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Un joven pueblerino en la ciudad - Tercer curso

Sinopsis: Con el paso del tiempo el joven chico de pueblo se va habituando a la ciudad y comienza a experimentar cómo evolucionan las relaciones con la gente que le rodea.

25

—¡Mierda, joder!

—¿Qué pasa, papa? —se preocupó Josito al escuchar los lamentos de su padre, corriendo hacia el interior del garaje.

—Esta maldita rueda se me resiste… —indicó el hombre, aún quejoso, señalando el neumático de tractor que había tratado de levantar.

—Estás mayor… —sonrió su hijo, acercándose al enorme trozo de goma.

—Ya no tengo la misma fuerza… ¿qué haces? —se sorprendió, viendo que su pequeño pretendía intentarlo—. Te vas a hacer daño…

Josito dobló las rodillas, asió el caucho para lograr colocar ambas manos debajo y comenzó a empujar hacia arriba.

—Uhm… —se esforzó, logrando alzar el neumático.

—Joder, hijo… Te has puesto fuerte… —se aproximó a él para darle un golpecito en el hombro.

Lo cierto es que durante el verano el joven se había esmerado ayudando a su padre en las tareas del pueblo y su cuerpo se había tonificado. Ahora tenía una espalda ancha, unos pectorales endurecidos y unas abdominales bien marcadas. En general, se le había desarrollado toda la musculatura y el chaval estaba bastante fibrado.

—¿Dónde quieres que la ponga?

—Tu madre estará orgullosa —sonrió—. Déjala junto a la pared, vamos a contárselo.

—¡Anda ya, papa! —se quejó.

26

—Hoy viene este, ¿no? —inquirió Alonso con cierto desdén.

—Sí —confirmó su chica, sin mayor relevancia.

—Lo siento…

—¿Por? —se preocupó Celia—. ¿Qué pasa?

—Como hablamos, pensé en echarlo —confesó—. Pero…

—No te preocupes, vida —se aproximó a él, agarrándole la cara cariñosamente antes de besarlo.

—Te quiero, pequeña —reaccionó con una sonrisa antes de prolongar el contacto de sus labios.

—Y yo…

La intensidad de los besuqueos de la pareja fue en aumento, comenzando a calentarse poco a poco. Cuando Alonso se aferró a los senos femeninos encendió a Celia, que lanzó una mano al paquete de su chico, notando cómo se le endurecía.

—Joder, nene…

—Debe estar a punto de llegar…

—Nos da tiempo a uno rápido…

—Mejor no… —jadeó, sin dejar de magrearle las tetas, sintiendo cómo su novia le desabrochaba el pantalón para acabar colándose dentro de sus calzoncillos, sobándole el pene.

—No veas cómo estás… —elogió su empalmada.

—Ce…

Y de repente, oyeron las llaves en la puerta.

—Mierda —masculló la treintañera, sacando rauda la mano de la ropa interior de su hombre, que se retiró maldiciendo en dirección al cuarto de baño.

—Hola —saludó Josito.

Celia desvió la atención hacia la entrada y, lentamente, alzó la vista, desgranando la imagen del pueblerino a medida que asimilaba lo que estaba contemplando.

—Joder, niño… —se le escapó finalmente.

Y es que, de primeras, el aspecto de su joven inquilino le impactó. El chiquillo, que no era precisamente feo, se había puesto fuerte. Sin ser ningún musculitos, bajo la camiseta de tirantes que llevaba se apreciaba perfectamente el nuevo físico del chaval, bastante más fibrado. Supuso que seguía cachonda por culpa de Alonso y que su subconsciente le jugó una mala pasada, pero no pudo evitar pensar que, si no fuera porque sabía que no era más que un crío, Josito tenía un buen polvo. Sonrió para sus adentros, divertida con esa alocada idea.

—¿Estás sola?

—No, mi chico está dentro. Pasa. ¿Qué tal las vacaciones?

Ambos mantuvieron una cordial conversación hasta que el hombre de la casa hizo acto de presencia.

—Muy buenas, Josito.

—¿Sales a correr? —inquirió el pueblerino al verlo ataviado con ropa deportiva.

—Sí. Necesito hacer algo de deporte —sonrió, mirando a su novia maliciosamente.

Celia no pudo evitar una sonrisa. ¡Qué tonto era Alonso cuando quería!

—¡Que en dos días te pones más fuerte que yo! —continuó el treintañero, bromeando con su inquilino, antes de salir del piso.

—Bueno, esto es para ti —indicó Josito, una vez a solas, sacando una pequeña caja envuelta en papel de regalo y entregándosela a su casera.

—¿Y esto?

—Por tu cumpleaños.

Celia sonrió.

—Oh, gracias, pero no debías… —empezó a desenvolver el regalo alegremente—. Si ya han pasado un montón de días… ¿pero esto qué es? —acabó reaccionando al ver de qué se trataba al tiempo que se le transformaba la expresión del rostro.

—El de tu novio te iba pequeño —argumentó Josito, medio sonriendo—. Este seguro que te queda mejor.

—¡Qué vergüenza! —indicó ella con su natural salero mientras recordaba la escena del refugio, tapándose el pecho inconscientemente—. No puedo aceptarlo —le devolvió la caja.

—¿Por?

—No veo muy normal que me regales un conjunto de ropa interior.

Josito sonrió.

—Dime si te gusta al menos —le entregó nuevamente el regalo.

Celia frunció el ceño, sacando las prendas para echarles un vistazo. Se trataba de un conjunto de push up y tanga de color burdeos con un ligero toque de encaje.

—Es bonito —levantó la mirada, suavizando el semblante a medida que observaba a su joven inquilino.

—95C, para unas buenas tetas —marcó aún más la expresión de pillo, provocando las risas de su casera.

Celia no podía negar que seguía tontorrona por el escarceo previo con su chico y la insinuación del pueblerino no hizo más que incrementarle la libido.

—¿Y crees que necesito que sea push up? —inquirió con cierta malicia, sin poder evitar sentirse un poco juguetona, cogiendo el sostén mientras comprobaba el considerable volumen de las copas.

Josito reaccionó con una sonrisa astuta, clavando la vista en el escote femenino para observar detenidamente el pecho de esa pedazo de hembra.

—Las cosas bonitas hay que realzarlas…

—Guarro… —le recriminó ella con una de sus típicas muecas, repletas de encanto, mientras bromeaba estirando un brazo para tapar la visión de Josito antes de desviar la atención nuevamente hacia la prenda íntima— Me gusta.

—Pues quédatelo.

Celia volvió a alzar la vista y se lo quedó mirando.

—No pienso ponérmelo. No creo que a Alonso le hiciera mucha gracia saber que me vas regalando ropa interior sexy.

—Entonces, ¿no te lo vas a probar?

—Ni de coña —rio, dando el tema por zanjado.

27

La vida universitaria en la ciudad ya no era nada nuevo para Josito. Tras dos años, el joven pueblerino estaba más que habituado a vivir en Almería. Había hecho amigos, había conocido a chicas y tenía esa extraña relación de cierto morbo con el pibón de su casera. Y por si fuera poco, ese mismo verano, a la edad de 20 años, al fin había dejado de ser virgen.

Había sido con una chavala de la Alpujarra de la que no recordaba ni su nombre. Los dos estaban tan borrachos que al día siguiente no se acordaban de casi nada. Él ni siquiera sabía si lo había disfrutado, aunque el hecho de haber follado le subía la autoestima. Pero la cabrona de Celia ni le había preguntado. Y eso le jodía.

—¿En qué piensas, gallego?

Marcus le sacó de su ensoñación.

—Podríamos hacer una fiesta —indicó Josito, deseoso de echar un nuevo polvo y, esta vez, recordarlo.

El latino rio.

—Claro, man. ¿Cuándo son las de tu universidad?

—Había pensado en algo más íntimo.

—¿Eres maricón? —se burló, soltando una carcajada.

—No me refería a tú y yo solos —rio junto a su amigo latino—. Podría venir Abigail. Y tu hermana.

Camila era el objetivo de Josito. Si tenía posibilidad con alguna tía buena era con ella.

—¿No invitas a Trini? —sonrió Marcus maliciosamente.

—Sí, claro.

—¿En tu casa?

—¡¿Qué?! —se sorprendió Josito, que no se esperaba esa propuesta.

—Digo que podríamos hacer la fiesta en tu home.

—Pero… no es ni mi piso… yo solo soy un inquilino, están mis caseros…

—Convéncelos —indicó Marcus, ahora con total seriedad.

El chico de pueblo se incomodó. Aunque incluso dudaba de que sus anfitriones aceptaran, tampoco quería meter al latino en casa y menos después de la advertencia de Celia. Prefería no arriesgarse a que lo echaran.

—Yo había pensado más bien en tu piso —contraatacó, procurando reconducir la situación.

El sudamericano se quedó pensando. Estaba acostumbrado a conseguir siempre lo que quería. Y el rechazo de la pareja de Alonso aún le jodía.

—Está bien, pero con una condición —advirtió finalmente.

—¿Qué?

—Invita a la tetona de tu casera.

Josito abrió los ojos como platos, procurando asimilar lo que Marcus le acababa de pedir. Y no tardó en comenzar a percibir cómo se le aceleraba el corazón a medida que decidía aprovechar el devenir de la conversación para salir de dudas sobre algo que le rondaba la cabeza desde hacía ya algún tiempo.

—¿Te la has follado? —inquirió con preocupación, sintiendo cómo le temblaba la voz, temeroso de la respuesta de su amigo, mientras oía cómo el latino se tronchaba de la risa.

—Te recuerdo que tengo novia.

—¿Nunca le has engañado con otra?

—Never —mintió Marcus—. Tú propónselo, a ver qué te dice…

—No prometo nada…

Esa misma noche, aunque no había tenido demasiado tiempo para concretar su estratagema, Josito aprovechó el momento en el que Alonso se duchaba para tantear a su casera.

—¿Qué tal? —la interrumpió mientras veía la tele en el sofá.

—Bien, guapo. ¿Y tú? —desvió la atención hacia él, dibujando una de sus preciosas sonrisas.

—Te quería preguntar algo.

—Claro, dime.

—¿Podría dar una fiesta en casa?

Celia se rio, pues no se lo esperaba.

—¿Qué clase de fiesta?

—Pues una con muchas chicas, sexo, drogas… —bromeó.

La morena sonrió, captando el tono jocoso de su inquilino.

—No sé yo…

—Si no, hay otra opción —indicó Josito, ciñéndose al plan con el que pretendía convencerla.

—A ver…

—Podemos hacerla en otra casa, pero hay una condición.

—¿Cuál?

—Que vengas.

Celia frunció el ceño, pues eso sí que no se lo esperaba.

—¿Y qué pintamos nosotros en una fiesta de universitarios? —inquirió.

—No, si Alonso no está invitado.

Ahora la treintañera soltó una carcajada.

—¡Qué tonto eres! —reaccionó, aún risueña.

—Necesitamos chicas guapas —sonrió Josito, procurando mantener un tono jocoso.

—Será que no hay chicas guapas de vuestra edad…

—Pero ninguna está tan buena como tú…

—Vaya… —dibujó una mueca de satisfacción ante el descarado piropo—. Te lo agradezco, pero será mejor que no —rechazó la propuesta, sin perder el semblante alegre en ningún momento.

El muchacho se la quedó mirando. Tampoco es que tuviera demasiadas esperanzas de convencerla.

—¿Sabes qué? —soltó Josito.

—¿Qué?

—Ya no soy virgen —confesó, quitándose un peso de encima desde aquella conversación con su casera en la que ella descubrió que aún no había consumado.

—¡Qué bien! —sonrió la treintañera—. Te dije que si te ponías fuerte te las llevarías de calle —remarcó aún más la expresión de júbilo.

La novia de Alonso se quedó mirando al chiquillo. Lo cierto es que había pegado un gran cambio desde que lo conoció hacía ya más de dos años. Aquel niño flacucho y timorato se había convertido en un esbelto joven bastante atractivo que… De repente, sin saber muy bien por qué, le vino a la mente el recuerdo del hilarante momento en el que le pilló guardando los calcetines que usaba como relleno para el paquete y tuvo que esforzarse por evitar mostrar una sonrisa de cierta malicia. Se imaginó al pobrecillo, momentos antes de echar su primer polvo, teniendo que disimular mientras se quedaba en pelotillas y le pareció una escena de lo más ridícula…

—¿Quieres dejar de mirarme las tetas? —le reprochó graciosamente, viendo cómo Josito no perdía detalle de su escote—. ¿Para eso quieres que vaya a la fiesta, para no dejar de mirármelas? —rio, divertida, mientras se cubría el pecho con el brazo—. ¿No habrá sido idea de tu amigo Marcus…? —le interrogó sin esperar respuesta, ahora con el semblante serio—. Lo siento, pero no pinto nada saliendo con unos mocosos. Y menos sin Alonso —concluyó.

28

Esa era la noche. Camila estaba espectacular. La latina lucía un vestido corto de color blanco de una sola pieza, abierto en la parte superior delantera, desde el ombligo hasta el escote, mostrando gran parte de su piel morena y el extremo de su tatuaje. No había duda de que era la que vestía más provocativa.

Josito estaba bailando con ella, agarrándola de la cintura. La hermana de Marcus se dejaba. Le estaba poniendo cachondísimo. Estaba seguro de que se la iba a follar.

—Te has puesto fuerte, andaluz —coqueteó la mulata, inclinándose hacia delante para cuchichearle al oído mientras deslizaba una mano por la parte exterior del brazo masculino, palpando su musculatura.

—Y tú sigues tan guapa como siempre —respondió sin demasiada soltura, provocando las risas de Camila.

Siguieron así un rato, tonteando. La latina estaba predispuesta. Lo tenía hecho. Se acercó a ella para dar el último paso cuando de repente…

—Voy a por una copa —indicó ella, alzando su vaso para mostrar que estaba vacío—. ¿Tú quieres algo?

—A ti.

La hermana de Marcus rio, dando media vuelta para dirigirse a la barra. Josito se la quedó mirando. Menudo culazo tenía.

El chico de pueblo no perdió detalle. Camila estuvo un rato esperando a que atendieran a la gente de delante. Vio cómo un tío se colocaba junto a ella. Era bastante corpulento, pues le sacaba más de una cabeza a la mulata, que no tardó en girar el cuello hacia el desconocido. Se pusieron a hablar mientras hacían cola.

Josito observó cómo la hermana de Marcus se reía. Era tremendamente dicharachera, así que no le extrañó. Sonrió, deseando que volviera para seguir donde lo habían dejado. Mas, de repente, el pueblerino observó con incredulidad cómo aquel chico corpulento colocaba una mano sobre la parte baja de la espalda femenina. No tardó en rodearla con el brazo, asiéndola por la cintura para darle un pequeño achuchón, atrayéndola hacia él. Y Camila no dejaba de reír.

—Mierda… —masculló el de la Alpujarra, contemplando cómo estaban intentando levantarle la presa en sus propias narices, sin poder hacer nada.

Pero no pensaba rendirse tan fácilmente. Dio un paso adelante, dispuesto a echar a ese capullo, cuando vio cómo el corpulento desconocido inclinaba la cabeza hacia el rostro de Camila, que reaccionó alzando el mentón. Y entonces la besó. El joven pueblerino se detuvo de repente, petrificado, observando cómo la mano masculina se deslizaba hacia el culazo de la latina, comenzando a darle una buena sobada. Y es que se apreciaba claramente cómo ese cabrón le estaba estrujando la nalga con fuerza.

Josito se quedó mirando como un pasmarote, sin poder de reacción, cuando la inesperada pareja dio media vuelta, alejándose de la barra sin llegar a pedir. El de la de Alpujarra estaba atónito.

—No eres el único andaluz —soltó Camila con recochineo cuando pasó a su lado, desapareciendo junto al maromo que acababa de conocer.

—Vaya cara de tonto se te ha quedado —se cachondeó Trini que, junto a Abigail, se había percatado de todo lo ocurrido—. ¿Te pensabas que te la ibas a follar, mi arma?

—Si es que aún eres muy niño… —rio la rubia—. Muy majo, pero un niño al fin y al cabo —logró que ambas se troncharan.

Josito sintió rabia. No solo se habían torcido sus planes con Camila, sino que la bruja de Trini tenía algo nuevo con lo que torturarle y, para más inri, Abigail parecía querer entrar al trapo. Quiso gritar, pero lo único que hizo fue resignarse.

—No estés triste, pervertido —insistió la novia de Marcus—. Aún puedes mirarnos las tetas para la paja de esta noche —se cachondeó.

—Pobre —rio su amiga, hundiendo los dedos en el cuero cabelludo del pueblerino para revolvérselo ligeramente.

Ya sin Camila, cambiaron de local. Antes de ir a casa de Marcus fueron a tomar la última a un garito con máquinas de juegos, dardos y mesas de billar.

El latino estaba pidiendo en la barra cuando sintió cómo alguien le rodeaba con un brazo, bajando la mano hacia su entrepierna. Sonrió mientras percibía la agradable sensación de cómo le palpaban el paquete, primero suavemente para luego comenzar a clavar los dedos, buscando el contorno de su miembro viril.

—¿Esta noche me vas a hacer caso…? —cuchicheó Abigail en su oído.

Marcus le agarró el dorso de la mano, obligándola a que presionara su abultado paquete aún con más fuerza.

—¿Dónde está Trini? —inquirió, sintiendo cómo se le enardecía la polla inexorablemente.

—En el baño, cabrón. Estaba deseando que se fuera para sobártela un poco…

—Abre la bragueta y mete la mano dentro… —le ordenó, dejando de agarrarla.

—Uf… —resopló la rubia, cachonda perdida, siguiendo sus instrucciones con evidente sumisión—. Me encanta cómo me tratas… —le cuchicheó a medida que se colaba dentro de la ropa interior masculina.

—En cinco minutos en los aseos —indicó él.

—¿Vas a follarme? —susurró, comenzando a pajearle.

—Haré contigo lo que me apetezca, puta españolita…

—¿Qué te pongo? —le atendió la camarera.

Marcus sonrió. La morena del otro lado de la barra estaba bastante buena. Pensó que se la podía follar después de usar a la guarra de Abigail. Pero, de repente, la amiga de su novia sacó la mano del interior de sus calzoncillos.

—¿Te he dicho que pares? —reaccionó el latino con furia.

—Josito… —balbuceó la rubia.

El pueblerino les había pillado.

—Ven, gallego.

Marcus, tras discutir brevemente con Abigail, asió a su amigo por la pechera, llevándoselo a un rincón apartado para hablar con él.

—Me acabas de joder —indicó el latino con una entonación que denotaba su evidente malestar.

Se hizo el silencio entre ambos, ambientado por el sonido de la música del local, mientras los dos amigos se miraban sin decir nada.

—Fuck, me la iba a coger y ahora dice que le da miedo que se entere Trini.

Josito seguía callado. Se sentía molesto al descubrir que Marcus era un mentiroso. De repente, viejos fantasmas volvieron a su mente. ¿Ese cabrón habría hecho algo con Alicia? ¿Y con Celia?

—Trini no se va a enterar, ¿verdad? —insistió el sudamericano.

—No.

—Estás jodido, chaval. Porque como se entere, me da igual si por tu culpa o no, estás muerto. Así que a partir de ahora, vas a vivir para que la zorra de mi novia no sepa que le pongo cornamenta. ¿Estamos?

Josito estaba descolocado. ¿Marcus estaba hablando en serio? Aún esperaba que ese bastardo sonriera en cualquier momento y confesara que no era más que una broma, pero no fue así. Aunque quería replicar, prefirió ser cauto. Tenía todas las de perder.

