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Un joven pueblerino en la ciudad - Cuarto curso

Sinopsis: Tras la visita de sus caseros a su pueblo, el joven afronta su último curso, intentando lograr todos los objetivos que le quedan por cumplir.
36

El vestido corto de verano con el que estaba paseando realzaba su imponente figura, mostrando la longitud de sus piernas bronceadas y el vaivén de su pecho, coronado por un sugerente escote al que se dirigían todas las miradas de los pueblerinos con los que se cruzaban y que no pasaban desapercibidas a sus ojos, ocultos tras las gafas de sol que adornaban la belleza de su rostro y acababan de conferirle ese aire de mujer excelsa, de las que no se veían por esos lares.

—Tengo sed —indicó Celia, dirigiéndose a su chico, que la acompañaba.

—Hace demasiado bochorno en este maldito pueblo —gruñó Alonso—. Vamos a tomar algo fresquito —propuso mientras se adentraban en la plaza mayor.

Era media tarde cuando la pareja de treintañeros se sentó en la terraza de uno de los bares. El suelo desprendía el calor que había estado acumulando durante todo el veraniego día del mes de julio.

—¿A qué hora has quedado con Josito? —inquirió el novio de Celia.

—Que nos espere… —sonrió, inclinándose hacia delante para darle un pequeño pico—. Quiero disfrutar de mi chico, que no vamos a tener ni un momento en todo el finde.

—Quién sabe… —replicó, devolviéndole la sonrisa antes de besarla para acabar mostrando una mueca que pretendía ser enigmática.

Celia rio.

—¿Me vas a dar una sorpresa, nene? —preguntó sin perder el semblante sonriente.

El camarero los interrumpió para servirles las bebidas que habían pedido previamente.

Mientras la pareja degustaba sus refrescos y mantenía una conversación amena, Celia se fijó en el par de chicos que habían llegado a la plaza. Eran jóvenes. Debían ser de la edad de Josito y se había percatado de que no le quitaban ojo. Tampoco es que fuera una novedad, pues medio pueblo se había quedado embobado al verla. Hasta Alonso le había hecho un pequeño comentario al respecto. Pero estos dos eran algo diferente… Como había supuesto, no tardaron en sentarse en la misma terraza que ellos.

—… podemos ir en agosto —indicó su novio, que seguía con la charla, ajeno a lo que estaba ocurriendo.

—Pues tendríamos que empezar a mirarlo —replicó ella—. Se lo podemos decir a mi hermana.

El par de desconocidos se habían sentado en el mismo lado de la mesa contigua, quedando ambos de cara a la pareja de treintañeros. De reojo, Celia notaba sus miradas, sus risitas y cómo no perdían detalle de sus tetas. Menudos cerdos…

—… aquella serie era muy mala —rio Alonso, aún sin percatarse de nada.

—¡Anda, ya! —reaccionó ella, risueña, sin poder evitar seguir pendiente del par de críos que la devoraban con los ojos.

—Te juro que no te vuelvo a hacer caso… —rechistó graciosamente, justo cuando se oyeron las grotescas carcajadas, interrumpiéndoles la conversación.

Alonso giró el rostro instintivamente y vio a los dos veinteañeros. Miró a su chica y ambos se entendieron sin decir nada.

—No veas cómo está la morena, ¿no? —se oyó, en claro tono burlón, seguido de más risas.

La aludida alargó la mano para agarrar la de su novio, procurando tranquilizarlo. El que había hablado de ese modo tan provocador era magrebí. Aunque ninguno de los dos treintañeros era racista, se notaba a leguas que ese chaval era el típico moro irrespetuoso que no soportaban.

—Nos terminamos esto y nos vamos, ¿vale? —susurró Celia, que no quería problemas.

—Sí, mejor —respondió acariciándole los dedos con los que seguían en contacto.

—No sois de aquí, ¿no?

Ahora fue el otro chico el que habló, dirigiéndose directamente a ellos. Alonso lo miró. Tenía una tez pálida, con el típico peinado modernito y una sonrisa que le confería cara de pillo.

—¿Sois del pueblo? —inquirió el novio de Celia.

—Claro. ¿Y vosotros? —insistió el muchacho.

—Son de fuera —intervino el moro—. Me acordaría de esas tetas —dibujó una maléfica sonrisa, mostrando su perfecta dentadura, de un blanco radiante que contrastaba con el tono oscuro de su piel, mientras le echaba un buen vistazo al busto de Celia.

—No te pases —se tensó Alonso, que sintió cómo su chica le apretaba la mano para que se calmara.

—¿No te deja hablar tu novio? —se burló el otro, que parecía bastante chulito.

—Mira… —saltó el treintañero, alzando la voz, pero en seguida le cortó Celia.

—No, está claro que no somos del pueblo —indicó la morena con tono conciliador, sin dejar de palpar la mano de su pareja—. Hemos venido a visitar a un amigo.

—Y ya nos vamos —concluyó Alonso, que no quería seguir con esa conversación.

—No te enfades, amigo —se rio el moro—. Tendrías que estar más contento teniendo al lado a semejante pibón.

—¿Quién te dice que no lo estoy, niñato?

—¡Bueno, ya! —se alzó Celia, queriendo evitar que la disputa fuera a más—. Vida, ve a pedir la cuenta, hazme el favor.

—Sí, hazle caso a tu novia, calzonazos —le provocó el chulito, con una sonrisa punzante.

Alonso echó una última mirada de desprecio hacia el par de chavales, mordiéndose la lengua antes de alejarse, tal y como le había pedido su chica.

—Lo tienes bien enseñado —insistió con las burlas el muchacho de piel clara.

—Sois un poquito idiotas, lo sabéis, ¿no? —replicó Celia, mirando hacia el bar para comprobar que Alonso no tardara demasiado.

—Y tú estás un rato buena, lo sabes, ¿no? —refutó el magrebí.

—Sí, tengo espejos en casa —contestó con sorna, no queriendo rehuir a las provocaciones de los niñatos.

Los dos chavales se rieron.

—¿Cómo te llamas, morena?

—Pibón.

Nuevas risas de los chicos.

—Oye, Pibón, que sepas que me has puesto cachondo con esas tetazas que llevas —soltó el morito, llevándose una mano a la entrepierna para agarrarse el paquete.

—Qué puto asco —reaccionó con una mueca de repulsa justo cuando veía cómo Alonso salía del bar—. Disfrutad de la paja de esta noche, cerdos —fue lo último que dijo antes de que su novio regresara, agarrándolo del brazo para darles la espalda mientras se alejaban de allí inmediatamente.

—Sonríe, macho, que no veas qué culo tiene tu novia…

—Gilipollas… —susurró el treintañero ante el nuevo desplante del chulito con cara de pillo.

La pareja siguió caminando sin dejar de escuchar las risas de ese par de indeseables.

—Son idiotas —murmuró Celia, restándole importancia.

—Lo que tienen son un par de hostias —replicó Alonso, malhumorado, haciendo reír a su chica.

—Qué machote eres… —sonrió—. Si no eran más que unos críos, tonto —le dio un último arrumaco antes de separarse, pues hacía demasiado bochorno como para seguir caminando agarrados.

Y tras unos largos segundos de silencio…

—Putos moros…

Celia dibujó una mueca de contrariedad. Lo cierto es que a ella tampoco le hacían mucha gracia.

La pareja no tardó en llegar a la casa de Josito. Era viernes y, tal y como habían quedado, pasarían allí el fin de semana.

—¡Ya era hora! —les recriminó jocosamente el pueblerino.

—Hemos estado dando una vuelta por el pueblo —confirmó Celia, dándole dos besos.

—Y nos hemos parado a tomar algo en un bar —agregó Alonso amistosamente, saludándolo con un apretón de manos.

—Ya decía yo… teníais a mis padres preocupados —chanceó, provocando las risas de los dos treintañeros.

Tras un poco de charla, tan solo un par de horas después, la pareja estaba cenando junto a Josito y sus progenitores. Al igual que el año anterior tras regresar de la excursión, fue una velada agradable, con la diferencia de que esta vez no debían regresar a Almería. Les habían dejado preparada una de las habitaciones de la casa, lo suficientemente grande como para albergar una espaciosa cama de matrimonio.

—La verdad es que no sé qué vamos a hacer aquí —chistó Alonso con gracia, una vez a solas con su chica en el cuarto, mientras deshacían la maleta.

—Algo tendrá pensado Josito, nos invitó él —replicó Celia sin darle mayor importancia—. Luego le preguntamos.

—Al menos tienen una piscina guapa —advirtió el treintañero.

—Sí, a unas malas… —hizo una pequeña pausa, terminando de guardar el bikini en uno de los cajones—. Voy a lavarme los dientes.

De camino al cuarto de baño la morena se topó con Josito.

—Dice Alonso que no sabe qué vamos a hacer mañana —sonrió con malicia, evidenciando la pullita que acababa de tirarle.

—Que no hubiera venido, que tú y yo solos nos lo pasamos muy bien.

Celia soltó una carcajada.

—Qué tonto eres… —se lo quedó mirando, sin perder el semblante sonriente.

—Mañana es tu cumpleaños, ¿no?

—Sí.

—Algo se me ocurrirá.

—No vayas a hacer ninguna tontería, que ya nos conocemos —le advirtió.

—Podemos pasar la mañana en la piscina —indicó—. Tengo ganas de que me vuelvas a enseñar las tetas.

Celia rio nuevamente.

