran pensado para ellas hasta que, finalmente, Nico alargó el brazo, acercándoles un nuevo chupito.

—Estáis empeñados en emborracharnos, eh —se quejó Cristina, risueña.

—¿Tanto se nota? —sonrió Borja con pillería.

—Para lo que os va a servir… —se burló Bea, provocando las risas femeninas.

—Uf —resopló Marta—. Entre tanto chupito y tanta cerveza ya he perdido la cuenta…

—Prometo que es la última vez que os hacemos beber —concilió Nico.

—No sé yo… —replicó Cristina, cogiendo el vaso para engullir el tequila como si nada, pues aunque ya iba con el puntillo, estaba más acostumbrada a beber y toleraba el alcohol mejor que su hermana mayor, que iba un poco más tocada.

Los chicos enseguida tuvieron la oportunidad de demostrar que no mentían. Percatándose de que las tres mujeres comenzaban a estar ligeramente embriagadas, decidieron empezar a hacer trampas, logrando así que volvieran a perder ellas.

—Ahora que el niño pequeño ya está en la cama, podemos jugar en serio, ¿no? —inquirió Nico, mostrando una perversa sonrisa.

—¡Uy, uy! Qué peligro… —bromeó Marta.

—Como no queréis seguir bebiendo —explicó el menor de edad—, vais a tener que besaros entre vosotras —exhortó con total confianza, provocando inmediatamente las carcajadas de las dos treintañeras.

—¡Borja! —se sorprendió su tía, sin poder evitar una incontrolable sonrisa debido a los incipientes efectos del alcohol.

—¡Chavales, estáis fatal! —afirmó Cristina entre risas antes de que su hermana le diera un piquito.

—No es para tanto… —aseguró Bea, dándole otro leve beso a la anfitriona.

—No, no —aclaró Nico—. Lo queremos con lengua.

—¡Anda ya! —se oyeron los quejidos unánimes de las tres hembras.

—Si no queréis hacer la prueba siempre podéis pagar prenda —intervino Borja.

—No sé yo qué os gustaría más… —sonrió Cristina.

Las mujeres se mantuvieron impasibles, negándose a morrearse entre ellas o a tener que quitarse la camiseta. Se estaban divirtiendo, pero no veían razón alguna para tener que cruzar ciertos límites y menos con un par de mocosos.

—Pues chupito… —resolvió Nico, rellenando los pequeños vasos con tequila.

Marta, Cristina y Bea se miraron entre ellas, como evaluando la decisión a tomar, sin poder evitar las sonrisillas que poco a poco se fueron contagiando unas a otras.

—Pero es el último —aseguró la madre de Nil con contundencia.

—Sí, que yo ya voy demasiado contentilla —afirmó Bea, provocando las risas de su hermana pequeña.

Aunque se iba haciendo tarde, Borja y Nico no tenían ninguna intención de terminar la noche. Ellas, sin embargo, entre que se lo estaban pasando bien y que iban más o menos achispadas, no se percataron de la hora, jugando una nueva partida que, una vez más debido a las trampas de los chicos, volvieron a perder.

—Si no recuerdo mal —espetó Nico, rememorando la conversación cuando se presentó a Cristina y Bea—, hay unas hermanas que me deben unos besitos —perfiló una sonrisa rebosante de perfidia.

Las carcajadas de las mujeres fueron tan escandalosas que la madre de Nil temió que su hijo se despertara.

—Chis… —rogó un poco de silencio—. No nos hemos besado entre nosotras y te van a besar a ti… —desdeñó Marta con gracia.

—¡Vamos, ni de coña! Pagamos prenda si hace falta —chasqueó Cristina, risueña.

—Pues yo no pienso beber más —aseguró la novia de Rafa y, antes de que las otras dos mujeres pudieran decir nada, se agarró la camiseta, alzando las manos para acabar sacándosela, dejando a la vista de todos, envueltas en su excitante bikini de color azul, el enorme par de tetas que quedaron bamboleando debido a la brusquedad del gesto.

—¡Bea! —rio su hermana.

—Ésta ya va pedo —se cachondeó Marta.

—Ups… —reaccionó al instante, tapándose con un brazo al darse cuenta de la innecesaria tontería que acababa de hacer—. ¡No miréis! —se quejó, sin poder evitar que se le escapara una sonrisilla traviesa, señal de que estaba un poco borracha.

—Como si no lo hubieran hecho ya en la piscina… —les reprochó Marta jocosamente.

—Pero ahora me da vergüenza… —chanceó, poniendo una divertida mueca mientras comenzaba a apartar el brazo lentamente.

—¡A buenas horas! —se quejó Cristina, sonriente, provocando las risas de su hermana.

—Bonitas tetas —intervino Nico, desviando su intensa mirada hacia el escote de Bea, justo cuando ella terminaba de separar el brazo por completo.

—Gracias —se ruborizó, sintiendo una extraña mezcolanza de regocijo por el piropo y de apuro por los más que evidentes vistazos de los chicos.

—Te toca —instó Borja a la menor de las hermanas.

—Perdona, pero si no recuerdo mal, eran besos en la mejilla —aseguró Cristina, dirigiéndose a Nico.

—No para esta prueba —dibujó una sonrisa chulesca.

—Me lo temía… —se resignó.

Estaba claro que, al igual que Bea, Cristina no pensaba besar a Nico y, aunque no tenía ninguna intención de pagar prenda jugando con un par de críos, lo cierto es que el hecho de que lo acabara de hacer su hermana le restaba bastante importancia. Sabía que no tenía por qué hacerlo, pero mientras lo pensaba, se agarró la tela, empezando a subirse la camiseta. A medida que lo hacía, percibía cómo se intensifica el calor corporal que sentía desde que se había metido el primer chupito. Cuando la parte de arriba del precioso bikini rosa quedó a la vista de todos, sintió cómo el gusanillo en la boca del estómago se instauraba definitivamente. Y en ese instante, con las incesantes miradas de los niñatos, que no parecían perder detalle, le dio la impresión de que las ganas de volver a estar con Ángel ya no iban a calmarse.

—Ahí tienes tu prenda —lanzó con desdén la camiseta a la cara de Nico, que gesticuló con sobrada desfachatez.

—Bueno, yo no te debía nada, ¿no? —inquirió Marta, forzando una falsa cara de inocencia, pues conocía la respuesta de antemano.

—Pero, tía, que yo también juego —intervino su sobrino con descaro.

—¡Borja! —le recriminó una vez más la osadía—. No querrás que te dé un beso… ¡y con lengua! —sintió un pequeño escalofrío recorriéndole el cuerpo a medida que esas palabras retumbaban en su cabeza—. Vaya tela… —soltó, observando el semblante risueño del primo de su hijo mientras, con un gesto de resignación, comenzaba a deshacerse de la camiseta.

Tras pagar la única prenda que podían, las mujeres, envueltas exclusivamente en sus bikinis, se quejaron a los chicos, indicándoles que debían bajar el nivel de las pruebas si pretendían seguir jugando.

—Un bailecito sí que nos haréis, ¿no? —indicó con gracia Nico.

—¿Así, sin música ni nada? —recriminó Cristina.

—A ver qué podemos hacer… —Borja encendió el televisor.

—Pero bajito —solicitó Marta—, que está tu primo durmiendo.

Mientras se separaban de la mesa, el canal de Youtube comenzó a emitir la versión remix de Con calma, interpretada por Daddy Yankee junto a Katy Perry.

Las mujeres no pudieron evitar sonreír al escuchar el principio de la canción, alzando los brazos para moverlos sensualmente mientras cerraban los ojos y comenzaban a menearse lentamente al compás de la música, aumentando la cadencia a medida que se incrementaba el ritmo de la misma.

Sin quitar ojo a los eróticos movimientos femeninos, los chicos empezaron a alentarlas, logrando que poco a poco se fueran animando, soltándose definitivamente cuando comenzó el estribillo, regalándoles un auténtico espectáculo, el de las morbosas Marta, Bea y Cristina bailando ataviadas únicamente con sus excitantes bikinis.

Borja subió un poco el volumen mientras Nico se acercaba a ellas, comenzando a moverse a medida que se aproximaba.

—Con calma, yo quiero ver como ella lo menea… —cantó el chico mayor de edad, señalando a Cristina, haciéndola sonreír mientras la treintañera zarandeaba el culo.

—Es una asesina, cuando baila quiere que to' el mundo la vea… —se unió Borja, hipnotizado por el vaivén de los pechos de Bea que, sonriente, gesticuló negando con la cabeza.

Marta no pudo evitar una sonrisa al ver a los dos jóvenes acechando a sus presas como si estuvieran en una noche de fiesta, arrimando los cuerpos con la excusa del baile para cuchichear con ambas. Le hacía gracia pensar que los pobres no tenían ninguna oportunidad. Aunque, por otro lado, no pudo evitar un cierto regusto amargo. Recordó cuánto tiempo hacía que no salía, viéndose rodeada por los típicos ligones de discoteca, tal y como ahora estaban Cristina y Bea. Suspiró, sorprendiéndose a sí misma al darse cuenta de que le encantaría que Nico y Borja hicieran lo mismo con ella. Al fin y al cabo, lógicamente no iba a pasar nada. Y lo único que anhelaba era volver a experimentar la emoción de sentirse deseada.

—¿Vas a fumar? —inquirió Bea al observar como la madre de Nil cogía un cigarrillo.

—Sí, vente —la invitó, alejándose hacia el jardín.

—¡No me dejéis a solas con estos dos! —se quejó Cristina con gracia, sin dejar de moverse sensualmente al ritmo de la música.

—Será que te lo estás pasando mal… —soltó Borja, arrimándose lo suficiente como para que ella pudiera sentir el calor corporal que desprendían ambos adolescentes.

—Un poco —bromeó—, que tenéis mucho peligro…

—Tú y yo tenemos una conversación pendiente —indicó Nico, acercándose aún más a Cristina.

—¿Sí, cuál? —se hizo la tonta.

—Creo que te estaba contando lo buena que estás —alzó la mano para volver a deslizar los dedos por las costillas femeninas, justo por debajo del bikini, exactamente igual que hiciera en la piscina.

Ella dio un paso atrás, evitando el contacto, mientras sonreía indicándole que no con la cabeza.

—Sabéis que no tenéis nada que hacer, ¿verdad? —aclaró, absolutamente consciente de sus inocuas intenciones.

—¿Porque tienes pareja? —inquirió Borja con cierto desdén.

—Entre otras cosas —afirmó.

—¿Qué otras cosas? —insistió Nico, volviendo a aproximarse.

—No sois más que unos críos —aseguró con firmeza, como si fuera algo demasiado evidente.

—¿Crees que por ser menor no te iba a follar bien? —la sorprendió el sobrino de Marta, colocándose a la misma altura que su amigo.

—Borja, como se entere tu tía de lo mal que te estás portando… —le chinchó, sacándole la lengua.

—A lo mejor estos críos te sorprenden —masculló Nico con perfidia, alzando la mano para apoyarla disimuladamente en la cadera femenina, acompasándola en el baile.

—Puede… —le restó importancia, apartándole una vez más con sutileza, aunque esta vez sin alejarse— Pero es algo que nunca sabremos.

—Será porque tú no quieres… —ahora fue Borja el que buscó el contacto, acariciándole el brazo suavemente, sin dejar de moverse al ritmo de la música.

—¡Pues claro! Si fuera por vosotros… —rió, permitiendo las inofensivas caricias del chico, lo que animó a su amigo, que volvió a las andadas, ahora agarrándola por la cintura con mayor descaro.

—Si fuera por nosotros, ¿qué? —se envalentó Nico, subiendo sutilmente la mano por el costado femenino.

Cristina sonrió, dejando pasar unos segundos en los que sintió los dedos del chico mayor de edad aferrándose a sus carnes mientras el otro se deslizaba por su hombro, en dirección a la espalda, comenzando a percibir cómo las atenciones de los niñatos le erizaban cada milímetro de piel cuando agarró a Nico por la muñeca, deteniéndolo.

—Parad —les advirtió, provocando las perniciosas sonrisas de ambos.

—¡Oye! —les interrumpió Marta, entrando al piso de repente junto a Bea—. Que hemos bailado sin perder ninguna partida —se quejó.

—¡Nos debéis una! —aseguró la hermana de Cristina, despertando la polémica.

Tras las divertidas discusiones llegaron a la conclusión de que los chicos debían pasar una prueba para compensar a las mujeres. Y esta vez ellas pensaban sorprenderlos.

—¡Sí, hombre! —maldijeron ambos—. ¡Ni de coña! —se negaron rotundamente.

—O sea, que nosotras nos podemos morrear, pero vosotros no —se quejó Marta con gracia.

—Pero si no lo habéis hecho —replicó Borja.

—Hemos tenido que beber —masculló Bea.

—Y habéis conseguido que nos quitemos la camiseta —se quejó Cristina, poniendo una falsa mueca de disgusto.

Los dos chavales se miraron, sonriendo disimuladamente.

—Pues como no nos dejáis beber, tendremos que pagar prenda —propuso Nico, provocando las carcajadas femeninas.

—¡De eso nada! —aseguraron, conscientes de que solo llevaban puesto el bañador.

—Queremos ver cómo os dais besitos —bromeó Cristina, desdeñándolos.

—Eso no va a pasar —insistieron, sin dar su brazo a torcer.

—Jo… —se quejó Bea—. Sois muy aburridos —les sacó la lengua.

Las mujeres, pasándoselo en grande, estaban disfrutando al poner en un brete a los chicos mientras los observaban deliberando para ver cómo salir de la encerrona.

—Besar, no nos vamos a besar ni de coña —aseguró Borja—. Así que vamos a hacer una cosa.

—Pagamos prenda —continuó Nico—. Pero antes de que os quejéis —alzó la mano, deteniendo las réplicas femeninas—, si queréis, nos tapamos con una toalla —sonrió.

—No sé yo… —Cristina no se acababa de fiar.

—A ver… pobrecillos… —concilió Marta.

—Uhm… —sopesó Bea—. Bueno, mientras no enseñen nada…

Finalmente acabaron aceptando la propuesta de los chicos, así que, una vez convencidas, las mujeres empezaron a hacer cachondeo para amenizar el momento en el que Borja y Nico, cada uno con una toalla alrededor de la cintura, comenzaron a desprenderse de la única prenda que tenían.

—¡Guau! ¡Machotes! —bromeaban mientras observaban como los dos adolescentes introducían las manos bajo las toallas, subiéndolas hasta la cintura, para comenzar a bajarlas lentamente.

De repente, las tres experimentas hembras soltaron un pequeño sollozo de sorpresa al observar cómo aparecía instantáneamente un inconfundible bulto en la toalla de Borja, que evidenciaba que el muchacho debía estar empalmado.

Marta se quedó de piedra. Hacía tan solo unas horas veía a su sobrino como lo que siempre había sido, un niño pequeño. Ahora, sin embargo, ante ella había un adolescente tremendamente guapo y con un cuerpo nada desdeñable que tenía una considerable erección por culpa de… Estaba convencida de que gran parte del mérito debía ser de las dos hermanas, pero se preguntó si ella podía tener algo que ver, lo que le provocó el tenue cosquilleo que comenzó a instaurarse en su vientre.

Bea, sin darle mayor importancia, no pudo disimular la sonrisa que la graciosa e inesperada situación le provocaba. Por mucho que los dos chavales le hubieran estado mirando las tetas, tanto a ella como a su hermana pequeña y la anfitriona, no se había imaginado en ningún momento que los muchachos pudieran estar tan excitados como para evidenciar las consecuencias que ahora se postraban ante sus ojos.

Cristina se fijó subrepticiamente en la tienda de campaña del muchacho e, inconscientemente, a su mente vino la conversación que habían mantenido en la piscina sobre los tamaños de los penes. Recordó lo chiquitita que la tenía tanto Nil como su padre y no pudo evitar hacer comparaciones, contrariada al observar que el bulto de la prenda, sin ser excesivamente grande, no parecía tan pequeño, hasta que recordó que el parentesco de Borja con su tío no era de consanguinidad. Dibujó una traviesa mueca.

Aún no se habían recompuesto del susto anterior cuando, tan solo unos segundos después, las tres mujeres pudieron apreciar como la toalla que cubría a Nico se iba alzando lentamente, sin llegar a hacerlo del todo, pero a una altura mucho más baja que su amigo, tanto que parecía incluso demasiado.

Marta resopló disimuladamente. La erección de su sobrino había despertado en ella algo incontrolable que le hizo fijarse en su amigo de una forma inapropiada, sintiéndose culpable inmediatamente. Intentó evitarlo apartando la mirada rápidamente, procurando calmarse recordando que no era más que un niñato que probablemente tendría más ganas que ella de… Pero esa idea no le ayudaba precisamente.

La sonrisa de Bea se tornó aún más evidente. Aunque el mayor de edad no estuviera empalmado, el claro hecho de que algo se hubiera movido bajo la única prenda que lo envolvía evidenciaba que, al final, sin querer, habían puesto cachondos a los dos chicos y no pudo evitar comenzar a reír, dándose cuenta de lo mucho que le divertía la situación.

Cristina se percató de que el saliente de la toalla de Nico estaba casi a la mitad de sus muslos, lo que indicaba que no debía tenerla precisamente pequeña. No podía negar que le gustaba esa idea, que por supuesto alimentaba sus ganas de sexo, pero no le dio mayor importancia. Antaño había estado con machos muy bien dotados y, aunque evidentemente no era el caso de Ángel, en absoluto tenía queja de su chico.

—Bueno, creo que se va haciendo tarde… —indicó Marta como si nada, queriendo detener las incipientes ganas de cachondeo que comenzaba a sentir.

—Sí, habrá que ir haciendo un pensamiento —la apoyó Cristina, que empezaba a sopesar la posibilidad de hacerse un dedo en cuanto llegara al apartamento.

—No me digáis que os habéis asustado… —bromeó Nico, mostrando una pérfida sonrisa.

—A ver si te crees que serían los primeros pitos que vemos… —replicó la madre de Nil.

—Yo un poco sí me he asustado —bromeó Bea, provocando las risas generalizadas y destensando el momento.

—Si queréis dejarlo, ganároslo —intervino Borja con malicia.

—¿Qué quieres decir? —inquirió su tía.

—Jugamos otra —aclaró Nico—. Si ganamos, pasáis prueba. Si perdemos, nos vamos a casa.

Las tres mujeres se miraron, evaluando la propuesta.

—Pero sería la última —sondeó Cristina.

—Pase lo que pase —se quiso asegurar Marta.

—Sí —afirmaron los chicos con total rotundidad.

—Bueno, vale —aceptaron ellas finalmente.

—Pero antes tengo que ir un momento al baño —afirmó Cristina, poniendo una divertida mueca.

—Te acompaño —anunció Bea.

Mientras las hermanas se ausentaban, Marta puso como excusa ir a ver a Nil, evitando quedarse a solas con los dos adolescentes, que aprovecharon para organizar la estrategia con la que volverían a hacer trampas para ganar la última partida.

—Menuda noche —sonrió Cristina, mirándose en el espejo mientras Bea entraba al lavabo, cerrando la puerta tras de sí.

—Los tenemos loquitos por culpa de estas —bromeó, alargando un brazo para rodear a su hermana pequeña, estrujándole una teta.

—Uhm… —se le escapó un pequeño gemido de placer debido al imprevisto magreo.

—¡Cristy! —se sorprendió, sin poder evitar sonreír por la inesperada reacción.

Las dos hermanas habían bromeado alguna vez dándose algún azote, pero lógicamente nada sexual, así que lo que acababa de ocurrir era completamente nuevo para ambas.

—Tú estás cachonda —soltó jocosamente.

—¡Qué va! —rio Cristina, restándole importancia.

Bea volvió a la carga, amasándole el pecho nuevamente para cerciorarse.

—Uf… —resopló, provocando las carcajadas de su hermana mayor.

—No me digas que no estás cachonda —bromeó.

Cristina, consciente de que Bea la había descubierto, dio media vuelta, quedándose de frente a su hermana para confesarle lo ocurrido a primera hora de la mañana con Ángel y cómo se había quedado con las ganas por culpa de Rafa.

—Entonces, ¿Borja y Nico no tienen nada que ver en esto…? —sonrió, volviendo a meterle mano por tercera vez.

—Uhm… —gimoteó una vez más—. Cabrona… —rio.

Sin saber muy bien el motivo, esta vez Bea no se retiró, manteniendo el magreo al turgente pecho de su hermana pequeña.

—Uhm… —seguía gimiendo ligeramente—. ¿Te está gustando tocarme las tetas? —chanceó, usando un divertido tono de reproche.

—Me parece que te gusta más a ti que te las toque —sonrió, sacándole la lengua.

—¡Uf! Bea…

Cristina cerró los ojos, mordiéndose un labio e inclinando la cabeza hacia atrás mientras disfrutaba de las caricias de su hermana, que le estaba dando una buena sobada.

—No has contestado a mi pregunta… —movió la mano hacia la parte superior del sostén, introduciendo el dedo índice dentro de la copa, comenzando a deslizarse por toda la superficie.

—No seas mala… —sollozó—. ¿O es que tú no te has fijado en los niñatos?

—Un poco —sonrió, provocando las risas de Cristina.

—A ver si la que va a estar cachonda eres tú… —repuso mientras sentía cómo el dedo de Bea le enganchaba la tela del bikini, empezando a tirar hacia abajo hasta retirar la copa por completo, desnudando uno de sus abombados pechos.

—Puede —sonrió, apretujándole la teta recién liberada, pudiendo sentir su carnoso tacto.

—Uf… Conozco a alguien que usa una buena técnica para averiguarlo —dibujó una mueca traviesa, moviendo la mano para llevarla a la entrepierna de Bea.

—¿Qué vas a hacer? —inquirió con la respiración algo entrecortada.

—Una comprobación —agarró la tela de la parte inferior del bikini de su hermana mayor para desplazarla a un costado, dejándola con toda la raja al aire—. ¿Te has fijado en lo grande que la tiene Nico? —suspiró.

—Sí —confesó mientras sentía cómo su hermanita comenzaba a acariciarle el chocho— Uf, Cristy… —cerró los ojos.

La novia de Ángel alzó la mano, sonriente, mostrando los dedos pringosos por culpa de la lubricación de Bea.

—Estás cachonda —se burló.

—¡Y tú, no te jode! —le dio un ligero pellizco en el pezón, que estaba bien tieso.

—Uhm…

—Anda, vamos, que van a empezar a sospechar.

Sin poder evitar unas risitas nerviosas por lo que acababan de hacer, las dos hermanas se recompusieron, recolocándose los bikinis antes de salir con la idea de jugar la última partida y que las dejaran en el apartamento a la espera de que llegaran sus parejas para que les quitaran el calentón.

—¡No puede ser! —se quejó Marta tras una nueva derrota de las mujeres.

—¡Estáis haciendo trampas! —les acusó Cristina jocosamente.

—Las trampas no son trampas si no quedan demostradas —soltó Borja con una malévola sonrisa.

—¡Qué cabrones! —rio Bea—. ¡Así que es verdad!

Nuevamente la algarabía hizo acto de presencia, señal del buen rollo que se respiraba en el ambiente, generando una nueva amena discusión que concluyó con las mujeres como derrotadas.

—De pie —las instó Nico—. Saca unos trapos o algo para vendarles los ojos —exhortó imperativamente, dirigiéndose a su amigo mientras Cristina, Bea y Marta le hacían caso, levantándose de la mesa.

—¿Vamos a jugar a la gallinita ciega? —se cachondeó la novia de Ángel.

—No. A las zorritas mudas —replicó con total desfachatez, mostrando una sonrisa burlona.

Las mujeres, incrédulas, rieron.

—¿Y qué juego es ese? —inquirió Bea en un tono jovial mientras Borja, que ya tenía en su haber algunos trozos de tela, le agarraba de las manos.

—Os vamos a tener que atar porque sois unas zorritas —comenzó a explicar Nico, poniendo una pérfida mueca.

—¡¿Qué dices?! —se quejaron vehementemente, mas sin oponer resistencia alguna mientras Borja terminaba de maniatar a Bea y comenzaba a rodear las muñecas de su tía con otra de las telas.

—Y sois mudas porque no podéis hablar —concluyó el mayor de edad.

—¿Y las vendas de los ojos para qué son? —se burló Cristina, dejándose atar también, consciente de que no era más que un juego al que no debían darle demasiada importancia.

De repente, Nico le soltó una tremenda palmada en la nalga, tan fuerte que las otras dos mujeres pudieron escuchar el ¡zas! perfectamente.

—¡Ay! —rechistó, dolorida.

—He dicho que no podéis hablar —soltó Nico con mala hostia—. ¿Lo habéis entendido?

Se hizo el silencio. Ninguna dijo nada mientras Borja comenzaba a taparles la vista con el resto de los paños.

—Podéis decir sí o no con la cabeza —expuso Nico cuando su amigo terminó de vendarles los ojos—. ¿Lo habéis entendido, zorritas? —insistió.

Los corazones de las tres hembras, a ciegas y con las manos atadas, bombeaban con fiereza debido a la actitud de los chicos y al inesperado juego de sumisión al que las estaban sometiendo. Con la ridícula sensación de no saber lo que estaban haciendo las otras dos, cada una comenzó a mover la cabeza ligeramente, afirmando que sí lo habían entendido.

Borja y Nico se miraron, sonriendo orgullosamente al observar como las zorritas entraban al trapo.

—Ahora os vamos a dar un par de minutos para que busquéis un escondite —explicó Borja—. Si os encontramos, habéis perdido.

Cristina quiso preguntar, pero en seguida sintió el ardor en la cacha del culo, que aún se mantenía, y se contuvo. De repente, su hermana chocó con ella, provocando que ambas rieran. Algo desorientadas, comenzaron a caminar torpemente en busca de algún lugar en el que ocultarse.

Sin tener muy claro en qué parte del piso se encontraba, la novia de Ángel localizó una puerta que logró abrir a duras penas. El ambiente de la estancia parecía algo cargado, pero no tenía tiempo para pesquisas, así que se adentró hasta toparse con lo que parecía una cama. Como pudo, acabó metiéndose debajo. Le pareció un buen escondite.

Pasados unos minutos, se encontraba oculta en algún rincón de la casa, a oscuras, con las manos atadas y completamente en silencio, centrando toda su atención en el sentido del oído, procurando agudizarlo para escuchar a Borja o Nico. Lo que oyó fueron algunas risas esporádicas. Sonrió, divertida y ligeramente tensionada.

No tardó en escuchar pequeños ruidos, como siseos acompañados de pasos, que parecían cada vez más próximos, hasta que creyó percibir un inesperado sonido dentro de la habitación. Empezó a sentir cómo le afloraba un alegre cosquilleo en el estómago, señal de la excitante incertidumbre que le generaba toda la situación cuando de repente, notó que algo le tocaba un pie.

—¡Huy! —se asustó.

—Chis…

Quién fuera le pidió silencio, aprovechando para mantener el contacto. Cristina percibió que lo que le estaba rodeando el tobillo era claramente una mano. Quiso hablar, pero el recuerdo de la palmada en el culo aún la atenazaba. Sintió como los dedos comenzaban a moverse, haciendo que los pequeños roces se fueran convirtiendo poco a poco en caricias en el pie, hasta que, tan solo unos segundos después, estaban masajeándoselo. Quiso retirarlo, mas cuando lo hizo, la persona que la había pillado se revolvió, procurando hacerlo en silencio, introduciéndose también bajo la cama.

La menor de las hermanas percibió cómo se estiraban a su lado, volviendo a la carga, esta vez rozándole una de las piernas, ya por encima del tobillo. Lo hacían de un modo tan sumamente tenue que pudo sentir a la perfección cómo lentamente se le erizaba todo el cuerpo a medida que la traviesa mano subía hacia arriba, aumentando la intensidad del contacto, hasta llegar a la rodilla.

—Así que eras tú… —susurraron en voz baja—. Qué buena que estás, zorrita…

—¡Nico!

—¡Chis! —volvió a rogarle silencio, prosiguiendo su incursión sin dejar de deslizar las yemas de los dedos por la suave piel femenina, dirigiéndose hacia la parte interna del muslo.

—¡Oye! —protestó, cerrando las piernas inmediatamente.

—No te he dado permiso para hablar —indicó Nico.

—Ni yo para que me metas mano —alzó el tono ligeramente.

—He dicho que cierres la puta boca.

Y antes de que ella pudiera replicar, continuó.

—No querrás despertar al hijo de tu amiga y que nos pille debajo de su cama…

De repente, Cristina entendió dónde se había metido. De primeras pensó que no tenía demasiada importancia, pero en seguida se dio cuenta de que empezaba a ser un poco difícil justificar lo que estaba sucediendo.

—¿Y? —repuso, bajando el volumen—. No estamos haciendo nada malo.

—¿Crees que Nil pensará lo mismo si nos pilla y me ve con la polla fuera como la tengo ahora mismo? —sonrió con perfidia, aunque ella no pudiera verlo.

—¡Nico! —susurró—. No me lo creo…

—¿Quieres comprobarlo? —inquirió maliciosamente.

Ella no contestó, solo movió la cabeza horizontalmente. Y no mentía, por supuesto. Cristina no tenía ninguna intención de averiguar si el niñato se la había sacado, pero no pudo evitar comenzar a imaginarse que a tan solo unos pocos centímetros tenía lo que le había parecido un miembro de buen tamaño, percibiendo cómo el picor que sentía en el bajo vientre comenzaba a instaurársele en la entrepierna.

—Entonces —prosiguió Nico—, tú y yo vamos a continuar charlando, pero recuerda que eres una zorrita muda —sonrió—. ¿Entendido?

La novia de Ángel gesticuló afirmativamente, mientras el chico movía la mano, comenzando a clavar los dedos en la parte exterior del muslo femenino.

—¿Te lo estás pasando bien?

Cristina dibujó una divertida mueca, como no sabiendo qué contestar, hasta que movió la cabeza arriba y abajo. Nico rió.

—Chis… —ahora fue ella la que le pidió silencio.

—Aunque seguro que a Ángel no le haría mucha gracia lo que está pasando —logró que Cristina sonriera, aprovechando para seguir acariciándole la pierna—. Me pregunto si le has sido infiel alguna vez.

Ella se apresuró a negar con la cabeza.