Un buen rato después, ya con los ánimos más calmados y tras el regreso de Camila, tal y como estaba previsto, los cinco amigos concluyeron la noche en el piso del latino.

—¿Y dónde lo habéis hecho? —se interesó Abigail.

—En su coche —contestó la mulata.

—¿Y qué tal, puta? —sonrió Trini.

—No ha sido mi mejor cogida.

Las tres comenzaron a reír.

—No te comas la cabeza, gallego —indicó Marcus, sentado junto al pueblerino, ambos ligeramente apartados de las mujeres que cotilleaban sobre el ligue de Camila—. Mi hermana es mucha hembra… no solo para ti —rio.

—Necesito beber —aseguró Josito.

—¿Unos chupitos? —propuso el dueño de la casa, alzando la voz para que las chicas le escucharan.

—¿No has bebido suficiente? —sonrió Trini, acercándose a su novio para darle un pico.

—Yo no. ¿Y tú? —respondió, agarrándole una nalga para darle un buen apretón, atrayéndola hacia él.

—¡Uh, qué bestia eres! —se quejó, mordiéndose un labio, en un gesto de lo más lascivo.

—Podemos jugar a algo —propuso Abigail.

—No seas cría —replicó su amiga jocosamente.

—Algo hot… —masculló el latino con evidente malicia, desviando la atención alternativamente entre las dos andaluzas a las que se follaba habitualmente.

—Con el niño este delante no… —desdeñó Trini, mirando a Josito.

Abigail soltó una carcajada.

—En el pueblo jugamos al juego de la botella —indicó el de la Alpujarra, ignorándola, lo que provocó que ahora fuera la novia de Marcus la que riera con ganas.

—¿De qué va? —inquirió el latino.

—Se trata de hacer girar una botella y a quién señale le debes de besar.

—Gallego, es una mierda de juego —soltó Marcus con gracia, haciendo reír a las tres mujeres—. Va, juguemos… —bromeó, provocando que Camila frunciera el ceño mientras Trini y Abigial se desternillaban de la risa.

—No voy a jugar a esa mierda con mi brother —se quejó la mulata.

—Bueno, ni nosotras con un crío —aseguró la novia de Marcus, mirando nuevamente a Josito, ahora con desdén.

—¡Que te den! —replicó Josito, hastiado con la actitud prepotente de Trini.

—Te tiene cogido por los huevos… —sonrió el latino, dirigiéndose a su amigo.

—Jugaremos nosotras tres y vosotros miráis —indicó la rubia, dibujando una mueca rebosante de picardía.

Los dos hombres se quedaron mirando durante unos segundos, como si estuvieran validando la propuesta.

—Me parece bien —confirmó Marcus finalmente.

Fue entonces cuando Trini agarró del cuello a su amiga rubia para acabar dándole un pico.

—Nosotras no necesitamos ningún juego para esto, ¿verdad, puta? —bromeó, logrando incitar las risas del resto de integrantes de la fiesta.

Mientras los dos chicos observaban con expectación, las tres mujeres se acomodaron en el suelo, formando una especie de círculo, justo antes de que la novia de Marcus se dispusiera a hacer girar la botella por primera vez. Y el destino quiso que le tocara Abigail, provocando nuevas risotadas y vítores.

—Oye, chica, ¿cómo te va? —bromeó Trini cuando sus rostros se juntaron, quedándose a escasos centímetros de que sus labios se rozaran.

La rubia soltó una carcajada.

—Realmente te estás metiendo en el papel —replicó Abigail, risueña.

—No hace falta que te esfuerces, que ya sé que besas bien… ¡Ven aquí!

Trini ladeó la cabeza ligeramente a un costado y su amiga acompasó el movimiento hacia el otro lado mientras ambas abrían la boca para sacar la lengua, lamiéndose mutuamente durante un instante, justo antes de que sus labios se sellaran.

—Uhm… —se oyeron los ligeros sollozos de ambas.

—Joder, esto se está calentando —balbuceó Josito, que no esperaba un beso tan tórrido entre las dos amigas.

—Lástima no estar ahí en medio —apuntilló Marcus, sin poder evitar una maliciosa sonrisa mientras se imaginaba al par de andaluzas, que habitualmente le comían la polla por separado, compartiendo una buena mamada.

El morreo entre ambas fue creciendo en intensidad hasta que, tras unos largos segundos devorándose la boca, Trini subió la mano hacia el pecho de su amiga, apretándoselo suavemente para provocar el gemido de la rubia.

—Uf… —resopló el pueblerino, removiéndose incómodo debido a la incontrolable erección que ya ardía dentro de sus calzoncillos.

—Esto me trae recuerdos… —reveló Abigail, separando los labios de los de su amiga, quedándose aún muy cerca del rostro de Trini, mirándola a los ojos.

Ambas sonrieron. Y Josito alucinó. ¿Qué había querido decir? Tenía toda la pinta de que no era la primera vez que esas dos diosas se enrollaban. Se estaba poniendo muy cachondo.

—Te toca —indicó Camila, acercándole la botella a la rubia, que la hizo girar para que acabara apuntando precisamente a la mulata.

Ninguna de las dos pudo reprimir una sonrisa nerviosa, como si les diera vergüenza lo que estaban a punto de hacer.

—¿Has besado a una chica antes? —inquirió Abigail, acercándose a la hermana pequeña de su amante.

—No será muy distinto de un chico —sonrió, adelantándose a la rubia para acabar dándole un muerdo sin pudor alguno.

—Frena, sister —bromeó Marcus.

—Joder, esta noche te vas a enrollar con todo dios menos conmigo —chanceó Josito, provocando que ambas dejaran de besarse, desternillándose de la risa.

El ambiente se iba caldeando poco a poco cuando le llegó el turno a Camila.

—¿Otra vez? —sonrió Abigail al ver que la botella había dejado de girar, apuntando hacia ella.

—De eso nada —las interrumpió Marcus, acercándose a las chicas mientras se acomodaba el paquete delante de ellas.

Se notaba que el latino iba empalmado, pues el bulto que se le marcaba en el pantalón era más que evidente. Las dos andaluzas lo miraron expectantes. Trini, sonriendo orgullosamente al contemplar la buena erección que exhibía su novio. Abigail, relamiéndose secretamente, teniendo que observarlo con cierto disimulo.

—Joder, brother, eres un guarro —se quejó Camila, logrando que estallara una nueva oleada de carcajadas.

—Quiero que te beses con mi chica —indicó Marcus, sin dejar de sobarse el paquete, provocando que la mulata frunciera el ceño.

—¿Te pone cachondo que me líe con tu hermana, cerdo? —replicó Trini con una sonrisa rebosante de lujuria.

Por un momento se hizo el silencio, generando cierta tensión entre los cinco.

—Besaros —ordenó Marcus.

—¡Puto! —protestó Camila con un semblante de disgusto, bajando la mirada brevemente para echar un vistazo al paquetón que su hermano no dejaba de sobarse—. Ven aquí…

La latina agarró del pelo a Trini, atrayéndola hacia sí para acabar plantándole un pedazo de morreo ante la atenta mirada de Marcus, que sonría con orgullo mientras seguía amasándose la polla por encima del pantalón.

—Cuando dejes de comportante como una perra, te espero en el cuarto —indicó a su novia, alejándose tranquilamente hacia la habitación.

Josito se quedó a cuadros, preguntándose cómo podía ser tan cabrón ese hijo de puta. Pero lo que le hizo volar la cabeza fue ver cómo la endiosada de Trini, seguramente con el coño chorreando, corría como una jodida sumisa en busca de ese maldito bastardo.

—Pues se acabó la fiesta —indicó Abigail, claramente molesta.

Camila, sin decir nada, se alzó, dirigiéndose a su habitación. Parecía incómoda con lo que acababa de suceder y el chico de pueblo se preguntó si también se habría excitado con su hermano. Rápidamente desechó esa estúpida idea de su cabeza.

—¿Quieres ver algo en la tele? —preguntó Josito a la rubia, una vez a solas, procurando romper el incómodo momento.

—Será mejor que te acuestes, que no son horas para que los niños estén despiertos —pagó su frustración con el pueblerino, alzándose del suelo.

—No eres la única que se va a quedar con ganas esta noche, eh… —replicó mientras veía cómo la andaluza se dirigía a la cocina.

Abigail se preparó un último copazo mientras pensaba en Marcus. No es que estuviera enchochada con el novio de su amiga ni nada parecido, pero le apetecía echar un polvo. Y el maldito latino follaba de puta madre. Sonrió, restándole importancia, sin dejar de sentir el insaciable picorcillo en la entrepierna. Necesitaba aliviarse.

Cuando la rubia abrió la puerta del lavabo no esperaba toparse con alguien. Y menos completamente desnudo de cintura para abajo.

—¿Qué diablos estás haciendo? —increpó a Josito.

—Joder, es un puto cuarto de baño —se excusó, procurando cubrirse, avergonzado ante la inquisidora mirada de la veinteañera.

—¿Y no sabes cerrar? —replicó ella, dejando caer la mirada para escudriñar, en un acto casi reflejo, lo que el joven pueblerino intentaba ocultar.

—Hostia, que estoy en pelotas —se quejó, provocando las risas de Abigail.

—Ahora que lo mencionas…

La rubia volvió a bajar la vista, ahora fijándose más detenidamente en la entrepierna del chiquillo, comenzando a perfilar una pérfida sonrisa.

—¿Me estás mirando? —se puso nervioso.

—Tienes una buena pieza ahí abajo, chavalín.

A pesar de los torpes intentos por cubrirse con las manos, Josito era incapaz de ocultar todo lo que le colgaba entre las piernas. Lo que el chico manejaba era grande, de una longitud y grosor más que considerables. La rubia habría jurado que incluso parecía algo fuera de lo común.

—¿O debería decir chavalote? —rio finalmente.

—Muy graciosa… —protestó el muchacho, que no tenía ganas de que Abigail siguiera con el cachondeo—. Déjame en paz.

—Oh, no, no… —sonrió, adentrándose en el baño para cerrar la puerta tras de sí—. ¿Te resulta incómodo estar en pelotas delante de mí? —soltó con un deje divertido.

—Después de lo de hoy… como se entere Marcus…

—Sabes que por tu culpa me he quedado con el calentón, ¿no? —refunfuñó graciosamente—. ¿Te molesta si me acerco? —ahora sonrió con evidente malicia, comenzando a caminar hacia Josito—. ¿Más cerca de tu pedazo de polla? —soltó finalmente con un tono lascivo.

—¿Qué coño…? —se sorprendió el pueblerino, incapaz de asimilar lo que estaba ocurriendo.

—¿Qué te pasa, niño grande? ¿Tienes miedo de que se te ponga dura si me acerco tanto?

Josito estaba alucinando. Aún no las tenía todas consigo, pero las sucias palabras de Abigail le estaban poniendo demasiado cachondo y, lentamente, comenzó a apartar las manos, dejando que su miembro viril fuera asomando poco a poco a medida que esa bestia de la naturaleza se alzaba con una majestuosidad imperial.

—¿Sabes? He visto muchas pollas… —continuó la rubia— pero esto es otra cosa…

El pueblerino se quedó pensativo. Siendo consciente de que no la tenía precisamente pequeña, motivo por el cual siempre se había visto obligado a ocultar sus más que evidentes erecciones, tampoco creía que tenerla tan grande pudiera resultar morboso. Pero le impresionó positivamente la indudable lujuria con la que esa hembra destacaba su tamaño mientras no perdía detalle de cómo se le empinaba.

—¿Se te va a poner aún más dura si empiezo a acariciarte el pollón que llevas?

Abigail, llegando a la altura del pueblerino, sin más miramientos, le agarró el cipote, rodeándole el tronco sin lograr abarcarlo completamente mientras sentía cómo ese grueso trozo de carne crecía inexorablemente entre sus dedos, haciendo resoplar al joven dueño de esa excelsa virilidad.

—Joder, se está poniendo enorme… —cuchicheó, ya casi salivando—. Parece que este niño ya no es tan niño… —afirmó al tiempo que comenzaba a desplazar la palma de la mano a lo largo de toda su extensa longitud, enalteciéndole la polla al máximo, lo que hizo que las contundentes venas se le marcaran a fuego y el carnoso glande, cada vez más humedecido y abultado, empezara a rozarle levemente la cadera.

—Abi, es una locura… —balbuceó a duras penas un desconcertado Josito, sintiéndose en la gloria a pesar del temor por las consecuencias que eso pudiera tener.

—Cállate… porque no eres más que un crío que sino… —replicó, aumentando el ritmo de la paja—. Puedo sentir lo mucho que te gusta… Está rogando por explotar encima mío… —susurró melosamente, sin dejar de meneársela, haciendo que los esporádicos roces del bálano contra su cuerpo se incrementaran—. Pero este niño malo va a tener que correrse en otra parte…

La rubia rodeó al muchacho para ponerse a su espalda, ahora masturbándolo desde atrás, pudiendo sentir cómo le zarandeaban los vigorosos huevos cada vez que le sacudía el enorme cipote.

—Chis… —le rogó silencio cuando el pueblerino comenzó a gemir, acompasando el característico sonido de chapoteo de la paja.

—Mierda… —farfulló Josito, incapaz de aguantar más, antes de comenzar a eyacular como un auténtico animal.

—Uhm… —gimió Abigail, estirando la piel del palpitante miembro viril al máximo a medida que bajaba la mano hasta la base del tronco, logrando tensionar el descomunal pollón de tal forma que se mostró totalmente henchido mientras contemplaba, bastante cachonda, los enérgicos y cuantiosos chorros de esperma que el maldito niñato era capaz de emanar.

Josito perdió la noción del tiempo y el espacio.

—Será mejor que Marcus no se entere de esto —le advirtió, soltándole la aún dilatada verga para acabar amasándole suavemente los calientes testículos, haciendo que el pueblerino volviera a la realidad por unos segundos, justo antes de que ella se apartara, alejándose para dejarlo a solas en el cuarto de baño.

Tan solo un rato después, mientras limpiaba su propia corrida del suelo, Josito no paraba de darle vueltas. ¿Qué coño había ocurrido? ¿La rubia cañón de Abigail acababa de hacerle una paja? ¡Joder, no se lo podía creer! Ni en sus mejores sueños… Sonrió, sintiendo cómo la polla se le enervaba. Quería más…

29

—Pero, pero, pero… ¿me lo estás diciendo en serio?

—¡Que sí, bro!

—Uf… a ver, enséñame la foto otra vez.

Josito le mostró el móvil.

—¡Va, chaval! Es que no me puedo creer que ese pibonazo te hiciera un pajote.

Las palabras de Gabino hicieron que su amigo se enorgulleciera, sin poder evitar que se le escapara una ligera sonrisa de triunfo.

—Tendrías que habértela follado —continuó.

—¡Sí, claro! Solo lo hizo porque la cabrona se había quedado con las ganas de tirarse a Marcus.

—¡Que le den! Tenemos que averiguar si es rubia de bote y tiene todo el chocho morenote.

Ahora Josito soltó una carcajada.

—Oye, tío, me estoy poniendo malo… —insistió Gabino, sin dejar de mirar la foto de Abigail mientras proyectaba una mueca exagerada.

—¿Vas a hacerte una buena paja esta noche, eh, cerdo?

—Esta noche estoy solo en casa. Podemos… —hizo una pausa mientras sacaba su móvil.

Josito evidenció un ligero gesto de desconcierto, incapaz de adivinar lo que pasaba por la mente de su colega.

—Mira —continuó Gabino, mostrándole la pantalla—, siempre he querido contratar a una.

—¿Una puta? —se sorprendió.

—Una escort, gilipollas —reaccionó con dignidad.

—Están buenas…

—Claro, bro. Las llamas, vienen a casa y te convierten en el puto amo del universo —exageró, provocando las risas de su amigo.

—Pero mira qué precios…

—Ya, es que son chicas de lujo. Nada de una puta de esas de carretera que luego tienes que hacerte un chequeo.

Josito se tronchaba con las sandeces de Gabino.

—Pues nada, que lo disfrutes —sonrió.

—¡¿Qué dices?! ¿Tú no quieres?

—Yo paso de putas.

—¡Escort! —le dio un amistoso capón.

—Lo que sea…

—Yo te invito —le ofreció Gabino—. Pero la compartimos, que valen una pasta —rio.

—¡Anda, ya!

—Va, bro. Y elegimos una rubia… —bromeó, haciendo reír a Josito nuevamente.

—Una morena mejor —le propuso, casi sin pensar—. Déjame ver…

El inquilino de Alonso y Celia cogió el móvil de su amigo y comenzó a buscar entre las chicas, a ver si encontraba una que se asemejara a su casera.

—Esta —concluyó.

—Hijo de puta… —reaccionó el otro efusivamente, satisfecho con la elección de su colega—. Eres un jodido pervertido. Está tremenda —babeó, sin poder evitar amasarse el paquete, sintiendo la erección que ya palpitaba bajo sus calzoncillos.

Esa misma noche, en la casa de Gabino…

—¡Joder, estoy nervioso! —confesó Josito.

—Tío, no es la primera vez que follas —se quejó su amigo.

—Ya, pero…

—Ya, yo también estoy de los nervios —le cortó.

Ambos se desternillaron de la risa, logrando rebajar la tensión del momento justo cuando sonó el timbre.

—Hola, chiquillo —saludó una preciosa morena, cercana a la treintena, cuando Gabino abrió la puerta.

Josito se quedó pasmado observando a la escort de lujo. Aunque no llegaba al excelso nivel de su casera, la chica se le parecía demasiado. Se llamaba Lucia y vestía con una minifalda de cuero y una camiseta de tirantes completamente ceñida, mostrando la perfecta silueta de su cuerpo, algo más delgado que el de Celia.

—¿Y este? —frunció el ceño al ver que su cliente no estaba solo.

—Un amigo —respondió Gabino—. No te importa, ¿no?

—No hago tríos —advirtió ella.

Los dos pueblerinos se quedaron mirando, sin saber cómo reaccionar.

—Tenéis 18 al menos, ¿no? —chasqueó graciosamente, mostrando una agradable sonrisa con la que logró que los chicos se relajaran—. ¿Me has contratado tú? —inquirió, dirigiéndose al anfitrión de la casa.

—Sí.

—Puedes quedarte y mirar —replicó Lucia, desviando la atención hacia Josito—. Al menos eres guapo —le sonrió.

—Oye, que el que paga soy yo, así que los piropos para mí —bromeó Gabino, haciendo reír a la escort.

—Tú también eres muy mono —le agarró de la barbilla—. ¿Me invitas a una copa y me cuentas qué quieres hacer?

Tras tomar el trago y dirigirse al cuarto de baño para acabar de arreglarse, Gabino tuvo que convencer a Josito para que no se fuera.

—Paso de quedarme mirando cómo te follas a esa puta…

—¡Escort! —se quejó por enésima vez—. Bro, quédate. No hace falta que mires. Nos vamos a mi cuarto. Si tampoco voy a durar mucho —bromeó, haciendo reír a su amigo.

Mientras seguían discutiendo, apareció Lucia.

—¿Problemas, chiquillos? —sonrió, llegando a la altura de Gabino para comenzar a acariciarle suavemente por la parte trasera del cuello, subiendo hasta introducir los dedos bajo el cuero cabelludo mientras deslizaba la otra mano por los pectorales, casi abrazándole, de modo que sus tetas quedaron prácticamente pegadas a la espalda masculina.

—Uf… —resopló el afortunado muchacho.

—Nada, que yo ya me iba… —se despidió el otro pueblerino.