—Pero cómo eres tan guarro… Me parece que te vas a quedar con las ganas —se llevó ambas manos al pecho, agarrándoselo—. Estas son de Alonso y solo él puede vérmelas —le sacó la lengua, en un claro gesto de complicidad.

—Ahora en serio —la miró con chulería—. Tendrías que haber dejado a tu novio en Almería.

Celia soltó un pequeño suspiro de desesperación mientras se alejaba, como dándolo por imposible. Mas no pudo evitar la tenue sonrisa que se reflejó en su precioso rostro.

37

—En media hora está listo el desayuno…

La guapa pareja de treintañeros se despertó con la voz del padre de Josito desde el otro lado de la puerta de la habitación. Ambos se miraron y, tras el desconcierto inicial, sonrieron.

—Felicidades, cari —indicó alegremente Alonso, estirando el cuello para darle un beso.

Celia reaccionó con una sonrisa mientras se dejaba comer la boca por su chico. De reojo, observó la pequeña tienda de campaña que había bajo sus calzoncillos.

—Uhm… —alargó el brazo para palparle el paquete, notando su erección—. ¿Te has despertado con ganas, vida?

—Sí… —la agarró del cuello, intensificando sus besuqueos.

—Qué bien…

—Tenías razón —comenzó a explicar—. Llevo demasiado tiempo sin tratarte como te mereces por culpa de Josito… —afirmó, ahora llevando una mano hacia el pecho de Celia, sobándoselo suavemente.

—Uf… —resopló, colándose bajo la ropa interior masculina para agarrarle el pene, que estaba completamente duro.

—Y hoy, por tu cumpleaños —jadeó, sintiendo el placer de la paja que le estaba empezando a hacer su chica mientras seguían comiéndose a besos, ahora magreándole toda la teta—, te voy a regalar un polvo en su maldita casa.

—Joder, nene…

—Me voy a vengar por todas las que él se ha follado en nuestro piso…

Celia soltó una pequeña risa.

—Me parece correcto —siguió besándolo, ahora con una mueca lasciva.

—Que se joda Josito… —desdeñó Alonso orgullosamente.

—Que se joda… —repitió Celia, ya bastante cachonda.

—Lo hacemos esta noche —desveló al fin, separándose de su chica momentáneamente—, que ahora nos están esperando para desayunar.

—¿En serio, Alonso? —refunfuñó—. No me provoques si me vas a dejar a medias —soltó la picha de su novio.

El treintañero rio, saliéndose de la cama.

—Así esta noche te pillo con más ganas —mantuvo la sonrisa, viendo cómo Celia se estiraba en la cama, cerrando los ojos y soltando un bufido que parecía de desesperación.

Alonso observó el gracioso gesto de su chica, contemplando lo tremendamente preciosa que llegaba a ser esa mujer. Remarcó aún más la vanidosa mueca, henchido de orgullo, recordando al par de gilipollas del día anterior. Esos críos jamás podrían llegar ni a soñar con semejante diosa. Consciente de cómo la había calentado, sabía que el polvo que le iba a regalar por su cumpleaños, esta vez en la propia casa de su jodido inquilino, iba a ser apoteósico.

Tras el desayuno, mientras los padres de Josito iban a comprar, el pueblerino y el par de treintañeros salieron al amplio patio de la casa. A un costado, bajo un porche en el que daba la sombra, había un sillón de mimbre junto a un montón de hamacas apiladas. Un poco más allá, tras la esquina del final de la pared, había un pequeño hueco, ligeramente oculto, que albergaba una mesa de ping-pong. Y justo en frente, al otro lado, estaba la enorme piscina que ocupaba la mayor parte del recinto.

—Como si yo no estuviera —indicó el de la Alpujarra, risueño, observando a la pareja, que estaba cuchicheando.

—Si no estuvieras sería feo que hubiéramos venido a pasar el finde a tu casa para bañarnos en tu piscina —replicó Alonso jocosamente, provocando las risas de Celia.

—Si lo digo por ella —precisó, mirando ahora a la treintañera—. Si quiere hacer topless por mí no hay problema —dibujó una mueca de pillo.

La morena puso cara de circunstancias.

—Míralo qué listo —rio Alonso.

—Que sé que lo suele hacer… —insistió Josito, ahora con semblante malicioso.

—¿Y eso? —inquirió el treintañero, dirigiéndose a su chica, como escudriñándola.

—No tiene marcas del bikini —aclaró el pueblerino, sacando a Celia del pequeño apuro.

—Pues tú no te fijes tanto —sonrió Alonso, corriendo hacia Josito para intentar tirarlo a la piscina.

La morena se los quedó mirando antes de que ambos acabaran dentro del agua. Ella, sin embargo, prefirió coger una de las hamacas del porche para acercarla, tumbándose a tomar el sol mientras contemplaba a los dos hombres haciendo el idiota. Se quedó pensativa. El maldito crío se estaba soltando y tenía que ir con cuidado. De repente, alguien llamó su atención.

—Hola.

La chica que había saludado era joven, pelirroja y tetona. Muy tetona.

—Hola —contestó Celia.

—Vale, ya veo a Josito —sonrió la muchacha, acercándose para comenzar a desvestirse.

—¡Buenas, Bella!

Alonso giró el cuello al percatarse de que Josito saludaba a alguien, topándose con una veinteañera de muy buen ver. Sin estar gorda en absoluto, ya solo con el bikini, la pelirroja estaba ligeramente rellenita, lo que le hacía tener unas caderas anchas. Pero si algo destacaba eran sus dos enormes tetazas, aún más grandes que las de Celia. El contraste con su cinturita le confería un cuerpo lleno de curvas.

—¿Una amiguita? —cuchicheó el treintañero, evitando que las dos mujeres le escucharan mientras le daba un amistoso golpecito con el codo al pueblerino.

Josito rio.

—¡Qué va! Es la novia de un colega… —indicó mientras perfilaba una sonrisa maliciosa—. Pero me la he follado un par de veces.

Ahora Alonso soltó una carcajada.

—Más quisieras… —rio, observando cómo el muchacho salía al encuentro de su amiga.

Tras las presentaciones de rigor, mientras Bella se ponía crema y Josito volvía al agua, Alonso se dirigió a su chica.

—¿No te metes?

—¿Está buena?

—Está incluso caliente…

Celia observó que Josito estaba solo dentro de la piscina y pensó que era un buen momento para hablar con él.

—¿Me traes algo fresquito para beber? —inquirió a su novio.

—Estoy mojado —refunfuñó.

—Pues te secas —replicó, risueña, saliendo disparada hacia el agua.

—¡Ce!

Pero ya era tarde, su chica se había tirado a la piscina.

—Alonso, ¿verdad?

El aludido se giró hacia Bella. La joven se fijó en él. Le iban los hombres macizos. Y este madurito estaba potente. Muy potente. Guapo, cuerpazo… un tío bueno. Y así todo mojado tenía un polvazo. Sonrió, mientras pensaba que además debía ser bastante bueno en la cama para estar con alguien como Celia.

—¿Me ayudas?

—¿Qué necesitas? —inquirió el treintañero.

—El cierre del bikini, que a veces se me engancha… —indicó, tirando las manos hacia atrás, como si estuviera intentando quitárselo.

—Espera, que llamo a…

—¿Es que tú no sabes? —sonrió con evidente picardía.

Alonso le devolvió la sonrisa.

—No te ofendas, pero… eres demasiado joven —le guiñó un ojo, queriendo evitar parecer borde.

—Listo… —indicó la veinteañera.

Bella había logrado atraer la atención de ese hombretón, que no pudo impedir observar el primer plano de las tetazas de la joven, que cayeron pesadas, aunque con falta de naturalidad. No había duda de que eran operadas.

Mientras, dentro del agua…

—No vayas de listo, chavalín… —le regañó Celia.

—¿Por? —inquirió Josito.

—Deja de hacerte el tonto, que lo sabes muy bien.

—¿Lo dices por lo de hacer topless?

—Pues claro, como Alonso se entere de lo que pasó en la excursión…

—Si no pasó nada.

—Por supuesto que no, pero no creo que le haga mucha gracia saber el modo en que me viste las tetas y que tú… —bajó la mirada, como si pudiera ver a través del agua de la piscina.

Josito soltó una carcajada.

—No creo que tu novio esté muy preocupado por eso ahora mismo… —sonrió—. Míralo.

Celia giró el cuello y observó a su chico ensimismado con las tetazas de Bella.

Un rato después, cuando Alonso regresó del interior de la casa con el refresco que había ido a buscar a su pareja, ella se lo llevó al discreto espacio que había tras la esquina del porche, junto a la mesa de ping-pong, para hablar con mayor intimidad.

—Ya te vale… —cuchicheó, recriminándole la actitud a su novio.

—Si ha sido ella. Estábamos hablando y de repente se las ha sacado. ¿Qué querías que hiciera?

—No quedarte embobado al menos.

Alonso rio.

—¿Te hace gracia?

—Joder, que me las ha puesto en la cara a traición.

A la treintañera le dio rabia. Ella estaba reprendiendo a Josito su actitud y sin embargo su novio…

—Pues a ver si te hace gracia esto…

Y, ni corta ni perezosa, Celia se deshizo de la parte de arriba del bikini. Alonso frunció el ceño.

—Qué vengativa eres…

—Para nada… —replicó, saliendo del pequeño hueco con la prenda en la mano mientras su buen par de tetas se balanceaban con total naturalidad a cada paso que daba en dirección a la piscina.

Josito, al verla, sonrió.

