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Viaje a Barcelona

Sinopsis: Aunque nunca estuvo en sus planes, Isabel viaja a Barcelona para cumplir la mayor de sus fantasías.

Capítulos publicados de la serie:
  1. Wedding planner
  2. Viaje a Barcelona

Capítulo 1: Los motivos

Me pregunté cuánto tiempo había pasado mientras, sentada en mi asiento, observaba el paisaje deslizándose a través de la ventana del tren que me llevaba rumbo a Barcelona, con los agradables rayos del sol iluminándome el rostro.

Recordé que aún iba a la universidad cuando tuvimos el primer contacto. Sonreí. Jamás pensé que llegaría este momento, pues nunca fue mi intención ir tan lejos. Atrás quedaron esos impulsos iniciales que me hacían mentir a Andrés para poder abrir Skype a escondidas. O esa primera vez que me bajé las bragas por culpa del guarro de internet, después de haber prometido a mi pareja que jamás volvería a usar la red para fantasear.

Pero no lo podía evitar. Ese juego siempre había avivado mis instintos más perversos. Y doctorbp, gracias a su sucia cabecita, lo hacía mejor que ningún otro. A esas alturas, a pesar de que jamás fue ni siquiera una recóndita posibilidad, después de tantas ocasiones en las que ese desconocido me había follado con la imaginación, el muy cabrón había logrado despertar mi interés.

Amo a Andrés y nunca pensé que le pondría los cuernos. Es más, no sabría qué hacer si volviera a pillarme practicando sexo virtual y me acabara dejando. Pero ahí estaba, cachonda perdida mientras observaba el reflejo del par de jóvenes que no me quitaban ojo, viajando al encuentro de Raúl para cumplir la mayor de mis fantasías, que un buen hijo de puta me obligue a ponerle los cuernos al hombre de mi vida.

Disimuladamente, junté los muslos, buscando regalarme una ligera satisfacción que aliviara el incipiente cosquilleo de mi entrepierna. Giré el rostro hacia los dos muchachos que me miraban desde el otro lado del pasillo del vagón y les sonreí. Debían tener poco más de 20 años y eran bastante atractivos. Me imaginé la situación en la pluma del autor de relatos y no pude evitar sentir la oleada de placer que debió humedecerme el tanga. Estaba deseosa de conocer a ese pervertido.

Capítulo 2: La llegada

Con tiempo, me acerqué a la estación de Sants con el coche. Me sentía intranquilo a la par que impaciente. Llevaba años esperando este momento.

Después de perder a la última mujer que me había inspirado para escribir, había conocido a Isabel gracias a un correo que me envió tras leer uno de mis relatos. Lo que empezó como una simple conversación al igual que con cualquier otro lector, poco a poco se fue convirtiendo en algo más. Sonreí al recordar esas primeras fotos, sintiendo cómo se me endurecía el paquete al instante, casi tanto como entonces, cuando descubrí lo tremendamente buena que estaba, logrando que la polla se me hinchara de un modo tan exagerado que creí que me iba a reventar de tanto dolor. Por supuesto, esa pedazo de hembra no tardó en convertirse en mi nueva musa. Y también en mi obsesión.

Por muchos polvos reales que echara con otras, el sexo virtual con ella era algo increíblemente morboso. Lograr que se masturbara en el trabajo, mandarla al baño cuando estaba de fiesta con amigos o hacer que engañara a su chico mientras él estaba despistado era solo la punta del iceberg. Porque el súmmum aparecía cuando me explicaba cómo se corría leyendo mis relatos o cómo alcanzaba el éxtasis después de varias horas fantaseando por Skype, sintiendo cómo mi inspiración se desbordaba, impulsándome a imaginar nuevas historias para esa majestuosa treintañera.

Y todo eso sin verle jamás ni una teta. Así que las ganas que tenía de esa zorra, siempre pretendiendo comportarse como si fuera una buena novia, eran absolutamente descomunales. No en vano, mi verdadero objetivo nunca fue otro que acabar follándomela.

Cuando la vi llegar no pude evitar una sonrisa repleta de satisfacción. Sus fotos no engañaban y en persona Isabel estaba tanto o más buena. Más allá de sus excelsas curvas, su rostro, convenientemente maquillado, era de una belleza tan extraordinaria que, junto a su larga melena morena, rivalizaba con sus dos grandes pechos, que sin ser en ningún caso desproporcionados, eran tan voluminosos como ella misma me los había descrito.

—¿Ya me estás comiendo con los ojos? —gesticuló morbosamente, sabedora del auténtico pibón que era y de lo tremendamente cachondo que me ponía.

Observé cómo ella bajaba la mirada en dirección a mi paquete cuando, instintivamente, me lo recoloqué, buscando algún resquicio por el que pudiera seguir creciendo todo lo que parecía pretender.

—Ahora puedo comerte con la boca —respondí sin pensar, pues tenía toda la sangre aglutinándose en mi entrepierna.

—Guarro… —sonrió.

—¿Qué tal el viaje?

Y antes de que pudiera contestar, actué impulsado por los primitivos deseos de mi polla. Diría que el primer contacto fue mi mano amasando el orondo seno con el que tanto había fantaseado, porque juraría que oí su gemido antes de que mi boca la acallara. Aferrándome a sus labios al tiempo que cerraba mis dedos con fuerza, me recreé en la extraordinaria magnificencia de su gloriosa carnosidad, elevándome a un estado de desmedido éxtasis mientras le estrujaba la teta a medida que nuestras lenguas se relamían, mojándose la una a la otra, hasta que escuché su leve quejido debido al ímpetu de mi sobada. Era la primera vez que la tocaba, pero la conocía bien. Sabía lo que le gustaba y pensaba follármela allí mismo.

—Espera… —murmuró entre jadeos—. Aquí no…

Mas yo ya no podía parar. Estiré el otro brazo para agarrarle el culo, pinzándole la nalga antes de empujarla impetuosamente, estampándola contra la pared de la estación mientras le alzaba los muslos, logrando que prácticamente me rodeara con sus piernas al tiempo que se colgaba de mi cuello.

Imagen de la pareja

—Serás zorra… —le regañé—. Vienes así vestida, tan fresquita, casi enseñándome las tetas, provocándome… —le susurré muy cerca de la boca, degustando su aliento, sin dejar de amasarle el pecho hasta lograr sentir cómo su pequeño pezón endurecido procuraba resistirse a mis caricias, clavándose orgullosamente en la palma de mi mano.

—¿Te gusta? —balbuceó, sonriendo con cierta lascivia.

La excitación me sobrepasaba. Con el corazón bombeando de un modo tan desmedido que incluso llegaba a sentir los latidos retumbando en el mismísimo glande debido a cómo me ponía la polla esa increíble mujer, no miento si juro que me la habría follado allí mismo, delante de cientos de personas. El deseo contenido durante tanto tiempo se estaba desbordando e iba a perder el control. Tener por fin a semejante pibón a mi merced, sabiendo que estaba engañando a su amada pareja por primera vez gracias a mí, me volvía loco. Así que procuré calmarme, dejando que volviera a poner pie a tierra.

—¿Y estos pantalones tan ceñidos para qué son…? —seguí jugando con ella, deslizando un dedo por el interior de sus muslos hasta alcanzar la ingle por encima de la tela, comenzando a acariciarle muy cerca del chochito.

—Uf… —resopló, momento en el que me agarró el paquete—. ¿Y esto para qué es? —replicó con sorna.

—Uhm… —gemí de puro deleite al sentir el excitante a la par que prohibido tacto femenino en mi entrepierna—. ¿Es lo que esperabas? —indiqué orgullosamente, sujetándola por la muñeca para evitar que se retirara, obligándola a que me sobara a conciencia.

—Te respondo si vamos a tu casa… —me sacó la lengua mientras sus dedos se aferraban al contorno de mi sexo.

Con un gesto bravucón la aparté de mi miembro, comenzando a tirar de ella en dirección a los baños, sintiendo cómo oponía una leve resistencia.

—¿Vives aquí? —chasqueó en cuanto nos detuvimos frente a los lavabos de la estación.

—¿Recuerdas qué es lo que te dije cuando me enviaste las primeras fotos? —inquirí.

—No.

—Que me hubiera encantado que vieras cómo me pusiste la polla —hice una breve pausa—. Ahora lo vas a comprobar.

Capítulo 3: El calentón

Los baños estaban bastante sucios, pero me vi obligada a arrodillarme frente al maldito guarro de internet, ya dentro de una de las cabinas individuales, sin dejar de escuchar el alboroto del gentío entrando y saliendo de los servicios públicos de la estación.

Una vez frente a su paquete, pude observar el portentoso bulto que tenía entre las piernas. Sin duda, estaba empalmado y el pantalón apenas podía contener lo que guardaba dentro.

Sinceramente, me moría de ganas de verle el cipote, el mismo que se sacaba cada vez que hablábamos por Skype. Aunque a mí lo que me gustaba era simplemente fantasear y jamás chateé para ver pollas, no me hubiera importado que el cabrón me la hubiera enseñado cuando me ponía tan y tan cerda.

Haciéndome la digna, esperé a que fuera él quien se desabrochara la bragueta. Observé cómo el exacerbado miembro empujaba la ropa interior masculina en cuanto logró la escasa libertad que le coartaba el pantalón, viendo cómo una pequeña mancha de humedad empezaba a aparecer en la tela de los calzoncillos.

—No veas cómo estás, guarro… —puntualicé, sintiéndome completamente dichosa al observar lo cachondo que estaba gracias a mí, así que decidí intervenir, asiéndole la cintura de los bóxers por los costados, comenzando a bajárselos.

—Me pones muchísimo, putita…

—Lo sé…

Así pues, más allá de mis inocentes escarceos virtuales por internet, ahí estaba, con las pulsaciones a mil por hora, a punto de ser infiel a Andrés por primera vez. Había dudado si llegado el momento me echaría atrás, pero nada más lejos de la realidad. La situación me excitaba sobremanera e instintivamente me acerqué a ese prácticamente desconocido, besándole justo por debajo del ombligo para empezar a deslizar mis labios, bajando por su cuerpo a medida que me deshacía de la prenda masculina.

El olor a macho ya era inconfundible cuando alcancé su pubis, deslizando la lengua por su rasurado vello para comenzar a percibir los dejes del sabor de su sexo, lo que hizo que me sintiera muy, muy cerda. Hacía tanto que no probaba una polla diferente…

—Uhm… —gemí al sentir cómo su miembro recién liberado golpeaba mi barbilla.

Me separé levemente para observar el rotundo manubrio que se alzaba desafiante frente a mí, ligeramente ladeado. No voy con un metro por ahí, así que no sabría decir cuánto le mide, pero sin duda la tiene bastante más grande que la picha de mi chico, tanto en longitud como, sobre todo, en grosor. Más allá de los prominentes testículos, el tronco era extraordinariamente gordo y se le marcaban las venas con extrema contundencia. Me alegré de que el muy hijo de puta no me hubiera mentido. Raúl calza un buen pollón.

—Huy… —me alteré al escuchar cómo alguien intentaba abrir la puerta del mugriento habitáculo donde nos encontrábamos.

—¿Te has asustado? —oí cómo el guarro de internet se burlaba—. ¿Aún así vas a ser tan cerda de comérmela? —prosiguió, denigrándome entre susurros.