—¿En serio? —susurró Lucia—. ¿No te quieres quedar, guapo? —le sonrió—. Si tu amigo no me dura mucho, igual puedes acabar tú lo que quede de hora —se rio, como si los estuviera vacilando.

Josito sonrió. Le pareció que la puta no era precisamente tonta y eso le gustó.

—Al menos me caes bien —replicó, haciendo reír a la escort—. Pero paso de quedarme mirando.

Lucia bajó la vista ligeramente, echando un ojo al paquete del chaval.

—Quédate, que parece que lo estás deseando —sonrió con malicia, volviendo a alzar la mirada sin dejar de manosear al anfitrión, que estaba extasiado.

—Es que estás tremenda… —respondió Josito.

—No seas tonto y quédate —insistió ella, ahora con semblante serio, justo cuando deslizaba la mano por la entrepierna de Gabino, comenzando a palparle el paquete.

A Josito no le dio tiempo a reaccionar cuando vio cómo Lucia se agachaba frente a su amigo, desabrochándole el pantalón. Y de repente, los acontecimientos se precipitaron.

—Te voy a hacer descuento por polla pequeña —se burló la escort en cuanto le bajó los calzoncillos.

El estudiante de Fisioterapia se fijó en el pene de su amigo. Lo cierto es que, aún estando en erección, no debía medirle demasiado. Se la había visto en reposo y sabía que la tenía bastante más pequeña que él, pero tampoco creía que la tuviera enana. Sin embargo, Lucia parecía disfrutar humillándolo.

—¿Te gustan grandes? —preguntó Josito sin pensar, como en un acto reflejo.

La escort se giró hacia él con una medio sonrisa rebosante de malicia.

—¿Como la tuya? —remarcó aún más el lascivo gesto, mirándole descaradamente el paquete.

Gabino estaba desconcertado. Por el contrario, Josito empezaba a sentir cómo se le terminaba de hinchar la polla a medida que descubría el morbo que la diferencia de tamaño parecía estar provocando en Lucia.

—Sácatela —le ordenó ella, sin perderle de vista mientras comenzaba a pajear la pequeña picha de su amigo.

—¿Y si no quiero?

La escort frunció el ceño durante un segundo, hasta que vio cómo el pueblerino sonreía con cierta suficiencia. Entonces, sin dejar de mirarlo, sacó la lengua con sutileza, relamiéndose con evidente lascivia.

—Me estás poniendo cachonda con ese paquetón…

Se hizo el silencio, solo roto por el sonido del par de dedos de Lucia deslizándose por los escasos centímetros de la pichita de Gabino. Y, tras unos segundos, se escuchó la cremallera del pantalón de Josito.

—Joder, chiquillo, vaya pollón… —remarcó sus palabras la puta, sin dejar de mirar cómo colgaba, altanera, la descomunal verga entre las piernas del muchacho.

Lucia soltó el erecto pene de Gabino y, aún de rodillas, se acercó hacia su amigo.

—¿Qué haces? —se quejó Josito, sin perder el semblante risueño mientras daba un paso hacia atrás.

La escort sonrió, empezando a gatear hacia el esquivo muchacho, que se apartó nuevamente.

—No seas cabrón —soltó ella, manteniendo la sonrisa.

—¿Ahora sí haces tríos? —le replicó con una malévola expresión, jugando con la experimentada veinteañera.

Lucia giró el rostro hacia Gabino, que se estaba pajeando la pollita, observando lo que estaba ocurriendo, atónito. Volviendo la mirada en dirección a Josito, la escort de lujo se alzó del suelo para comenzar a desvestirse, sacándose la camiseta.

—Quiero follar —confesó con un evidente tono lascivo mientras empezaba a desabrocharse el sostén, provocando el sonido de admiración que salió de entre los labios del anfitrión cuando dejó sus tetas al aire—. Y no sé si con tu amigo voy a tener suficiente —se dirigió a Josito con una expresión adusta, repleta de malicia.

El universitario sintió una especie de estallido que surgió de la boca de su estómago, extendiéndose hacia cada una de sus extremidades y desembocando en una tremenda oleada de placer que le hinchó la polla al máximo, llegando a percibir cómo la sangre se aglutinaba en el paso por las venas del tronco, haciéndolo palpitar ante la atenta mirada de Lucia. La puta le estaba provocando una euforia inusitada al endiosar sus atributos al tiempo que humillaba al pobrecillo de su colega.

—Y tú estás deseando follarme, chiquillo —sonrió, orgullosa, tras comprobar cómo se le había puesto el pollón debido a sus insinuaciones.

La escort se giró en dirección a Gabino mientras cogía un preservativo que guardaba en uno de los bolsillos de la falda. Y, tras deshacerse de la prenda, empujó al muchacho hacia el sofá e hizo que se tumbara.

—El que paga manda —sonrió Lucia, lanzándole el condón antes de comenzar a bajarse las bragas.

—Uf… —resopló el pueblerino, procurando abrir el envoltorio con las manos temblorosas, sin dejar de mirar cómo bamboleaban los pechos de la prostituta mientras se quitaba la única prenda que le quedaba.

—¿Te ayudo? —inquirió, ya completamente desnuda, poniéndose a horcajadas sobre él.

—Sí, por favor… —suplicó Gabino, sintiendo cómo le palpitaba la pilila mientras contemplaba con una excitación desmedida el rasurado pubis que tenía delante.

El chico bajó ligeramente la mirada y comprobó cómo brillaba el chocho de la puta que, con las piernas ligeramente abiertas debido a la postura, parecía lubricada. No pudo evitar soltar un bufido cuando ella terminó de colocarle el condón, cerrando los ojos, procurando concentrarse en intentar retrasar el orgasmo.

Lucia se dejó caer para juntar ambos pubis, pero la pollita de Gabino resbaló entre sus labios vaginales. La escort soltó un leve bufido de frustración antes de alzar la mirada hacia Josito para sonreírle mientras introducía una mano entre sus piernas.

—Ven y te la chupo —le propuso, asiendo el pene de su amigo para, ahora sí, meterse los escasos centímetros, a penas saciándola—. Que ya veo que me voy a quedar con ganas de rabo —inició un ligero vaivén comedido para evitar que la pequeña picha se saliera.

Gabino comenzó a gemir de forma soez, evidenciando el éxtasis que la escort de lujo le estaba provocando.

—¿La mamada entra dentro del precio, puta? —respondió Josito con desdén, comenzando a caminar hacia Lucia, que abrió los ojos como platos, pues no se esperaba ese trato por parte del chiquillo.

El pueblerino se sorprendió a sí mismo. Aunque le había salido del alma, de un modo completamente natural, se dio cuenta de que podría haber sido una de las típicas reacciones de su amigo Marcus. Y se preguntó si ese comportamiento se habría visto afectado de algún modo por las malas influencias del latino.

—Serás hijo de puta… —sollozó ella, con el rostro desencajado, bajando la mirada para contemplar el pollón que el niñato puso a su disposición.

La veinteañera le acarició los huevos, percibiendo su extraordinario tamaño, antes de rodear el tronco por la base, como calibrando su enorme grosor.

—¡Uf! —resopló, deteniendo las suaves embestidas sobre Gabino—. Vaya bicho, chiquillo… —se relamió, inclinándose ligeramente para darle un fuerte lametón— Uhm… —gimió, mordiéndose un labio al sentir la mano de Josito agarrándole una teta—. Me estás poniendo muy cerda, niño… —rechinó los dientes, como si le diera rabia el estar perdiendo el control.

Fuera culpa de Marcus o no, Josito ahora entendía la conducta sobradamente chulesca de su amigo sudamericano. Se sentía poderoso y así quería expresarlo.

—Haz que acabe rápido el de la pollita y luego te doy tu premio, zorra… —replicó, agarrándose el cipote para arrebatárselo y, aprovechando el desconcierto de la prostituta, darle un buen pollazo en la mejilla.

—¡Cabrón! —rechistó Lucia, abriendo la boca, jadeante, deseosa de que Josito se la metiera hasta la garganta, pero el maldito niñato no hizo más que apartarse—. Ya has oído a tu amigo —agachó la cabeza, dirigiéndose a Gabino.

Y acto seguido la muy puta comenzó a botar con ímpetu sobre él, haciendo que el pueblerino gimiera como un auténtico animal. A la tercera embestida, la pichita se escurrió por completo del interior de la veinteañera, palpitando con furia en el aire mientras el profiláctico comenzaba a retener los escasos brotes de esperma que los retraídos testículos del chiquillo fueron capaces de producir.

—Y ahora a follar de verdad… —soltó Lucia con desdén, pasando la pierna por encima del pobre Gabino para salirse de encima suyo, dejándolo medio muerto en el sofá.

—Me parece que no te has corrido… —indicó Josito con una sonrisa maliciosa, sin dejar de acariciarse lentamente el pollón, mientras veía a la imponente escort caminando hacia él.

—No he estado ni cerca…

—¿Y quieres correrte ahora, puta? —dejó de tocarse, completamente crecido debido a la adrenalina provocada por los acontecimientos, en un claro gesto de invitación para que ella le sustituyera.

—¿Vas a ser capaz…? —sollozó lascivamente, agarrándole la polla para comenzar a masturbarlo—. Uhm… —gimió en cuanto sintió la mano del chiquillo entre sus piernas.

—Si estás ya a punto… —sonrió, apartando los empapados dedos del coño de Lucia para metérselos en la boca, obligándola a que saboreara sus propios fluidos.

—Me parece que te la voy a mamar gratis, cabrón —soltó con rabia, dándole un morreo.

¡ZAS!

—¡Ah! —gimió la prostituta al sentir la fuerte palmada con la que Josito le dejó marcados los dedos en la nalga—. Uf… y voy a dejar que te corras donde quieras… —susurró melosamente, comenzando a besarlo y lamerlo por todo el cuerpo a medida que se agachaba frente a él.

Una vez de rodillas, Lucia se esmeró en complacer a su joven amante, desplegando todas sus habilidades, que no eran pocas, hasta lograr llevar al chiquillo al borde del orgasmo tras unos pocos minutos de excepcional mamada.

—Me corro, joder, me corro… —advirtió Josito, sollozando.

—¿Dónde, chiquillo? —inquirió, jadeante, sin dejar de pajearlo—. ¿En la boquita? —susurró, dándole un lametón en el humedecido glande—. ¿O en las tetas, cerdo? —acercó el pollón a su pecho, haciendo que la suave piel se le manchara debido a las primeras simientes del pueblerino.

—Donde quieras… te vas a hartar…

—¡Uhm! —soltó un fuerte gemido, llevándose una mano a la entrepierna para tocarse a medida que sentía cómo el descomunal cipote se convulsionaba entre sus dedos.

El primer chorretón de semen salió tan enérgico que le pilló por sorpresa, salpicándole el pómulo y rebotando hacia atrás.

—¡Toma, zorra! —gritó Josito antes de empezar el baño de lefa.

Lucia no se esperaba la cantidad de esperma que el chico llegó a emanar, tal y como había anunciado, dejándole el rostro cubierto de semen, salpicándole el pelo y manchándole las tetas, desde cuyos pezones le caían goterones. Incluso le había dado para correrse en su boca, tragándose una buena cantidad de leche.

—Qué bestia eres, chiquillo… —balbuceó sin dejar de acariciarse el coño, soltándole la polla para contemplar cómo, a pesar de estar morcillona, seguía viéndose enorme entre sus piernas.

—¿Hemos terminado? —inquirió Josito, aún jadeante.

—Eso parece, ¿no? —ronroneó, deslizando los dedos entre sus labios vaginales cada vez con mayor intensidad.

—Ya… —desdeñó— Porque has acabado tu trabajo, ¿verdad, puta? —se agarró la polla, observando cómo la meretriz no dejaba de masturbarse frente a él.

—Claro…

—Mi amigo no te ha pagado para follarte a dos, ¿cierto? —empezó a acariciarse el miembro viril que, poco a poco, parecía ir recuperando su vigoroso tamaño.

—Deja de hacer eso… —se quejó ella mientras separaba ligeramente los muslos, permitiendo que el pueblerino contemplara cómo deslizaba los dedos por su chochazo, completamente empapado—. Joder…

—Así que no te puedo follar, eh, zorra…

—Joder…

Lucia no pudo evitarlo. Estaba cachonda y el trato del niñato, unido al fuerte olor a polla que el muy cerdo estaba emanando, hizo que se metiera un dedo en el coño, sintiendo cómo los flujos vaginales empezaban a gotearle por el dorso de la mano.

—Fóllame… —susurró muy bajito, mordiéndose el labio.

—Pero no tengo dinero, so puta… —rechinó maliciosamente, pajeándose en su cara, ya con el pollón enorme.

—Gratis, cabrón. Fóllame gratis… uhm…

La escort no dejaba de masturbarse, sin perder detalle del descomunal cipote que tenía delante de la cara, a escasos centímetros del rostro.

—No… —replicó él, altivo.

—¿Qué dices…?

—Si quieres que te la meta, perra… —hizo una pausa— No le vas a cobrar nada a mi amigo.

—Eres un maldito hijo de puta… —rechistó.

Josito se folló a la escort de lujo y, tras provocarle un tremendo orgasmo, logró que esa noche Gabino no pagara por los servicios de Lucia.

—¿Tú quién eres y qué has hecho con mi bro? —inquirió el anfitrión, una vez a solas, provocando las enésimas carcajadas de su amigo.

—No sé qué me ha pasado —balbuceó mientras rememoraba todo lo sucedido—. Era como si algo dentro de mí me impulsara a…

—¿Ser un cabrón? —le interrumpió Gabino.

—¡No he sido un cabrón!

—Lo has sido…

Josito caviló, recordando las hirientes palabras hacia su amigo y se sintió culpable.

—¿Te ha molestado que…?

—No es nada —le restó importancia—. Y gracias por ahorrarme una pasta —sonrió, timorato.

Pero tras un escueto silencio…

—¿Tan pequeña la tengo…? —añadió Gabino.

—¡Que va, bro! Eso ha sido solo un juego para darnos morbo. La puta esa sabía lo que hacía —procuró ser amable.

—Escort, idiota —dibujó una pávida sonrisa, ligeramente reconfortado con la respuesta de su amigo.

Sin embargo, los acontecimientos de esa noche marcaron el comienzo del distanciamiento entre ambos.

30

Josito estaba en su cuarto, aburrido, repasando algunos apuntes de clase, cuando oyó que alguien llegaba al piso. Decidió salir para desconectar un poco de tanto estudio.

—Qué guapa… —sonrió.

Celia, que había llegado de uno de sus partidos de tenis, vestía ceñida, lo que permitía que su inquilino pudiera deleitarse con sus magníficas curvas.

—Ahora no, Josito, que tengo prisa —le sonrió, ignorándolo para dirigirse a su habitación.

El chico la siguió. Tras los acontecimientos con la escort de lujo, el pueblerino estaba crecido. Se sabía imparable, capaz de cualquier cosa.

—Me encanta cuando vienes de hacer deporte —la lisonjeó, apoyado en el marco de la puerta.

—Eres un guarro —alzó ligeramente la vista para mirarlo, antes de continuar con sus quehaceres, buscando en el armario la ropa con la que pretendía cambiarse—. Anda, vete —le invitó a irse amablemente.

Pero su inquilino se adentró en la estancia.

—Josito…

—¿Te ayudo? —se ofreció, llegando a su altura para colocar una mano en la parte baja de la espalda femenina.

Celia resopló, hastiada. Normalmente lidiaba con su inquilino sin mayor problema. Pero esta vez tenía prisa y no estaba para tonterías.

—Sal de la habitación —alzó el tono, apartándole la mano.

Josito se quedó a su lado, sin tocarla, observando cómo su casera decidía las prendas que iba a ponerse.

—¿Has quedado? —inquirió.

—¿Aún estás aquí? —giró el cuello para mirarlo—. Sí, con Alonso.

—¿Podrías estrenar mi regalo? —le propuso, haciendo reír a Celia.

El pueblerino le devolvió la sonrisa y se colocó tras ella, percibiendo el agradable olor de su casera, ligeramente agudizado debido al reciente sudor que había impregnado su piel durante el partido.

—Te he dicho que te vayas —se quejó ella, sintiendo el calor que, tan pegado, emanaba el cuerpo del muchacho—. Mi chico está a punto de llegar y tú no pintas nada en nuestra habitación.

—Solo estoy siendo un inquilino amable —colocó una mano en la cadera de Celia, estirando el otro brazo para rebuscar entre las prendas del armario, pegándose a ella.

Josito se estaba poniendo a cien. Ya se imaginaba estampando a su casera contra el armario mientras le agarraba las tetazas, haciéndola gozar como a la escort de lujo.

—Al final te llevas una hostia… —le advirtió ella, justo en el momento en el que percibió cómo el muy cerdo le rozaba sutilmente el culo con el paquete.

¡ZAS!

El guantazo que le dio Celia sonó en todo el piso.

—Y no se lo digo a Alonso porque no quiero follón, pero se acabó. ¿Tú qué te has creído, niñato? Otra gilipollez y se te cae el pelo. ¿Entendido?

—Solo quería…

—¡Joder! Que es mi casa y empiezo a no estar cómoda por tu culpa… —aseveró, terminando de coger la ropa para alejarse hacia el cuarto de baño.

El tremendo golpe de realidad descolocó a Josito. Se había creído que por un simple polvazo con una puta se había convertido de repente en un macho capaz de follarse a quien quisiera. Pero su casera, que seguía estando a otro nivel, le había puesto rápidamente en su sitio. Celia era inalcanzable.

Mientras la pareja de Alonso se duchaba, el pueblerino recibió un mensaje. Era de Camila, que parecía querer disculparse por lo que ocurrió la noche que salieron todos juntos. Pensó que le vendría bien quedar con ella para olvidar lo sucedido con su casera cuanto antes.

Tras tomar algo por la tarde, fueron a cenar algo barato a una pizzería. Después de charlar sobre cosas varias surgió el tema por el que habían quedado.

—Te quiero pedir perdón —indicó Camila.

—No es nada, mujer.

—Al final, aquel man… bueno, fue una decepción —rio, provocando que Josito compartiera las risas con ella—. Debí haberme quedado contigo esa noche… —terminó de reír, sin perder el semblante sonriente—. Sigues siendo mi andaluz favorito…

—Vas a hacer que me ponga rojo —bromeó.

—¿Sabes?

—¿Qué?

—Aquel tipo, que parecía tan tiarrón, la tenía mini —sonrió con malicia.

Josito rio.

—Y que sepas que sobre ti corre un rumor… —continuó ella, trasformando su expresión risueña en un gesto rebosante de picardía.

—Espero que no sea malo —reaccionó él con gracia, imaginándose por dónde iban los tiros.

—Por ahí dicen que vas bastante bien servido…

A Josito se le escapó una sonrisa. Se imaginó que Abigail se lo habría contado.

—¿Las chicas habláis de eso? —inquirió.

—Solo cuando es pequeña o muy grande… —remarcó las últimas palabras.

Ahí estaba nuevamente esa sensación de poder al descubrir el morbo que provocaba en las mujeres un buen tamaño. A pesar del reciente chasco con su casera, igual que la noche con la escort de lujo, Josito volvió a venirse arriba, del mismo modo que lo estaba haciendo su entrepierna en ese preciso instante.

—¿Quieres ver lo grande que la tengo?

Camila sonrió. Para eso había quedado con Josito.

Tan solo unos minutos después, en el angosto cuarto de baño de la pizzería, con la hermana de Marcus de cuclillas frente a él, el pueblerino se desabrochó los pantalones, bajándose lentamente los calzoncillos para liberar su enorme polla, que quedó colgando, ligeramente altiva, en la mismísima cara de la mulata.