—Pensé que solo te las podía ver tu novio —cuchicheó una vez que Celia se metió al agua.

—Cállate —le amonestó.

—No te hagas la estrecha, que estabas deseando enseñármelas.

—Has tenido suerte… —protestó, zambulléndose para alejarse buceando.

Bella aprovechó para salir del agua, dirigiéndose a Alonso.

—Parece que tu chica se ha picado —sonrió con malicia—. Ahora ya puedes mirármelas sin remordimientos.

La mañana transcurrió sin mayores incidentes, hasta que los padres de Josito regresaron de la compra. Bella se quedó a comer y, a la hora de los postres, llegó la sorpresa.

—Cumpleaños feliz… —cantó la dueña de la casa mientras salía con el pastel que habían encargado.

—No hacía falta… —sonrió Celia tras soplar las velas.

—Nos lo chivó Josito —advirtió su padre.

—Y esta tarde os dejamos solos para que podáis celebrarlo —añadió la madre.

—Luego vendrán unos amigos para hacer una pequeña fiesta en la piscina —aclaró el veinteañero.

—¿Qué dices? —se sorprendió Celia.

—Lo pasaremos bien —afirmó Bella, risueña.

La morena miró a su novio. Ambos volvieron a entenderse sin necesidad de hablar. No pintaban nada en una fiesta de veinteañeros, pero tampoco querían hacerles el feo a los padres de Josito.

—Pero no os vayáis por nuestra culpa —terció Alonso, procurando solventar la papeleta.

Mas los progenitores del pueblerino ya tenían planes. Se marcharían a medida tarde y no regresarían a la Alpujarra hasta el día siguiente.

—No me apetece nada una fiesta con cuatro críos —se quejó Celia, una vez a solas con su chico en la habitación—. Además, quiero que me des mi regalo —sonrió melosamente.

Alonso rio.

—Joder, si lo han organizado todo para celebrar tu cumpleaños, tendremos que cumplir aunque sea un poco. Esperamos a que se vayan sus padres, bajamos un rato a la piscina y nos da tiempo a echar el polvo por la noche.

—No sé yo… —refunfuñó—. Tú lo que quieres es volver a verle las tetas a esa…

—Pues tú, si puede ser, esta vez no enseñes las tuyas a todos los amigos de Josito —replicó Alonso con gracia.

Ahora fueron ambos los que rieron.

—Qué tonto eres, vida.

Los dos se besaron en el momento que escucharon un chapuzón, seguido de la algarabía. Parecía que ya habían llegado los primeros mocosos.

Los padres de Josito aún no se habían marchado cuando la pareja de treintañeros salió al patio. Debía haber como una docena de chicos y chicas, todos cortados por el mismo patrón. Ellos altos, delgaditos, haciéndose los graciosos. Y ellas guapas, unas tetonas y otras culonas, riéndoles las bromas a los chavales. Aunque se notaba que Josito, que destacaba por su aspecto físico, sin duda el más fibrado, era el que llevada la voz cantante y los demás hacían lo que él decía.

—Menudo follón tienen liado —indicó Alonso, dirigiéndose a la dueña de la casa, que estaba sola tomando algo fresquito sentada en el sillón de mimbre, bajo la agradable sombra del porche.

—Juventud, divino tesoro. ¿Queréis? —les ofreció un poco de limonada.

Mientras todos los veinteañeros se bañaban en la piscina y los tres adultos charlaban tranquilamente, llegaron los dos últimos invitados.

Celia y Alonso se miraron. No se lo podían creer. Al parecer, el par de niñatos con los que habían tenido el encontronazo el día anterior eran amigos de Josito, que salió del agua para saludarlos.

—Nos vamos —aseguró la morena, nuevamente en la habitación, charlando con su chico.

—¿Qué dices? ¿Y qué excusa ponemos?

Silencio.

—Ya has visto la cordialidad con la que los ha tratado la madre de Josito —apuntó Alonso—. Aquí no van a hacer el gilipollas. Tú misma lo dijiste. No son más que unos criajos.

—Al más mínimo problema nos venimos a la habitación —advirtió Celia—. Paso de tonterías.

Ahora el treintañero sonrió, abrazándola.

—Claro, pequeñaja.

—Y me das mi regalo —refunfuñó.

Alonso soltó una carcajada.

38

Los dueños de la casa se marcharon más tarde de lo previsto. Así que era casi de noche cuando empezó la fiesta de verdad. Alonso y Celia, ataviados únicamente con las respectivas prendas de baño, se sorprendieron al bajar al patio. Aunque la música sonada en su máximo esplendor, todo estaba mucho más tranquilo que antes. Y es que había bastante menos gente.

—¡La cumpleañera! —gritó Josito al verlos, acercándose a sus caseros.

—¿Y los demás? —inquirió Alonso.

—Nos hemos quedado los importantes —sonrió el pueblerino, con su cubata en la mano.

Celia echó un vistazo. Y se temió lo peor. Además de ellos tres, estaban Bella, con las dos piezas del bikini puestas, el magrebí y el chulito de tez pálida. En cuanto cruzó las miradas con el par de chicos, vio cómo sonreían. Se fijó que ambos, también en bañador, estaban bastante fibrados, al estilo de Josito. El moro muy delgado, pero marcando todos y cada uno de sus músculos. Si no fuera por los rasgos de su cara, habría dicho que el niñato no estaba nada mal. Mientras que el otro muchacho tal vez no estaba tan definido, pero su cuerpo tenía más volumen. Lo cierto es que estaba bastante bueno.

—Mirad, os presento. Estos son Omar y Tommy.

—Ya nos conocemos —indicó el segundo, acercándose a ellos con su habitual aire chulesco.

—¡No me jodas! —carcajeó Josito—. ¡Ahora lo entiendo! ¡Este es el pibón del que me hablabas!

—¿Cómo que pibón? —llegó Bella por detrás, agarrando a Tommy por la cintura para darle un beso.

—¿Sois pareja? —inquirió Alonso, sorprendido, pues la muchacha no había dejado de zorrearle.

—Hasta que yo lo diga —bromeó Josito, dándole una contundente palmada en el culo a Bella.

Celia abrió los ojos como platos, pues no se lo esperaba. Por cómo había sonado, el cabrón debió haberle dado bastante fuerte. El cachete le dolió hasta a ella.

—Menudo peligro tiene este hijo de puta… —habló el magrebí por primera vez—. Tuvo que follarse a la novia de Tommy para demostrarle que era el que tenía más huevos del pueblo.

—Y a la muy cerda le gustó —se quejó su novio.

—Ya quisieras tú tener la polla de Josito —rio Bella.

—¡Serás cabrona!

Los cuatro amigos se rieron, contagiando a la pareja de treintañeros, que no pudieron evitar una sonrisa. Mientras Alonso se alegraba de que el chulito de Tommy la tuviera pequeña, Celia sintió un ligero cosquilleo en el vientre. Ella conocía las bondades de su joven inquilino y no lo pudo evitar. Ese recuerdo empezó a despertarle el latente calentón que su novio le había provocado desde primera hora. Y deseó que aquello no se alargara demasiado para que le diera su regalo cuanto antes.

—Te dije que mis colegas estaban locos —indicó Josito, dirigiéndose a la morena.

—Ya veo…

—Pedidle perdón a mi casera —obvió a Alonso, instando de forma imperativa a sus compinches, que hicieron un gesto de asentimiento—. Ya todos amigos, ¿no? —concilió—. Venga, Celia, tómate algo —la agarró de la cintura para llevársela al porche donde estaban las bebidas, arrebatándosela a su novio.

—¿Quieres algo, vida? —giró el cuello hacia su chico.

Debido a las horas que eran, aprovecharon para picotear un poco. Gracias a la comida, el alcohol entró más fácilmente, logrando que los dos treintañeros acabaran bebiendo más de lo que tenían previsto. Y eso ayudó a que el ambiente se distendiera.

Aún no había llegado medianoche cuando Alonso y Celia estaban acaramelados, tumbados de costado en una misma hamaca. Él detrás, agarrando a su chica de la cintura, que tenía la espalda pegada contra los pectorales masculinos.

—¿Qué te parece si vamos subiendo? —le propuso él, cuchicheándole al oído mientras le acariciaba el vientre disimuladamente.

La morena sonrió, tirando el culo ligeramente hacia atrás, buscando el contacto con el bulto de su hombre.

—Uhm… —forzó un discreto gemidito al sentir la pequeña dureza restregándose contra sus nalgas.

—Bueno, ha llegado el momento —indicó Omar de repente.

—¿De qué? —preguntó Celia, intrigada.

—¡De la piscina!

El magrebí agarró el brazo de la morena, tirando de ella para alzarla. Era la segunda vez que se la arrebataban a Alonso.

—¡No! —se quejó Celia, sin poder evitar que el moro la tirara al agua.

El treintañero, que no había tenido tiempo de reaccionar, alzó la mirada y se encontró con la sonrisa de Bella.

—Vigila, que estos son muy cabrones —le advirtió, antes de que Josito y Tommy lo sorprendieran, maniatándolo.

Alonso intentó zafarse, pero los dos pueblerinos estaban fuertes y no tuvo nada que hacer. Acabó en la piscina junto a su chica, a la que encontró extrañamente sonriente. Celia se lo estaba empezando a pasar bien. La pareja procuró cubrirse cuando el resto de chicos se tiraron en bomba, salpicándolos. Bella aprovechó para cambiar la música y a la treintañera le dio un subidón.

—¡Sí! —alzó los brazos.