—Aquí no —me negué, sintiendo cómo se me comenzaban a humedecer las rodillas debido a la asquerosa mezcla de extraños líquidos que había esparcidos por el suelo del lavabo público.

Pero el autor de relatos no tardó en introducir sus dedos en mi cuero cabelludo, asiéndome la cabeza para empujarme hacia su sexo. Separé los labios, deseosa de que me obligara a hacerlo. Rápidamente sentí su portentoso trozo de carne abriéndose paso, asaltándome la boca y llenándomela con toda su sabrosa hombría, haciendo que salivara de gusto cuando rodeé ese duro tronco con la lengua, hasta que me golpeó con fuerza el paladar, rasgándomelo antes de alcanzar la campanilla, provocándome la primera arcada.

—Uhm… joder… —protesté, recuperando el resuello, cuando me la sacó junto al reguero de babas que cayó sobre mis pantalones.

—¿Es más grande que la de Andrés? —me preguntó con malicia, pues sin duda le encantaba quedar por encima de mi novio.

—Puede… —respondí, juguetona, mirándole a los ojos mientras gesticulaba morbosamente—. Pero no he venido aquí a hablar de mi chico.

—¿Has venido a ponerle los cuernos, zorra?

Efectivamente, había ido a eso, a que el pervertido de doctorbp me convirtiera en una puta infiel, como a las protagonistas de sus historias. Así que no me negué cuando tiró de mi pelo, dejándome follar la boca al ritmo de sus sacudidas al tiempo que Raúl se inclinaba para colarse en el interior de mi camiseta, sobándome las tetas, ahora incluso por debajo del sostén, apretujándomelas como le había confesado que me gustaba, con suma virilidad, dejándomelas bien doloridas al tiempo que me susurraba lo mucho que le gustaban mis dos grandes melones. ¡Joder! Estaba tan cachonda que no tardé en desabrocharme el pantalón, metiendo una mano para tocarme el chocho mientras engañaba a Andrés en ese asqueroso lugar, tragándome todo el pollón de mi autor de relatos favorito.

Tras varios minutos de mamada, ya con el fuerte sabor de su verga incrustado en mis papilas gustativas, cuando el muy guarro comenzó a eyacular copiosamente en mi garganta, me corrí como una cerda, hincándome los dedos desde el clítoris hasta el interior de mi coño, deslizándome una y otra vez entre los labios vaginales que tenía completamente empapados, formando el grumo blanquecino con el que me pringué toda.

¡Uf! Solía follar y masturbarme bastante a menudo, pero hacía tiempo que no recordaba un éxtasis tan placentero. No podía negar que, aunque jamás tuve intención alguna de que ocurriera, engañar a Andrés era una fantasía recurrente. Y solo había comenzado a cumplirla.

—Joder, Isabel, no sabes cómo deseaba esto…

Aún con la boca rebosante de leche, alcé la mirada y, más allá del chorreante miembro viril que respingaba en estado morcillón frente a mí, pude observar el aspecto de Raúl, en el que prácticamente ni me había fijado. Aunque parecía fuerte, sin estar en absoluto musculado, con barba de pocos días y el pelo moreno, no era precisamente demasiado atractivo, más bien un hombre del montón. Me incliné hacia el retrete y escupí la abundante corrida, no sin antes fijarme en lo mugrienta que estaba la taza del wáter.

—Eres un cerdo —me quejé, alzándome, aún con el sabroso regusto de su amargo semen—. Acabo de llegar y ya has hecho que te coma la polla —sonreí, dándole un pico.

Capítulo 4: De camino a casa

Yendo hacia el parking, tras quitarnos el calentón inicial, comenzamos una conversación. Lo cierto es que nunca habíamos hablado de nada que no estuviera relacionado con el sexo y, dado que no pretendíamos enamorarnos, no tardamos en coger los habituales derroteros.

—¿Has visto cómo tienes los pantalones? —le reprendí, indicándole algunas de las diversas manchas que había a lo largo de la prenda.

—Por tu culpa —rechistó.

Observé que tenía las rodillas llenas de mugre del suelo del lavabo, además de ciertos restos de semen y de sus propias babas.

—Así no vas a entrar en mi coche —aseguré, mostrando una sonrisa ladina.

—Tú lo que quieres es desnudarme —me correspondió, regalándome un alegre mohín.

—Para nada —abrí el cierre centralizado—. Pero si quieres que te lleve, vas a tener que ir en tanga.

—¡Serás cabrón! —dibujó un morboso gesto de contrariedad—. Vale, pero déjame que me los quite dentro —cedió, desviando la atención hacia un grupo de jóvenes que venía en nuestra dirección.

Negué con la cabeza.

—Contra más tardes, más se van a acercar —la presioné—. Y no me importa presumir de lo buena que está la zorra a la que me pienso follar.

—Eres un hijo de puta… —protestó, rechinando los dientes mientras se desabrochaba los pantalones—. No sé yo si ha sido buena idea venir a Barcelona…

¡Joder! Contemplando a la escultural Isabel desnudándose con pudor en el parking mientras me vanagloriaba con chulería frente a los veinteañeros que se percataron de cómo esa diosa se metía en bragas dentro de mi coche, sentí cómo inevitablemente mi entrepierna volvía a revitalizarse. Me encantaba jugar con ella…

—¿Y qué le has contado a tu chico? —inicié una nueva conversación mientras arrancaba el coche.

—Viaje de trabajo. Era la excusa más creíble —me sacó la lengua.

—Así que ni se imagina lo que ahora mismo está haciendo la putita de su novia…

—¡Claro que no! Pensará que estoy con algún cliente.

—¿Y te sueles quedar en bragas para ponerlos cachondos? —me burlé.

—¡Sí, claro! No lo he hecho por eso —se quejó—. Me has obligado tú. ¡Y las manos quietas! —me detuvo cuando comencé a acariciarle la parte externa del muslo—. Tú atento a la carretera —rio.

De repente, el móvil de Isabel comenzó a sonar.

—Es él —se alteró.

—Contesta —la apremié.

—¡Sí, hombre! —rechistó—. Estás loco.

—Deja que suene entonces… pero póntelo entre las piernas —hice que riera.

—¿Así? —inquirió morbosamente, colocándose el teléfono entre los muslos, haciendo que las vibraciones le alcanzaran todo el chochito.

—Si te pones cachonda y acabas follando con otro, será su culpa —inicié un nuevo juego al tiempo que estiraba el brazo, volviendo a acariciarla.

—Uf… —resopló—. ¿Pero por qué eres tan cabrón? —separó las rodillas ligeramente, permitiéndome el contacto al tiempo que comenzaba a mover el móvil para restregárselo por encima de la tela de las bragas.

—Por eso estás aquí, ¿no?

—Uhm… eso parece…

—¿Ya ha colgado? —me hice el sorprendido cuando el Smartphone dejó de sonar, aprovechando para deslizar los dedos por la parte interna del muslamen femenino.

—Me ha dejado a medias… —bromeó, frunciendo el ceño graciosamente.

—Entonces alguien tendrá que continuar lo que ha empezado tu novio… —detuve mi incursión al llegar al borde de su ropa interior.

—¿Vas a seguir tú poniéndome cachonda, guarro?

—La culpa de esto la tiene Andrés… —susurré con rotundidad mientras me colaba bajo su prenda íntima.

—¡Uhm…!

Tras palpar su pubis completamente depilado, sentí un insoportable dolor en la punta del cipote, provocado por la desproporcionada hinchazón del glande en cuanto aprecié la viscosa humedad del ardiente coño de mi musa.

—Cabrón, cabrón, cabrón… —jadeó entre sollozos en cuanto me deslicé a través de sus esponjosos labios vaginales, tensionándose a medida que empezaba a masturbarla, cada vez más abierta de piernas.

Mientras presionaba ligeramente su entrada, notando cómo su hambrienta raja comenzaba a engullirme al tiempo que un suave aroma a chocho iba invadiendo el habitáculo, necesitaba liberar el rabo o iba a reventar los pantalones. Pero tras bajarme la cremallera, tuve que volver al volante para maniobrar una rotonda.

—Joder, sácame la polla, puta zorra —la injurié, ya con un dedo dentro de su sucio sexo, haciendo que chorreara con cada caricia en la parte interna de su bajo vientre.

—Uf… —resopló, bien sumisa, estirándose hacia un costado para asirme la bragueta, abriéndomela del todo hasta lograr tirar de mis calzoncillos, liberando al fin a la bestia.

—Ahora cómeme el pollón —alcé la voz, exaltado, mientras presionaba su clítoris para lograr que gimiera antes de abrir la boca con la intención de engullirse mi encolerizado cipote—. ¡Uf…! —resoplé con contundencia al sentir sus carnosos labios rodeándome la punta de la verga.

Debido al inmenso placer que esa zorra me estaba provocando tuve que conducir más lentamente para procurar no perder el control por los carriles de Gran Vía mientras me practicaba sexo oral, ahora a su ritmo, entre jadeos, sin dejar de lamerle los hinchados huevos, besarme el venoso tronco y chuparme el humedecido bálano. La extrema devoción con la que me la estaba mamando, al mismo tiempo que percibía cómo su coño se hacía agua, me estaba volviendo loco.

—Joder, putita, te estás deshaciendo…

—¡Uhm, uhm! —respondió mediante sonidos guturales, sacándose el miembro que tenía embutido hasta la garganta—. Métemela guarro… —me suplicó, erizándome la piel al recordar su contestación tras cada una de las incontables veces que le dije que me la pensaba follar.

Ella siempre me aseguraba lo mismo, que eso nunca iba a pasar.

Capítulo 5: Aquí y ahora

Raúl detuvo el coche en un descampado ligeramente apartado. Aunque me hubiera gustado un lugar más discreto, puesto que de vez en cuando pasaba alguna que otra persona, ya no podíamos demorarlo más. Estaba muy, muy cachonda y necesitaba sentir esa pedazo de polla en mi interior. Al fin y al cabo a eso había ido a Barcelona.

Algo nerviosa y expectante, no en vano iba a follar con otro después de tantos años, me saqué el tanga para ponerme a horcajadas sobre doctorbp, rodeándolo con ambas rodillas mientras él, sentado en su asiento, que previamente había tirado hacia atrás, terminaba de colocarse un preservativo.

—Cómo te deseo, putita… —sollozó, colando las manos por debajo de mi camiseta para quitármela, dejándome únicamente con el sujetador, lo que me provocó un placentero escalofrío al tiempo que me aceleraba el corazón.

—¿Me vas a comer las tetas, guarro? —balbuceé, fuera de mí, echándome hacia delante para restregarle el pecho por la cara mientras me frotaba contra su hombría, sintiendo toda su dureza clavándose en mi abdomen—. Uhm… —procuré disfrutar de cada uno de los prohibidos roces.

—Te voy a reventar —aseguró con vehemencia, metiendo los dedos bajo el sostén para magrearme con tanta rudeza que logró sacarme las copas, liberando al fin mis senos.

No pude evitar un suspiro de placer, deleitándome al sentirme completamente desnuda para él mientras observaba la lujuria con la que me miraba, confirmándome lo mucho que me había estado deseando durante tanto tiempo, lo que me provocó el subidón de adrenalina con el que me dejé llevar, alzando el pompis con la intención de enfrentar mi pubis a su polla, refregándome para que mis encharcados labios vaginales le lamieran el incandescente tronco.