—¡Fuck, andaluz! ¡Tremendo vergón! Me sorprende que aún no tengas novia…

El joven de la Alpujarra rio.

—¿Y bien? ¿Es como cuentan los rumores?

Camila dibujó una incipiente sonrisa maliciosa.

—¿Sabes? Creo que aún tengo un poco de hambre…

La sudamericana agarró la polla del muchacho, rodeando el grueso tronco con sus pequeños dedos, sin lograr abarcarla completamente, pero presionándola para sentir su extraordinaria dureza. Abrió la boca y degustó el glande, lamiéndolo, chupándolo y succionándolo para lograr que el bálano se hinchara hasta el máximo, palpitando, inconmensurable y brillante.

—Uhm… definitivamente, debí quedarme contigo la otra noche… —sonrió, poniendo cara de zorra mientras alzaba la mirada.

Ya sin apartar la vista de los ojos de Josito, continuó con la mamada, ahora agachándose ligeramente para meter la lengua entre sus huevos, amasando ambas bolsas testiculares antes de desplazarse hacia arriba. Sin dejar de lamer ni un resquicio, terminó el lametón en la punta del cipote, que volvió a meterse en la boca para acabar tragándose también parte del tronco, comiéndole todo el pollón con avidez.

—Joder, Camila… —sollozó el pueblerino, extasiado por el buen hacer de la mulata.

La hermana de Marcus, sintiendo la mano que se colocó en la parte posterior de su cabeza, no tuvo tiempo de rechistar. Casi se le salen las cuencas de los ojos cuando el chiquillo la atrajo hacia él, clavándole el pollón en la garganta y provocando que se le humedeciera el lagrimal. Tuvo que darle un fuerte golpe en la cadera para advertirle de que necesitaba un respiro, sollozando como pudo mientras intentaba recuperar algo de resuello. Pero ya no logró volver a hablar hasta que el niñato dejó de follarle la boca.

—Gracias por el postre, guarro… —sonrió, aún con los goterones de semen colgando de su mentón, después de tragarse gran parte de la corrida de Josito, habiendo tenido que dejar que unos cuantos chorros cayeran al sucio suelo del baño, incapaz de abarcar tal cantidad de lefa.

31

Durante las siguientes fechas, Josito y Camila fueron quedando con cierta asiduidad. Ya adentrados en invierno, tenían algo parecido a una relación. Concretamente, eran follamigos.

—¿Os importaría si a la vuelta se queda una amiga en casa? —inquirió el pueblerino, sentado en la mesa junto a sus caseros.

Estaban hablando sobre el fin de semana en el que Josito se iba a esquiar con Marcus y las chicas a Sierra Nevada.

—Solo has tardado más de 2 años en hacerlo —bromeó el anfitrión, queriendo ser gracioso, aunque se le escapó un tono ligeramente burlón.

Celia, a la que con el paso de los días se le había olvidado el enfado con el pueblerino, le rio la gracia a su chico.

—Alonso, no seas malo… —reaccionó, risueña—. Ya sabes que, mientras os comportéis, no hay ningún problema —contestó afablemente a su inquilino.

Aunque la relación con su casera se había enfriado, ella tampoco había montado un drama por lo sucedido. Josito seguía comportándose de un modo descarado, pero la treintañera ya no entraba en su juego, optando por mantener más las distancias. Y lo cierto es que eso no lo llevaba demasiado bien.

Llegado el viernes, los cinco amigos salieron hacía el hotel en que iban a alojarse. Tras mucho discutir, al final, con la intención de ahorrarse algo de dinero, decidieron que Marcus y Josito dormirían en una habitación y las chicas en otra.

—Tenemos que hacer algo, gallego… —maquinó el latino, una vez a solas con el pueblerino, mientras ambos deshacían las maletas.

—No creo que Abigail tenga inconveniente en dejarnos las habitaciones un rato… —respondió, risueño, captando rápidamente las intenciones de su amigo.

—Ya, pero es que también quiero cogerme a la rubia —confesó Marcus.

Josito se lo quedó mirando, sorprendido. Dudaba que pudiera hacerlo estando su novia en el mismo hotel.

—Tendrás que entretener a Trini —prosiguió, descubriendo finalmente sus intenciones.

El pueblerino frunció el ceño mientras, en la otra habitación…

—Te lo dije… —rio Abigail.

—Que sí, que sí… —desdeñó la novia de Marcus, como restándole importancia.

—No solo la tiene grande… —apuntilló Camila.

—¿Grande? Tiene un pollón —aclaró la rubia.

—Dudo que más que Marcus… —rechistó Trini con incredulidad, evidenciando un claro menosprecio hacia Josito.

Abigail tuvo que reprimir una sonrisa, pues era la única que sabía quién de los dos iba mejor servido.

—Fliparías… —sonrió Camila, dirigiéndose hacia la novia de su hermano.

—Que me da igual, que es un pervertido. ¿Que tiene un buen cacharro? Pues muy bien, mejor para ti que te lo estás tirando. Pero, mi arma, que no deja de ser un maldito crío… —concluyó con una sonrisa despectiva.

Mientras, en la otra habitación, Marcus y Josito proseguían su conversación.

—Tío, no te compliques, pasa de Abigail. Si Trini está aún más buena…

—Ya… —confirmó el latino, casi con la mirada perdida—. Pero por qué conformarte con una cuando puedes cogerte a más —esbozó una sonrisa, ahora con cierta malicia—. Es como tu casera…

El de la Alpujarra se alertó, alzando la mirada para observar el gesto de suficiencia del latino.

—A esa perra sí que deseo darle verga.

Josito sintió cómo se le aceleraba el corazón. Maldito hijo de puta… Por lo menos, acababa de confesar que no se la había follado… aún.

—Bueno, ya se me ocurrirá qué tienes que hacer para que pueda quedarme a solas con la rubia… —indicó—. Y lo de la zorrita de tu casera ya veremos cómo lo montamos —concluyó.

El chico de pueblo se quedó mirando a su amigo con desdén. Si Marcus pensaba que iba a ayudarle a tirarse a Celia, iba listo.

Ya en pleno sábado, la mañana transcurrió sin sobresaltos. Los cinco amigos pasaron una divertida jornada en la nieve, disfrutando de las risas con las caídas y de la adrenalina de los descensos por las diferentes pistas de la estación de esquí de Sierra Nevada. Por la tarde, estaban reventados.

—Jo… qué daño las malditas botas… —renegó Trini mientras se descalzaba, descansando a pie de pista junto al resto de integrantes de la expedición.

—Podríamos alquilar una sesión en el jacuzzi del hotel… —propuso Camila alegremente.

—¡Sería genial! —respondió la andaluza.

Marcus y Abigail se miraron.

—A mí me apetece echarme en la cama y no hacer nada hasta mañana —rio la rubia.

—Tú te apuntas, ¿no, andaluz? —inquirió Camila, sonriente, haciendo un arrumaco a Josito.

—¿Con Trini? Paso —le sacó la lengua.

—Mejor, no quiero un pervertido que me esté mirando las tetas todo el rato —refunfuñó.

Marcus rio.

—Vamos para el hotel entonces —indicó el latino—, que supongo que el jacuzzi estará solicitado.

En ese mismo instante, a unos cuantos kilómetros de distancia, Celia y Alonso salían de regreso a su piso tras comer en casa de los padres de él.

—Te acuerdas que en un rato he quedado con estos, ¿no? —sonrió el treintañero al ver que su chica empezaba a comportarse de un modo más que cariñoso.

—Jo… —sollozó melosamente—. ¿Me vas a dejar sola hoy que no está Josito? —gesticuló con picardía, besando a su hombre.

Alonso no pudo evitar una sonrisa tonta. Lo cierto es que, después de toda una semana sin hacer nada, tenía ganas de sexo, así que a Celia no le costó ponerlo cachondo.

—Déjame que avise y hacemos algo, ¿vale?

La morena sonrió maliciosamente, satisfecha.

Ya en la habitación del hotel, Marcus aleccionó a Josito.

—Vas a ir al jacuzzi con estas —indicó de un modo imperativo—. Me da igual si le das verga a mi sister mientras Trini mira —le increpó—. Haz lo que te dé la gana, pero que esté entretenida mientras me tiro a su amiga, ¿entendido?

—No soy tu perrito faldero —rechistó el de la Alpujarra.

—¿Qué has dicho, gallego? —abrió los ojos como platos, pues no estaba acostumbrado a que le plantaran cara.

—Lo que has oído —se encaró—. Voy a ir al jacuzzi con estas, pero no porque tú me lo ordenes. Sí, probablemente me folle a tu hermana. ¿Y sabes qué? No descarto que tu novia me acabe suplicando polla…

Marcus se alteró, alzando el puño en un acto reflejo, tensionándose mientras miraba al pueblerino con rabia. Pero Josito, a escasos centímetros, ni se inmutó. Y de repente, el latino relajó el gesto, sonriendo.

—Le echas huevos, gallego. Like. Anda, no te hagas el valiente y vete a fantasear con mi hembra, que ya te gustaría… —concluyó, soltando una carcajada.

Alonso y Celia estaban acaramelados en el sofá, sobándose mutuamente mientras la libido de ambos iba in crescendo.

—Qué ganas tenía, nene… —sollozó la treintañera, dejándose sacar sudadera y camiseta antes de amasar el endurecido paquete de su chico.

Sin parar de comerse la boca, Celia empujó a su novio para que se tumbara, desabrochándole los pantalones y dejándolo en calzoncillos. Se separó ligeramente, bajándole la única prenda que le quedaba para liberarle la pichita, completamente dura, con sus contados centímetros apuntando al techo.

—Uhm… cómo la tienes… —sollozó la morena, justo antes de darle un besito en el glande.

En cuanto Abigail entró a la habitación de los chicos fue sorprendida por Marcus, que la agarró del cuello para estamparla contra la pared, escupiéndole en la boca antes de morrearla.

—¿A qué has venido, españolita?

—A por un buen sudaca, cabronazo…

—¿Con tu amiga en el jacuzzi? ¡Qué puta eres! —mostró una pérfida sonrisa antes de abofetearla.

—Joder… cómo me pones el coño… uf… —resopló.

Marcus la obligó a agacharse y, ya de rodillas, la rubia tiró de los pantalones del latino. Debido al enérgico gesto, la polla salió disparada como un resorte, golpeándole con fuerza en el mentón debido a su buen tamaño.

—¡Hostias! Que dura la tienes, joder… —se quejó, acariciándose la barbilla para aliviar el dolor del porrazo.

Alonso enterró sus dedos en el cuero cabelludo de su chica mientras ella le hacía la mamada. Llevaba días sin eyacular y el buen hacer de Celia le estaba llevando al límite.

—Joder, pequeña, sí que tenías ganas, sí… —resopló, disfrutando del inconmensurable placer que sentía cada vez que la lengua y los labios femeninos se aferraban con una increíble devoción a su pene, más sensible que de costumbre.

Cuando su novia se la metió entera en la boca, tocándole el vientre con la nariz, estuvo a punto de explotar.

—Espera, espera, cari… —tuvo que apartarla para evitar correrse.

Celia sonrió, relamiéndose.

Abigail metió una mano dentro de las bragas para tocarse el chumino mientras le chupaba el pollón a Marcus, que la tenía maniataba, sujetándola del pelo. Le encantaba la sensación de grandeza de su masculinidad, incapaz de metérsela entera.

—Me apetece darle duro a esta boquita tan pequeña —indicó el latino, moviendo ligeramente el culo para empezar a llevar él el control—. A ver si te la reviento —soltó con un fuerte golpe de cadera, clavándole la verga hasta el fondo.

La rubia solo pudo emitir un sonido gutural, previo a la arcada. Y ya no dejó de paladear el fuerte sabor a polla que inundaba sus papilas gustativas hasta que, dejándose follar la garganta por ese bestia, con los dedos incrustados en el coño, se corrió como una cerda.

A cuatro patas, Celia sintió la picha de su novio entrando en su lubricado chochito.

—¡Vamos, dame duro! —imploró.

Aunque Alonso no follaba mal, nunca la dejaba exhausta. Le gustaba cuando le azotaba el culo o le agarraba del pelo. Pero ansiaba la sensación de acabar hecha polvo, con todo el cuerpo dolorido, y eso su actual pareja no lo lograba.

—¡Ah! —gimió al sentir la primera nalgada.

El treintañero seguía penetrándola, rozándola ligeramente con los huevecillos, pues apenas llegaban a impactarla, cuando se inclinó sobre ella, estirando los brazos para asir ambos pechos de Celia. En esa postura, las tetas le colgaban pesadamente y las manos masculinas eran incapaces de contener todo su considerable volumen.

La morena se concentró en las caricias de su hombre. Estaba empezando a percibir el aumento de placer que la acabaría llevando al orgasmo cuando de repente…

—Ah… joder… ah…

Celia notó que la pollita de su novio se desinflaba dentro de ella tras eyacular en el interior de su coño. Aún cachonda perdida, con una mezcla de ansiedad y frustración, comenzó a moverse con cierta desesperación, buscando los últimos roces con su pene, hasta que sintió cómo se escurría entre sus muslos, completamente flácido, quedándose con ganas de más.

El pobre Alonso, que se había puesto excesivamente cachondo después de tantos días sin sexo, se había corrido más pronto de lo habitual, dejando a su chica a medias.

Marcus rodeó el pescuezo de Abigail desde su espalda, presionándole lo justo como para que la rubia viera incrementado el placer de las embestidas con las que el macho hacía chocar violentamente su pubis contra las nalgas de la amiga de su novia, logrando que las pelotas salieran disparadas hacia delante, rebotando contra los muslos femeninos.

—Ah… ah… ah… ah… ah… —sollozaba lastimosamente la veinteañera, sintiendo la buena polla del latino penetrando su coño con brusquedad.

—Llevas todo el fin de semana deseándolo, ¿verdad, puta españolita?

¡ZAS!

Marcus le soltó una fuerte palmada en el culo, castigándola.

—Uhm…

Abigail solo podía gemir. A duras penas podía respirar y sentía el orgasmo cercano.

—He visto cómo miras a mi novia con envidia…

El latino palmeó una de sus tetas antes de asírsela, cubriendo toda su carnosidad lujuriosamente, casi como si la estuviera ordeñando, exprimiéndole el seno, para acabar pinzándole el pezón, tirando de él.

—Uhm…

—Y cómo me miras con deseo… —le estrujó aún más el gaznate.

¡ZAS!

Un nuevo azote y el pulgar comenzando a presionar su ano fueron demasiado. El gemido ahogado de Abigail denotó que se corría. Con las piernas temblorosas, un chorrazo emanó de su coño, empapando los huevos del latino para acabar dejando un charco en el suelo debido al squirt que Marcus acababa de provocarle.

Mientras tanto, tras indicar el número de la habitación, Josito pudo acceder a la zona privada donde se encontró con Camila y Trini, ya dentro del agua. Antes de que ellas le divisaran, se percató de los bikinis que yacían tirados junto al jacuzzi y, cuando alzó la vista, se topó con la mirada inquisidora de la andaluza.

—¿En serio? ¿Qué haces aquí? ¡Vete! —reaccionó con premura, colocando un brazo sobre su pecho descubierto para taparse como buenamente pudo.

—El baño tiene buena pinta —respondió con sorna, observando el agua que, burbujeante, ocultaba la completa desnudez de ambos cuerpos femeninos—. ¿Hay espacio para uno más?

—¡No! —aseguró Trini.

—Claro… pero tendrás que desvestirte también —indicó la latina graciosamente.

—¡Camila! —se quejó nuevamente la novia de Marcus.

—¿Qué pasa? Has visto vergas antes, ¿verdad? —continuó la mulata con guasa.

El de la Alpujarra sonrió. Sin pretenderlo, había puesto en un brete a Trini y estaba disfrutando con ello.

—Solo porque estés en una relación con mi hermano no significa que no puedas mirar —insistió Camila.

Josito, divirtiéndose viendo el gesto torcido de la andaluza, sin cortarse ni un pelo, comenzó a bajarse el bañador, quedándose en pelotas.

—¡Joder, mi arma! —protestó la novia de Marcus, apartando rápidamente la mirada mientras el pueblerino, con cierta parsimonia, se adentraba en el jacuzzi, terminando de ocultar su desnudez bajo el agua.

—Estoy sorprendido —se dirigió a Trini—. No esperaba que fueras tan mojigata.

—¿Lo dices en serio? —reacción con desdén—. ¿Qué esperabas? ¿Que te enseñara las tetas así como así, pervertido? —frunció el ceño.

—¿Y tanto te molesta verme desnudo? —insistió, ahora con un tonillo burlón.

—No me interesa lo más mínimo —aseguró, aunque la suya era una entonación claramente despectiva.

—Como ya he dicho, no hay nada malo en mirar —intervino Camila—. Además, a saber lo que hace mi brother cuando tú no estás… ¿y tú no puedes mirar una polla…?

—Puedo mirar una polla —replicó Trini con dignidad—. Es solo que es raro estar desnuda junto a una sin Marcus —refunfuñó.

—Mira la suya entonces —propuso la mulata, retándola.

—¡Joder! —gruñó, mostrando cierta desesperación por la insistencia de Camila—. Muéstrame la maldita cosa para que se calle tu novia —soltó con absoluto desdén, dirigiéndose a Josito.

—¿Qué? ¡Estás loca! No te voy a enseñar la polla —protestó, vacilándola.

Trini se quedó con la boca abierta, antes de reaccionar con rabia.

—¡Que te jodan!

Camila soltó una carcajada. Y entonces, sin mayor miramiento, Josito se alzó, saliendo del agua para quedarse de pie dentro del jacuzzi.

—Aquí está…

Ante Trini apareció el monstruo del lago Ness. A pesar de que no la tenía dura, tal vez ligeramente hinchada por la situación, lo que colgaba entre las piernas del niñato al que siempre había ninguneado era de un tamaño casi increíble para estar en reposo. La andaluza se preguntó cómo era posible. A pesar de lo que le había contado Abigail, no le había dado importancia, pensando que estaba exagerando, pero es que el maldito crío tenía una polla aún más grande que la de Marcus.

—Vale, ya te la he mirado. Ahora guarda esa cosa.

Pero antes de que Josito contestara, Camila se estiró para agarrársela.

—¿De verdad? ¿Vas a hacerlo delante de mí? —se quejó Trini con el ceño fruncido nuevamente.

—¿Por qué no? Solo estás mirando… Has visto porno antes. No es diferente…

La latina comenzó a mover su pequeña mano a lo largo del grueso tronco, logrando que la verga del pueblerino comenzara a endurecerse.

—Menuda zorra… —se quejó la andaluza, ya sin apartar la mirada de la paja que le estaba haciendo la hermana de su novio a Josito, viendo cómo el pollón del muchacho crecía y crecía, empezando a alcanzar unas cotas increíbles.

Cuando el de la Alpujarra estuvo completamente empalmado, Camila se agachó para darle un primer lametón.

—Uhm… qué bien sabe… —masculló—. Deberías probarlo —soltó, ahora entre chupada y chupada, antes de tragarse un buen cacho de polla, sin lograr meterse mucho más que la mitad, suficiente para que le obstruyera la garganta, provocando un sonido gutural—. ¿Quieres probarlo, Trini? —insistió.

Josito había estado concentrado en el placer de la mamada, así que se sorprendió cuando alzó la mirada hacia la novia de Marcus y vio que había dejado de cubrirse. Tenía las tetas al aire, mostrando unas areolas grandes y rosadas y unos pezones bien gordos, totalmente tiesos. Esa excitante imagen le hinchó aún más el cipote.