—Perdona, no me he enterado, que hay poca luz —jugó con ella, obligándola a que repitiera el gesto—. Mejor vamos a cambiar tu forma de responder —repuso—. Si le has sido siempre fiel, abre un poquito las piernas —la hizo reír.

—Cabrón… —susurró mientras separaba ligeramente las rodillas.

—Esta vez te lo voy a perdonar… —soltó con sobrada desfachatez, moviendo la mano hacia la parte interna de los muslos femeninos, a la máxima altura que ella le permitía, unos pocos centímetros por encima de las articulaciones.

Cristina, cachonda desde que se habían despertado las ganas con las que le había dejado Ángel, no podía negar que estaba disfrutando de las atenciones del niñato. No obstante, no pensaba permitirle mucho más, pues ya se estaba pasando de la raya.

—Me imagino entonces que tu chico te tendrá bien atendida… —masculló maliciosamente, volviendo a clavar los dedos en la carne de Cristina.

La menor de las hermanas afirmó, dibujando una sonrisa orgullosa.

—Eso es que la tiene grande —bromeó, haciéndola reír una vez más y chistándola para que no hiciera ruido.

De repente, se oyeron unos tosidos procedentes de encima de la cama. Cristina y Nico, divirtiéndose, sonrieron alegremente de forma contenida, procurando guardar silencio para que Nil no los descubriera.

—Seguro que la pollita de tu novio no te cabe entera en la boca —continuó susurrando, queriendo picarla.

—Sí que me cabe —entró al trapo, sacándole la lengua.

—¿Qué coño haces hablando? —le reprendió Nico, deslizando los dedos para comenzar a ejercer una ligera presión sobre la zona en la que ella mantenía las piernas cerradas a cal y canto—. Como castigo, vas tener que abrirte un poquito más, zorrita…

Cristina percibió cómo los latidos del corazón le retumbaban por todo el cuerpo mientras le hacía caso, permitiendo que el niñato rebasara los límites que ella misma se había impuesto al separar ligeramente los muslos para sentir cómo él le acariciaba toda la parte interna, acercándose peligrosamente a su sexo.

—Así que no va tan bien servido…

La mujer sintió una pequeña punzada de rabia al escuchar cómo Nico comenzaba a escarnecer a su pareja, pero en seguida se convirtió en placer cuando disfrutó del morbo que le supuso confirmárselo con un timorato movimiento de cabeza, imaginándose la sonrisa burlesca del chaval.

—Entonces me temo que la mía es demasiado grande para ti…

Esa prepotencia provocó una oleada de placer a la menor de las hermanas, imaginando cuántos centímetros de polla se podría meter en la boca, pues a su chico le clavaba la nariz en el vientre cuando se la tragaba entera, así que supuso que unos 19 o 20 seguro. De todos modos, aunque Nico tuviera un buen tamaño, estaba segura de que no sería más que eso.

—No lo creo… —susurró, con las pulsaciones disparadas mientras instintivamente se abría más de piernas para que él no le reprendiera.

—¿Quieres que te lo demuestre? —soltó con chulería, sin desaprovechar la invitación, subiendo la mano por los excitantes muslos de Cristina mientras sentía cómo se calentaba la cosa a medida que se acercaba a su entrepierna.

—Tío —jadeó—, guárdate la puta polla y salgamos de aquí, —se quejó, queriendo evitar lo que estaba a punto de suceder—, que ya te he dejado jugar demasiado —le recriminó mientras sentía cómo él se detenía muy cerca de su ingle, cerrando los dedos para pellizcarle suavemente—. Uhm…

—¿Seguro que no quieres que te quite el calentón? —le susurró, sin dejar de meterle mano.

—Seguro. Para eso está mi chico —replicó con firmeza.

—Como quieras.

Cristina sintió como el muchacho retiraba la mano y, antes de que pudiera cerrar las piernas, notó cómo algo pesado y rígido le golpeaba en el interior de uno de los muslos, dejándole lo que parecía un pequeño y caliente grumo ligeramente viscoso.

—Uf… eres un hijo de puta.

Tras terminar el juego, cuando la novia de Ángel salió al jardín, se sorprendió al ver a Marta y Bea charlando y riendo tan tranquilamente dentro de la piscina.

—¿Se puede saber qué estáis haciendo? —inquirió en un tono divertido mientras se aproximaba a ellas.

Ambas mujeres se giraron rápidamente.

—¡Cuidado! —la advirtieron— ¡No te acerques!

Pero Cristina no pudo reaccionar cuando de repente alguien apareció a su espalda, asiéndola por la cintura.

—¡No! —sintió cómo la alzaban con suma facilidad—. ¡Borja! —pataleó, sonriente.

En tan solo unos segundos, los que tardaron en llegar al borde desde donde la lanzó a la piscina, las manos del menor de edad la sobaron a conciencia, subiendo por su vientre a medida que ella se escurría entre sus brazos, hasta sentir cómo el muchacho la sujetaba rodeándole disimuladamente uno de los pechos.

Entre la ligera bajada de temperatura durante la noche y los rayos de sol que habían estado calentándola durante todo el día, el agua estaba realmente buena, tanto que Cristina, nada más zambullirse, sintió cierto gustito, intensificando tenuemente el agradable cosquilleo que Nico se había encargado de instaurarle ya de forma definitiva en la entrepierna.

—A vosotras también os han encontrado, ¿no? —discernió Cristina, aún risueña, cuando salió a flote.

—Sí —confirmó Marta, resignada, devolviéndole la sonrisa.

—¡Pues claro! —aseguró Bea—. Yo no he logrado ni salir del pasillo —provocó las carcajadas de las otras dos.

Mientras las mujeres cuchicheaban, bromeando sobre la extravagante experiencia de jugar a las zorritas mudas, los chicos hicieron acto de presencia.

—¿Se puede saber por qué nos habéis tirado a la piscina? —se quejó Cristina.

—Es el castigo por haber perdido… ¡otra vez! —se cachondeó Borja.

—¡Ya ves tú! Menudo castigo… con lo buena que está el agua… —aseguró su tía, sacándole la lengua.

—Ya… claro…

—¿Por qué no os metéis y así lo comprobáis? —propuso Bea, como queriendo picarlos.

—Tendremos que quitarnos las toallas —Nico forzó una falsa cara de inocencia, vacilándolas mientras simulaba el gesto de comenzar a deshacerse de la única prenda que llevaba.

—¡Id a por los bañadores, anda! —les instó Cristina.

—A mí me da pereza —replicó Borja—. ¿Y a ti? —se dirigió a su amigo.

—A mí también.

De repente, ambos chicos se agarraron las toallas que rodeaban sus cinturas y, de golpe, se las sacaron, quedándose completamente en pelotas delante de las incrédulas mujeres.

—¡Venga ya! —se quejó la novia de Ángel, cerrando los ojos instintivamente.

Bea, sin embargo, que en ese preciso instante estaba observando a Borja, pudo comprobar que el menor de edad no estaba exactamente empalmado como habían supuesto por el generoso bulto de su toalla. Tenía el miembro morcillón y ya era de un tamaño considerable, sensación que se veía acrecentada debido a su pubis completamente rasurado. La novia de Rafa no pudo evitar morderse el labio disimuladamente, pues no le disgustaba precisamente lo que estaba viendo, comenzando a sonreír al pensar en cómo se estaba desmadrando la situación.

Marta, por el contrario, desvió la mirada hacia Nico, queriendo evitar ver desnudo a su sobrino. Y, aunque suponía que el chico la debía tener grandecilla por lo que se había intuido bajo la toalla, en absoluto se esperaba todo lo que le colgaba entre las piernas. A pesar de tenerla flácida, ligeramente elevada debido al exagerado volumen de sus testículos, la buena polla ya se mostraba más grande que la de su ex en erección. Finalmente acabó mirando hacia otro lado, dejando de contemplar lo que empezaba a convertirse en una peligrosa tentación.

Cristina abrió los ojos justo para ver cómo los dos chavales emprendían la carrera en dirección al agua, haciendo que los pomposos genitales bambolearan de un lado a otro, hasta tirarse a la piscina, salpicándolas y provocando las quejas de las féminas, que se intensificaron al observar a Borja y Nico comenzando a aproximarse hacia donde se encontraban.

—¡Sois unos marranos! —les recriminaron jocosamente—. ¿Quién os ha dado permiso para desnudaros? —insistieron en los divertidos reproches mientras los jóvenes, con sus sonrisas chulescas, avanzaban en su dirección—. No os acerquéis con esas cosas por ahí sueltas… —bromeaban, señalando hacia las entrepiernas masculinas, distorsionadas debido al efecto del agua, y riendo entre ellas, pero sin moverse del sitio, permitiendo que finalmente los niñatos llegaran hasta su altura.

—¿Qué pasa, Bea, te has vuelto a asustar? —chasqueó Borja, aprovechando para deslizar cariñosamente una mano por la parte superior de la espalda femenina.

—La verdad es que no. Ya me lo esperaba —le sacó la lengua, permitiéndole la breve caricia.

—Y a ti, ¿te ha gustado el juego de las zorritas mudas? —preguntó Nico con malicia, dirigiéndose a Cristina.

—No ha estado mal —sonrió, mostrando cierta complicidad con el chico que le había estado sobando bajo la cama de Nil.

—Eres la que más ha durado —aseguró Marta.

—La cabrona se ha escondido bien —masculló el mayor de edad, apoyando los dedos en la cintura de Cristina, que en seguida lo apartó, reprochándoselo disimuladamente con la mirada.

La novia de Ángel observó cómo el rostro de Nico se ennegrecía, sin duda molesto por no dejarle seguir metiéndole mano.

—¿Quieres que les cuente lo que ha pasado? —inquirió, con el semblante adusto, mientras volvía a la carga, ahora sujetándola por la cadera.

—No ha pasado nada —se apresuró a dejarlo claro, permitiendo el clandestino contacto por temor a que Nico dijera algo fuera de lugar.

—Claro que no —sonrió, moviendo la mano hacia la parte baja de la espalda de Cristina para empezar a acariciarla—. ¡Pero no me esperaba que te escondieras en la habitación del niño! —se hizo el sorprendido, comenzando a jugar con la tela de la pieza de abajo del bikini rosa.

—¿Te has metido en la habitación de mi hijo? —rio Marta.

—No tenía ni idea… —confesó, desviando la mirada disimuladamente hacia Nico, pidiéndole clemencia con los ojos mientras sentía cómo los dedos del muchacho comenzaban a colarse bajo la prenda.

—A ti me ha costado encontrarte —indicó el menor de edad, girándose bruscamente hacia su tía.

—¡Borja! —se quejó Bea, dándole un manotazo en el hombro tras sentir el grueso miembro del chico golpeándole en el vientre.

—Lo siento —sonrió maliciosamente.

—Ya… seguro…

—Si es que es un peligro que estéis desnudos… —bromeó Marta, provocando las diferentes sonrisas de unos y de otros, orgullosas las de ellos y más timoratas las de ellas.

—¿Queréis que nos pongamos los bañadores mejor? —maquinó Borja.

—Sí, por favor —aseguró su tía con un tono divertido.

—Nos los ponemos a cambio de que vosotras os quitéis la pieza de arriba del bikini —intervino Nico, provocando las carcajadas de Marta.

—¡Ya os gustaría! —chanceó Bea.

—Pues sí, la verdad —confirmó Borja con gracia, haciendo reír a la mayor de las hermanas, mientras volvía a girarse hacia ella.

—¡Oye! —se quejó nuevamente al sentir cómo la polla del muchacho, que parecía haber incrementado su dureza, volvía a restregarse contra su vientre.

Nico aprovechó el revuelo para inclinarse hacia Cristina, susurrándole al oído.

—¿Aún te duele? —inquirió mientras comenzaba a deslizar los dedos en el interior del bikini, acariciándole la nalga que le había abofeteado anteriormente.

—Un poquito…

—Yo te calmo… —le agarró la cacha, masajeándosela.

—Uf… —resopló disimuladamente, percibiendo cómo le comenzaba a picar el coño.

Sin saber muy bien cómo, la novia de Ángel se vio envuelta en una buena encerrona, con lo que debía ingeniárselas para evitar que Nico siguiera metiéndole mano.

—Si nos sacamos las tetas —cuchicheó Cristina para que no le oyeran los demás—, ¿me dejas en paz? —provocó la sonrisa perversa del niñato.

—Prueba a ver…

—Esto no puede ser —se quejó Bea, risueña, sintiendo los golpecitos que a cada poco le iba dando Borja con la verga, ya totalmente empinada—. O te apartas u os ponéis los bañadores.

—Que se pongan los bañadores mejor —alzó la voz su hermana, aprovechando la oportunidad como excusa para se llevarse las manos a la espalda y deshacerse del cierre del sostén con la intención de quitarse de encima a Nico.

—¡Cristy! —se sorprendió Bea.

La novia de Ángel notó los latidos del corazón martilleándole el pecho a medida que separaba la pieza superior del bikini de su cuerpo, liberando las tetas bajo el agua, mientras los dedos masculinos tiraban de su nalga una última vez de tal forma que percibió cómo los labios vaginales se le restregaban contra las costuras de la tela, hasta sacarle medio chochito fuera, momento en el que el niñato se separó de ella, dejándola excitadísima.

—Ahora vestiros —exhortó con vehemencia, lanzando el sostén fuera de la piscina mientras procuraba recolocarse la braga disimuladamente.

—De eso nada —aseguró Borja—. Nos faltan dos —dibujó una pérfida mueca.

Marta, viendo la cara de auténtico cabrón de su sobrino, asumió definitivamente que ya no era ni mucho menos el inocente niño que antaño fue. Y lo que en un principio había considerado un halago, empezaba a convertirse en morbo. Debía admitir que le excitaba la idea de poner cachondo al primo mayor de su hijo. Así que no se anduvo con remilgos e imitó a Cristina, deshaciéndose de la parte de arriba del bikini. Después de todo, dentro del agua no iban a enseñar nada.

—¡Y luego la borracha soy yo! —se quejó Bea jocosamente, alzando los brazos para, al igual que las otras dos, liberar sus pedazo de berzas con un gracioso gesto de resignación.

—¡Hala, ya podéis ir a por los bañadores, guarros! —les instó Marta.

Ellos obedecieron en seguida, apoyándose en el borde para alzarse con los brazos, saliendo de la piscina con pasmosa facilidad mientras las tres mujeres, con los pechos recién liberados ocultos bajo el agua, se deleitaban contemplando sus jóvenes y perfectos culos. Los muchachos comenzaron a caminar hacia la casa cuando, de repente, Nico se detuvo, girándose y haciendo que su amigo le imitara.

—¡Chicos! —se quejaron ellas, gesticulando para evitar verlos desnudos.

Aunque ya se había hecho una idea por lo que se intuía bajo las toallas y por lo que había visto bamboleando mientras corrían hacia el agua, hasta ese momento Cristina no se había percatado de lo que los chiquillos tenían entre las piernas.

Le gustó que la muy buena polla del menor de edad apuntara al aire, completamente dura, tanto que una enardecida vena recorría todo su tronco desde el rasurado pubis hasta el encendido glande, que ya sobresalía de su habitual capucha. Sin duda, el crío estaba mucho mejor dotado que su novio. Y no podía negar que eso le excitaba.

Pero nada comparable con lo que sintió al ver los atributos de su amigo. Nico tenía el pollón a media asta y ya era mucho más largo y grueso que el pito de Ángel en su máxima expresión. Tras el vigoroso tronco sobresalían dos contundentes bolsas testiculares que a duras penas albergaban los huevazos del niñato. Todo un semental.

—¡Anda, tapaos! —insistió Cristina después de haberles echado un buen vistazo.

—¿Por qué no venís con nosotros? —propuso el mayor de edad, acercándose nuevamente en dirección al agua.

—Lo que vosotros queréis es vernos las tetas —bromeó Bea usando un chistoso tono de queja.

—Me has pillado —confesó Nico con gracia, llegando al borde de la piscina para agacharse y recoger la parte de arriba del bikini de Cristina.

—¡No! —se quejó la dueña.

—Tendrás que venir a buscarlo —masculló Borja maliciosamente mientras los dos risueños muchachos retomaban el camino hacia el piso.

La novia de Ángel se había quedado en topless únicamente para evitar que Nico siguiera metiéndole mano y no se esperaba en absoluto que el malnacido aprovechara para llevarse la prenda que se había sacado. Debía reaccionar inmediatamente, pues no tenía intención alguna de enseñar los pechos.

—Sois idiotas… —espetó finalmente, haciendo que los chicos detuvieran la marcha mientras se tapaba con un brazo y salía del agua.

A Marta, además del chochito, también empezaba a picarle la curiosidad y por fin desvió la atención hacia su sobrino, observando con inesperado deleite su tiesa polla, de unos sobrados 19 centímetros, que se balanceaba de un lado a otro mientras el niño daba media vuelta, volviendo a encararse hacia la piscina. Disimuladamente, la tía de Borja se mordió el labio.

—¿Me lo das? —inquirió Cristina con un forzado tono de molestia mientras extendía la mano libre desde el borde de la piscina.

—Acércate un poquito —Nico jugó con ella.

La menor de las hermanas comenzó a caminar lentamente, deteniéndose cuando ya estaba a una distancia suficiente como para que él le pudiera pasar el sostén.

—Dámelo, porfa —insistió.

—Más cerca, morena.

Ella dio un paso más, comenzando a sentir el evidente calor corporal que emanaba el joven y que, sin duda, se incrementaba en la zona de sus magnánimos atributos sexuales que, a escasos centímetros de distancia, parecían estar ardiendo.

—Ahora pídelo con ambas manos —sonrió Borja maliciosamente.

La novia de Ángel, de reojo, echó un disimulado vistazo hacia abajo, percibiendo el ligero incremento de altivez en la verga de Nico, que ya casi colgaba entre las piernas femeninas. Le gustó la sensación de saber que estaba poniéndolo cachondo y eso ayudó a que no le diera más vueltas, apartando el brazo para finalmente liberar su precioso busto.

—Ya lo habéis conseguido, cabrones —desdeñó Bea, escudando a su hermana pequeña desde dentro de la piscina.

Cristina pudo sentir las lascivas miradas masculinas mientras las gotas de agua resbalaban por sus excitantes senos, hasta acabar colgando de sus oscuros pezones que, aunque eran pequeños, estaban completamente erguidos.

—Anda, trae el bikini —exhortó categóricamente.

—¿De verdad quieres taparte unas tetas tan bonitas? —musitó Nico, inclinándose hacia delante.

Los roces fueron inevitables. La novia de Ángel pudo apreciar claramente la ostentosa verga restregándose contra la parte interna de su muslo, alzándose ligeramente a medida que adquiría cierto grosor, hasta rozarle tenuemente la tela rosa que cubría su ya más que sensible entrepierna.

—Uf… —resopló disimuladamente, separándose en seguida del pequeño macho—. No te acerques tanto —le recriminó.

—Ni tú te alejes —la agarró del brazo con cierta brusquedad, provocando las inmediatas quejas de Bea.

—¡Chaval! —reaccionó Cristina, ligeramente molesta, deshaciéndose de Nico mediante un rudo gesto—. Te vas a quedar con las putas ganas, niñato —afirmó con total seguridad.

—Me parece que la que se va a quedar con las ganas eres tú —replicó con desmesurada soberbia, acercándose a ella nuevamente para comenzar a susurrarle en el oído—. Sabes que yo puedo follarme a la que quiera, pero tú tendrás que conformarte con la pequeña pollita de tu novio.

De repente, Cristina, que no estaba dispuesta a permitir ese trato vejatorio hacia Ángel, le soltó una hostia, provocando el ahogado grito de sorpresa de su hermana mayor mientras Nico reía con chulería.

—Eso es que tengo razón —mantuvo una pérfida sonrisa.

Ella, malhumorada, le miró a los ojos hasta que, pasados unos pocos segundos, contestó.

—Sí que la tienes… —afirmó, mascullando entre dientes mientras apoyaba los dedos en las fuertes abdominales del chaval, apartándolo.

Antes de retirarse, la novia de Ángel bajó la mano disimuladamente, deslizándose por los cuidados pelos del pubis masculino para acabar dándole una breve caricia a la vigorosa polla que ya se encontraba en un buen estado morcillón, sintiendo su palpitante grandiosidad y separándose definitivamente para pasar de largo, comenzando a caminar en dirección a la casa con el corazón bombeando a mil por hora y el coño totalmente incendiado.

Nico, con la enorme entrepierna tambaleando debido al ligero toque que ella le había regalado, se quedó observándola con una chulesca expresión de poderío.

—¡Cristina! —la llamó Bea, saliendo rápidamente del agua para ir a su encuentro.

Los chicos sonrieron, deleitándose al contemplar, a medida que brincaba de camino al piso, cómo le botaban las tetazas, que eran muy parecidas a las de su hermana, pero más grandes, con unas areolas pequeñas y de un intenso color marrón oscuro, igual que los pezones.

—¿Qué ha pasado con Nico? —inquirió, entrando al salón, donde se encontraba Cristina.

—Nada —chistó, quitándole hierro al asunto—, que el niñato ese se cree muy chulito…

—¿Pero qué te ha dicho?

—Bueno, ha querido vacilar a Ángel… —confesó, no queriendo darle mayor importancia.

—¿Y puede hacerlo? —dibujó una sonrisa ladina, imaginando por dónde iban los tiros.

—Sabes que sí —puso una mueca llena de picardía.

—A ti lo que te ha jodido es eso —chasqueó—, que la tiene más grande que tu novio —comenzó a reír.

—¡Y Borja! —se unió a las risas de su hermana mayor.

—A ver, es que Nico tiene toda la pinta de ir incluso bastante mejor servido que Rafa…

—Uhm… —soltó un leve gemidito.

—¿Sigues cachonda? —se burló.

—¡Qué va! —bromeó.

—¿Vas a hacer que tenga que comprobarlo? —siguió con el tono jocoso, acercándose a Cristina.

—¿Usando la técnica que te he enseñado? —chasqueó mientras, de forma inconsciente, separaba las piernas casi imperceptiblemente.

—¿Hay alguna mejor? —sonrió, llegando a la altura de su hermana pequeña.

Debido al generoso volumen de los pechos de ambas, los incipientes roces fueron inevitables. Ninguna de las dos pudo ocultar la sonrisa temblorosa que delataba lo que estaba sucediendo mientras los tiesos pezoncitos de cada una se restregaban contra las abultadas tetas de la otra, hasta acabar chocando entre sí, desencadenando la desaforada sensación de fruición que acabó con el inesperado beso que, sin saber muy bien por qué, se dieron en los morros.

Aunque la novia de Ángel no se lo esperaba en absoluto, se dejó llevar, abriendo los labios para permitir que la lengua de su hermana se colara dentro mientras, instintivamente, deslizaba los dedos por las costillas de Bea, alcanzando la base de sus pechos y rodeando su exagerada redondez antes de asirlos, percibiendo toda la carnosidad de su gran tetamen.

La novia de Rafa empezó a jadear mientras se devoraban mutuamente, bajando la mano por las caderas de Cristina y colando el dedo índice bajo la tela del bikini, separándolo del pubis femenino a medida que se desplazaba en dirección a la entrepierna, de la que ya colgaban numerosos hilillos de flujo vaginal que se adherían a la sucia braga.

—¿Pero qué haces? —se sorprendió la menor de las hermanas, sin poder evitar una sonrisa nerviosa, cuando Bea comenzó a bajarle la prenda.

—No sé, pero seguro que a Ángel le molestaría más si fuera Borja o Nico —bromeó, provocando las risas de Cristina—. De hecho es posible que hasta le guste —le guiñó un ojo, dándole un par de palmaditas en el coño, lo que hizo que salieran disparados algunos fluidos.

—Uf… Bea… —se abrió un poquito más, comenzando a tensionar la tela que ya tenía enrollada en mitad de los muslos.

—Parece que sí que estás cachonda… —susurró melosamente mientras le acariciaba los lubricados labios vaginales.

Cristina no dijo nada, simplemente flexionó las temblorosas piernas como respuesta, ejerciendo una tenue presión contra la mano de su hermana, percibiendo cómo su pequeño agujerito comenzaba a dilatarse lentamente, succionándole un par de dedos, que se deslizaron dentro del coño con suma facilidad, haciéndola sollozar de puro placer cuando la penetró definitivamente.

—¿Te gusta, Cristy…?

—Me encanta… —jadeó—, pero…

—¿Qué?

—… preferiría que fuera la polla de Nico —bromeó, haciendo que ambas rieran.

—¡Serás guarra!

Esa afirmación hizo reflexionar a Cristina, que jamás había sido infiel a Ángel, al que quería y respetaba. Pero lo cierto es que le encantaba fantasear y, en su mente, le gustaba imaginar que se comportaba de un modo totalmente contrario a como lo hacía en la realidad.

—Un poco… —confesó finalmente, poniendo cara de zorra.

—¡Joder! Me estoy poniendo muy cachonda —admitió Bea, arrodillándose frente a su hermana.

—¿Sí…? —le agarró el cuero cabelludo, dibujando una mueca lujuriosa.

La novia de Rafa sonrió, mirándola a los ojos antes de inclinar la cabeza, comenzando a sentirse atraída por el suave aroma que desprendía el encharcado chochito, abriendo la boca instintivamente para sacar la lengua y darle un primer lametón a la entrepierna. Era un sabor diferente, incluso extraño, algo nuevo e inesperado que le provocó cierto reparo. Mas era a lo que sabía su querida hermanita y eso le dio un repentino morbazo, metiéndole los dedos hasta el fondo para volver a la carga, ahora comiéndole todo el coño.

Cristina, percibiendo claramente cómo Bea le acariciaba la pared interna del vientre mientras jugaba con la lengua entre sus labios vaginales y alrededor del clítoris, estaba muy cerca del éxtasis, a punto de correrse, casi enajenada. La sensación de descontrol le hizo desear que aparecieran Borja y Nico para poder disfrutar de sus enormes y jóvenes miembros. Ese pensamiento la hizo temblar de arriba abajo, empujándola al orgasmo, cuando de repente se asustó, preguntándose qué pasaría si se hiciera realidad. Le dio miedo acabar haciendo una tontería, percatándose al instante de que ya estaban cometiendo una.

—Para, para… —jadeó—. Es una locura…

Bea alzó el rostro, con los flujos de su hermana pequeña resbalando por su barbilla.

—Joder… tienes razón —se recompuso, deslizando el torso de la mano por debajo de la boca para limpiarse.

—Putos niñatos… menudo calentón —bromeó, procurando rebajar la tensión del momento—. Casi me corro —logró sacarle una sonrisa a su hermana mayor.

—Anda, súbete el bikini, cacho guarra —soltó jocosamente, dándole una palmada en el culo.

Cuando ambas mujeres, una vez recompuestas, encararon el camino hacia la piscina, se toparon con una inesperada estampa, haciendo que tuvieran que taparse los pechos instintivamente.

Borja y Nico las observaban con el semblante rebosante de soberbia. El menor de edad se estaba acariciando el erecto falo lentamente mientras la gran polla de su amigo iba desafiando a la gravedad cada vez más, poco a poco adquiriendo mayor altivez.

—¿Se puede saber qué hacéis? —se quejó Cristina.

—Mi tía nos ha pedido que viniéramos a ver si estabais bien —contestó Borja, sin dejar de pajearse suavemente.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —le recriminó Bea.

—A estas alturas no hace falta disimular que estamos todos cachondos —replicó el menor.

—Nosotras no lo estamos —aseguró la novia de Rafa.

—Claro —intervino Nico—, por eso tu hermana está deseando que le meta todo esto —se agarró el miembro a la altura del glande, alzándolo ligeramente para mostrar sus enormes huevos, dejando clara la grandiosidad de toda su masculinidad.

—Eso es mentira —la protegió Bea una vez más.

—Pues me parece que lo prefería antes que tus dedos o la pichita de su novio —soltó con malicia, dejando caer su ostentosa verga que, debido a su considerable peso, sonó como si aplastara el aire.

—¿Nos habéis estado espiando? —se quejó Cristina, observando cómo los niñatos se aproximaban, sin poder evitar que los ojos se le fueran hacia el pollón de Nico, contemplando cómo se le iba hinchando cada vez más, casi empinándose del todo.

—No queríamos interrumpir —bromeó el mayor de edad—. Parecía que os lo estabais pasando bien…

—Solo estábamos de cachondeo —se excusó Cristina, dando un pequeño paso atrás cuando Nico se acercó a una distancia en la que Ángel ni la habría rozado, pero suficiente para que el adolescente le restregara su alargado miembro por todo el vientre.

—Podemos seguir tú y yo con el cachondeo… —la sujetó de las caderas, evitando que volviera a retirarse.

—Procura no volver a golpearme con esto —mostró una expresión grave, dándole un ligero toquecito con el dedo índice a la monstruosa verga que se erguía ante ella y que casi ni se movió debido a lo rígida que se le puso.

—Entonces será mejor que me agache… —dobló las rodillas, mirándola con semblante malicioso antes de quedarse con el rostro a la altura del bikini que cubría la entrepierna de Cristina.

—No sabía que eras tan tímida… —se cachondeó Borja cuando llegó hasta Bea, sujetándola por la muñeca para instarla a que separara el brazo del pecho.

—No lo soy —le sacó la lengua.

—¿Entonces? —insistió, aprovechando para asirla por la cintura con la otra mano—. Si ya te las he visto antes, tonta —sonrió.

—Pues muy mal —le devolvió la sonrisa.

—Y estarás más cómoda —argumentó burdamente, tirando de la muñeca femenina con más fuerza.

—Sí, claro —se quejó, destensando el brazo—. Prométeme que no me las vas a mirar —buscó un acuerdo, colocando un par de dedos en la barbilla de Borja para obligarle a alzar la cabeza.

—Pero es que yo quiero vértelas —soltó con picardía, aprovechando para acariciarle suavemente por el costado.

—Pues no puede ser —puso una divertida mueca, liberando el mentón del chiquillo mientras permitía que le retirara el brazo, dejando su enorme par de tetas al aire.

Borja la miró a los ojos con expresión burlesca, subiendo la mano por la espalda femenina.

—¿No me vas a dejar que haga esto? —bromeó, dejando caer la mirada hacia abajo.

—No, no —gesticuló con gracia, volviendo a alzarle el rostro.