—¡Uf! —resopló—. Me matas, nena…

Raúl se agarró el mástil por la base, golpeándome con cierta virulencia en el vientre, antes de encararlo hacia mi entrepierna para deslizar su hinchadísimo glande sobre mi clítoris, estimulándomelo más que convenientemente. El muy cabrón repitió el gesto, hasta lograr provocarme los primeros espasmos debido a mi desmedida excitación, llevándome al borde del orgasmo cuando, tras un leve golpe de cadera, sentí cómo ese enorme grosor comenzaba a abrirse paso entre mis entrañas.

—¡Ah! —gemí, quedándome con la boca abierta mientras disfrutaba de cada uno de los segundos en los que, después de tantísimos años, un pene diferente al de mi chico me penetraba—. Me voy a correr… —advertí entre jadeos, desesperada de placer a medida que me dejaba caer sobre semejante polla, iniciando un ligero vaivén para comenzar a cabalgarlo, sintiéndome muy, muy guarra al ser infiel a Andrés de ese modo tan soez, montando a un buen macho mucho mejor dotado, al que en ese momento le hubiera permitido hacer lo que quisiera conmigo de lo cachondísima que me tenía—. Ah, ah, ah, ah…

Tardé apenas unos instantes en acabar explotando, en cuanto doctorbp me comió las tetas al tiempo que me las estrujaba como si pretendiera ordeñarme. Se podría decir que el muy hijo de puta no me sacó leche de milagro. Pero lo que sí logró fue que le dejara los huevos empapados por culpa del corridón que me había provocado.

—Quiero más… —rechinó Raúl, insaciable, comenzando a moverse debajo de mí mientras me adulaba diciéndome lo buena que estaba, logrando que el ligero picor del coño, que no había terminado de desaparecer, volviera a incrementarse.

Así que, cuando ese macho me aferró por el culo, levantándome ligeramente, de modo que me vi obligada a colocar las plantas de los pies encima del asiento, quedándome bien abierta, con las rodillas alzadas y los senos colgando, ya estaba a su completa merced. En esa posición, el autor de relatos ganó el espacio suficiente para poder iniciar una nueva penetración, esta vez llevando él la cadencia, que no tardó en aumentar salvajemente, casi incluso con cierta desesperación. Aunque no marcaba abdominales, al apoyarme sobre él, pude comprobar lo duro que tenía el vientre mientras el muy hijo de puta hacía rebotar sus enormes pelotas contra mis nalgas con cada nueva embestida.

—¡Ah! —chillé de puro placer cuando de repente me dio una palmada en el pecho, lacerándomelo al tiempo que hacía que las tetas me bambolearan.

—Te gusta, eh, puta… —rechinó los dientes, sonriéndome de un modo amenazante.

—Sí… —balbuceé entre gemidos—. ¡Ah! —me sorprendió gratamente al soltarme una inesperada bofetada, provocándome un punzante estallido de satisfacción—. Fóllame, cerdo… —casi rogué, recibiendo un impúdico escupitajo en la boca como contestación, seguido de un morreo bien guarro, hasta que me agarró del cuello, erizándome cada uno de los poros de la piel cuando comenzó a estrangularme.

El cabronazo de Raúl ya no paró hasta reventarme el coño, haciendo que me corriera varias veces antes de notar cómo su vigorosa polla se estremecía en mi interior, regalándome una desbordante sensación de deleite al gozar de algo tan grueso explotando dentro de mí mientras observaba cómo, a unos escasos diez metros de distancia, una pareja de ancianos paseaba en dirección al coche, a punto de pillarnos. Me incliné hacia ese maldito pervertido y, ya con la relajante percepción de tener todo el cuerpo dolorido, las tetas bien exprimidas y el coño completamente pringoso, le comí la boca, degustando la indecorosa mezcla de nuestras sucias babas al tiempo que movía la cadera para inducir los roces de su palpitante polla en lo más profundo de mi ser, sintiéndome por momentos la mujer más guarra del multiverso.

Capítulo 6: El acuerdo

A pesar de que siempre había querido trasladar nuestras fantasías a la realidad, logrando que esa diosa acabara siendo completamente infiel a su pareja, en el fondo pensaba que difícilmente sucedería. Sabía que cuando la ponía cachonda se moría de ganas de follar conmigo, mas la distancia era mi hándicap. Y si me hubiera acercado, me habría rechazado sin darme opción a calentarla. Porque la indudable verdad era que, aunque le encantaba la idea, ella no quería ponerle los cuernos a Andrés.

Sin embargo, al otro lado de la puerta frente a la que en ese momento estaba plantado, tenía a mi musa desnuda, duchándose en mi propio cuarto de baño tras haber logrado el hito de que engañara por primera vez al cornudo de su novio. Así que no podía sentirme más dichoso. Sonreí orgullosamente, aún con la sensación de desbordante deseo que me invadía desde que supe que vendría a Barcelona, cuando giré la maneta. Había echado el pestillo.

—¡Joder! Qué guapa te has puesto para echar un polvo… —sonreí, provocándole una carcajada, cuando por fin salió del aseo.

Isabel se había arreglado, ataviada con un vestido ceñido de una sola pieza con el que mostraba su apetitoso canalillo, evidenciando el buen tamaño de sus pechos, al tiempo que dejaba a la vista prácticamente la totalidad de sus piernas, pues la tela apenas le cubría la parte superior de los muslos. No había ninguna duda de que esa pedazo de mujer era un auténtico pibonaco descomunal.

—Podemos salir a tomar algo —propuso alegremente.

—Pensé que íbamos a follar toda la noche —manifesté con gracia, logrando prolongar las risas femeninas.

—¿Y si hacemos las dos cosas? —dibujó una sonrisa juguetona con la que terminó de ponérmela completamente dura.

Lo cierto es que hubiera preferido quedarme en casa, pero en parte me gustó la idea de presumir de hembra. Así que esa noche pensaba exhibirla. Ella se lo había buscado.

—Espera… —le dije.

—¿Qué?

—Yo no soy mucho de salir de fiesta —comencé a explicar—, así que si quieres ir a tomar algo será a mi manera.

—¿Qué propones?

—Esta noche eres mi puta —hice que soltara una fuerte risotada.

—Estás fatal —rechistó.

—Me pregunto por qué te has puesto tan guapa…

—Me he arreglado un poco, sin más…

—Yo creo que te gusta mostrarte —empecé a retorcer su mente, como hacía durante nuestras sesiones de Skype—, que los tíos vean lo buena que estás —continué, acercándome lentamente.

—Puede…

—Te encanta contemplar cómo se fijan en ti, sabiendo que los estás poniendo cachondos —incidí, percibiendo cómo su respiración comenzaba a agitarse.

—Me gusta sentirme guapa.

—¿Solo guapa? —balbuceé, ya cerca de su oído—. ¿No te gusta sentirte un poco zorra? —le susurré maliciosamente, logrando erizarle la escueta parte de la tez que recibió mi aliento.

—Un poquito solo… —confesó—. Pero no lo soy… —puso una graciosa cara de inocencia.

—Nadie ha dicho que lo seas… —la así de la cintura—, solo que te comportes como tal —deslicé mis manos, acariciándole las caderas.

—¿Qué quieres decir? —inquirió con cierto tonillo de preocupación.

—Esta noche te voy a poner bien cerda, como a ti te gusta —contesté de un modo perverso al tiempo que alcanzaba la piel de sus muslos.

—Uhm… ¿qué vas a hacer, guarro? —rechinó los dientes antes de sacar la lengua para darme un lametón en los labios.

—Ya te he dicho que eres mi puta —aclaré, colando las manos bajo su vestido—. Así que vas a salir sin bragas —aseguré, agarrándole la ropa interior por los costados.

—Serás cabrón… —se quejó, mas no opuso resistencia alguna mientras le bajaba el diminuto tanga que la muy zorra se había puesto.

Capítulo 7: Una buena puta

Prácticamente no recordaba la última vez que había salido sin bragas. El propio doctorbp, en alguna ocasión, me las había quitado durante alguno de nuestros jueguecitos en el trabajo, pero me las había vuelto a poner antes de salir a la calle. Tal vez lo hiciera con mi ex, pero seguro que nunca con Andrés, siempre tan convencional. No obstante, en Barcelona volví a rememorar lo mucho que me gustaba la olvidada sensación de ir pidiendo guerra, esta vez con todo el coño al aire.

—Podríamos encontrarnos con algún conocido —soltó alegremente Raúl, al que se le notaban las ganas que tenía de presumir de mí—. Aún me acuerdo del día que me escribiste mientras estaba con un colega en casa y salió tu foto en el pc —rio con cierta arrogancia, contagiándome.

—No estaría mal —le sonreí, pues no me importaba en absoluto hacerle disfrutar poniendo cachondos a sus amigos.

Pero la noche transcurrió sin mayores sobresaltos. Muchas risas, varios toqueteos y unas cuantas copas. Hasta que, de camino a los baños, me topé con el típico grupito de chavales que iban buscando una buena presa a la que hincar el diente.

—¡Cuidado! —gritaron tras empujar a uno, haciéndolo chocar contra mí.

—Lo siento, morena —se disculpó el chico, sonriéndome con cara de pillo.

—No pasa nada —quise ignorarlo, procurando rodearlo.

—Es que es muy torpe —oí cómo sus amigos seguían con la juerga.

—Déjame compensarte —insistió el crío, que debía tener poco más de 20 años—. Te invito a una copa.

—No, gracias —persistí en mi negativa, sonriéndole afablemente.

Mas, antes de marcharme, me fijé en él. A pesar de la edad, pues se notaba a leguas que no era más que un niño, físicamente no estaba nada mal. De hecho, alcé la vista para observar al nutrido grupo de jóvenes veinteañeros que me miraban con descaro, comiéndome con los ojos, y divisé algún que otro buen ejemplar. De repente, me entraron unas ganas locas de contarle la situación a doctorbp, pensando en la historia que podía salir de su sucia imaginación.

En cuanto le narré lo sucedido, Raúl dibujó una sonrisa maliciosa que me provocó un agradable cosquilleo en el estómago, comenzando a vislumbrar el posible relato con el que seguro me haría un gustoso dedo.

—Quiero que vayas a hablar con él —me descolocó.

—¿Qué? —reí, pues no me lo esperaba.

—Sí, pero de un modo discreto, como si fuera fortuito —insistió, corroborando que lo decía en serio.

—Estás fatal —solté una carcajada.

—Pensé que te gustaban mis historias… —dibujó una mueca socarrona.

—Claro, pero para fantasear con ellas —le saqué la lengua.

—En Barcelona tus fantasías se hacen realidad —me miró haciendo gala de un gesto de soberbia—. Vas a ir a zorrear al niñato para dejarlo con un buen calentón —aseguró con total firmeza.

—¡Sí, hombre! —me quejé alegremente.

—¿He de recordarte que esta noche eres mi puta?

—No… —casi murmuré, con cierta sumisión, empezando a darme cuenta de que su propuesta no me desagradaba en absoluto, aunque era una maldita locura.

—Pues como buena puta que eres, vas a ir a calentar a ese desgraciado…

—Pobre…

Raúl rio, agarrándome el culo para estrujármelo con suma virilidad.

—Lo que se va a llevar es mucho más de lo que puede conseguir —afirmó con rotundidad, sujetándome la mandíbula con fuerza antes de darme un sabroso morreo, comenzando a excitarme lo suficiente como para que empezara a apetecerme comportarme como una zorra con el crío.