Trini observó cómo el pervertido no perdía detalle de sus pechos mientras se la chupaban y un inesperado chispazo recorrió su cuerpo. No se lo podía creer, pero se estaba encendiendo con el maldito pervertido y su pedazo de pollón.

—¿Quieres dejar de mirarme mientras te la comen? —se quejó.

—¿Por?

—Porque es asqueroso de cojones, mi arma.

—Pues tú no dejas de mirarme la polla…

Trini no dijo nada. Solo bajó la mirada para contemplar cómo Camila seguía mamándosela. Oculta bajo el agua, no tardó en llevar disimuladamente la mano a su entrepierna. Y empezó a acariciarse suavemente. ¡Joder, se estaba poniendo demasiado cerda!

—No nos queda mucho tiempo —indicó Camila.

—¿Quieres que me corra? —inquirió Josito con lascivia, mirando directamente a los ojos de la novia de su amigo, que tenía el rostro desencajado.

—Haz lo que te dé la gana, pervertido —gruñó con desdén, ya sin dejar de deslizar los dedos por todo su chochito.

La mulata se apartó ligeramente y comenzó a sacudir el pollón del pueblerino con brío.

—¡Mierda! —gritó Trini cuando uno de los enérgicos lechazos salió disparado hacia ella, machándole una de las tetas—. ¡¿Me estás tomando el pelo?! —se quejó, incapaz de asimilar que el chorrazo del pueblerino hubiera llegado desde el otro lado del jacuzzi—. Esto no está bien… —reaccionó, ahora con una expresión de culpa, limpiándose rápidamente con el agua.

—Cállate, que todos sabemos dónde ha ido tu mano, perra —se burló Camila.

—¡Que te den!

Cuando Marcus le sacó la polla del coño, Abigail perdió las fuerzas definitivamente, sintiendo cómo las piernas le flaqueaban después de varios orgasmos, a cada cual más intenso, dando de bruces contra el piso. Con las nalgas enrojecidas, percibiendo la fatiga en cada músculo de su cuerpo, pensó en lo mucho que le dolerían las tetas al día siguiente mientras alzaba la mirada para observar cómo el latino, aún de pie, comenzaba a pajearse sobre ella.

—Así acabáis todas las españolitas cuando os conquista un buen sudaca… —masculló, corriéndose sobre el cuerpo desnudo de la pobre rubia que yacía en el suelo, completamente exhausta tras la espectacular follada que acababan de regalarle.

32

Tal y como habían quedado, el domingo por la noche Josito se presentó en el piso con Camila. Cuando Alonso la conoció, sin saber que se trataba de la hermana de Marcus, se sorprendió. A pesar de ser una niñata, no se esperaba que la amiga de su inquilino estuviera tan buena, aunque tampoco le dio mayor importancia. No le llegaba al suelo de los zapatos a su chica.

—Vida… —ronroneó Celia, ya acostada en la cama junto a su pareja, colando una mano bajo la camiseta masculina para comenzar a acariciar el torso de su hombre.

—Cari… ya sabes que…

—Jo… —se quejó melosamente, sin dejar de tocarlo, ahora sintiendo la dureza de sus abdominales—. ¿Él se trae a una chiquilla a casa y tú no vas a hacer nada? —jugó sus cartas maliciosamente, colando los dedos bajo los calzoncillos de su novio para empezar a rozarle el pubis suavemente.

—Tampoco creo que ellos hagan mucho…

—¡Sí, claro! —rio la treintañera—. Han venido para contarse historias de miedo… —se burló, agarrando el pene de Alonso—. Uhm… —soltó un pequeño gemido al sentir su erección.

—Peque, no… —se quejó, sujetándola por la muñeca para detenerla—. Ya lo hicimos ayer… cuando no estaban —apostilló.

—¡Joder, Alonso!

La morena se resignó. Por desgracia, ya estaba acostumbrada. Retiró la mano y se giró, quedándose de espaldas sobre la cama.

—Ayer también me dejaste con las ganas… —pensó sin decir nada, mirando al techo, con los ojos bien abiertos en plena oscuridad.

Tan solo unos minutos después, escuchó los suaves bufidos de su chico. Se había quedado dormido. Y entonces oyó las risas.

Camila se reía con las cosquillas que le hacía el pueblerino.

—Estás crazy… —se quejaba, risueña, procurando escapar de las manos del chiquillo.

—Chis… que te van a oír… —le pidió silencio.

—Pues no me hagas reír —protestó en voz baja, sin perder el semblante alegre.

—Es morboso tener que estar en silencio, ¿no crees? —sonrió Josito, comenzando a besarla.

—¿Te gusta lo prohibido, guarro? —le devolvió el gesto, ahora con un caliente morreo.

—Es excitante que nos puedan oír…

Como si ambos hubieran pensado lo mismo, comenzaron a desnudarse mutuamente, sin dejar de comerse a besos. Una vez en pelota picada, Josito jugó con la mulata, volteándola para dejarla tumbada boca abajo sobre la cama. Cuando le rozó el coño con los dedos, Camila no pudo evitar un gemido.

—Oye, ¿qué pasó con lo de guardar silencio? —bromeó el pueblerino, empezando a deslizarse suavemente entre los humedecidos labios vaginales.

—Lo estoy intentando, pero me estás poniendo muy hot… —ronroneó, separando los muslos ligeramente para permitir las prohibidas caricias del pueblerino.

—Pues entierra la cara en la almohada —le propuso, ahora metiéndole un dedo.

Camila, tal y como le había sugerido, ahogó el nuevo gemido contra el almohadón.

—Así está mejor, zorra… —le indicó, comenzando a masturbarla.

—Uhm…

—¿Te vas a quedar callada si te follo? —le susurró al oído de forma soez.

—Uhm…

Ahora Josito la agarró de la cintura para ponerla de costado. Ya sin la atadura de la almohada, se podían oír claramente los jadeos de Camila.

—Uhm… —sollozó una vez más cuando el pueblerino coló la polla entre sus muslos, comenzando a restregarle el orondo glande entre los labios vaginales, sin llegar a penetrarla—. ¿Vas a metérmela, guarro?

—¿Estás segura de que no vas a gemir cuando lo haga? —la chuleó, percibiendo la excitante humedad que emanaba de su chocho empapándole la punta de la verga.

—No la tienes tan grande… —replicó ella con tono burlón.

Y acto seguido…

—¡Oh! —gimió como una cerda cuando sintió el enorme pollón clavándose en su coño.

Josito reaccionó rápidamente, tapándole la boca con la mano, antes de empujar ligeramente con la cadera, metiéndosela cada vez más profundo.

Mientras, a tan solo unos metros de distancia, acostada junto a su novio, Celia no perdía detalle de los sonidos que llegaban de la habitación de su inquilino. Se sentía mal. En parte porque Alonso era un idiota, incapaz de ponerle una mano encima con Josito en casa mientras el maldito niño se traía cualquier furcia para follársela delante de ellos sin ningún miramiento. Y, por otro lado, porque estaba cachonda. No podía negar que, por uno u otro motivo, su chico la tenía desatendida y ahora, escuchando al pueblerino, se estaba poniendo mala. Aún queriendo evitarlo, no pudo reprimir las ganas de llevarse una mano al interior de las bragas para jugar con su chochito, cada vez más empapado, mientras oía los sollozos de la mulata.

—¿Estás bien? —sonrió el de la Alpujarra, apartando ligeramente la mano de la boca de Camila.

—Uf… me ha tocado el puto premio gordo contigo… ¡Ah! —soltó un pequeño grito en cuanto Josito le dio una primera embestida.

—Veo que no te vas a poder callar… —concluyó, agarrándole la cabeza para estamparla contra la almohada.

La mulata, viéndose sorpresivamente maniatada, abrió los ojos todo lo que pudo, casi sin poder respirar, mientras el niñato aumentaba el ritmo, empezando a hacer chirriar la cama. El cabrón la estaba usando. Por un momento se sintió como un simple trapo en sus manos. Y se murió de gusto. Puto Josito… pensó mientras el placer la inundaba y babeaba el cojín que le impedía gemir como una auténtica perra.

—Joder… —balbuceó Celia muy bajito, temerosa de despertar a su novio, mientras seguía masturbándose, con unas tremendas ganas de explotar, al tiempo que escuchaba el crujir del somier de la habitación de invitados y los golpes sordos de un cuerpo chocando con fiereza contra otro— Uf… —soltó un bufido cuando le pareció intuir una especie de gemido ahogado.

La treintañera se imaginó a la mulata corriéndose y no pudo soportar más el placer. Con un par de dedos metidos en el coño mientras se frotaba el clítoris con el pulgar, sintió cómo se le convulsionaba el cuerpo y se asustó, viéndose obligada a llevarse la otra mano a la boca para ocultar sus propios gemidos, tensionándose, incapaz de controlar los espasmos producidos por el éxtasis mientras giraba el rostro para controlar que Alonso no se percatara. Hacía demasiado tiempo que no tenía un orgasmo tan intenso.

Camila se despertó con una sonrisa al día siguiente. El polvo de la noche anterior con su follamigo había sido tan bueno como siempre, pero el hecho de hacerlo en su piso, teniendo que estar en silencio para no ser descubiertos por sus inquilinos, había sido increíblemente morboso. Miró a Josito, que dormía plácidamente y no quiso molestarlo.

—Buenos días —saludó a Celia cuando se encontró con ella en la cocina.

—Buenos días.

Se produjo un silencio incómodo.

—No est…

—Parec…

Ambas hablaron al mismo tiempo y se callaron al instante para acabar riendo.

—Perdona, di tú —se adelantó Camila.

—Nada, que decía que… os lo pasasteis bien, ¿no?

—No me digas que anoche nos escuchaste —reaccionó la mulata con una divertida mueca.

—¿Qué? No —rio Celia—. Me refería al fin de semana.

Ahora fue Camila quien soltó una carcajada.

—Sí, disculpa —dijo a duras penas, sin poder dejar de reír, contagiando a la treintañera.

—A decir verdad… anoche sí que os escuché —confesó, risueña, sintiéndose extrañamente cómoda con la latina, cuyo carácter se prestaba a ello.

—Jo… te diría que menuda vergüenza, pero… no —sonrió, gesticulando con un brazo, como restándole importancia, y provocando nuevas risas de Celia.

—Tampoco escuché mucho, eh… pero sí, me dio la impresión de que lo pasasteis bien —mantuvo el semblante sonriente, ahora con un ligero toque picaresco.

—Bueno, es que con Josito…

—¿Qué quieres decir? —preguntó sin mayor interés.

—¿No te has fijado?

—¿En qué?

La mulata sonrió con malicia.

—Supongo que no. Sabrías de lo que hablo…

—Sabes generar expectación… —bromeó, divertida, empezando a sentir cierta intriga, incapaz de imaginar a qué se estaba refiriendo.

—Pues que tu inquilino no calza precisamente mal…

—¿Te refieres a…? —alzó las manos para mantener ambos índices separados, a una distancia prudencial.

La latinoamericana le agarró por las muñecas y aumentó la distancia de los dedos de Celia a más del doble.

—No sé yo… —sonrió la treintañera con incredulidad, recordando el hilarante momento de Josito y su relleno.

—Con lo guapa que eres, me extraña que no hayas tenido ocasión de darte cuenta…

Celia sonrió ante la insinuación de la mulata. Recordó la cantidad de veces que Josito se había empalmado por su culpa y no pudo evitar ampliar la sonrisa. Entonces cayó en la cuenta. El de la Alpujarra siempre se tapaba. Algo hizo clic en su cerebro. Si la tenía tan pequeña, qué sentido tenía ocultar una erección apenas imperceptible. Y por qué iba a mentirle Camila…

—No me fijo en esas cosas… —concluyó, sin poder quitarse cierto runrún de la cabeza.

¿Y si lo que vio en el refugio era cierto? ¿Y si aquel pedazo de paquete era todo suyo? No, no podía ser. No podía tenerla tan grande.

—He de marcharme, que se me hace tarde.

La latina sacó a Celia de sus pensamientos.

—Despídeme de Josito, ¿vale?

—Claro.

33

Con el paso de las semanas y la cercanía de la primavera, el número de chicas que fueron pasando por el cuarto de Josito fue en aumento. A pesar de eso, un ligero malestar se había apoderado del pueblerino. Su casera se había vuelto aún más esquiva. Ya no solo no le seguía el rollo, sino que se molestaba con su actitud descarada, la misma con la que antes se habían sentido cómplices. Pero lo que le acabó de joder fue la amenaza velada de que, por si acaso, se fuera buscando piso para acabar el curso que aún le restaba.

—¡Que te jodan! —masculló el de la Alpujarra tras la insinuación de Celia, una vez que la morena se había marchado a su habitación.

Josito se sentó en el sofá, pensativo. No quería… ¡No! Deseaba… ¡No! En realidad, tenía miedo de no volver a verla, de perder la oportunidad de… ¡Mierda!

Llevaba un rato dándole vueltas cuando la treintañera hizo nuevamente acto de presencia. El chico de pueblo se alegró, pensando que tal vez regresaba para disculparse.

—Perdona, me he dejado el móvil —le sonrió afablemente, cogiendo su teléfono para volver a su cuarto.

—Cabrona… —gruñó por lo bajo, rabioso.

Los días pasaron y, ya en plena primavera, la relación entre casera e inquilino se había normalizado. Josito tuvo que dejar de insinuarse, lo que provocó que ella volviera a tratarlo con cordialidad. Y eso, después de todo lo vivido, se le hacía cada vez más bola al pueblerino.

Tras una calurosa mañana de sofocante trabajo en el que había tenido que visitar a varios clientes, Celia se dio una refrescante ducha nada más llegar a casa. En cuanto salió del cuarto de baño escuchó su móvil. Se dirigió al salón, donde lo había dejado. Era Alonso.

“Qué haces, cari?”

“Pues acabo de darme una ducha”

“Menuda calor…”

“Y ahora me voy de compras 😋”

“Al centro comercial?”

“Sí”

“Qué vas a comprar?”

“Ropa”

“Quieres que te compre algo?”

Mientras hablaba con su chico, Celia terminó de arreglarse. Cuando salió de casa, recibió un nuevo mensaje.

“Oye, estoy en el trabajo, aburrido”

“Jajaja a ver si te van a echar 😄”

“Jajaja que va!”

“Por qué no me envías alguna foto, cari?”

Celia sonrió, pensado que Alonso era muy tonto. Se hizo un selfie, completamente risueña, y se lo envió.

“Mmmm pequeña qué guapa”

“Te propongo algo”

“Qué???”

“Ya que estás de compras por qué no pillas algo y me enseñas qué tal te queda?”

“Jajajaja”

“Qué quieres que me compre???”

“No sé, algo que te haga sentir guapa, qué te parece un top? 😊”

“Un top???”

Celia se extrañó. Su novio nunca le había propuesto nada parecido, pero le gustó la idea.

“Jajajja para que luego te quejes, hoy me apetece disfrutar de lo guapa que es mi pequeñaja”

“Qué bien”

La treintañera no desaprovechó la oportunidad para tirarle una puyita, dibujando una mueca socarrona con los labios mientras terminaba de escribir el siguiente mensaje.

“A ver si sigues así, que últimamente me tienes desatendida”

“Y hoy? Tienes ganas de jugar un poco? Porque yo sí”

“Sabes que siempre quiero jugar”

“A qué jugamos???”

“Tú pilla la prenda que yo te diga, te la pruebas y me envías foto desde el probador”

“Te parece un buen juego???”

“Jajaja”

“Vale”

“Te pasa algo???”

“Hoy estás muy juguetón”

“Jajajaja no puedo esperar a que llegue el fin de semana y no se me ocurre mejor forma de disfrutar de lo buena que estás, cari”

“Mmmm”

“Me encanta”

Lo cierto es que la propuesta de su chico le había sorprendido gratamente. Se estaba empezando a calentar y ahora le apetecía seguirle el rollo.

“Por dónde empezamos???”

“Por un top”

“Bien ajustadito”

“De camino puedes pillar también alguna falda”

“Mira que te gustan mis tetas”

“La falda corta o larga???”

“Corta”

“Quiero verte las piernas y que me enseñes cómo se te ven las tetas con ese top”

“Cerdo”

“Estoy deseando que me folles”

“Ya estás cachonda? 😀”

Celia tardó en contestar, buscando las prendas que su novio le había pedido. Mientras, Josito aprovechaba para acabar de sacarse los pantalones, ya con la polla dura, a medida que releía la conversación con su casera.

El pueblerino había aprovechado el momento que ella se duchaba para desbloquearle el móvil. Se sabía su patrón desde que fueron de excursión el verano pasado. Y había modificado el contacto de Alonso, guardándolo con su número. Tras revisar someramente las conversaciones antiguas para saber cómo comportarse, se metió en su cuarto y esperó a que saliera del baño para enviarle el primer mensaje.

“Te gusta vida??”

Celia le había enviado una foto vestida con un top escotado y una falda cortita con vuelo.

“Mmm joder, peque, ahora sí que me has puesto cachondo”

Josito sentía el retumbar de sus latidos, bombeando con contundencia, en una mezcla de tensión y excitación por lo que estaba haciendo mientras contestaba a su casera, sin dejar de menearse el cipote.

“Te atreves a algo más?”

“Claro”

“Tú siempre tan morbosa jaja”

El pueblerino ya se había percatado de que a Celia le iba ese rollo, pero quería averiguar hasta donde estaba dispuesta a llegar.

“Ya me conoces”

“Me gusta jugar”

“Dime, qué llevas debajo del top?”

“Un sujetador”

“Quítatelo y envía una nueva foto que te vea bien las tetas”

“Mmmm”

“Vida, me gusta esta faceta oculta”

La siguiente foto hizo que el pollón de Josito se hinchara hasta el máximo, adquiriendo ya unas proporciones bíblicas. El top, en el que se notaban claramente los pezones tiesos de Celia, apenas podía contener el considerable contorno de sus pechos.

“Te gusta lo que ves???”

“Ya sabes que son tuyas”

El de la Alpujarra resopló, mostrando una sonrisa ladina. En ese instante vio claro que iba a hacer lo que quisiera con su casera. Y decidió empezar a arriesgar un poco a ver si descubría lo guarra que era.

“Joder puta, parece que te he puesto bien cachonda”

“Mmmm”

“Mucho”

“Desde cuando me dices esas cosas??”

Josito pensó que debía ir con cuidado para no descubrirse y decidió hacerse un poco el tonto, intentando descubrir dónde estaban sus límites.

“Perdona, no sé qué me ha pasado jajaja”

“Te ha molestado que te llame puta? 😕”

“Tranquilo”

“Me ha gustado”

Mientras le contestaba con el emoticono de una sonrisa, Josito empezó a menearse el rabo a mayor velocidad, haciendo que la habitación de invitados del piso de Alonso y Celia comenzara a impregnarse con el fuerte olor de su polla.

“A mí también me ha encantado cómo se te marcan los pezones”

“Me los enseñas, pequeña?”

“Quieres verme las tetas??”

“Pero si las tienes muy vistas”

Su casera no parecía querer entrar al trapo. Así que decidió darle un empujoncito.

“Pero quiero averiguar si eres tan puta como dices… envíame una foto de esas tetazas, a ver si te atreves”

—Joder, Alonso… —susurró Celia desde dentro del probador, cada vez más caliente.

La treintañera se subió el top, se hizo una foto del pecho desnudo y se la envió a su novio.

