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Un joven pueblerino en la ciudad - Primer curso

Sinopsis: Un chico joven de pueblo se va a estudiar a la ciudad y deberá alojarse en casa de unos conocidos de sus padres.

1

—No me jodas, Alonso —rechistó Celia ante lo que su pareja le acaba de contar.

—Me lo han pedido mis padres —explicó él, viéndose entre la espada y la pared—. Es el hijo de unos amigos suyos, de un pueblo de la Alpujarra.

—¿Y no puede venir en coche?

—Acaba de entrar en la universidad. No creo ni que sepa conducir —bromeó, procurando aplacar el mal humor de su chica.

—Pues que se coja un autobús —indicó con cierta inquina—. La verdad, no me hace ninguna gracia meter a un desconocido en casa —frunció el ceño, aunque ya más sosegada.

—Sabes que mis padres no me lo habrían propuesto si no fuera un buen chaval.

—Ya… —relajó el gesto.

—Estará solo entre semana. Y hará vida universitaria… ¡Igual ni lo vemos por casa! —rió.

—No sé yo… —rebajó el tono definitivamente.

—Va… será divertido… practicaremos para cuando tengamos a nuestro pequeño —chanceó, ahora sí, haciendo reír a Celia.

—Un poco crecidito, ¿no? —Miró a su novio, comenzando a perfilar una mueca de incipiente picardía—. Bueno, me lo pensaré… pero el fin de semana tendrás que follarme el doble… —alzó una de las comisuras de los labios, mostrando una expresión rebosante de morbo.

Alonso se aproximó a ella, agarrándola de la cintura para rodearla, atrayéndola hacia sí para acabar besándola.

—Entonces va a valer la pena… —indicó él con cierta chulería.

La guapa pareja de treintañeros acabó haciendo el amor, sellando definitivamente el acuerdo por el que harían de anfitriones de Josito, un chico joven que, con la mayoría de edad recién cumplida, salía del cobijo de su pequeño pueblo para ir a estudiar a la Universidad de Almería.

Mientras tanto, a más de 50 kilómetros de distancia…

—Te voy a echar de menos, Gabino.

—En un par de días ni te acuerdas de mí, con todas las tías buenas que debe haber en la ciudad —hizo que Josito riera ante su ocurrencia—. Aquí las mejores tetas son las de la cabra del Herminio —prosiguió, logrando que ahora su mejor amigo se tronchara.

Lo cierto es que, a pesar de ser un verdadero cazurro, Gabino era muy importante para él. Y, aunque se moría de ganas de salir del pueblo, sabía que iba a añorar esos momentos en los que, los dos solos, arreglaban el mundo desde su pequeña localidad al norte de la provincia.

—¡Joder, nos veremos cada fin de semana! —replicó Josito, no queriendo darle demasiada importancia.

—Hasta que te eches novia. Pero que tenga las tetas grandes, ¡eh! —le advirtió, poniendo una divertida mueca—. No me dejes tirado por una sin unos buenos melones, que te mato —bromeó.

2

Al cabo de unas semanas, Josito, sentado en la parte trasera del autobús que le llevaba rumbo a Almería, no hacía más que darle vueltas al coco. Estaba nervioso. En apenas unos días comenzaba las clases en un ambiente completamente nuevo para él. Y, por si fuera poco, iba a vivir en la casa de unos conocidos de sus padres, con lo que no hacía más que preguntarse cómo sería esa convivencia.

Por suerte, Celia y Alonso, los anfitriones, resultaron ser majísimos. Y, a falta de ver cómo iría el día a día, tuvo una primera impresión muy satisfactoria. El piso, aunque no demasiado grande, sobre todo comparado con las casas del pueblo, era más que suficiente para los tres. Uno de los dos dormitorios, el pequeño, sería para él, mientras que el único cuarto de baño que había tendrían que compartirlo.

Por su parte, la pareja de treintañeros se quedaron tranquilos tras conocer a Josito, pudiendo comprobar que el flacucho muchacho parecía tan formal como les habían asegurado. Mientras el joven inquilino se acomodaba en la habitación de invitados que habían habilitado para él, se dispusieron a preparar la cena.

—¿Y qué vas a estudiar? —se interesó Celia, ya sentados en la mesa.

—Voy a cursar el grado en Fisioterapia.

—¡Joder, perfecto! —reaccionó Alonso alegremente—. Para cuando me lesione… —bromeó, provocando las risas multitudinarias.

—Tú es que ya estás mayor, nene —chasqueó su chica.

—Bueno, aún ni he empezado, pero por mí no hay problema —respondió Josito amablemente—. ¿Haces mucho ejercicio?

—Un poco —sonrió el novio de Celia, comenzando a explicar algunas de sus habituales rutinas deportivas.

Lo cierto es que al invitado no le resultó extraño todo lo que Alonso le contaba, pues se notaba que estaba en plena forma. Sin ser en absoluto un musculitos, tenía unos buenos bíceps y se le intuía un cuerpo voluminoso. Sin duda, aparentaba estar bastante fuerte. A su lado, Josito se sentía poca cosa.

—Y vosotros, ¿de qué trabajáis? —se interesó inocentemente—. Perdón por la indiscreción —reaccionó con presteza, haciendo reír a Celia.

—No pasa nada —contestó ella, sonriéndole—. Yo trabajo en una gestoría. Me pego unos buenos madrugones, ¡así que nada de formar escándalo por la noche! —chanceó, completamente risueña.

—No, no, que yo soy muy tranquilo —aseguró Josito.

—Tienes libertad para hacer lo que quieras —intervino Alonso—, siempre que cumplas unas normas básicas de convivencia.

—Claro —añadió Celia—. Ahí tienes tu habitación —señaló hacia el pasillo—. Puedes entrar o salir sin problema, como si fuera tu casa.

—Incluso puedes traerte alguna amiga… —apostilló el anfitrión de forma jocosa, haciendo reír a Josito.

—Bueno, bueno… —sonrió la treintañera—. El resto del piso es compartido, pero seguro que nos entenderemos y no habrá ningún problema.

Por la noche, a pesar del acogedor recibimiento, a Josito le costó conciliar el sueño. Aún debía acostumbrarse a estar fuera del pueblo y se sentía extraño. No obstante, en cuanto logró dormirse, lo hizo profundamente, descansando plácidamente sobre el relajante colchón de la habitación de invitados. No tardaría en habituarse a su nueva vida.

Mientras tanto, con Alonso ya sumido en el séptimo cielo, Celia seguía dándole vueltas a si había sido una buena idea meter a un inquilino en el piso. Lo que más le preocupaba era la falta intimidad. ¿Qué pasaba si le apetecía ir en bragas por la casa? ¿O si quería echar un polvo con su chico en el sofá? Frunció el ceño, convencida de que si hubieran estado solos, esa noche habrían follado.

3

El primer día de clase Josito estaba como un flan. Ya sentado en su asiento, fue viendo cómo iban entrando el resto de compañeros, algunos de ellos hablando amistosamente en pequeños grupos, que se iban distribuyendo a lo largo del aula. Hasta que una chica, delgada, con tono de piel lechoso y rostro angelical que se distinguía por unos labios carnosos y un alargado flequillo con un mechón de color morado que le caía hacia un costado, le saludó, colocándose junto a él.

—Hola, soy Alicia —se presentó.

—Encantado. José Luis, aunque todo el mundo me llama Josito.

—¿Quién es todo el mundo? —sonrió alegremente, mirando alrededor.

—Vale, lo confieso, no conozco a nadie —contestó, risueño.

—Ahora ya sí, Josito —le dedicó una bonita sonrisa.

De ese modo fue como el chico de pueblo conoció a Alicia, su primera amistad en la ciudad. Con ella visitó los distintos rincones de Almería y descubrió algunos de los secretos que podía ofrecerle un lugar con tantas posibilidades. Hasta que, una noche, de regreso a casa tras pasar el día con ella, se topó con un grupo de indeseables.

—Oye, tú, payo —le llamaron desde las sombras.

Josito, sabedor de que aquellas palabras no iban con buenas intenciones, hizo caso omiso, procurando seguir su camino.

—Perla, ¿no has oído? —insistió una segunda voz masculina.

—Tengo prisa —procuró evitarles cuando de repente le cortaron el paso.

Frente a él, un grupo de tres gitanos con demasiada mala pinta le miraban, desafiantes.

—¿Y ande vas con tanta prisa? —le sonrieron de un modo ciertamente amenazador.

—A casa.

—¿Dónde vives, quillo? No te habíamos visto antes.

—Me tengo que ir… —procuró avanzar, rodeándoles.

—Quieto ahí, payo —le detuvieron, agarrándole del brazo con una brusquedad que le pareció alarmantemente desmedida.

Josito se alteró, sintiendo cómo se le disparaban las pulsaciones. Por un momento pensó en la escopeta de caza de su padre. A ver si eran tan valientes en el pueblo…

—¿Todo bien, gallego? —afloró una nueva voz, con acento sudamericano, de alguien que se aproximaba desde la penumbra.

—¿Tú quién eres, perla? —alzaron la mirada hacia la oscuridad.

—Largo, que no es más que un chiquillo —apareció finalmente el hombre misterioso, iluminado por la tenue luz de las farolas.

Se trataba de un corpulento veinteañero, de rasgos latinos, alto y con una marcada y fibrosa musculatura que parecía salido de alguna banda de narcos mexicanos gracias al espectacular tatuaje que le cubría la piel de ambos brazos por completo, dejando entrever que se extendía por todo su torso, llegando incluso a asomar más allá del cuello de la camiseta.

—¡Cucha el payo! —se quejaron los gitanos, retirándose lentamente, amedrentados ante la imponente presencia masculina.

—Gracias —repuso Josito.

—Estos los conozco del barrio. Se creen los kings —rio.

—Pues en mi pueblo hay alguna que otra bestia que ya les habría dado una buena hostia con toda la mano abierta —bromeó, provocando las risas del joven que le había salvado.

—¿De dónde eres?

—De una pequeña localidad de la Alpujarra. ¿Y tú? ¿Latinoamericano?

—¿Se nota? —sonrió—. Sudaca, latin, chicano… puedes llamarme como quieras.

—Pero tienes nombre, ¿no? —ahora hizo que carcajeara.

—Marcus.

Y así fue como Josito conoció a su segundo amigo en la ciudad.

—¿Me lo estás diciendo en serio? —reaccionó Gabino tras la increíble historia que su colega le acababa de contar por teléfono.

—Tendrías que haber visto a ese tío. Me daba más miedo que los gitanos —bromeó, haciendo que ambos rompieran a reír.

—Oye, ¿y qué tal con Alicia?

—No empieces…

—Joder, Josito, que lo de las tetas te lo dije de broma. Aunque esté plana, puedes follártela.

—¡Anda, burro! —rio.

—Seguro que es de esas que las aureolas le cubren todo el pecho… —comenzó a farfullar—. Con los pezones bien negros y todo tiesos…

—Gabino, eres un puto cerdo —se quejó—. ¡No te estarás tocando! —chasqueó.

—No es descartable…

—¡Serás mamón!

Los dos chavales de pueblo comenzaron a carcajear, destornillándose de risa.

4

Algún tiempo después, tras uno de sus esporádicos partidos de tenis, Celia llegó a casa ligeramente sofocada. Al entrar al piso escuchó ruido en la habitación de Josito. Supuso que, como otras veces, estaría con Alicia. Mas su sorpresa fue cuando, al avanzar por el pasillo hacia el cuarto de baño, se abrió la puerta del dormitorio y ante ella apareció un chico completamente desconocido.

—Perdón —le sonrió el veinteañero.

A la novia de Alonso le pilló de improviso y se ruborizó por un instante. Estaba sudada, vistiendo el top ajustado con el que había estado jugando e, instintivamente, se cubrió el pecho. Sin ser exageradas, no tenía las tetas precisamente pequeñas.

—Disculpa, Celia —asomó Josito por detrás—. Este es Marcus, un amigo.

—Pensé que estarías con Alicia —reaccionó con naturalidad, echándole un nuevo vistazo al inesperado invitado.

Su primera impresión fue un tanto chocante. El aspecto del fornido joven, con ese enorme tatuaje, era intimidante, casi amenazador, pero en el fondo se notaba su corta edad. No obstante, a pesar de no ser más que otro crío, se veía que estaba mucho más hecho que Josito, especulando que el latino seguramente ya debía rebasar la veintena. En cualquier caso, no parecía un estudiante de Fisioterapia.

—Encantada, voy a darme una ducha —sonrió, despidiéndose definitivamente, sin darle mayor importancia.

—No veas cómo está esa hembra… —gesticuló Marcus con lascivia cuando ella se adentró en el cuarto de baño.

—¿Qué? —se sorprendió Josito.

Lo cierto es que el chico de pueblo nunca la había mirado de esa forma. Para él, Celia no era más que su casera, una conocida de sus padres. En definitiva, una mujer mayor. Y ni se le había pasado por la cabeza la posibilidad de verla con otros ojos.

—Me ha puesto bien caliente con esos trapos tan apretados… —prosiguió Marcus.

A medida que Josito iba escuchando las guarradas que su amigo comenzó a soltar sobre la pareja de Alonso, en su cabeza fue dibujando la imagen mental de su anfitriona, percatándose de que en realidad estaba tremendamente buena. ¡Cómo no se había dado cuenta antes! Morena, con el pelo largo y liso, unas facciones preciosas, no carentes de cierto morbo debido a sus alegres expresiones faciales, y un físico de escándalo, repleto de curvas, con unas piernas estilizadas, un buen culo y, sobre todo, unos destacables senos, tan voluminosos como bien puestos. Seguramente porque jugaba en otra categoría, muy por encima de las chicas de su quinta a las que él podía aspirar, no se había percatado del auténtico cañón con el que vivía.

Tras la ducha, al pasar frente a la puerta entreabierta de la habitación de invitados, Celia pudo escuchar a Marcus.

—¡Joder, es que menudas tetazas tiene esa zorra!

Sin detenerse, la treintañera sonrió, pensando en lo salidos que debían estar el par de chicos debido a su edad, incapaz de imaginar que el latino se estaba refiriendo a ella.

Esa misma noche, a Josito le costó conciliar el sueño. Un permanente runrún le atormentaba. No podía quitarse de la cabeza las palabras de Marcus sobre su anfitriona y, cada vez que cerraba los ojos, la veía. A pesar de que ya era toda una señora, tan inalcanzable como ciertamente siempre la había considerado, esa fue la primera vez que tuvo una erección pensando en ella. Y fue la más salvaje e impetuosa que recordaba.

Ya de madrugada, aún despierto, tumbado sobre su cama, incapaz de dormir, escuchó cómo Celia se levantaba. Y ya no aguantó más. Casi instintivamente se sacó el pene y comenzó a acariciárselo suave y tranquilamente mientras la oía, sintiendo cómo se le enardecía con cada sacudida al intuir a ese pibón al otro lado de la puerta, paseándose arriba y abajo. Cuando la novia de Alonso volvió a acostarse, quedándose el piso nuevamente en silencio, Josito acabó masturbándose rememorando lo tremendamente buena que estaba su casera.

Inicialmente le costó convivir con la culpa de haberse hecho una gayola pensando en una amiga de sus padres, pero poco a poco fue aceptando que esa mujer mayor era la tía más espectacular que jamás había conocido y la relación de Josito con su anfitriona fue cambiando irremediablemente. Aunque para ella todo seguía igual, él no podía evitar mirarla disimuladamente, cada vez con mayor asiduidad, como cuando se arreglaba para salir, alucinando con la pedazo de hembra con la que compartía piso, cuando iba por casa vistiendo ropa cómoda, pudiendo disfrutar de un poco más de carne de lo normal, o cuando volvía ligeramente sudada de hacer deporte, imaginando los excitantes bandazos de esas tetazas con cada movimiento… Celia le ponía cachondísimo.