—Qué mala eres… —se hizo el ofendido, aprovechando para deslizar los dedos por las costillas de Bea, comenzando a darle pequeñas caricias muy cerca de la base de los pechos.

—¿Era así como jugabas con tu hermana? —inquirió Nico, haciéndose el tonto mientras subía la mano por la parte interna de uno de los muslos de Cristina.

—No, estás muy equivocado —chasqueó, sintiendo cómo el niñato se aproximaba peligrosamente a su entrepierna una vez más.

La novia de Ángel, que no estaba dispuesta a permitirle ciertas caricias como ya hiciera en la habitación de Nil, pensaba detenerlo en cuanto se sobrepasara. Así que protestó cuando le alcanzó la ingle, rozándosela a conciencia mientras comenzaba a jugar con las costuras de la braga.

—¿Quieres par…?

—¿Así mejor? —la cortó con un movimiento ágil, deslizando pausadamente un par de dedos sobre la tela del bikini, percibiendo la evidente viscosidad del otro lado.

—Uf… cabrón…

Cristina, descompuesta, no pudo evitar abrir ligeramente las piernas, retirando el brazo con el que seguía cubriéndose para dejar sus preciosas tetas a la vista de todos. Había jugado con fuego y se acababa de quemar. No se había imaginado que Nico le acabaría tocando el chocho, lo que provocó que el picor que profesaba desde hacía rato se convirtiera en placentera adrenalina. Y ya no sabía si sería capaz de renunciar a esa agradable sensación.

—Para… —balbuceó sin mucho énfasis mientras sentía cómo el muchacho le retiraba la tela del bikini a un costado.

—Cristy… —alucinó al ver a su hermana pequeña permitiendo que Nico hurgara descaradamente en su entrepierna—. Uhm… —se le escapó un leve gemido cuando la mano de Borja le estrujó sorpresivamente uno de los enormes pechos.

—Vaya tetazas tienes, hija de puta… —musitó el chaval, disfrutando del rollizo tacto mamario.

Bea, perpleja por el inesperado y morboso comportamiento de Cristina a escondidas de Ángel, no logró protestar y se dejó llevar cuando sintió que el menor de edad le amasaba la otra teta, comenzando a sollozar de continuo mientras le masajeaba ambas a conciencia.

—Me parece que ya sé a lo que estabais jugando… —indicó Nico maliciosamente mientras deslizaba suavemente un par de dedos por el humedecido coño, empapándoselo hasta tal punto que la abundante lubricación le empezaba a gotear.

—Uf… —le sujetó por la muñeca, procurando detenerlo—. No sabes nada —susurró con la voz entrecortada.

—¿No? —sonrió, ejerciendo una ligera presión sobre el agujerito de la menor de las hermanas.

—¡Ah! —gimió—. No lo hagas… —maldijo, separando un poquito más las rodillas.

—Sé que en realidad no estabais jugando —mostró una pérfida mueca—. Estabais siendo muy putas…

Cristina percibió cómo los dedos de otro hombre que no fuera su chico se introducían en su vagina. La mezcla de pavor y morbo le revolvió el estómago y no supo si le daría un ataque de remordimientos o tendría un orgasmo al instante. Cuando sintió el pulgar de Nico rodeándole el clítoris lo tuvo claro. Se iba a correr.

—¡Para, cabrón! —clamó mientras daba pequeños saltitos procurando retrasar lo inevitable.

El joven retiró la mano, alzando el rostro para mirarla a los ojos mientras se metía en la boca los dedos que le acababa de sacar de su interior.

—Uhm… —se relamió—. Qué bien te sabe el coño…

—Eres un cerdo —le recriminó.

Nico se alzó, agarrándola de las nalgas para atraerla hacia así, tanto que le estrujó toda su masculinidad, percibiendo cómo las voluminosas tetas de Cristina se aplastaban contra sus recios pectorales.

—Si no quieres que le ponga unos bonitos cuernos a Ángel —le susurró al oído—, vas a tener que aliviarme.

La menor de las hermanas estaba como obnubilada, concentrada en percibir las palpitaciones de la monstruosidad que se extendía desde su pubis hasta mucho más allá de su ombligo, casi manchándole las tetas, así como el ardiente fuego que desprendían las dos enormes bolsas testiculares que se deslizaban por su pelvis cada vez que el muchacho le apretaba las posaderas del culo.

—¿Vale? —insistió Nico, retirándose mientras colocaba una mano sobre la cabeza de Cristina, guiándola para que se postrara.

Antes de que las rodillas femeninas tocaran el suelo, la novia de Ángel sintió el enorme y duro miembro golpeándole por debajo de la mandíbula hasta que frente a ella aparecieron, por fin, los descomunales 26 centímetros del niñato. Se mordió el labio disimuladamente. Jamás pensó que la tuviera tan grande.

—Cristy… —se oyó el tenue lamento de fondo.

—Si lo hago, ¿luego nos llevas a casa? —inquirió, sin haberse enterado muy bien de lo que le había propuesto, aunque se hacía una idea, mientras comenzaba a percibir el fuerte olor que desprendía el pollón de Nico.

—Hazlo de una puta vez —exhortó con vehemencia.

Cristina nunca pensó que le haría esto a su pareja. Alzó la mano para rodear la base de la verga, sintiendo su descomunal peso. Habían sido incontables los tíos, algunos tremendamente buenos, que habían intentado algo con ella, sin jamás haber conseguido absolutamente nada. Subió la mano, deslizándose por todo el tronco, percibiendo su extraordinaria dureza. Pero ninguno había logrado calentarla tanto como esa noche el niñato que, aunque no tenía razón, pues nunca se dejaría follar, tal vez sí podía hacer que acabara cometiendo alguna otra tontería. Cuando alcanzó el circuncidado glande, amasó su inmenso grosor, provocando un pequeño brote de líquido preseminal. Así que el mal menor era hacer que se corriera. Le levantó la polla, pegándola al vientre masculino para contemplar el enorme escroto del crío. De modo que sería Ángel el que le acabaría quitando el calentón. Sin embargo, en ese momento pensaba disfrutar del joven semental.

Se inclinó hacia delante, sacando la lengua para deslizarla por uno de los huevos. Sabía fuerte, a macho. Estuvo tentada de llevarse una mano al bikini, pero se contuvo. Volvió a la carga, esta vez separando los labios para absorberle todo el testículo, que era tan grande que casi le llenaba la boca, dándole un chupetón.

—Eso es, zorra —se lo agradeció Nico.

Aunque inverosímil, pues nunca antes había sido infiel, Bea, cachondísima viendo cómo Cristina engañaba a Ángel comiéndose las pelotas del niñato, no se reprimió más, procurando olvidarse de Rafa momentáneamente mientras alargaba el brazo para acariciar la buena verga de Borja, dándose unos golpecitos con ella a la altura del ombligo.

—¿Quieres polla como tu hermana, cerda? —le susurró el menor de edad, pellizcándole ambos pezones.

—¡Ah! —protestó, sintiendo el ligero dolor en la punta de sus senos a medida que se agachaba frente al crío—. Pero solo un poquito, como ella…

Mientras Bea abría la boca, comenzando a chupar el erecto falo de Borja, Cristina separaba el cipote del estómago de Nico, dejándolo caer para darle un primer lametón, saboreando su jugoso glande.

—¡Joder! —se sorprendió Marta al entrar al piso y encontrarse a sus dos invitadas de rodillas, haciéndoles una mamada a su sobrino y al amigo de este—. ¿¡Pero qué estáis haciendo!?

—Lo siento, yo… —reaccionó Bea torpemente, observando a la anfitriona, que se había vuelto a poner la parte de arriba del bikini, y pensando que era normal que se hubiera molestado, con lo que dejó de comérsela inmediatamente al primo de su hijo.

—No pasa nada —concilió, sonriendo nerviosamente—, es que no me lo esperaba —confesó, sin poder evitar que los ojos se le desviaran hacia el auténtico hombretón en el que se había convertido su sobrino.

—Tía, siéntate y disfruta del espectáculo —la chuleó Borja, percatándose de la mirada lujuriosa de la hermana de su padre mientras agarraba la cabeza de Bea para guiarla nuevamente hacia su entrepierna.

—Sí, sí, vosotros seguid… —soltó afablemente, procurando aparentar normalidad—, como si yo no estuviera —se dirigió al sofá.

La novia de Rafa quiso hablar, pero solo pudo emitir los sonidos guturales que le permitió el hecho de tener el rabo del menor de edad metido hasta el gaznate.

Marta no se podía creer lo que habían conseguido los dos niñatos. No era solo que Bea y el auténtico pibón de Cristina fueran inalcanzables para un par de mocosos, sino que conocía a sus parejas, Rafa y Ángel, dos hombres hechos y derechos que no estaban nada mal, especialmente el segundo, y tenía el convencimiento de que las respectivas relaciones eran lo suficientemente buenas como para que un adulterio fuera algo inimaginable. Eso le hizo pensar en lo cachondas que las dos hermanas debían estar para llegar a sucumbir ante unos críos como Borja y Nico que, por otro lado, a pesar de su juventud, estaban bastante buenos y, sobre todo, muy bien dotados. Esa idea alimentó su propia excitación, comenzando a separar las piernas ligeramente.

Aún estando acostumbrado a llevarse siempre a las tías más macizas, el chico mayor de edad, bajando la mirada, pudo contemplar con auténtico orgullo como una de las mujeres más tremendamente espectaculares que había conocido le estaba comiendo el pollón incluso con más devoción de la esperada. Observó, un poco más allá, el ligero vaivén de su generoso busto, que se movía al compás de la mamada, así que estiró el brazo, buscando el contacto.

Ella, al sentir las caricias en uno de sus senos, paró de chupársela inmediatamente, sin dejar de pajearlo, para dedicarle una mirada de reproche, como preguntándole qué estaba haciendo, pues meterle mano no era parte del trato, consiguiendo que el muchacho, dibujando una pícara sonrisa, detuviera las acometidas.

Pero Nico, en cuanto la novia de Ángel reprendió la mamada, volvió a la carga, logrando amasarle el pecho durante unos breves segundos con el aparente consentimiento femenino, hasta que acabó jugando con su erecto pezón, momento en el que Cristina reaccionó con un quejido gutural, dándole un leve manotazo para apartarlo.

Con la tercera intentona del chaval, la menor de las hermanas volvió a retirar la boca del miembro masculino mientras seguía masturbándolo, moviendo la cabeza para fijarse en las buenas atenciones del niñato, que ya le estaba palpando el seno descaradamente. Mas, cuando parecía que iba a reprenderle nuevamente, volvió a chupársela, consintiendo que le sobara las tetas definitivamente.

Marta, percatándose de cómo la situación se iba caldeando cada vez más, comenzó a resoplar, alzando los pies al sofá para llevarse una mano a la entrepierna, iniciando las suaves caricias en la ingle con las que se dio las primeras pequeñas dosis de placer.

El menor de edad, que había follado mucho durante el último año, desde que había perdido la virginidad, se agarró la base de la polla cuando la tenía metida prácticamente hasta el fondo de la garganta de Bea, provocando un sonido sordo al sacársela de golpe, acompañada de unos cuantos brotes de saliva que cayeron directamente al suelo.

Borja le dio un par de golpecitos en los labios, evitando que la novia de Rafa pudiera protestar y, antes de que ella reaccionara, dobló las rodillas, comenzando a darle con el rabo en los pezones, haciendo que algunos pequeños grumos de la espumosa mezcla de babas y líquido preseminal se quedaran impregnados en los enormes senos.

—¡Pero bueno! —se sorprendió Bea finalmente, quejándose jocosamente cuando el chaval le colocó la verga entre sus pechos, empezando a restregársela.

—Tus tetazas me vuelven loco —mostró una mueca desencajada, amasándoselas para rodear su polla mientras iba moviendo la cadera.

—Lo sé —dibujó una sonrisa lasciva—. Anda, trae —forzó un gesto de resignación, sustituyendo las manos de Borja por las suyas, agarrándose los senos por los costados.

—Uf… —resopló el menor, percibiendo toda la ductilidad de las voluminosas berzas de Bea cuando empezó a estrujárselas alrededor del cipote, haciéndole una cubana.

Los dedos de Marta se habían ido desplazando poco a poco y ya se estaba acariciando el chochito por encima de la tela del bikini, comenzando a masturbarse mientras seguía calentándose cada vez más contemplando cómo las dos hermanas disfrutaban del par de jóvenes sementales.

—¿Demasiado grande para ti o no? —vaciló Nico a Cristina, recordando la conversación que habían tenido bajo la cama de Nil.

Ella sonrió, sin dejar de deslizar los labios por su inmensa masculinidad mientras recorría su tronco con una mano y le amasaba las enormes bolsas testiculares con la otra.

—¿Crees que te cabe toda en la boca como el mini pito de tu novio? —insistió, desdeñando a Ángel.

—No te pases —le advirtió, lamiéndole el pollón para acabar dándole un carnoso beso en el glande, sin parar de masturbarlo.

—Seguro que sí te cabe —dibujó una mueca perversa.

—¿Quieres comprobarlo? —preguntó lascivamente.

La menor de las hermanas recorrió un par de veces con la mano toda la inmensidad del cipote de Nico mientras se preparaba para el intento de garganta profunda. Abrió la boca, dejando los dedos alrededor de la base del tronco para introducirse poco a poco el rechoncho bálano, empezando a deslizar los labios por el duro hierro incandescente.

Cristina cerró los ojos, sintiendo la punta de la verga rasgándole el paladar justo antes de llegar a la campanilla, comenzando a dilatarle la entrada del esófago. A esas alturas, su nariz solía estar incrustada en el pubis de Ángel, pero en ese momento ni si quiera sentía los huevos de Nico cerca la nuez. Subió los párpados, deslizándosele una lágrima que le recorrió la mejilla, para apreciar que aún le faltaban más de 5 centímetros para metérsela entera.

Soltó un pequeño bufido, intentando coger aire, lo que hizo que el pollón le golpeara aún más hondo, provocándole una arcada. La mujer se apartó rápidamente, soltando un reguero de espesa saliva que quedó colgando entre sus labios y el venéreo tronco, deslizándose lentamente hasta llegar a las gónadas masculinas.

—La tienes demasiado grande, cabrón —forzó una cara de disgusto, aunque en el fondo le ponía tremendamente cachonda.

Marta, alzando las piernas ligeramente para dejarlas suspendidas en el aire, ya no aguantó más, separando la tela del bikini de su pubis y metiendo una mano dentro. La tía de Borja siguió masturbándose, pero ahora con los dedos entrando en contacto directo con sus sensibles y lubricados labios vaginales.

—Uhm… —gimió, llamando la atención de su sobrino sin querer.

—Tía…

Ella desvió la mirada hacia el primo de su hijo, sin dejar de acariciarse el chochito. El morbo de tocarse mientras él la contemplaba la hizo gemir nuevamente.

—Anda, vente —sugirió el menor, rebosante de seguridad, mientras Bea volvía a comerle la polla.

Marta negó con la cabeza, sin poder evitar una sonrisa traviesa.

—Pues aparta el bikini, que quiero verte —perfiló una mueca ladina.

—Me da vergüenza —jadeó mientras seguía deslizando los dedos por su entrepierna—, que eres mi sobrino…

—Entonces acércate —insistió imperativamente.

—Eres un marrano… —rechistó, aceptando con ciertas reticencias, pero convencida de que le gustaba la idea de poder contemplarle la polla más de cerca.

La tía de Borja se alzó del sofá, sintiéndose tan perra por lo que estaba haciendo que, instintivamente, se arrodilló en el suelo, comenzando a gatear en dirección a su sobrino.

—¿Te gusta? —inquirió el menor de edad cuando Marta llegó a su altura, provocando que Bea dejara de chupársela, agarrándosela por la base para desviarla hacia la recién llegada.

—Va bien servido tu sobrino…

—Uhm —suspiró levemente, contemplando la venérea verga antes de alzar el rostro para mirarle a los ojos.

—¿Me vas a dar una chupadita, tía? —le propuso con total desfachatez.

La morbosa situación provocó que la anfitriona no pudiera resistirse, volviendo a meterse la mano dentro del bikini para continuar acariciándose la raja mientras sacaba la lengua, accediendo a que sucediera lo que tuviera que pasar.

Bea alzó ligeramente el miembro de Borja, dejándolo caer de modo que entrara en contacto con la sinhueso de Marta, que en seguida sintió el sabor a polla impregnándole las papilas gustativas al mismo tiempo que deslizaba un dedo en el interior de su coño.

—Uhm —jadeó, abriendo la boca para permitir que la considerable herramienta del menor de edad se colara dentro, tragándosela por completo.

La novia de Rafa decidió apartarse para que Marta pudiera hacerle una buena mamada a su sobrino, desviando la atención hacia Cristina, que seguía chupándosela a Nico. Por un momento se imaginó cómo sería compartir hombre con su hermana, algo que jamás se le hubiera pasado por la cabeza, y no pudo evitar una timorata sonrisa de cierta picardía.

—¿Quieres? —pareció leerle los pensamientos, sacándose el pollón de la boca para encararlo hacia Bea.

—¡Anda ya! —sonrió nerviosamente.

—Hay rabo para las dos —aseguró Nico con sobrada soberbia.

—Eso parece —chanceó Bea, observando cómo Cristina deslizaba los dedos a lo largo de su inconmensurable tronco, incapaz de abarcar ni tan solo un tercio de toda su longitud.

A medida que se aproximaba, la novia de Rafa pudo percibir cómo se incrementaba el fuerte aroma que desprendía el niñato, hasta que se acercó lo suficiente como para que el olor a polla la embriagara definitivamente. Ese pestazo la acabó de convencer, sacando la lengua para darle un primer lametón al glande, que aún estaba ligeramente babeado por culpa de su hermana pequeña.

Cristina sonrió, moviendo la mano con la que tenía bien sujeta la impresionante verga, apartándola de Bea para darle un nuevo lengüetazo antes de volver a dejarla al alcance de su hermana, que separó los labios, succionándole el inflamado bálano.

De un modo acompasado, ambas comenzaron a chupársela alternativamente, de manera que una se la metía en la boca mientras la otra esperaba hasta que, tras unos pocos segundos, se intercambiaban los papeles.

—Seguro que vuestro padre estaría orgulloso si os viera cómo compartís como buenas hermanas —les vaciló Nico.

—¡Idiota! —se quejó Cristina jocosamente, dándole una nalgada mientras era el turno Bea, que parecía estar disfrutando la mamada, pues se estaba alargando algo más de la cuenta.

La novia de Ángel, ligeramente impaciente, decidió aprovechar para volver a tragarse los huevazos del crío mientras su hermana seguía chupándosela. Así, las dos treintañeras continuaron alternándose, pero sin parar de comerse alguna parte de la tremendamente desarrollada entrepierna masculina, ya fuera mordiéndole suavemente el esponjoso bálano, lamiéndole el venéreo tronco o besándole los pesados testículos. Si bien, poco después, comenzaron a mamársela al mismo tiempo, alineándose de tal forma que si una deslizaba los carnosos labios por un costado del inmenso pollón, la otra lo hacía por el contrario, procurando ni tan solo rozarse, aunque sin poder evitar intercambiar el caliente y morboso aliento cada vez que se cruzaban.

Cuando Nico, con el beneplácito de las féminas, se inclinó para amasarles los turgentes pechos, las novias de Ángel y Rafa comenzaron a perder el compás, sin poder evitar reír nerviosamente tras el primer choque, cuando ambas se toparon justo por encima del contundente escroto del chaval. Seguidamente fue Bea la que, sin querer, mientras ambas recorrían el tronco con la lengua, le dio una pequeña lamida a Cristina, provocando que esta vez sonrieran con cierta picardía, desencadenando que empezaran a jugar, buscando los divertidos e inocentes roces cada vez con mayor asiduidad. Hasta que las dos iniciaron un largo lametón, desde la base de la verga hasta la punta, deslizándose por toda la superficie de la polla para acabar dándole una chupadita al glande, donde las sensuales bocas finalmente se encontraron.

Los labios de las mujeres se unieron levemente, impregnándose de los pequeños brotes de líquido preseminal que el chico no paraba de emanar. Lo que en un principio no debía ser más que un imprevisto pico, se fue convirtiendo en un tierno beso en el que, poco a poco, empezaron a intervenir las lenguas de las dos hermanas, saboreándose mutuamente mientras se intercambiaban la mezcla de saliva y flujos masculinos que ambas habían recogido, hasta que acabaron morreándose, comiéndose una vez más la boca, pero esta vez con el enorme pollón de Nico como testigo primordial.

Durante uno de los breves instantes en los que separaron los labios ligeramente, previo a volver a sellarlos, un contundente reguero cayó sobre ellas, llegando a colarse entre sus comisuras justo antes de que continuaran besándose. Sin saber aún lo que había pasado, el viscoso líquido se deslizó por los dientes femeninos para acabar cayendo sobre sus lenguas, pringándoselas, con las que volvieron a lamerse la una a la otra, compartiendo sin querer el esperma del niñato.

Cristina se percató de lo que ocurría en cuanto saboreó el espeso grumo, mientras que su hermana fue consciente cuando el siguiente chorro de lefa impactó sobre su pómulo, notando el intenso ardor que se desplazaba por su rostro.

—¡Joder, Nico! —se quejaron al unísono tras dejar de morrearse, girando el rostro hacia el chaval que se estaba pajeando, con las enormes pelotas ligeramente retraídas, y corriéndose copiosamente frente a ellas.

Mientras la novia de Rafa escupía el semen que tenía en la boca, la menor de las hermanas cerró los ojos justo a tiempo, después de vislumbrar el lechazo que iba directo a su cara, percibiendo cómo el pringoso esperma le alcanzaba el párpado.

—Hijo de puta… —susurró, sin apartarse, con lo que aún se llevó un par de disparos más que le alcanzaron la frente y los labios, haciendo que le empezaran a colgar de las comisuras pequeños hilillos de semen que, sin querer, se iban introduciendo en la cavidad bucal a medida que se quejaba.

El siguiente chorretón se lo llevó Bea, juntándose con el que ya se deslizaba por su rostro, formando un nutrido grumo que acabó llegando a la barbilla, donde quedó colgando, mientras el resto de la abundante corrida del joven semental, menos contundente, caía directamente al suelo delante de ellas.

—¡Qué buena mamada, zorras! —indicó Nico con orgullosa satisfacción, apartando la mano de su monstruoso miembro, que volvía a estar morcillón, con sus rechonchos huevazos nuevamente relajados.

—Eres un cerdo —se quejó la novia de Rafa, limpiándose la leche que tenía enganchada en el mentón.

—Bueno, nosotras ya hemos cumplido —aseguró Cristina, sintiendo los pegajosos restos que aún tenía en la boca mientras se alzaba, sin poder abrir un ojo—. Ahora llévanos a casa.

—Joder, esperad a que acabe Borja —sonrió, desviando la atención hacia su amigo.

Marta, con ambas manos en las cachas del culo de su sobrino, estaba sacándole brillo a la joven verga del menor de edad, restregando los labios por todo el miembro a medida que se la metía cada vez más hondo, sin dejar de deslizar la lengua por el tronco, hasta que llegó al tope, con los testículos del crío rozándole la barbilla. Así duró unos breves segundos, apartándose para coger aire.

—¡Hostia, puta! —alucinó Borja— ¿Así se la comías al tío?

—Tu tío no la tiene tan grande… —jadeó, dibujando una lasciva mueca mientras se la agarraba para pajearle.

Borja rio ostentosamente.

—Y vosotras, ¿no os animáis? —sugirió el menor de edad con picardía, llamando la atención de las treintañeras que, aún con la cara manchada de semen, contestaron con una traviesa sonrisa como negativa.

—¿Es que no tienes suficiente con tu tía? —se quejó Marta jocosamente.

—¡Puf! No sabes la de veces que he soñado contigo…

—¡¿Qué dices?! Si hace nada eras un crío…

—¿Y? Me la pones bien dura desde hace un par de años por lo menos…

—Uf… —aumentó el ritmo de la masturbación—. Ellas se lo pierden… —bromeó, sacándoles la lengua a las dos hermanas, que reaccionaron con unas divertidas muecas mientras se limpiaban los restos de la corrida de Nico.

Borja aprovechó para inclinarse ligeramente hacia delante, acariciando el bikini que aún cubría el pecho de su tía.

—Madre mía… —espetó Marta, dejándose meter mano—. Como mi hermano se entere de esto…

—Seguro que le da envidia —sonrió, comenzando a colar los dedos por debajo de la tela.

—¡Anda ya! —rio.

—Estás tan buena que fijo que mi padre se la casca pensando en ti —le estrujó toda la teta.

—Uhm… —gimió, sintiendo cómo Borja le apretaba el pezón ligeramente—. No sabía que eras tan hijo de puta…

Marta, cachonda perdida, volvió a la carga, tragándose el cipote de su sobrino con tal esmero y devoción que el chaval no tardó mucho más en empezar a convulsionarse. Su experimentada tía, en cuanto sintió que estaba a punto de correrse, se apartó de él, sin dejar de meneársela mientras el menor comenzaba a eyacular ante su atenta mirada, dejando todo el suelo pringado de semen.

Pocos minutos después, las tres mujeres se encontraban en el cuarto de baño, aseándose.

—Chicas, lo siento mucho —se excusó Marta.

—¿Por qué?

—Se me ha ido la olla con mi sobrino… —puso una mueca de disgusto.

—Joder, ¿y nosotras? —inquirió Bea, con el semblante serio.

—¡Que tenemos pareja! —añadió Cristina, igualmente con expresión adusta—. Tú por lo menos…

—Ya, pero es el primo de mi hijo… ¡y no tiene ni dieciocho años!

De repente, se quedaron en silencio, dándole vueltas a todo lo que acababa de suceder.

—¿Tú no querías un follamigo? —indicó finalmente Cristina.

—Sí, pero…

—Pues tírate a Nico —añadió Bea jocosamente, destensando ligeramente el ambiente repleto de remordimientos que se respiraba.

—No será por falta de ganas —bromeó—. ¿Sabéis cuánto hace que no hecho un buen polvo?

—¿Desde tu ex? —inquirió la novia de Rafa.

—He dicho un buen polvo —desdeñó con gracia, provocando las risas de las tres mujeres.

—Pues ahí tienes al foll-amigo del primo de tu hijo —soltó Cristina con gracia. —No tiene pinta de follar mal —apuntilló, guiñándole un ojo.

—Uf… ¿No es una locura?

—La locura va a ser que, acostumbrada a la picha de tu ex, el chaval te va a reventar —chasqueó Bea, separando los dedos para indicar la exagerada longitud de Nico, despertando las carcajadas multitudinarias.

—Sois una mala influencia… —sonrió Marta—. ¿Entretenéis a mi sobrino? —dibujó una mueca maliciosa.

—¡Serás zorra! —bromearon las dos hermanas.

Finalmente, ataviadas nuevamente con sus morbosos bikinis, las mujeres, risueñas, salieron del cuarto de baño en busca de los chicos, que las estaban esperando sentados en el sofá.

—¿Aún seguís desnudos, marranos? —soltó la anfitriona al verlos.

Ambos tenían la polla flácida. La del menor, con el glande resguardado tras el prepucio, había perdido gran parte de su atractivo. La de Nico, sin embargo, aún se veía bastante contundente.

—Borja, ¿nos acompañas un momento fuera? —indicó Bea, sabedora de que el chico no le diría que no a sus tetazas.

—¡Claro! —se alzó con entusiasmo, sintiendo cómo se le empezaba a empinar solo con contemplar el precioso culo de Cristina zarandeándose en dirección a la piscina.

Mientras Borja se alejaba junto a las dos hermanas, Marta comenzó a caminar hacia Nico.

—¿Quieres que te quite las telarañas, guarra? —sonrió, empezando a menearse el pollón, consciente de lo que estaba ocurriendo.

—Pero con cuidado —se arrodilló ante él—. Después de tanto tiempo soy casi virgen —bromeó, estirando el brazo para sustituirle en los quehaceres, sintiendo cómo se le enardecía a medida que le hacía la paja.

—No serás la primera que desvirgo.

—¿No se asustan cuando te la ven?

—¿A ti te da miedo o te gusta? —hizo un escorzo, estirando el brazo para acariciarle la entrepierna por encima del bikini.

—Uf… ¿tú qué crees?

—Que te gusta… —dibujó una mueca de suficiencia mientras movía la tela a un costado, empapándose los dedos a medida que se deslizaba entre los pliegues del encharcado coño.

—Pero porque yo tengo experiencia —se puso de pie, bajándose la pieza del bikini para colocarse a horcajadas sobre Nico—. Fóllame…

—¿A pelo? —sonrió.

Marta, que se tomaba la píldora para regular la menstruación, no le quiso dar mayores explicaciones.

—Confío en ti —le besó en la boca, dejándose caer sobre el crío, que se agarró el cipote para encararlo hacia el sexo femenino.

Cuando el contundente glande entró en contacto con su vulva, ella comenzó a temblar. Y al sentir la presión de semejante hierro dilatándole el hambriento chochito, mordió el labio inferior de Nico.

—¡Ah! —gimió, disfrutando del inconmensurable placer a medida que el monstruoso miembro se abría paso por sus entrañas como ningún otro hombre lo había hecho antes—. Me corro, cabrón…

—¿Ya?

Marta llevaba demasiado tiempo necesitada. El morbo de su sobrino, el pollón de Nico y su falta de sexo desde que había estado con el diminuto pene de su ex se juntaron en un explosivo cóctel que rápidamente le provocó el deseado orgasmo que tanto ansiaba.

—¿¡Qué cojones!? —reaccionó Borja al escuchar los gemidos procedentes del piso—. Me habéis engañado —indicó, enfadado—. Por eso os hacéis las estrechas —se quejó—, para que Nico se folle a mi tía.

—¡Espera! —intentaron detenerlo, sin éxito alguno, cuando el menor se dirigió al interior de la casa.

A pesar de la reciente corrida, Marta, ya con las tetas al aire, seguía cabalgando sobre la humedecida polla del niñato, quien jugaba estrujando las posaderas femeninas mientras se alzaba para chuparle los pezones.

Nico, al divisar a su amigo entrando de repente como una furia, sonrió, haciéndole un gesto de complicidad para que se calmara. Borja se detuvo, observando cómo el mayor de edad deslizaba los dedos hacia la raja del culo de su tía.