“Borra eso no la vaya a ver alguien”

Era la primera vez que podía verle las tetas con detenimiento. ¡Y qué tetazas! La cabrona las tenía bien gordas. Y bonitas, con unas areolas marrones, de un tamaño discreto, y unos pezoncitos pequeños del mismo color, pero bien tiesos. Esa excitante imagen hizo que le brotara un primer reguero de líquido preseminal, haciendo que se le humedeciera el glande. La polla se le había puesto extraordinariamente gorda, con las venas hinchadísimas, marcándose a lo largo de toda la rigidez del tronco.

“Jajjajaa sabes que lo haré, sabes lo mucho que me jodería que otro te viera así”

“Lo sé”

“Te conozco demasiado”

“Tú nunca me harías eso, verdad?”

“Claro que no”

“Solo soy puta contigo”

Josito sonrió. Ya había descubierto lo guarra que era su casera y lo poco que Alonso la trataba de ese modo.

“Jajajaja bueno, no sé qué me ha pasado, tampoco voy a abusar de llamarte así 😄”

“En la intimidad”

“Pero hoy sí quiero que seas un poco puta”

“Me está gustando serlo”

“Pues dime, puta, qué llevas debajo de la falda?”

“Un tanga”

“Y que te parece si te abres de piernas, metes el móvil entre tus muslos y me enseñas lo que tienes ahí debajo?”

“Quién eres tú y qué has hecho con mi novio???”

Celia estaba excitadísima. Sin esperar la respuesta de Alonso, siguió sus instrucciones. Aunque primero retiró la tela del tanguita ligeramente hacia un costado.

“Jajajaja eres consciente de que si no soy yo, le estás enviando las fotos a un desconocido????”

“Y quien va a ser”

“Josito???”

La morena se rio, pensando en esa auténtica locura, mientras adjuntaba la foto que acababa de hacerse para su novio. Sin embargo, la recibió el puto niñato, que sonrió con evidente malicia al ver el primer plano del coño depilado de su casera. Tuvo que soltarse la polla, que empezó a darle fuertes latigazos.

—Joder, qué cerda… —bufó Josito, volviendo a agarrarse el pollón, que zarandeaba como si fuera un animal desbocado, teniendo que domarlo—. Te quiero en casa, putita… —esbozó una sonrisa maligna, dibujando en su mente lo que iba a hacer con Celia.

“Joder, cómo está tu chochito… no te pedí que movieras el tanga, zorra”

“No querías jugar???”

“Si no te gusta bórrala”

“La borraré para que no la vea nadie, pero me ha encantado”

“Y me encanta saber que estás tan cachonda”

“Por qué no te vas a casa y rematamos la faena?”

“Mmmm”

“Me vas a follar nene???”

“Tengo aún para un rato aquí, ya lo sabes…”

“Pero quiero que me sigas calentando y quiero que tú también lo disfrutes estando en casa, cómoda, ya me entiendes…”

“Mmmm”

“Lo harás?”

“Quieres que me toque para ti??”

“No sé yo…”

“Sí, quiero ver cómo te masturbas mientras me envías fotos”

“Crees que seré lo suficientemente zorra para hacerlo??”

“Creo que te he puesto lo suficientemente cachonda como para que hagas lo que yo te diga, guarra”

“Mmmm”

“Ahora te vas a volver dominante???”

Josito ya no disimulaba. Sabía cómo tratar a Celia y pensaba calentarla al máximo, hasta hacerle perder los papeles.

“Hoy sí, hoy vas a ser mi puta”

“Mmm”

“Vete a casa y enséñame lo cerda que te he puesto”

“Voy”

Con las pulsaciones aceleradas y un evidente picor en la entrepierna, Celia volvió a ponerse su ropa para regresar al piso. Cuando salió del probador, comprobó que tenía dos nuevos mensajes de su chico.

“Sobre todo, si está Josito en casa, tendrás que ir con cuidado”

“No querrás que te oiga, no?”

“No haré ruido”

“Seguro que está en su habitación estudiando”

El de la Alpujarra sonrió, pensando que era un buen momento para sonsacarle, a ver qué le contaba a su novio sobre él.

“Sí, seguro que está estudiando algo de masajes, no te habrá hecho ninguno, no, cari?”

“A mi??”

“Cómo piensas eso???”

“Se lo hará a sus amigas”

“Sí, últimamente no para el chaval, con lo poca cosa que parecía al principio…”

“Es guapete”

“Y está en la edad de ir de flor en flor”

“No tendrás envidia de ir de flor en flor??”

“De todas las flores que ha traído a casa, ninguna está más potente que tú”

“Eso espero”

“No quiero pillarte mirando otro culo”

“Lo mejor que podemos hacer es que, cuando llegues a casa, me enseñes el tuyo y te digo cuál prefiero”

“Jajaja”

“Si eliges otro te mataré”

“Bueno, tú has dicho que Josito es guapete 😝”

“Si es guapo es guapo”

“Que le hago yo”

“Además ya sabes que solo tengo ojos para ti”

“Que no me entere yo que practica los masajes contigo!!!”

“Descuida que no te enterarás”

“Jajaja”

—Zorra… —sonrió Josito, recordando el que le dio antes de la excursión del año pasado, mientras respondía al mensaje con otra carcajada.

“Mmmm”

“Me tienes muy cachonda”

“Me follarás esta noche o tendré que ir a la habitación de Josito???”

El pueblerino no pudo más. Soltó el móvil para coger las toallitas húmedas que tenía preparadas. Dos, tres, cuatro… No había suficientes capas para contener la cantidad de esperma que le salió de los huevazos, que se le contraían con cada sacudida.

Un par de minutos después, ya más relajado, pero aún con la polla dura, continuó el juego.

“Parece que le tienes ganas… 😒”

“Jajaja qué tonto eres!!”

“Si no es más que un crío”

“Igual estás así de cachonda porque sabes que estará en casa…”

“Estoy así por tu culpa”

“Entonces…”

Celia estaba expectante, esperando a que su chico terminara de escribir. No entendía muy bien el arrebato que le había dado, pero no se iba a quejar. Cuando al fin llegó el nuevo mensaje, sonrió.

“Dime que no tiene nada que ver con que estés deseando llegar a casa para meterte en nuestra habitación, bajarte el tanguita hasta las rodillas y hacerte un dedo mientras me envías fotos con Josito al otro lado de la puerta, a un paso de averiguar lo guarra que eres”

“Eres un cabrón”

El de la Alpujarra, volviendo a sobarse el cipote lentamente, esbozó una nueva sonrisa, satisfecho. Ya no había ninguna duda de que su casera era una buena zorra. Ahora solo tenía que esperar a que llegara al piso.

“Ya estoy en casa nene”

Josito escuchó la puerta de la entrada. Celia parecía no querer hacer mucho ruido. Aún así, oyó cómo recorría en silencio el pasillo en dirección a su cuarto. Aproximadamente un minuto después recibió un nuevo mensaje.

“Qué quieres que haga??”

“Envíame una foto sexy…”

“Por qué no te pruebas un conjunto de ropa interior?”

¿¡En serio!? Después de todas las guarradas que le había dicho, la treintañera frunció el ceño, pensando en lo paradito que era su novio. A esas alturas ya no estaba para tonterías, necesitaba caña.

“Qué soso eres Alonso jaja”

Lo que ella no sabía es que Josito tenía un plan.

“Hay uno que nunca te lo he visto puesto”

“Pruébatelo para mi”

Celia recordó el regalo de su inquilino y cómo le había asegurado que jamás se lo pondría porque no le parecía bien por Alonso. Pero si su chico se lo pedía…

“Vale”

“No sabía yo que te fijabas tanto en mi lencería 😃”

El pueblerino soltó un bufido al ver la foto de cuerpo entero de su casera, solo ataviada con el conjunto de ropa íntima de color burdeos. Esa diosa tenía una anatomía espectacular, llena de curvas, con el push up realzándole las tetazas y el ligero toque de encaje de la braga insinuando su pubis completamente depilado.

“Ahora, el tanga, hasta las rodillas, puta”

—Uhm… —ahogó un gemido, temerosa de que Josito la escuchara, mientras dibujaba una sonrisa repleta de lujuria, pensando que su novio por fin volvía a animarse.

“Mmm te gusta esto? 😉”

Si no se hubiera corrido antes, el chico habría explotado con la foto de Celia tumbada en la cama, sin bragas, con las piernas abiertas y un par de dedos separándose los labios vaginales. Puso la imagen a pantalla completa para poder disfrutar de esa zorra mientras incrementaba la cadencia de la paja.

No tuvo tiempo de contestar cuando Josito recibió una nueva instantánea. La novia de Alonso, en la misma postura, se había quitado el sostén. A pesar de la firmeza natural de sus pechos, en esa posición se apreciaba como parte de su carnosidad caía ligeramente hacia el costado debido a su volumen.

Celia, con el móvil tirado sobre la cama, había cerrado los ojos, masturbándose ya descaradamente mientras se mordía los labios, evitando soltar un solo gemido que pudiera descubrirla. Estaba desatada. Previamente había ido en busca del pequeño consolador metálico que estaba usando para follarse el coño, cada vez más mojado. Necesitaba correrse.

La treintañera estaba cerca del orgasmo, empezando a mover instintivamente la cadera cuando oyó el sonido de su teléfono. Echó un vistazo y vio la pantalla iluminada. La conversación con Alonso se había actualizo. Era una foto. Con el pulso tembloroso, la abrió.

—Mierda… —sollozó, pues no era precisamente la imagen que esperaba.

El inmenso pollón, incandescente, con las venas marcadas a fuego que acababa de recibir la descolocó. Esa no era la picha de su novio. Tardó unos segundos en darse cuenta. No era él con quién había estado chateando. Un subidón de adrenalina se apoderó de ella, recorriendo cada poro de su piel. Observó nuevamente el adjunto, poniéndolo a pantalla completa, y soltó el dildo, asustada. Pero ya no había marcha atrás. Estaba demasiado cachonda.

Celia usó sus propios dedos para acabar de pajearse, observando con estupor el tamaño de esa bestia de la naturaleza. Le gustaba lo que estaba viendo. Le gustaba mucho. Tal vez demasiado. Solo le bastaron dos sacudidas más, pringándose la mano con sus propios fluidos, ya tan densos que casi formaban una pequeña pasta blanquecina escurriéndose por todo su coño, para romper en un estallido de gozo.

La treintañera se corrió como una maldita cerda, contemplando ese pedazo de pollón mucho más grande y gordo que la escasa picha de su novio Alonso, sin dejar de pensar en las fotos previas que ella misma había enviado, cada vez más subidas de tono. Bajó los párpados, aún con la visión del miembro viril de Josito en su cabeza, disfrutando de los últimos estertores del orgasmo mientras le temblaban los muslos y se retorcía espasmódicamente en completo silencio. No recordaba un maldito éxtasis más placentero.

—Puto niñato… —susurró.

34

—Esta vez te has pasado siete pueblos.

—El mío y seis más —replicó Josito con gracia.

No fue hasta el día siguiente cuando Celia reprendió a su joven inquilino. Tras el morbazo que la empujó a concluir la masturbación, en seguida se arrepintió de lo ocurrido. Aunque no había sido más que el resultado de un calentón, en ese momento no se vio con ánimo de salir al encuentro del mocoso que se lo había provocado.

—Mira niñato, lo de ayer tiene consecuencias…

El de la Alpujarra escuchó tranquilamente la retahíla de reproches que su casera le soltó en un instante. No le faltaba razón.

—En cuanto llegue Alonso…

—¿Qué le vas a decir a tu novio? —la cortó—. ¿Que te corriste mirándome la polla?

—¡Eso no es verdad!

—Ah, ¿no? —dibujó una mueca chulesca.

Se hizo el silencio, aumentando la tensión que se había generado.

—¿Sabes? La foto ya tenía el doble check azul… —prosiguió el muchacho, comenzando a esbozar una sonrisa altanera.

Tras una breve pausa, Celia quiso hablar, pero él no la dejó.

—Pude oír el chapoteo de tu coño —terminó de perfilar el gesto, repleto de malicia— ¿Disfrutaste mucho de mi polla, cerda?

La morena, petrificada, se quedó callada, procurando encajar el inesperado golpe de la mejor manera.

—¡Buenas! —saludó Alonso nada más entrar al piso, interrumpiéndoles— ¿Qué hacéis ahí los dos? —preguntó sin mayor interés.

Casera e inquilino se quedaron mirando durante unos instantes, pero ninguno dijo nada.

—Oye, ¿habéis pensado en lo de la salida a la Alpujarra? —inquirió el treintañero, adentrándose por el pasillo en dirección al cuarto de baño—. ¿Este año repetimos, no? Ya es mala suerte, para una vez que llueve en Almería… —rio desde la distancia.

—Parece que volvemos a ir de excursión —se cachondeó el pueblerino, murmurándole a su casera.

Celia, observando a Josito alejándose hacia su cuarto, no se lo podía creer. Había querido dejarle las cosas bien claritas, pero no sabía cómo el maldito niñato había logrado darle la vuelta, parándole los pies.

Por suerte para ella, tras la jornada de senderismo por la Alpujarra, su inquilino se volvería al pueblo y seguramente no tendría que volver verle el pelo, o eso esperaba. Pero a falta de unos días para la salida, Alonso llegó con la noticia de que no podía ir a la excursión. Coincidía con una intervención en el trabajo y debía estar de guardia por si ocurría cualquier inconveniente. Así que anularon los planes.

—Me sabe mal que no podáis ir por mi culpa —indicó el treintañero, metiéndose en la cama donde ya le esperaba su pareja—. ¿Qué? —sonrió al ver la graciosa mueca de Celia.

—Qué tonto eres —le devolvió el gesto risueño, inclinándose hacia él para darle un tierno beso.

—Lo digo en serio…

—Bueno, compénsamelo… —remarcó más la sonrisa, ampliando la distancia que separaba ambas comisuras de los labios para mostrar una expresión traviesa mientras colaba una mano en el interior de los calzoncillos de su hombre.

Alonso no se lo esperaba. Lo pilló relajado, así que los dedos femeninos se deslizaron suavemente sobre la pequeña flacidez del pene, jugando con su arrugado estado.

—Cari… —se quejó él, pero dejándose hacer.

—Chis… por tu culpa ahora Josito no se va al pueblo hasta el domingo —dibujó una mueca socarrona—. Se me va a hacer largo —ronroneó, mostrándose ciertamente cariñosa, sin dejar de besuquearlo—, así que podríamos aprovechar hoy…

Celia estaba logrando su cometido, pues Alonso se había empalmado. Sacó la mano para tirar de su prenda íntima, bajándosela lo suficiente como para liberarle el erecto pene.

—Uhm… —gimió la treintañera, satisfecha de la reacción de su novio mientras le rodeaba la picha con los dedos para comenzar a pajearle.

—¿Por qué no vais vosotros dos?

—¿Qué? —se sorprendió, sin dejar de meneársela.

—Pobre chaval, se queda aquí el fin de semana expresamente para eso…

Celia frunció el ceño. Después de lo ocurrido, lo último que quería era ir sola con el pueblerino. Pero la insistencia de Alonso le hizo recordar aquella conversación previa vía mensajes, antes de saber de quién se trataba, y cómo disfrutó con ella. Unos pensamientos llevaron a otros y a su mente vino la imagen de la maldita foto. Inconscientemente visualizó la polla de Josito, rememorando su extraordinario tamaño, lo mucho que le gustó vérsela y el apoteósico éxtasis con el que acabó todo. Sin dejar de hacerle la paja a su pareja, ya no pudo evitar comparar. Se imaginó la diferencia entre ambos miembros y se puso cachondísima. No había ninguna duda de que su inquilino la tenía muchísimo más grande y gorda que su chico.

—Ya… ¿y tú qué? —se interesó por su pobre novio, disimulando, como si la muy zorra no se estuviera calentando por culpa del otro.

La morena aumentó la cadencia de la masturbación.

—No te preocupes por mí, de verdad —le agarró de la muñeca para detenerla—. Id vosotros y pasadlo bien, ¿vale?

—Joder, Alonso, que el chaval folla más que tú… —reaccionó de sopetón, no sabía si más molesta porque su chico la rechazara por enésima vez o porque la empujara a pasar el día a solas con el pueblerino—. Y es tu maldita casa —apuntilló con desdén.

—Solo son unos días y ya nos quedamos solos —se subió los calzoncillos.

—No quiero que siga aquí el curso que viene… —refunfuñó.

—¿Ahora que solo le queda un año?

Celia soltó un gruñido de desesperación y dio media vuelta, dándole la espalda. Su novio era gilipollas.

35

Silencio. Solo acompañado por el rodar de los neumáticos sobre el asfalto.

—¿Vas a estar todo el día sin decir nada? —inquirió Josito.

Pero la pareja de Alonso no tuvo tiempo de responder cuando el móvil del pueblerino comenzó a sonar.

—¿Sí? Hola, chula.

Mientras el chico contestaba la llamada dejaron atrás el tramo sin señal de radio y se volvió a escuchar la música dentro del Megane de Celia.

La morena echó un rápido vistazo hacia su derecha, mirando de reojo a su inquilino, y maldijo a Alonso. No sabía si pasarse toda la excursión en silencio o quedarse en el coche mientras Josito hacía la ruta. Lo único que tenía claro es que no le apetecía nada esa salida.

—Era Alicia.

—Muy bien.

—Te da recuerdos.

—Perfecto.

—¡Venga ya, Celia! ¿Vas a estar todo el viaje enfadada?

—No estoy enfadada.

—Bueno, vale. Ya me lo dejaste claro.

—No lo suficiente parece…

—¿Qué querías que hiciera? ¿Dejar que se lo contaras a tu novio y que me echara del piso?

Celia no contestó.

—Aún no sabes por qué lo hice.

La treintañera giró ligeramente el cuello para obsequiarle con una breve mirada, como indicándole que le escuchaba.

—Supongo que no me gustó la idea de no verte el próximo curso. No encajé bien esa posibilidad. Sentí que no iba a tener la oportunidad de…

—No tienes ninguna oportunidad de nada conmigo —le cortó con seriedad.

—Al menos me quedaba un año para intentarlo —soltó con gracia, logrando que Celia hiciera un leve mohín con los labios—. Y el miedo a perder esa opción me llevó a hacer lo que hice.

—Bueno… —soltó al aire, sin querer decir mucho más, pero comenzando a mostrarse algo menos reticente.

—Luego la cosa se desmadró —sonrió.

—Bastante…

—Y no supe ponerle freno.

—Ya…

—Pero no iba con mala intención —mintió.

—No sé yo… —reaccionó, ya más relajada.

—Va, ya que nos vemos obligados a pasar el día juntos, vamos a pasárnoslo bien al menos. Después puedes volver a odiarme —bromeó.

—No te odio —mostró una tenue sonrisa—. Pero te voy a matar… —concluyó, ya con su habitual salero, volviendo a echarle un rápido vistazo, aún con la mirada seria, pero con el semblante más alborozado.

Un nuevo tramo sin señal de radio y volvió el silencio. Pero esta vez lo rompió Celia.

—Cuando lleguemos me enseñas el móvil.

—¿Por?

—¿Has borrado las fotos?

Josito sonrió.

—Pues por eso —refunfuñó ella.

—Vale —aceptó, alargando la primera sílaba con gracia.

De repente volvió a sonar la música.

—Y tú borrarás mi foto, ¿no? —chanceó el pueblerino.

—No la tengo, guarro —rio Celia.

Al contrario que el año anterior, había amanecido un día tremendamente caluroso. El sol pegaba con fuerza y aún no habían llegado al inicio de la ruta de montaña cuando ambos ya estaban sudando.