—¿Te gusta Metallica? —inquirió Josito, que se había quedado frente a ella, aprovechando para agarrarla de la cintura por debajo del agua, que le ofrecía la discreción necesaria para que Alonso no se diera cuenta.

—Me encanta —sonrió, abrazando a su inquilino en un acto instintivo.

—Felicidades —le susurró al oído—. Tu fiesta no acaba más que empezar…

El pueblerino bajó las manos por las caderas femeninas, acariciándola durante unos instantes antes de separarse. Celia se giró, buscando a su chico.

—¡Metallica! —sonrió, al tiempo que dibujaba una mueca rockera, desplegando todo su encanto— ¿Nos quedamos un rato más, vida? —le besó, abrazándose a él.

—Qué remedio, estamos empapados.

La morena rio. Le había subido el alcohol y estaba con el puntillo.

Los veinteañeros se encargaron de que Celia no dejara de beber. Había salido del agua y ahora bailaba frente a ellos, que se relamían, como depredadores a punto de cazar a su presa, sentados en las hamacas con las que la rodeaban.

Mientras tanto, dentro de la piscina, Bella no dejaba de insinuarse a Alonso, que se esforzaba por evitarla con la mayor sutileza posible.

—¿Es verdad eso que dijo Omar? —inquirió el treintañero.

—¿El qué? ¿Lo de Josito? —dedujo la pelirroja.

—Sí…

—¿Quieres saber la historia? —sonrió, mostrando una mueca lujuriosa—. ¿Qué me vas a dar a cambio?

—Depende de lo interesante que sea la historia —le devolvió la sonrisa, sabiendo jugar sus bazas.

Bella rio.

—Josito era un pringao. De esos que no salen ni con chicas —dibujó una mueca hiriente—. Siempre iba con un chaval… ¿cómo se llama? Gabino creo.

—¿Y ya no es ningún pringado?

—¿Tú qué crees…? —sonrió, colocando una mano sobre el hombro de Alonso—. Resulta que Josito descubrió que tiene súper poderes —soltó una pequeña carcajada.

—¿Súper poderes? —mostró una sonrisa ingenua.

—Tiene una polla mágica —amplió aún más la lasciva mueca, bajando la mano por los pectorales masculinos—. ¿Tú también tienes una polla mágica?

Alonso se percató de las intenciones de la pelirroja y la detuvo antes de que pudiera alcanzarle el paquete.

—Primero termina la historia… —sonrió, logrando que Bella gesticulara evidenciando su cachondez.

La veinteañera se echó hacia delante para cuchichearle, haciendo que sus enormes tetas de goma entraran en contacto con el cuerpo del novio de Celia.

—Los rumores comenzaron a correr. Igual que se corrían todas las chicas que querían descubrirlos —soltó una nueva carcajada, aunque Alonso estaba serio—. Tommy siempre ha sido el machito del pueblo y no le gustó que Josito adquiriera tanta popularidad entre las mujeres. Ya me entiendes…

—¿Y qué hizo tu novio?

—El muy idiota lo desafió.

—¿A qué?

—A que no tenía nada que hacer conmigo.

—¿Y qué pasó?

Bella dibujó una mueca lasciva.

—Pues que me encanta la polla de Josito —sonrió—. Aunque tú tampoco debes ir nada mal servido…

La pelirroja volvió a intentar agarrar el paquete de Alonso, pero el treintañero la sujetó con ambas manos, apartándola.

—Gilipollas —le reprochó—. Más te vale que tengas bien atendida a tu novia porque si no tu inquilino se la va a follar —le amenazó, tirando para deshacerse de él y alejarse hacia la escalerilla.

Tommy se fijó cómo su chica salía del agua para ir directamente al interior de la casa. Así que aprovechó para dirigirse a la piscina en busca de Alonso. Josito, atento, fue tras Bella.

—Pibón —soltó Omar, que se había quedado a solas con la treintañera.

La morena sonrió.

—Me llamo Celia.

—Prefiero el nombre que me diste ayer. Te pega más.

Ahora la novia de Alonso se rio.

—Me hice la paja —confesó el moro sin remilgos.

—Ya sabía yo que eras un cerdo.

—Mira lo que tiene este cerdo…

El magrebí se llevó las manos al paquete, agarrándoselo con ambas manos para mostrarle el contorno de la polla, pero Celia apartó la mirada.

—¿Tienes miedo de que te guste? —la chuleó.

—Más quisieras, chaval…

—Mírame entonces…

La novia de Alonso no pensaba amedrentarse. Así que bajó la vista para contemplar lo que Omar tenía entre las piernas. El morito no iba nada mal servido. Aunque no se acercaba a lo que tenía Josito, superaba holgadamente a Alonso.

—¿Has visto cómo me pones con tanto bailecito…?

—¿La tienes dura? —preguntó como si nada, sin dejar de moverse al ritmo de la música.

—No del todo…

—No está mal entonces… —le sonrió.

La treintañera estaba cachonda. El alcohol la había puesto tontorrona. El recuerdo del pollón de su inquilino le había despertado uno de tantos calentones frustrados por culpa de Alonso, esta vez el de esa misma mañana concretamente. Y los tres niñatos, que no habían dejado de babear mientras bailaba para ellos le habían terminado de subir la libido. Y ahora hasta el asqueroso morito la ponía cerda.

Mientras tanto, en el interior de la casa…

—Ah… Ah… Ah… Ah… Ah… Ah… Ah… Ah…

Cada uno de los gemidos de Bella iban acompañados del sonido del pubis de Josito golpeando con fuerza contra sus nalgas, reventándole el peludo coño pelirrojo que no dejaba de chorrear con cada empotrada.

—Oye, tú —se dirigió Tommy a Alonso tras lanzarse a la piscina.

El treintañero no se lo podía creer. Bella había estado toda la noche zorreándole y ahora tenía que aguantar al chulito de su novio.

—Puedes follártela.

—¿Qué? —se sorprendió Alonso.

—Bella y yo tenemos un acuerdo —explicó—. Podemos follar con quien queramos, siempre que el otro lo sepa para que pueda igualar las cosas. Ya me entiendes —dibujó una mueca de suficiencia.

—¿Y a mí qué me cuentas?

—Tu novia me pone cachondo —confesó, sonriendo con chulería.

Alonso apretó los puños bajo el agua.

—Vamos, no te hagas el ofendido. No es algo que no sepas —siguió vacilándole—. Y si tú te tiras a Bella tengo vía libre con Celia.

La rabia se apoderó del treintañero, sintiendo cómo le invadía el odio hacia ese engreído con cara de lo que era, un chulo de mierda.

—No quiero hacer trampas —prosiguió, haciendo una pausa para mirar directamente a los ojos de Alonso, desafiándolo—. No quiero tener que follarme a la zorra de tu novia sin darte al menos una oportunidad —lo avasalló, terminando de perfilar su mueca más hiriente.

—Te vas a llevar una hostia —le advirtió justo en el momento en el que aparecieron Bella y Josito.

—¡Chupitos para todos! —gritaron, portando una bandeja con los vasos y un par de botellas.

Alonso salió del agua y se fue en busca de su chica.

—¿Nos vamos, peque?

Tommy, que había seguido al treintañero, asió el brazo de Celia.

—Primero los chupitos —aseveró—. Luego te dejo que te vayas donde quieras —sonrió a la morena, tirando de ella.

—Nos los tomamos y nos vamos, ¿vale? —indicó la treintañera a su novio, dejándose arrastrar por el chulito de pueblo.

Era la tercera vez que Alonso veía cómo le quitaban a Celia sin poder hacer nada.

Tras la primera ronda de chupitos se notaba que los seis empezaban a ir bastante perjudicados.

—¿Otro? —propuso Josito, alzando la botella para rellenar los vasos.

—Mejor no —se negó Alonso, consciente de que su novia querría subir ya a la habitación.

—¿Y esta? —inquirió Celia, levantando la otra botella.

—Menta.

—Cuanta más menta más me entra —bromeó la morena, alzando su vaso y provocando las risas de los veinteañeros.

Alonso sonrió. Era una frase que Celia solía usar con una amiga.

—¿Y te entra mucho? —chasqueó Omar de forma soez.

—Guarro —rio la morena, tragándose el chupito de menta de un solo trago.

—¿Qué os parece si jugamos a algo? —propuso Bella.

—Y el que pierda bebe —indicó Josito.

—Nosotros nos vamos ya… —advirtió Alonso una vez más, agarrando a su novia por la cintura.

Los vítores en forma de protesta del resto no se hicieron esperar, provocando la sonrisa traviesa de Celia.

—Solo un poquito más, vida —abrazó a su chico para cuchichearle al oído—. Que cuanta más menta más me entra, tonto…

—Macho, que no te enteras —intervino Tommy—, que tu novia está deseando quedarse con nosotros —vaciló a Alonso por enésima vez.

—No les hagas caso, que te tienen envidia —concluyó la treintañera, aún cuchicheando, para acabar besando a su hombre.

Finalmente decidieron que jugarían al ping-pong. Irían por parejas. Alonso con Celia. Tommy con Bella. Y Omar con Josito. Los que ganaban seguían jugando y los que caían derrotados tenían que beber. Tras los primeros partidos ya iban todos mamadísimos.

—No puedo con más chupitos —rio la pelirroja tras perder contra la pareja de treintañeros.

—Nueva regla —indicó Josito mientras el resto se mantenía expectante—. El que no quiera beber, que pague prenda.

El revuelo fue inmediato. Y antes de que decidieran nada, Bella se sacó la parte superior del bikini.