—Por ahí no… —se quejó ella, cambiando el ritmo del movimiento, ahora desplazando la cadera hacia adelante y detrás.

—¿También lo tienes virgen? —se burló, separándole las nalgas para empezar a rozarle el ano suavemente.

—No, pero tienes la polla demasiado grande… Uhm…

—Bueno, déjame jugar un poquito… —ejerció una ligera presión sobre el estrecho agujero, empezando a dilatarlo.

—Quieres follarme bien follada, eh… —agachó el rostro para volver a besarlo—. Uf… —jadeó cuando Nico le metió la punta del dedo.

—¿Eso te gustaría, que te dé por el culo mientras te destrozo el coño, puta? —empujó hasta introducírselo entero.

—Sí… —sollozó, a merced del muchacho, que no tardó en colarle también el dedo medio.

—Ya puedes venir —indicó Nico a su amigo, saliendo del interior del ano femenino, que ya estaba bastante abierto.

—¿¡Qué!? —se giró Marta, percatándose de la inesperada presencia de su sobrino, que la agarró de las caderas.

—¿Lo tienes tragón, tía? —inquirió el menor de edad, encarando su polla hacia la entrada trasera de la hermana de su padre.

—Borja, cariño… —procuró hacerle cambiar de idea en vano, pues en seguida apreció cómo comenzaba a presionarle el ano que su amigo le había dilatado previamente—. ¡Ah, cabrones! —gimió, agachando la cabeza y rindiéndose a la evidencia de sentirse totalmente empalada.

El menor de edad notó la estrechez del angosto orificio, que le constreñía la punta de la verga a cada centímetro que avanzaba, hasta que a duras penas logró metérsela entera, momento en el que los dos adolescentes comenzaron a bombear, follándose salvajemente el coño y el culo de Marta, que no tardó en tener su segundo orgasmo.

Mientras, en el jardín, las dos hermanas mantenían una tensa conversación.

—Oye, Bea…

—Sí, sí, de todo esto ni una palabra —se entendieron rápidamente, sin necesidad de mucho más—. Ya sabes que yo nunca…

—Ya. Yo tampoco a Ángel —frunció el ceño—. Si llegaran a enterarse…

—Pobres… —se tapó el rostro en señal de arrepentimiento—. Ha sido una maldita locura.

—Se nos ha ido de las manos. Pero ya está, no se va a volver a repetir —aseguró Cristina.

—¡Claro que no!

Tras sellar el inevitable acuerdo, se quedaron mirándose, sintiéndose algo mejor, sin poder evitar que las compungidas muecas se transformaran paulatinamente en incipientes sonrisas.

—Sigues cachonda, ¿verdad? —inquirió la hermana mayor.

—Pues claro —provocó que ambas rieran.

—Yo también —le sacó la lengua, en señal de complicidad—. Espero que no tarden demasiado en volver los dos idiotas —bromeó, en referencia a sus parejas.

—Sino habrá que tocarse un poco —volvieron a reír, justo cuando Nico, ya con el bañador puesto, hizo acto de presencia.

—Bueno, ¿os acercamos al apartamento? —sugirió como si nada.

—Vale —sonrió Bea.

Aunque Cristina agradeció que el chico se hubiera vestido, no pudo evitar un cierto regusto amargo.

—¿Ya te la has tirado, machote? —indagó con cierta inquina.

—Parece que te moleste —sonrió con chulería.

—Para nada —se hizo la digna.

—Le hemos dado lo suyo entre los dos —confirmó finalmente.

—¡Joder! —se sorprendió Bea—. Al final se la ha follado el sobrino —no pudo evitar una sonrisa maliciosa.

—Bueno, espero que al menos os hayáis quedado satisfechos —concluyó Cristina, sacándole la lengua.

Ya de madrugada, mientras Marta se lavaba, limpiándose los restos de esperma que Nico y Borja le habían dejado en el coño y en el culo respectivamente, las dos hermanas aprovecharon para volver a ataviarse con una camiseta encima del bikini, preparándose para marcharse. Y, antes de que lo hicieran, con los jóvenes esperándolas en el coche, la anfitriona tuvo una charla con ellas.

—No sé qué decir, la verdad… —insistió en las lamentaciones—. Se me cae la cara de vergüenza.

—No le des tanta importancia, tampoco has hecho nada malo —apaciguó Bea.

—Lo peor será en las navidades —añadió Cristina, bromeando para rebajar la tensión del momento.

—¡Qué cabrona! —rio Marta.

—A ver, ¿y con los chicos qué tal? —se interesó Bea graciosamente.

—Joder, no sabéis cómo lo necesitaba… —sonrió—. Y Nico es una puta máquina —se fijó en la mueca ligeramente desencajada de Cristina, guiñándole un ojo con cierta complicidad para acabar sacándole una sonrisa socarrona—. Pero, bueno, que también me sabe mal por vosotras —insistió—. Esto se supone que era simplemente la fiesta de cumpleaños de mi niño —se mordió el labio, pensando en la locura en la que se había convertido.

—Ya… —se ennegreció el rostro de las dos treintañeras—. De esto no pueden enterarse Ángel ni Rafa…

—¡Por supuesto! —aclaró rápidamente la anfitriona—. Espero que al menos os los hayáis pasado bien, putas —sonrió maliciosamente.

—Muy, muy bien —enfatizaron ambas, provocando que, una vez más, las tres acabaran riendo.

Cuando las hermanas llegaron junto a los chicos, se sorprendieron al ver el vehículo en el que estaban apoyados, esperándolas.

—Joder, menudo coche —se asombró Cristina, contemplando el lujoso Porsche Panamera de color negro que Nico mantenía impoluto.

—¿Se lo has quitado a los papis? —se burló Bea.

—Por lista, tú vas detrás —replicó el dueño del automóvil, dibujando una sonrisa desdeñosa.

—Este cabrón tiene bastante más pasta que sus padres —explicó Borja, separándose del coche parsimoniosamente para abrir la puerta trasera donde estaba apoyado.

—¿Tan bueno eres haciendo tatoos? —chasqueó la novia de Ángel, imaginándose que Nico debía estar metido en asuntos más bien turbios.

—Puedes comprobarlo cuando quieras… —indicó el conductor, clavando la mirada en los ojos femeninos mientras dibujaba una ligera mueca chulesca.

—Mejor no… —le contestó con una sonrisa, retirando la mirada para comprobar cómo Borja se introducía en el coche—. ¿No vas delante? —se sorprendió.

—No, así le indicas el camino a Nico.

—Vale —aceptó sin más, rodeando el vehículo para tomar asiento.

Ya dentro del coche, con Cristina en el lugar del copiloto y Bea justo detrás, el mayor de edad encendió la radio, crepitando reggaetón a todo volumen, suficiente como para que ninguna de las dos mujeres pudiera escuchar la conversación que la otra mantenía con el chico que tenía al lado.

—Oye, por aquí no es —indicó la novia de Rafa a Borja.

—Ah, ¿no? —se hizo el tonto—. No sé, tu hermana le está indicando. Será un atajo —le restó importancia.

—No sé yo…

—Por cierto, no me has dicho de qué conocéis a mi tía… —desvió la atención.

Mientras, delante, Cristina seguía peleándose con Nico por la dirección que había cogido.

—Mujer, vamos a tomarnos la última a mi casa —propuso con un claro tono de divertimento.

—¡Que no, tío! —se quejó una vez más.

—¿En vuestro apartamento entonces? —insistió.

—No sé… ya veremos —dejó abierta la posibilidad, pues lo único que pretendía era convencerlo para que las llevara a casa de una vez por todas.

Ya de camino al piso en el que las dos parejas de treintañeros estaban pasando las vacaciones estivales, mientras se detenían en un semáforo, Nico giró el rostro hacia Cristina.

—Oye, morena…

—¿Qué? —le aguantó la mirada.

El conductor se llevó una mano a la cintura del bañador.

—Me estaba preguntando si te has quedado con ganas de más… —sonrió, comenzando a estirar la tela.

—Nico… —le recriminó, desviando la mirada con cierto disimulo para contemplar cómo el muchacho se iba sacando poco a poco la verga, que la tenía semi flácida, ligeramente recostada sobre la pierna.

—No te enfades… —concilió él en un tono burlesco, bajándose el bañador hasta la mitad de los muslos antes de llevar la mano hacia el cambio de marchas, retomando el camino y aprovechando el gesto para acabar de estirar el brazo, alcanzando la rodilla femenina con intención de acariciarla levemente.

—No empieces… —le amonestó por enésima ocasión, pero sin hacer nada para impedir que Nico comenzara a recorrer lentamente su suave piel.

—Mira cómo me la estás poniendo… —la culpó, hincándole los dedos en la carne.

Cristina le hizo caso, echando un vistazo al pollón del niñato, que se había ido alzando, aumentando de tamaño, tanto en grosor como en longitud, a medida que él le metía mano. Aunque solo la tenía morcillona ya era más grande que la de su amigo.

—¿Te he dicho ya que eres muy cabrón…? —balbuceó, sintiendo cómo la incursión del chico llegaba hasta su ingle.

—Así que te gusta mi polla, eh, zorra —aprovechó para deslizarse en rededor, comenzando a jugar con la costura del bikini.

—Uf… sabes que sí… —sintió cómo uno de los dedos de Nico se colaba bajo la braga—. Pero no puede ser —le cortó antes de que le acariciara el chocho, sujetándole el brazo e impidiendo que fuera más allá.

—¿Ya no quieres jugar? —mostró una sonrisa chulesca, retirando la mano para cambiar de marcha.

—No he querido nunca. Solo quería que nos trajeras a casa. Y lo he logrado —le sacó la lengua.

—¿Me la guardo entonces? —se agarró el bañador.

—Sí, mejor.

—Tendrás que ayudarme —hizo ver que no podía mientras conducía.

—¡Anda, trae!

Cristina se ladeó ligeramente para socorrer a Nico. Con una mano asió la prenda masculina, comenzando a subirla, al mismo tiempo que con la otra le rodeaba inesperadamente el tronco de la polla. Se hizo el silencio entre ambos, solo roto por la infernal música reggaetonera, mientras ella percibía las palpitaciones del ya totalmente endurecido miembro.

—Quieres llevarte un buen recuerdo, eh, guarra.

—Cállate… —le estrujó el descomunal cipote justo después de regalarle una pequeña sobada.

—Estoy seguro que cuando se la chupes al maricón de tu novio vas a pensar en mi rabo… —afirmó con total severidad.

—¡Sí, claro! —despreció su actitud chulesca, soltándole el pollón para acabar dándole una breve caricia a los ardientes huevazos antes de, a duras penas, comenzar a cubrirlo definitivamente con el bañador.

—Ya llegamos —indicó Bea al percatarse de que acababan de girar por la calle del apartamento.

—¿Ves, tonta? Y tú pensabas que os la íbamos a liar —rio Borja.

—Vale, tienes razón —le sonrió—. Pero no me negarás que los precedentes no eran demasiado alentadores… —bromeó.

—¡No me jodas, tía! Que mal tampoco lo habéis pasado…

—Bueno, pero es algo que no va a volver a ocurrir —aseguró con contundencia.

—Vale, que sí… —desdeñó con una mueca de desprecio—. Si yo lo único que quiero es que me digas cuánto te ha gustado la sobada que le he pegado a esas tetazas que tienes… —insistió, usando un tono soez mientras comenzaba a colar la mano bajo la camiseta femenina.

La radio se apagó justo cuando el conductor concluyó el estacionamiento del vehículo, provocando que Bea ya no contestara, únicamente sonriendo para acabar de rechazar a Borja, sacándole la lengua mientras le apartaba el brazo parsimoniosamente.

—Entonces, nos tomamos la última, ¿no? —inquirió Nico, girándose para comentarlo con el resto.

—No creo que sea demasiado apropiado, la verdad —aseguró la novia de Rafa.

—Vamos, chicas, ¿no nos vais a invitar por haberos acercado a casa? —chasqueó Borja.

—¡Vaya morro! —sonrió Cristina—. Si el que nos ha traído ha sido Nico —le sacó la lengua en plan jocoso.

—Pero yo te dejo que nos acompañes —bromeó el mayor de edad, dirigiéndose a su amigo y provocando las risas de ambas mujeres.

—Aún no te hemos invitado —replicó Bea.

—Si es cuestión de tiempo, no tengo prisa —dibujó una mueca chulesca.

—Pues nosotras sí, que es muy tarde ya —indicó Cristina—. Anda, vamos —se dirigió a su hermana mayor.

—Y no sabemos cuándo van a venir nuestros chicos —añadió la novia de Rafa, abriendo la puerta del coche.

—Nos tomamos una y nos piramos —propuso Borja, forzando una falsa cara de niño bueno.

Las dos treintañeras se miraron, entendiéndose solo con la mirada. Estaba claro que no iban a permitir que sucediera nada.

—Bueno, pero rapidito —indicó Bea, aceptando finalmente.

Ya en el piso, las anfitrionas sacaron unas cervezas que los cuatro degustaron mientras charlaban animosamente sobre cómo ellas habían conocido a sus respectivas parejas. Las hermanas estaban cómodas con la cháchara, así que no se quejaron cuando el propio Nico fue en busca de más birras.

—Tomad —les ofreció las latas.

—Pero son las últimas —aseguró Bea.

—Que sino nuestros chicos se pensarán que somos unas borrachas —bromeó Cristina, provocando las risas multitudinarias.

—Entonces, ¿hasta cuándo estáis por aquí? —continuó Nico con la conversación.

—No vamos a volver a vernos, ¡eh! —contestó rápidamente la novia de Ángel.

—¿Por qué? —inquirió Borja—. Podemos esperar a que se despisten vuestros chicos —propuso con una sonrisa maliciosa.

—¡Sí, hombre! Estáis flipando —reaccionaron ellas en un tono burlón.

—¿También flipábamos en casa de mi tía? —replicó el menor con cierto desdén—. Porque no parecía que os estuvierais aburriendo con nosotros —cargó con prepotencia.

—A ver, chavales, no os hagáis más ilusiones —Cristina se puso seria—. Dad gracias que os habéis llevado una mamada. Y de milagro, porque nos habéis engañado —forzó un gracioso gesto de resignación.

—Además, estábamos un poco borrachas —añadió jocosamente Bea, dándole un nuevo sorbo a la cerveza para acabar dibujando una sonrisa juguetona.

—Es que sino no había manera de que nos trajerais —argumentó Cristina—, que nosotras lo que queríamos era estar con nuestros chicos —concluyó con una pícara mueca.

—No con un par de mocosos —aclaró la novia de Rafa, haciendo que ambas rieran.

—Y mientras esperabais a que vinieran, ¿os ibais a liar entre vosotras? —se mofó Nico.

—Venga, que es muy tarde —reaccionaron ambas, queriendo ignorar la provocación mientras se alzaban para quitarles las cervezas, apremiándoles para que se marcharan.

Mas los jóvenes no estaban por la labor precisamente, así que Cristina y Bea tuvieron que esforzarse, agarrándolos jocosamente de la pechera para que se levantaran y, sin dejar de hacer broma, empujándolos para guiarlos hacia la salida.

—Tío, Borja, todas las hermanas son igual de guarras —soltó el mayor de edad cuando llegaron al recibidor, haciendo reír a su amigo.

—No te pases —se quejó la novia de Rafa, usando un tono más serio.

—¿Queréis saber cómo nos conocimos nosotros? —inquirió Nico, deteniéndose frente a la puerta.

—¡Hostia! De eso hace ya un año —indicó Borja—. Fue el día que perdí la virginidad —sonrió.

—¿Os enrollasteis entre vosotros? —se cachondeó Cristina.

—Anda, cierra la puta boca, graciosilla, y escuchad —soltó Nico bruscamente—. Cuéntaselo —se dirigió a su colega.

Las dos mujeres, con una mezcla de intriga por lo que Borja tuviera que contar y de respeto por la severa actitud del chico mayor de edad, detuvieron momentáneamente las pretensiones de echarlos, quedándose paradas en el vestíbulo frente a los chicos, dispuestas a descubrir cómo se conocieron.

—Recuerdo que fue un viernes por la noche. Yo estaba en mi cuarto viendo una serie. Estaba solo. No había nadie en casa. Mis padres se habían ido de fin de semana y mi hermana, que estaba de fiesta, no debía llegar hasta más tarde.

—Su hermana, por cierto, está bien buena —añadió su amigo orgullosamente.

—Sí —sonrió Borja, acariciándose el paquete con cierto disimulo—. Es 3 años mayor que yo y está casi tan tremenda como vosotras —las piropeó.

—Ya… —desdeñó la novia de Ángel.

—Sigue —le ordenó Nico.

—El caso es que me quedé dormido. No sé cuánto tiempo. Pero cuando desperté, oí ruido. Procedía de fuera. Así que, aún adormilado, pensando que era mi hermana que ya había vuelto, salí de mi cuarto y, cuando llegué al salón, la pillé follando.

—¡Anda! —soltó Bea.

—Aún recuerdo la cara que pusiste —rio Nico.

—¿¡Eras tú!? —se sorprendió Cristina, inesperadamente satisfecha con los derroteros del relato.

—Chis… que la historia aún no ha acabado.

Borja se agarró el paquete con mayor descaro, comenzando a sentir cómo se le hinchaba a medida que recordaba lo que ocurrió aquella noche.

—Mi hermana se quería morir. Su hermanito la acababa de pillar tirándose a un ligue recién conocido. Yo me quedé como un pasmarote, sin poder quitar ojo de sus tetas mientras ella procuraba taparse, aún con la polla de éste metida en todo el coño —sonrió.

La erección del menor de edad, que comenzó a sobarse por encima del bañador, era cada vez más evidente, con lo que su bulto en absoluto pasó inadvertido para ninguna de las dos mujeres que tenía delante.

—¡Ya te digo, joder! Tuve que calmarla… —intervino Nico con una expresión risueña.

—Sí, recuerdo cómo empezaste a cuchichearle al oído, hasta que terminaste sobándole las peras. Y nunca se me olvidará la sonrisa de mi hermana mientras se giraba para dedicarme esa mirada. Puta zorra… Se estaba poniendo cachonda porque yo estaba observando.

—¿Y tú qué hiciste, cabronazo? —se rio el mayor de edad.

—Me saqué la polla —contestó con una sonrisa orgullosa, agarrándose el bañador por los costados para comenzar a bajárselo.

—Ups… —se sorprendieron tanto Cristina como Bea, que en absoluto se esperaban que Borja se quedara en pelotas.

La novia de Ángel quiso protestar, pero Nico se lo impidió con un solo gesto de indudable autoridad.

—Yo ya la tenía así de dura —continuó el menor, sujetándosela para empezar a meneársela suavemente—. Y la muy guarra no paraba de ojeármela, tal y como estáis haciendo vosotras ahora mismo —las vaciló, provocando que las treintañeras retiraran la mirada, avergonzadas.

—Por la cara de salido que tenía —intervino Nico—, me imaginé que éste debía ser virgen —señaló a su amigo—. Así que le pregunté a su hermana. Me dijo que no lo sabía. Y decidí averiguarlo.

—¡Qué cabrón! —rio Borja—. En esa época yo era un poco pardillo. Confesé que aún no había estado con ninguna y este hijo de puta se empezó a burlar de mí, cachondeándose mientras hacía que mi hermana le comiera toda la polla.

—No te quejarás… —replicó el mayor de edad.

—¿Qué pasó? —preguntó Bea.

—Al principio ella era reticente —prosiguió Nico—, pero conseguí convencerla.

—¿De qué? —insistió la novia de Rafa, más que interesada en los acontecimientos.

—De que me hiciera una paja —contestó Borja, masturbándose ya descaradamente.

—Uf… —resopló Cristina—. ¿Y te la hizo?

—¿Tú qué crees?

—Me temo que sí…

—¡Guarro! —soltaron ambas al unísono, sintiendo cómo la historia iba despertando el furor interno que se había mantenido latente, pero que aún nadie les había apaciguado.

—La guarra fue ella, que se acercó, hasta llegar a mi altura, arrodillándose frente a mí, frente a su hermanito pequeño —remarcó—. Me agarró la polla como si nada y empezó a pajearme sin dejar de mirarme con cara de zorra.

—La cabrona se volvió loca cuando me uní. Creo que le gustó tener dos buenos rabos a mano —rio Nico.

—Sí —sonrió el menor de edad—. Ahí fue cuando me la chupó por primera vez.

—Uf… —ahora fue Bea la que resopló.

—Y os aseguro que eso no es lo que había pactado con ella —testificó Nico—. Yo solo quería cachondearme del pringado de su hermano pequeño.

—Y desde entonces somos buenos amigos —sonrió orgullosamente el menor de edad—. Así que ya os podéis imaginar cómo acabó la cosa.

—¿Os la follasteis? —inquirió Bea ingenuamente.

—Ya te he dicho que todas las hermanas sois igual de putas —replicó Nico—. Vamos a ver si es verdad…

El irreverente niñato se acercó sorpresivamente a la novia de Rafa y, con un gesto tan rápido como hábil, la volteó, postrándola contra la pared mientras le agarraba el culo, apretujándoselo.

—Huy… —soltó un leve quejido, sin tiempo para reaccionar, antes de sentir cómo la mano de Nico se internaba entre sus nalgas, comenzando a rozarle avispadamente por encima del bikini.

—Parece que tú eres bastante guarra… —bromeó, satisfecho con la aparente permisividad femenina mientras deslizaba un dedo a través de la tela, logrando percibir toda la esponjosidad del chochito de Bea.

—Uhm… —sollozó, ya sin hacer nada para impedírselo, abriendo las piernas ligeramente, cachonda perdida.

—Veamos tu hermanita…

—Serás mamón… —soltó Cristina, observando cómo el chico se apartaba de Bea para repetir la acción con ella, colocándola de espaldas—. Ups… —hipó cuando le asió la pieza inferior del bikini, bajándosela de golpe hasta las rodillas, sin lograr mostrar resistencia alguna debido a lo inesperado de la maniobra.

—¿Tú también eres una buena zorra? —le susurró al oído, acercándose lo suficiente como para restregarle todo el paquete entre las nalgas.

—No lo somos —contestó ridículamente mientras ambas se encontraban contra la pared, con el culo ligeramente en pompa, a merced del niñato.

—Claro que no… —se burló él, separándose de la novia de Ángel para colocarse entre las dos, estirando los brazos con la intención de manosearles las nalgas a conciencia—. Pero prefiero asegurarme.

Nico no tardó en colar un dedo bajo el bikini de Bea al mismo tiempo que se adentraba entre las cachas de Cristina, avanzando hasta llegar a la intimidad de ambas, logrando deslizarse por sus calientes pliegues, que estaban completamente pringosos.

—Ah… —gimieron al unísono las dos hermanas.

—¿Qué me dices ahora, morena? —insistió, alcanzando su clítoris para presionarlo ligeramente—. ¿Sois unas guarras o no?

—Uhm… —sollozó Cristina—. Eso parece…

—¡Uf! —Nico se excitó sobremanera, liberando a Bea para darle un empellón a la novia de Ángel, metiéndole de golpe un dedo en el coño.

—¡Ah! —aumentó los decibelios, procurando calmarse a medida que el niñato salía de su interior para acabar suplicando cuando él comenzó a agacharse, terminando de bajarle el bikini a medida que lo deslizaba por las piernas femeninas, hasta hincar las rodillas en el suelo, justo en el momento en el que la pieza cayó a los pies de Cristina.

El chico mayor de edad usó ambas manos para abrirle las posaderas del culo, olfateando a medida que introducía la cara entre sus nalgas.

—Cómo te apesta ya el coño…

—No lo hagas… —balbuceó una vez más, cerrando los ojos al mismo tiempo que separaba las piernas, hasta que sintió la tensión de la prenda que tenía alrededor de los tobillos—. Ah… —volvió a gemir, cabeceando al percibir el subidón del placer provocado por la poderosa lengua que contactó con su sexo.

—Cristy… —sollozó, llamando la atención de Nico, que momentáneamente apartó el rostro de entre las cachas de Cristina, estirando el cuello para plantarle un húmedo mordisco a la pomposa nalga de Bea—. ¡Ay! —sintió el satisfactorio dolor de los dientes clavándose en su carne mientras observaba cómo el chico mayor de edad volvía a la carga, comiéndose todo el coño de su hermanita.

La novia de Rafa, sin saber muy bien qué hacer, no se percató de cómo Borja, que se había enfundado un preservativo, la sujetaba por las caderas hasta que ya fue demasiado tarde, cuando le bajó la braga del bikini hasta la mitad de los muslos para después colarle a traición la tiesa polla entre las piernas.

—¡¿Qué haces?! —se quejó, advirtiendo los descarados roces del bamboleante miembro restregándose contra su raja—. ¡Ah! —gritó, mezcla de sorpresa, miedo y placer cuando el niño encaró la verga hacia su entrada, ejerciendo la presión suficiente como para que el poroso coño comenzara a dilatarse.

Bea no se podía creer lo que estaba ocurriendo. Había ido todo demasiado rápido como para asimilarlo cuando un súbito halo de arrepentimiento la invadió por completo, momento en el que el crío le metió la punta, percibiendo cómo se saciaba parte de la calentura que tenía desde hacía horas, sensación que se acrecentó a medida que la iba penetrando, hasta que los huevos de Borja chocaron contra sus muslos, clavándosela entera. Inmediatamente se sintió un poco menos culpable y deseó una nueva embestida que, contradictoriamente, aún le aliviara más los remordimientos.

—Sigue, cabrón —le pidió al menor, que introdujo las manos bajo la camiseta femenina, deslizándose por los costados hasta alcanzar sus enormes melones, agarrándoselos para volver a la carga, follándosela con animosos bríos.

Cristina sentía el aliento de Nico por todo su coño, desde el inflamado clítoris, donde el niñato ejercía la presión justa para volverla loca, desesperándola, hasta el hambriento agujerito, del que no paraban de emanar fluidos, cada vez más blanquecinos, mientras él se deslizaba entre sus pegajosos labios vaginales, que se removían a su paso, adhiriéndose a la lengua masculina.

—Hijo de puta… para… —suplicó—. ¡Vas a hacer que me corra!

El chico mayor de edad le estrujó las nalgas una vez más, antes de soltarle una fuerte palmada en una de ellas.

—¡Ah! —gimió, advirtiendo la oleada de placer previa al orgasmo.

Nico apretó la cara contra el culo femenino, procurando acercar los labios al carnoso órgano situado en la parte superior de la vulva para chupárselo a conciencia, incrustándole la nariz dentro del coño. El muchacho percibió cómo la novia de Ángel no le duraba ni un segundo más, sintiendo cómo le empezaban a temblar las piernas a medida que escuchaba cómo balbuceaba entre dientes, degustando las dulces mieles que fluían de los más profundo de su ser. Cristina se estaba corriendo en su boca.

Exhausta y jadeante, procurando recuperar el resuello tras el reciente y anhelado éxtasis, la menor de las hermanas, con los ojos aún entrecerrados, notó el bulto escandalosamente voluminoso restregándose contra su culo.

—No… —se negó con un hilillo de voz.

—¿No? —sonrió Nico—. Mira a la puta de tu hermana —la agarró de la melena, obligándola a girar el rostro hacia el costado.

La novia de Rafa, con el pelo revuelto, estaba a cuatro patas, sin camiseta y bien abierta de piernas, con las bragas del bikini en el tobillo de su pie derecho y las copas del sostén bajadas, dejándose magrear las enormes tetazas que le colgaban como alforjas por las aviesas manos de Borja, que seguía dándole empellones cada vez más fuertes, haciéndola gemir de placer.

—Bea… —balbuceó en voz baja.

Ver cómo se follaban a su hermana mayor, a la que siempre había tenido como un referente de lealtad y que ahora ya estaba siendo completamente infiel, poniéndole los cuernos al buenazo de Rafa, le revolvió el estómago, recibiendo el repentino golpe en forma de aluvión de realidad, dándose cuenta de que ella tampoco se había portado demasiado bien con Ángel. Se sintió derrotada, percibiendo cómo se debilitaban sus ya mermadas defensas.

—A mí no me vas a follar —replicó, recobrando parte del orgullo herido mientras notaba cómo el poderoso paquete masculino se le clavaba en el trasero al doblar el cuerpo con la intención de recoger el bikini que tenía a la altura de los tobillos, subiéndoselo para colocárselo y recuperar ligeramente la compostura.

Nico la aferró por la cintura, volteándola de modo que ambos quedaron mirándose de frente.

—¿Me vas a dejar así? —le asió la mano, guiándola hacia su entrepierna.

—Este es tu problema —aseguró, agarrándole todo el contorno de la polla a través del bañador.

—O el vuestro como no nos vayamos pronto —sonrió con maldad.

—Eres un cabronazo.

Cristina frotó el enorme paquete, rememorando cuando esa misma mañana hizo lo propio con su chico, sin poder evitar hacer maliciosas comparaciones. No había duda de quién estaba mejor dotado, lo que le provocó el subidón de adrenalina recorriéndole todo el cuerpo mientras Nico, acariciando el costado femenino, se inclinaba hacia delante para susurrarle en el oído.

—Pórtate bien y os dejaremos solitas para que esperéis a los maricones de vuestros novios.

—¡Sí, claro! —se quejó—. ¿Me quieres engañar dos veces? —forzó una morbosa expresión compungida mientras jugaba a adivinar la silueta del vigoroso glande con los dedos.

—Te dije que te traería al apartamento —sonrió, deslizándose entre las costillas de Cristina—. Y aquí estás.

—Bueno… —le soltó el paquete—. Entonces, si hago esto —le agarró la tela del bañador, separándola de la cintura—, ¿os vais? —inquirió, introduciendo una mano dentro.

La menor de las hermanas clavó los dedos en el pubis masculino, percibiendo el calor que desprendía toda su hombría a medida que se desplazaba para acabar entrando en contacto con su descomunal miembro, sopesándoselo una vez más.

—Uhm… —gimió al sentir cómo Nico le estrujaba con fuerza una de las tetas—. Esa mano… —le reprendió, agachándose para evitar el magreo al mismo tiempo que, en un gesto acompasado, comenzaba a tirar de la prenda masculina hacia abajo.