5

Ya avanzado el curso, las primeras fiestas universitarias no tardaron en llegar. Alumnos de diferentes carreras se congregaban para disfrutar de las noches de los jueves a tope. En una de ellas, Josito, acompañado de Alicia, había quedado con Marcus para verse.

—Joder, gallego, si por algo me hubiera gustado estudiar es por esto —sonrió el latino al ver a su joven amigo de la Alpujarra, rodeándolo con un brazo para agarrarlo del cuello—. Mira, te presento a Trini.

—Por fin nos conocemos, mi arma.

El chico de pueblo se quedó inmediatamente prendado de esa exuberante veinteañera de piel morena. La andaluza, luciendo una media melena caoba, tenía unos rasgos muy marcados que, unidos a su mirada penetrante, le conferían un tremendo morbo. Iba vestida con un pantalón tejano desgastado, completamente ceñido, y una escueta camiseta con la que enseñaba el ombligo y su carnoso escote palabra de honor, evidenciando un buen par de tetas, aunque no llegaba a tenerlas tan grandes como Celia.

—Encantado —indicó, ligeramente apocopado por la imponente presencia femenina.

Y antes de que pudiera darle dos besos, Marcus aprovechó para comerle la boca, como si quisiera marcar territorio, haciendo que Josito tuviera que esperar a que dejaran de morrearse para poder presentar a Alicia.

—Esta es Abigail —anunció Trini con una sonrisa traviesa cuando se separó de su novio, dándole un pequeño empujón a la rubia que estaba a su lado para que diera un paso al frente.

También veinteañera, era otro tremendo pibón, con su larga cabellera recogida mediante una coleta que dejaba libres los pelos de ambos costados. Tenía los ojos azules, la nariz estilizada y los labios gruesos, adornados con una pequeña peca sobre una de las comisuras. Además, lucía un cuerpazo de escándalo envuelto en unos vaqueros que se adherían a su culo como una segunda piel y un top de tirantes en el que se contorneaban sus voluminosos senos, que no tenían nada que envidiar a los de su amiga.

Josito se preguntó qué había hecho bien para verse rodeado de tanta tía buena.

Unas horas más tarde, tras ayudar a potar a un compañero de clase que se había pasado con la bebida, el joven pueblerino volvió a la barra donde había dejado a su amiga.

—¿Dónde está Alicia? —le preguntó a Abigail, que se encogió de hombros, como si no supiera de qué le estaba hablando.

Tras la rubia, Josito divisó a Trini e, instintivamente, se la quedó mirando. No sabía qué era, pero la pareja de Marcus tenía algo que le atraía. Bajó la mirada ligeramente, fijándose en su escote. Vaya berzas tenía… Y entonces se dio cuenta… esa mujer le daba mucho, pero que mucho morbo.

—¡Eh, tú! —le llamó la atención—. ¿Quieres dejar de mirarme las tetas?

¡Menuda pillada!

—No te estaba mirando… —se excusó torpemente, alzando la vista, nervioso.

—Ya… —sonrió con cierta malicia, acercándose a Josito para colocarse frente a él—. Me parece a mí que tú no has visto una de estas en tu vida —marcó más la pérfida sonrisa, agarrándose las tetas en la cara del cohibido chiquillo, que no sabía dónde meterse.

—Va, déjalo, pobrecillo —interpeló Abigail—. Con lo mono que es… —le hizo un arrumaco, pasando la mano por su pelo, como si lo estuviera despeinando.

—Sí, sí, pobrecillo, pero no veas cómo se le van los ojos… —rio—. Mucha hembra para tan poco niño —se burló de él.

—No le hagas caso, Josito, que Trini está de cachondeo… ¡Cachondeo, cachondeo! —comenzó a gritar, moviéndose al son de la música.

Su amiga se le unió y ambas se pusieron a bailar, olvidándose definitivamente del joven pueblerino, que se las quedó mirando como lo que eran, dos auténticas diosas.

—¡Cucú! —le sorprendió Alicia, apareciendo tras él para sacarlo de la ensoñación en la que se había visto envuelto.

—¿Dónde estabas? —se interesó, girándose hacia ella.

—La he invitado a un trago —aclaró Marcus, asomando por la espalda de Alicia para acabar guiñándole un ojo a Josito.

¿¡Qué había querido decir!?

—Vamos a tomarnos la última en mi casa —añadió el latino.

—¿¡Los dos solos!? —reaccionó el chico de pueblo, provocando las carcajadas de Marcus y la estupefacción de Alicia.

—¡Josito! —replicó ella con cara de sorpresa.

—Gallego, que tengo novia —exclamó él, tronchándose de risa con su joven amigo.

—Yo qué sé…

Finalmente, siguiendo los deseos de Marcus, el auténtico líder del grupo, los cinco abandonaron la fiesta para acabar en el piso del latino. Y, tras tomar las últimas copas, debido a las altas horas, ya se quedaron a dormir.

Josito se despertó con la molesta luz del amanecer. Observó a Alicia, que dormía en la otra punta del sofá. Necesitaba orinar. Procurando hacer el menor ruido posible para no molestar a nadie, se levantó. Sin embargo, al llegar al pasillo, percibió movimiento. Había alguien en el cuarto de baño. El joven estaba resacoso y no pudo distinguir lo que decían, pero oyó como si alguien hablara. Y, antes de percibir la réplica, escuchó el agua de la ducha.

—Hombre, ¿qué tal has dormido? —le sorprendió Marcus, saliendo del aseo.

—Pues no muy bien, la verdad…

El latino rio.

—Hay que saber beber, gallego.

—Tengo que mear —dijo torpemente, agarrándose el paquete para evidenciar la urgencia.

—Pues Trini se está duchando —indicó, cerrando la puerta tras de sí—. Tendrás que esperar.

—¿Te marchas? —repuso Josito, algo contrariado.

—Algunos tenemos trabajo —replicó, sonriente—. Venga, no te lo hagas encima —bromeó, despidiéndose definitivamente al pasar por el costado del joven para acabar saliendo del piso.

Josito se quedó parado en mitad del pasillo mientras a su mente, ligeramente obnubilada, le comenzaba a llegar una perversa idea. Si la novia de Marcus estaba en la ducha cuando su pareja salió del lavabo, nadie había echado el pestillo.

Pensó que era una locura. Y sabía que no lo haría. Pero se imaginó lo que diría Gabino. Sonrió. Ese maldito pervertido ya habría abierto la puerta. Mientras daba media vuelta para volver junto a Alicia, se acordó de cómo la cabrona de Trini le había dejado en evidencia delante de Abigail. Lo cierto es que no había podido evitar estar toda la noche contemplándola y, recordando lo cerdo que le había puesto, sintió cómo se le endurecía el paquete. Miró en dirección al baño. Y el pene se le puso como un mástil.

—Solo voy a comprobar si ha echado el pestillo… —susurró para sí mismo, como queriendo auto convencerse, al tiempo que se adentraba en la oscuridad del pasillo.

Al sujetar la maneta, sintió el retumbar de sus propios latidos. Parecía que el corazón le iba a estallar, bombeando con fuerza para incrementar aún más su erección, provocándole un dolor que comenzaba a incomodarle. Giró el pomo con la mano fría, casi inerte, y la puerta se desplazó unos milímetros automáticamente. Josito pensó que se iba a desmayar. La adrenalina le brotaba a borbotones mientras, controlando que no dejara de escuchar el agua de la ducha, entreabrió lo suficiente como para echar un nimio vistazo al interior.

El chico de pueblo sintió el palpitar de su encolerizado miembro, incandescente y ya ligeramente humedecido, al contemplar el cuerpo desnudo y enjabonado de Trini. De espaldas, ese pibón se estaba aclarando. Era la imagen más excitante de toda su vida. Completamente desbocado, estuvo tentado de sacársela, deseoso de sobarse la picha mientras la espiaba, pero el instinto le advirtió del peligro que corría a cada segundo pasaba.

—¿Qué haces? —le sorprendió Abigail, saliendo de la habitación en la que había dormido.

—Es que me estoy meando… —improvisó, cerrando la puerta del lavabo y llevándose las manos a la entrepierna para intentar ocultar la más que evidente erección que llevaba.

—Ya… —sonrió—. A ver si al final sí que vas a ser un mirón…

—No estaba mirando…

Abigail se rio.

—Anda, vete, que yo le digo que se dé prisa —le dedicó una última sonrisa, divertida con lo que acababa de ocurrir, antes de adentrarse en el cuarto de baño.

Josito se quería morir.

Y ese mismo fin de semana…

—¡Anda ya! No me digas que no abriste la puerta, tío —se quejó Gabino, sentado junto a su amigo en una de las mesas del bar del pueblo.

—¿Pero cómo la iba a abrir? ¿¡Tú estás loco o qué te pasa!?

—¡Joder! Y es que no lo hiciste… —se resignó, mirándolo directamente a los ojos como si estuviera escudriñándolo—. Cómo te conozco… —mostró una tenue sonrisa—. Te perdiste a esa pedazo de tía en bolas…

—Ya…

—¿Y cómo has dicho que tenía las tetas…?

—Pues…

—Espera… ¡No lo sabes porque no se las has visto! —le troleó, haciendo que Josito carcajeara.

Mientras oía a su amigo despotricando, se preguntó qué le estaba pasando. Era la primera vez que mentía a Gabino. Pero es que ni él mismo se reconocía. ¿¡Cómo había sido capaz de abrir la maldita puerta del cuarto de baño!? Se dio cuenta de que se había comportado como un jodido pervertido.

6

—¿Vas a comprar mi regalo? —preguntó una sonriente Celia a su chico.

—No seas cotilla —le devolvió la sonrisa, acercándose a ella para ofrecerle un arrumaco—. He de salir y punto —le dio un tenue beso en los labios.

—¿Papa Noel o Reyes? —insistió, juguetona, restregándose ligeramente contra el fornido cuerpo masculino.

Las navidades estaban próximas y Celia sabía que su pareja aún no le había comprado nada. Ambos estaban acaramelados en mitad del salón cuando de repente sonó el timbre.

—Puto crío… —refunfuñó Alonso.

—Josito tiene llaves —aclaró ella.

—¿Esperas a alguien? —preguntó, extrañado.

—No —contestó, dirigiéndose a la puerta.

Al abrir, se topó con la imponente presencia de Marcus. Lo recordaba bien de aquella primera vez que se lo encontró inesperadamente en el pasillo del piso.

—Hola —sonrió él con cierta malicia al reencontrarse con semejante pibón—. ¿Está Josito?

—No —repuso Celia, percatándose de cómo el latino no le quitaba ojo.

La morena no le dio mayor importancia. No era la primera vez, ni sería la última, que un niñato de la edad de Marcus se la quedaba mirando. Si acaso, se sintió ligeramente adulada.

—¿Habíais quedado? Si quieres puedes pasar para esperarlo…

Y no había acabado la frase cuando el latino se adentró en el piso.

—Hola.

—Hola.

Los dos machos se encontraron en el salón, saludándose fríamente.

—Es un amigo de Josito —se apresuró a aclarar Celia, percibiendo la tensión que se había generado al instante.

Alonso no tardó en llevarse a su chica a la habitación para poder hablar a solas mientras aprovechaban que Marcus veía la tele sentado en el sofá.

—¿De dónde ha salido ese tío? —inquirió con cierta estupefacción—. No parece el típico amigo de un chavalín de pueblo recién llegado a Almería.

—Pues no le he preguntado, la verdad —respondió Celia, restándole importancia—. Lo he visto con Josito un par de veces creo.

—¿Y no sabes de qué se conocen?

—Compañeros de la uni supongo, pero no sé…

—No tiene mucha pinta…

Celia rio.

—¿Quieres que me quede? —preguntó Alonso, besando a su chica.

—No te preocupes. Ya he coincidido con él y no hay ningún problema —sonrió al ver su rostro de preocupación.

—Te quiero.

Y antes de que su chica pudiera contestar, la besó apasionadamente, agarrándola del culo para dejar bien claro quién era su hombre.

Tras la marcha de Alonso, una vez a solas, Celia se dirigió al amigo de su inquilino.

—¿Quieres beber algo mientras llega Josito?

—Te acompaño con lo que te apetezca tomar.

—Yo no quiero nada, gracias.

—Una cerveza está bien entonces —se alzó del sofá para seguir a Celia hasta la cocina.

—¿A qué hora has quedado con él? —inquirió, abriendo la nevera para coger un botellín.

—Es más agradable beber acompañado —reaccionó Marcus, haciéndose con otra cerveza antes de que se cerrara la puerta del frigorífico.

Celia rio.

—Vaya tela… —aceptó a regañadientes, sin dejar de sonreír.

La morena se encaminó hacia el salón, con el latino tras ella, clavando la mirada en su culo. La novia de Alonso iba vestida con ropa de estar por casa, con un jersey abultado y unas mallas con las que se le marcaba toda la fisonomía de cintura para abajo.

—¿Sois compañeros de clase? —preguntó Celia, que ya estaba intrigada.

—¿No te lo ha contado Josito?

—Lo siento, no eres tema de conversación entre nosotros —se burló, llegando al sofá para darse la vuelta y sacarle la lengua jocosamente antes de tomar asiento.

—Es muy reservado. Pero en realidad le encanta hablar de mí —bromeó, haciendo que Celia se riera—. Sí, vamos juntos a la uni —mintió.

—¿Pero vais a la misma clase? Tú eres más mayor, ¿no?

—¿Se me nota? —sonrió con cierta gracia.

—Un poco —le devolvió la sonrisa.

Y ambos acabaron riendo. A Celia le pareció agradable.

—En realidad, hay toda una historia detrás… —comenzó a explicar el latino.

—Cuéntame —pidió la treintañera, subiendo los pies al sofá, sin separar las rodillas en ningún momento, para ponerse cómoda.

—El caso es que yo trabajaba en un centro de masajes, pero me echaron…

—Vaya… lo siento.

—No pasa nada —hizo un gesto con la mano, quitándole importancia—. Pero lo cierto es que me está costando que me vuelvan a contratar.

—¿Y eso? ¿Tan mal haces los masajes? —se cachondeó Celia, que empezaba a pasárselo bien.

—La verdad es que los hago bastante mejor de lo que te puedas imaginar —mostró una pérfida mueca.

—No sé yo, no te habrían despedido entonces… —perfiló una sonrisa maliciosa antes de darle un trago a la cerveza.

—Aún no sabes el motivo por el que me largaron…

—Tienes razón. Me callo —sonrió, sellando los labios en un gesto de lo más sensual.

—El caso es que estas pintas no ayudan a que me contraten…

Y, ni corto ni perezoso, Marcus se deshizo de la parte de arriba de su vestimenta, enseñando la desnudez de su torso.

—Guau… —soltó Celia instintivamente, observando el cuerpazo del latino, que estaba fibradísimo, marcando todas y cada una de las hendiduras de su recia musculatura—. Menudo tatuaje…

—Ya… pues a los centros de masajes no les hace mucha gracia… Así que decidí sacarme un título que me ayudara a encontrar empleo. Y creo que Fisioterapia encaja bastante bien para mi cometido.

—¿Y te echaron por el tatuaje?

—No exactamente. ¿Quieres saberlo? —la escudriñó con la mirada, casi comiéndosela con los ojos.

—Seguro que es porque haces los masajes fatal —bromeó, riéndose nuevamente.

Marcus sonrió.

—Una vez tuve una clienta. Se parecía a ti —comenzó a explicar a medida que recorría con la vista la fisonomía de Celia—. Morena, bello rostro, buen body, tremendas tetas… En resumen, que estaba cañón, como tú.

—Gracias —sonrió, procurando no darle mayor importancia, pero sin poder evitar sentirse completamente halagada.

—Eso me hace pensar que tal vez algún día también puedas comprobar qué tan bien hago los masajes… —perfiló aún más si cabe la mueca llena de perfidia.