—Ya ves tú —sonrió la veinteañera, sin darle mayor importancia, quedándose con sus enormes tetas al aire.

El siguiente partido lo ganaron Omar y Josito, derrotando a Alonso y Celia.

—Uf… —resopló la morena—. ¿Vas a beber? —preguntó a su novio, sin poder evitar un semblante risueño.

—¡Claro! —contestó alegremente, incapaz de que pasara por su cabeza la opción de desnudarse—. Tú también, ¿no? —rio, bastante perjudicado.

—No sé yo, eh…

Celia empezaba a estar un pelín mareada. Si bebía más… De repente, percibió movimiento a su espalda. Y lo siguiente pasó demasiado rápido. Sintió cómo la parte de arriba del bikini se le desprendía y su pecho quedaba a la vista de todos. Miró hacia un costado y vio a Josito con la prenda que le acababa de quitar en la mano.

—Serás cabrón…

—Te veía indecisa —bromeó, provocando las risas del resto de jóvenes.

—¡Vaya bufas! —berreó el moro, sin perder detalle de sus dos buenos melones.

—Alonso, macho, te dije que tu novia quería quedarse —indicó Tommy con su habitual chulería—. Mírala, toda empitonada —se cachondeó.

—¿Estás bien? —se preocupó el treintañero con el semblante serio, interponiéndose entre su chica y los niñatos para resguardarla de las indeseables miradas mientras comprobaba que, efectivamente, Celia tenía los pezones bien duros.

—Sí —contestó ella, arrimándose cariñosamente para acabar cuchicheándole—. Pues al final sí que me he quedado en tetas delante de los amigos de Josito —soltó graciosamente, provocando la sonrisa nerviosa de Alonso, que estaba demasiado afectado por el alcohol como para controlar una situación que cada vez se le iba más de las manos.

—Hay que irse —aseguró.

—No, hay que vengarse —replicó, mirando por encima del hombro de su novio en dirección a su inquilino, que no dejaba de jugar con la parte superior de su bikini.

Alonso no sabía cómo habían llegado hasta ese punto. Pero su pareja no parecía con muchas ganas de echar un polvo, así que se convenció de que aún seguirían un rato en la piscina.

Omar y Josito habían cogido una buena racha y volvieron a derrotar a la siguiente pareja. Bella no pensaba seguir bebiendo, así que se despojó de la única prenda que le quedaba, la parte de abajo del bikini, para quedarse completamente desnuda, mostrando sin pudor alguno el rojizo matojo que invadía todo su pubis.

La fiesta se había desmadrado.

—¡Joder! Si tú te quedas en pelotas, yo también —se quejó Tommy, pillando a todos por sorpresa cuando se bajó el bañador de golpe, provocando las carcajadas de sus dos amigos.

Alonso había supuesto que la tendría pequeña debido al comentario de Bella, pero nada más lejos de la realidad. El cabrón, que simplemente la tenía ligeramente morcillona, ya exhibía una polla algo más larga que la suya en erección. Pero si por algo destacaba el miembro del chulito era por lo gordo que lo tenía.

A Celia le gustó ese cipote. Dejando de lado a Josito, que jugaba en otra liga, el de Tommy no tenía pinta de ser el más grande que había visto, pero tal vez sí de los más gruesos. El típico rabo que te abre bien el coño, pensó, mordiéndose un labio disimuladamente mientras sentía cómo le empezaban a doler los pezones.

Era nuevamente el turno de la pareja de treintañeros, pero cuando se disponían a jugar, su inquilino los detuvo.

—Un momento —rodeó la mesa de ping-pong con parsimonia para dirigirse hacia su casera, apoyando la mano en la parte baja de su espalda—. Cambio de pareja —espetó con asertividad, arrebatándosela a Alonso por enésima vez mientras la guiaba hasta el otro lado.

—Sí, hombre —se quejó Celia, aunque sin oponer resistencia—. Si yo quiero que pierdas —rio.

—Pues déjate perder —propuso Bella.

—Vale —aceptó la morena, risueña—. ¿No te importa, vida?

Pero Alonso no estaba para rechistar. Ni si quiera para jugar. Iba tan tocado que perdió el partido junto al magrebí.

—Vais cocidísimos —se rio Tommy, que seguía con su rabo al aire.

—Ya te digo, amigo —sonrió Omar, mostrando su blanca dentadura mientras se deshacía del bañador.

La larga polla del moro se puso dura al instante, como si la caliente brisa de la noche andaluza la hubiera avivado de repente.

—Qué cerdo eres —se quejó Bella.

—Me pone cachondo que me miren dos guarronas como vosotras —esbozó una mueca grosera.

Celia no se había dado cuenta, pero se había quedado ensimismada mirándole el cipote al morito. Como había intuido cuando le marcó la silueta bajo la prenda de baño, ese desgraciado iba bastante bien servido. Aunque no la tenía tan gorda como Tommy, sí que parecía unos cuantos centímetros más larga. Y no hubiera podido apartar la vista de esa apetitosa verga negra si Alonso no hubiera llamado su atención.

Su novio pretendía prepararse un nuevo chupito.

—Vida, vas fatal —se acercó a él—. Será mejor que no bebas más.

Y entonces soltó la bomba.

—¿Por qué no pagas prenda? Que no quiero cargar contigo hasta la habitación —chanceó graciosamente.

Hasta ese momento, el treintañero ni se lo había planteado. Estaba confuso, pues una especie de neblina le ofuscaba la mente. Así que, como no podía pensar demasiado, le hizo caso.

—Vale, cari —afirmó al tiempo que se bajaba el bañador.

Alonso alzó la mirada y se topó con la expresión risueña de Bella, que lo observaba con una especie de gesto de maliciosa satisfacción, hasta que escuchó una voz masculina, claramente burlesca.

—¿Y con eso tienes atendida a semejante mujer? —se cachondeó Tommy, provocando las risas del resto de veinteañeros.

Celia se fijó en la picha de su novio. La tenía arrugadita, tal vez demasiado. No sabía si podía ser por haber estado tanto rato en el agua, pero daba la impresión de que incluso era más pequeña de lo habitual, como un cacahuete. Supuso que tener las otras dos al lado no ayudaba, porque comparada con las buenas pollas del moro y el chulito parecía hasta ridícula.

—Pues no siempre —replicó finalmente la aludida, dejándose llevar por el momento.

Las carcajadas, riéndose de Alonso, fueron apoteósicas. Y Bella aprovechó el revuelo para cuchichearle al treintañero.

—Se te la van a follar —le advirtió, sonriendo con saña.

Ya estaban todos prácticamente desnudos, así que Josito dio el juego por concluido.

—De eso nada —se quejó Celia—. Quiero mi venganza —insistió, observando la prenda que el pueblerino le había robado y que llevaba colgando del lateral del bañador, como si de un trofeo se tratase.

—Si quieres, ven a buscarla —la provocó.

La morena sonrió, inclinándose frente a su inquilino para tirar de la pieza de su bikini, logrando recuperarlo. Y entonces sorprendió a todos, aprovechando el movimiento para arrodillarse frente a él, al tiempo que agarraba el bañador masculino por ambos costados.

—Ahora te lo bajo yo, por listo —y tiró de la tela hasta sus pies.

Un pequeño e incontrolable sonido de admiración se escapó de los labios de Bella cuando el pollón de Josito, ligeramente altivo, salió disparado hacia arriba, rozando la barbilla de Celia, que se apartó rápidamente para evitar el contacto.

Por el contrario, Alonso estaba alucinando. No sabía qué le sorprendía más. Si que su novia acabara de sacarle el rabo a su inquilino delante de sus narices. O descubrir a qué se refería la pelirroja con lo de polla mágica. El miembro viril de ese niñato era descomunal. La tenía apenas hinchada y ya era más larga que la de Omar y más gruesa que la de Tommy.

Aunque había dejado de ser el centro de las burlas, el treintañero se sintió aún más humillado y, mientras se subía el bañador, percibió cómo su pequeña pichita se le encogía aún más, si es que eso era posible.

—Muy graciosa —sonrió Josito con suficiencia, volviendo a colocarse la prenda—. ¿Estás contenta?

—Sí —contestó Celia, esbozando una sonrisa de satisfacción mientras, ya de pie, se colocaba la parte de arriba del bikini y se giraba en dirección hacia su chico—. ¿Nos vamos, nene?

—Estoy un poco mareado… —contestó, acercándose al porche para dejarse caer en el sillón de mimbre.

—¿Pero te encuentras bien? —se preocupó su novia.

—Sí —sonrió, resoplando—. He bebido demasiado.

Celia soltó una carcajada.

—Vale, me voy al agua a que se me pase a mí también un poco. Y luego me das tu regalo —dibujó una mueca graciosa, despidiéndose con un pico.

—No te vayas a ahogar —bromeó.

—Seguro que alguno de los chicos se mete conmigo para que no me pase nada —replicó jocosamente mientras se alejaba en dirección a la piscina.

39

Fue Josito quien acompañó a Celia. Estaban en una zona de la piscina donde el agua no les cubría demasiado, quedando el abultado pecho de la morena justo sobre la línea de flotación, mientras charlaban tranquilamente, uno frente al otro.

—Te has pasado —le reprendió el pueblerino jocosamente.

—Será que a ti no te gusta fardar de polla… —replicó con una mueca de picardía.

—¿No serás tú, que te morías por volver a vérmela? —marcó en su rostro una sonrisa de suficiencia al tiempo que movía las manos bajo el agua, agarrando a su casera de la cintura.