El órgano, en estado de erección, tenía un tamaño tan descomunal que no cabía por la abertura, con lo que quedó enganchado a la tela debido a su extraordinaria rigidez, tensionándose a medida que ella deslizaba el pantalón por las piernas del crío, hasta llegar a las rodillas, momento en el que pollón salió disparado hacia arriba, golpeando con fuerza el mentón de Cristina.

De la garganta femenina surgió un espontaneo quejido mezcla de disgusto y morbo. La verga era tan grande y estaba tan dura que la sacudida le hizo daño. Y fue precisamente ese dolor lo que provocó que siguiera calentándose con la más que evidente excesiva virilidad del niñato. La novia de Ángel rodeó el grueso tronco con una mano y comenzó a hacerle una paja.

—¿No me la vas a chupar? —preguntó con una mueca de superioridad.

Ella reaccionó con un sensual movimiento de cabeza para contestar negativamente.

—¿Seguro? Tardaré más en correrme… —sonrió maliciosamente.

—Parece que la cosa va bien —afirmó, risueña, observando cómo la polla comenzaba a babear ligeramente.

Tras unos cuantos minutos de buena follada, Bea estaba a punto de alcanzar el orgasmo cuando sintió cómo Borja aceleraba el ritmo atropelladamente, dilapidando la correcta cadencia que llevaba, señal de que el inexperto muchacho iba a explotar.

—Espera… tranquilo… —sollozó casi con desesperación, procurando calmarlo, pero el menor ya había perdido el control.

—¡Me corro! —balbuceó, dejando de sobarle las tetazas para sujetarla de las caderas, dándole la última embestida.

La novia de Rafa echó el culo hacia atrás, procurando sentir bien profundo las palpitaciones de la joven verga mientras el crío eyaculaba dentro de su coño. Ella se agarró un pecho, acariciándoselo al mismo tiempo que se llevaba una mano a la entrepierna, buscando darse los últimos estertores de placer que la empujaran al orgasmo, emitiendo pequeños gemidos, pero sin llegar a alcanzar el éxtasis.

—Joder… —soltó Borja, saliéndose de su interior—. Estoy seco —sonrió orgullosamente, sacándose el condón, que no tenía apenas esperma debido a que era la tercera vez que se corría en poco tiempo.

La mayor de las hermanas, ligeramente contrariada, se recolocó el bikini rápidamente, poniéndose las bragas y subiéndose las copas del sostén.

—Anda, dame eso —le instó, haciéndose cargo del profiláctico para deshacerse de él convenientemente, dirigiéndose al cuarto de baño.

—Borja —le llamó la atención su amigo—, pásame uno de los míos.

El menor de edad le hizo caso, entregándole el último que quedaba antes de marchase hacia el sofá con la agradable sensación de tener los testículos totalmente exprimidos, dejando a Cristina y Nico a solas en el recibidor del apartamento.

—¿Qué tienes ahí? —inquirió la novia de Ángel, intrigada por lo que escondía en la mano.

El chico esbozó una expresión chulesca, mostrándole el preservativo de 69mm, el modelo más grande de la marca My Size, mientras ella seguía masturbándole.

—Ya te he dicho que no vamos a follar —aseguró Cristina.

—Fijo que a la guarra de tu hermana sí que le apetece —se burló.

—No te pases —alzó la vista, provocando un morboso cruce de miradas—. Y la guarra de la familia soy yo —le sacó la lengua, bromeando antes de darle un suave beso en el glande con el que se le humedecieron levemente los labios—. Hago que te corras y os vais.

—Mujer —sonrió graciosamente—, no querrás que lo acabe manchando todo… Anda, pónmelo y así no tienes que limpiar luego —le extendió la palma de la mano, ofreciéndole el preservativo.

—¿Desde cuándo eres tan atento? —ironizó, sabedora de las intenciones del crío.

—¿Acaso no te he tenido bien atendida durante toda la noche? —le hizo un guiño, haciéndola reír.

—Vale —aceptó finalmente, recogiendo el condón—, pero no te va a servir de nada —le miró directamente a los ojos, poniendo cara de zorra.

Cristina se deshizo del envoltorio, colocando el preservativo sobre el glande. Aunque la goma era ancha, le dio la impresión de que le quedaría justa debido a lo orondo que tenía el tronco. Rodeó el profiláctico con una mano y comenzó a deslizarlo por toda la longitud de la polla, llegando a extenderlo por completo sin que llegara a cubrírsela entera, quedando unos pocos centímetros sin enfundar.

—Joder, te falta condón —sonrió, antes de separar ligeramente los labios para darle una pequeña chupada a la punta de la verga.

—¿No le pasa lo mismo a tu novio? —desdeñó con gracia.

—No usamos preservativo —confesó, alzando una ceja en un divertido gesto.

—¿Por? ¿También se le quedan cortos? —se burló.

—Sabes que no, tonto —le amasó las pelotas.

—¿No? —esbozó una sonrisa ladina—. Muéstrame lo chiquitita que la tiene —transformó su expresión en una mueca repleta de crueldad.

—Hijo de puta… —procuró ignorar el escarnio a su chico, abriendo más la boca para empezar a tragarse el pollón, metiéndoselo hasta la garganta.

Cristina estaba dispuesta a hacer que Nico eyaculara lo más rápido posible, pero el muchacho demostraba tener demasiado aguante, con lo que no tardó en ponerle un ultimátum.

—Tío, o te corres pronto o te vas a tener que ir con estos bien cargados… —mostró un mohín de disgusto antes de inclinar la cabeza para chuparle los ostentosos huevos.

—Tendremos que hacer un trato, ¿no? —sonrió con perspicacia.

—¡¿Otro?!

Nico estiró el brazo para pellizcar el lateral de la pieza superior del bikini de Cristina.

—Sácate esto, que quiero correrme en tus tetas.

—¡Pero, bueno! —se hizo la sorprendida—. ¿El condón no era para no manchar nada?

—El condón era para follarte, zorra.

—No me digas… —rió Cristina.

—Pero como te haces la estrecha, enséñame las tetas al menos —sugirió, deslizando la mano hacia la parte delantera para darle una suave caricia al pecho femenino.

—No sé yo… ¿Te correrás más rápido si lo hago?

—Claro que sí… —sonrió, comenzando a sobarle descaradamente por encima del bikini.

—Bueno… —aceptó a regañadientes.

La novia de Ángel se deshizo de la pieza que cubría sus preciosos senos, liberándolos y dejándolos a merced del niñato, que aprovechó para volver a magreárselos, ahora sin tela de por medio, sintiendo toda la magnificencia de su carnosidad.

—¡Córrete antes de que salga mi hermana, cabrón! —le agarró la polla, masturbándolo nuevamente.

El chico mayor de edad clavó su intensa mirada de color verde en los ojos de Cristina, sonriendo al mismo tiempo que le pellizcaba el pezón, haciéndola gemir.

Ella se percató de cómo se empezaban a contraer las enormes pelotas del niñato y, en un acto completamente instintivo e inesperado, le sacó el preservativo, tirándolo al suelo justo antes de apartarse ligeramente, agarrándose las tetas para ofrecérselas a Nico.

—Qué puta eres… —mostró una mueca vanidosa, sujetándose el enorme cipote para encararlo hacia el generoso pecho de Cristina.

El primer lechazo salió con tanta fuerza que voló de forma descontrolada hasta la mejilla femenina. Ella, desprevenida, se sobresaltó, pues no se esperaba que Nico, tras varias descargas, pudiera volver a eyacular en demasía. Sin embargo, el joven semental la sorprendió, disparando cuantiosos chorros de esperma sobre su pecho que fueron deslizándose lentamente por su erizada piel, llegando hasta su vientre a través del canalillo o quedando colgados de sus aún erectos pezoncitos.

—¡Joder, niñato! ¿Pero tú no te has corrido ya unas cuantas veces? —preguntó retóricamente con desdén, amasándole los grandiosos testículos que le volvían a colgar en toda su magnificencia.

—¿Habéis follado? —les interrumpió Bea al salir del cuarto de baño, indagando al encontrarse a su hermana con el torso lleno de semen.

—No —contestó Cristina rápidamente, recogiendo el preservativo usado con la intención de hacerlo desaparecer—. Voy a limpiarme —aseguró, avergonzada, marchándose rauda hacia el lavabo.

Tras deshacerse de los restos de la corrida del niñato, aún en el aseo, la novia de Ángel aprovechó para lavarse la cara, refrescándose mientras reflexionaba sobre todo lo que había ocurrido esa noche. En seguida apreció el evidente malestar que se le instauró en el estómago por culpa de los incipientes remordimientos, intensificados debido al incómodo recuerdo de su hermana dejándose follar por Borja. Al final, la mamada en casa de Marta no había impedido que acabara cometiendo otra tontería, dejándose comer el coño. Y lo peor era que, a pesar del reciente orgasmo que Nico le había provocado con el cunnilingus, aún percibía cierto cosquilleo en la entrepierna, que había resurgido tras volver a chupársela. Sin duda, tenía un revoltillo de sensaciones que le impedían saber si estaba más arrepentida que cachonda. De lo que no tenía duda era que aún necesitaba una buena polla que la penetrara, pero por su cabeza no pasaba ninguna otra posibilidad que no fuera la de su chico.

—¿No piensas vestirte? —recriminó Bea al muchacho mayor de edad, que seguía con los pantalones bajados.

—¿Tanto te molesta? —ironizó, sonriente, recogiendo el bañador que tenía a la altura de los tobillos para subírselo, poniéndoselo definitivamente.

—Gracias —mostró un gesto enfurruñado.

—¿Estás enfadada? —inquirió en un tono burlesco, acercándose a la novia de Rafa.

—¿Tú qué crees? Cristina y yo tenemos pareja —aseguró con el semblante cariacontecido.

Nico, llegando a su altura, soltó una pequeña carcajada.

—No te rías…

—Me parece a mí que ya sé lo que te pasa… —la sujetó de la cintura con ambas manos—. Tienes cara de que mi amigo te ha dejado con ganas —chasqueó.

—¡Anda ya! —no pudo evitar que se le escapara una tenue sonrisa.

—Seguro que cuando te has ido al baño hasta te has tocado —mostró una pérfida mueca, comenzando a bajar las manos para entrar en contacto con la pieza inferior del bikini de Bea.

—Eres un cerdo.

—No me digas… —sonrió con sarcasmo, agarrándola sorpresivamente del culo para atraerla hacia sí.

La osadía del muchacho provocó las inmediatas quejas femeninas en cuanto sintió el enorme bulto restregándose contra su bajo vientre, pero sin hacer ademán de apartarse, provocando que Nico se inclinara hacia delante, estrujándole las nalgas.

—Si está claro que no te disgusta… —le musitó al oído.

—Puede… —comenzó a entrar en su juego, empujando ligeramente la cadera para percibir aún con mayor claridad la grandiosidad del paquete masculino.

—Si quieres puedo arreglarlo… —continuó susurrándole mientras colaba un dedo bajo la braga del bikini—. ¿Quieres que haga que te corras?

—No… —masculló entre dientes, permitiendo que Nico desplazara a un costado la tela que cubría su entrepierna—. No le puedo hacer esto a Rafa… —balbuceó, sintiendo cómo el niñato comenzaba a deslizarse entre sus mojados labios vaginales—. Otra vez no… —farfulló, moviendo la pelvis instintivamente para aumentar el placer de las caricias.

—Olvídate de tu novio, que te estás derritiendo, zorra… —bravuconeó, encarando el dedo hacia la dilatada entrada, presionándola ligeramente para sentir cómo el agujerito se lo engullía sin remedio.

—Uhm… —gimió—. Entonces, ¿tú sí eres capaz de hacer que me corra, machote? —se mordió un labio.

—Sabes que sí —Nico dibujó una sonrisa maligna, consciente de que tenía a la hermana justo donde pretendía.

—Cómemelo como a Cristina… —sollozó melosamente, separando las rodillas, completamente desatada.

Bea había perdido el control. Necesitaba correrse. Borja la había dejado al borde del orgasmo y, tras las artimañas de Nico, había entrado en una especie de estado de enajenación. Recordó los jadeos de su hermana pequeña mientras el chico mayor de edad le practicaba sexo oral, hasta hacerla explotar de placer, y una flamante oleada de envidia la dominó por completo, deseando sentir lo mismo.

—¿Eso quieres? —sonrió el muchacho, sacando el dedo de su interior, sin dejar de palparle toda la raja.

—Sí…

—Tendremos que llegar a un acuerdo… —marcó más la sonrisa.

—¡Joder! Ahora mismo haría lo que fuera…

—Ayúdame a follarme a tu hermana.

Bea se quedó a cuadros. En absoluto se esperaba que Nico maquinara tal ardid. Ya de primeras no se sentía demasiado bien consigo misma al estar dispuesta a hacer casi cualquier cosa para que él le comiera el chocho, así que no le hizo mucha gracia descubrir que en realidad en quien estaba pensando el niñato era en Cristina. Percibió una emoción extraña, como si la creciente envidia comenzara a coger tintes de celos.

—No me puedes pedir eso… —farfulló lastimosamente.

—¿Es que no quieres correrte? —jugó con ella, continuando con las caricias en el coño, que estaba completamente pringoso, emanando los fluidos que comenzaban a deslizarse por los muslos de Bea.

—Sí, pero… uhm… No voy a hacerle esa putada…

—¿Putada? —dibujó una falsa mueca de inocencia—. ¿No crees que se lo vaya a pasar bien conmigo? —se burló.

—Seguro. Uf… Pero no quiero que le ponga los cuernos a Ángel. Uhm… Y menos por mi culpa…

Bea era consciente de que, una vez olvidada toda esta vorágine de descontrol, no lo iban a pasar precisamente bien por haber sido infieles a sus parejas por primera vez después de tantos años de relación y prefería evitar que Cristina cometiera el mismo error que ella, dejándose follar.

—Lo que te pasa es que me quieres solo para ti, guarra —chasqueó Nico, arrodillándose frente a la novia de Rafa—. Qué mala hermana…

—Eres un hijo de puta… —maldijo, abriendo las piernas.

—Uf… lo tienes bien jugosito… —agachó la cabeza, colándose entre los muslos femeninos para darle una buena lamida, desplazando la lengua a lo largo de todo el coño y terminando con una suculenta chupadita.

—¡Ah! —ahogó un contundente gemido, sintiendo cómo le temblaba el cuerpo de arriba abajo al mismo tiempo que se le erizaba cada milímetro de piel.

Nico alzó el rostro, mirándola a los ojos con la sonrisa manchada de flujos vaginales.

—Sigue… —rogó Bea, sin poder evitar un instintivo moviendo pélvico hacia delante y detrás mientras el niñato negaba con un malicioso gesto de cabeza—. Un poquito más… —suplicó lascivamente, agarrándole del pelo.

—Si me follo a tu hermana te prometo que esta noche te vas a llevar una buena comida de coño —mostró una sonrisa siniestra.

Cuando Cristina salió del lavabo estaba todo muy tranquilo. Bea y Nico charlaban amistosamente en el salón, junto al sofá donde Borja estaba echando una cabezada.

—¿Aún no os habéis ido? —se importunó al ver que los dos niños permanecían en el piso.

—¿Ya nos quieres echar? —sonrió el mayor de edad.

—¡Tú dirás! —se molestó ligeramente—. Nuestros chicos pueden llegar en cualquier momento.

—No querrás despertar a Borja —argumentó Nico, desviando la mirada hacia su amigo.

—Tiene razón —intervino Bea—. Deja que el chaval descanse un rato…

Cristina miró a su hermana, ligeramente extrañada, mas confió en ella. En realidad lo peor ya había pasado y supuso que Ángel y Rafa aún tardarían un poco en aparecer.

—Está bien —aceptó al fin—. Pero yo también me voy a dormir, que es muy tarde —echó un vistazo a través de la ventana, contemplando cómo comenzaba a amanecer.

Aunque era verano y la menor de las hermanas solía acostarse únicamente con unas bragas, o directamente desnuda, no le pareció oportuno estando los dos críos aún en el apartamento, con lo que se puso una camiseta cómoda, de color blanco y ligeramente ceñida, sin nada debajo. Una vez en la cama prosiguió dándole vueltas a la cabeza, incapaz de conciliar el sueño. La sensación de arrepentimiento era cada vez más fuerte, aunque a ratos se difuminaba en favor del constante picor de la vagina, que acababa desencadenando los irremediables sentimientos de culpabilidad, pues por mucho que lo intentara, era incapaz de pensar en Ángel y, cada vez que cerraba los ojos, no podía evitar que a su mente vinieran los enormes atributos de Nico.

—Cristina… —la llamó su hermana sigilosamente desde fuera de la habitación—. ¿Estás despierta?

—Sí, pasa.

Bea, que se había puesto ropa cómoda, ataviada con una camiseta holgada y un pantaloncito corto de deporte, accedió al dormitorio, entornando la puerta, pero sin cerrarla del todo.

—¿Se han ido ya? —inquirió la novia de Ángel.

—Le he dicho a Nico que si en media hora Borja no se ha levantado, que lo despierte y se vayan.

—Vale.

—¿Estás bien? —se acercó hasta la cama, tumbándose junto a su hermana.

—Bueno…

—Ya, yo tampoco me siento de maravilla que digamos…

—Es una sensación rara.

—Sí. La verdad es que por una parte nos lo hemos pasado de puta madre —sonrió Bea, sacándole la lengua—. Pero…

—Rafa y Ángel… —murmuró, casi como si hablara en sueños, ligeramente apesadumbrada—. Habrá que compensárselo, ¿no? —cambió el rostro, devolviéndole la sonrisa.

—¿Te imaginas…? Podríamos jugar un poco los cuatro… —chanceó.

—¡¿Qué dices?! —se rió Cristina.

—Seguro que les encantaría…

—No sé yo… Ángel para estas cosas…

Ambas rieron.

—Pues creo que a Rafa sí le gustaría. Y si además pudiera hacer algo contigo…

—¡Anda ya! —volvió a reír, aunque no podía negar que le excitaba lo que su hermana estaba insinuando.

—¿Y a ti te gustaría?

—¿¡Estar con Rafa!? —se sorprendió.

—¡No, tonta! —se rió—. Hacer algo los cuatro… —aclaró.

De repente, Bea se puso de costado, alargando un brazo para acariciar uno de los pechos de Cristina.

—Uhm… ¿Ya quieres empezar? —chasqueó, provocando las carcajadas de su hermana mayor.

—A mí sí me gustaría hacer algo con Ángel… —confesó, apretando los dedos para clavarlos en el carnoso seno.

—Uf…

—¿A ti te importaría? —le estrujó toda la teta.

—Uhm… ¿Lo dices en serio?

—Pues claro… ¡está muy bueno mi cuñado! —bromeó, provocando las risas de Cristina.

—¡Guarra! No sabía yo que mirabas así a Ángel… —siguió con el cachondeo, poniendo una divertida mueca de contrariedad.

—¿Sabes lo que me encantaría? —movió la mano, deslizándola por el vientre de su hermana, cuyos pequeños pezoncitos comenzaban a marcarse cada vez más claramente en la tela de la camiseta.

—¿El qué?

—Hacer algo con mi cuñado mientras tú te follas a otro —indicó, colando un par de dedos bajo las braguitas de Cristina.

—Uhm… ¿A Rafa? —indagó.

—No —sonrió, empezando a separar la tela del pubis femenino.

—¿A quién? —balbuceó, con el corazón latiendo a mil por hora, esperando el inminente roce de su hermana.

—A Nico.

—Uhm…

Cristina cerró los ojos, disfrutando de los dedos de Bea recorriendo los pliegues de su chochito mientras se la imaginaba follando con Ángel, sin que su chico pudiera dejar de contemplar cómo su novia gozaba como una perra con el crío que la penetraba salvajemente con su enorme y joven pollón.

—¡Uf! Me has puesto cachonda… —confesó.

De repente, se abrió la puerta de la habitación, apareciendo súbitamente ante ellas la imponente presencia de Nico.

—¿Os vais ya? —reaccionó Cristina rápidamente, separándose de Bea en un burdo intento de disimular lo que estaba ocurriendo.

—No. Acabo de decidir que me quedo un rato más —afirmó con una seguridad desmedida, sin detener el paso, llegando hasta la cama para, tras dar un pequeño salto, colarse entre las dos hermanas.

—¡Que estoy en bragas! —se quejó la novia de Ángel, tapándose como buenamente pudo.

Nico sonrió maliciosamente, fijándose en el busto femenino, pudiendo contemplar cómo la camiseta delineaba perfectamente el contorno de su voluminosa silueta, dejando entrever el tono más oscuro de las pequeñas areolas al tiempo que contenía la fogosidad del par de botoncitos que ya rasgaban la tela, como si pretendieran agujerearla.

—Anda, vete —insistió, apreciando cómo el muchacho le miraba las tetas descaradamente—, que aquí duerme mi chico.

—¿Y se va a enfadar si me pilla quitándole lo que es suyo? —se burló, alargando un brazo para entrar en ligero contacto con la cintura femenina, estirando de la camiseta, lo que provocó que la prenda se tensara.

—Pues claro —afirmó ella.

—Bueno, seguro que se le pasa cuando le propongas que se folle a tu hermana —mostró una mueca repleta de marrullería.

—¿¡Nos has vuelto a espiar!? —desdeñó Cristina, a la que ya prácticamente se le transparentaban las tetas a través de la tela, sin poder hacer nada, pues seguía tapándose las pequeñas bragas con las manos.

—Vaya cotilla estás hecho —añadió Bea jocosamente.

—Es que últimamente se oyen cosas muy interesantes… —bromeó, comenzando a deslizarse por encima de la camiseta de Cristina, en dirección a su pecho.

—¿Cómo qué? —inquirió la novia de Rafa.

—Como que te gustaría que me follara a tu hermana mientras tú te tiras a su novio —soltó con total descaro al mismo tiempo que con el dedo índice alcanzaba la base de uno de los senos de Cristina, alzándolo ligeramente, lo que le permitió percibir su extraordinario volumen.

—Lo que tenéis que hacer es iros ya, que es tardísimo —aseguró ella, apartando la traviesa mano masculina antes de volver a taparse las bragas rápidamente—. No nos la podemos jugar tanto.

—La verdad es que a mí me pone cachonda lo que ha dicho —intervino la mayor de las hermanas.

—¡Bea! —se sorprendió.

—No me digas que a ti no te apetece… —insistió, alargando el brazo para entrar en contacto con la entrepierna de Nico.

—Uf… ¡¿Pero qué haces?! —alucinó con la inesperada actitud de su hermana, que empezó a sobarle el paquete descaradamente.

—Déjala que se divierta con mi juguete —chasqueó el niñato, dirigiéndose a Cristina mientras volvía a acariciarla—. A ver el tuyo… —le sopesó la teta nuevamente, ahora rodeándosela desde la base, con toda la mano abierta, antes de cerrar los dedos, agarrándosela definitivamente.

Esta vez la novia de Ángel, contrariada, no se quejó, permitiendo la enésima sobada de Nico mientras contemplaba absolutamente confundida cómo su hermana se alzaba, poniéndose de rodillas sobre la cama para empezar a bajarle el bañador. Procuró no perder detalle, observando cómo le sacaba el vigoroso miembro viril. Lo tenía casi flácido, con lo que cuando Bea lo agarró, bailó ligeramente entre sus dedos, que comenzaron a deslizarse lentamente arriba y abajo.

—Uf… os tenéis que ir ya… —balbuceó Cristina con un ligero hilillo de voz, en un postrero intento de evitar lo que Nico pretendía.

—Espera —indicó el muchacho, colando una mano bajo la camiseta femenina para comenzar a subírsela—. Déjame enseñarle a tu hermana dónde te voy a hacer el tatoo.

—A ver… —sonrió Bea, sin dejar de pajear al niñato.

—Nico… —se quejó tenuemente, renunciando definitivamente a cubrirse la entrepierna para alzar los brazos a medida que el crío le sacaba la prenda, permitiendo que la dejara únicamente con las bragas puestas.

Él, como si nada, dominando la situación a su antojo, comenzó a deslizar el dedo índice sobre la suave piel femenina, dibujando lentamente el contorno del imaginario tatuaje sobre las costillas de la novia de Ángel al mismo tiempo que verbalizaba su gesticulación.

—Aquí irá tu letra —le acarició justo debajo del pecho, escribiendo el semicírculo de la inicial de Cristina.

—¿Y la de mi chico? —preguntó ella, ya sin poder evitar entrar al trapo.

—Creo que la pondremos por aquí —subió el dedo, sin perder el contacto en ningún momento, comenzando a palparle el esponjoso seno—. A de Ángel… —vocalizó mientras dibujaba la letra sobre su teta, sobándola descaradamente.

—Vale —sonrió Cristina—. Me gusta.

—Pero no nos olvidemos del acento —indicó Nico, devolviéndole la pérfida sonrisa.

—¿Dónde irá? —se le escapó una timorata mueca lujuriosa.

—Aquí —se inclinó hacia delante, abriendo la boca antes de chupar el erecto pezón de Cristina, que no pudo contener un sollozo de placer mientras observaba a su hermana mayor sacando la lengua para darle un primer lametón a la polla del niñato, que ya la tenía prácticamente morcillona.

El delicioso sabor mamario, ligeramente salado, envalentonó al chaval que, antes de que ella pudiera protestar, comenzó a comerle ambos pechos, deslizando la lengua sobre las enardecidas puntas al mismo tiempo que cerraba los labios sobre sus sensibles areolas.

Los ya incesantes roces de los cuerpos, prácticamente desnudos sobre la cama, junto a las babas masculinas al chupar las tetas de la menor de las hermanas y los efluvios del propio Nico mientras los labios de Bea le saboreaban la punta de la verga, sin dejar de frotarle el tronco con la mano, haciendo que los enormes testículos se balancearan con cada sacudida, provocaron que en la estancia empezara a fluir un más que evidente olor a sexo.

—Tío —reaccionó Cristina, mascullando con la voz entrecortada—, para de una maldita vez —espetó, empujándole la frente para sacárselo de encima mientras sentía cómo el chico le asía la otra mano, guiándola hacia su entrepierna—. ¿Quieres parar? —se enfadó—. ¡Ya sabes que tengo novio!

—Si yo no estoy haciendo nada —se rio con escarnio.

Cristina alucinó al bajar la mirada y contemplar que era su hermana la que le había agarrado por la muñeca, procurando forzarla a entrar en contacto con el miembro masculino.

—Yo también tengo novio —argumentó Bea—, pero Rafa no tiene lo mismo que el niñato este entre las piernas. Y me temo que Ángel aún menos… —aventuró con un ligero tono de burla.

—Serás cabrona… —rechinó, estirando uno de los dedos para rozar disimuladamente la verga de Nico—. ¡Es tardísimo, joder!

—Hacemos que se corra una última vez y que se vayan —aseguró la mayor de las hermanas, volviendo a agacharse, sin esperar respuesta, para seguir comiéndole la polla.

—Bea, habíamos dicho que… —casi suplicó, dubitativa.

—Ven, que voy a contarte un secreto —indicó Nico, agarrando a Cristina de la nuca para atraerla hacia sí.

—Dime… —se dejó hacer, sin poder evitar que, debido a la postura, una de las tetas se le aplastara contra el recio pectoral de Nico.

—Si tienes prisa, que sepas que con tu hermana voy a tardar mucho en correrme —le susurró al oído—. Ya sabes que la que me pone cachondísimo eres tú —ejerció un poco más de fuerza sobre la parte posterior del cuello femenino, provocando que sus cuerpos se juntaran aún más, dejando a Cristina de lado, prácticamente recostada sobre él.

—Ya vale de cuchicheos, ¿no? —sonrió Bea, que se esmeraba por ponérsela bien dura, sin acabar de lograrlo del todo.

—Estás muy buena, joder —continuó Nico, ignorando a la mayor de las hermanas mientras comenzaba a rozar la piel de Cristina con los labios—. Así que si no quieres que tu chico acabe descubriendo lo zorra que eres tendrás que ser tú la que haga algo —le dio una pequeña lamida detrás de la oreja—. Agárrame la polla y verás lo que pasa.

—Eres un pedazo de hijo de puta…

La novia de Ángel estiró un brazo, abriendo la mano antes de rodear el miembro viril con los dedos. Inició un tenue movimiento de muñeca, deslizándole la piel del tronco, humedecido debido a la saliva de su hermana, para comenzar a masturbarlo lentamente al mismo tiempo que Bea alzaba la cabeza, contemplando cómo la verga del muchacho iba adquiriendo poco a poco su máxima expresión, enardeciéndose, hasta acabar mostrándose nuevamente enorme.

—Parece que le gustas tú más que yo —indicó con cierto desdén, dedicándole una cómplice mirada a Nico mientras bromeaba soltándole una fuerte nalgada a Cristina, justo antes de agarrarla del culo, empujándola y provocando que acabara rodando sobre el cuerpazo del chaval.

En cuanto la novia de Ángel sintió el pollón del crío estrujándose contra su bajo vientre se asustó. La primera reacción fue de rechazo, pero en seguida sintió el descontrolado placer que le provocó ese roce tan prohibido como deseado. Recordó la anterior ocasión, en casa de Marta, cuando esa misma sensación acabó desencadenando todo, así que se temió lo peor.

—Perdón… —soltó torpemente, apoyando las manos en el tatuado pecho de Nico para alzarse, separándose de sus tentadores 26 centímetros para quedarse sentada, a horcajadas sobre él, percibiendo el ligero contacto de las abultadas bolsas testiculares rozándose contra sus braguitas.

—Te perdono, morena —sonrió astutamente, estirando los brazos para acariciarle la parte externa de los muslos mientras la novia de Rafa volvía a sobarle la verga, ahora deslizando la mano desde la punta hacia la base, hasta acabar colándose bajo la entrepierna de su hermana, buscando alcanzar las exuberantes gónadas masculinas.

—Vaya huevazos tiene el chaval… —indicó Bea, amasándole las pelotas.

—Nunca mejor dicho… —masculló Cristina, mirando con rabia al pequeño verraco que ya le estaba palpando el culo y que no parecía muy preocupado por si de repente aparecían sus novios—. ¿Qué haces? —desvió la atención hacia su hermana en cuanto notó cómo giraba la muñeca, entrando en contacto con sus bragas para desplazar la tela de la ropa interior a un costado—. Uhm… —sollozó, sin poder evitar acabar cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás al sentir cómo deslizaba un par de dedos entre sus lubricados labios vaginales.