—No sé yo…

—El caso es que empecé mi trabajo como normalmente. Ella tenía la piel suave y mis manos lubricadas se deslizaban por su carne con facilidad, sintiendo cómo se iba relajando. Inicialmente la espalda. Luego los brazos. Sentía cómo la tenía casi en trance. No te voy a mentir, me gustaba tocarla y me recreé —sonrió con malicia.

—Qué cabrón…

—Fue entonces cuando pasé a sus piernas. Desde los pies, subí hasta sus rodillas, clavándole los dedos con fuerza, ya casi rasgándole la piel… Y parece que ella se sentía bien porque cuando le acaricié los muslos, se le escapó un primer gemido…

—¡No! —se sorprendió Celia—. ¿Tan bueno eres? —le regaló una nueva sonrisa, esta vez no carente de cierta picardía.

—¿Me estás preguntando si se puso cachonda?

Y antes de que la novia de Alonso pudiera contestar, Marcus prosiguió.

—Aún la calenté más.

—Qué hijo de puta… —se le escapó, casi como si fuera un susurro.

—La volteé para que me viera, para que disfrutara de su masajista —indicó con soberbia—. Seguí subiendo mis manos por sus muslos, hasta introducirlas bajo la toalla con la que se cubría.

—¿Y te dejó?

—Separó las rodillas.

—Uf…

—Y a tu pregunta, sí, la muy zorra estaba bien cachonda —comenzó a usar lenguaje soez—. Así que tiré de la toalla, bajándosela hasta que descubrí sus dos buenas tetazas, con los pezones apuntándome bien duros. Y entonces me agarró de la muñeca.

—¿Te detuvo?

—¿Tú qué crees?

—Creo que no —contestó, completamente seria.

Marcus volvió a sonreír.

—Me llevó hasta su pecho para que le hincara los dedos mientras alcanzaba su coño con mi otra mano. Estaba empapada —aseguró con total desfachatez—. Así que no vuelvas a insinuar que no hago buenos masajes sin haberlo probado antes.

—Tú eres un poquito cabrón, ¿lo sabías?

Celia se revolvió en el sofá, inquieta. La conversación se había ido de madre y comenzó a sentirse incómoda. No tanto por el contenido sino porque…

—¡Buenas! —los interrumpió Josito, entrando al piso alegremente.

—Ya era hora —se quejó Marcus.

—¿Tú qué haces aquí, y sin camiseta? ¿Habíamos quedado?

—Vaya tela… —se importunó Celia, echándole una mirada de reproche al latino antes de alejarse hacia el cuarto de baño.

—¿Qué pasa? —inquirió Josito.

—Nada —repuso su amigo—. Por cierto, tus caseros se creen que estudiamos juntos… —le susurró por lo bajo.

Mientras el par de veinteañeros salían del piso, Celia se miró al espejo. Tenía las mejillas sonrojadas.

—¡Joder! Cómo me ha puesto el niñato con la maldita historia… —balbuceó, llevándose una mano a la entrepierna para darse una suave caricia por encima de las mallas—. Uhm… —sollozó, mordiéndose los labios.

Unas cuantas horas después, esa misma noche…

—Fuiste tú quien quiso que se quedara en casa por la feliz idea de tus padres —replicó Celia.

—Ya… —masculló Alonso.

—A ver, el niño no puede ser más majo…

—Sí, pero no me gusta que se junte con según qué pintas…

Celia rio a carcajadas.

—Al final sí que parecemos sus padres —sonrió, aprovechando para llevar una mano al paquete de su chico.

—¿Qué haces? —se quejó él, retirándose.

—¿Tú qué crees…?

—El fin de semana mejor…

—¿Qué te impide hacerlo ahora? —volvió a acercarse, comenzando a hacerle arrumacos.

—Pues que Josito puede aparecer en cualquier momento…

—¿Y? —sonrió al volver a calibrar el paquete de Alonso y comprobar que se había empalmado.

—No, Ce… —le agarró el brazo, apartándola.

—Jo, vida… —rechinó los dientes, mordiéndose el labio, en un gesto lleno de lascivia con el que evidenció que estaba cachonda.

—El fin de semana, cuando se haya ido… —insistió él, tajante, alejándose para apartarse de la tentación y dar la conversación por concluida.

—¡Uf! —resopló Celia, resignada—. Maldito crío…

7

Con el paso de los meses, llegó el buen tiempo. Y, ya en plena primavera, las playas almerienses comenzaban a recibir sus primeros visitantes.

Josito salió pronto de clase. No tenía planes y se dirigió al piso. Al entrar se encontró con su anfitriona.

—Hola.

—Hola, guapo —contestó ella, transmitiendo la confianza que se había generado gracias al cada vez más largo periodo de convivencia.

—¿Sales? —preguntó al ver que no paraba quieta, de un lado para otro, preparando una bolsa.

—Sí, he quedado con mi hermana para ir a la playa.

—¡Jolín, qué guay! —reaccionó instintivamente con una sincera mueca de alegría que provocó la sonrisa de Celia.

—Ya hace bueno, ¿te quieres venir? —le propuso, imaginando que tal vez aún no había ido desde que estaba en Almería.

De repente, picaron al timbre.

—Es Emma —anunció Celia—. Lo siento, otra vez será —le sacó la lengua graciosamente, como si hubiera perdido su oportunidad.

—¡Espera! —reaccionó Josito, que pensó que no tendría otra ocasión tan inmejorable—. Cojo un bañador corriendo…

Y antes de que la treintañera pudiera reaccionar, su inquilino ya estaba en la habitación buscando la prenda de baño.

Cuando Josito vio a Emma no se sorprendió. La hermana mayor de Celia, ya cercana a los 40, no era tan guapa, pero seguía estando muy buena a pesar de la edad. Su pelo liso era algo más claro, igual que su piel. También tenía un buen cuerpo, pero si algo destacaba por encima de la pequeña de la familia era por tener unos senos incluso aún más grandes. Josito se imaginó que la madre debía tener unos enormes melones para haber parido a ese par de hembras con esas tetazas.

Una vez en la playa, mientras las dos mujeres colocaban sus toallas y se deshacían de la ropa, quedándose en bikini, el joven pueblerino no podía evitar mirarlas lo más disimuladamente posible, tumbándose boca abajo para ocultar su incipiente erección. ¡Joder, estaban espectaculares con esas prendas que apenas tapaban sus cuerpazos!

Pero era Celia la que se llevaba mayoritariamente su atención, exhibiendo un conjunto celeste, con la parte de arriba en forma de triángulo, apenas conteniendo el volumen de sus magníficos pechos, y la pieza de abajo al estilo brasileño, con la tela casi metiéndose entre los cachetes de su culo. Ni sabía la de veces que se había imaginado así a su casera…

—¿Todo bien? —le sorprendió la novia de Alonso, estirándose boca arriba sobre su toalla—. Estás ahí, mirándonos sin decir ni una palabra —sonrió, divertida con el comportamiento del muchacho, que parecía intimidado.

—Estáis en muy buena forma —reaccionó con naturalidad, provocando las risas de las dos hermanas.

—Gracias —contestaron al unísono.

—No habréis traído crema por casualidad… —soltó Josito.

—Yo no uso —repuso Celia, apoyando los codos sobre la toalla para quedarse alzada, con las piernas bien juntas y ligeramente dobladas, en una postura de lo más sensual, luciendo su brillante piel morena y toda la magnificencia de su exuberante figura.

—El sol es traicionero —indicó Josito con cierta preocupación, recordando cómo pegaba durante el verano en la Alpujarra.

—Pero si apenas pica… —se burló la novia de Alonso jocosamente.

—Yo tengo —confirmó Emma, sacándola de su bolsa de playa.

—¿Me dejarás un poco…? —solicitó él con evidente timidez—. Que con las prisas…

—¡Claro! —reaccionó la mayor de las hermanas mientras comenzaba a extender un poco de protección por sus brazos.

—Si necesitas ayuda para la espalda… —propuso el niño inocentemente, como si fuera lo más normal del mundo, sin mayor pretensión que procurar ser amable.

Ambas mujeres carcajearon.

—Ya puedo sola, gracias… —rechistó Emma con gracejo, exhibiendo la sonrisa que le había provocado el inapropiado ofrecimiento del muchacho mientras terminaba de untarse la crema.

—Y si necesita ayuda, me tiene a mí —aclaró Celia, dejándose caer definitivamente sobre la toalla, ya con los ojos cerrados, comenzando a percibir el calor de los aún tenues rayos de sol primaverales.

—Anda, ponte un poco —le lanzó el envase—. Que estás muy blanco —se burló jocosamente la mayor de las hermanas.

—Ya, pero…

—¿Qué?

Emma se lo quedó mirando.

—Es que yo sí necesito ayuda… —indicó finalmente con un evidente tono de apuro, volviendo a provocar las risas de ambas mujeres.

—Pobre… —soltó Celia, abriendo un ojo y alzando ligeramente la cabeza para observar a Josito.

El chico de pueblo estaba tremendamente delgado, pero no se podía negar que, aunque no la tuviera demasiado desarrollada, toda su joven musculatura estaba bien definida.

—Anda, trae —se alzó Emma, cogiendo el envase y poniéndose al lado del muchacho para esparcirle la crema.

Mientras lo hacía, Celia se percató de que Josito no le quitaba ojo. Estuvo a punto de sonreír, pero se contuvo. Era la primera vez que notaba cierta actitud de descaro en el chiquillo, siempre tan formal, y no le quiso dar alas. Tampoco le dio importancia. Al fin y al cabo era lógico que se le fuera la vista un poco. No era precisamente el primer tío que la miraba en la playa. Y, no siendo más que un crío, que seguramente debía estar bastante salido, le pareció lo más normal del mundo.

—Joder, Josito, estás más duro de lo que parece —indicó Emma graciosamente, deslizando los dedos llenos de crema por las dorsales masculinas.

—En el pueblo no paramos —aclaró el chico, mostrando una sonrisa orgullosa—. El fin de semana mi padre me mata a trabajar en el campo —volvió a provocar las risas de las dos hermanas.

—Tienes que ir al gimnasio —le propuso Celia—. Si te pones fuerte te las llevarás de calle —le sonrió, ahora sí.

—Bueno, ya está —indicó Emma, dándole una última palmada en la parte baja de la espalda—. Ya estás protegido —concluyó, recuperando su sitio en la toalla mientras observaba cómo el muchacho se alzaba para untarse la crema por el resto del cuerpo.

Apenas un par de horas después, tras la agradable tarde de playa, el inesperado trío volvió al piso. Y, mientras Josito se daba una ducha, Emma aprovechó para cotillear con su hermana.

—¿Y qué tal con el crío en casa? —se interesó.

—Bien, es muy majo.

—Y el tema de la intimidad, ¿cómo lo lleváis?

—Pues no muy bien, la verdad —confesó Celia—. Al principio, pues bueno… Pero ahora incluso Alonso está hasta las narices.

Emma rio.

—Pues como se entere de que tenéis un pequeño pervertido en casa… —chanceó con una mueca divertida.

—¿¡Qué dices!? —sonrió la menor de las hermanas, que no se esperaba ese comentario.

—No sé si le ha gustado más que le tocara o ver lo buenorra que estás, porque no te quitaba ojo…

—Ya…

Y tras unos segundos, Celia preguntó.

—Pero… ¿ha pasado algo?

La hermana mayor sonrió maliciosamente.

—Cuando he terminado de ponerle la crema por la espalda y se ha levantado para seguir con el resto del cuerpo…

—¿Qué?

—Pues que el chaval tenía un cacho de toalla bien hundida en la arena… —perfiló aún más la sonrisa.

Ambas comenzaron a reír a carcajadas, sin poder parar, dándoles un ataque de risa, que duró lo suficiente como para que Josito las interrumpiera tras salir de la ducha.

—¿Qué pasa?

—Nada, nada —balbuceó Celia, casi lloriqueando.

—¡Ay! —suspiró Emma, sin dejar de sonreír—. Bueno, yo ya me voy… —se despidió definitivamente.

8

Celia había vuelto a coincidir con Marcus en varias ocasiones, pero el veinteañero jamás insinuó nada al respecto del día que la puso como una moto con la historia del masaje. Eso hizo que olvidara el tema por completo, logrando que la presencia del latino volviera a no tener mayor relevancia. Aunque a Alonso seguía sin hacerle mucha gracia verlo merodeando por el piso.

—Esta noche vendrá Marcus, que queremos ver una peli —indicó Josito a la pareja de treintañeros con los que vivía.

—Mientras no montéis follón ya sabes que en tu cuarto puedes hacer lo que quieras —advirtió el hombre de la casa.

—Bueno, había pensado verla en el salón, cuando os vayáis a la cama… si no os importa —añadió.

—¿No tenéis clase mañana? —inquirió Celia.

—Entramos tarde.

—Por mí no hay problema —admitió Alonso a regañadientes.

—¿Qué vais a ver?

—¿Te quieres apuntar? —sonrió Josito, que le pareció una gran idea.

—Depende —le devolvió la sonrisa, pensando que no era un mal plan—. Mañana voy a ver a un cliente y puedo salir más tarde. ¿Nos apuntamos a la peli, vida? —se dirigió a su chico.

—Paso, que yo sí madrugo —refunfuñó, aún molesto con la idea de que Marcus viniera al piso.

Dieron la conversación por concluida. Y no fue hasta la noche, cuando Josito y su amigo llegaron a la casa, que la retomaron.

—¿Cómo va eso, family? —saludó Marcus con su habitual tono de desfachatez al entrar al piso.

—Bien, a punto de irnos a la cama —indicó Celia, alzándose del sofá para dirigirse al cuarto de baño—. Ya os dejamos solos —indicó graciosamente.

—¿No os apuntáis a ver el film? —insistió el veinteañero.

—Ya les he dicho —aclaró Josito.

—Mañana madrugamos —recordó Alonso, siguiendo los pasos de su novia.

—¿Qué vais a ver? —preguntó ella, alzando el tono desde el pasillo.

—Si te quedas, podrás comprobarlo —le lanzó el dardo Marcus, logrando provocarle una sonrisa a Celia.

—Quédate si quieres —le instó Alonso, adentrándose en el aseo con su chica.

—¿No te importa?

—Claro que no —mintió, posando la mano sobre el culo de Celia, acariciándoselo suavemente antes de darle un beso en el cuello—. Pásalo bien —la miró con malicia a través del espejo.

—Serás cabrón… —le sonrió con picardía—. Ahora prefiero irme a la cama contigo —confesó, moviendo el brazo en dirección al paquete de su chico, amasándoselo.

—Ahora te jodes y te quedas con ellos —la chinchó, apartándola para irse a la habitación y dejarla con las ganas.

—Tampoco habrías hecho nada… —refunfuñó por lo bajo cuando se quedó a solas.

Unos minutos después, Celia apareció en el salón donde se encontraban Marcus y Josito. Se había puesto ropa cómoda, vistiendo una camiseta y unos pantalones cortos, pues el calor andaluz comenzaba a apretar.

—¿Qué tomas? —le ofreció Marcus, que estaba abriendo una lata de cerveza.

—Tú como si estuvieras en tu casa… —desdeñó ella con cierta gracia, pues aunque no le importaba, le pareció que el latino tenía bastante morro.

—Las ha traído él —aclaró Josito.

—Ah, perdona —se disculpó Celia—. Yo no quiero nada, gracias.

—Va, una por lo borde que has sido —sonrió, abriendo otra lata.

—¡Sí, hombre! —se quejó, risueña, pero aceptando la bebida que le pasó el latino.

Antes de poner la película, charlaron un rato. Y con la tontería, ya se habían acabado la primera cerveza.

—¿Otra? —les ofreció Marcus, abriéndolas antes de que contestaran.

—¿Pero queréis poner ya la peli? —les increpó Celia alegremente—. Qué al final me van a dar las tantas…

—He traído un par —aclaró el latino—. Toma —le ofreció la cerveza.

—Tío, que mañana trabajo —protestó, aunque no le hizo ascos al ofrecimiento, cogiendo la lata y dándole un buen trago. —¿De qué van? —inquirió.