—Por ahí es la zona para pegarse un baño, ¿no? —inquirió Celia, señalando hacia donde se oía una pequeña marabunta.

—Sí. Lo suyo es ir a la vuelta, para refrescarse de la caminata —indicó el pueblerino.

La morena resopló.

—Podríamos ir ahora —propuso—. Con esta calor…

Josito miró hacia el cielo y una perla de sudor cayó por su frente.

—Nos da tiempo —sonrió—. Podemos darnos un baño y luego subir.

—Vale.

No muy lejos de allí alcanzaron el lugar del que procedían las voces que habían escuchado anteriormente. La zona de baño era un pequeño lago y estaba repleta de personas.

Celia volvió a resoplar.

—Esto está lleno… —refunfuñó, pues se esperaba otra cosa.

—Mucha gente viene a bañarse —explicó Josito—. La mayoría de estos no van a hacer la ruta.

—Jo…

—Ven.

El chico agarró la muñeca de su casera para tirar de ella. Celia se sorprendió, pero se dejó guiar.

—¿Dónde vamos? —inquirió.

—Ya verás…

Cogidos de la mano, ambos atravesaron la muchedumbre de niños correteando, parejas tomando el sol y ancianos secándose tras darse un chapuzón, hasta llegar a una arboleda que quedaba justo al otro lado.

—Que no nos vean —bromeó el pueblerino, echando un último vistazo hacia el gentío antes de arrastrar a la treintañera al interior de la montaña.

Celia rio.

—Puedes soltarme —indicó ella cuando comenzaron a recorrer el pequeño sendero que había tras cruzar los árboles, a penas visible para quien no lo conociera.

—No quiero que te pierdas —chanceó Josito, mirando hacia atrás para sonreírla.

—Sé cuidarme yo solita —dio un pequeño tirón para zafarse.

Tras unos pocos minutos de caminata por el monte, llegaron por fin a la explanada.

—Jo, qué chulo —reaccionó Celia al contemplar el pequeño estanque a los pies de la hierba que crecía salvaje por toda la planicie.

Estaban completamente solos.

—Este sitio únicamente lo conoce la gente de la zona, pero nadie viene en fin de semana para que no se acabe descubriendo.

Celia sonrió. Le encantaba el sitio.

—¿Nos damos un chapuzón? —inquirió Josito, doblando las rodillas para dejar su mochila en el suelo.

—Vale, pero antes… el móvil —indicó con una mueca graciosa.

La novia de Alonso estaba sonriente, pero su postura era autoritaria. No pensaba permitir que el maldito cerdo conservara la conversación y mucho menos las fotos.

El chico se alzó, dibujando una sonrisa traviesa, antes de deshacerse de la camiseta, mostrando su esbelto torso, ya bastante moreno.

—Relájate, que te va a dar un golpe de calor —indicó, desabrochándose los pantalones—. Ponte cómoda y ahora revisamos mi móvil —concluyó, bajándose la prenda.

—¡Josito! —rechistó Celia al ver que el muchacho se había quedado en calzoncillos—. ¿No llevas bañador? —preguntó, apartando la mirada.

—Ahora me lo pongo —afirmó, descalzándose para acabar de sacarse los pantalones.

La novia de Alonso procuró no darle mayor importancia. Al igual que su inquilino, comenzó a dejar las cosas sobre el césped antes de desvestirse. Debajo de la ropa llevaba un bikini. Cuando se quedó únicamente con el traje de baño miró a Josito. Seguía en calzoncillos, marcando paquete.

—¿Aún no te has puesto el bañador? —refunfuñó.

—Ven, vamos a mirar esto primero —indicó, mostrándole el móvil.

Celia se acercó al muchacho. Los rayos del sol pegaban con fuerza y reflejaban la pantalla, dificultando la visión, lo que hacía que se tuviera que arrimar a él para poder ver algo, colocándose a uno de los costados de su espalda.

—Bórralo todo —indicó imperativamente.

—¿La conversación también? —preguntó de un modo jocoso.

—Si quieres seguir en el piso el curso que viene… —replicó con un tono divertido.

Josito le mostró cómo eliminaba el chat que mantuvieron.

—Así me gusta —soltó Celia tras escuchar el gracioso lamento de su joven inquilino—. Tendrás que usar otra cosa para las pajillas —bromeó—. Ahora las fotos.

—¿Todas?

—Pues claro.

Los cuerpos de ambos, cada vez más calientes debido a la intensidad de los rayos del sol, estaban ya prácticamente pegados, piel con piel, pues la luz no dejaba de dificultar la visión de Celia.

—No hace falta que la abras —indicó al ver que Josito ponía a pantalla completa el selfie que ella había enviado a su novio.

—Sí, claro. Y borro alguna que no debo… —rechistó—. Esta me la puedo quedar, ¿no?

—He dicho todas —insistió categóricamente.

El pueblerino comenzó a eliminar las fotos una a una. La abría, soltaba algún comentario y luego la borraba.

—¡Madre mía! —se ruborizó Celia al ver la imagen del primer plano de su pecho desnudo.

—No veas cómo me pusiste con esta…

—No seas guarro y bórrala ya —le dio un pequeño capón.

El gesto hizo que los cuerpos de ambos se movieran y cuando la treintañera quiso recuperar la posición para asegurarse de que Josito eliminaba la foto, los reflejos le impedían ver la pantalla.

—Espera, no seas tramposo…

Celia tuvo que pegarse más, viéndose obligada a rodear al muchacho con un brazo, haciendo que una de sus tetazas se aplastara contra la espalda masculina.

—Joder, qué vergüenza… —sollozó al ver la siguiente.

—No veas cómo tenías el chochillo, eh…

—Anda, no seas cerdo… que menuda encerrona… —se quejó, sujetándolo de la cintura para poder ver cómo la eliminaba, sin poder evitar seguir restregándose contra el pueblerino.

La siguiente era la foto con el conjunto de lencería.

—No hagas zoom —le reprendió Celia, risueña, cuando Josito amplió la imagen a la altura de las tetas.

—Te queda bien, cabrona —afirmó mientras deslizaba el dedo por la pantalla, bajando hasta visualizar el tanga.

—Cómo me engañaste… —volvió a quejarse, pero no parecía en absoluto molesta.

—Quería verte con mi regalo puesto…

—Pues ya lo has visto, porque no me lo voy a volver a poner, te lo aseguro.

—Entonces esta mejor no borrarla —replicó Josito, usando ambos dedos para recuperar el tamaño original de la imagen.

Celia soltó una carcajada.

—La verdad es que tuviste buen gusto —confesó, aún con el semblante alegre, mientras observaba la imagen del teléfono.

—Esta foto me pone muy cerdo.

Se hizo el silencio.

—Te la puedes quedar —indicó Celia al fin—. En agradecimiento por el regalo —aclaró—. Pero que no se entere Alonso, ¿vale?

—La usaré para las pajillas —bromeó, provocando nuevas carcajadas de su casera.

—¡Guarro! —replicó finalmente, sonriente.

La treintañera sabía perfectamente las fotos que faltaban y le pidió que nos las mostrara, que las eliminara directamente. El pueblerino le hizo caso, deshaciéndose de las dos siguientes. Y abrió la que quedaba.

—¿Esta también quieres que la borre? —inquirió, mostrando a pantalla completa la imagen de su polla.

—Haz lo que te dé la gana…

—Puedo quedármela, por si algún día quieres que te la reenvíe.

—Eso no va a pasar…

—No me contestaste…

—¿A qué?

—¿Disfrutaste?

—No es lo que esperaba.

—¿Esperabas algo más pequeño? —inquirió con socarronería.

—No es lo que esperaba. Punto.

Celia ya no tenía nada que hacer ahí. Pero seguía pegada a Josito, agarrada a su cintura, sin dejar de restregarle el pecho contra la espalda, con la única intención de no perder detalle de la pantalla del móvil.

—Va, dime, ¿disfrutaste con mi polla? —insistió.

—Mejor bórrala.

—Si me dices si disfrutaste…

—Pensaba que era Alonso, ¿vale? —se excusó—. Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde… Ya estaba demasiado cachonda…

Nuevamente rememoró ese momento y un escalofrío le recorrió el cuerpo, sintiendo una chispa de placer que se originó en la teta que tenía aplastada contra Josito.

—Claro que lo disfruté… —confesó.

El pueblerino apartó el móvil y Celia pudo ver el bulto que tenía en los calzoncillos. El muy cabrón iba a reventarlos.

—Joder, chaval —se asustó, pues no se lo esperaba.

—¿Qué quieres? Si no dejas de zorrearme.

La novia de Alonso, sorprendida por las palabras subidas de tono del niñato, abrió los ojos, como si se le fueran a salir de las cuencas.

—¡Anda ya! —le recriminó finalmente, apartándose de él—. Y vete al agua, que necesitas refrescarte —se burló, no queriendo entrar más al trapo.

Mientras Josito buscaba el bañador, Celia se dirigió al estanque. Llevaba ya un rato metida, disfrutando de la agradable sensación del fresco chapuzón en contraste con el agobiante calor, cuando vio que el pueblerino se aproximaba hacia ella. Iba desnudo.

Parecía que se le había bajado la erección, pues el rabo caía entre sus piernas. Aún así, en la distancia, se veía grande y grueso, oscilando pesadamente con cada paso.

—¿Se puede saber qué haces? —se quejó cuando el muchacho alcanzó la orilla.

—No encuentro el bañador —se encogió de hombros.

—Pues ponte los calzoncillos —replicó con un tono acusador—. No voy a estar así contigo —añadió, haciendo ademán de salir del agua.

—¿Y que vaya todo el día con los gayumbos empapados?

—Ese no es mi problema —indicó, llegando a la orilla donde Josito la esperaba en pelotas.

—Hagamos un trato —propuso, sujetándola de la muñeca.

—¿Qué? —se detuvo, esperando lo que tuviera que decir.

—Haz topless y me pongo los calzoncillos.

—Sí, claro —se quejó.

—Tú verás —tiró de ella para quedarse ambos de frente—. A mí no me importa que te sigas poniendo cachonda con mi polla. Y las tetas ya te las he visto.

—Cabrón —rechinó los dientes.

Celia maldijo a su inquilino mientras sopesaba su propuesta. De ningún modo iba a permitir que siguiera desnudo, mas no le hacía ninguna gracia quedarse en tetas delante de él.

—Lo siento, pero no sé por qué debería aceptar en vez de irnos a hacer la excursión a la que hemos venido —argumentó con el gesto enfurruñado y una actitud altiva, sin dar su brazo a torcer.

—Pues porque me gusta que hagas lo que yo te diga —afirmó con una rotundidad tal, que erizó la piel de su casera, quien dibujó una mueca de incredulidad, con la boca entreabierta, mientras movía ligeramente la mandíbula.

¡Joder con el niño! Ese talante arrogante, tan seguro de sí mismo, removió algo en sus entrañas, del mismo modo que cuando la trató de esa forma mientras chateaban. Ahora que sabía que se había tratado de su inquilino, debía reconocer que le gustaba que se mostrara tan vehemente con ella. Y empezó a pensar que hacer topless tampoco era el fin del mundo. Sí, el mocoso se iba a poner las botas. Pues que lo aprovechara, porque no iba a tener más oportunidades.

—A Alonso ni una palabra… —aceptó al fin, comenzando a mostrar cierta sumisión mientras Josito sonreía con evidente soberbia.

Ambos caminaron juntos hacia las mochilas.

—¿Tienes que estar mirándome en pelotas mientras lo hago? —refunfuñó Celia al tiempo que se llevaba las manos a la espalda, deshaciéndose del cierre de la parte superior del bikini.

El de la Alpujarra no perdió detalle del momento en el que la prenda se separó del cuerpo femenino, mostrando las tetazas de su casera. En vivo aún parecían más grandes que en la foto, como si las tuviera ligeramente hinchadas. Le encantó comprobar que estaba empitonada.

—Me gusta que no tengas marcas del sol.

—Por eso lo hago, ¿qué te crees? —desvió la mirada para observarlo—. Hostia, chaval… —soltó sorpresivamente.

El niñato no se había empalmado del todo, pero se le había puesto morcillona. En ese estado, su polla ya era bastante más que considerable, superando con creces la picha de Alonso en erección.

—Anda, ponte algo —le insistió, sin poder retirar la vista de su miembro.

Parecía que, poco a poco, se le iba empinando. Disimuladamente, se mordió un labio, recordando la foto y calibró que aún le quedaba un buen cacho para alcanzar su máxima expresión. ¡Joder, el crío tenía un pollón de escándalo!

—Me voy al agua —indicó Celia, apartando la mirada.

Empezaba a sentirse realmente incómoda con la situación y ya le daba igual si su inquilino se vestía con los calzoncillos o no. Lo único que quería era alejarse de ahí cuanto antes.

Había transcurrido más de media mañana cuando Josito se adentró en el estanque. Silenciosamente se acercó a su casera, que estaba relajada, dejando que su cuerpo flotara boca arriba, con sus enormes tetazas sobresaliendo por encima del agua. La luz del sol reflejaba toda su anatomía, provocando pequeños destellos al rebotar sobre la humedad de su piel morena. La imagen era espectacular.

—¿Qué hora debe ser? —preguntó con voz serena, abriendo un ojo para mirar a su inquilino.

—Tarde —sonrió.

Celia soltó pequeño bufido.

—Entonces, te gusta el sitio, ¿no? —inquirió el pueblerino.

—Me encanta.

—Pues siento decirte que tendríamos que ir moviéndonos si queremos hacer la ruta…

Ahora la treintañera soltó un quejido.

—O también podemos quedarnos aquí un rato más —sonrió, volviendo a bajar el párpado.

Josito aprovechó para colocar una mano sobre el vientre de su casera, hundiéndola ligeramente.

—¡Tonto! —se quejó ella, risueña, ahora abriendo los dos ojos mientras el agua empezaba a cubrir su cuerpo, llegando hasta su barbilla y dejando sus pezones, completamente tiesos, aún a la vista.

El de la Alpujarra quiso mantener el contacto con el cuerpazo femenino, pero ella no tardó en retirarle la mano, recuperando la línea de flotación.

—Anda, estate quieto —le regañó—. ¿Por qué no te tumbas tú también y te relajas?

—¡Qué aburrido! ¿Seguro que no prefieres que te ahogue? —bromeó, provocando las risas femeninas.

—No, hazme caso —insistió.

—Como quieras…

Celia ladeó ligeramente la cabeza para observar cómo su inquilino se echaba hacia atrás, buscando el equilibrio con el que lograr quedarse flotando en el agua como ella. Se fijó en la parte superior de su tronco, confirmando que el muchacho no estaba nada mal para su edad, cuando de repente…

—¡Josito!

La polla del pueblerino salió a flote, recostada sobre uno de sus muslos, evidenciando un buen volumen a pesar de su completa flacidez.

—¿¡Qué!? —reaccionó como si se sobresaltara, volviendo a incorporarse, ocultando su desnudez.

—Eres un cerdo —se quejó—. ¿Me has engañado para verme las tetas? —frunció el ceño, recuperando la vertical para cruzar un brazo sobre su pecho, tapándoselo a duras penas.

Josito rio.

—¿Qué más te da? Si estoy dentro del agua…

Y antes de que ella pudiera rechistar, la agarró de la cintura, zambulléndola en el estanque.

Celia no quería descubrirse e intentó luchar maniatada, manteniendo la postura, pero le resultó imposible. Finalmente, teniendo que hacer uso de ambos brazos, trató de zafarse del muchacho, pero estaba demasiado fuerte.

—Qué tonto eres, de verdad… —replicó, risueña, cuando salió a flote tras la pequeña ahogadilla, usando la totalidad de los dedos de las dos manos para repeinarse, teniendo que alzar los codos para llegar hasta las puntas de la preciosa melena azabache, completamente empapada, lo que la obligó a exponer sus dos buenos melones para disfrute del niñato que la había manipulado—. ¿Tú no ibas a ponerte los calzoncillos, guarro?

—Que paso de mojarlos —replicó con arrogante severidad antes de abalanzarse nuevamente sobre ella.

La treintañera sintió la fuerza del joven cuando la rodeó con un brazo, colocándose a su espalda. El muchacho tiró de ella hacia atrás, haciendo que su cuerpo se inclinara sobre el de él, inmovilizándola.

—¡Josito! —rechistó, sintiéndose completamente a merced del crío.

La novia de Alonso, ya entrando en su juego, procuró zafarse, pero sus inocuos movimientos no hacían más que facilitar los roces con su inquilino, sintiendo cómo el muy listo la contrarrestaba con el antebrazo, acomodado en la base de sus tetas, restregándose contra ellas, casi alzándoselas con cada refriega. Sin querer, el de la Alpujarra le estaba dando unos buenos magreos.

—Eres una potra salvaje —sonrió Josito, procurando domarla.

Celia rio.

—Que en el oleaje pierde el sentido, ¿no, cabrón? —rechinó los dientes, buscando una última artimaña con la que lograr escabullirse.

El golpe de cadera hizo que el pueblerino perdiera agarre, pero el muy cerdo no pensaba soltarla y, en un gesto instintivo, cerró el cerco, aferrándose a donde pudo. El puto crío acababa de engancharle un pecho. Su punto débil.

—Uhm…

Celia no pudo evitar acompañar el imperceptible gemidito con un leve cabeceo hacia atrás al sentir la mano de su inquilino palpándole una de las tetas, provocándole una pequeña punzada de placer. Pero el niñato no se conformó con eso y la novia de Alonso sintió cómo el muy cabrón se recreaba, apretando de más mientras hacía uso de todos sus malditos dedos. Aunque el magreo duró tan solo unos segundos, el hijo de puta supo aprovechar la oportunidad, dándole una buena sobada. Y entonces sintió la dureza clavándose en su culo.

—¡Joder, niño! —se alteró.

Con un enérgico empujón, la morena se deshizo finalmente del agarre de Josito.

—¿Qué pasa? —se hizo el tonto.

—Menuda empalmada llevas… —le amonestó con el ceño fruncido, dándole la espalda mientras se alejaba hacia las mochilas.

—¿Salimos ya?

—Tú quédate un rato mejor —indicó con un claro tono de reproche—. Mientras, voy a tomar el sol un poco.

Sintiendo la abrasadora potencia de los rayos del sol calentándole cada poro de su bronceada piel, Celia no dejaba de pensar en la mano de su inquilino sobándole la teta. Se sentía mal. Lo había intentado obviar hasta entonces, pero ese maldito magreo le había despertado la libido escondida. Estaba cachonda.

No tenía ningunas ganas de hacer la excursión. Solo quería que Josito se fuera al pueblo de una maldita vez y que Alonso le echara un buen polvo por fin. Pero estaba tan a gusto en ese recóndito paraje de la Alpujarra…

Clic. Un sonido sospechoso la sacó de sus lujuriosos pensamientos. Abrió los ojos y vio a su inquilino haciéndole una foto con el móvil.

—¡Serás cabrón!

—Estas no las borro —rio—. Me las he ganado.

Celia se levantó como un resorte y corrió hacia él, sonriente. No le importó que el crío siguiera en pelotas.

—Trae aquí —reclamó, a la carrera.

Josito, esbozando un malicioso semblante de satisfacción viendo cómo le botaban los melones a medida que su casera corría hacia él, ni se inmutó.

—¡Trae! —insistió, divertida, procurando arrebatarle el móvil, sin poder evitar restregarle los pezones duros por la espalda debido al gesto del muchacho, que se giró justo cuando ella llegó a su altura—. ¡Serás guarro! —le recriminó, teniendo que echarse aún más para delante, ahora aplastando su pecho desnudo contra el dorso del pueblerino, que estiraba el brazo para evitar que ella lograra su objetivo.