Acompasadamente, Bea se fue apartando a medida que Nico atraía a la novia de Ángel hacia sí, empujándola de las nalgas, hasta que percibió cómo se le humedecían los testículos cuando chocaron contra su encharcada raja, provocando el resoplido de Cristina que, de forma instintiva, movió la pelvis ligeramente, restregando todo el coño contra los enormes atributos masculinos.

—¡Parad! —exhortó finalmente, metiendo una mano entre ambos sexos para recolocarse las bragas, aprovechando para deslizar disimuladamente un par de dedos por las rugosas pelotas del chaval.

La menor de las hermanas se inclinó hacia delante, regalándole un sorpresivo beso a Nico, que reaccionó rápidamente, subiendo las manos por la espalda femenina. Aunque los labios de ambos se fusionaron tan solo durante unos breves segundos, él logró que las lenguas llegaran a rozarse mínimamente, momento en el que ella, ahora sintiendo la base de la verga pegada a sus finas braguitas mientras el hinchado glande se le clavaba por encima del ombligo, se apartó, dándole un pequeño muerdo.

—Estoy muy cachonda, cabrón. Pero ya te he dicho que no me vas a follar.

—¿Sigues prefiriendo la ridícula pichita del idiota de tu chico? —sonrió con maldad, ahora deslizándose por las costillas de Cristina.

—Pues claro —permitió el escarnio a Ángel mientras volvía a mover la cadera pausadamente, disfrutando de los furtivos roces del pollón contra su ardiente entrepierna.

—Qué buena novia eres —se burló Nico una vez más, alcanzando las tetas para estrujárselas, haciéndola gemir.

—Por supuesto —intervino Bea, defendiendo a Cristina nuevamente—. Lo de esta noche ha sido solo un descuido.

—Entonces, morena, si tu hermana te vuelve a apartar la tela de las bragas, ¿también será un descuido? —se cachondeó.

—Seguramente —indicó Cristina, ya sin dejar de frotarse descaradamente contra el sexo masculino.

Bea, en clara complicidad con el chico mayor de edad, siguió sus encubiertas instrucciones, volviendo a colar la mano entre las piernas de su hermana, desplazándole a un costado la tira central de la única prenda que llevaba.

—No voy a seguir restregándome así… —aseguró la novia de Ángel, con todo el chocho al aire.

—No hace falta, Cristy —sonrió la hermana mayor, agarrando el pollón de Nico para darle un par de sacudidas antes de inclinarlo, haciendo que la base del tronco se juntara contra el desnudo pubis de Cristina.

—Uf… —resopló ella, procurando no moverse.

Cuando la novia de Rafa apartó la verga, aparecieron unos cuantos hilillos, mezcla de babas, lubricación femenina y líquido preseminal, colgando entre el pollón de Nico y el bajo vientre de Cristina que, en cuanto su hermana le dio unos pequeños golpecitos con el durísimo hierro, no pudo evitarlo, empujando la pelvis hacia delante para que su encharcado coño lamiera brevemente el grueso tronco del niñato.

—Un par más de esas y me corro —indicó Nico.

—¡Sí, claro! —se quejó ella, que por supuesto no se lo creía.

—Que se ponga un condón —propuso Bea.

—No me quedan —aclaró el chico.

—Pues entonces nada —sonrió Cristina, pensando que eso sería suficiente para que Nico no insistiera.

—¿Con preservativo sí lo harías? —inquirió el muchacho.

—Puede —le sacó la lengua.

—Podemos probar con uno de los de Borja —mostró una mueca triunfal, pues nuevamente había llevado la conversación a su terreno.

—¡Sí, hombre! —se quejó ella, pero antes de que pudiera seguir lamentándose, su hermana reaccionó, bajándose de la cama.

—¿Dónde están? —preguntó, sacándose la camiseta mientras se dirigía hacia la puerta de la habitación.

—¡Bea! —protestó Cristina en vano.

Mientras, parados en una gasolinera, de regreso a casa, Ángel y Rafa charlaban amistosamente.

—¿Estarán muy enfadadas? —inquirió el novio de Bea.

—Ya las conoces. No suelen mosquearse demasiado, pero cuando lo hacen… —gesticuló graciosamente.

—Habrá que compensárselo por si acaso.

—Me parece bien. ¿Les compramos algo?

—Sí —sonrió Rafa—. ¡Buena idea!

Los dos novios estaban deseosos de volver con sus chicas. Ambos sabían que, a pesar del posible enfado, sus respectivas parejas estarían receptivas. Rafa recordó la paja que Bea le hizo la noche antes de marcharse y sabía que ahora ella querría lo suyo. Pero si alguien estaba convencido de las ganas de sexo que tendría Cristina, ese era Ángel, que era consciente de que se fue dejándola a medias. Los dos estaban completamente seguros de que sus novias estaban esperándolos con impaciencia.

Sin embargo, en el apartamento de las dos parejas, pasaba algo muy distinto a lo que el par de treintañeros se pensaban. Tras las pertinentes indicaciones de Nico, la novia de Rafa regresó a la habitación, con las enormes tetas al aire y un preservativo en la mano, lanzándoselo a su hermana.

—Un par y te corres —aseguró Cristina, desenvolviendo el profiláctico para comenzar a colocárselo—. Debe ser una broma… —se sorprendió cuando empezó a desenrollarlo alrededor del glande.

—¡Joder! —se quejó Nico—. ¿Eso es para niños de 15 años o qué? —se burló al sentir lo mucho que le apretaba.

—Pues es de tu amigo, que no la tiene precisamente pequeña —intervino Bea—. Pero es que tu polla es una pasada —puso cara de guarra.

—No da más de sí —concluyó Cristina, que solo había logrado cubrir a duras penas un tercio de toda su longitud, observando cómo la goma que cubría el portentoso bálano se tensaba, a punto de romperse.

—Molesta un poco, pero haré el esfuerzo —sonrió el chico con astucia.

—Eres un cabrón —insistió la novia de Ángel, comenzando a colocarse sobre el miembro masculino.

Cuando el chochito de Cristina encontró acomodo, lamiendo el enervado tronco de la polla, ella se removió ligeramente, buscando que los labios vaginales quedaran bien adheridos a la tremenda dureza varonil.

—Uhm… —sollozó levemente, empezando a desplazar el coño a lo largo de todo el cipote, hasta llegar a la parte cubierta por el condón, sintiendo cómo la goma se subía—. ¡Joder! —se quejó, con un tono de voz más meloso que irritado, deteniéndose.

—Espera…

Nico estiró el brazo, entrando en contacto con el pubis femenino para retirar a Cristina, aprovechando para rozarle el clítoris suavemente con el pulgar mientras le dedicaba una mirada repleta de prepotencia.

—¡Ah! —gimió ella, ya abiertamente.

—Esto es una mierda —chanceó el muchacho, agarrándose el condón para sacárselo, tirándolo al suelo.

—¿Y ahora qué? —indicó Cristina.

—Tendrás que hacerlo, pero con más cuidado —intervino Bea jocosamente.

—Ya, claro… —se quejó su hermana, como clara negativa, mientras se disponía a repetir la maniobra—. Uf… —resopló al colocarse sobre el tronco de la verga, aunque en esta ocasión, antes de empezar a desplazarse, volvió a inclinarse hacia delante—. Ahora sí que no vas a follarme —sonrió lascivamente para acabar dándole un nuevo beso, que acabó convirtiéndose en un morreo en el que permitió que Nico le saboreara la lengua, comiéndole la boca con avidez mientras ella apretaba el culo, restregándole el coño a lo largo de todo el pollón.

Cuando Cristina llegó al extremo del cipote se detuvo, apoyándose en los fuertes pectorales masculinos para separarse de la boca del crío. Ella le miró, poniendo cara de auténtica zorra mientras comenzaba a mover la pelvis ligeramente, sintiendo cómo el hinchadísimo glande se deslizaba entre sus empapados labios vaginales.

—Uf… qué rico… —jadeó, casi temblando.

El muchacho se agarró la base de la polla con la mano, comenzando a levantarla para provocar la presión contra el coño de Cristina, que clavó las rodillas sobre la cama, procurando alzarse para contrarrestar el efecto.

—Nico… —le reprochó, sintiendo cómo la verga se encaraba cada vez más hacia su entrada.

La novia de Ángel intentó evitar que el chaval se la metiera, moviendo las piernas para apoyar los pies sobre la cama, pero no le dio tiempo. La maniobra hizo que el fuerte bálano le presionara lo suficiente como para dilatarle el agujero del coño, permitiendo con suma facilidad que el glande comenzara a colarse dentro. Ella, en cuanto sintió cómo el crío la penetraba, metiéndole solo la puntita, se sobresaltó, apartándose inmediatamente.

—Eres un puto cerdo —le recriminó, saliéndose de la cama mientras se metía un par de dedos en el chocho para comprobar que no hubieran restos masculinos.

Bea aprovechó la ocasión para tumbarse junto a Nico, sacándose el pequeño pantalón de deporte junto a las bragas, quedándose completamente desnuda, ligeramente abierta de piernas.

—A mí sí me puedes follar —afirmó la novia de Rafa, provocando las maliciosas carcajadas masculinas.

—¡Bea! —se alteró su hermana pequeña.

—Tú ya te has corrido, cabrona, pero yo aún no —argumentó, permitiendo que la mano de Nico le empezara a acariciar la entrepierna—. Uhm…

—Lo sigues teniendo bien jugosito… —advirtió el muchacho, poniéndose de costado para poder chuparle las tetas mientras le metía lentamente un par de dedos en el coño, que se hundieron como si fuera mantequilla, sin dejar de jugar con el pequeño pero hinchado capuchón situado en la zona superior de la vulva.

Aún en ligero contacto con su propio chochito, contemplando cómo el semental de Nico hacía lo que quería con su hermana mayor, Cristina no pudo evitar seguir acariciándose. No había ninguna duda de lo cachonda que estaba, motivo por el cual ya no le molestaba que Bea se comportara como una auténtica guarra, queriendo engañar a Rafa descaradamente. Pero en su cabeza seguía el runrún de lo tarde que era y el peligro de que Ángel y su cuñado llegaran en cualquier momento. Así que decidió actuar.

El joven tío bueno no se sorprendió cuando sintió la mano que le rodeó la polla. Simplemente soltó una sonrisa orgullosa mientras seguía masturbando a Bea y se dejaba pajear por la menor de las hermanas, que se había vuelto a subir a la cama, postrándose a cuatro patas.

—¡Ups! —hipó la novia de Rafa—. Me voy a correr… —anunció, empezando a convulsionarse.

—De eso nada —sonrió Nico, dejando de acariciarle la parte interna del bajo vientre para acabar saliéndose de su interior, jugando descaradamente con ella.

—No la dejes así, cabrón —se quejó la novia de Ángel mientras observaba el rostro desencajado de Bea, que se llevó una mano al coño para terminar la faena, pero el chico la detuvo, sujetándola del brazo para que no pudiera alcanzar el orgasmo.

—Tu hermana y yo tenemos un acuerdo —confesó, despertando la curiosidad de Cristina.

—Eres un hijo de puta… —balbuceó Bea, doblando las rodillas al mismo tiempo que se abría completamente de piernas, esperando el anhelado cunnilingus.

Sin embargo, para sorpresa de ambas, Nico se apartó de las dos treintañeras, bajándose de la cama para comenzar a rodearla.

—¿Te vas? —inquirió Cristina, alzándose para quedarse de rodillas, con el culo apoyado sobre los talones—. Ya era hora —se mostró orgullosa.

—No te voy a hacer esa putada —sonrió Nico con chulería, deteniéndose a los pies de la cama.

—Eres un flipado —reaccionó la novia de Ángel—. ¿Te crees que eres el primero que intenta follarme? —soltó con desdén.

—Seguro que ninguno ha tenido los huevos de tratarte como yo —respondió, agarrándola del pelo para girarle el rostro y poder darle un buen morreo.

Cristina, bien cachonda al sentirse cada vez más sometida por el pequeño macarra, le dejó hacer, disfrutando de su habilidosa lengua.

—Mucho te has llevado ya —desdeñó tras permitir que le volviera a comer la boca.

—Yo siempre consigo lo que quiero —la chuleó, alzando el otro brazo para sobarle un pecho.

—¿Y qué es lo que quieres? —inquirió, mostrando un gesto de disgusto, pero sin hacer nada por evitar que el crío le metiera mano.

Nico empujó la cabeza de Cristina, obligándola a inclinarse hacia delante, provocando que tuviera que alzar el culo, dejándolo en pompa. Ella percibió en seguida el evidente tufillo que desprendía el chocho de su hermana, que seguía despatarrada, masturbándose.

—¿No te gusta cómo huele? —se burló al fijarse en la extraña mueca que puso la novia de Ángel, estampándole el rostro contra la parte interna de uno de los muslos de Bea.

—Eres un guarro —replicó Cristina, sin poder evitar centrarse en ese fuerte aroma que, en realidad, no le resultaba para nada desagradable.

—¡Responde! —exhortó con autoridad, aflojando la tensión que ejercía sobre su cuero cabelludo.

La menor de las hermanas cerró los ojos, recreándose aún más en el olor a coño, provocándole una sensación rara que, unida al hecho de que el joven ya la tuviera completamente dominada, hizo que se excitara aún más con las morbosas circunstancias, teniendo la alocada impresión de que podía empezar a ser capaz de cualquier cosa.

—Huele bien… —confesó finalmente, volviendo a alzar los párpados.

Nico miró a Bea con complicidad, dedicándole una sonrisa llena de maliciosa astucia mientras soltaba el pelo de Cristina para asirle las buenas tetas que le colgaban de forma natural debido a la postura, pudiendo palparle toda su excitante ductilidad.

—Uhm… —disfrutó del magreo.

—Lo que quiero, morena, es que tu hermana cumpla con su parte del trato —respondió finalmente a la pregunta de la novia de Ángel.

—Nico… —se quejó Bea.

Las dos mujeres se miraron, ambas con expresión lasciva. La mayor, con la desesperación marcada en el rostro, en un instintivo gesto, alzó ligeramente el pompis, en una clara invitación a que le hicieran un cunnilingus, pero Cristina no se dio por aludida.

—¿Cuál es el trato? —preguntó, logrando que Bea, avergonzada, retirara la mirada.

Mientras la novia de Rafa guardaba silencio, Nico liberó las berzas de Cristina, deslizándose por su vientre, hasta llegar a las caderas, donde le agarró las bragas, con intención de comenzar a bajárselas.

—Tu hermana es una envidiosa de mierda —soltó el chaval, mirando a Bea con severidad, suficiente para que la experimentada treintañera no se atreviera a rechistar—. Quería que le comiera el coño como a ti —empezó a tirar de la prenda.

—¿En serio? —balbuceó, dirigiéndose a su hermana mayor.

—Pero ya sabes el chocho que yo prefiero… —prosiguió, contemplando cómo la tira central de la ropa interior parecía resistirse a separarse del sexo de Cristina.

—Estate quieto… —le recriminó con voz melosa, sintiendo el cosquilleo que le producía la tela al despegarse lentamente de su entrepierna, por la que se deslizaban numerosos fluidos que iban quedándose colgados entre su coño y las bragas.

—Así que le prometí una buena comida a cambio de que ella hiciera algo por mí —confesó.

—No, por favor… —suplicó Bea.

—¿El qué? —se interesó la novia de Ángel, girando el rostro para mirar al tío bueno de tierna edad que acababa de apartarle la sucia prenda por completo, dejándola con toda la raja al aire.

Cristina, instintivamente, apoyó los codos en la cama para poder juntar las piernas, facilitándole la labor y permitiendo que la única pieza que llevaba se deslizara hasta sus rodillas, momento en el que abrió ligeramente los muslos, lo justo para que el niñato pudiera introducir el rostro entre sus nalgas.

—¡Uf! Eres un cabronazo… —comenzó a temblar cuando Nico le lamió inesperadamente el ano y, tras unos cuantos lametones, al sentir cómo usaba la lengua para dilatárselo, le provocó los placenteros escalofríos que le recorrieron todo el cuerpo, pues nunca nadie le había comido tan bien el culito.

Tras un breve pero intenso lapso de tiempo en el que solo se escuchaban la acelerada respiración de Bea y los murmullos de su hermana mientras la húmeda lengua masculina se restregaba por su esfínter, Nico se subió a la cama, separándose de Cristina, que seguía reclinada, con el coño chorreando y el trasero apuntando al techo. Aunque ahora también le palpitaba el ano.

El muchacho se agarró la polla para darle unos golpecitos en las nalgas antes de dejar caer el considerable peso de toda su herramienta sobre la parte baja de la espalda femenina, restregándole los enormes huevazos por todo el trasero.

—Uf… —resopló ella, percibiendo claramente la magnificencia de su exorbitante virilidad—. Niño… —le recriminó, intuyendo sus perversas intenciones cuando él se apartó ligeramente, deslizando la verga entre sus cachas para empezar a frotarle el glande por toda la raja del culo—. ¡Nico, no! —se asustó cuando le presionó tenuemente el estrecho agujerito, suficiente como para que comenzara a abrirse.

Mas el experimentado joven sabía que aún no estaba preparada para amoldarse a su exagerado volumen, así que desistió, continuando el recorrido, no sin antes dejarle un pequeño regalo en forma de pegajoso grumo dentro del culo.

—La puta de tu hermana tenía que ayudarme —prosiguió el discurso, llegando hasta su coño, por el que comenzó a deslizar el glande, que quedó cubierto por una película blanquecina de flujos femeninos.

—Uf… —sollozó la novia de Ángel—. ¿A qué? —zarandeó el pompis para disfrutar de los prohibidos roces.

—Cristy… —se oyó un lamento.

Nico separó el cipote de la entrepierna de Cristina para golpearle un par de veces en el clítoris, logrando que se derritiera de gusto.

—A que, por muy buena que estés, so zorra —volvió a agarrarla de la melena—, y por mucho que no quieras ponerle los cuernos al desgraciado de tu novio —tiró levemente de su cuero cabelludo, obligándola a arquear la espalda—, te dejaras follar de una maldita vez —proclamó finalmente, encarando el pollón para empezar a forzarle la entrada del pringoso coño que, hambriento desde hacía demasiadas horas, comenzó a engullir con suma facilidad la enorme visita que la asaltaba.

—¡Ah! —gimió con vehemencia al sentir el desproporcionado grosor que la abordaba—. Eres un maldito hijo de puta —bufó furiosamente—. ¡A pelo no!

—Como el maricón de Angelito… —le susurró, empujando la cadera para seguir penetrándola lentamente al mismo tiempo que le daba un nuevo tirón de pelo.

—Uhm… —no pudo evitar gemir al sentir cómo Nico la sometía, empezando a conquistar zonas de su interior que el pobre de su chico jamás alcanzaría—. No —sollozó lascivamente—, como el maricón de Angelito no… —echó el culo hacia atrás, provocando que le entraran unos cuantos centímetros de golpe al separar aún más los muslos, comenzando a tensar las bragas que aún tenía enrolladas a la altura de las rodillas.

Cristina, totalmente desatada, disfrutando del desorbitado placer de dejarse llevar al fin, perdió los papeles definitivamente, permitiendo que un niñato de apenas 19 años se la terminara follando, además sin condón, durante las vacaciones con Ángel, al que le estaba poniendo unos buenos cuernos, ya totalmente por completo.

—¡Bea! —rechinó los dientes, alzando la mirada hacia su hermana a medida que asumía que era ella quien lo había estado maquinando todo para que acabara sucediendo.

—Chis… —Nico procuró calmarla—. ¿A caso no te gusta lo que te estoy metiendo, cerda? —inquirió justo cuando se la enterraba hasta los huevos, provocando que Cristina cayera ligeramente hacia delante por culpa del pequeño empellón que le dio con el pubis.

—Uhm… —gimió, sintiéndose totalmente rellena de polla—. Sabes que sí…

El joven muchacho aflojó ligeramente la tensión con la que la sujetaba del pelo antes de empujarle la cabeza, haciendo que la novia de Ángel, a su merced, volviera a restregarse contra el muslo de Bea.

—Pues se lo debes a tu hermana —masculló Nico maliciosamente—. Así que tendrás que compensárselo —sonrió, alzando la vista para que tanto él como la novia de Rafa se entendieran con un simple cruce de miradas.

—Cristy… —murmuró, abriéndose descaradamente el apestoso coño con los dedos.

—Bea… —sollozó Cristina, observando cómo brillaba la empapada raja de su hermana a medida que la mano del pequeño macarra la empujaba hacia ella.

Cuando el chico la estampó finalmente contra el sexo femenino, la novia de Ángel sintió cómo se le humedecían los labios de la boca mientras se deslizaba por las intimidades de Bea, que soltó un leve sollozo al mismo tiempo que comenzaba a mover la cadera impulsivamente.

Sintiendo el enorme pollón que latía con fiereza dentro de su coño, comenzando a desplazarse hacia atrás para luego volver a penetrarla, adquiriendo cada vez mayor cadencia, las papilas olfativas de Cristina se impregnaron rápidamente del olor de su hermana mientras comenzaba a percibir el fuerte sabor de los pocos flujos femeninos que se colaron dentro su cavidad bucal.

—Cómele el puto coño… —exhortó Nico, dándole una fuerte embestida y haciendo que las grandes pelotas rebotaran contra los muslos de la novia de Ángel, que no pudo evitar abrir la boca para soltar un gemido, encontrándose de repente entre los pliegues de la vulva de su hermana mayor.

Jamás en su vida había saboreado un chocho así que el húmedo tacto, esponjoso y arrugado, era algo completamente nuevo para su lengua, la cual deslizó tímidamente entre los labios vaginales, dándole una primera lamida con la que se empapó de sus pegajosos fluidos, provocando que los muslos de Bea comenzaran a temblar.

—¡Seréis guarras! —se burló el muchacho.

La habitación se llenó rápidamente de los inconfundibles sonidos de sexo, compuestos por la mezcla de gemidos y sollozos de Bea, el sordo retumbar de los huevos de Nico golpeando contra la novia de Ángel y los chapoteos de los coños de ambas treintañeras al ser lamidos y penetrados respectivamente.

—Estamos en paz, so zorra —espetó el sonriente muchacho, sin dejar de mirarla con desbordante suficiencia.

Que Cristina le comiera el coño no era lo que la novia de Rafa se había esperado cuando llegó a un acuerdo con él. No obstante, la estampa de su queridísima hermana pequeña haciéndole el deseado cunnilingus mientras el joven macho, con su cuerpazo lleno de tatuajes, todo sudado, la embestía salvajemente la acercó al borde del éxtasis.

—¡Ah, Cristy! —gritó cuando ella le recorrió todo el coño con la lengua, finalizando en una dulce chupadita, besándole suavemente el excitadísimo clítoris—. ¡Me corro!

—¡Alto ahí! —reaccionó Nico, pegando un nuevo tirón de pelo a la novia de Ángel para alzarla y evitar una vez más que Bea alcanzara el orgasmo.

—La vas a matar, hijo de puta —se quejó Cristina, observando el más que evidente tembleque de los muslos de su hermana, que seguía sollozando, bien abierta de piernas.

—A la que voy a matar es a ti, morena… —le contestó, susurrándole al oído mientras la mantenía bien pegada a su cuerpo, ahora metiéndosela en una postura en la que la pollita de Ángel se habría salido, pero en la que el pollón de Nico se restregaba una y otra vez contra la parte interna del bajo vientre femenino.

—¡Ah, sí! —jadeó, sintiendo el desorbitado incremento del placer de las penetraciones —¡Niñato! —gruñó morbosamente cuando las manos del joven se apoderaron una vez más de sus grandes pechos, estrujándoselos—. ¡Me matas, cabrón! —cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás.

—Eso es… córrete, putita mía —le susurró—. Que tu hermana se muera de envidia.

—¡Ah! Hi… jo de puta… Me… uf…

Nico la hizo explotar de un gozo absolutamente desproporcionado, logrando que Cristina soltara un chorretón al alcanzar el orgasmo, manchando la cama y salpicando a Bea, mientras los restos del copioso squirt se deslizaban por sus muslos.

—Ven aquí —el muchacho, sin dejar de moverse lentamente dentro de ella, le giró el rostro para comerle la boca una vez más.

—Uhm… —se dejó hacer, soltando un leve gemido de lascivia, pues no recordaba la última vez que se la habían follado tan bien.

—¿Quieres que haga que se corra? —sonrió de forma burlesca, desviando la mirada hacia Bea, sin dejar de follarse pausadamente el coñito de Cristina.

—Probecita… —sonrió, ya siguiéndole el rollo descaradamente—. Uhm… —sollozó de placer al sentir el inmenso miembro viril que tanto la había hecho gozar saliéndose de su interior.

Nico se tumbó en la cama boca arriba, agarrándose el pollón, mientras Cristina se apartaba ligeramente, dejándose caer sobre el colchón, relajada. La novia de Ángel, con la intención de observar cómo le llegaba el turno a su hermana, se sacó las bragas definitivamente.

—Ven aquí, puta —el chico llamó a Bea, pajeándose.

—¿Vas a echarme un buen polvo por fin? —preguntó retóricamente, poniéndose de rodillas para colocarse a horcajadas sobre el chico.

—Porque tu hermana me lo pide —mostró una sonrisa burlona, agarrándose el cipote para golpearle en el pubis, dejándole un pequeño reguero en el bajo vientre, mezcla de líquido preseminal y los restos de la corrida de Cristina.

—Uhm… —gimió Bea, alzándose un poco para restregarse contra la durísima polla del niñato, quedándose tan solo unos milímetros por encima de la punta—. Quiero que hagas que me corra como ella… —sollozó, bajando el cuerpo para que el exacerbado glande comenzara a lamerle los labios vaginales, que se quedaron pegados al miembro masculino, friccionando como si tuvieran vida propia cuando volvió a apartarse del muchacho—. Uf… —resopló, antes de dejarse caer definitivamente, clavándose toda la masculinidad del crío, ensartándosela lentamente hasta los huevos.

—Joder… —masculló Cristina, separando las piernas ligeramente mientras contemplaba animosamente cómo su hermana mayor se follaba al pequeño semental que pocos minutos antes le había regalado un orgasmo mucho mejor que cualquiera de los que había logrado con Ángel.

—Vaya tetazas… —sonrió Nico orgullosamente, alzando las manos para estrujarle los dos buenos melones que botaban descontroladamente antes sus ojos a medida que Bea cabalgaba cada vez más salvajemente sobre su caballo.

—¡Me encanta, cabrón! —aulló, gozando ya sin tapujos.

—Uhm… —Cristina gimió tímidamente, comenzando a deslizar un par de dedos por su rajita, que aún le palpitaba.

La novia de Ángel seguía húmeda. No se podía creer que aún siguiera cachonda. Normalmente era una mujer fogosa, pero es que le acaban de echar un polvazo después de que poco antes le hubieran hecho un extraordinario cunnilingus. Por un lado pensó que así era mejor, pues sería más fácil fingir que no había pasado nada, pudiendo follar con su chico con las mismas ganas que cuando la dejó a medias antes de irse. Pero por otro lado…

—Cómo te gustan mis huevos… —masculló Nico de repente.

—Córrete ya, cabrón —insistió Cristina, tumbada boca abajo entre las piernas del muchacho—, que deben estar a punto de llegar… —mostró su preocupación, masajeándole las grandiosas pelotas con una mano mientras se acariciaba el coño con la otra.

Lo que se había iniciado como un fuerte olor a sexo poco a poco se había ido transformando en el tufillo que comenzaba a quedarse impregnado en la habitación. Los intercambios de fluidos entre los exuberantes cuerpos desnudos, que no dejaban de restregarse, pringando las sábanas de una cantidad cada vez más numerosa de pequeñas manchitas, formaron el conglomerado que acabó desembocando en el pestazo que ya empezaba a ser demasiado contundente.

—¡Joder! Me voy a correr —anunció Bea, sintiendo los escalofríos que le provocaba su hermana cada vez que se metía el pollón de Nico hasta el fondo, pues la mano de Cristina, que poco a poco había ido ganando terreno hasta deslizarse por el venéreo tronco, no paraba de rozarle el clítoris—. ¡No! —se lamentó, casi al borde del llanto, cuando el chico mayor de edad la asió de las axilas, alzándola con sobrada fuerza, hasta que el miembro masculino salió completamente de su interior.

—Uhm… —gimió la novia de Ángel, viendo como el descomunal cipote recién liberado se tambaleaba con fiereza entre sus dedos, echándose hacia delante para abrir la boca y engullirlo, sintiendo el fuerte sabor de su hermana, pues sin duda la polla estaba bien impregnada de todos sus fluidos.

—Sí… cómemelo —jadeó la mayor de las hermanas cuando, abierta de piernas sobre el rostro del chico, sintió la fuerte lengua deslizándose entre sus pliegues—. Estoy a puntito…

Bea, después de tantas veces al borde del orgasmo en tan poco tiempo, comenzó a convulsionarse, explotando inmediatamente en la boca de Nico, que no dejó de chuparle el coño, provocándole un placer casi desorbitado.

—¡Puto niño! —gritó, con los muslos temblorosos, empujando la pelvis contra la cara masculina mientras disfrutaba al fin del extraordinario éxtasis.

Cuando la novia de Rafa cayó a un costado, casi como levitando, las miradas de Nico y Cristina, que seguía chupándole la polla, se cruzaron.

—Te tienes que correr ya… —perseveró ella.

—¿No lo estamos pasando bien? —mostró una sonrisa malévola, vacilándola.

—Demasiado —forzó un gesto de disgusto, sin poder evitar acabar sonriendo.

—No me dijiste cómo la tiene de pequeña —evidenció aún más la maldad en su perversa mueca.

—¿Por qué quieres saberlo? —deslizó los dedos por toda la longitud del miembro, terminando con una masaje de huevos mientras le daba un lametón al tronco.

—Para saber cuánto estás disfrutando.

—Cabrón… —sonrió, subiendo la mano nuevamente para atraer la verga hacia así, dándole un beso en el glande—. ¿Si te lo digo te corres?

—En tu boca —sonrió vanidosamente.