—Como me sigas calentando me lo voy a acabar follando —repliqué maliciosamente, procurando picarlo.

—Esta noche no te pienso compartir.

¡ZAS!

El muy cabrón me soltó un buen azote en el culo, logrando que me pusiera en marcha. Ya bastante cachonda, comencé a pavonearme, sin dejar de sentir el dolor en la nalga mientras recorría el trayecto en dirección al niñato.

—¡Ay! —me quejé en cuanto volvieron a empujarlo contra mí.

Disimuladamente, sonreí.

—¿Otra vez tú? —inquirió el chico, dibujando una nueva sonrisa, ahora chulesca, mientras se fijaba en mis tetas para acabar bajando la vista hacia el resto de mi cuerpo.

—¡Estás torpe, eh! —reaccioné graciosamente.

—Yo diría que tropezar dos veces contigo es más bien ser ágil —replicó astutamente, logrando sacarme una carcajada—. Me llamo Luis —se inclinó apresuradamente hacia delante para darme dos besos.

—Isabel —me presenté, rozándonos las mejillas al tiempo que percibía cómo el muchacho procuraba alargar el contacto.

Mientras oía a sus colegas soltar alguna que otra barbaridad, me pareció que el chico se empezaba a poner algo nervioso. Seguramente, al fin y al cabo, no se debía esperar tener una verdadera oportunidad conmigo.

—Tus amigos son muy pesados… —le susurré cerca del oído.

—Callad —les rechistó—. ¿Quieres que te invite a esa copa y así nos alejamos?

—Vale —le sonreí, dejándome llevar un poco para comenzar a tontear claramente.

Me encantó su reacción, mostrando una mueca de extrema satisfacción. El pobre crío ya se estaría haciendo ilusiones y debía creerse que tenía posibilidades con toda una mujer que debía sacarle por lo menos 10 años. Disimuladamente me fijé en su entrepierna. Debía estar excitadísimo porque parecía que ya estaba empalmado. ¡Joder! Sin duda, eso alimentaba mis ganas de seguir calentándolo.

—¿Qué edad tienes? —le pregunté de camino a la barra mientras, de fondo, seguía oyendo los vítores de su grupo de amigos.

—29.

—¡Sí, claro! —reaccioné, carcajeando.

—¿Te gustan mayores o jóvenes? —inquirió jocosamente, pareciera que queriendo entrar en el juego.

—Tranquilo —le sonreí, acariciándome el mentón—, que me van los jovencitos.

—¡Uf! Tengo 19 —cercioró, aprovechando para agarrarme de la cintura.

—¡Eh! —me quejé alegremente, apartándole el brazo—. No vayas tan rápido, que aún ni me has invitado a la bebida —reí.

Luis no era más que un chavalín, pero me encantaba tenerlo a mi merced mientras Raúl nos vigilaba. Alcé la vista y, a lo lejos, vi al guarro de internet sonriendo con una maliciosa mueca de satisfacción. Menudo cabronazo…

—¿Qué vas a tomar? —inquirió el jovenzuelo.

—Llevo ya unas cuantas copas… como me tome una más igual hago alguna tontería… —me reí, apoyándome en él para palparle un poco, comenzando a calentarlo al tiempo que descubría que estaba bastante delgado, pero fuerte.

—Tú tranquila, morena, que yo te cuido para que no te pase nada malo —insistió, volviendo a agarrarme de la cintura.

—¿Ya me estás sobando otra vez? —reí alegremente, mirándolo para apreciar su cara de absoluto deseo.

No obstante, dado que no me pareció que se estuviera pasando demasiado, esta vez le permití el contacto. Al fin y al cabo, yo también estaba disfrutando del juego y no me desagradaban sus caricias. Sin embargo, eso hizo que Luis se fuera animando y, mientras esperábamos a que nos atendieran, comenzó a mover los dedos, deslizándose disimuladamente hacia mis caderas.

—No se puede pasar de aquí… —le corté las intenciones, agarrándole la mano cuando ya me estaba empezando a sobar más de lo debido—. Al menos hasta que me termine la copa —le zorreé un poco, procurando hacer uso de una cautivadora sonrisa.

—Entonces luego…

—¿Qué os pongo? —nos interrumpió la camarera.

Tras pedir las bebidas, Luis me llevó a un rincón ligeramente apartado. No había dudas de que el pobrecillo pretendía liarse conmigo.

—No eres de Barcelona, ¿verdad? —volvió a sujetarme, aprovechando al máximo los límites que le había impuesto para seguir sobándome alrededor de la cintura, ya con cierto descarto.

—¿Tanto se me nota? —sonreí jovialmente.

—Las catalanas no están tan buenas —me hizo reír.

—¡Qué tonto! Gracias… —le di un beso en la mejilla.

—¿Cómo va esa copa? —inquirió, bajando la mano nuevamente más de lo permitido.

—Aún me queda —sonreí, divertida, mientras le enseñaba el vaso y le agarraba el brazo para obligarlo a que volviera a la cintura.

—¡Uf! Ya has bebido bastante, eh… —volvió a la carga en cuanto le solté, sobándome una vez más la cadera, ya muy cerca de mi culo.

—Serás cabrón… —le miré con cierta lujuria, mordiéndome el labio ligeramente.

—Solo un poco, morena… —puso cara de pillo, comenzando a deslizar los dedos por mi nalga.

Lo cierto es que yo ya estaba empezando a estar muy excitada. Llevaba caliente desde que doctorbp me sacó el tanga, pero aún me había puesto más cachonda cuando hizo que me comportara como una puta, teniendo que venir a zorrear al chaval. Y, aunque por supuesto no quería absolutamente nada con Luis, tanta atención y manoseo por parte del crío me estaban poniendo muy perra.

—El culo cuando me acabe la bebida —rechisté con gracia, volviendo a detenerlo—. Ahora puedes hasta aquí —le sonreí, colocando su mano sobre mi cadera, convencida de que no le iba a permitir llegar más lejos.

—¿Y has venido sola?

—Con mi novio…

—¿Qué? —dejó de tocarme de inmediato, provocándome nuevas carcajadas.

—¿Te has asustado? —le sonreí maliciosamente.

—¡Qué va!

—Pues ven aquí —le agarré la mano para que volviera a las andadas, sobándome una vez la cadera, mientras me acercaba a él, haciendo que mis tetas comenzaran a restregarse contra su torso—. No tengo novio, guapo —le susurré al oído, ya zorreándole descaradamente.

—Tengo el coche ahí fuera… —balbuceó intencionadamente mientras intentaba besarme.

—¿Ya quieres follarme? —le hice la cobra.

—Sí… —volvió a bajar su mano hacia mi culo, ahora agarrándome la nalga con fuerza.

—Uhm… —se me escapó un leve gemidito, preguntándome si notaría que no llevaba ropa interior—. Si no puedes pasar de aquí —le marqué los límites nuevamente, subiéndole el brazo una vez más—, ¿cómo quieres echarme un polvo?

—A lo mejor es que voy en la dirección equivocada —me hizo reír, volviendo a acariciarme la cintura mientras ahora procuraba deslizarse por mi vientre, buscando acercarse a mi busto.

—Parece que te gustan —chasqueé, viendo cómo Luis clavaba su depravada mirada en mi escote.

—Me vuelven loco tus tetazas —contestó el veinteañero, babeando absolutamente por mí.

Puesto que ya llevaba un buen rato tonteando con el crío, que parecía estar envalentonándose, empezaba a costarme pararle los pies, teniendo que dejarme sobar un poco más de lo debido para que no sospechara.

Evidentemente, yo ya estaba muy, muy guarra. Pero había ido a Barcelona a ponerle los cuernos a Andrés con mi autor de relatos favoritos, no con un maldito crío catalán, maldiciendo el perverso juego de doctorbp, que si no aparecía pronto corría el riesgo de que Luis se acabara llevando algún premio gordo.

—Pues se miran, pero no se tocan —aseguré jocosamente—, que tienes las manos muy largas —reí, deteniéndolo por enésima vez cuando abrió los dedos con la intención de rodear la base de uno de mis pechos.

—¿Quieres polla…? —me susurró, ya completamente enajenado, mientras se pegaba a mí para refregarse un poco.

—Parece que ya la tienes preparada… —me recreé en el morboso roce de su paquete completamente endurecido, logrando ponerme tan exageradamente cerda que por un momento sentí la tentación de manosearle la entrepierna.

—Esta noche te voy a pegar una buena follada —se vino ya completamente arriba, provocándome una incontrolable risotada.

—Me parece que esta noche te vas a hacer una buena paja… —me burlé perversamente.

—Hola, nena —oí la voz salvadora de Raúl a mi espalda, viendo cómo el pobre Luis se quedaba blanco de repente, apartándose rápidamente.

—Hola, guarro —giré el cuello para dejarme besar mientras el autor de relatos me rodeaba con sus brazos, marcando territorio.

—¿Sois pareja? —preguntó Luis, completamente descolocado.

—¡Oye! —me hice la ofendida—. ¿Te crees que me voy liando con el primero que pasa o qué? —reí graciosamente.

—¿Y tú quién eres? —inquirió doctorbp, subiendo la mano por mi vientre para darme un breve magreo en el pecho, demostrándole al niñato que a él sí le permitía justo lo que le acababa de negar al pobre chico, que nos miraba con un gesto desquiciado.

—Un jovencito que acabo de conocer —intervine con cierto tono malicioso, guiñándole un ojo a Luis.

—¿Y qué hacíais tan pegados? —insistió Raúl, ahora besándome en el cuello.

—Solo estábamos charlando, ¿verdad? —inquirí, dirigiéndome al niño.

—Claro —le tembló la voz, mirándome con cara de reproche.

—No es mi novio —le confirmé.

—Isabel ha venido a Barcelona a pasárselo bien —aclaró doctorbp—. Está buena, eh… —comenzó a presumir de mí, iniciando una conversación con Luis mientras sentía cómo el cabrón se arrimaba para poder colar disimuladamente una mano bajo mi vestido, empezando a acariciarme las nalgas a escondidas, delante de todo el gentío.

No pude evitar abrir las piernas ligeramente. El muy hijo de puta me tenía cachondísima.

—¿Te gustan sus tetas? —siguió exhibiéndome, ahora magreándome un pecho delante del atónito muchacho mientras sentía cómo el dedo masculino se adentraba en la raja de mi culo, provocándome un excitante escalofrío cuando me rozó suavemente el ano en su camino hacia mi chochito.

—Uf… —suspiré.

El niñato, indeciso, miró a Raúl antes de desviar la atención hacia mi persona.

—¡Joder! Está buenísima —aseguró, devorándome una vez más con su sucia mirada.

—Tú tampoco estás nada mal —le sonreí, zorreándole nuevamente.

—¿Te pensabas que te la ibas a follar…? —continuó chuleando al pobre chaval justo en el momento en el que ese maldito hijo de la gran puta alcanzaba mi entrepierna, comenzando a deslizar un dedo entre mis pliegues.

¡Uf! Pude percibir cómo el coño se me deshacía, seguramente empezando a soltar pequeños chorritos de flujos vaginales, pues estaba a punto de correrme.