—Una es romántica —sonrió Marcus, que parecía estar de cachondeo.

—¡Puf! —reaccionó ella, poniendo una mueca de disgusto—. Nada, nada, la otra.

—¿Seguro? —remarcó el malicioso gesto—. Luego no te quejes.

—¿Qué es gore o algo así? —preguntó, sin tener ni idea de a lo que se estaría refiriendo.

—Toma, pon esta —le dio el pendrive a Josito—. Y tú siéntate aquí, a mi lado —sonrió, agarrando a Celia de la muñeca para obligarla a ponerse junto a él.

—¡Quita! —se quejó, zafándose del joven latino, pero colocándose justo donde él le había indicado.

Lo cierto es que a Celia le hacía gracia el muchacho. Y en cierto modo, mientras no se pasara demasiado, le gustaba que la rondara.

—Que empieza… —indicó Josito.

La película parecía ya iniciada, pues comenzó en mitad de una escena.

—¿Pero esto qué es? —sonrió la novia de Alonso, que estaba alucinando.

El ambiente cutre, los diálogos soeces y los actores malísimos ya le dieron una idea de lo que estaba viendo, hasta que el enorme negro obligó a que la preciosa morena que tenía enfrente se agachara ante él, quedándose de rodillas mientras se desabrochaba la bragueta.

—Seréis cerdos —se quejó—. ¿Habéis puesto una porno? —sonrió, dando un nuevo trago a la cerveza.

—La has elegido tú —se burló el latino.

A Celia no le iban esas cosas. Era más de imaginar que de ver y prefería un buen relato a una peli. Pero mientras reprendía con la mirada a los dos chicos, no pudo evitar estar atenta de reojo a la pantalla.

El negro tenía una buena tranca. No podía negar que a ella le gustaban grandes. Alonso la tenía más bien normalita, pero antes de estar con él había conocido algún que otro buen pollón. Esos recuerdos, acompañados del alcohol y la escena porno que se estaba emitiendo en la tele, hicieron que comenzara a calentarse. E, instintivamente, movió los ojos hacia abajo.

Le dio la impresión de que el paquete de Marcus estaba hinchado. Pensó que era un guarro. Y eso la excitó. El latino no parecía ir mal servido y se imaginó que esa pedazo de erección era por ella, logrando que se sintiera poderosa. Alzó la vista y sus miradas se cruzaron. El niñato la sonrió con una malicia que la encendió y ella no pudo evitar devolverle la sonrisa, sintiéndose un poquito zorrón, lo que hizo que ya se pusiera cachonda del todo.

—¿Te gusta? —soltó él con suficiencia.

—¿El qué? —preguntó Celia con las pulsaciones aceleradas, pensando que se refería a su paquete, el cual había estado comiéndose con los ojos instantes antes.

Marcus la sujetó por la barbilla, girándole el rostro para que mirara hacia la pantalla.

—¿Te gusta cómo esa guarra se la mama?

La actriz porno le estaba haciendo una buena comida de rabo al negro, agarrándole el pollón a dos manos mientras le chupaba y lamía el grueso glande con extrema devoción. ¡Claro que le gustaba!

—¡Anda, quitad eso! —reaccionó al fin, alzándose del sofá—. ¿Os ibais a hacer una paja mientras mi chico y yo dormíamos ahí al lado o qué? —sonrió—. ¡Seréis guarros! —protestó, aunque sabía perfectamente que no había sido más que una estratagema del latino.

No podía negar que el muy cabrón tenía el don de calentarla. Aunque la cosa no iba a pasar de ahí. Sabía sus intenciones, pero ni por asomo tenía la más remota posibilidad con ella. Alonso era el hombre de su vida. Lo quería y jamás le había sido infiel. Y Marcus no era más que un niñato, totalmente incapaz de cambiar eso.

Tras unas cuantas bromas al respecto, Celia decidió poner fin a la situación. No quería que su chico se despertara y tener que contarle lo que había pasado. Sabía que se hubiera llevado un buen mosqueo. Así que, de buenas maneras, acabó echando al latino.

—Lo siento —se disculpó Josito, una vez a solas.

—No pasa nada.

—Me lo dijo él, que sería divertido —confesó, sacándole una carcajada a Celia.

—Críos…

Se hizo el silencio, solo roto por la treintañera al cabo de unos segundos.

—¿Nos la acabamos? —alzó su cerveza, indicando que todavía le quedaba.

Lo cierto es que Celia no tenía ganas de irse a la cama. Estaba con el puntillo y aún el duraba el calentón.

Nuevamente sentados en el sofá, degustando en silencio sendas bebidas, ella se quedó escudriñando a su joven inquilino.

—¿Qué? —no pudo evitar una estúpida mueca, sintiéndose cohibido ante la mirada femenina.

—Nada, me preguntaba si ya has conocido a alguien en Almería…

—¿¡Qué clase de pregunta es esa!? —se sonrojó, pues no se esperaba tener esa conversación con su anfitriona.

—Eso es que no —rio, dando un nuevo trago a la cerveza.

—Bueno… lo cierto es que… hay alguien que… esto… la verdad es que… bueno, no…

Celia se tronchaba.

—¿Eres virgen? —le preguntó de sopetón, con total desfachatez, mostrando un gesto ligeramente malicioso.

El silencio de Josito lo dijo todo.

—Pobre… —le sonrió con dulzura—. Yo llevo toda la semana sin que Alonso me toque y ya me subo por las paredes —confesó, más achispada de lo que debería—. Así que no me quiero imaginar cómo debes estar… —cambió la mueca a una mucho más picante—. Pero no pasa nada. Ya llegará. Eres guapo —se lo quedó mirando.

Y realmente lo era. A pesar de ser un chico flacucho y no destacar demasiado, Josito era atractivo. Celia no se había percatado a este momento, pero el alcohol y el calentón por culpa de Marcus hicieron que lo viera con otros ojos.

—Jo… —reaccionó él con cierta admiración—. Que eso venga de ti es todo un halago.

La novia de Alonso volvió a reír.

—¿Qué quieres decir?

—Pues que… ¿no te vas a enfadar si lo digo…?

Ella no paraba de desternillase de la risa.

—No seas tonto… —dijo antes de dar otro sorbo.

—Pues que viniendo de una tía buena como tú… —soltó sin poder evitar una cierta entonación lujuriosa.

—Oh… eres un cielo —sonrió, satisfecha con el piropo.

Celia dio el último trago a la cerveza.

—¿Y qué es lo que te gusta de mí? —preguntó como si nada, aunque no pudo evitar un ligero tono de picardía—. Porque en la playa no me quitabas ojo…

—¿Te diste cuenta? —se puso rojo como un tomate, cambiando de postura disimuladamente para tratar de ocultar su progresiva erección.

—Las mujeres nos damos cuenta de esas cosas…

Celia se acercó al muchacho, hasta sentarse junto a él. Le hizo gracia percibir su nerviosismo. Después del calentón de Marcus, tenía ganas de divertirse y, dado que Alonso no estaba por la labor, pensó en espabilar un poco al pobre chico de pueblo. Se inclinó hacia el costado, haciendo que su camiseta se rozara intencionadamente contra el brazo de su inquilino para acabar cuchicheándole.

—Si quieres puedes decírmelo al oído…

Josito, al sentir el sutil contacto con las enormes berzas de su casera, percibió cómo la empalmada se le descontrolaba, absolutamente convencido de que no iba a poder disimularla. Así que, sin pensar demasiado, agarró un cojín para taparse, provocando que la treintañera carcajeara una vez más.

—Así que te gustan mis tetas… —concluyó Celia con una sonrisa orgullosa, no sin antes regalarle un último gesto disimulado con el que se restregó un poco más contra el chiquillo.

—Claro… —confirmó con voz de auténtico salido.

Josito no sabía qué pasaba, pero estaba alucinando. Tenía a su anfitriona insinuándose descaradamente. Y, aunque él aún dudaba, en su cabeza Gabino no dejaba de decirle lo que tenía que hacer. Y el alcohol le jugó una mala pasada.

—¿Puedo?

Ya completamente enajenado, el chico de pueblo estiró la mano temblorosa hacia el cuerpo femenino, entrando en contacto con su tronco, sintiendo un subidón desmedido solo con acariciarle el vientre por encima de la camiseta mientras se desplazaba en dirección al pecho de Celia, que se alarmó de inmediato.

—¿Qué haces? —protestó, apartándose en seguida.

—Perdona, yo… —se disculpó, comprendiendo al instante que se había flipado.

—Solo era un juego inocente, Josito —aclaró ella con seriedad—. ¡Joder, no eres más que un crío! Y Alonso está ahí durmiendo —le amonestó.

—Disculpa, de verdad, me he… Yo… ¡Joder! Si quieres que me vaya del piso… lo entiendo… en serio…

Celia rio nuevamente, observando la apesadumbrada reacción de su avergonzado inquilino.

—Eh, no pasa nada, tranquilo. No ha sido más que un mal entendido.

—Por favor, perdona… —insistió, totalmente arrepentido, aún tapándose la erección con el cojín.

—Mira, si te vas a sentir mejor, lo que ha ocurrido hoy será nuestro secreto, ¿de acuerdo?

—Sí, claro. Vale… —se tranquilizó.

Él se la quedó mirando, contemplando la extrema belleza que desprendía esa diosa, incapaz de asimilar lo que acababa de ocurrir. Y entonces se le ocurrió…

—Pero… ¿podremos seguir jugando alguna otra vez? —inquirió con los ojos llenos de esperanza.

—No, Josito, esta ha sido la única —aseguró con firmeza, ahora arrepentida—. Solo quería aleccionarte un poco. Nada más. Pero ya veo que no te lo has tomado demasiado bien —frunció el ceño—. Ahora vete a la cama.

Lo cierto es que la reacción del chico le bajó la libido. Celia no pensó que el muchacho actuaría de ese modo. Pero había sido culpa suya. ¿Qué esperaba? Aunque pareciera tan formal, no dejaba de ser un crío con las hormonas revolucionadas. Y ella se las había alterado más de la cuenta. Deseó que lo ocurrido quedara como una anécdota. No le apetecía tener que pararle los pies como a su amigo.

Por su parte, ya en su cuarto, Josito no podía quitarse de la cabeza lo que había sucedido y cada vez le daba más vueltas. Por un lado estaba eufórico, pues ni en sus mejores sueños se había imaginado que llegara a pasar algo parecido. Pero por otro lado no podía evitar la sensación de haberla cagado, perdiendo cualquier oportunidad de continuar ese juego que su anfitriona había iniciado. Algo tenía que hacer…

9

—¡Ah, cabrón! —rechistó Trini entre jadeos.

Marcus, a su espalda, la agarró del pelo, tirando de ella para arquearle el cuerpo mientras la penetraba con fiereza.

—¡Ah! —se escuchó un fuerte gemido femenino cuando él le abofeteó el pecho antes de estrujárselo.

—Tremendas zorras sois las españolas —la injurió.

—Maldito sudaca, ¿te has follado a muchas?

—A todas las que he querido —la embistió con tanta virulencia que la andaluza perdió apoyo, sintiendo el fuerte tirón de pelo.

—Joputa… me corro… ah… joputa…

Marcus le dio un nuevo empujón, empotrándola contra la pared mientras le hacía rebotar los huevos en los temblorosos muslos, logrando que el coño de Trini comenzara a gotear. De repente, dejó de penetrarla, sacándosela de golpe para hacerla chillar de placer. Y entonces fue cuando ella soltó el chorrazo que empapó el suelo, seguido de varios chorreones más, cada vez que él le restregaba la polla sobre el sensible clítoris.

Mientras la andaluza tenía uno más de los apoteósicos orgasmos que su novio latino solía provocarle, sonó el timbre.

—Uhm… —soltó un prolongado sollozo de satisfacción, disfrutando del aún perceptible regusto del reciente éxtasis, mientras sentía cómo Marcus se separaba.

—Vístete, que tenemos visita y pareces una tremenda puta.

—¿Quién es? —inquirió, llevándose una mano al coño para tocarse un poco más—. No abras… —suplicó, viendo con resignación cómo su hombre se colocaba los calzoncillos.

—Siempre quieres más… —sonrió con un gesto de superioridad—. Zorra.

—Follas demasiado bien, mi arma…

—Es Josito. Habíamos quedado.

—Joder… ese pervertido…

Marcus rió.

—Estás muy buena. Deja que te mire. Y que se muera de envidia —perfiló aún más su malicioso gesto, lleno de ostentosidad.

—Menudo cabrón estás tú hecho —le dio un beso en la boca, mordiéndole el labio ligeramente—. Limpio esto y voy al cuarto a cambiarme.

Unos cuantos minutos después, cuando Trini regresó al salón, ya vestida con ropa cómoda, se encontró con Marcus y Josito, que estaban sentados en la mesa, charlando amistosamente.

—¿Qué pasa, mirón? —saludó al invitado de modo hiriente.

—¿¡Qué!? —reaccionó el pueblerino de un modo asustadizo, provocando las carcajadas de Marcus.

—No te preocupes, gallego, que ya me ha contado.

—¿El qué? —inquirió Josito, aterrorizado por lo que se esa bruja pudiera haberle dicho.

—Que para no ser más que un crío, eres un maldito pervertido —rio Trini, haciendo que su pareja soltara una nueva carcajada.

—¿Te gusta mi novia? —lanzó Marcus, poniéndose serio.

—¡Claro que no!

—¿Me estás llamando fea?

—No…

—Entonces… —insistió el latino, agarrando a su amigo del mentón, obligándole a girar el rostro—. Mírala…

Josito observó a Trini, contemplando cómo la muy zorra sonreía, pavoneándose. Se lo estaba pasando en grande.

—¿Está buena? Mírale las tetas. ¿Te gustan?

El chico de pueblo no sabía cómo reaccionar. Estaba ciertamente acongojado.

—Que estoy de guasa, gallego —confesó Marcus finalmente, volviendo a sonreír—. Puedes mirarla todo lo que quieras, mientras no le pongas la mano encima.

—Sí, hombre —se quejó ella.

—Si te gusta que te miren —aseguró el latino, provocando una sonrisa libidinosa en su chica—. A todas les gusta —ahora se dirigió a su amigo—. Que sepas que la he dejado cachonda…

—¡Marcus…! —volvió a rechistar Trini.

—Nos has pillado chingando y la he tenido que dejar con ganas de más —prosiguió el latino, ignorando las quejas de su novia—. Yo tengo que salir, así que te la dejo calentita… pórtate bien —concluyó, dándole un ligero capón a su amigo.

—Pero, ¿dónde vas? —se alteró Josito, que estaba alucinando.

El chico de pueblo se puso nervioso. ¿Su amigo le estaba insinuando que podía follársela? ¿O todo lo contrario? ¿Le estaba advirtiendo que no se sobrepasara?

Marcus, pasando junto a su chica, le cuchicheó al oído.

—Caliéntalo, ponte bien cerda y cuando vuelva lo echo y rematamos —susurró al oído femenino, alejándose definitivamente, sin darle opción a réplica.

—Hijo de puta… —rechinó Trini por lo bajo mientras su macho se alejaba, escuchando cómo salía del piso definitivamente.

—De verdad que yo no… —quiso excusarse Josito.

—Cállate —le cortó ella—. ¿Quieres tomar algo?

Trini estaba cachonda. Las ganas de seguir follando, el trato de Marcus a su amigo, la promesa de lo que harían cuando regresara… lo cierto es que la mezcla de todo eso le había mantenido el coño calentito. Y la cara de pasmarote de Josito no ayudaba. El muy pervertido no podía evitar comérsela con los ojos. Y eso también la estaba alterando. El niño no era feo y le estaban entrando unas tremendas ganas de zorrearle.

—Oye, mientras vuelve Marcus, podrías ayudarme.

—Claro, dime.

—Mira, mañana he quedado con Abigail para ir a la playa. Y no sé qué bikini ponerme.

—Seguro que cualquiera te queda bien —aseguró inocentemente, provocando las risas de Trini.