—Más quisieras —se hizo la digna, sin perder el semblante alegre.

—Encima me has quitado mi premio.

Celia soltó una carcajada y Josito aprovechó para rodearla con los brazos, asiéndola por la parte baja de la espalda.

—¿Te refieres al bikini? —sonrió, divertida—. No sé cómo no te he matado —refunfuñó, poniendo una mueca rebosante de su natural gracejo.

—Porque te encanta enseñarme las tetas —indicó con arrogancia, ahora deslizándose por los costados de Celia, acariciándola—. Reconócelo.

La novia de Alonso se quedó paralizada. Sentía el corazón latiéndole a mil por hora. ¿Qué se creía el niñato? Que porque fuera capaz de calentarla como lo hacía iba a lograr que… De repente, se percató de lo que estaba tramando.

—¡Josito! —protestó, pero ya era tarde.

—Te he dicho que es mi premio… —sonrió con chulería mientras le volvía a arrebatar la parte de arriba del bikini.

—Eres un cabronazo —rechinó los dientes, viendo cómo el pueblerino se alejaba con la prenda recién robada en la mano y la dejaba allí, nuevamente medio desnuda, con las tetas flotando sobre el agua.

Mas los niñatos no iban a dejarla sola.

—Pero poneos los bañadores, cerdos —se quejó Celia al ver cómo Tommy y Omar, aún en bolas, se metían en la piscina.

—¿Y tú qué? Que te has vuelto a sacar las tetas, guarra —replicó el moro, como siempre soez.

La treintañera quiso protestar, pero prefirió interesarse por el estado de su chico.

—¿Cómo está Alonso? —inquirió, desviando la atención hacia el porche.

—Se ha quedado sopa —la tranquilizó el chulito, que bajó la vista para contemplar sus dos buenas berzas.

—Me las vas a desgastar de tanto mirarlas —replicó la morena con gracia.

—¿Son operadas? —preguntó Omar con malicia.

—¡Qué va! Todo natural —confirmó, risueña.

—No sé yo… —sonrió Tommy maliciosamente, deslizando el brazo bajo el agua para entrar en contacto con la cadera de Celia.

—Esa mano… —rechistó, sin perder la sonrisa, apartándosela.

—Las tienes demasiado grandes para ser naturales —la chuleó.

—¿Cómo las de tu novia?

—Las de Bella se nota al tacto que son falsas —volvió a la carga, ahora colocando la mano en la cintura femenina.

Esta vez Celia no le dijo nada, solo le retiró sutilmente con el brazo mientras dibujaba una medio sonrisa, exhibiendo una mueca de lo más morbosa.

—¿Podrías dejar que te las sobemos para comprobarlo? —soltó el moro, provocando las carcajadas de la novia de Alonso.

—Tú flipas, chaval —se quejó—. Además, ¿tú se las has tocado a Bella?

—No…

—Entonces no puedes comparar… —desdeñó, dejando al morito sin argumentos.

—Pero yo sí —intervino Tommy, chulesco como siempre—. Déjame comprobar que no eres una mentirosa —la provocó, volviendo a palpar el cuerpo de Celia, ahora deslizándose sutilmente sobre sus costillas.

—Yo nunca miento —aseveró con seriedad, ya sin apartar la mano con la que el chulito se aproximaba lentamente a la base de su pecho.

La morena miró en dirección al porche. Todo parecía tranquilo. Y se preguntó cómo habían dejado que la fiesta se descontrolara tanto. Habían bebido en exceso. Y ella, en particular, se había divertido un montón con las chiquilladas de los veinteañeros, que no solo habían logrado despertarle la chispa que Alonso le había provocado, sino que la habían avivado. Al final se había acabado poniendo bastante cerda, llegando incluso a preferir seguir calentándose antes que follar con su novio, que la había desatendido ya en demasiadas ocasiones. Aunque los pobres críos no es que tuvieran mucho que hacer con ella… Y entonces sintió los dedos de Tommy cercándole la ubre.

—Uhm… —ahogó un tímido gemidito prácticamente imperceptible.

—De tamaño no andas mal —la chuleó el muchacho de tez pálida, cerrando la mano para estrujarle la teta.

—Cabrón… —rechinó los dientes para acabar mordiéndose un labio disimuladamente.

—No como tu chico… —sonrió Tommy, cachondeándose de la pollita de Alonso mientras le daba una buena sobada a su novia.

—No todo es el tamaño —jadeó, queriendo defender a su pareja—. Bueno, ¿qué? —se quejó del magreo—. ¿Ya lo has comprobado, niñato? —refunfuñó, dirigiéndose al vacilón, ahora con desdén.

—Si de tamaño vas bien, de tacto mucho mejor —confirmó con aire chulesco, evidenciando que las tenía naturales mientras le daba un último apretón antes de soltarle un pequeño cachete en el seno, haciendo que todo su volumen rebotara contra el agua, haciéndola salpicar.

—Uhm… —ocultó un nuevo jadeo.

—No sé si creerte, amigo… —intervino el magrebí—. Me parece que el movimiento de esa bufa no ha sido muy natural… —se cachondeó.

Omar sacó la mano del agua con intención de asir la otra ubre de Celia, pero ella le detuvo, agarrándole de la muñeca.

—Ya vale —lo miró con el rostro desencajado—. Ni de coña me vais a seguir tocando. Y menos un moro de mierda como tú —aseguró, desafiante.

—Si lo estás deseando, so zorra —sonrió el magrebí, haciendo uso de la fuerza para contrarrestar los intentos de la novia de Alonso por detenerle, logrando amasarle el pecho que aún no había sido castigado.

—Uhm…

Esta vez la morena no puedo evitar que se escuchara su gemido cuando el morito le pinzó el pezón, cerrando los ojos para disfrutar del placer de la sobada. Estaba encendidísima. Tenía que parar eso. Le gustaba demasiado que le tocaran las tetas.

—¡Ya, joder! —espetó, apartándose del par de críos.

Celia salió del agua rauda, en busca de su novio. Quería follar.

—¿Qué haces en tetas? —inquirió un soñoliento Alonso, aún ligeramente aturdido.

—Dame mi regalo, nene, que lo estoy deseando.

El treintañero seguía sin poder pensar demasiado y cuando se quiso dar cuenta estaba en pelotas, tumbado en la cama de matrimonio de la habitación de invitados de la casa de Josito, con Celia en pijama, de rodillas sobre el colchón, masturbándole. Pero no se le ponía dura.

—¿Quieres que llame a Bella, a ver si con ella se te empina?

Alonso sonrió.

—Qué tonta eres… será que tú no te has fijado en los chicos… —le tiró una pullita.

—Pues no —mintió—. Y eso que había bastante carne para mirar —desdeñó, dejándole caer que era consciente de lo bien servidos que iban los niñatos.

Se hizo el silencio. Solo se escuchaba el ruidito de los dedos de Celia intentando avivar la pichita fofa de su novio. Hasta que se cansó de meneársela para nada.

Aún sin decir ni una palabra, la morena se apartó para coger el móvil, dejando que la pollita de su chico se arrugara sobre el pubis masculino, acabando de encogerse del todo. Tenía un mensaje de Josito junto a un video.

El pueblerino le decía que tenían que hablar y que la esperaba en la piscina. El muy cabrón había grabado desde el porche las imágenes en las que se veía cómo ella estaba dentro del agua junto a Tommy y Omar. Y cómo el chulito le estrujaba una teta, justo antes de que el zoom de la cámara mostrara un primer plano del desencajado rostro femenino, mordiéndose un labio. La secuencia terminaba con un cambio de plano, enfocando a Alonso durmiendo en el sillón de mimbre.

Celia estaba flipando. Y estaba enfadada, muy enfadada. No solo por lo que acababa de hacer el hijo de puta de su inquilino, sino también por la frustración de tener que contemplar el pene flácido de su chico.

—Me voy a que me dé un poco el aire —soltó de mal humor, poniéndose un sostén para no dar el cante, pues estaba usando el mosqueo como excusa para poder ir a ver a Josito y cantarle las cuarenta.

La morena bajó todo lo rápido que pudo, queriendo solventar ese problema cuanto antes.

—¿Tú de qué vas? —le increpó nada más verlo.

Josito, aún vestido únicamente con el bañador, estaba en mitad del patio, junto a la mesa de ping-pong, que seguía donde la habían dejado.

—Menuda noche, eh —comenzó su discurso—. ¿Has visto a tu novio en el video? No creo que mañana se acuerde de nada —esbozó una sonrisa maliciosa.

Esas palabras descolocaron a Celia, que se quedó expectante, pues no sabía por dónde iban los tiros.

—Aunque tal vez pregunte —prosiguió el niñato, afilando más la mueca—. ¿Qué le vamos a decir? —acabó por esbozar su gesto más ladino, comenzando a bajarse el bañador.

—¿Qué coño haces?

Celia echó un rápido vistazo hacia la casa.

—Convénceme para que Alonso no se entere de lo guarra que eres —soltó la prenda de baño, que cayó hasta sus tobillos.

—Joder…

La treintañera agarró al chaval de los hombros para sacarlo de allí, donde podía verle cualquiera desde la casa, llevándoselo más allá del porche, hasta el hueco que quedaba oculto tras la esquina de la pared.

—No sé lo que pretendes, pero no lo vas a conseguir —protestó.

Ambos estaban de pie, uno frente al otro, cuando Josito se agarró la polla, comenzando a meneársela.