—Uhm… —sollocé disimuladamente, observando el estupor en el rostro de Luis, incapaz de reaccionar a las palabras de Raúl—. Ah… —ahogué un gemido de placer cuando un primer dedo se adentró en mi chumino—. Uf… —resoplé, mordiéndome un labio, al borde del orgasmo.

—Si te sirve de consuelo, creo que has puesto bastante caliente a esta zorra… —me ultrajó—. ¿Qué me dices, nena? —se dirigió a mí, dejando de penetrarme momentáneamente para dedicarse a mi clítoris, acariciándomelo suavemente antes de darme un par de golpecitos, llegando a provocarme un ligero temblor de piernas—. ¿Te habrías follado a Luis si no llego a aparecer?

—Seguro que sí —mascullé, cachonda perdida, mientras miraba al crío con cara de auténtico putón al tiempo que separaba los muslos sutilmente, invitando a doctorbp a que siguiera masturbándome.

—Si queréis podemos hacer un trío… —propuso el chaval, con el rostro desencajado, jugándose su última baza mientras se llevaba una mano a la entrepierna y se acariciaba el paquete, supuse que ya sin poder aguantar mucho más.

—Mejor te haces una paja —respondí bruscamente por culpa de la adrenalina que me provocó el guarro de internet al meterme un segundo dedo en el coño, empezando a follarme de un modo tan impetuoso que pude escuchar el chapoteo provocado por los roces con el interior de mi encharcada vagina, ahora sí, llevándome al éxtasis definitivamente.

Cerré los ojos y las piernas, incapaz de escuchar lo que Raúl le decía al niñato, mientras disfrutaba del orgasmo al tiempo que procuraba disimular que me estaba corriendo como una puta cerda delante de Luis y en mitad del cuantioso gentío.

Capítulo 8: Una buena paja

—Luis, ¿qué hora es? —oí a mi madre cuchicheando desde su cuarto para no despertar a mi padre.

—Tarde, mamá —contesté, ligeramente malhumorado—. Duérmete.

Ofuscado, me dirigí a mi habitación y me tumbé en la cama, suspirando. Rápidamente, sentí cómo mi entrepierna comenzaba a encresparse de un modo incontrolado a medida que recordaba lo sucedido con Isabel. No me podía creer lo exageradamente buena que estaba ese cañón de mujer.

—Uf… —suspiré, acariciándome el paquete para cerciorarme de que ya se me había puesto bien duro.

Mientras me desabrochaba la bragueta, recreé en mi mente la última imagen de la pareja, entrando a escondidas en una estancia privada del garito.

—Puto suertudo —maldije, imaginando lo que iban a hacer mientras metía una mano dentro de los calzoncillos para sacarme la picha, que quedó completamente erecta, apuntando al techo—. ¿Te la has follado, cabrón?

Rememorando el buen par de tetas de Isabel, así como el resto de su escultural cuerpazo, lleno de curvas perfectamente delineadas gracias al ceñido vestido que llevaba, empecé a sobarme el pene.

—Zorra… —mascullé, pensando que tenía razón, pues al final iba a acabar haciéndome una paja—. Que bona estàs… —cerré los ojos, reconstruyendo en mi cabeza cada una de las sobadas que le había metido y cómo ella me había rozado con sus grandes melones, volviendo a sentir el corazón retumbándome en el pecho a medida que el miembro viril me empezaba a palpitar.

¡Me cago en la puta! Me solté la polla, pero ya no había marcha atrás. Me iba a correr. Estaba excitadísimo. Sentí el placer in crescendo surgiendo desde mis pelotas hasta la punta de mi glande, incapaz de controlarlo. Así que me rendí a la evidencia, agarrándome la picha para sacudírmela. Volví a cerrar los ojos y me recreé en la morbosa imagen de la espectacular treintañera, toda una mujer que debía sacarme un porrón de años…

—Uhm… Isabel… —balbuceé al aire, convulsionándome antes de que un primer chorro de semen cayera sobre mi camiseta, empezando a soltar el resto de borbotones con los que me calé los dedos que no dejaban de subir y bajar por el pringoso tronco de mi verga— Uf… qué paja más rica, puta…

Capítulo 9: Mientras tanto…

El cuarto tras la puerta con el cartel de privado parecía una especie de almacén, lo suficientemente discreto como para echar un polvo rápido.

Desmesuradamente excitado, con las pulsaciones disparadas, giré a Isabel para ponerla contra la pared, subiéndole el vestido hasta la cintura antes de deshacerme de los pantalones y los calzoncillos, sacándome la polla que tenía completamente encolerizada desde hacía rato.

—Qué cachondo me has puesto con el niñato… —le balbuceé al oído, restregándome lascivamente contra su cuerpo mientras ella no paraba de jadear.

—A ver… —tiró la mano hacia atrás, agarrándome el cipote para darme un par de sacudidas—. Uf…

Antes de darme cuenta, sin tiempo para pensar demasiado debido a la efusividad del momento, ya la tenía agarrada del pelo, comenzando a sentir la viscosa suavidad de su vagina bañándome el circuncidado bálano.

—Así no… —se quejó.

Lo cierto es que nunca follo sin condón, excepto con alguna que otra amiga habitual con la que tengo suficiente confianza. Y esta vez no iba a ser menos. Pero a medida que deslizaba mi glande entre sus labios vaginales, sintiendo cómo se le abrían los pliegues, acunándome, iba convenciéndome de que Isabel debía estar limpia, pues solo follaba con su novio, hasta que me di cuenta de que, irremediablemente, ya no había vuelta atrás. La inmediatez de la ocasión se prestó a ello.

—Voy con cuidado… —me justifiqué, completamente enajenado, al empujar la cadera para comenzar a adentrarme en ella.

—Me vas a dejar preñada, cabrón… —manifestó con rabia, intentando zafarse.

—¡Joder! —ahogué un sonoro sollozo al percibir cómo cada uno de los poros de mi exacerbado miembro viril se humedecía con su empapado y caliente sexo, deleitándome de la inconmensurable sensación de metérsela a pelo a semejante pibón, que ya no opuso mayor resistencia.

—¡Dios…! —fue lo último que dijo antes de que le tapara la boca con la mano, al tiempo que la aferraba del cuero cabelludo, poniéndola a cuatro patas para empotrarla contra la pared del almacén.

—Eres mía, zorra… —aseguré orgullosamente mientras me inclinaba hacia delante, dándole un chupetón en el cuello antes de clavarle los dientes, marcándola.

—Uhm… —ahogó un gemido entre mis dedos, llenándomelos de babas al tiempo que, definitivamente, se dejaba follar sin preservativo, pues comenzó a balancear su cuerpo hacia atrás, arremetiéndome para que se la metiera hasta los huevos.

No recuerdo cuántos minutos estuve penetrándola, generando el sonoro golpeteo de mi pubis contra sus nalgas mientras, debido a los enganchones de pelo, le arqueaba la espalda para no dejar de lamerla y mordisquearla, disfrutándola, al tiempo que deslizaba mi otra mano hacia su garganta, presionándole la nuez ligeramente para que la muy zorra se estremeciera cada vez que la acercaba a la asfixia.

—¿Qué coño estáis haciendo? —nos interrumpieron de repente.

Al girar el cuello vi a un tío desgarbado y no demasiado agraciado que sin duda era empleado del local, plantado a nuestro costado, con evidente cara de estupefacción.

—Joder… —resopló la novia de Andrés, agachando la cabeza con resignación en cuanto destensé la presión sobre su pescuezo.

—Tío, déjanos acabar el polvo —rechiné, deslizando la mano por el escote de Isabel, colándome bajo el vestido para asirle un pecho, magreándoselo.

—Uhm… —gimió ella, sin alzar el rostro en ningún caso.

—No puedo, como se entere el encargado se lía…

—¿Pero has visto lo buena que está esta zorra? —empecé a manipularlo, tirando una vez más del pelo de Isabel, ahora para obligarla a girar el cuello y que el inesperado visitante pudiera contemplarla, exhibiéndola nuevamente.

—Joder… —carraspeó el chico feo, empezando a dibujar una sonrisa sospechosamente siniestra—. Mucho… —relajó el gesto mientras observaba a mi puta con auténtico deseo.

—Seguro que podemos llegar a un acuerdo… —le sonreí, moviendo la mano para bajar el vestido femenino, liberándole la enorme teta que no dejé de magrear en ningún momento, hasta que acabé pellizcándole el pezón, haciéndola gemir de placer—. Está cachonda… —aseguré.

—Ya veo… —casi babeó el tío, comenzando a abrirse la bragueta.

La muy zorra ya no apartó la mirada mientras el envalentonado desconocido se sacaba la picha, que sin duda era bastante más pequeña que la mía. Me pregunté lo que estaría pasando por la cabeza de Isabel, que había ido a Barcelona consciente de que iba a ponerle los cuernos a su novio conmigo, no a humillarlo al vivir una situación como la que aparentemente estaba a punto de suceder.

Por mi parte, nunca había hecho un trío con otro hombre, pero no era algo que me importara en absoluto. Al contrario, siempre me había llamado la atención. Y, aunque no estaba en mis planes compartir a mi musa, me pareció que la ocasión lo merecía.

—Sois unos cerdos —rechistó la morena cuando el trabajador del garito se colocó frente a ella, ya con el pene totalmente empinado, dejándoselo a tiro.

Pensé que tendría que convencerla, pero fue la propia Isabel la que lanzó un escupitajo sobre la pollita del chico antes de asirla para esparcir sus babas a lo largo del tronco. Y prácticamente sin que me diera cuenta, la muy pedazo de puta ya se la había metido en la boca.

—Serás zorra… —rechiné los dientes antes de reanudar las penetraciones con rabia, follándomela con tanta ímpetu que le estampé los morros contra el pubis y los testículos del desconocido.

No sé si el feo estaba nervioso, tenía prisa por acabar o no aguantaba mucho, pero tan solo pasaron unos segundos cuando se agarró la pichita, meneándosela frente a la treintañera para acabar corriéndose en su cara al tiempo que soltaba sonoros gemidos de evidente deleite.

—Hijo de puta… —se quejó mi musa mientras la maniataba del pelo, forzándola a recibir todo el asqueroso semen del tío en su precioso rostro.

Tras soltar apenas un par de borbotones, el trabajador del recinto se hizo a un lado, comenzando a vestirse con premura.

—Acaba pronto, tío —se dirigió a mí, claramente inquieto.

—Trae algo para que esta zorra pueda limpiarse —le insté.

Y en cuanto el chico desapareció, volteé a Isabel, obligándola a arrodillarse frente a mí.

—En las tetas, cabronazo… —me pidió, bajándose la parte del vestido que aún cubría uno de sus pechos, dejándolos al aire para que pudiera correrme en ellos.

Esa perspectiva era impresionante. Observé su cara de novia ejemplar manchada con los sucios restos de leche de un completo desconocido mientras me miraba con una expresión de auténtica zorra, deseosa de recibir toda mi lefa en las enormes ubres que no dejaba de acariciarse. Así que estiré el brazo para palparle tenuemente uno de los senos, hasta deslizar mis dedos por la delicada zona de su areola, rozándosela suavemente antes de asirle el pezón, pinzándoselo para comenzar a tirar de él.

—¡Ah! —se acabó quejando, con un gesto de lascivia, al tensionárselo lo suficiente.