—Gracias, mi arma. Pero me quiero asegurar. Como eres un pequeño pervertido —sonrió con malicia, sin esconder un gesto amigable, como si aquel tira y afloja comenzara a formar parte de un juego entre ellos—, quiero ponerme el que más te guste. Fijo que ese es el que mejor me queda.

—Bueno, vale… —contestó él a duras penas, ya con un nudo en la garganta.

—Qué rico… —sonrió, divertida con el rostro de circunstancias del pueblerino—. Voy a por ellos…

Josito aprovechó la breve ausencia femenina para recolocarse el paquete. Lo tenía hinchadísimo y ya no sabía cómo hacer para disimular y evitar el dolor que le provocaba la erección. Estaba incomodísimo.

—¿Qué haces ahí? —sonrió Trini al regresar, imaginándose los motivos por los que el amigo de su novio se había cambiado de sitio, sentándose al otro lado de la mesa, quedando oculto de medio cuerpo hacia abajo—. Mira, son estos tres —prosiguió, no queriendo forzar más la situación mientras mostraba las distintas piezas de baño.

La primera era un conjunto más o menos clásico, de color negro y rosa, que destacaba por un par de tiras en la parte de la cintura. La segunda era una especie de trikini, de color dorado, que tenía pinta de dejar a la vista el ombligo y no cubrir demasiado las nalgas. Y la tercera constaba de dos escuetas piezas con dibujos rojos de estrellas y lunas sobre fondo negro, que se abrochaban con cuerdas, en los costados de las caderas para la parte de abajo y en el frontal para la tela de arriba.

—Creo que me gusta este último.

—¿Ya me estás imaginando con él puesto, guarro? —bromeó ella, haciendo que Josito sonriera.

—Claro que no…

—Pues qué decepción… A ver si ya no eres el pervertido que conocí en aquella fiesta… —se burló jocosamente, dibujando un gesto lleno de picardía.

—Si quieres puedes probártelo y así puedo darte una mejor opinión…

Trini soltó una carcajada.

—Mi arma, ¿quieres verme en bikini, guarro?

—La verdad es que sí…

Josito empezaba a espabilarse.

—¿Pero te vas a poner cachondo?

—Ya lo estoy…

La novia de Marcus se estaba partiendo de la risa. No lo pudo evitar, estaba disfrutando de la conversación con el chico de pueblo.

—Anda, cierra los ojos…

—¿Te lo vas a poner aquí?

—Cierra los ojos e imagina lo que quieras… —insistió.

Josito le hizo caso al tiempo que dibujaba una sonrisa de par en par. Ni en sus mejores sueños se había imaginado esa situación con la pareja de su amigo macarra. Mientras escuchaba cómo se desvestía, estuvo tentando de hacer trampas.

—¿En serio no abriste los ojos? —escuchó las quejas de Gabino en su cabeza—. O sea, el novio te la deja en bandeja, ella se te insinúa claramente… ¡y tú no abres los putos ojos! —empezó a dudar, separando ligeramente un párpado para tantear la situación…

—¡Ni se te ocurra abrirlos que te veo! —le recriminó Trini, deteniéndole las intenciones.

Cuando la andaluza al fin le dio permiso para mirar, ante él apareció una puta diosa. Ese bikini parecía diseñado para ella, a juego con su pelo caoba y su piel morena, mostrando su escotazo y dejando entrever un sugerente pubis de lo pequeña que era la pieza de abajo.

—¡Guau! Menudo cuerpazo.

Trini soltó una carcajada orgullosa.

—Gracias Josito. Entonces, ¿qué piensas? —se giró para darle la espalda—. ¿Cuál debería ponerme?

—No creo que ningún otro te quede mejor que este… —aseguró, empezando a levantarse para acercarse a ella, envalentonado, cuando de repente se oyó la puerta de la entrada.

Era Marcus.

—Eres un maldito pervertido —reaccionó Trini con desdén, volviendo a mirar a Josito con su habitual arrogancia—. ¿Dónde te crees que ibas, mi arma? Anda, vete a casa a jugar con tus juguetes o lo que sea que hagáis los niños de tu edad —le importunó justo antes de que apareciera su novio.

—Vaya, ¿qué ha pasado aquí? —sonrió el latino al ver a su chica en bikini.

—El cerdo de tu amigo, que quería verm…

Y antes de que pudiera terminar la frase, Marcus la estampó contra la pared, maniatándola.

—Serás zorra…

—Uhm… —jadeó ella, abriendo las piernas, deseosa de que su macho hiciera lo que quisiera con su cuerpo.

—Vete, Josito —ordenó a su amigo con una imponente severidad.

El prolongado gemido femenino fue lo último que oyó el chico de pueblo antes de salir del piso. Aún alucinado, estaba ansioso por llegar a casa para encerrarse en la habitación y ponerse a jugar, tal y como Trini le había sugerido. Pero el juguete no iba a ser otro que su propia picha, fantaseando con cómo le había calentado esa pedazo de guarra.

10

En cuanto Josito entró al piso se dirigió a su cuarto, pero antes de hacerlo, algo llamó su atención.

Tumbada sobre el sofá, ligeramente de costado, estaba Celia, vestida con la típica ropa cómoda que solía llevar en casa, una camiseta y un pantalón corto de deporte.

—¿Hola? —saludó el joven inquilino sin recibir respuesta.

La novia de Alonso estaba dormida. Se había echado un rato para descansar, pero jamás pensó que se le acabarían cerrando los ojos y, ni mucho menos, que eso la convertiría en una tentación.

—¿Celia? —insistió, alzando tenuemente la voz a medida que se aproximaba.

Josito no pudo evitar contemplar las perfectas piernas desnudas de su anfitriona, ligeramente separadas. Recorrió su cuerpo con la mirada, sorprendiéndose al observar cómo la suave respiración femenina hacía que su generoso pecho se moviera más libremente de lo habitual, dejando a las claras que no llevaba sujetador.

—Uhm… —suspiró Josito sin poder evitarlo, llegando hasta el sofá.

Después de lo ocurrido en casa de Marcus no creía que fuera posible, pero la sola presencia de Celia dormida, con ese cuerpazo aparentemente vulnerable, había logrado que se olvidara de Trini por completo. Y entonces, inexplicablemente, se puso tremendamente nervioso.

Desvió la atención hacia el rostro de su casera. Era preciosa. Y, aunque parecía sumida en un profundo sueño, prefería asegurarse. Así que primero le rozó el pie desnudo, lo más disimuladamente que pudo, haciendo que se le descontrolaran las pulsaciones. La novia de Alonso ni se inmutó. Y ese leve contacto le puso como una moto. Su erección ya era imparable.

—¿Estás dormida? —reclamó una vez más, balbuceando en voz baja, tanteándola, a medida que empezaba a acariciarle el empeine con extrema sutileza, sin poder esconder una sonrisa intranquila al comprobar que ella no reaccionaba.

Lo cierto es que el joven pueblerino ni se lo había planteado, pero el profundo morbazo de la situación le dominó y, aún completamente temeroso de que ella pudiera despertar en cualquier momento, deslizó sus temblorosos dedos por los finos tobillos de Celia, sintiendo cómo los latidos del corazón le golpeaban el pecho con fiereza, como si quisiera salir desbocado.

—Joder… —susurró, incapaz de asimilar lo que estaba haciendo.

A medida que se desplazaba lentamente por sus piernas, comprobando cómo, aún dormida, la suave piel femenina empezaba a erizarse ante sus furtivas caricias, le dio un subidón de adrenalina, sintiendo cómo su erección aún se encrespaba más, si es que eso era posible, y aumentaba el incómodo dolor en la punta de su pene. Lo tenía a punto de reventar.

Celia no se había movido ni un ápice. Con las rodillas ligeramente separadas, seguía impasible, lo que le permitió subir hasta sus muslos. La sensación al palparle el inicio de los mismos, disfrutando del extremo deleite de su excitante carnosidad, hizo que humedeciera ligeramente los calzoncillos.

—Uf… —resopló, contemplando el rostro impertérrito de su anfitriona, que parecía ajena a todo lo que él estaba experimentando.

Había empezado a meterle mano sin ni siquiera decidirlo. Fue una reacción completamente irracional. Y ni se había parado a pensar hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Pero ahora, a medida que deslizaba con pavor los dedos entre sus piernas, comenzando a percibir el suave calor proveniente del sexo femenino, haciendo que la picha le golpeara con fuerza, como queriendo salir de la prisión en la que se encontraba, ya no había marcha atrás. Impulsado por su instinto más animal, pensaba aventurarse bajo el pequeño pantalón de Celia, incapaz de discernir las consecuencias de su precipitado acto.

—¡Joder! —se le escapó un bufido cuando ella se giró de repente.

La novia de Alonso, a pesar de no enterarse de nada, casi como si su subconsciente quisiera alertarla del peligro, se movió ligeramente, lo suficiente como para quedarse tumbaba boca arriba, aún dormida, pero ahora con las piernas cerradas, impidiendo que su asaltante pudiera seguir sobándola, teniendo que retirarse y frustrando así sus indecentes planes.

De este modo, la treintañera impidió que Josito llegara a comprobar cómo le había puesto el coño, pues el cuerpo femenino, incapaz de mostrarse impasible ante las indecorosas caricias, había reaccionado de forma natural, comenzando a lubricarla.

El chico de pueblo, tras el severo susto inicial al pensar que la había despertado, tuvo que reprimir un instintivo gemido al comprobar el morboso bamboleo de las tetazas de Celia debido a la media vuelta que había realizado, mientras contemplaba cómo los pequeños pezones que anteriormente se intuían bajo la camiseta, ahora comenzaban a marcarse en la prenda veraniega. No había duda de que se le habían endurecido.

—Uf… —resopló una vez más, indeciso, observando el precioso rostro dormido de su casera, pues ahora, al estar de frente, con que solo abriera un ojo…

A pesar del pánico que sentía por si ella acabara enterándose de algo, la excitación que le provocaba esa pedazo de mujer era aún más fuerte. Así que decidió comprobar que seguía sin reaccionar a sus caricias, deslizando una mano suavemente por su vientre, pudiendo percibir que la camiseta estaba ligeramente humedecida debido al calor del ambiente, mientras apreciaba lo bien delineada que estaba, pues no le faltaba ni le sobraba un ápice de carne.

Lentamente, sin dejar de vigilar por si ella reaccionaba de algún modo, Josito, procurando acompasar sus timoratos movimientos a las pulsaciones de Celia, cuya respiración sin duda estaba cada vez más agitada, fue subiendo hacia su pecho, del mismo modo que la noche de la película porno, solo que esta vez nadie podía detenerle.

Muerto de miedo y excitación, el primer contacto fue leve, procurando evitar a toda costa que la novia de su casero se alterara, rozándola muy lentamente. A medida que comprobaba que ella seguía sin inmutarse, aumentó la sobada progresivamente, deslizando la mano alrededor del generoso seno, conquistando terreno, cada vez con mayor tesón, pues poco a poco le fue hincando los dedos, sintiendo la gloriosa carnosidad de sus tetazas.

Cuando se quiso dar cuenta, Josito ya le estaba apretando el pecho suavemente, disfrutando de ese magnífico tacto, acompañado de la sensación del pequeño pezón bajo la palma de su mano, cada vez más empitonado, incapaz de imaginar que, a pesar de estar dormida, había logrado ponerle el coño chorreando.

Él estaba excitadísimo, tanto que creía que iba a desfallecer por falta de sangre en el cerebro. Solo al pasarse la otra mano por el paquete sintió un ligero alivio. Le habría encantado sacársela, pero no se atrevió. Si Celia le pillaba con la picha fuera entonces sí que no tendría excusa. Pero aún quería más…

Tanto toqueteo había subido ligeramente la prenda de la bella durmiente, dejando entrever parte de su vientre desnudo. Suficiente para que el muchacho decidiera colarse por debajo de su camiseta.

—Uhm… —sollozó instintivamente, moviendo la pelvis con cierto pudor, buscando el roce con sus propios calzoncillos, en un gesto de lo más salvaje, a medida que se empapaba del sudor del cuerpo femenino al entrar en contacto directamente con su piel—. Joder…

Cuando le rodeó el pecho con toda la mano abierta, ya sin ropa de por medio, antes de cercarle la voluminosa teta, le pareció percibir una mueca de placer en su anfitriona. Asustado, dejó de apretar, rezando para que no abriera los ojos mientras imaginaba si lo estaría disfrutando. Hasta que, pasados unos segundos de tensión, a medida que volvía a confiarse, volvió a clavarle los dedos. Y esta vez, aunque tenue, pudo escuchar el gemido femenino entre sueños.

—Uf… —resopló, hinchado de orgullo y demasiado tentado a magrearla ya descaradamente.

Estaba seguro de que la había puesto cachonda y ahora necesitaba follársela. Lo necesitaba con total desesperación, justo en el momento que oyó ruido en el portal. Maldiciendo para sus adentros, se retiró rápidamente, aún a riesgo de despertarla por el brusco movimiento, pero es que Alonso estaba a punto de entrar.

—Hola —saludó el hombre de la casa.

—Hola —respondió Celia, soñolienta.

—¿Estás sola?

—No sé, me he quedado dormida, pero… me había parecido escuchar algo. Creí que era Josito.

—Estará en su cuarto.

—Puede…

Alonso se acercó a ella.

—Estás con el guapo subido… —sonrió, adulándola antes de darle un beso.

—Me habrá sentado bien la siesta —le devolvió la sonrisa, aprovechando para comerle la boca.

Lo cierto es que Celia se había despertado con ganas de marcha. No sabía qué habría estado soñando, pero es como si la hubieran estado calentando y ahora sentía un picorcillo en la entrepierna que…

—¿Qué haces? —preguntó Alonso, extrañado.

—Vamos a la habitación —aseguró ella con un tono de voz meloso, acompañado de un lascivo gesto, empujando a su chico hacia el dormitorio.

Pero él se volvió a negar por enésima vez desde que compartían piso con Josito.

—¿Qué pasa? —se puso seria—. ¿Es que ya no te gusto o qué? —inquirió con cierta resignación.

—Claro que me gustas, cari, pero con este aquí… —giró el rostro hacia el cuarto de invitados.

—¿En serio, Alonso? —reaccionó de mal humor, alzando el tono.

La morena llevaba demasiado tiempo molesta por este tema y ya no aguantó más. Se lo echó en cara y la pareja tuvo su primera discusión por culpa de Josito, para quien la bronca no pasó precisamente desapercibida.

Minutos más tarde, aún enfadada con su chico, Celia decidió salir a correr. Necesitaba despejarse.

11

Concentrada en mantener la respiración, procurando dejar la mente en blanco, consiguió aislarse del mundo, como si corriera ella sola y nadie más importara…

—¿Poniéndote en forma?

—¿Qué? —reaccionó Celia, a quien le habían dicho algo, pero no se había enterado.

Giró el rostro hacia el costado y se encontró con alguien conocido, corriendo a su lado.

—Que digo que ya sé el motivo del buen body… —sonrió Marcus, como si no le costara aguantar el ritmo.

—Ya… gracias… —aflojó la cadencia, pues no se había percatado de que estaba trotando más rápido de lo habitual.

—¿Cansada?

—Llevo un buen tute… —confirmó a medida que se detenía paulatinamente.

—Te invito a reponer fuerzas… —le propuso él, interrumpiendo también la carrera.

—No, gracias —rio, viéndolo venir de lejos.

Se fijó en Marcus. El chico, incluso más alto que Alonso, estaba tremendo con esa camiseta de tirantes toda sudada, transparentando musculatura y dejando ver su espectacular tatuaje. Instintivamente bajó la mirada. El cabrón marcaba un buen paquete en el pantalón de deporte.

—Claro, te estarán esperando.

—La verdad es que no —indicó ella, aún molesta con su novio—. Necesitaba hacer deporte para despejarme —confesó.