—Y deja de hacer eso…

—Así que a mí me tienes a dos velas —sonrió con suficiencia, desobedeciéndola mientras proseguía con la paja—. Pero te presento a un par de colegas y sacas la zorra que llevas dentro…

Celia quiso hablar, pero él no la dejó.

—¿También te has dejado tocar el coño, puta?

—Claro que no…

La novia de Alonso no supo qué decir. El niñato la estaba poniendo en su sitio. Y tenía razón.

—Ahora, por haberte comportado como una maldita perra, me vas a tener que hacer una paja —descubrió al fin sus intenciones.

—Eres un cerdo —rechinó los dientes, furiosa.

Josito soltó una carcajada y ella le tapó la boca, pidiéndole silencio.

—Y si no te la hago, ¿qué pasa? —le desafió.

—Pobre Alonso… ¿de verdad quieres hacerle esa putada?

Celia sintió rabia. El puto niño la tenía bien pillada. Aunque ella se lo había buscado…

—¿Eliminarás el video? —suavizó el tono—. ¿Y aquí no ha pasado nada?

—Claro —esbozó una sonrisa siniestra, sin dejar de masturbarse pausadamente.

Celia miró alrededor. Fue a por una de las hamacas y la metió hasta el fondo del discreto hueco. Se sentó y Josito se colocó frente a ella, de espaldas a la piscina y ligeramente visible desde el porche, pues la tumbona ocupaba casi todo el espacio oculto.

—Vamos, que lo estás deseando —la chuleó el veinteañero, soltándose la polla.

—Como le cuentes esto a alguien te juro que te mato, niñato.

La novia de Alonso se fijó en la monstruosidad que quedó colgando frente a su cara. Estaba ligeramente altiva, pues el chaval no había dejado de meneársela en todo ese rato. Dudó si hacerlo mientras subía la mano. Y entonces le palpó los huevos.

—Oh… joder… —balbuceó el pueblerino, que parecía haber entrado en éxtasis con ese simple roce.

Celia sintió la grandiosidad de sus testículos, amasándolos suavemente durante unos segundos.

—Eres un maldito cerdo… —espetó con rabia, asumiendo que ya no había marcha atrás—. Te vas a correr rápido al menos, ¿no? —desdeñó mientras desplazaba la mano hasta alcanzar la base del tronco, incapaz de abarcarlo por completo y eso que aún no la tenía completamente dura.

—Seguro —la miró con un gesto de suficiencia.

La treintañera cerró el puño para rodear el cipote, pudiendo sentir su contundente peso en cuanto movió ligeramente la muñeca. Lo que el chaval tenía entre las piernas era de digno de ver. Menudo pollón…

—A ver si es verdad… —refunfuñó, comenzando a deslizarse hacia arriba, percibiendo cómo la verga se hinchaba entre sus dedos.

Josito colocó una mano sobre la cabeza de Celia y ella le dio un manotazo.

—Ni se te ocurra —protestó mientras alcanzaba la punta de la polla, percibiendo el inconmensurable grosor del glande, ligeramente esponjoso, que bajo su palma, se inflamó aún más.

—Como quieras —sonrió Josito—. Ya me lo pedirás.

—¡Eres un flipado! —desdeñó, comenzando a aumentar el ritmo de la masturbación.

La treintañera no quería que la paja se alargara demasiado. Si lograba que el niñato se corriera rápido, antes acabaría todo.

—¿Te gusta? —inquirió el pueblerino.

Celia alzó el mentón para observarlo, pero no dijo nada, hasta que vio cómo el muy capullo sonreía con suficiencia.

—Eres un cerdo… —repitió por enésima vez.

Volvió a bajar la mirada para concentrarse en la masturbación. Debía provocarle el orgasmo cuanto antes, pero es que la polla del niñato no paraba de crecer. Desde que se la tocó por primera vez se le había engordado un montón y el muy cabrón, a pesar de estar ya bastante duro, aún no estaba empalmado del todo.

—Es grande, eh…

Silencio. Solo se oía el chapoteo de la mano de Celia subiendo y bajando a lo largo de todo el cipote de su joven inquilino.

—Más grande que la de tu novio… —insistió, provocándola.

—Cállate y termina.

El cabrón del niñato parecía aguantar bastante. Su inmenso rabo estaba cada vez más grande, duro y gordo. Pero lo peor es que la treintañera comenzaba a percibir el olor que estaba emanando de su polla…

—¿Por qué no me las enseñas? —balbuceó Josito, llamando la atención de su casera.

—Sí, hombre —se quejó, alzando la mirada nuevamente—. Eso no estaba en el trato…

—Me correré antes…

—Ya, claro… —desdeñó, sin dejar de pajearle.

Parecía que por fin el pollón de Josito estaba adquiriendo su máxima expresión. No había duda de que se le había puesto aún más grande que el día de la excursión. El glande se le estaba humedeciendo y Celia no dudaba en pasar la mano para recoger los primeros brotes de su simiente, esparciéndolos por todo el tronco mientras sentía el contundente palpitar de las verdosas venas que recorrían toda su impresionante masculinidad. Y el cabrón cada vez apestaba más a polla.

—Solo un poquito… —insistió el muchacho, enganchando el cuello del pijama femenino para tirar hacia abajo, ensanchándole el escote—. Si ya te las he visto…

La treintañera volvió a mirarlo con cara de pocos amigos. Y entonces dejó de pajearle. Josito sonrió vanidosamente cuando observó cómo Celia se sacaba la camiseta, quedándose en sujetador.

—¿Contento? —refunfuñó, volviendo a asirle el cipote.

Ahora fue Josito el que no dijo nada, contemplando la excitante imagen que le ofrecía esa perspectiva, pudiendo disfrutar de cómo se le tambaleaban las tetazas dentro de las copas con cada sacudida.

Celia lo miró con una mueca de desaprobación cuando su inquilino dio un pequeño paso al frente, haciendo que ambos estuvieran aún más cerca, pero no rechistó. Ahora tenía el pollón a escasos centímetros de la cara y el pestazo a rabo ya era increíblemente intenso, inundándole las fosas nasales.

Alonso cogió el móvil para mirar la hora. Estaba empezando a espabilarse y dudó de cuánto tiempo llevaba fuera su chica. Aunque tras el mal rollo generado por el reciente gatillazo, pensó que era normal que tardara. No quería molestarla.

—Quítatelo —le ordenó el pueblerino, inclinándose para lograr alcanzar uno de las tirantes del sostén, deslizándoselo por el hombro.

—No… —replicó ella, con apenas un bisbiseo, permitiendo que la tira que Josito acababa de bajarle le aflojara una de las copas, haciendo que la pesada teta que albergaba quedara aún más expuesta.

—He dicho que te lo quites —insistió, aún con mayor vehemencia, colocando el dedo índice bajo la barbilla de Celia, obligándola a que le mirara.

—Eres un cabrón.

La novia de Alonso volvió a soltarle la polla, que ahora le golpeó en uno de los pechos debido a la cercanía. Y un hilillo de líquido preseminal, de los muchos que le brotaban del incandescente bálano, acabó restregándose por la suave piel femenina, manchándole el seno.

—¡Aparta! —le dio un pequeño empujón para lograr que se retirara un poco, tirando los brazos hacia atrás para desabrocharse el sujetador, dejando que cayera lentamente para terminar mostrándole las tetazas al niñato que la estaba chantajeando—. Pero las manos quietas —le advirtió con severidad.

Sin saber muy bien por qué, la treintañera le alzó la verga, pegándola contra las duras abdominales del chaval. A pesar de tenerla ligeramente ladeada, esa bestialidad se alzaba más allá del ombligo masculino. Sujetándosela para mantenerla adherida a su cuerpo, sintió cómo palpitaba bajo su palma. Observó sus huevazos, bien gordos. Y volvió a amasarlos, percibiendo la rugosidad de la bolsa escrotal, su extraordinario volumen y el peso de su hombría.

—Estás disfrutando, eh… —vaciló a su casera una vez más.

—Cállate y córrete de una maldita vez.

La morena prosiguió con la paja, pero ya sin dejar de usar ambas manos. Primero meneándole el rabo al mismo tiempo que le masajeaba las pelotas. Y después agarrando su inmenso cipote con las dos, una seguida de la otra, incapaz de cubrir apenas dos tercios de toda su longitud, deslizándolas al unísono.

—¿Con Alonso también te sobra media polla? —la chuleó, ahora sin recibir respuesta.

El novio de Celia empezaba a sentirse inquieto. ¿Le habría pasado algo a su chica? Hacía un buen rato que se había marchado. No podía ser que se hubiera enfadado tanto. Aunque la realidad es que él le había asegurado que se iba a vengar de Josito con un polvazo y no había sido capaz ni de empalmarse. Se sintió culpable y decidió esperar un poco más. Aunque si no volvía pronto, iría a buscarla.

—A mis colegas bien que se las dejas tocar, eh, zorra…

Su casera volvió a mirarlo. El muy cabrón no perdía detalle de sus tetas que, sueltas como estaban, no dejaban de menearse al ritmo con el que ella le pajeaba.

—Ni se te ocurra ponerme una mano encima —le advirtió, sabedora de sus intenciones.

—Entonces, dímelo… —sonrió con evidente malicia.

—¿El qué?

—¿Es grande o no? —insistió una vez más.

Pero solo hubo silencio, acompañado del sonido de la paja, cada vez más enérgica, con el bucólico canto de un grillo de fondo.

—Dímelo, zorra… ¿es grande?