Fue entonces cuando se lo solté, dejando que la teta se tambaleara debido a su considerable volumen, antes de agarrarme el cipote para golpearle en ambas berzas con evidente fogosidad, salpicándola con los nacientes efluvios que comenzaban a emanar de mis huevos. No tardé en dejarme llevar definitivamente, sintiendo el desproporcionado gusto de la corrida al empezar a eyacular mi habitual ingente cantidad de esperma.

El primer chorro, absolutamente descontrolado, se estampó con virulencia en el lateral de su cuello, llegando a salpicar la pared del fondo. Mi siguiente caño, mejor dirigido, salió disparado con tanta vehemencia que, al alcanzar la parte superior de su tórax, le manchó hasta la barbilla. Y, mientras la lefa se desplazaba lentamente por su canalillo, comenzando a pringarle la base de las tetas, solté un tercer manantial, tal vez el más voluminoso, ahora sí aterrizando sobre uno de sus senos, manchándoselo abundantemente con mi blanquecino esperma debido a la cuantía del gargajo.

Al apoyar la punta de mi palpitante polla entre sus ubres, los sucesivos lechazos, aún notablemente cargados, fueron cayendo sobre su torso, desde el gaznate hasta el pecho, donde poco a poco se fue acumulando toda la corrida tras ir resbalando por su preciosa piel morena, dejándole los dos grandes melones bien cubiertos de leche, hasta que un pegajoso colgajo quedó colgando de uno de sus erectos pezones.

Aún con un ligero temblor de piernas, mientras sentía el pinchazo procedente de mi bolsa escrotal debido al brutal orgasmo, tuve fuerzas para agarrarme el rabo por la base, dándole unos postreros golpecitos en las tetas, ahora haciendo salpicar mi propio semen.

—Uf… cabrón… menuda corrida… —sonrió con cara de satisfacción, agarrándose un pecho antes de cerrar los dedos sobre él para acabar restregándose todo el lechazo.

Su lascivo gesto hizo que el miembro viril me respingara, llamando su atención. La novia de Andrés se inclinó hacia delante, dándome un chupetón en el glande y provocándome una soberana punzada de placer a medida que, ahora sujetándome por los testículos, hacía uso de los labios y la lengua para terminar de succionar los remanentes de toda mi simiente.

—Aquí tenéis… —nos importunó el afortunado empleado del local, que había regresado con un rollo de papel higiénico.

Capítulo 10: El resto de la noche

Estaba enfadada. No era la primera vez que follaba sin condón, pero fue algo que aconteció en el pasado, cuando tenía menos luces. Ahora era claramente diferente, encima con una relación más que consolidada. Si bien es cierto que lo ocurrido había sido lo más morboso que había vivido en mucho tiempo, el viaje a Barcelona se estaba desmadrando más de lo debido.

Tras contestar con parcos monosílabos a cada uno de los acercamientos de doctorbp, llegamos a su piso. Quería darme una ducha y acostarme para olvidar lo sucedido. Pobre Andrés. Ya no solo le había puesto los cuernos, sino que me había pasado claramente de la raya.

Sin parar de pensar en cómo había podido zorrear con un crío para acabar chupándosela a un completo desconocido mientras el pervertido de internet me la metía a pelo, ya bajo el agua, con los ojos cerrados, dejé que cayeran sobre mi cuerpo desnudo los agradables chorros con los que se iban limpiando mis remordimientos a medida que la pegajosa sensación del semen reseco desaparecía de mi piel. Aunque aún tenía la marca de la mordida de Raúl en el cuello…

—Pero qué buena estás…

—¡¿Qué haces guarro?! —me quejé, tapándome instintivamente el pecho, al ver al autor de relatos plantado en pelotas al otro lado de la mampara.

—¿Ahora te vas a poner tímida? —sonrió maliciosamente, acercándose.

—Estate quieto, que bastante la has liado ya…

—Tranquila, que a mi edad los espermatozoides no llegan a su destino —bromeó, logrando sacarme una escueta sonrisa que, aunque no deseada, no pude evitar.

—No me hace gracia… —procuré fruncir el ceño, molesta conmigo misma.

—Ahora en serio… seguro que está todo bien… —llegó a mi altura, clavándome su pedazo de pollón en el vientre mientras me asía por la mandíbula.

¡Joder! ¿El muy hijo de puta siempre estaba empalmadísimo o qué?

—Ha sido una locura… —balbuceé entre dientes mientras me apretaba con sus dedos, teniendo que descubrir el pecho nuevamente con la intención de detenerlo, colocando mis manos sobre sus recios pectorales—. Y yo no soy de nadie, ¿te enteras?— aseguré con vehemencia, recordando su sobrada cuando me marcó con los dientes en el almacén.

—Pensé que eras mi puta —replicó, aumentando la presión sobre mi quijada para obligarme a abrir la boca y acabar metiéndome la lengua.

—Uhm… —gemí, procurando resistirme hasta que, sin dejar de morrearme, sentí cómo el autor de relatos me estrujaba una teta, empezando a calentarme al disfrutar de la virilidad con la que me trataba—. ¿Quieres volver a follarme, cerdo? —me aparté ligeramente.

—En realidad voy a darte tu merecido —me soltó una buena hostia, dibujando un gesto de extrema soberbia.

—¡Ah! —separé los labios para comenzar jadear de un modo casi incontrolado, ya bastante cachonda, sintiendo cómo me ardía la mejilla.

—¿Cómo se te ocurre chupársela al del bar? —me culpó con una sonrisa socarrona, volteándome rudamente para ponerme contra el cristal de la ducha.

—Nos iban a pillar… —me justifiqué torpemente, completamente sometida.

—Que tienes novio, zorra de mierda… —me injurió al tiempo que llevaba su mano a mi entrepierna, acariciándome todo el coño.

—Serás hijo de puta…

Fue lo último que dije antes de que Raúl me castigara, azotándome con fuerza en el trasero para después estrujarme la nalga abofeteada. Girándome el cuello, me comió la boca antes de proseguir con el mentón, lamiéndomelo hasta llegar a mi nuca, mordisqueándomela al tiempo que mis pechos se frotaban contra la mampara, con mis pequeños y erectos pezones deslizándose por el vidrio al ritmo de sus acometidas. Bajo el agua que nos empapaba, el muy cabrón siguió devorándome, recorriendo todo mi cuerpo con sus labios, lengua y dientes. Hasta que ese maldito pervertido se agachó, agarrándome las posaderas para meter la cabeza entre mis muslos. ¡Joder, qué cachonda me estaba poniendo!

—Hijo de puta, estabas deseando comerme el coño… —gruñí al tiempo que separaba las piernas, dejándole todo el potorro bien abierto—. Uf… —suspiré, cerrando los ojos, cuando doctorbp soltó un escupitajo antes de regalarme un primer lametón—. Uhm…

—Vaya chochazo tienes, zorra… —me encendió mientras me obligaba a inclinarme hacia delante, quedándome con todo el culo en pompa.

En esa postura logró alcanzar mi clítoris, aferrándose a él para succionármelo antes de comérmelo todo. A pesar de la humedad en el ambiente, tenía la clara sensación de que el chumino se me estaba haciendo agua a medida que Raúl aumentaba el ritmo con el que se deslizaba a través de mis labios vaginales, hasta que el muy cabrón avanzó entre mis nalgas, llegando hasta mi ano para lamérmelo muy suavemente.

—Uf…

Poco a poco fue presionando mi entrada trasera con su lengua, consiguiendo dilatarme lo suficiente como para acabar metiéndome un dedo por el culo.

—Uhm… me voy a correr, guarro… me voy a correr, guarro… me voy a correr, guarro… —balbuceé como si fuera un mantra, hasta que el maldito pervertido me hizo explotar en su sucia boca.

Tras el extraordinario cunnilingus, acabamos echando un polvo en la ducha, esta vez con protección. Y, tal y como habíamos previsto, follamos toda la noche, casi como si fuéramos dos adolescentes, hasta acabar extenuados. No hace falta decir que doctorbp me provocó incontables orgasmos. Y él no sé cuántas veces eyaculó, pero lo dejé bien seco, logrando exprimirle hasta la última gota de semen de esos pedazo de huevos que tiene.

Sinceramente, no recuerdo una sesión de sexo tan intensa como esa. No sé si cuando era más joven, pero con Andrés seguro que nunca, ni siquiera cuando empezábamos.

Capítulo 11: Al día siguiente

No pude evitar una sonrisa orgullosa nada más despertar, invadiéndome una profunda sensación de satisfacción a medida que rememoraba lo ocurrido el día anterior. No solo por haberme follado a semejante pibón, sino por todo lo que eso representaba. Y es que, tras unos cuantos años, por fin había obtenido el premio de haber logrado que Isabel le pusiera los cuernos al desgraciado de su novio.

Empalmado como cada mañana, me ladeé hacia la parte izquierda de la cama para estirar el brazo y comprobar que estaba solo, aunque aún podía percibir sobre el colchón el calor del cuerpo de mi musa.

—Buenos días, cariño —le sonreí perversamente al llegar al salón y encontrármela sentada en el sofá, desayunando, ataviada únicamente con unas braguitas y una camiseta blanca sin nada debajo que evidenciaba la silueta de sus voluminosos pechos, dejando entrever la tonalidad ligeramente oscura de sus areolas.

—Buenos días, guarrete.

Me fijé en cómo disimuladamente bajaba la mirada en dirección a mi paquete, ya que iba únicamente con los bóxers con los que había dormido. Y se me notaba absolutamente todo.

—¿Así que te lo has pasado bien en Barcelona? —inquirí con cierta guasa, sentándome a su lado.

—No sé yo…

En silencio, me quedé observándola, ensimismado por su embriagadora belleza, generándome una sensación tremendamente agradable. Me gustaba su presencia.

—Podrías quedarte unos días —propuse alegremente, sin pensar demasiado.

—¡Sí, claro! —reaccionó, riendo.

—¿No te apetece? —inquirí con un soberbio gesto de perfidia.

—¿Tú no trabajas o qué? —insistió, sin perder el divertido mohín.

—En remoto —le sonreí maliciosamente—. ¿Te imaginas lo que podríamos hacer durante una reunión sin cámara?

—¡Eres un guarro! —rio—. Si luego no me haces caso… —puso una mueca absolutamente cautivadora, logrando que la polla, ya morcillona, se me volviera a hinchar ligeramente.

—Porque me pones muy cachondo, como ahora —repuse, manoseándome el paquete—. Y me desconcentras.

—Si yo no he hecho nada… —desvió ligeramente los ojillos hacia mí, en un gesto que me pareció de auténtica zorra.

—¿Por qué no le llamas y le dices que tienes que quedarte un par de días más?

—¿A quién?

—Al cornudo —indiqué perversamente, haciéndola reír.

—No pienso llamarlo contigo delante enseñándome eso —bajó la mirada hacia mi entrepierna, dibujando una tenue sonrisa—. Ponte unos pantalones por lo menos —propuso jocosamente.

—No me contestaste…

—¿A qué?

—A si es más grande que la de Andrés… —provoqué que carcajeara.

Al fijarme en sus tetas pude contemplar cómo le tambaleaban y cómo se le comenzaban a marcar los pezones en la camiseta. La muy cerda se estaba poniendo cachonda y eso hizo que mi miembro viril creciera ostensiblemente.

—Joder, chaval… —se quejó, ahora sin apartar los ojos del considerable bulto que tensionaba al máximo la tela de mis calzoncillos.