—¿Y eso? —sonrió el latino con malicia, pues Celia parecía mostrarse vulnerable—. ¿Habéis discutido? —marcó aún más la pérfida mueca, intuyendo por dónde iban los tiros.

—Puede…

Lo cierto es que no sabía por qué no lo había negado. Aunque era una persona sincera, no tenía por qué ir contando por ahí sus intimidades. Sin embargo, no le disgustó la idea de dejarlo en el aire. Alonso no tragaba a Marcus. Y sintió como si darle un poco de coba fuera una pequeña venganza personal hacia su chico.

—Ahora sí que nos vamos a tomar un trago —aseguró él, sujetándola de la muñeca—. No puedo dejar pasar la oportunidad —bromeó, haciendo reír a Celia.

—Oportunidad ninguna, chaval —reaccionó, zafándose, mas sin perder el semblante sonriente—. ¿Qué te has creído?

—¿Sinceramente? —hizo una breve pausa—. Que ahora mismo eres presa fácil —soltó con total descaro.

—Sí, hombre —se quejó—. Venga, vamos a tomar algo, para que veas lo equivocado que estás —comenzó a caminar—. Pero tú invitas —giró el rostro para sacarle la lengua.

Marcus sonrió vanidosamente, viendo cómo se zarandeaba ese cuerpazo treintañero envuelto en ropa de deporte, con una camiseta ceñida y un pantalón corto a juego.

Ambos acabaron tomando un refresco en un chiringuito cercano mientras mantenían una conversación distendida.

—Te preguntaría por lo que ha ocurrido para quedar bien —indicó él—, pero la verdad es que me importa una mierda tu novio —la hizo reír.

—Me parece bien. A mí tampoco me apetece hablar de mi chico, la verdad —soltó Celia con total naturalidad—. Oye, ¿y tú no tienes novia o qué? —inquirió ella.

—¿Estás interesada en el puesto? —sonrió con altanería.

—¡Qué va! Compadezco a la pobre…

—¡Eh! —se hizo el indignado.

—No me has respondido…

—Alguna cosa hay…

—Vale. Pregunta. Aunque ya me sé la respuesta… —indicó con cierto desdén, mas sin perder el semblante sonriente.

—No, no la tengo tan grande como el negro de la peli —bromeó, haciendo que Celia carcajeara.

—No es eso, tonto. Y ya te vale… —le dio un pequeño manotazo en el hombro, notando lo duro que estaba—. Si ahora mismo pudieras llevarme a tu casa, ¿lo harías?

—Para hacerte un masaje —reaccionó con astucia, mostrando una sonrisa maliciosa.

—Ya, claro. Y ponerme como a tus clientas que están buenas, ¿no?

—Cómo os pongáis las tremendas hembras como tú cuando os echo las manos encima no es cosa mía… —contestó con arrogancia, alargado un brazo para acariciar sutilmente la rodilla de Celia.

—¿Ves? Por esto compadezco a tu pobre novia… —puso una divertida mueca, mientras retiraba la mano de Marcus, estimulando la sonrisa masculina.

—No me digas que no estás a favor del amor libre… —profirió sin perder el tono altanero.

—Cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero lo siento mucho. Yo soy fiel a mi chico —aseguró.

—Entonces mi novia puede estar tranquila.

—Por supuesto.

—¿Te vienes a mi casa?

Celia soltó una carcajada. Le gustaba el carácter descarado de Marcus, con esa mezcla de impulsividad juvenil y chulería innata que tenía.

—¿Para hacerme el masaje? —inquirió de forma socarrona.

—Aún te lo debo.

—No me debes nada —afirmó con severidad—. Por cierto, ¿encontraste trabajo al final o qué? —inquirió, procurando desviar el tema, para acabar dando un nuevo sorbo a su Coca-Cola.

—¡Qué va! Hasta que no tenga el título me temo… Hace tanto que no hago un masaje que voy a perder la práctica —chasqueó.

—Seguro que practicas con tu novia.

—Como le eche una mano encima acabamos follando.

Celia soltó una risotada.

—Al final me voy a creer que eres bueno…

—No lo vas a saber hasta que no lo compruebes… —rechistó con petulancia, echándole un descarado vistazo de arriba abajo, a lo largo de todo su cuerpazo.

—Chaval, que el masaje lo has empezado ya con la vista —le importunó graciosamente, agarrándole de la barbilla para obligarle a desviar la mirada.

—Podemos continuarlo en mi piso —replicó, provocando nuevas carcajadas femeninas.

Celia no podía obviar que la inesperada cachondez al despertar de la siesta permanecía ahí, latente, y comenzaba a hacerle gracia la propuesta del latino. Evidentemente jamás se iba a dejar hacer un masaje, pero se lo estaba pasando bien y no veía con tan malos ojos subir a su casa un momento. En circunstancias normales ni se lo habría planteado, sobre todo por Alonso, pero el enfado con su chico aún no se había disipado. No obstante…

—Ya te gustaría —sonrió ella, rechazando la propuesta de todos modos.

—Está bien —alzó los brazos en un gesto de falsa resignación antes de estirarse para volver a entrar en contacto con la rodilla femenina—. Solo espero que el día que sientas estas manos…

—Si ya las estoy sintiendo… —evidenció una mueca de desaprobación, aunque esta vez no le apartó, dejándole hacer.

—No vuelvas a cortarme —le reprendió jocosamente, aunque con rudeza, cerrando los dedos para presionarle levemente la articulación.

—Perdona. Tienes razón —reaccionó con cierta sumisión—. Dime.

—Estos roces son solo un juego de niños —sonrió con malicia, ya sin dejar de acariciarla, provocando el gesto de disgusto de Celia con el que pretendía ocultar la sonrisa que no pudo evitar—. Te decía que el día que te dé una buena sobada, espero que seas sincera.

—Yo siempre soy sincera —le cortó nuevamente, callándose al instante al comprobar la severa mirada masculina.

—Entonces me dirás qué tal… —afirmó, ahora estirando los dedos ligeramente para entrar en contacto con el inicio del muslo de Celia—. Si te gusta cómo te palpo…

—Tú eres un poquito cabrón… —masculló por lo bajo, posando la mano sobre la de Marcus para impedir que siguiera avanzando.

—¿Me dirás si te pones cachonda? —acució aún más su maliciosa sonrisa, clavándole los dedos a medida que subía, a pesar de la resistencia femenina, por la pierna de la treintañera.

—¡Sí, claro! —protestó ella—. ¡Y qué más! —reaccionó al fin, alzándose para evitar el contacto definitivamente—. Anda, paga, que nos vamos. Que eres un sobón.

—Mi casa está por ahí —señaló en dirección a su piso, haciéndola reír nuevamente.

—Y la mía —mantuvo la sonrisa mientras observaba cómo el latino se dirigía a la barra.

Así, ambos caminaron juntos de regreso a casa, hasta llegar a la de Marcus.

—Bueno, un placer —se despidió ella.

—¿No subes al final?

—¿Para qué?

—El masaje…

—¡Eres un pesado!

Celia lo escudriñó a conciencia. El niñato estaba bastante bueno. Y no podía negar que se estaba divirtiendo con él. No le extrañaba que Alonso le tuviera tirria. Sonrió con malicia para sus adentros. Y es que el tonto de su novio se merecía un escarmiento por lo de esa tarde. No sabía si era por despecho, pues seguía molesta con él, o por las ganas de seguirle el rollo al latino, pues era evidente que su chico la tenía desatendida. O por ambas cosas, pero lo cierto es que, sabiendo que en cualquier caso no iba a ocurrir nada…

—Mira, subo, pero las manos quietas —le advirtió—. Y ya me dejas en paz.

—No prometo nada… —la cogió de la muñeca, guiándola hacia el portal.

Una vez en el piso, tras ofrecerle algo de beber a la invitada, ya sentados en el sofá, reanudaron la conversación.

—¿No va a venir tu novia?

—No te preocupes, vamos a tener intimidad.

—¡Serás tonto! Que no es eso…

—Entonces mejor no hablar de ella…

—¿Por? ¿Es que también habéis discutido? —le sacó la lengua, ya con cierta complicidad.

—Así que es cierto… —sonrió tras la confesión encubierta de Celia.

—Bueno, digamos que últimamente no estoy contenta con Alonso.

Marcus la miró con lascivia. Semejante pibón, en su casa, con esa ropa tan corta y ceñida, contándole las miserias de su novio… No pudo evitar verla como un preciado agujero donde meter la polla.

—Pero no es cosa tuya —concluyó ella.

—Tú lo que necesitas es relajarte…

Celia rio.

—Ya, claro…

Marcus se acercó a su invitada, estirando un brazo para presionarle levemente las cervicales.

—Uhm…

La pareja de Alonso no pudo contener un ligero gemido.

—No está mal… Pero habíamos dicho que las manos quietas —le retiró el brazo.

Mas el latino insistió, volviendo a presionarle en la misma zona, ahora con mayor intensidad.

—Uhm…

—Déjame enseñarte qué tan bien lo hago…

—No sé yo… —rechistó, aunque esta vez sin apartarlo, permitiendo que el joven prosiguiera trabajándole la zona del cuello.

—Es solo un masaje…

—Bueno, pero solo un poquito… —se relajó, disfrutando del buen hacer del latino, que le presionaba con maestría toda la musculatura cervical, logrando incluso erizarle la piel.

—Ven…

Con extrema suficiencia, Marcus la rodeó por la cintura, amasándole el vientre ligeramente para voltearla. Lo justo para que pudiera usar ambas manos para el masaje.

—Parece que te defiendes… —giró el rostro para sonreírle, satisfecha con las friegas.

—Necesitamos un poco de lubricante…

Celia no lo pudo evitar. Soltó una carcajada, haciendo que ambos rieran.

—No esa clase de lubricante, guarra —bromeó, alzándose para coger el bote de aceite para masajes que solía usar con Trini—. Pero tendrás que quitarte la camiseta.

—¡Sí, hombre! —se quejó.

—Ya me dirás cómo quieres hacerlo…

Y antes de que pudiera rechistar, Marcus regresó, cogiéndola de la cintura para alzarla del sofá.

—Túmbate si quieres —le ofreció, agarrándole la camiseta por la parte de abajo—. Así no enseñarás nada —prosiguió, comenzando a desvestirla.

—Estás empeñado en hacerme el masaje, eh… —rechinó con cierta gracia, alzando los brazos para permitir que Marcus le quitara la prenda, quedándose en sujetador, de espaldas al veinteañero—. Pero no te entretengas demasiado —le advirtió mientras se cubría los senos con un brazo para acabar estirándose boca abajo en el sofá.

—Mis masajes nunca duran demasiado —aseguró con prepotencia, sacándose también la camiseta mientras se sentaba sobre los muslos femeninos.

—¡Eh! —protestó, echando una mano hacia atrás.

El muy guarro le acababa de restregar el paquete contra el culo a base de bien.

—¡Joder, nene! —se quejó, palpándole las marcadas abdominales para empujarle, comprobando lo durísimo que estaba mientras notaba cómo ese pedazo de bulto se separaba de sus nalgas—. Uf… —resopló, sin tiempo para reaccionar, en cuanto sintió el refrescante contacto del líquido que el latino echó sobre su espalda—. Uhm… —suspiró al percibir las grandes y fuertes manos masculinas reanudando el masaje, ya sin cortapisas, extendiéndose con pasmosa habilidad por todo su dorso.

—Me gusta el tacto de tu piel… —expuso a medida que deslizaba sus aceitosos dedos por la dermis de la morena, presionando lo suficiente como para que ella pudiera deleitarse con el evidente goce de las refriegas—. Me encanta todo tu body…

Las adulaciones del joven amigo de su inquilino, así como el paulatino aumento de las fricciones, estaban provocando que las placenteras sensaciones fueran in crescendo. El cabrón la estaba sobando con maestría y empezaba a disfrutar tal vez más de lo debido. Con tanto tocamiento, sin obviar el prohibido roce previo con su abultado paquete, Celia se estaba empezando a calentar más de la cuenta y el latente picor de su coñito, oculto tras la discusión con su chico, parecía estar despertando.

—Ni se te ocurra recrearte como con aquella clienta, guarro —le reprochó jocosamente.

—¿No quieres que te haga lo mismo que le hice a ella? —lanzó la pregunta al aire mientras deslizaba ambas manos por los costados femeninos, comenzando a colar los dedos por debajo de su cuerpo, como si quisiera rodearla, haciendo que las friegas de sus yemas alcanzaran el estómago de Celia, presionándoselo lo justo como para sacarle un pequeño sollozo.

La novia de Alonso no contestó, solo se concentró en el placer de las caricias, que avanzaban lentamente por su abdomen, moviéndose con suma destreza en dirección a su bajo vientre, ya casi alcanzando la tela del pantalón corto de deporte, hasta que el muy cabrón se coló ligeramente por debajo, apretándole justo en el inicio del pubis.

—Ah… —soltó un pequeño gemido que no pudo contener.

Poco a poco, ese maldito hijo de puta estaba logrando devolverle todo el calentón con el que se había despertado de la siesta. No lo podía negar. En ese punto, Marcus ya la había puesto bastante cachonda.

—Anda, pasa a los pies mejor —le instó—. Que tienes demasiado peligro.

—¿Me lo vas a decir o no? —la instó con aire chulesco, moviéndose sobre ella para descalzarla.

—¿El qué?

Primero una zapatilla deportiva. Luego la otra.

—¿Crees que soy bueno?

Un calcetín. Después el siguiente.

—No me pareces un profesional —contestó graciosamente—. Uhm… —soltó un leve sollozo al sentir la fuerza con la que le clavó el pulgar en la planta del pie.

—¿Y eso? —sonrió, ahora deslizando el índice entre los pequeños dedos de Celia.

—Tocas demasiado…

El latino rio.

—Pero lo haces bien, cabrón —confesó finalmente, disfrutando de cómo ese niñato seguía sobándola.

—Aún nos queda lo mejor…

Marcus lanzó un par de nuevos chorros de aceite sobre las piernas femeninas justo antes de deslizar sus manos desde los tobillos, comenzando a subir lentamente, esparciendo el pringoso líquido por las pantorrillas, recreándose, hasta llegar a la parte trasera de las rodillas, donde no se detuvo.

—Disfruta, nena —le sollozó cuando puso las palmas en la parte baja de sus muslos, resbalando hacia arriba a medida que aumentaba la intensidad de la presión sobre la carnosidad de Celia, que se estaba deshaciendo.

—Joder… eres bueno…

—¿Ya estás cachonda? —inquirió con suma prepotencia justo en el instante que la punta de sus dedos alcanzaban el pantalón de deporte, deslizando el pulgar por sus aductores, ya casi rozándole las ingles.

—No te pases… —rechistó ella, sin impedir que el muchacho siguiera hurgando cada vez más entre sus piernas.

—Vamos a quitarte esto —indicó, tirando de la cintura del pantalón hacia abajo.

—Espera —le detuvo, echando una mano hacia atrás para agarrarlo por la muñeca—. ¿Qué haces?

—Se te van a pringar…

Celia sopesó la situación. La cosa se estaba poniendo seria y empezaba a arrepentirse de haber subido al piso. Por lo menos, pensó, había salido a correr y no llevaba tanga como habitualmente.

—¿Y hace falta que subas tanto? —protestó.

—¿Quién es el que sabe de masajes? —replicó, volviendo a tirar de la prenda femenina, logrando bajársela lo suficiente como para que comenzara a asomar la ropa interior.

—Bueno, pero no te pases —sucumbió finalmente, soltándole la muñeca—. O me voy —le amenazó.

Estaba más que claro que jamás le iba a poner los cuernos a Alonso, por mucho que se hubiera enfadado con él. Pero lo cierto es que estaba disfrutando como una perra de las sobadas de esas manos fuertes y varoniles del veinteañero. Así que, mientras no se pasara mucho más de la ralla, pensaba dejarle hacer. Eso sí, controlándolo.

—Bonitas bragas —se enorgulleció a medida que la desnudaba.