Cristina se mordió el labio, colocando un dedo sobre la abertura de la uretra, provocando que un pegajoso grumo blanquecino se le quedara adherido. Empezó a deslizarse, sin despegarse del inmenso pollón, hasta bajar más de un tercio, deteniéndose.

—Así de chiquitita… —marcó más la sonrisa, burlándose de su propio novio.

Nico no dijo nada, solo se inclinó hacia delante para volver a agarrarla del pelo, obligándola a que se la metiera nuevamente en la boca.

—Disfruta de una buena polla ahora que puedes.

—Uhm… —quiso rechistar, pero solo pudo emitir los sonidos guturales que le permitió el inmenso trozo de carne que se incrustó hasta su garganta—. Uhm —insistió, percibiendo el palpitar de las portentosas venas cada vez que deslizaba la lengua por el durísimo tronco—. ¡Uhm!

Sintiéndose totalmente dominada, Cristina se hincó los dedos en el coño, follándose brutalmente en busca de su tercer orgasmo de la noche. Y lo logró cuando Nico, que la tenía bien sujeta de la cabeza, alzó el culo, metiéndole el rabo hasta más allá de lo que creía posible, soltándole un primer chorretón de esperma que entró directo al esófago.

—¡Uhm, uhm! —protestó una vez más, sintiendo cómo el chico aflojaba la mano hasta liberarla.

Mas la novia de Ángel, respirando atropelladamente por la nariz, soltó un bufido, apartándose ligeramente, sin dejar de chupársela, para seguir recibiendo el resto de la abundante corrida del niño, que le ensució todo el paladar con pringosos lechazos mientras ella se veía obligada a dar pequeños tragos de vez en cuando para poder abarcar todo lo que el semental le estaba soltando.

—Uf… joder… —vocalizó como pudo, con la boca aún llena de semen, separándose definitivamente cuando Nico dejó de eyacular, procurando no derramar ni una gota para no manchar nada mientras se bajaba de la cama, en dirección al cuarto de baño.

—Espera —la detuvo Bea, poniendo un pie a tierra—. ¿Sabe bien? —sonrió, comenzando a caminar hacia ella.

Cristina, dando media vuelta, se quedó parada frente a su hermana.

—Quiero probarlo —soltó como si nada.

La novia de Ángel quiso responder, pero al hacerlo se le escurrió un pequeño reguero de semen por la comisura de los labios, provocando que ambas rieran, lo que aumentó el caudal de la fuga.

—Cuidado —bromeó Bea, echándose hacia delante para lamer el rostro de Cristina, recogiendo la mezcla de babas y esperma que le chorreaba.

Cuando la lengua llegó hasta la boca de su hermana pequeña, ambas se besaron, comenzando a compartir los restos de la corrida del niñato, que observaba con templanza como los labios de ambas se sellaban, sin poder evitar las pequeñas grietas por las que se filtraban los grumosos cauces de lefa que ellas mismas no tardaban en recoger, lamiéndose la una a la otra, lo que hacía que se ensuciaran cada vez más.

—¡No me jodas! —se quejó Cristina al observar por el rabillo del ojo cómo estaba el pollón de Nico.

—Macho, ¿tú no te cansas nunca o qué? —rió Bea al girarse y ver la espectacular empalmada del crío.

—Joder, si no fuerais tan guarras… me habéis puesto cachondo con tanto morreo compartiendo mi corrida —mostró su habitual desfachatez, comenzando a acariciarse la verga.

—¡No hagas eso! —le advirtió la novia de Ángel, sonriente.

—Os follo rápido otra vez y nos piramos.

—¡Sí, hombre! —reaccionó Cristina.

—¿Pero tú cuántas veces te has corrido ya? —inquirió Bea, usando un morboso tono de halago.

—Con dos buenas zorras como vosotras, tantas como me salga de los huevos —bromeó, provocando las risas femeninas.

—Eres un maldito hijo de puta. —Ambas comenzaron a caminar sensualmente hacia él—. Lo sabes, ¿verdad?

Las dos hermanas se subieron a la cama, arrodillándose cada una a un costado de Nico, que alzó las manos para palparles el culo, comenzando a jugar entre sus nalgas.

—Y esto que tenemos aquí… ¿qué es? —bromeó, deslizando sendos dedos índices sobre los anos femeninos.

—¡Anda ya, no seas malo! —replicaron—. Si por ahí no nos cabe —añadieron jocosamente.

De camino al coche, tras haber comprado unos detalles para sus chicas, Rafa y Ángel decidieron parar a almorzar antes de proseguir el viaje de regreso al apartamento. Aunque ya no les quedaba mucho trayecto, al final se les había hecho un poco tarde y estaban hambrientos.

—Mejor no les decimos que hemos parado —bromeó el novio de Cristina, degustando el sabroso manjar que le acababan de servir.

—No, no —sonrió su cuñado—, que aún se van a enfadar más —rio, dando buena cuenta de su vianda.

Nico, que tenía a las dos pedazo de hembras completamente desnudas tumbadas boca abajo sobre la cama, adentró el rostro entre las cachas de Bea, percibiendo el evidente pestazo que emanaba su entrepierna antes de lamerle el esfínter, haciéndola gemir durante unos cuantos segundos, tras los que prosiguió con su hermana pequeña, volviendo a catar el contundente sabor de su ano, mezcla de dejes salados y amargos, para acabar comiéndoles alternativamente el culito a ambas, que poco a poco iban alzando el pompis a medida que el niñato les iba dilatando el estrecho agujero.

—No creo que con la lengua sea suficiente —balbuceó la novia de Rafa, girando el rostro al sentir cómo el chico mayor de edad se separaba de ellas, agarrándose el inconmensurable miembro para comenzar a restregárselo entre las nalgas.

—Lo haremos despacito —aseguró Nico con suficiencia, encarando el pollón hacia la entrada trasera de Bea al mismo tiempo que apoyaba una mano sobre su cabeza para obligarla a que se estuviera quieta mientras comenzaba a penetrarle el culo.

—¡Uhm! —sollozó, mordiendo las sábanas a medida que el glande se adentraba a duras penas, dilatándole el ano como ningún otro hombre lo había hecho antes.

—Uf… —suspiró Cristina, llevándose una mano a la raja para acariciarse.

Nico empujó un poco, abriendo las entrañas de Bea, que soltó un grito, ahogado gracias a la prenda que seguía entre sus dientes.

—Ya queda poco, guarra —le hincó aún más la verga, provocando que los ojos de la mayor de las hermanas se desencajaran de sus órbitas.

—Me estás poniendo a mil… —murmuró Cristina por lo bajo, introduciendo la otra mano entre sus nalgas para comenzar a meterse un dedo en el culo.

Nico la miró, observando la expresión de auténtica zorra que tenía la novia de Ángel, y se salió del interior de Bea, que se desplomó sobre el colchón, derrotada, con el palpitante ano totalmente abierto.

—Voy a reventarte el culo, morena —aseguró Nico, colocándose sobre Cristina, que murmuró, negándose, pero sin mover ni un solo músculo para evitarlo.

El chico repitió el mismo gesto que con su hermana mayor, agarrándola de la cabeza para estamparla contra la cama mientras encaraba la polla, comenzando a forzarle la entrada trasera.

—¡Uf! —resopló ella, sintiendo la presión que el desproporcionado glande comenzaba a ejercer sobre su estrecho agujerito—. Es demasiado grande… —se quejó, sintiendo cómo se le iba estirando la delicada piel del ano.

Tras el ruido sordo del gigantesco bálano al adentrarse completamente en su esfínter, se escuchó el lamento de Cristina mientras el joven macho comenzaba a desgarrarla.

—¡Ah! —se oyó el prolongado quejido femenino cuando Nico estiró de su pelo al mismo tiempo que empujaba con fuerza la cadera, metiéndole apenas un cuarto de rabo, ensartándola, lo que provocó que los enormes huevos del crío se tambalearan con contundencia—. ¡Hijo de puta! —sollozó, sin poder contener una lágrima que comenzó a deslizarse por su mejilla—. Vas a hacer que me corra otra vez… —confesó a medida que el muchacho le seguía hundiendo con delicada maestría el resto de su virilidad, hasta sentir cómo finalmente le estampaba el pubis contra las nalgas.

Cuando el chico volvió a incrustarle el rostro contra las sábanas, empezando a bombearle con fiereza dentro del culo, haciendo rechinar los muelles de la cama, no pudo soportarlo más, corriéndose como una loca mientras sucumbía a las magníficas embestidas del chaval, que la tenía completamente sodomizada.

—Qué bestia… —murmuró Bea, sentándose sobre el colchón antes de abrirse de piernas para acariciarse el coño mientras observaba cómo el pequeño verraco destrozaba a su pobre hermanita.

—Córrete en mi culo, cerdo —suplicó la novia de Ángel entre gemidos, deseosa de sentirse bien sucia al mismo tiempo que procuraba dejar seco al crío, pensando que era la única forma de que se marchara de una vez por todas.

Esas palabras enajenaron a Nico, que se dejó caer sobre Cristina, golpeándole con tanta violencia que la empotró contra la cama, comenzando a eyacular dentro de ella, una vez más en abundancia, haciendo que la leche, cada vez más densa, se desparramara a medida que el chico seguían metiéndosela y sacándosela, formando los blanquecinos grumos alrededor del ano que poco a poco iban deslizándose por las ingles femeninas, hasta acabar manchándole todo el coño, que terminó repleto de semen.

—Uhm… —gimió la novia de Rafa, cerrando las piernas para alcanzar un nuevo orgasmo mientras contemplaba los espectaculares cuernos que su hermana pequeña le acababa de poner a Ángel.

Los tres se quedaron quietos durante unos breves segundos, sintiendo las potentes palpitaciones de sus propios corazones. Bea, nuevamente despatarrada, seguía deslizando suavemente los dedos por su chochito mientras Cristina daba respiraciones hondas, como si le faltara el aire, con el joven Nico aún en su interior.

—Niño… —le recriminó, procurando sacárselo de encima.

El chico comenzó a separarse, regalándole los últimos estertores de placer, hasta que salió completamente de su culo, mostrando una vez más su lustroso miembro, que seguía erecto.

—¡Venga ya! —se sorprendió Cristina, observando cómo el muchacho se sentaba sobre la cama, con la verga completamente sucia apuntando al techo.

—Vaya pollón… —chanceó Bea, rodeándole la base del inconmensurable tronco.

—Y qué bien sabes usarlo… —añadió Cristina, alzándose para unirse a su hermana, agarrándole el cipote justo a continuación, dejando aún más de 10 centímetros sin cubrir, pues entre ambas, con una mano cada una, no eran capaces de abarcársela entera, teniendo que hacer uso de las otras dos y, aún así, le seguía asomando el enrojecido glande.

La habitación se llenó de risas y chanzas cuando de repente se oyó un ruido.

—¡Me cago en la puta! —exhortó Cristina por lo bajo al escuchar como si alguien pretendiera meter las llaves en la cerradura de la puerta del apartamento.

—¡Mierda, ya están aquí! —confirmó Bea.

—Hazte el dormido, por lo que más quieras —le rogaron a Nico mientras se bajaban de la cama para limpiarse y vestirse a toda prisa.

En cuanto se pusieron la poca ropa que llevaban salieron al pasillo, haciendo ver que venían de la otra habitación, llegando al salón justo cuando Ángel y Rafa divisaron a Borja, que seguía durmiendo en el sofá.

—¿Y este quién es? —preguntaron, extrañados.

Cristina y Bea tuvieron que improvisar sobre la marcha, explicándoles que era el sobrino de Marta. Y que él y un amigo suyo las habían acompañado a casa después de la fiesta. Pero como los chicos habían bebido un poco pensaron que era mejor que se quedaran a dormir.

Ellos, que no tenían motivo alguno para dudar de sus parejas, se lo tomaron con naturalidad y, viendo que Borja no era más que un crío, ni siquiera le dieron importancia.

—Y el otro, ¿dónde está? —inquirió Ángel.

—En nuestro cuarto —balbuceó Cristina—. Yo he dormido con Bea.

—Pues que se levante ya —reaccionó, algo molesto—. Estamos cansados, que hemos venido pronto para estar con vosotras —argumentó—. Y me quiero echar un rato —comenzó a caminar hacia la habitación.

—Espera… —Cristina intentó detenerlo, sin éxito.

—Venga, chaval… —Ángel aporreó la puerta con cierta mala hostia, abriéndola sin esperar respuesta y haciendo que las pulsaciones de las dos mujeres, realmente acongojadas por lo que pudiera ocurrir, se dispararan.

Lo primero que sorprendió al novio de Cristina fue el desagradable pestazo que había en la habitación. No supo si el chaval era un asqueroso que no se lavaba o un puto pervertido que se la había estado machacando toda la noche. Pero lo segundo aún le pilló más desprevenido, pues el niño no parecía tan joven como su amigo y, a su juicio, tenía pinta de ser el típico tío bueno, guapito y tanto o más fuerte que él mismo. No supo muy bien el motivo, pero al verlo con el torso desnudo lleno de tatuajes, acostado en su cama, se mosqueó, sintiendo cómo se le revolvía el estómago. Aunque confiaba en su chica y estaba seguro de que no había pasado nada, de hecho era absolutamente imposible que hubiera hecho algo con un mocoso como ese, no pudo evitar ponerse celoso. Era como si ese joven macarra hubiera logrado conquistar su territorio.

—Venga, echando hostias de aquí —le soltó con un evidente menosprecio.

—Tú debes ser el novio de Cristina, ¿no? —se le quedó mirando, desafiante, mientras exponía una sonrisa chulesca.

—Sí… —quiso mostrarse orgulloso, pero no le salió, observando cómo el chico se disponía a bajarse de la cama.

—Si no te importa que me cambie antes… —sonrió nuevamente, quedándose de pie completamente desnudo delante de Ángel, que no pudo evitar echar un disimulado vistazo a la entrepierna masculina.

El novio de Cristina se sintió un poco apocopado al ver el grueso miembro que, aun estando flácido, le colgaba hasta la mitad de los muslos. No había ningún atisbo de duda de que la tenía mucho más grande que él.

—Sí, perdona… —bajó el tono de voz, agachando la cabeza para dar media vuelta y volver con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho.

Mientras Nico terminaba de vestirse, las mujeres despertaron a Borja y, tan solo unos pocos minutos después, los dos amigos estaban listos para irse. Tras despedirse, Bea y Cristina se apresuraron a adentrarse hacia la habitación para comenzar a arreglarla.

—Chavales… —Rafa llamó la atención de los chicos mientras salían por la puerta—, gracias por hacer de chóferes en nuestra ausencia —bromeó, sin maldad alguna, pero queriendo vacilarles.

—Gracias a vosotros por dejarlas solas —replicó Borja.

—Nunca se sabe lo que pueden llegar a hacer un par de pibones como vuestras novias cuando no estáis vosotros —añadió Nico con sobrada desfachatez, dibujando una mueca de clara superioridad con la que consiguió borrar la sonrisa burlesca de la cara de Rafa y dejar a Ángel con una expresión de auténtico perdedor, que reflejaba cómo se sentía, totalmente cohibido.

—Vete a tomar por culo —replicaron—. Gilipollas.

Aunque lógicamente no le creyeron, los dos treintañeros se quedaron con un evidente mal cuerpo por culpa de la insinuación de Nico. Eso, unido a que estaban cansados del viaje, provocó que decidieran tumbarse un rato a descansar antes de estar con sus respectivas chicas. Tanto a Cristina como a Bea les pareció una magnífica idea, pues así aprovecharon la oportunidad para dormir ellas también. Y no fue hasta pasadas unas horas, cuando ellos despertaron, que empezaron las reconciliaciones.

—¿Me has echado de menos? —bromeó Rafa, colando una mano dentro de las bragas de su chica.

—Claro, tonto —sonrió, abriéndose de piernas para dejarle hacer.

El novio de Bea, después de unos cuantos minutos masturbándola, se extrañó, pues habitualmente no tardaba tanto en lubricar. No obstante, insistió, hasta acabar haciéndole un cunnilingus.

Aunque no solía ocurrirle, pues la mayor de las hermanas normalmente disfrutaba del sexo con su chico, alguna que otra vez había tenido que fingir. Y esta fue una nueva ocasión.

Mientras, en la otra habitación, Ángel, que se había despertado empalmado, se sacó los calzoncillos, llamando la atención de Cristina, que se quedó mirando su pequeño pene, pensativa.

—Creo que me voy a hacer un tatuaje… —soltó al fin, estirando una mano para sujetársela, usando únicamente un par de dedos.

—¿Y eso? —sonrió él.

—No sé, me apetece —contestó, inclinándose para meterse el pequeño pito de su novio en la boca, sin poder evitar comenzar a fantasear como tantas otras veces, pero en esta ocasión imaginándose que era el extraordinario pollón de Nico.

Mientras, aún bajo la cama, sin que nadie se hubiera percatado, el condón de Borja que su amigo había tirado al suelo de la habitación, descansaba justo debajo de donde Cristina le estaba haciendo la mamada a Ángel.

Días más tarde, tras la vuelta de las vacaciones, las dos hermanas se encontraban en el mismo bar donde empezó todo.

—¿Qué tal? ¿Cómo lo llevas? —se interesó Cristina.

—No muy bien la verdad. Han sido mis primeros cuernos —puso cara circunstancias—. ¿Y tú?

—Bueno… en mi caso no son los primeros —sonrió con cierta melancolía—. Pero sí con Ángel —se apresuró a aclarar.

—Ya… ¿Y él como está?

—Jodido. No se cree lo del condón.

—Si es que…

—No se me ocurrió otra cosa.

—No, si la excusa estuvo bien. Pero yo tampoco me creería que Nico lo usó para hacerse una paja en vuestra cama.

—¿No crees que lo haría pensando en mí? —bromeó Cristina, agarrándose las tetas—. Lo tenía bien cachondo —chanceó, provocando las risas de su hermana mayor.

—Y él a nosotras.

—Uf… aún se me pone la piel de gallina —estiró el brazo, mostrando cómo se le había erizado.

Bea aprovechó para acariciar a Cristina, que reaccionó con una sonrisa melosa. Entre ambas, después de lo que habían experimentado, se había despertado una complicidad que iba mucho más allá de su habitual extraordinaria relación de hermanas. Las dos se miraron con cariño antes de dar un nuevo sorbo de café, para acabar con los rostros nuevamente compungidos. Al fin y al cabo, mientras hacían manitas, se sentían irremediablemente culpables.

Comentarios

  1. Excelente relato.
    Me ha gustado mucho como iban cambiando las posiciones de poder mientras iba pasando la historia. Me parece bien que al final no hayas querido complicar la historia con los novios, se te podía enredar demasiado.
    Por fin has salido de tu zona de confort donde ellas siempre eran las protagonistas y las que ponían los límites.

    Fer33

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  2. me alegra que sigas escribiendo, siempre es bueno leer uno de tus relatos.

    de este mi opinion es algo rara, me gusto el principio hasta que llegan el sobrino y el amigo de martha, de ahi todo lo que le sigue no me engancho del todo, eso hasta llegar ala parte del baño con las hermanas y de ahi en adelante todo me ha gustado hasta el final.

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  3. Esperaba el cierre de "todo por..", y he de decir que me sorprendio gratamante. Simplemente genial.
    P.D: Ojala pudiera decirle a mas gente de tu blog. :'(

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  4. Primero de todo, quisiera pedir disculpas por no mencionar que este relato está basado en una idea original de Fer33.

    Dicho lo cuál, me alegra que te haya gustado. ¡Y puedes criticar todo lo que quieras, eh! Por cierto, espero que hayas disfrutado especialmente con el cambio de actitud de Bea :P

    Sí, en principio sigo escribiendo, pero ya veis que mi ritmo es el que es. Y en principio así seguirá siendo. Así que podéis esperar otro relato dentro de unos meses (si llega jeje). Pero antes espero recibir muchos más comentarios sobre este para poder saber vuestras opiniones. Sino no tiene mucho sentido publicarlo.

    Pues la parte que describes, desde el inicio de la fiesta hasta que las hermanas se lían por primera vez es todo lo que debe ocurrir para que acabe pasando lo que pasa. Seguramente podría haberlo hecho mejor, pero que esa parte era necesaria es seguro. Sino Cristina y Bea jamás se habrían liado entre ellas y jamás habrían sido infieles y menos con un par de mocosos.
    Pero bueno, que está claro que te ha gustado la parte más caliente del relato jeje

    Uf! Ya he comentado en alguna ocasión que, después de tanto tiempo, es difícil que cierre sagas como la de "Todo por...". Es un debe cuya crítica asumo.
    Al menos te gustó el nuevo relato. Me alegro.
    ¿A quién te gustaría hablarle de mi blog? ¿No lo haces por no descubrir que lees relatos eróticos? Me resulta un tema interesante :)

    Gracias a todos los que comentáis.

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  5. Me a encantado el relato, que bueno que sigas escribiendo.

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  6. Me gustó el relato, espero verte seguir escribiendo más.

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  7. Excelente. ¿Quién pudiera tener unas vacaciones así? Realmente excitante. Ánimo y sigue publicando.
    Son maravillosamente sexuales...ummmmm

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  8. Gracias hunter y Carla :) Me alegro que os haya gustado.

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  9. Es muy grato volver a leerte, tú fuiste uno de los que me animo a escribir los pocos relatos que escribí y publique hace ya años en todorelatos.

    El relato muy morboso como siempre aunque me hubiera gustado que te explayaras más con el polvo de Marta con los críos, no se porque me la imaginaba físicamente como Lady Dimitrescu XD

    Tema a parte, has escrito sobre infidelidad de todos los tipos y formas pero nunca has pensado en escribir algo sobre cuernos consentidos? Me gustaría leer algo sobre el tema de tu pluma. Ojala no nos hagas esperar tanto para tu próximo relato.

    Un saludo de slaveofdesire.

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  10. Un relato de los pies a la cabeza. He tardado varios dias en leerlo. Una motivacion para salir del curro y llegar a casa a seguir leyendo. Me ha generado mucho placer. Me ha encantado la historia, y sobre todo el final. Lo volveré a leer varias veces. Te animo a que sigas escribiendo. Estas haciendo felices a unos cuantos xd. Salva.

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  11. Buen relato en general pero algunas situaciones me han parecido un poco rebuscadas y le quitan un poco de credibilidad a mi parecer.
    De resto muy morboso como siempre y espero el proximo relato no tarde demasiado.
    Megaman

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  12. Sin duda es un relato excelente como siempre. Y me ha gustado especialmente el modo en que se teje la historia: al principio me tenía un poco descolocado todo hasta que aparecen los dos primos y a partir de ahí "ya estaba todo el pescado vendido". Y la verdad es que al final hay mucho más tira y afloja del que parecía inicialmente, Cris probablemente sea la chica que más difícil lo pone de todos tus relatos. Así que realmente excelente.

    Requiem

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  13. Muchas gracias por los comentarios slaveofdesire, Salva, Megaman y Requiem.

    Es cierto que dudé si dedicarle más tiempo al polvo de Marta, pero tenía la impresión de que el relato quedaría demasiado largo (ya lo es un rato, cada vez me salen más largos jaja) y no quise restarle mayor protagonismo a las hermanas y, en especial, a Cristina.

    En cuanto a cuernos consentidos... no lo descarto, pero si te das cuentas, la mayor fuente de morbo de mis relatos de infidelidad se basan en el engaño, así que no sé yo... Aunque siempre se puede hacer algo :)

    Jo, Salva! Comentarios como el tuyo hacen que publicar valga la pena. Poder llegar a motivar a alguien de ese modo es muy satisfactorio. Y me encanta que confeséis que mis relatos os proporcionan placer. Al fin y al cabo, por eso escribo porno jaja
    Cuando dices que te ha encantado el final, ¿a qué te refieres? ¿Al polvo con Cristina? ¿A la inesperada actitud de Bea? ¿A la llegada de los novios? ¿O a la última conversación en el bar?

    Megaman, no te lo discuto. Es un tema recurrente en mis relatos y siempre digo lo mismo. Procuro poner una situación lo más inverosímil posible para que la consecución del desenlace sea también lo más morbosa posible, pero no siempre es fácil que todo fluya sin que se escapen situaciones rebuscadas. Seguro que no soy el mejor en eso, pero intento mejorarlo.
    Si te apetece, puedes indicar situaciones de este relato que te hayan dado esa sensación. Yo encantado de saberlo.

    jajaja sí, sí, Requiem, ya me conocéis y en cuanto aparecen los personajes "clave" ya me pilláis. ¡Qué tiempos en los que os conseguí engañar con "Noche descontrolada"! jaja
    Lo bueno es que parece que esta vez, aunque se descubra relativamente pronto lo que va a pasar, he conseguido mantener ese tira y afloja mucho más tiempo como bien dices. Y eso que por el camino Cristina hace muchas cosas, pero el personaje se mantiene fuerte y digno hasta el final :P

    Gracias a todos, de verdad.

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    1. La última conversación el bar y como cuenta la historia del después. Sobre todo la aparición del condón. Y muy buena la ultima corrida en el culo. Aunque la primera penetración y la eyaculación en las tetas me pone mucho. Salva.

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    2. Me alegro que te haya gustado ese detalle. Bastante antes de terminar el relato se me ocurrió ese final en el que Ángel acababa encontrando el condón.

      jajaja solo te ha faltado la corrida en la cara. ¿Esa no te ha gustado? :P

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    3. La corrida que vas morbo me ha dado es la primera cuando se la chupan las 2 hermanas y de repente se corre sin avisar.

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  14. ¡¡Es increíble!! Sin palabras.

    A mí de por sí me flipan los relatos que contienen amor filial pero con este te has llevado todos los premios. Espero que sigas haciendo más de esta temática (porque aún siendo amor filial le puede meter una dosis de infidelidad muy fuerte) para próximos relatos.

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  15. Muchas gracias por el comentario MarRam. Me alegro que te haya gustado.

    ¿Qué filial te ha gustado más? ¿El de Marta y su sobrino o el de las hermanas?

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    1. El de Marta y su sobrino, definitivamente.

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    2. Pues en este relato ese filial ha sido un poco más secundario, pero seguro que habrán otros.

      ¡Qué ganas tenía de usar la opción de responder! :D

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  16. muy buen relato , me ha gusto mucho

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    1. Muchas gracias Jose Angel. Me alegro que te haya gustado :)

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  17. Espectacular como siempre.
    Un relato donde las situaciones se van cociendo a fuego lento, permitiendo que se disfruten pausadamente. Muy interesante el personaje de Marta.

    Como fiel lector desde las sombras que he sido, voy a releer relatos anteriores y aprovechar esto para comentar en todos ellos (cosa que debí hacer en su momento).

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    1. Hola pantxopantxo,

      me alegro que el relato te haya gustado. Ese cocinado a fuego lento es el que pretendo en muchos de mis relatos, aunque no siempre lo consigo.

      No pensé que el personaje de Marta fuera a tener tan buena a-cogida xD

      Si te apetece y te animas a ir comentando, yo encantado.

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    2. Doctor, estos días he estado leyendo alguno de tus relatos anteriores que más me gustan y he visto que tenias intención de escribir la secuela de alguno de ellos. Sigue habiendo planes de ello?

      Slaveofdesire

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    3. Hola Slaveofdesire,

      si te soy sincero, después de tanto tiempo y al ritmo que ahora suelo publicar, no tengo en mente seguir alguna de las historias que quedaron pendiente de secuela.

      Pido perdón por ello.

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  18. Genial ... como todo lo que escribes :) .... con el punto de morbo que lo hace todo mucho más interesante y te va llevando a más...
    Aunque ... he de reconocer que los relatos que contienen algo de relación incestuosa real (es decir, es su sobrino real no político) esas partes siempre son las que me desagradan.....
    Pero bueno entiendo que no a todo el mundo le pasa .... y para gustos los colores...
    Deseando leer más relatos tuyos como siempre ....

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    1. Gracias Amalia. Esa es la idea, lograr ese morbo. Y por los comentarios parece que en este relato lo he conseguido.

      Respecto a las relaciones incestuosas... jo! siento que no te gusten. En parte, ayudan a lograr ese morbo del que hablábamos, aunque está claro que no para todo el mundo. En el caso de las dos hermanas, ¿también te ha pasado?

      Ya he empezado a escribir el próximo relato. Espero que sea algo un poco diferente, para los que me piden cosas nuevas. Aunque luego son los relatos que menos gustan...

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    2. Qué intriga!! .... deseando leerlo ... seguro que será como todos impresionante...

      Especto a tu pregunta también me ha pasado en el caso de las hermanas ... no me pone nada ese tipo de situaciones... igual es porque me parece algo que yo nunca haría...
      Y en tus relatos me pasa siempre que hay relación directa ... en el de la sobrina y el fútbol por ejemplo no dado que es sobrina política ... pero igual es que no me parece excitante ni morboso el incesto
      Pero, ya te digo, que es un tema personal ... hay gustos para todos los colores ...
      Respeto totalmente ...
      Si que me encantan las situaciones de engaño, el que vayan cediendo poco a poco, etc ...
      eso lo bordas siempre!!
      ;)

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    3. jajaja muchas gracias!

      Es interesante ese planteamiento. Yo tampoco haría muchas de las cosas que relato, pero me da morbo que lo hagan los protagonistas. No sé, supongo que depende del punto de vista y, como bien dices, de los gustos personales de cada uno.

      Pocos relatos tengo en los que no haya engaño jaja A mí es lo que más morbo me da sin duda. El resto (incestos, tamaños de los penes, etc.) son añadidos.

      Gracias por comentar Aia (supongo que eres Amalia).

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  19. Lo primero de todo, muchísimas gracias por volver a escribir. Volverás a escribir con regularidad?

    Y lo segundo, otro relato excelente, con maestría, como casi todos los que escribes. Eres un genio del género. Tendrías que escribir libros y vender por Amazon.

    Saludos

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    1. Hola,

      con la regularidad del principio seguro que no. No tengo tanto tiempo libre como entonces, ni quiero obligarme a escribir como lo hacía antes. Prefiero ir a mi ritmo. Sé que va en detrimento del blog, pero no quiero volver a quemarme.

      jajajaja muchas gracias :) Por curiosidad, ¿a qué género te refieres? ¿Porno en general, infidelidad en particular...?
      Ya me gustaría tener el nivel y la paciencia para poder escribir un libro, pero no creo que tenga ni una cosa ni la otra. De todos modos, me tomo esto como un simple hobby. Y vuestros comentarios son lo único que realmente necesito.