Tras un breve tira y afloja, el de la Alpujarra finalmente se separó de ella, quedándose ambos de frente.

—Va, no seas tonto, que como las vea Alonso se va a mosquear —intentó conciliar Celia, lanzándose nuevamente hacia su inquilino para quitarle el teléfono.

—Aparta eso de mí que me vas a sacar un ojo —vaciló a su casera, echándose a un lado mientras contemplaba lo empitonada que estaba.

—¡Qué tonto! —no pudo evitar una sonrisa—. Pues anda que tú…

Celia bajó la mirada. Por fin se la veía en erección. El muy hijo de puta tenía un pollón inmenso.

—Como me des con eso me vas a hacer daño —bromeó, observando cómo el cipote, completamente tieso, zarandeaba por encima de sus abultados huevazos, dando pequeños respingos que hacían tambalear la bolsa escrotal que le colgaba orgullosamente, como una pesada alforja—. No veas cómo se te ha puesto…

—Culpa de esas dos —replicó con una mueca chulesca, sin dejar de mirarle las tetazas.

—Uhm… —se mordió un labio disimuladamente—. ¡Cerdo!

Prácticamente sin darse cuenta, llegó la hora de comer, así que Celia y Josito degustaron los bocadillos que habían preparado para la excursión en la misma explanada junto al estanque. Él se había puesto los calzoncillos, sin dejar de marcar paquete. Sin embargo, la novia de Alonso, después de estar prácticamente toda la mañana en tetas, pensó que taparse ya era una tontería y aprovechó para seguir bronceando su pecho.

Mientras charlaban de temas varios y consensuaban, tras mucho bromear, que el pervertido borrara las fotos en topless que había hecho a su casera, ambos decidieron pasar ahí el resto de la jornada.

—¿Por qué no te vienes unos días al pueblo estas vacaciones? —propuso el de la Alpujarra.

—No sé yo… —reaccionó ella con su característico gracejo.

—Va, que será divertido. Te presentaré a mis colegas, que están muy locos. Iremos a la piscina…

—Pero nada de desnudos, eh —le interrumpió, bromeando.

—Bueno, ya veremos… —replicó con una mueca graciosa, provocando las risas de Celia.

Los dos se quedaron mirando y la treintañera se percató cómo al muchacho se le iban los ojos, desgastándole las tetas.

—Pero vendrá Alonso, ¡eh! —le advirtió, queriendo dejarle bien clarito que no se hiciera ilusiones de ningún tipo.

Imagen de Celia con los chicos


Comentarios

  1. Y no me has avisado, que fuerte, no pienso tener piedad en los comentarios jajajaja

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    1. jajaja pero si te envié un adelanto y no me dijiste nada! Aish...

      Bueno, si no te gusta, puedes hasta atizarme :P

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    2. si te respondí...

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    3. ¿Al capítulo 26, el del regalo de Josito a Celia? Nunca recibí contestación. Espero que no se fuera a SPAM :(

      Si lo tienes, lo bueno es que puedes comparar las diferencias, que seguro que las hay. No sabéis la de veces que releo y cambio pequeñas cosas. Seguro que al final quedan peor, pero bueno... jajaja

      No te hagas de rogar y dame tu opinión, eh! :)

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  2. Madre míaa, increíble Doc!! Has estado espléndido con esta parte. ¡Que ganas de la siguiente parte ya!

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    1. Muchas gracias.

      No sé si eras de los que pedía más sexo. Espero haber cumplido :P

      Respecto a la cuarta y última parte, tengo más o menos desgranados los acontecimientos que van a suceder, pero aún nada escrito. Así que os pido paciencia, por favor.

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  3. Bueno, por fin Josito se nos ha hecho mayor, ya era hora jajaj.
    Me gusta por donde va la serie, aunque siempre me quedo con ganas de más, siempre lo dejas ahí en un punto interesante, que perro que eres.
    Y como siempre, gracias por escribir y con ganas de leer la continuación.

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    1. jajajaja

      Un pequeño cliffhanger para que volváis a por la cuarta parte xD

      Josito empezó intentando adaptarse a la ciudad, continuó afianzando sus relaciones y aquí las ha desarrollado. Veremos en la última parte qué tal le va.

      Gracias por comentar Fer33

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  4. Muy bueno, como siempre, estamos deseando ver como continúa la historia

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    1. Muchas gracias Cristina.

      Espero que hayas disfrutado de esta parte de la historia. Estoy seguro de que aún disfrutarás más con lo que queda ;)

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    2. Eso espero, tengo fe en Josito

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  5. Pensaba que el último era este capítulo y a medida que se aproximaba el final estaba en plan "no va a poder cerrar bien la trama en la extensión que le queda". Viendo que claramente falta un capítulo como mínimo (tiene sentido, los Grados son de cuatro años) pues todo bien, aunque esperar el tiempo se va a hacer difícil. Me ha gustado especialmente cómo se ha desdibujado Marcus en este capítulo, nunca hay un momento en que deje de comportarse como es, pero tras el pequeño enfrentamiento entre ambos desaparece progresivamente de la historia de un modo que encaja muy bien y muestra la evolución de Josito de su segundón-virgen-que-nos-reimos al personaje dominante. Realmente bueno.

    Ahora, a esperar.

    Requiem

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    1. Como siempre, muchísimas gracias por tu comentario Requiem.

      Primero de todo, pido disculpas porque sé lo rollo que es que dejen algo a medias y tener que esperar. Y más en mi caso, que no soy nada constante y puedo tardar meses en tener el final del relato.

      Al menos avanzo que sí, la siguiente será la última parte. Efectivamente, la extensión del relato completo se debe a que ahora los Grados son de 4 años. Y ese tiempo encajaba en la estructura de historia que quería contar.

      Me alegro que te haya gustado la transición Marcus-Josito. Tras las reacciones respecto a estos 2 personajes de las anteriores partes, me temí lo peor jajaja No obstante, aún no está todo dicho sobre estos 2. Veremos...

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    2. No tienes nada por lo que disculparte, al contrario. Con esta calidad, desarrollo de personajes y demás, si tengo que esperar hasta el 2077 para el final seguirá habiendo valido la pena. Realmente es una saga excepcional. :)

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  6. Este capítulo ha cogido velocidad. La evolución de Josito ha estado muy bien elaborada. Marcus sigue siendo un cabronazo y el mentor de Josito. Hay un personaje que no me daba nada de morbo en anteriores capitulos pero que en este me ha saltado una chispa como a ella en el jacuzzi. Me refiero a Trini. La escena del jacuzzi ha sido muy morbosa.
    Han faltado algunos personajes femeninos de anteriores capitulos pero supongo que les daras su protagonismo con la polla de Josito o Marcus. El climax que estás preparando con Celia seguro que será apoteosico. Lo espero con ganas. Salva

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    1. Hola Salva :)

      Me alegro que menciones el personaje de Trini y esa escena especialmente. La idea era lograr justo lo que comentas. La novia de Marcus era un contrapunto a Josito (siempre discutiendo, llevándose mal), una bomba a punto de estallar (no deja de estar muy buena) y en el jacuzzi parece que se ha encendido la mecha.

      Respecto a la idea de Marcus como mentor de Josito, tal vez no lo sea directamente. Pero está claro que el pueblerino se ha visto influenciado por su amigo sin duda. Al menos es lo que he querido transmitir.

      jajajaja ¿echáis de menos a Alicia y Emma? ¿No tenéis suficiente con Celia, Trini, Abigail, Camila y la puta (escort, gilipollas!) Lucia? :D

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    2. Tienes 2 personajes cabronazos para darles cabida...jeje pero tal vez se te alargue el relato. Me encantaria que tuvieran su dosis de semen.

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    3. Te entiendo, pero también te digo, si se follan a todas las chicas del relato, absolutamente a todas, igual pierde un poco de credibilidad (dentro de que todo es pura fantasía, obvio) xD

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    4. Muy buen relato, doctor. Muchas gracias por tantos años!!

      Sobre esta tercera parte, me he quedado con ganas de mucho más. También es cierto que mi target es el de Celia, lo demás es un poco secundario. Me ha pasado como al otro compañero, conforme veia que la flecha estaba cada vez mas abajo, sabia que acabaría sin mucha acción, jajaja. Igualmente, está genial, me ha gustado mucho la relación entre estos 2, que estuvo con casi la maleta fuera de casa (completamente inesperado en otros relatos). Te felicito de nuevo.

      Muchas gracias por el adelanto!

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    5. Hola Juan Pedro, gracias a ti por dejarme un comentario :)

      jejeje bueno, es que Celia es Celia, ahí estamos de acuerdo.
      Pero si ni Marcus ha podido hacer mucho más con ella hasta ahora, imagínate al pobre Josito. Necesitaba pasar por todo este aprendizaje con otras mujeres para tener alguna remota posibilidad de acercarse un poco a Celia al menos (sexualmente hablando me refiero).
      Y supongo que por eso tienes la sensación de que no hay mucha acción. Porque con otros personajes femeninos sí que hay bastante más sexo en esta tercera parte.

      No pudiste aprovechar mucho el adelanto, porque creo que publiqué bastante poco después jeje

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  7. " ¿Te pensabas que te la ibas a follar, mi arma? "

    ¡Este sí es un uso adecuado del miarma! Lo has pillado XD

    Me ha gustado bastante esta parte, ya estamos entrando en materia. El momento al inicio de las chicas morreándose, genial. Hasta hay un momentito de morbo filial que me ha puesto muchísimo (la historia no va por ahí, pero ha sido una grata sorpresa inesperada). El toqueteo Abigail-Josito bien, el momento del jacuzzi es superior incluso, y la escena de la escort también (e integra bastante bien la presencia de Gabino en el relato; sirve como contraste de la transformación de Josito). Las escenas con Celia muy bien, sobre todo el tonteo del final en el estanque... me he quedado con ganas de más, por supuesto. Aunque imagino que las transgresiones se darán en un glorioso final, no a medias hasta que llega lo inevitable.
    Espero que Josito, aparte de Celia, también se zumbe a Trini... al fin y al cabo ¿qué mejor "graduación" que levantarle la novia al fucker de turno? :D

    Sin embargo, tras comentar lo bueno, te menciono alguna cosa que me chirría:

    - El spanglish ha subido el nivel a 11/10. No sé de dónde son Marcus y Camila (si lo mencionaste en partes anteriores, no recuerdo) pero resulta caricaturesco cómo hablan en esta parte en comparación con las anteriores. (un ejemplo: "Le echas huevos, gallego. Like". Jajaja es que me entró la risa floja) Tal vez es porque tienen más presencia los dos, no sé. No es tanto que usen anglicismos sino más bien su lugar en la oración, me descoloca un poco. Pero es porque soy un poco puñetero ¿eh? Admito que este habla mixta tiene cierto tono guasón que ayuda a relajar el tono del relato (justo lo que uno necesita cuando viene a leer guarrerías), así que incluso si queda raro trabaja a tu favor.

    - El comentario del narrador. Es muy sutil, de hecho pensé al leerlo que ocurría un par de veces pero solo he conseguido cazar una al revisarlo ahora. Me refiero a este fragmento: "Ya… ¿y tú qué? —se interesó por su pobre novio, disimulando, como si la muy zorra no se estuviera calentando por culpa del otro". Usas un narrador omnisciente puro en general, que a veces, muy apropiadamente, elige meterse en tercera limitada según convengan los acontecimientos (que conste que me asombra tu manejo del punto de vista, y te desenvuelves bastante bien con él), pero en esa frase que he puesto se pierde la sutileza del omnisciente. Cuando pones "como si la muy zorra no se estuviera" es un comentario de un narrador calenturiento, que rompe la inmersión. Si el narrador se está poniendo cachondo, me distrae de Celia. Simplemente el quitar "la muy zorra" reforzaría la sutileza del texto: es evidente que pensamos que es una zorra por calentarse con otro mientras está con su novio, por eso resulta raro que el narrador (un ser incognoscible para nosotros, o peor aún, el propio autor) tenga que señalárnoslo.
    Que conste que no es una falta común que vea en tus relatos, solo algún otro que leí (ya no recuerdo cuál) donde también lo señalaba Requiem. Jajaja probablemente son las típicas cosas que pones en el fragor del momento y luego te despistas durante la corrección.

    - Las escenas de sexo con Marcus no están mal descritas, pero me aportan menos que otras. Supongo que al poner la escena porno Marcus tiene su momento, dado que está "frenado" con Celia durante toda esta parte, pero el tema es que no hay tanto morbo o creación de atmósfera previa como con las otras (al fin y al cabo remarca lo que ya sabemos: que es un fucker sin escrúpulos que se zumba a lo que puede cuando puede). Tal vez aquí la sutileza también habría sido una baza (me refiero a poner el antes y el después de Abigail, aunque quizás no necesariamente el durante). Aunque admito que esto es cuestión de gustos.

    Espero que no te molesten las pequeñas críticas; son menudencias en lo que creo está siendo una tremenda historia. Espero la siguiente parte ¡quiero más!
    Y sí ¡también más de Emma y Alicia! Que están abandonadas totalmente en esta parte... ¡¡tienen que caer todas!! Jajaja

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    1. No sé por qué este comentario había ido a SPAM. Disculpa, Biff. Y muchísimas gracias por esta pedazo de opinión.

      jajajaja para empezar, creo que el "mi arma" lo sigo usando al tuntún. Ahí la debo haber clavado de milagro xD

      Al momento filial supongo que te refieres a las miraditas de Camila a su hermano y a la reflexión de Josito sobre si se habría puesto cachonda.
      Pues me gusta que lo destaques porque ese anzuelo lo dejé ahí por si alguien lo mordía. Me alegro que así haya sido. No hay mayor pretensión, pero me gustó dejar esa incertidumbre.
      Respecto a las diferentes escenas de las chicas con Josito, efectivamente, cumplen el cometido de mostrar su evolución, especialmente la de la escort con Gabino. Porque ahí no solo evoluciona, sino que yo diría que es el inicio real de su transformación. No solo se da cuenta de lo que es capaz, sino que disfruta por primera vez comportándose como un cabrón.
      Y ahora no recuerdo si a Celia le gustaban los cabrones... :P

      No digo en ningún momento de dónde son Marcus y Camila. Y sí, es trampa. Lo omito expresamente para tomarme ese tipo de libertades con sus expresiones, que lo único que pretenden es reflejar que no hablan como cualquier español (teniendo en cuenta que cada español hablamos de forma diferente jaja).
      Probablemente sea un error y pido disculpas por ello, pero no me veía con posibilidad de hacer un trabajo de documentación sobre expresiones típicas de una región concreta de latinoamérica.
      Con esto no quiero decir que no me encante tu crítica, porque es completamente razonable.
      En concreto, sobre el spanglish, es probable que lo usara más que en las anteriores partes, pero es lo que tiene no escribir de seguido y tardar tanto entre unas partes y otras. Y os juro que intento releer mucho cada vez que me pongo a escribir para intentar minimizar cualquier tipo de incongruencia, pero es posible que no siempre lo logre.

      Sobre el comentario del narrador. Es algo en lo que te vuelvo a dar la razón. Es más, te diría que era consciente en el momento en el que escribí esa frase, pero decidí dejarla para darle ese énfasis que probablemente podría haber dejado para la interpretación del lector.
      Y efectivamente, no es la primera vez que me lo critican (no recordaba que fuera Requiem jeje).
      Diría que, como bien dices, me gusta que el narrador en tercera persona se meta dentro del personaje sobre el que está narrando. Es algo que hago habitualmente, pero ahí está claro que el narrador está narrando sobre Celia y ella no piensa eso sobre sí misma.
      Pero oye, que Deadpool (ahora que está de moda) también rompe la cuarta pared y a todo el mundo de le gusta :P
      Nada, nuevamente, una gran apreciación. Aunque no sé si seré capaz de remediarlo.

      Por último, en cuanto a las escenas de Marcus, está buscado por mi parte que sea así. Es decir, Marcus no requiere hacer nada para follarse a quien quiera. Es un jodido fucker. No le cuesta follarse a Abigail, así que se narra el polvo y ya.
      Sin embargo, con Celia no era así y requería ese morbo para mostrar de lo que es capaz ante una mujer de ese calibre.
      En cualquier caso, entiendo tu punto de vista sobre Marcus en esta continuación, pero esta tercera parte iba sobre otra cosa, el ascenso de Josito. Ahora ambos están en la línea de salida para la última carrera.

      ¿Molestarme? En absoluto. Me encantan las criticas, esté de acuerdo o no. Pero es que además en estas estoy de acuerdo (menos en la de Marcus, que como bien dices es más una cuestión de gustos).

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  8. Excelente desarrollo de personaje de Josito, me gustó que se esté dando su lugar, ojala que logré su cometido.

    Ya estoy esperando el siguiente capítulo, muy buena historia 👌

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    1. Muchas gracias.

      Yo creo que Josito hará todo lo que esté en su mano. A ver qué consigue...

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  9. Muy buen desarrollo de la historia de Celia y Josito, el resto de la trama no acaba de enganchar tanto pero es algo refrescante el salir de la tensión entre ellos dos.

    Me encanta como escribes, desde luego es inspirador lo bien que lo haces.

    Solo decirte que tengo cuenta en TR y tus relatos me han servido como inspiración (entre muchos otros libros, claro) para escribir los míos propios, soy XimIkrad por si quieres echar cotillear un poco.

    ¿No has pensado en publicarlos en Amazon Kindle y sacar un dinero por tu maravilloso trabajo? independientemente de que los publiques aquí gratis.

    Muchas gracias de nuevo,

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    1. Seguramente podría haber escrito la misma historia quitando a la mayoría de personajes secundarios, pero probablemente habrían pasado dos cosas. Una, que la evolución de Josito estaría mucho peor desarrollada. Y otra, que sería un relato parecido a otros que ya he escrito (y alguna crítica me he llevado por ello jeje).

      Muchísimas gracias por el halago. Sinceramente, no creo ser ningún virtuoso. Simplemente no escribo mal, pero poco más jeje

      ¡Ostras! Pues le echado un ojo a tu primer relato y me ha gustado la puesta en escena y los acontecimientos del desenlace. No habría estado mal un poco más de tira y afloja previo, pero tiene buena pinta.
      Si dices que te he servido de inspiración, me alegro, porque veo muchas de mis premisas :)

      Respecto a lo de publicar mis relatos en Amazon, no eres el primero que me lo propone. Incluso me han propuesto alguna colaboración. Pero...
      El principal problema es mi falta de tiempo para dedicarme a esto. Hubo un momento en el que se convirtió casi en una obligación escribir y no quiero volver a pasar por eso. Esto es un hobby. Ya bastante mal me siento por tardar en publicar aquí, que es gratis, como para hacerlo en una plataforma en la que la gente se gasta su dinero.
      Y por otro lado, y esto lo digo completamente en serio, lo único que quiero con mis relatos son vuestros comentarios. Si me fuera a hacer rico pues me lo pensaría, pero no es el caso. Así que prefiero mil veces un comentario a 1€ Así que si alguien lee este comentario y no suele decirme nada, le animo a que lo haga.

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    2. Seguro que me pasaré a comentar el próximo relato ;-)

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  10. Muy bueno como siempre ....deseando ver cómo continúa .... Me alegra que Josito esté espabilando tanto y le vaya quitando terreno a Marcus

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    1. Hola Amalia, muchas gracias por dejarme un comentario.

      Me alegro que te haya gustado la evolución de ambos personajes. Con los comentarios de las primeras partes temí que esa evolución no gustara demasiado xD

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