—Gracias.

Celia se imaginó al muy cerdo comiéndole el culo con los ojos y eso la excitó. Al facilitarle la maniobra para que se deshiciera del pantaloncito, no pudo evitar acabar separando las piernas ligeramente. Ese gesto hizo que se sintiera como una auténtica guarra. Y ya se puso cachondísima.

—Uf… —resopló cuando Marcus volvió a las andadas, continuando con el minucioso masaje, esta vez recreándose en la parte interna de los muslos—. Qué calor…

—Noto cómo ardes, nena… —la provocó, comenzando a deslizar los dedos por la ingle femenina.

La respiración de la treintañera era cada vez más agitada, hasta que se puso tensa al sentir cómo el latino empezaba a jugar con los bordes de su prenda íntima. Tentada de detenerlo, no pudo evitar un sollozo de expectación, mezcla de deseo y temor, cuando el niñato se coló sutilmente bajo la tela, rozándole ya muy cerca del chochito. Y, justo cuando iba a protestar, sintió como el muy cabrón le palpaba los labios vaginales.

—¡Oye! —se quejó, girando el cuello hacia él para mirarlo—. Eso no se le hace a una chica con novio —le reprochó con gesto serio, pero en ningún caso enfadada, volviendo a agachar la cabeza mientras Marcus sacaba el dedo del interior de sus bragas.

—Como quieras —sonrió el latino, agarrando la nalga de Celia, ya con total descaro, estrujándosela, al tiempo que comenzaba a percibir el suave olor a coño que esa guarra estaba empezando a emanar.

—Uhm… —se mordió el labio, avergonzándose al sentir cómo se le humedecía la entrepierna sin remedio, antes de girarse para ponerse bocarriba, dejando que sus dos buenos melones, apretujados por el sostén, quedaran a la vista del latino—. A ti hay que pararte los pies por lo que veo… —bajó la mirada para observar el torso de ese pedazo de macho, sin poder evitar echarle un rápido vistazo al paquete, que sin duda estaba hinchado, aparentando ser bastante más grande que el de Alonso, lo que le produjo una satisfacción inusitada al comprobar que él también estaba cachondo—. Anda, sube para arriba que tienes las manos muy largas —concluyó, cogiéndole de ambas muñecas para llevarlo hasta su vientre.

—Te tengo demasiado caliente —dibujó una mueca tremendamente chulesca.

—Puede —sonrió morbosamente—. Ya te he dejado tocar un poco, pero te dije que soy muy fiel —transformó el rostro en un gesto de suficiencia—. Te vas a quedar con las ganas.

—¿No te vas a dejar sobar las tetas? —mostró una pérfida sonrisa mientras rodeaba la base de las copas del sujetador con ambas manos, en un gesto amenazante.

—Ni se te ocurra.

Pero Marcus era demasiado indómito.

—Uhm… —sollozó la treintañera al sentir cómo el niñato metía un dedo bajo el sostén, palpándole el seno— ¡Qué cabrón! —rechinó mientras gozaba del placer que rápidamente recorrió todo su cuerpo debido a la caricia.

Celia se asustó. El joven latino había traspasado la línea. Si le tocaba las tetas no sabía lo que podría llegar a pasar. No podía obviar las ganas que tenía de rabo por culpa de Alonso. Y el niñato parecía ir bastante bien servido. Lo cierto es que le habría encantado descubrirle el pollón y que se la metiera hasta reventarla. Pero se iba a tener que quedar con todas las ganas del mundo, porque ella era una buena chica y no podía hacerle eso a su amado novio. Fue entonces cuando apareció el total arrepentimiento, poniendo fin al masaje definitivamente.

—Me tengo que ir —se excusó, apartando al chaval para vestirse rápidamente y salir de allí pitando.

12

Bajo los chorros del agua de la ducha, Celia no paraba de darle vueltas. Tentada de hacerse un dedo, pues seguía enfadada con su chico, podían más el deseo de echar un polvo y la culpabilidad por lo ocurrido en casa de Marcus. Aunque el maldito latino no había tenido ninguna oportunidad real, lo cierto es que le había permitido mucho más de lo debido. Y ahora quería recompensar a Alonso.

Cuando la pareja de treintañeros se adentró en la habitación para acostarse, la tensión era palpable. Así que, una vez en la cama, la morena tanteó a su pareja.

—¿Qué buscas…? —preguntó él con cierto desinterés.

—A ver qué encuentro… —bromeó, besando a su chico en la mejilla para acabar bajando por su cuello.

—¿En serio, después de lo que ha pasado? —inquirió él, ahora de mal humor.

Celia se mordió la lengua. Aunque tenía un carácter afable, cuando se enfadaba el mosqueo podía durarle días y estaba haciendo un esfuerzo por ser comprensiva.

—Va, relájate… —forzó una sonrisa antes de sacar la punta de la lengua para deslizarla por los recios pectorales masculinos mientras subía una mano para acariciarle el abdomen.

—Cari —la agarró suavemente de la barbilla para detenerla—, con él aquí no.

—¡Jo, qué tonto eres, de verdad! —se detuvo, comprendiendo que no había forma—. Al final tendré que buscar algo fuera… —soltó sin mayor pretensión que chincharlo.

—No te pases… —protestó él, girándose para darle la espalda definitivamente.

Celia gruñó, enfadada, y salió al salón, dejando a Alonso en el cuarto, acostado.

—¿Todo bien? —la sorprendió Josito, surgiendo de su habitación para encontrarse a su anfitriona sentada en el sofá viendo la tele.

—¿No duermes?

—Os he oído discutir.

—¿Esta tarde o ahora? —frunció el ceño—. Cosas de pareja —procuró restarle importancia.

—Alonso es idiota.

Celia no pudo evitar una sonrisa.

—Alonso es el amor de mi vida, pero sí, a veces es un poco idiota.

Josito se sentó junto a ella, a cierta distancia, observándola. Supuso que ya estaba acostada cuando discutieron, pues iba con un pijama bastante fresquito. Y aparentemente parecía que dormía sin sujetador. Le recordó a la tremenda escena de la siesta vivida esa misma tarde y tuvo que concentrarse para no tener una erección.

—¿Querías algo? —inquirió ella.

El chico de pueblo no podía evitar mirarla de soslayo, contemplando cómo se le movían las buenas tetas bajo la fina tela. Necesitaba comprobar si de verdad su casera no llevaba nada debajo, al tiempo que empezaba a preocuparse por lo que se le estaba empinando entre las piernas. Y entonces se le ocurrió.

—Un vaso de agua, gracias —bromeó.

Celia no pudo evitar reír ante su respuesta. Y, tras unos breves segundos, aún con el gesto divertido, contestó.

—Vale, voy —decidió comportarse como una buena anfitriona, incapaz de imaginar que su joven inquilino pudiera tener algún tipo de motivo oculto.

Cuando la morena se puso de pie, Josito pudo atestiguar que efectivamente iba sin sujetador, pues la prenda del pijama casi se transparentaba, dejando entrever la tonalidad más oscura de las areolas. Esa imagen acabó de ponerle cachondo, endureciéndole la picha al máximo y, mientras ella se dirigía a la cocina, tuvo que volver a usar un cojín para taparse la erección.

—¿Otra vez? —inquirió la treintañera, nuevamente risueña, al darse cuenta de lo que el chiquillo debía estar ocultando—. Jolín… —protestó para sí misma al reparar en que iba demasiado ligera de ropa.

—Tenemos que hablar de lo que pasó aquel día —afirmó él, timorato.

—Creo que ya lo dejamos claro —aseveró, sin ningún atisbo de duda sobre a lo que se refería su joven inquilino—. No debería haber sucedido. Y quedamos en que lo olvidaríamos, ¿no? Lo siento, pero no quiero hablar de eso.

—Pues yo sí —indicó con más contundencia de la esperada por Celia—. Pensé que estábamos de acuerdo en que sería nuestro secreto.

—¿Y?

—Pues que mientras Alonso no se entere, tú y yo podemos charlar de lo que pasó ese día.

—Sí, vale. Pasó que yo estaba un pelín achispada, me dio ternura saber que eres virgen y quise espabilarte un poco. Ya está. Pero tú no eres más que un crío. Y yo tengo novio. Eso lo entiendes, ¿verdad? —quiso ponerlo en su sitio, dejando las cosas claras.

—Un novio que ni te toca —soltó él, ahora con total desfachatez, dejándola a cuadros.

Josito acababa de tocarle la fibra. Al parecer, el maldito pueblerino sabía perfectamente el motivo de la discusión y ese tema estaba empezando a afectarla más de lo debido. Las descaradas palabras de su inquilino la dejaron en shock.

—Ese día estabas bien cachonda. Me dijiste que hacía una semana que Alonso no te ponía una mano encima. El pobre debe ser tan buen tío que seguro que no te toca estando yo en casa. Y tú tienes pinta de ser la típica que necesita atenciones a diario.

—Josito… —quiso protestar.

—No, déjame acabar —subió ligeramente el tono, imponiéndose—. Efectivamente, soy virgen y necesito espabilar. Y no me vendrían mal algunas lecciones. Creo que de esta situación podemos beneficiarnos ambos. Así que, te guste o no, vamos a continuar el juego que tú iniciaste —remarcó.

—Per…

—El curso se acaba ya y en unos días me vuelvo al pueblo, pero cuando regrese tenemos todo el tiempo del mundo para hablarlo —concluyó, plantando la semilla de la incertidumbre antes de alzarse para salir con premura, dejándola con la palabra en la boca.

Celia se quedó a cuadros.

—Puto niñato… —refunfuñó por lo bajo.

Esa misma noche, Celia se masturbó pensando en Marcus.

13

Unas semanas después, ya en pleno verano, concretamente el día 8 de julio, llegó el cumpleaños de Celia.

—Te quiero, cari —la besó Alonso, antes de darle su regalo.

—¿Qué es? —inquirió, risueña, empezando a desenvolverlo.

—Ábrelo.

—¡Oh, me encanta! —se le iluminó el rostro, ahora comiéndole los morros a su chico.

—Quiero que estés guapa. Te lo debo.

—Va, no empieces. Desde que se ha ido, estás como un toro —bromeó, haciéndolo reír.

—Pruébatelo.

—¿Ahora?

—Sí, quiero ver cómo te queda.

—Uhm…

El conjunto de ropa interior negro de encaje que Alonso le regaló a su chica era tremendamente sexy. El sujetador de aro y media copa era una talla 95b mientras que la pieza de abajo era un tanga clásico, en forma de V.

—¿Te va pequeño? —inquirió él al verle las tetas bien apretadas.

—Un poco —sonrió—, pero está bien.

Aunque Celia usaba una 95c, sabía que su chico se lo había regalado con todo su amor y no quería disgustarlo. Y a pesar de que el pecho le quedaba totalmente comprimido, no iba incómoda, que era lo importante.

—Bueno, así parece que aún las tengas más grandes —bromeó Alonso, haciéndola reír.

La morena se miró al espejo. Lo cierto es que estaba tremenda con ese conjunto de lencería.

—¿Es que las tengo pequeñas? —rechinó lascivamente, agarrándose las tetazas mientras dibujaba una morbosa mueca.

—Uhm…

El treintañero se abalanzó sobre su chica. El regalo le duró poco puesto.

Mientras tanto, a más de 50 kilómetros de distancia…

—Así que no te has follado a ninguna —desdeñó Gabino—. ¿Pero tú qué haces en Almería?

—Estudio Fisioterapia, ¿recuerdas? —rio.

—Joder, ¿y con eso no ligas?

—No es tan fácil…

—No me digas que no te gustaría hacerle un masajito a Alicia…

—¡Qué va!

—Oye…

—¿Qué?

—¿Crees que Marcus se la tiró aquella noche?

Josito se detuvo a pensarlo por un instante.

—No lo sé, tío. No tuvieron mucho tiempo. Y Alicia es guapa, pero es que Trini está a otro nivel…

—Ya, pero el sudaca ese tiene pinta de cepillarse a todo lo que se menea —soltó, despertando las inquietudes de su amigo.

Recordó el día que llegó a casa y lo vio a solas con Celia, sin camiseta. Y el extraño comportamiento de su casera la noche de la peli porno. No lo pudo evitar, se le revolvió el estómago.

—Lo cierto es que Marcus es un hijo de la gran puta —soltó con rabia, haciendo reír a su compañero de tertulia, al que le había ocultado todo lo referente a la treintañera con la que vivía en Almería.

—Ya, tío, cómo molaría ser como él —se entusiasmó Gabino, imaginándose follando con cualquier tía buena—. Somos unos pringaos —concluyó.

Ambos rieron.

Imagen de Celia con los chicos


Comentarios

  1. Gracias por volver a escribir...tengo ganas de más...la relación de Marcus y Celia saltan chispas. Vas por buen camino. Enhorabuena!!

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    1. Gracias a ti por comentar.

      Espero estar a la altura y que no os decepcionen las próximas partes.

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  2. Como se vuelva a enfadar con el novio me parece que se va a follar a Marcus, Josito y al negro jajaja

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    1. jajaja te juro que he estado un rato pensando en quién era el negro xD

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  3. Sin duda es de lo mejor que has escrito. El modo en que los múltiples personajes se interrelacionan y entrecruzan, las distintas escenas que van pasando a lo largo de un periodo de tiempo creíble (de todo un año), etc. Especialmente me gusta como estás tratando a Josito, como va evolucionando poco a poco y se va mostrando más seguro y firme a medida que van pasando las escenas, hasta la confrontación final con Celia. Marcus y Celia son personajes más típicos tuyos, pero también los has llevado muy bien, con un juego picante y gracioso de toma y daca que le sienta muy bien al relato.

    En resumen, que es un relato como siempre excelente. Y que voy a tener que aguantar las ganas el tiempo que haga falta hasta que llegue la continuación, porque has dejado el listón muy alto. Pero en esto, como en todo, tu vida va primero, así que no te preocupes tardes lo que tardes.

    Requiem

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    1. Jolín, muchas gracias.

      Sí creo que este relato es de los que puede que te gusten. Como decía más arriba, espero estar a la altura con la continuación.

      La buena noticia es que la segunda parte puede que no tarde muchísimo. El resto del relato ya...

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    2. Eso es una apuesta sobre seguro, Doc. Todos tus relatos me gustan, solo van en la gama entre buenos y excelentísimos.

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  4. Que relato tan excelente, me ha dejado con ganas de más. Has vuelto a lo grande, sigue así.

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    1. Parece que esta primera parte ha dejado con ganas de la continuación. Eso es buena señal :)

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  5. excelente trabajo doc, es un gusto leer un nuevo relato de usted. aunque necesito darle una relectura con mas calma me ha gustado mucho. al principio me descoloco que fuera algo rapido el inicio, pero veo que sera una obra larga y con varios personajes, asi que imagino debe condensar historia.

    pero una vez que me meti en a la lectura ese detalle ya no me importo. otra cosa que destaco son los personajes, me han gustado todos. al principio pense que la interaccion que mas me gustaria seria la de josito y celia, que me gusto pero hubiera preferido mas momentos de ellos solos conversando para desarrollar mas la relacion que me imagino se desenvolvera en las siguientes partes. me gusto mucho como marcus y celia interactuan.

    buen relato

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    1. Muchísimas gracias lobo.

      El relato no iba a ser tan extenso en un principio, pero cada vez se me alargan más. Quiero contar más cosas, meter más personajes, añadir más interacciones entre ellos... Debo ser un novelista frustrado jaja

      Me alegro que finalmente entraras en la historia. Por cierto, sin querer, me has resuelto un dilema que tenía con una parte de la historia con la que no acababa de estar muy convencido. Si es que recibir feedback me ayuda un montón, en todos los sentidos!

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    2. A mi también se me alargaba pero otra cosa jajaja y aún queda más!!!