—¿Crees que al maricón de tu novio se le pone así?

—Lo dudo…

—¿Le damos un toque y se lo preguntamos?

—Eres un hijo de puta… —rechinó los dientes.

Aunque empezó reticente, tras un buen rato de cachondeo, la acabé convenciendo y, finalmente, aceptó llamar a Andrés.

—Hola, cariño —saludó a su chico a través del teléfono, sacándome una sonrisa intranquila, fiel reflejo del cosquilleo que me provocó la morbosa situación.

Mientras la escuchaba hablar con su novio, me acerqué a ella. Sin perder el semblante jovial, alcé un brazo para comenzar a acariciarle el rostro, haciendo que refunfuñara.

—Sí, salgo a la hora prevista —indicó, apartándome cuando comencé a bajar la mano en dirección a su espalda.

Mas no tardé en volver a la carga, haciendo que me dedicara una mirada de desaprobación, seguida de un gesto de resignación cuando la cogí del cuello. Abrió la boca para protestar, pero no dijo nada. Solo se dejó hacer, permitiéndome avanzar, ahora deslizándome hacia su torso.

—Me tendrás la cena preparada, ¿no? —sonrió, mordiéndose el labio seguidamente, en cuanto alcancé uno de sus grandes senos, observándome desafiante.

¡Uf! Aunque tan solo durante unos segundos, el tiempo que Isabel se dejó meter mano, pude recrearme en esa maleable carnosidad que me volvía loco, amasándola y clavándole los dedos, hasta que me dio un manotazo en el antebrazo para que me apartara.

Fue entonces cuando me acerqué a su oído, pudiendo distinguir la voz distorsionada de Andrés a través del altavoz del móvil.

—… una ensalada de lechuga con… —me pareció escuchar.

—Pórtate bien… —susurré a mi musa, volviendo a rodear su seno con la palma de mi mano, cerrándola con fuerza para estrujárselo a conciencia.

—Uhm… qué rico… —soltó la muy puta, abriéndose ligeramente de piernas.

¡Joder! La situación era terriblemente morbosa y yo ya estaba excitadísimo, con la pedazo de polla palpitándome con exuberante fiereza dentro del bóxers. Así que me bajé los calzoncillos, sacándome el cipote para quedarme completamente en pelotas.

Isabel me miró con lo que me pareció una especie de mezcla entre rabia, reproche y deseo. Así que no rechistó cuando estiré el brazo para colar la mano en el interior de su tanga. Solo su mueca me indicó que parara, pues la muy cerda separó las rodillas, permitiendo que mis dedos alcanzaran su coño, momento en el que cerró los ojos.

—Claro, cariño, yo también te echo de menos… —indicó con la voz ligeramente entrecortada—. Uhm… —concluyó con un breve y tenue gemido, seguramente imperceptible para Andrés.

Isabel tenía el chocho empapado. Al parecer le estaba gustando demasiado comportarse como una maldita zorra, dejándose masturbar mientras hablaba con el desgraciado de su novio. Debía estar a punto de correrse cuando aparté la mano de su entrepierna, contemplando cómo le temblaban los muslos.

La treintañera abrió los ojos y, con una dulce carita de no haber roto un plato en su vida, me miró con lascivia, mordiéndose el labio, antes de alargar la mano libre para agarrarme la polla. Sonreí, tirándome hacia atrás para apoyarme en el respaldo del sofá mientras ese pedazo de pibón me hacía una paja al tiempo que seguía al teléfono con su pareja.

—Vale, te llamo cuando esté en la estación…

Me dio la impresión de que comenzaban a despedirse, momento en el que ella me soltó el tronco de la verga para asirme los huevos, masajeándomelos con su ya habitual devoción. Mas no quería que la situación acabara, así que reaccioné instintivamente, poniéndome de pie para apartarle el móvil de la cara y poder cuchichearle.

—Alarga la conversación —le indiqué.

—Hijo de puta… —rechistó en voz baja mientras se oía el crepitar del móvil, producido por el gilipollas de Andrés hablando solo.

Tras dedicarme una mirada repleta de lujuria, Isabel volvió a llevarse el Smartphone a la oreja.

—Jo, cariño… la verdad es que estoy sola y aburrida —prosiguió la conversación con el cornudo—. ¿Por qué no me cuentas algo para entretenerme? —me dedicó una sonrisa, buscando mi aprobación.

Como respuesta, mientras el idiota de su novio le hacía caso, acerqué mi verga a la preciosa tez femenina. La muy puta, en vez de apartarse, decidió separar los labios mientras alejaba ligeramente el móvil para darme un primer chupetón en el glande, del que ya me brotaba un naciente grumo de transparente líquido preseminal que recogió con su lengua al deslizarla a lo largo de mi uretra.

—Qué tonto eres —sonrió tras la supuesta anécdota que Andrés debía haberle explicado—. ¿Y qué pasó luego? —procuró mostrar interés mientras me agarraba por los huevos, atrayéndome hacia ella para comenzar a hacerme una mamada.

Estaba convencido de que nos iba a pillar, pues sus labios comenzaron a deslizarse por mi tronco, cada vez más humedecido gracias a sus babas, lo que fue aumentando progresivamente el sonido de cada una de sus chupadas. Nunca había estado tan cachondo. Así que cuando apartó el móvil, ignorando a su chico por completo, exploté en su puta cara.

—¡Ah! —no pude evitar un único sonido gutural que salió de mi garganta al mismo tiempo que la salvaje explosión provocada por mis hinchados huevos.

Un primer estallido de cuantioso esperma aterrizó bruscamente sobre uno de sus pómulos, salpicándole extensamente frente, nariz y mejilla, para acabar juntándose con el siguiente lechazo, que le manchó toda la boca, desde la parte inferior de la cavidad nasal hasta la barbilla, formándose innumerables hilillos que quedaron colgando entre sus labios cuando decidió separarlos para intentar despedirse abruptamente.

—Tengo que colg… —se quedó a medias cuando la sorprendí, lanzando un nuevo caño de lefa que le llegó hasta la garganta, lo que le provocó el tosido con el que a duras penas pudo terminar la conversación mientras mis siguientes chorretones alcanzaban su camiseta, calándosela lo suficiente como para que sus tetas se mojaran con mi esperma, llegando incluso a transparentarse a través de la blanca tela.

Casi como si estuviera poseído por la desproporcionada pasión que me provocaba esa increíble tía buena y la morbosa situación, sentí como mi miembro viril, en vez de menguar debido al orgasmo, se tensionaba aún más, dando severos latigazos mientras contemplaba a esa preciosa mujer totalmente cubierta por mi esperma.

Me fijé en su móvil, que había dejado caer sobre el sofá. Aún estaba encendido. Lo cogí y me lo llevé a la oreja mientras Isabel reaccionaba con un gesto de desaprobación, resignándose finalmente.

—¿Estás bien, cariño? —oí la voz de Andrés y colgué.

Sin darle opción a réplica, enganché del pelo a la puta de su novia y la estampé contra el cojín, tumbándola boca abajo antes de azotarla, haciéndola gemir con cada una de las varias palmadas que le di en el trasero, hasta que la agarré de la cintura, alzándola para dejarla con el pompis levantado mientras su teléfono comenzaba a sonar.

Ignorando la llamada del cornudo, lamí los enrojecidos cachetes del culo de Isabel mientras tiraba de su ropa interior para bajarle el tanga lentamente. Pude comprobar cómo la tela, extremadamente sucia, se le pegaba al chochito, que lo tenía todo pringoso, haciendo que hilillos blanquecinos de flujo vaginal se quedaran adheridos a la prenda íntima mientras un suave aroma a coño comenzaba a conquistar mis fosas nasales. Eso hizo que la polla se me hinchara de un modo desproporcionado, desatando toda mi pasión que culminó clavándole los dientes en la nalga con tanta vehemencia que hice que soltara un chillido de dolor, ahogado contra la almohada.

Tras meter la lengua entre sus nalgas, cuando le chupé el ano, percibí el intenso palpitar de su pequeño agujerito, ahora sacándole un prolongado suspiro de placer, que se elevó por encima de las continuas notificaciones de los mensajes que llegaban a su Smartphone. Así que tensioné mi lengua y comencé a dilatarla, logrando aumentar los sollozos que surgían de lo más profundo de su ser.

—Cómo te gusta que te coman el culo, zorra —la injurié, dándole un nuevo azote antes de volver a la carga, ya degustando el sabor amargo de su esfínter, mientras ella no hacía más que gemir—. ¿Cuánto hace que no te la meten por detrás, so puta? —le solté un escupitajo para lubricarla.

—Por ahí me duele… —explicó con voz temblorosa.

Lo cierto es que, a pesar de tener a Isabel ya bastante dilatada, pudiendo sodomizarla con un par de dedos con los que comencé a deslizarme por su recto, sentí la desmesurada presión con la que me aprisionaba su tensionada musculatura.

—Parece que este culo pide guerra —me burlé, recordando la multitud de veces que me había dicho que no solía practicar sexo anal porque le hacía daño.

—La tienes demasiado grande, joder… —balbuceó, aún con la sucia cara estampada contra el cojín.

—¿Ah, sí? —me hice el tonto, poniéndome a horcajadas sobre ella para encarar mi miembro viril—. ¿Más que la de tu novio? —insistí, agarrándome el tronco por la base para dirigirlo entre sus piernas, restregándole toda la polla entre las nalgas.

—Uhm…

Cuando presioné el glande contra su ano, sentí que la iba a desgarrar. La punta de mi cipote era desproporcionadamente gruesa comparada con su pequeño orificio, que no hacía más que abrirse y cerrarse, buscando acomodarse al tamaño que lentamente iba dilatándola.

—Uf, guarro, me vas a destrozar…

Tras un primer intento fallido, en realidad había logrado mi objetivo. Al retirarme momentáneamente pude observar que el agujero trasero de Isabel estaba bien abierto, con cada uno de sus poros palpitando frenéticamente. Escupiéndome en la mano, me lubriqué la punta de la polla, mezclando mis babas con los borbotones de líquido preseminal que ya había soltado en abundancia, volviendo a la carga.

Esta vez sentí cómo la musculatura de su ano ya no estaba tan tensa y se ensanchaba lentamente ante mi acometida, comenzando a rodear cada milímetro de mi rabo a medida que la penetraba, casi como si fuera una segunda piel.

—¡Ah, cabrón! Hijo de puta… ¡Ah! —se quejó hasta que mi bálano logró rebasar su entrada a duras penas, sintiendo cómo su pobre culito se estremecía.

—Dime, zorra —la agarré del pelo, tirando de ella para encorvarle la espalda, empalándola—. ¿La tengo más grande que el maricón de tu novio?

—Sí, hijo de puta, mucho más… —confesó al fin mientras empujaba mi cadera, comenzando a meterle parte del pollón—. Uhm… fóllame el culo, cabronazo…

Y fue ahí cuando la partí en dos, destrozándola. De primeras gimió de dolor, no pudiendo soportar algo tan grande taladrándole el recto, pero a medida que la fui sometiendo, acabó masturbándose, hasta que se corrió como la puta cerda que es cuando mis huevos chocaron contra sus nalgas, conquistando lo más profundo de su ano y haciendo que la pobre no pudiera evitar llenarme la verga de mierda.