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    2. A mí en concreto es la infidelidad lo que me gusta (Vacaciones a toda costa, Una noche descontrolada y Las Pozas en concreto) pero creo que es oro todo lo que escribes.

      Salud

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    3. Curioso que dos de mis primeros relatos sean los que más te gustan.

      Echando un vistazo atrás, creo que he mejorado en la forma de escribir. Aunque tal vez para este tipo de relatos no sea tan importante la elaboración de la escritura, incluso pueda llegar a ser contraproducente.

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  20. ''Dos hermanas deciden compartir junto a sus parejas unas vacaciones en las que conocerán a una mujer que les trastocará los planes por completo''

    Coño, Doc, sé que muchas veces las descripciones de nuestros relatos nos provoque mucha incertidumbre por no saber que poner, pero tú también te pasas JAJAJA

    Hoy mismo lo leo y te comento, haciéndote un pimpampum. Sí, quien dice hoy dice ahora.

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    1. #Criticaaldoctor 1:

      Primera impresión del relato: Hacía mucho, mucho que no leía un relato tuyo. Como ya dije, no es por desinterés sino por falta de tiempo y por perrería. Al empezar a leer este, me ha gusto. Me atrapa como escribes en los primeros 8 párrafos. Aquí viene el pero: El interlineado entre párrafos es demasiado elevado y me hace perder el hilo. Con esto quiero decir que si no hubiese separación, la lectura agarraría más inercia y rápida. Seguramente es solo una opinión personal, pero quien sabe, tal vez nadie te lo haya criticado, continuo.

      En la primera descripción de Cristina usas ''Aunque'' que me chirría bastante. En la siguiente descripción de Bea si que me cuadra, y por cierto, me gusta que pongas aspectos negativos... A pesar de sus grandes melones JA JA JA

      Qué rápido empiezan las insinuaciones de intercambios de pareja... ¿Es qué ya no hay un mínimo de valores? ¿Ya no se respeta nada?

      Chico de 11 años, con su bonito rostro de niño malo? Que descripción más rara jaja

      ''Hay que buscarte un novio ya... Mejor un follaamigo'' Me encanta como creas una transacción entre los intereses de la madurita y ese coquetea tan sutil.

      A la primera escena de sexo entre Angel y Cristina no tengo ninguna crítica, salvo la ausencia de descripcion sobre ruidos o sensaciones. Describes las acciones, pero no lo que envuelve esas acciones.

      Veo que hay cosas que no cambian: Borja, posible situación de incesto... No has insinuado nada y ya me estoy montando películas. Ah... Deseo adolescente y una madurita necesitada. ¿Hay algo más erótico y obsceno?

      ''El chico daba toda la impresión de haber salido de la cárcel recientemente'' definitivamente hay cosas que no cambian jaja

      Las primeras palabras que dice Nico ya lo colocan como una badass en esta historia, te has coronado Doc.

      ''—Pues nada, cuando te seques ya nos avisas —intervino la novia de Ángel jocosamente.'' Aquí podrías haber continuado la conversación y que dijise: También podéis veniros conmigo y mojaros en la piscina... No es la mejor frase para ligar, pero habria sido coherente. Estás lento (Es broma jaja)

      ''MQMF.'' 2 adolescentes y 3 preciosidades. Definitivamente este relato encantaría a mis lectores. Quiero irme a dormir pero no quiero dejar de leer, lo reconozco Doc, lo has conseguido. Un muy buen relato hasta el momento. Espero que no la hayas cagado a partir de aquí. Recuerda avisarme si quieres que comparta el relato en mi blog.

      Cuando hablas del tamaño de las pollas, estoy visualizando como romperás cualquier record con las monstruosa y gigante polla de venas grandes como tuneles perteneciente a Nico jaja

      Me ha parecido muy interesante el coqueteo con los tatuajes entre Nico y Cristina, muy ingenioso.

      Cartas, prenda, quien pierda bebe... Tantas combinaciones.

      Dejo el pimpampum aquí, hasta el momento, muy buen relato... Aunque el separado interlineado de los párrafos me pongan de los nervios.

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    2. Buah, zorrito! Brutal comentario. Me sabe hasta mal la currada, que ya no estamos en tiempos de Ejercicio y su exigencia jaja

      La verdad es que el interlineado es una de las cosas que más me chocó con esta nueva versión del blog (sale así por defecto y no sé cuánto curro podría suponer cambiarlo, la verdad). Si realmente supone un problema y la gente se queja, intentaré ver qué se puede hacer.

      Es cierto que ese "Aunque" en la descripción de Cristina también me chirriaba. Evidentemente es positivo, pues viene a decir que aunque está muy buena, aún es tremendamente más guapa de cara. Lo que pasa es que como releo tanto el relato para corregir diferentes aspectos, al final me acabó sonando bien y no lo cambié.

      No sé. Siempre he oído como algo positivo que un niño tenga cara de pillo, como si le diera cierto atractivo. De ahí esa breve descripción de Nil.

      No sé si intencionadamente o no, pero el hecho de que en el polvo entre Cristina y Ángel no se narren sentimientos lo hace como más frío, mecánico (el sexo habitual con la pareja de siempre) en contraposición con el acto más visceral y pasional con Nico, el joven semental que acaba sacando toda la lujuria de las dos treintañeras. Creo que encaja bien.

      jajaja cada vez me pilláis más rápido. Uno de los motivos por los que las sinopsis son tan poco descriptivas es para mantener en secreto los acontecimientos lo máximo posible. Incluso creo recordar que algún lector me lo pidió así hace tiempo.

      Al final no sé cuándo te fuiste a dormir. Has conseguido dejarme a mí con la intriga. ¿Por dónde te quedaste? ¿Lo has continuado? Espero no defraudarte con lo que queda.

      ejem ejem... será que no os gustan las pollas de mis personajes masculinos. Tanto las de los protagonistas como las de los pobres novios :P

      Lo dicho, con lo de "Cartas, prenda, quien pierda bebe... Tantas combinaciones." me has dejado descolocado. No sé hasta dónde has leído.

      En cuanto pueda te contesto los correos.

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    3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    4. Querido doc,

      Que no te sepa mal, si lo hago es porque quiero y puedo. Se te olvida que yo también tengo que mejorar como escritor y hay mucho que puedo aprender de ti. Estos ''pimpampums'' me ayudan a concentrarme en qué haces bien y que haces mal, y retenerlo, como si estuviese estudiando para un examen.

      Lo del interlineado realmente me molesta, pero porque corta mucho el ritmo de la lectura. Si quieres cambiarlo y no pudieses, podríamos mirar de intercambiar métodos entre nuestros blogs. Creo que nunca me he tenido que preocupar de eso, aunque seguramente será por el estilo del blog los cuales son muy diferentes!

      Ayer, en el tren, leí un poco más. Debido a que no es lugar para concentrarse, solo leí unas 20-30 lineas más, creo recordar que giró en torno a Bea y Nico bajo la cama de Nil, ah... Y lo de la piscina, que las tiran al agua. Por ahí me quedé. De hecho, hice varios ''pantallazos'' con el móvil para no olvidarme cosas que quería comentarte, dicho esto empiezo con el...

      #Criticaaldoctor 2

      1) ''De repente, las tres experimentadas hembras soltaron UN PEQUEÑO SOLLOZO...'' Sería tres sollozos, o sollozaron. O emitieron ruidos de sorpresa. Me chirría mucho.
      2) Eres mejor que yo en las descripciones de ciertas escenas, al menos en los dialogos. Eso es un hecho, pero... ¿Por qué? Tienes un abanico de palabras mayor al mio, y eso hace que se note PERO hay partes donde te repites mucho y me sorprende que no varíes tus diálogos, por ejemplo: ''poniendo una divertida mueca''. Tal vez recuerdo mal, pero juraría que lo de muecas lo has venido repitiendo mucho, pero no recuerdo haber leido hasta el momento ''se mordió el labio, frunció el ceño, alzó una ceja...'' Puede que esté patinando, mi memoria no es tan buena, pero creo que tengo razón en esto.
      3) La escena ''''lesbica'''' entre las dos hermanas en el baño, cuando con ese buen rollo se acusan mutuamente de estar cachondas y de que una de ellas está mojada. No está mal, pero le faltó jugo a esta escena, la verdad. Podías haber hecho una conversación un poco más morbosa, jugando con indirectas... Como si no se atreviesen a reconocer la una frente a la otra lo que ambas piensan: Esos dos adolescentes son unos perros seductores que las vuelven loquitas, pero como ambas tienen pareja, no pueden reconocerlo abiertamente. Sí, entiendo que son hermanas y hay confianza, pero creo que no era el momento (Aunque lo critico, disfruté la escena del baño. Estuvo muy morbosa)
      4) Esto es un relato, es ficción. A partir de ahí, todo se coge con pinzas y sé que es muy difícil crear diálogos desde la nada. Hay que imaginar lo que diría cada personaje y estamos creando personalidades desde cero. Ahora bien: La gallinita ciega? No, las zorritas mudas. Entiendo que Bea y Cristina juegan un papel más ''sumiso'', pero me sorprende que no les hayan pegado hasta el momento más cortes a Nico. Como cuando este le dice: ''te he dicho que no puedes hablar'', una mujer fiel orgullosa de si misma diría algo tipo: ¿Y quien eres tú para decirme que abra las piernas? Estás tonto... Vuelve con tu mama, enano. Entiendo que estás vendiendo un malandro, un chico malo dominante y que Bea y Cristina quieren ''dejarse'' hacer en el fondo, muy en el fondo, pero no critico eso, sino la falta de resistencia o de una dificultad mayor para Nico que le haga tener que ser más sutil e ingenioso, al menos, hasta que el interés de ellas sea demasiado como para rechazarle.
      5) Relacionado con lo anterior: Es como un juego, modo fácil, modo normal, modo difícil. Aunque la historia que cuentas es extremadamente disfrutable, cuesta aceptar que las dos hermanas, sin tener ningún compromiso con los dos menores, no les pongan más dificultades. Es decir, muchas veces les siguen el juego, otras les paran los pies… Pero sin confianza las llaman zorras y les dicen que no pueden hablar y ellas se dejan. Choca bastante.

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    5. 6) Esto apenas tiene importancia: Chiss. ¿Por qué no utilizas el universal Shhh? Jajaja
      7) ‘’No te he dado permiso para hablar’’ ‘’ni yo para que me metas mano’’. Ahora lo dice xD
      8) Vamos a cambiar tu forma de responder: Si le has sido siempre fiel, ábrete de piernas. Tengo que reconocerlo, Doc… Esta es de las contestaciones más ingeniosas de todo el relato, al menos, hasta el momento. 10/10
      9) Ya recuerdo donde me quedé ‘’De repente, ambos chicos se quitaron las toallas y quedaron en pelotas’’.
      10) De momento la lectura es más satisfactoria que otra cosa, sé que voy a leerlo hasta el final (me interesa saber como continua) a menos que la cagues mucho. Me divierto haciendo el pimpampum así que no hay drama.

      Continuaré en el ‘’criticandoaldoctor 3’’ y espero acabar con ese mismo.. Aunque ya ves que tengo mucho por decir.

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    6. jajaja eres un crack! Yo encantado con el pimpampum :)

      1) Se entiende que es un pequeño sollozo cada una. Pero igual está mal escrito. Lo desconozco :(
      2) Toda la razón. Ahora bien, ya te digo que lo intento evitar. Si acabo de decir que Cristina sonrió, la siguiente vez procuro que no vuelva a sonreír y sí que muestre una divertida mueca, por ejemplo. Pero es cierto que abuso de ese tipo de coletillas y me acabo repitiendo. Soy consciente, pero no lo puedo evitar, me gusta que quede reflejado si el personaje sonríe, pone muecas, etc. No obstante, tomo nota e intentaré buscar mayor variedad en las expresiones.
      3) Me encantó esta escena y esperaba que gustara bastante, pero tenía la sensación de que no podía ni debía alargarla demasiado. En parte porque era el primer escarceo entre las hermanas y quería que no fuera más que un juego, pero sobre todo porque las están esperando y no pueden estar demasiado en el baño sin que parezca raro.
      4) Pues no sé qué decir jajaja lo intenté hacer lo mejor que pude. Siempre se puede alargar más este tipo de tira y afloja, pero bastante largos me salen ya los relatos... Pero sí, estas cosas siempre son mejorables supongo.
      5) Si te refieres a lo de "zorritas mudas" es una forma sutil de empezar a marcar el dominio de Nico sobre las mujeres. Aprovecha el juego para llamarlas "zorras" sin hacerlo. Aunque, efectivamente, está relacionado con el anterior punto. Podría haber hecho que ellas se quejaran por el trato, en vez de entrar al trapo y jugar a un juego picante pero aparentemente inocente (se esconden con las manos atadas y los ojos tapados mientras ellos las buscan). Pero la historia tiene que avanzar en algún momento. Que sí, que se podrían haber quejado y haber acabado jugando igual. Pero necesitaba que esa batalla la ganara Nico para lo que pasa luego debajo de la cama de Nil. No obstante entiendo que no te haya encajado y lo siento.
      6) :D Porque Chis es una onomatopeya válida y Shhh no.
      7) ¿Ves? Porque antes lo consideraba un juego, pero que le metan mano ya es pasarse :P
      8) Gracias. Aunque aquí ella también podría haberse negado, eh! jajajaja
      9) Buen momento para lo que viene a continuación :) Tengo ganas de que sigas leyendo, la verdad.
      10) Espero lograr mantener el interés hasta el final. Y entiendo ese "a menos que la cagues mucho". Era lo que solía pasar con la mayoría de relatos que leía en el pasado. Cuando pillaba alguno de los escasos que me atraían solían llegar un punto en el que el autor la cagaba y perdía todo el interés. Normalmente solía coincidir con el cambio drástico en el comportamiento del personaje femenino. Así que te entiendo.

      Oye, espero que estés haciendo las críticas con una sola mano!!!! Gracias por estos comentarios, Zorro.

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    7. #Criticaaldoctor 3:

      1) Después del segundo magreo entre las hermanas, mientras los dos desvergonzados las espían. Siento una especie de ‘’caída’’ en el diálogo entre los dos chicos y las dos chicas. Es como muy mecánico, menos calidad… ¿Tal vez como si cada uno esperasen a que el otro terminase su turno de hablar? No hay interrupciones. Hay algo más, pero no me sé explicar. La conversación está bien, es la presala de algo más, pero falla el nivel de la conversación. Creo que deberías, en próximas conversaciones, claro, no olvidar naturalizarlas un poco más en ese aspecto.
      2) Me has dado una buena idea (obviamente no es para escribirla, pero cuadraría en un relato). En esa conversación entre los cuatro, Nico le mete los dedos, amenazándola con hacerla correr en… ¿Cuántos segundos? Entiendo que está caliente, y que la conversación y otra mezcla de sensación la tuviesen a tono. Sé que hay orgasmos que son muy precoces. Aún así, me parece demasiado súbito.
      3) Ahora estoy en la mamada de Cris a Nico, dices verga y también polla. Recientemente he tenido dudas sobre como combinar dialectos como cuca, cola, verga, pija etc. No queda mal, ahora que lo leo en un relato que no sea mio.
      4) Tengo otro problema con los diálogos durante el sexo oral. La escena es morbosa, y me queda claro que Nico es un grosero que necesita humillar porque es su rol dominante PERO, si ese va a ser su papel, se me hace demasiado callado. Las conversaciones son insuficientes (al menos para mí), piensan mucho, describes mucho, pero no llegas a hacer que los personajes se expresen verbalmente… Y eso, si te lo imaginas, crea una escena vacía llena de silencios: Muchas miradas, movimientos bien descritos… Pero silencios y pocas palabras.
      5) Empiezo a pensar que Nico es una mala influencia para Borja: ‘’¿Quieres polla como tu hermana, cerda?’’ xDD
      6) Hasta el momento has hablado del tamaño, de sensaciones, de intencionalidad… Pero ni una sola referencia al sabor. Dices ‘’jugoso’’, pero repito, no hablas hasta el momento de sabor, ni olor. Y si tiene algún olor y sabor, ¿como afecta a las protagonistas? Tal vez en algún momento lo describas, pero si lees esto… Será que no he encontrado motivos para retirarlo.
      7) ‘’la chuleó Borja, percatándose de la mirada lujuriosa de la hermana de su padre’’ Creo recordar que fue machi quien me dijo esto mismo: No marees a los lectores con adjetivos innecesarios. No es complicado, es la hermana del padre de Borja, pero puede sonar redundante, y aquí venimos a pajearnos, no a estudiar arboles genealógicos. No me entiendas mal, No es un mal detalle, pero es prescindible.
      8) A partir de aquí, todo ha ido descendiendo en picado para mi gusto. Han pasado demasiadas cosas anticlimáticas: Que las hermanas compartan infidelidad es algo morboso, pero sus mamadas se han sentido distantes a pesar de que se excitan visualmente viéndose la una a la otra. No necesariamente tiene que ser nada lésbico, pero podrían haber ‘’colaborado’’ intercambiando pollas. Entiendo que Nico es para Cristy y Borja es para Bea, al menos de momento, pero esperaba que fuese por otro lado. Luego llega Marta, de repente, se sienta en el sofá, se toca… Desea estar pero, por algún motivo, me sobra completamente. No me entiendas mal, quiero que sea una ‘’mala tía’’ y se de el gusto con su sobrino, pero así no. Podría haber espiado desde detrás de una puerta, haberse excitado, haberse hecho la tonta y con todo el calentón haberse hecho la ingenua (valga la redundancia) para que su sobrino se hubiese aprovechado de ella. ¿Ha sido morboso? Sí. Pero para mí ha sido anticlimático. Para mi gusto, Cristy y Bea, que están siendo infieles y se están ‘’abriendo’’ como hermanas a ser unas ‘’putas’’, deberían haber tenido su momento solas. Marta, que siente una tentación por su sobrino (tal vez por lo prohibido), deberían haber tenido su momento aparte… Tal vez siendo abusada (disfrutándolo) por los dos amigos.

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    8. 9) Aroma, olor… Mencionas el sentido del olfato, por lo que debo corregirme con lo que dije antes, aún así, me gustaría un poquito más de descripción olfativa o a nivel de gusto, pero bueno, a parte de eso, muy bien. No se te olvidó!
      10) En esta nueva escena, Cristy y Bea tienen su escena compartida en una mamada conjunta, y aunque no me gustó la intrusión de Marta, agradezco que hayas reunido a las dos hermanas. Que compartan (indirectamente) saliva, polla e infidelidad. Pase lo que pase a partir de aquí, para mí ha sido una mejoría notable.
      11) ‘’Seguro que vuestro padre…’’ ‘’¡Idiota!’’. ¿Ves? Las respuestas son algo vacías, casi mecánicas. No me parecen naturales en absoluto, de la misma manera que en otras partes del relato me sorprende la facilidad que tienes para imaginar, idear y recrear conversaciones. Esta crítica no busca anular tus diálogos, sino señalar que en estas partes de sexo oral, preliminar y demás, puedes hacerlo mucho mejor.
      12) Mantienes bien el nivel de la mamada, incluyendo el beso de ambas hermanas con el final sorpresa PERO me sorprende que, estando tan cachondas las tres como para saltarse sus propias líneas rojas, no haya ninguna que diga: Ahora vas y me follas. Los dos sabemos lo difícil que es evitar el sexo cuando te pone tanto la otra persona, así que en ese aspecto me ha faltado más coqueteo.

      Ahora voy a darte la crítica final, porque no voy a seguir leyendo por el momento. Es un buen momento para dejarlo: Como dije, el trio de féminas necesitaba su espacio y en esta parte del relato lo he sentido muy apresurado y falto de espacio. Entiendo que el relato es MUY largo, pero cuando digo apresurado me refiero a la elección del momento: Podrías haber realizado la mamada en un cuarto los cuatro encerrados, hacerla la mitad de rápida y que las dos hermanas, con malicia, dijesen algo tipo ‘’si nosotras nos quedamos con el calenton (Aunque luego nos rematen nuestros novios), vosotros dos también y ya cogeremos un autobús para volver a casa. Y los dos amigos, frustrados y calientes, hubiesen cazado, abordado, seducido, coqueteado con la inocente y pobrecita Marta, que se vería desbordada y acabaría dándoles una buena mamada a ambos amigos. Sinceramente, habría preferido eso o que Marta se hiciese la inocente con su sobrino, pero esto me ha dejado un poco descolocado. Me incomoda, a nivel argumental, que ellas tres tengan tanta confianza… Sí, ya habían bromeado antes, y habían congeniado, pero aún así, me parece un poco forzado.

      Pese a toda esta crítica, me sigue gustando… Aunque repito, esta, para mí, no sería una etapa especialmente positiva para el relato.

      Continuaré pronto.

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    9. Gracias por la continuación Zorro! :)

      No dudo que el nivel de las conversaciones tenga altibajos. No creo que sea mi fuerte aunque a veces se me ocurran algunas frases ingeniosas. Alguna vez he leído algún relato y he sentido cierta envidia por no ser capaz de reproducir diálogos que fluyan tan bien.
      Aunque en concreto en este caso creo que te refieres a como si fueran dos conversaciones paralelas. Y es que lo son. Igual debería haberlo reflejado mejor.

      ¡Uf! Cuca, cola, pija... esas expresiones me cuestan más que verga que, no sé por qué, es como que la tengo más asimilada. No obstante, procuro ser cuidadoso con los momentos. Por ejemplo, pene lo suelo usar más al principio o para referirme a la polla del novio. Sin embargo, cipote es para momentos álgidos y, por supuesto, para la polla del protagonista.

      Respecto a la ausencia de conversaciones... igual es cosa mía, pero procuro no meter diálogos superfluos, lo cual no quiere decir que estén callados. No sé si me explico. Durante la mamada, si narro lo que sienten unos u otros, no significa que estén en completo silencio. Solo que creo que no hace falta escribir cada una de las palabras que puedan soltar. Tal vez me falte indicar, por ejemplo, que mientras se la chupaban, Nico iba soltando pequeños improperios. Procuraré tenerlo en cuenta :)

      jajaja sí, suelo hacer referencia a los olores y sabores, aunque es cierto que tampoco suelo recrearme en ello.

      Ahora no recuerdo bien, pero si usé un parentesco rebuscado seguro que fue para no repetir el apelativo del personaje en cuestión. Seguramente sea un poco obsesivo con eso e igual la cago. Pero si veo por ejemplo dos veces seguidas el nombre de un mismo personaje, busco alguna forma de cambiarlo.

      Bueno, no voy a adelantar acontecimientos jaja Entiendo que vas comentando sobre la marcha, de ahí que seas tan exhaustivo en tus aportaciones (y yo te lo agradezco!!!!), pero hay perspectivas que igual te cambian a medida que vayas leyendo. O no, ya veremos jaja

      Insistiendo en el tema diálogos. Es cierto que igual el nivel baja cuando ya hay sexo de por medio. Es que eres muy exigente, lo quieres todo!!! xD
      De todos modos, ese "¡Idiota!" no pretende más que eso, el uso de un término aparentemente despectivo para connotar que aceptan lo que está pasando sin dar mayores explicaciones.

      ¡Joder! ¿En serio? Si después de la mamada una de las dos hermanas dice "ahora vas y me follas" y se las folla de verdad, se acaba el relato y llegan las críticas (y además merecidas) de todos mis lectores por hacer que caigan tan rápido y cambien la actitud tan de repente, etc.
      Me sorprende ese apunte, la verdad.

      Respecto a tu crítica final, te entiendo. Creo que te pasa como a mí (y no sé si el motivo es precisamente que somos "escritores"). A medida que vas leyendo te vas imaginando en tu cabeza lo que podría pasar y cuando no ocurre eso, te frustra, porque tú lo habrías escrito de otro modo. De hecho, hasta me pones ejemplos de lo que te hubiera gustado que ocurriera.
      Como digo, a mí me pasa exactamente igual y por eso empecé a escribir.
      No obstante, tu idea es bastante buena, eh! Por eso me suelen gustar los planteamientos de tus relatos :)

      Bueno, espero que lo que resta de relato te guste más!!!!

      Un saludo, crack.

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    10. Por supuesto, gustarme o disfrutarlo es algo que ni se duda. Si se me estuviese haciendo pesado ya lo habría abandonado y me habría sincerado con el motivo. Estoy de acuerdo con todo tu último comentario, mañana continuaré leyendo. Siento si me estoy retrasando pero con el final de curso me he vuelto muy perro. Ahora estoy trabajando e invirtiendo mi tiempo en otras cosas, entre ellas escribir, por ello, aunque tardo, puedo asegurar que seguiré avanzando.

      Un abrazo enorme, y por favor, sigue así con tus relatos. Eres un genio, y no, no lo digo por quedar bien.

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    11. No sientas nada, hombre. Solo... ¡¿dónde está el resto de mi pimpampum?! xD

      Ahora en serio, nadie está obligado a comentar ni mucho menos a leer. Eso sí, se agradece un comentario de los que leen, que al fin y al cabo para eso publico.

      jajaja no soy un genio en absoluto. De hecho, aunque suela quedar relativamente contento con el resultado de mis relatos, cuando alguna vez leo alguno que me gusta de otro autor, siempre pienso por qué no soy capaz de escribir de ese modo.

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    12. Recientemente estoy escribiendo un relato sobre cierto marionetista y me estoy sintiendo bastante impotente, o incluso inútil. Pero bueno, en mi defensa reconoceré que es un género que no suelo escribir... y es demasiado oscuro jaja

      Pero bueno, si me estoy pasando por aquí es porque pienso acabar el relato. Lo del pimpampum ya no lo prometo.

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    13. jajaja ánimo con ese relato!

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    15. Lo terminaste o no, Zorro?

      Al final nos dejarás a todos con la intriga :D

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  21. No me canso de leer este relato!

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  22. Pedazo de cuernos que les cae. Qué cabròn el niñato!!!

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    1. Esa es exactamente la reacción que quería conseguir con el relato y el personaje de Nico :)

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  23. Realmente caliente, y no veas con las chicas como se lo montan! Muy bueno!

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    1. Hola Lucia, muchas gracias por tu comentario y disculpa la tardanza en contestar.

      Me alegra que el relato te gustara y que te pareciera caliente. Es el objetivo verdadero :)

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  24. He estado leyendo tus relatos en las últimas semanas desde que conocí tu perfil de TR y confieso que ha sido una grata sorpresa. Me pareces de los mejores autores (= más consistentes en estilo y calidad) que he leído en español en literatura erótica. Fíjate que yo era un lector casi exclusivo de filial (lo primero que te leí fue "El trabajo de Biología") y has conseguido que le vea el atractivo a Infidelidad... supongo que mis preconcepciones de esta categoría eran el cuckolding donde la pareja es activamente consciente de lo que pasa y lo sufre, pero he aprendido contigo que no, que el erotismo surge de chicas corrientes, responsables, racionales y aparentemente satisfechas... que acaban sucumbiendo a sus más bajos instintos.

    No he leído todo lo que has escrito, pero aprecio una importante evolución desde los primeros (2012-2013) hasta los más recientes. Tienes un gran dominio de la tensión y el morbo, el jugueteo previo de tira y afloja que es precisamente la clave de un relato erótico porque es su mayor baza. Se ve que lo has ido refinando con cada relato y te comento en este en concreto porque, de lo que te llevo leído, es quizá el mejor.

    La extensión larga te ayuda a irlo montando de forma creíble. Concuerdo con algun comentarista de arriba, Cristina es de las chicas que más se resiste y eso hace la catarsis final mucho más poderosa. Te confieso que lo he tenido que leer en dos o tres tandas por los calentones que me ha dado, y aun así me encuentro volviendo de vez en cuando como hago con mis favoritos porque siento que todavía no he "terminado" de disfrutarlo.

    Veo que tienes el blog ahora parado. Entiendo que las sequías de ideas o de tiempo para escribir son inevitables, a mí también me pasa. Pero aquí tienes otro seguidor más cuando decidas volver al ruedo. En esto de los textos guarros de internet, que no dan a nadie dinero ni fama por escribirlos, hay que cuidar a quien tiene talento y tú eres uno de ellos.

    Biff

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    1. Hola Biff, muchas gracias por tu comentario y disculpa la tardanza en contestar.

      De verdad que se agradecen un montón tus palabras. Comentarios como el tuyo animan a seguir escribiendo. Lástima el poco tiempo que tengo.

      Esta descripción es prácticamente perfecta: "el erotismo surge de chicas corrientes, responsables, racionales y aparentemente satisfechas... que acaban sucumbiendo a sus más bajos instintos."

      Respecto a mi evolución, estoy bastante de acuerdo. A día de hoy leo "Noche descontrolada", relato que tuvo un éxito abrumador en su momento, y le cambiaría/añadiría mil cosas.

      Como bien dices, también ayuda que mis relatos sean cada vez más largos. Ya no es solo que eso ayude, es que sino no quedo satisfecho con el resultado final. Esto también tiene su contrapartida, que me tiro un montón para escribir.

      Y sí, en este relato concreto, Cristina se resiste mucho, pero siempre permitiendo un poquito más cada vez. Aunque lo desea, sabe que no es lo correcto. Me alegra haber logrado esa catarsis final.

      Confieso que me encanta saber que mis relatos provocan ese tipo de parones :) Y si logro que volváis es que el relato es bueno. A mí me pasa con muy poquitos, pero eso es que valen la pena.

      Reitero mi agradecimiento. No sé si será demasiado tarde y cuando vuelva a publicar ya no quedará nadie por aquí, pero algo tengo entre manos...

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  25. Doc. Porque no sacar un relato entre el personaje León (cariño ponte en forma) y Marta cómo una infidelidad en sus tiempos de casada ya que el marido no la satisface y ella tiene una aventura con este negro del gym o de un certamen de fisicoculturismo. Saludos!

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    1. Hola Kingping, todas las ideas son bienvenidas. Ojalá tener tiempo para dedicarme solo a escribir jeje

      De todos modos, la mayoría de mis relatos de infidelidad tienen como protagonistas mujeres completamente fieles. Y busco el morbo en esa ruptura de su integridad.

      Es por eso que "reutilizar" personajes que ya han cometido la infidelidad no me resulta tan atractivo.

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