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    3. jajajaja

      En serio, os lo he dicho alguna vez. Saber que el relato os pone cachond@s me gusta un montón :)

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  6. La escena de Marcus en casa contando el masaje a la clienta y como se va calentando Celia sumado a la visita de Celia a su casa es muy top. Aunque hubiera preferido una follada rápida medio forzada a Celia y abrir la posibilidad de mas giros y amantes de Celia. Estoy deseando que se vuelva una autentica guarra y Marcus un pedazo de hijo de puta.

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    1. Muchas gracias. Disfruté mucho escribiendo esas dos escenas :)

      Eso sí, no sé si conoces mi estilo de otros relatos... si Celia se vuelve una auténtica guarra, se acaba el relato jeje

      Veremos cómo continúa la historia...

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  7. Alicia y Celia seria un buen tandem.

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    1. Qué curioso... ¿Alicia antes que Trini?

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    2. Morbazo que Marcus se folle a Alicia...de hecho tal vez se la chupara cuando dice lo de un trago...Me gustaría que Alicia sea una autentica zorra y con Josito vaya de virgen jajaja

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    3. Curioso. Me ha sorprendido que Alicia haya despertado ese interés.

      Bueno, pase lo que pase, seguro que defraudo a unos y alegro a otros. Es el riesgo de publicar por partes. Pero mola saber este tipo de opiniones.

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  8. Qué agradable sorpresa ver que hay tantos comentarios en apenas solo un día, sobre todo después de tanto tiempo sin publicar.

    Pensé que ya nadie entraría al blog jaja

    Como siempre, no me cansaré de decirlo, muchas gracias a todos los que comentáis. A ver si luego saco un hueco y os contesto a cada uno de forma individual.

    Pero, vaya, me alegro que parece que el relato está gustando de forma general.

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  9. Definitivamente este inicio es de lo mejor que te he leído! Me gusta como va pintando todo esto! Es fácil meterse en casa personaje y las situaciones se desarrollan a pedir de boca con un morbo increíble que va aumentando progresivamente ! Ya estoy esperando la siguiente parte 😊

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    1. Muchísimas gracias Tauraneo :)

      Tu descripción del relato es lo que casi siempre intento lograr en mis historias, así que me alegro mucho de que esa sea tu percepción.

      Igual tardo en publicar la continuación, pero tened presente que yo también tengo ganas de publicarla para saber vuestras opiniones.

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  10. Ha sido maravilloso enserio. Me encantan tus relatos, son de lo mejorcito que hay. Pero este es genial. Ya estoy impaciente por ver cómo sigue todo; la relación entre Celia y Marcus, bufff y también Josito que va espabilando. Me encanta como escribes y describes todo. Mucho ánimo escribiendo y espero que la siguiente parte esté lista lo antes posible jejej😄😊

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    1. :)

      Muchas gracias por el comentario y los halagos. Me alegro que este relato te haya gustado tanto.

      La verdad es que a uno le entran ganas de sacar tiempo donde no lo hay para escribir.

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  11. Ha vuelto! Ha vuelto!
    Me encanta como vas tejiendo ese morbo que te hace querer leer más y más. Tiene muy buena pinta este relato doc. Esperando por más, un saludo.

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    1. jejeje me siento como un salvador o algo así xD

      Nada, agradeceros a vosotros que, a pesar de mis ausencias prolongadas, sigáis ahí para cuando vuelvo a publicar.

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  12. ¿A Alicia le vas a dar mas protagonismo? Podrias hacer una doble infidelidad. 2x1

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    1. mmm mejor no responder a eso.

      Lo que sí puedo decir es que habrá más de una infidelidad. Pero tampoco puedo hacer que todos se líen con todos.

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  13. No tardes en publicar...tienes a medio España en vilo!!

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  14. Veo que has vuelto, me alegro mucho, en cuanto tenga un rato le hecho un ojo a este último:)

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    1. Sí, encontré un hueco para volver a escribir durante las pasadas vacaciones.
      Y ahora tengo un problema, porque el relato está a medias y yo sin poder dedicarle tiempo jajaja

      Si lo lees, a ver si te animas a darme tu opinión. Espero que te guste :)

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  15. Lo que más me llama la atención del relato hasta el momento es que no hayas revelado todavía el tamaño de la polla de Josito. Conociéndote, seguro que es a propósito. 😝

    Un placer volverte a leer, espero con ganas el siguiente capítulo.

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    1. Creo que a Celia sólo le va a interesar el tamaño de la de Marcus jaja. A ver qué nos espera en el segundo capitulo.

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    2. jajajaja

      Si no recuerdo mal, no utilizo nunca la palabra "polla" para referirme a su miembro...

      Grande Miru Jaca! Muchas gracias por el comentario y por seguir pasándote por aquí a pesar de lo poco que publico :)

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  16. Una gosada de relato doc, y una bendición que vuelvas a escribir.

    La escena del masaje con Marcus es un calentón claro: la clave son las pequeñas racionalizaciones de ella y cómo se va autoengañando (magistralmente manejado el momento de cuando le quita los panalones). Desgraciadamente ¡ha sabido a poco! Pero por supuesto me fío de un remate a la altura en las siguientes partes.

    Me ha encantado la plétora de presencias femeninas, aunque conociendo tu estilo seguro que más de una es para despistar (y no para meterlas a todas en una orgía desenfrenada, que ya nos gustaría....).

    Un apunte que me ha descolocado bastante, es el uso tan libre del miarma (yo lo escribo junto, ya se ha transformado en un término propio jajaja). Sé que hay gente que lo usa bastante libremente como vocativo pero (como sevillano de pro me siento capacitado para decir esto) para mí se usa casi siempre como parte de un comentario entre irónico y condescendiente, para reprochar cariñosamente algo. Por ejemplo: "pero usa los cubiertos para la hamburguesa que te vas a poner perdío, miarma". Jajaja, es que me entra la risa si alguien lo usa como Trini en el relato. Seguramente usaría más "illo", "killo", "shiquillo" o variantes como vocativo.

    Pero bueno, no doy más la tabarra con los localismos :P Simplemente reiterar que espero la siguiente parte con ganas.

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    1. Me ha encantado tu apunte sobre los localismos.
      Primero de todo, quisiera pedir perdón por si algún andaluz pudiera molestarse por el mal uso de estas expresiones. Evidentemente, yo no soy andaluz. Y ojalá tuviera el tiempo y recursos como para poder documentarme como se merece.
      Por otro lado, ahora me hubiera gustado haber utilizado esas expresiones "illo", "killo", "shiquillo". Es que ya me imagino a Trini diciéndolas jaja

      Inicialmente el relato no estaba pensando para publicarse por partes. Simplemente empecé a escribir capítulos y llegó un momento en el que vi que se me iba a alargar y es cuando decidí ir subiéndolo para no tardar tanto en daros algo. Eso implica que, lógicamente, esta primera parte pueda saber a poco. Lo entiendo y asumo. Yo soy el primero que "odio" las sagas y no tener todo disponible para consumirlo a mi ritmo.

      jejeje parte de la gracia del uso de tantos personajes es no dejar claro lo que va a ocurrir. Por otro lado, sé que no voy a contentar a todo el mundo. Y más publicando por partes. Espero, al menos, no decepcionar a muchos.

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  17. Definitivamente una forma de escribir única, creo que cada uno de los lectores esperamos algo diferente, pero vas po un muy burn camino. Espero el siguiente capitulo este publicado cuanto antes

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    1. Eso me temo, que no voy a contentar a todo el mundo.

      No obstante espero que, independientemente del desenlace, se disfrute del camino.

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  18. Que gusto volver a leerte. Como siempre gran relato.

    Con respecto al relato me vuelve a gustar mucho el morbo y el tira y afloja de Celia, y como va navegando ella por sus dudas y sus calentones. No se muy bien como va a ser la vuelta de las vacaciones ya que se supone que se va a hinchar a follar con su pareja y eso hará que su calentamiento baje. 

    Lo que me tiene un poco perdido es Josito y su ¿amistad? con Marcus.
    Está claro que Marcus es un caballo ganador y que si este relato lo escribiese otro acabaría teniendo un harén, pero espero que no vaya por ahí.
    Por otro lado está Josito que empieza como protagonista (incluso el título habla de él), pero en el relato queda un poco como el pardillo perdedor. Tras un año en la universidad no se ha comido un colín desapareciendo Alicia desde el inicio, siendo tratado como un perdedor por Trini, teniendo una interacción terciaria con Celia y con una amistad poco productiva con Marcus.
    Algo tienes que tener en mente para que no tengas que cambiar el título por Marcus el empotrador, jajaj.

    Por otro lado me parece que le has dado poco papel, poca importancia de momento a Alicia, Abigail o a Emma. Creo que todas debieran tener su momento en el relato.

    Yo variaría un poco el tiro y convertiría a Marcus en el profesor de seducción de Josito, que Marcus siga siendo ese seductor empotrador pero que ayude a Josito a convertirse en una mejor versión de si mismo. Me puedo imaginar a los dos teniendo una orgía con Trini y Abigail para mejorar sus artes amatorias, mientras ambos siguen coqueteando con Celia e incluso Emma para conseguir lo que todos esperamos. Y podría dejar a Alicia para que sea una novia más formal aunque con su dosis de sexo. Es más, me puedo imaginar a Jabito y Gabino  haciendo un trío con Emma, ¿No estaba Gabino obsesionado por las tetas grandes? Pues ella es la que las tiene más grandes, jajaj.

    Yo que se, tonterías que se me ocurren.

    Pues eso, que muy buen relato, que no dejes de escribir aunque sea a pocos y que te vaya bien.

    Fer33

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    1. El gusto es mío Fer33 por volver a tener un comentario tuyo.

      Sí, digamos que Alonso va a tener un buen rendimiento sexual durante las vacaciones. Al fin y al cabo siempre lo ha tenido. Sino Celia no estaría con él seguramente. Pero claro... Josito vuelve...

      jajaja estoy seguro que muchos querrían que Marcus tuviera ese harén.
      Me cuesta comentar sobre este tipo de divagaciones sin caer en el error de decir algo que no deba. Así que simplemente os leo y dejo que me saquéis una pequeña sonrisa. Me encanta que haya este tipo de especulaciones.

      Respecto a la participación del resto de chicas, sí que puedo afirmar que algunas, en mayor o menor medida, tendrán su momento.

      jajajaja si consigo que Gabino, que está en el pueblo, se folle a la hermana mayor de la casera donde vive su amigo en Almería, es que ni un guion de David Lynch xD

      En serio, muchas gracias por este genial comentario.

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  19. Buenísimo el relato tu estilo es el mejor, solo faltó la conclusión de los cuernos

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    1. Gracias Kingping.

      Al ser una primera parte no se han consumado aún ningunos cuernos por completo.

      Veremos qué ocurre en los próximos capítulos...

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  20. Hola Doctorbp. Por lo que vas comentando quieres hacer que Josito supere al maestro (Marcus). Una transformacion Anakin Skywalker y Darth Vader jajajaja

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    1. jajajaja ojalá escriba algo a la altura de Star Wars :P

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  21. Fantastico!!
    Tienes la idea final cerrada?
    De que dependen los giros de guión?

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    1. Gracias :)

      Sí, la idea a grosso modo ya está en mi cabeza. Pero mientras escribes siempre pueden haber cambios por diferentes motivos. A veces por una idea nueva, incluso alguna sugerencia externa, pero muchas otras porque la historia te empuja hacia donde no pensabas en un principio.

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  22. Que sorpresa después de tanto tiempo sin mirar tu blog que tengas algo publicado, es como cuando sacan una nueva temporada de esa serie que te gusta!

    Yo suelo ser de los que disfruta cuando el caballo perdedor (josito en este caso) acaba triunfando, aunque sea en menor medida que el caballo ganador (Marcus), pero tocará esperar a ver el desenlace, aunque espero que no quedé mucho!

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    1. Primero de todo, muchísimas gracias. Me alegra un montón saber que, aún a pesar de mi tardanza, cuando publique, seguís entrando y os lleváis un alegría. En serio, gracias.

      Por otro lado, mil disculpas. Tengo casi lista la segunda parte, pero el relato está quedando bastante más largo de lo esperado en un principio y el desenlace tardará en llegar :(

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  23. Excelente relato, ansioso de conocer el resto de la historia

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    1. Gracias. La segunda parte está prácticamente terminada, a falta del último capítulo.

      El resto de la historia...

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  24. Siiiiii ... Vuelve el doctor de los primeros tiempos (las pozas, cariño ponte en forma), enhorabuena por el relato .......
    Ganas de leer como continúa la historia ... Pinta requetebien .... Te deja con ganas de más y más ... Muy bien descrito como siempre
    Espero que siga así de morbosa jejeje ....
    Y ojalá publiques pronto la continuación....

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    1. Hola Amalia, muchísima gracias por tu comentario :)

      Jolín, que compares este relato con los de mi primeros tiempos no sé si es bueno o malo jajajaja

      Me alegra un montón que te haya gustado. Espero estar a la altura en la continuación (esta primera parte ha gustado tanto que estoy empezando a sentir el vértigo de las segundas partes nunca fueron buenas jaja)

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  25. Alo Doctor. Muy buen relato. Me ha agradado bastante hasta donde vamos.

    Siento que debe ser una experiencia diferente el escribir el relato por partes, porque quiera uno o no, sospecho que debe influir los comentarios de los demas.

    No deberías de escribir para tu audiencia, peeeeero ya que estamos comentando. A mí me pone a mil cuando alguien sorprende a dos personas teniendo sexo y nosotros no tenemos preámbulo ni explicación.

    Por ejemplo, en el relato de Nacho Vidal, siempre me imaginé que sería morboso si la protagonista encontrara a Nacho Vidal con alguna mujer de producción (casada), quizá sin que ellos se den cuenta de que fueron sorprendidos y que no se de explicaciones.

    Un gran trabajo, espero con ansias la segunda parte. Ojalá Emma tenga participación.

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    1. Hola Str, muchísimas gracias por el comentario.

      Como al resto, encantado de que te haya gustado esta primera parte.

      En realidad ya publiqué otro relato por partes, "Webcamer", pero entiendo lo que quieres decir.
      Aunque la historia está más o menos cerrada en mi cabeza, hay ciertas cosas que pueden variar y, por supuesto, vuestros comentarios pueden influir (no por contentar a nadie, más bien porque me aporten algo que realmente me guste).

      Veo que Emma, con su escasa participación, tiene su club de fans. Os gustan las tetas grandes, ¿verdad? jaja

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  26. ¿Como va la segunda parte? Tengo muchas ganas de leerla!

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  27. Crack no nos dejes así más tiempo, publica otra parte, please

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  28. Respondo a los dos últimos conjuntamente.

    Como he comentado un poco más arriba, tengo la segunda parte casi lista (prácticamente faltaría el último capítulo).

    He tenido una época bastante mala en el curro y no he tenido prácticamente tiempo ni para pasarme por aquí a responder los comentarios :(
    Estas navidades he tenido unos días de vacaciones y he podido darle un empujón a la continuación.

    En resumen, la segunda parte no creo que tarde mucho en tenerla terminada. Pero el resto de la historia tardará. Mil disculpas :(

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  29. Por fin he tenido tiempo de leerlo, me ha gustado mucho, muy en tu línea.
    aunque se nota que ahora tienes menos tiempo para dedicarle, pero no por que decaiga la calidad, si no por que por momentos pareces tener prisa.
    Me has dejado con la miel en los labios, espero con ganas la segunda parte :*

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    1. Pues ahí la tienes, recién publicada.

      Eso sí, si esta te ha dejado con la miel en los labios me parece que me vas a exigir la tercera parte jaja

      ¿Has tenido la sensación de que tenía prisa? Pues puede ser, es un relato muy largo (creo que será el más largo de todos los que he escrito) e inconscientemente igual "acorto" para no alargarme en exceso.

      Bueno, muchísimas gracias por comentar y espero que disfrutes del resto del relato.

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  30. Soy un lector, lo más atento posible. Solo quiero sumar un comentario más: las relecturas de sus relatos viendo como están hechos es una gozada.

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