Como si de un logro se tratara, al sodomizarla por completo sentí que me había pasado el juego. Lo cierto es que no suelo practicar el coito anal debido al tamaño de mi polla. Pero sabedor de que Isabel tampoco solía hacerlo porque le dolía, me apetecía mucho reventarle el culo. Así que, sin dejar de tirar de su pelo, mientras le mordía el cuello y colaba la otra mano bajo su camiseta para estrujarle las tetas con fuerza desmedida, eyaculé dentro de ella.

—¿De quién eres, zorra de mierda…? —le balbuceé maliciosamente al oído mientras mi semen alcanzaba un territorio al que su novio jamás llegaría, llenándole el intestino grueso con mis cuantiosos chorros de lefa.

—Uhm… soy toda tuya…

Capítulo 12: Mi chica

Noté a Isabel diferente. Tal vez algo distante. Pero no podía negar que había estado todo el fin de semana fuera por trabajo. La pobre debía estar agotada. Así que, más allá de prepararle la cena que le había prometido, la mimé todo lo que pude, desviviéndome por complacer a la mujer de mi vida.

Ya en la cama, aunque a mí me apetecía hacer el amor, ella estuvo reticente. No en vano seguía con el pequeño fular que se había comprado para protegerse el cuello, puesto que había cogido algo de frío en Barcelona. ¡Menudo ataque de tos le entró mientras hablábamos por teléfono! Cuando al fin se durmió, me quedé observándola, contemplando lo guapa que era y pensando en lo mucho que la quería, transportándome a recuerdos del pasado.

Atrás quedó el fatídico momento en el que, por un descuido de mi chica, descubrí aquellas conversaciones sexuales por Skype con desconocidos de internet. Lo cierto es que aún se me revuelve el estómago al rememorarlo. Estuve a punto de dejarla por aquello, pero me prometió que jamás volvería a hacerlo.

Sonreí, acurrucándola con un brazo. Me alegro tanto de haberla perdonado…

Capítulo 13: La realidad

Sabedora de que nunca iba a ocurrir, le pedí a mi autor de relatos favorito que escribiera esta historia para que él la disfrutara.

Yo solo pretendía fantasear con el encuentro que doctorbp ansiaba, consciente de la maldita cabecita que tiene y con la que tanto placer me da.

Pero lo que no me esperaba es que este relato sería el que me acabaría convenciendo para coger ese tren destino Barcelona.

Comentarios

  1. Es verdad...no hay gemidos jajajaja😭

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    1. Mira, a día de hoy, estos son los resultados de la actual encuesta:

      Como suelo hacer: 39 votos
      Con muchas onomatopeyas: 41 votos
      Sin onomatopeyas: 7 votos

      Aunque lógicamente es una encuesta informativa y, por supuesto, no vinculante, solo en el caso de que la mayoría de los que me leen prefirieran muchas onomatopeyas aunque no las admita la RAE, me habría planteado la posibilidad de añadirlas, al menos de vez en cuando en alguna frase de éxtasis final.

      Pero no es el caso. Los gustos están muy divididos. Por tal motivo no voy a cambiar mi forma de escribir, sobre todo porque es cómo me gusta. ¡Y más cuando intento hacerlo de forma correcta! :D

      Así que lo siento mucho por los que os gusta leer gemidos exagerados, pero de momento no será el caso en mis relatos jeje

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  2. Me ha gustado mucho. Original el manejo de esa (algo así) cuarta pared

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    1. Gracias pantxo! Entiendo que lo dices por lo de ser protagonista y autor al mismo tiempo, ¿no?

      Creo que en la primera parte no lo llego a aclarar, pero sí, era yo mismo el narrador del último capítulo :)

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  3. Un gusto leer siempre algo nuevo tuyo.

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    1. Gracias hunterxlr8!

      Soy consciente de que este relato no iba a ser el mejor valorado, pero como dice Requiem, creo que he mejorado en la narración de la parte más sexual y creo que eso al menos sí queda reflejado.

      Un saludo y gracias por comentar!

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  4. Es un placer como siempre leerte.
    Mi crítica como siempre va en el mismo sentido, tus chicas son demasiado fáciles, se podría decir que una treintañera que nunca fue infiel podría haberse vuelto con su novio cinco minutos después de llegar ya habiendo sido desleal, y eso es lo que creo que debieras evitar.
    Ten en cuenta que la chica se supone que lleva toda la vida evitando que se la follen, pero aquí se la han podido follar 3 casi solo con mirarla.
    No se, me hubiese parecido más lógico un tira y afloja hasta llegar al punto de la infidelidad, un relato más morboso y menos sexual.
    Dicho todo esto, como relato es bueno, muy bien escrito y creo que Isabel ya es una de nuestras preferidas.

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    1. Fer33, es que este relato ya está planteado desde el principio con una premisa diferente a tus gustos, que oye, también es lo que a mí me gusta (aunque ya sé que no siempre lo consigo).

      De hecho, si lees la página About de este mismo blog hay un párrafo que dice:
      "Así, empecé a escribir, haciendo que los relatos que siempre había querido leer se comportaran exactamente como yo quería. Y no siempre es fácil.". Imagínate.

      En cualquier caso, que en este relato Isabel está viajando en un tren para ser infiel. Esa es la premisa. Aunque de todos modos, el último capítulo es interpretable. ¿Ha cogido ya el tren? ¿Todo lo narrado ha ocurrido o es solo la historia que ha escrito su autor de relatos favorito? Este final pretende ser igual o parecido al de la primera parte, Wedding Planner, pero no es tan brusco o evidente.

      Reitero lo mismo que en los anteriores comentarios. Era consciente de que este relato iba a desatar este tipo de opiniones, porque era consciente de que estaba escribiendo algo diferente a lo habitual y por lo que much@s me leéis. Pero de vez en cuando me gusta experimentar. ¡Joder, que tengo un relato en el que se follan a un caballo! jajajaja

      Muchísimas gracias por este comentario y por tu crítica. Aunque este no haya sido el caso, te aseguro que normalmente intento lograr lo que me pides :)

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  5. A mi me ha parecido original. Y el final me ha parecido de locos...¿será verdad? Si, no...para mí has logrado el objetivo de dudar. Parece una dedicación a tu musa. A pesar de ser directo y tener menos morbo, ha conseguido ponerme las situaciones sexuales. Para ser sincero, me hubiera puesto mas que el propio protagonista no se la follara y hubiese sufrido mas y que Isabel hubiese sido un zorron calentando a todo dios y por descuido y no medir se la follara un macarra en un baño (situacion de Luis). Enhorabuena por el relato. Una maravilla como siempre. Con ganas de mas y esperando algo nuevo. Si hay alguna segunda parte que sea la de "Regreso al pasado" xd. Aunque ya sabes que alguna idea ya te he dado para hacer otro relato jeje.
    Salva.

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    1. Mil gracias por el comentario Salva. Puede que te hayas acercado a la realidad... jejeje

      Ese era el objetivo del relato, lograr excitar con una historia más directa, tirando de otro tipo de situaciones morbosas y un sexo tal vez más rudo de lo habitual.

      Tu propuesta no habría estado nada mal, pero luego me hubieran dicho que soy cruel con los protagonistas jaja Y creo que no es lo que quería mi musa... ;)

      Por ahora no hay visos de segundas partes. Y no, no me olvido de tu propuesta. Tal vez algún día te contacte para más detalles jeje De momento tengo algo en mente que ya voy perfilando...

      Un saludo, crack!

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  6. Me encanto!!! Sigue publicando más porfa!

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    1. Un relato navideño de infidelidad estaría bien jeje

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    2. Buenas Comingsoon, muchas gracias por el comentario.

      Me alegro que el relato te gustara, pero siento decir que ahora mismo no estoy escribiendo y el blog estará parado.

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  7. Feliz año, Doctor. Una alegria que sigas por aquí. Machi.

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    1. Muy buenas Machi!!!! Cuánto tiempo!

      Yo también me alegro de saber de ti. Aunque como puedes ver, me has pillado en una época de poca asiduidad con el blog jeje

      Con más de un mes de retraso... feliz año!

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  8. Un placer leerte siempre. No me gusta comentar habitualmente y por eso pido disculpas. Os merecéis miles de agradecimientos en todos los relatos. Un saludo

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    1. Jo, Wally! Muchas gracias :)

      Lástima que te hayas animado a decírmelo justo cuando tengo el blog y los relatos parados.

      Pero no tengas ninguna duda que si vuelvo a publicar es por vuestros comentarios.

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  9. Que buen relato. Me hiciste recordar aquellos tiempos dónde solíamos enviarnos correos ingeniosos y las muchas horas de placer que me diste en el ya olvidado Hangouts.

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    1. Pero bueno! ¿Contando intimadades? :P

      Muchas gracias por el comentario! Si te apetece puedes ponerte en contacto conmigo usando las redes sociales o por aquí: https://doctorbpblog.blogspot.com/p/contact.html

      Últimamente no les hago mucho caso, pero siempre acabo contestando.

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  10. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  11. Doc, nos hace mucha falta, vuelva pronto.

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    1. jajaja muchas gracias por el comentario Hakuzo

      No sé lo que tardaré, pero tengo un relato entre manos.

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  12. Ante todo felicitarte, porque hoy en día cuesta mucho hacer un blog que sea bastante comentado aunque en algunos casos, con algún pequeño interés vinculante.
    Un relato bastante atípico, de final incierto pero posible, hubiera preferido mas tensión sexual de la que pareces dominar Para ser sincero, me hubiera gustado un poco mas de lucha dialéctica, calentando a todo hijo del vecino y tu estudio de las onomatopeyas verdaderamente divertido.
    Un saludo o dos !!

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    1. jajaja muchas gracias por el comentario Clip y disculpa la tardanza en contestar.

      Como bien dices este relato es un poco atípico, diferente a lo que suelo escribir.
      Supongo que en parte por mi falta de soltura o porque no es lo que buscan mis lectores "asiduos" esta historia no ha tenido mucho éxito.
      Pero bueno, de vez en cuando siempre he escrito algo que se sale de la norma. ¡En su día escribí un relato con un caballo! xD

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  13. Interesantes los personajes y con muchas preguntas sobre Isabel ¿realmente quería ser infiel? haces énfasis en su belleza, en su cuerpo pero quien es Isabel? que busca a través del sexo? "que un buen hijo de puta me obligue a ponerle los cuernos al hombre de mi vida." ¿quien es hombre de su vida? estoy segura que Andres no lo es.
    El hedor del baño me provocó algo muy repulsivo sin embargo Isabel siguió a pesar de sentirse algo incómoda bajo una conducta sexual incontrolable......¡Te sigo leyendo!
    E.C.

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  14. "Me alegro tanto de haberla perdonado…" me pregunto por ¿que se alegraría?

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    1. nuevamente soy E:C

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    2. Se alegra porque la ama. Si no la hubiera perdonado, a pesar del dolor que aquello le supuso, la habría perdido. Él está convencido de que aquello se acabó, así que se alegra de haberla perdonado.

      Respecto a Isabel. Ella también ama a su novio. Y sí, es el hombre de su vida. Pero hay algo que ningún hombre le puede dar. Esa adrenalina de estar con otro, de fantasear, de hacer lo prohibido...
      Es como que ambas cosas van de la mano. Si no hubiera un hombre de su vida, probablemente no habría nada prohibido con lo que fantasear...
      Esa es Isabel.

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