—Sí, cabrón… —susurró de un modo apenas imperceptible.

Josito sonrió.

—Sí, ¿qué?

—Que sí que es grande…

—¿El qué?

—Tu polla, cabrón… —rechinó los dientes.

Josito, satisfecho, dibujó una mueca de superioridad.

—Reconoce que estás disfrutando…

—Cállate y córrete ya, joder…

Claro que estaba disfrutando. Llevaba horas cachonda y el gilipollas de su novio, que por su culpa estaba más que necesitada, no había sido capaz de calmarla. A pesar de que el video le había cortado todo el rollo y que el chantaje de Josito le había parecido denigrante, el muy cabrón había logrado volver a encenderla. No era solo su físico, pues el chaval estaba bastante bueno. Ni siquiera su miembro viril, tan grande, caliente, duro, apetitoso… Es que le encantaba cómo la trataba, con ese aire de suficiencia, como si pudiera hacer con ella lo que quisiera. Hijo de puta…

—Te he dicho que ni se te ocurra… —le apartó la mano cuando el muy cerdo intentó alcanzar su pecho.

—Perdona, como te estás poniendo cachonda con mi polla, pensé que te apetecería… —esgrimió un gesto chulesco.

—No me estoy poniendo cachonda…

—¿No te pone cachonda pajear una buena polla, mejor que la de tu novio?

—Cállate, hijo de puta…

—Contéstame…

Silencio.

—Que me contestes, zorra.

Y Josito volvió a estirar la mano. Pero esta vez Celia no lo apartó, dejándose sobar uno de los pechos. El ahogado gemido femenino se oyó en todo el patio.

—Joder… —se vanaglorió el niñato, que por fin podía sentir el tan ansiado tacto de las peras de su casera—. Qué gordas las tienes… —afirmó orgullosamente, comenzando a mover los dedos, hundiéndolos en su carnosidad.

—Uhm… —volvió a gemir—. Sí… —sollozó con apenas un hilillo de voz.

—¿Sí qué, putita?

—Uf…

—¿Sí qué, putita? —insistió, alzando ligeramente el tono, ahora estrujándole toda la teta.

—Sí me has puesto cachonda, cabronazo.

Celia se inclinó hacia él. Abrió la boca y sacó la lengua, relamiéndose a escasos milímetros del húmedo e hinchado bálano del que brotó un poquito de semen.

—¡Uf…! ¿Me vas a comer la polla? —jadeó Josito, excitadísimo.

—No, solo se la chupo a mi novio.

—¿Al de la polla pequeña?

—Sí, a ese.

Alonso decidió que ya había pasado demasiado tiempo. Se puso una camiseta y fue a buscar a Celia. No parecía estar dentro de la casa. Así que supuso que habría salido a la piscina.

—Dame un lametón y me corro… —advirtió Josito.

La treintañera miró hacia arriba, contactando con los ojos de su inquilino, sin dejar de menearle el rabo, sintiendo cómo le oscilaban las pesadas pelotas con cada sacudida. Aspiró, disfrutando del fuerte aroma de su joven polla. Se arrimó más a él, de modo que sus labios casi podían rozarle el glande, logrando incluso que el pueblerino sintiera la agradable calidez de su aliento deslizándose por su capullo. Y entonces sacó la lengua.

—Quiero que me folles con tu pedazo de pollón —susurró—. Y que me llenes el coño con toda tu leche caliente…

—Ah…

Cuando Alonso salió al patio no vio a nadie. Estaba bastante más oscuro sin las luces de la fiesta, así que caminó hacia el porche. Divisó el montón de hamacas y tras ellas le pareció ver una silueta. Se aproximó y reconoció a Josito. Se le veía solo de cintura para arriba. Observó cómo se agachaba y, un segundo después, recuperaba la verticalidad.

—¿Has visto a Celia? —preguntó mientras alcanzaba las tumbonas para rodearlas, aproximándose a su inquilino, hasta encontrárselo de frente.

—¡Eh, Alonso! ¿Qué tal? —lo saludó como si nada, sin detenerse, prosiguiendo su camino hacia la casa.

Celia, vestida con el pijama con el que había salido, se encontraba al fondo, de pie, justo delante de donde había estado el pueblerino.

—¿Todo bien, peque? —se acercó a su novia—. ¿Qué hacía él aquí?

El corazón de la morena aún palpitaba como si se le fuera a salir por la boca. Acababa de terminar de abrocharse el sostén bajo el pijama y la adrenalina recorría cada poro de su piel. Todo lo que había ocurrido con Josito, culminado con una corrida increíblemente espectacular, sumado a la repentina aparición de su chico, iba a hacer que le diera una taquicardia.

De reojo, observó el suelo disimuladamente. A los pies de Alonso había un charco de semen, solo una pequeña muestra de lo que había llegado a eyacular el semental de su inquilino. Tras ella, la pared del fondo debía estar repleta de lefa. Y probablemente habría algo en la tumbona donde había estado sentada.

—Perdona, vida —se excusó—. Estaba aquí fuera, Josito me ha visto y hemos estado charlando…

—No pasa nada —sonrió, pues parecía que a su novia se le había pasado el enfado—. ¿No huele un poco raro? —se extrañó, olfateando el aire y percibiendo un tufillo, ligeramente familiar.

—¡Anda, ya! —Celia le dio un beso—. Siento haberme enfadado por esa tontería —cuchicheó con un tonillo juguetón— ¿Me perdonas, vida? —le hizo un arrumaco mientras perfilaba una graciosa mueca, convenciéndolo fácilmente—. Vamos —le agarró de la muñeca, llevándoselo de allí.

Una vez en la habitación, algo llamó la atención de Alonso. Se trataba del pantalón del pijama de su chica. Parecía manchado.

—¿Qué es eso? —inquirió, intrigado.

La morena miró hacia donde le señalaba su pareja y le dio un vuelco el corazón. Aunque se había apartado en cuanto Josito comenzó a eyacular, uno de los múltiples lechazos debió haberle alcanzado la prenda. Se quería morir.

—Pasta de dientes de ayer —improvisó—. Y se ha quedado seca —gesticuló con su habitual gracejo, restándole importancia.

En cuanto su novio se quedó dormido, Celia escribió a Josito.

“Borra el video, hijo de puta”

“Y limpia la que has liado, que casi me pilla Alonso”

“Ya hablaremos tú y yo, pero ya te aseguro que esto no va a volver a pasar, niñato”

40

—¿Querías verme?

—¿Qué tal, gallego? —Marcus, sentado en la barra del bar, se giró hacia su amigo de la Alpujarra—. ¿Qué tomas?

—Lo mismo que tú —indicó Josito, colocándose a su lado.

—¿Cuánto hace que nos conocemos? —preguntó, recuperando su posición, con la mirada al frente.

—¿Tres años?

El latino enmudeció, como si estuviera rumiando sus siguientes palabras.

—Demasiado tiempo queriendo gozar de tu casera —sonrió con malicia.

Josito frunció el ceño.

—He pensado algo… —caviló Marcus.

—¿Qué?

—Un concierto.

—¿¡Cómo!? —se sorprendió el pueblerino.

—¡Vamos, man! Piénsalo. Es un buen lugar para engañarla —mostró una pérfida sonrisa—. Invítala. Luego desapareces y yo le doy verga, que la está deseando —soltó una pequeña risa.

El inquilino de Celia se quedó pensativo.

—¿Y por qué debería hacerlo?

—¿Qué dices, gallego…? ¿Piensas follártela tú? —ahora rio con un tono claramente burlón—. Vale, has jodido con mi sister. Ole tus pelotas. Y parece que no se te dan mal las hembras. Pero no sueñes con tu casera, te queda demasiado grande —menospreció las opciones de Josito.

—¿Has preguntado a Abigail? —dibujó una mueca vanidosa—. A lo mejor ella cree que tengo posibilidades… —se puso a su altura, con chulería.

Marcus giró el cuello para mirarlo. Su rostro era de pocos amigos. Debía aparentar su habitual confianza, sin expresar debilidad, así que no se mostró alterado, ni preguntó, pero la insinuación del pueblerino le hizo mella. ¿Ese desgraciado habría sido capaz de arrebatarle a la rubia?

—Ya te gustaría…

Y tras unos segundos de silencio, prosiguió.

—No te necesitaría si no hubieras dejado de invitarme, gallego —sonó a reproche.

—Es ella la que no quiere verte por el piso.

—Porque sabe que si sigo yendo va a caer.

—Si tú lo dices… —replicó con evidente menosprecio.

Y tras otro prolongado mutismo, Josito concluyó la conversación.

—Veré que puedo hacer —indicó el de la Alpujarra.

Marcus sonrió. Sabía que ese desgraciado, al que manejaba a su antojo, no se negaría. Por fin se iba a follar a Celia.

41

Un viernes otoñal, tras salir del trabajo, Celia quedó con su hermana Emma y una amiga para tomar café y charlar un poco.

—Me he pillado un conjunto súper chulo para la boda —indicó Isa.

—A ver, a ver… —reaccionaron alegremente las dos hermanas.

Mientras las mujeres cotilleaban sobre temas varios, alguien las saludó.

—Buenas…

Celia alzó el rostro y vio a su inquilino.

—¿Ya te vas? —inquirió.

—Sí, he pasado a coger algo para el camino y ya tiro para el pueblo. Nos vemos el domingo, ¿no? —sonrió, haciéndole un gesto amistoso con la mano.

—Sí, claro.

—Que vaya bien, chicas —se despidió Josito de las otras dos.

—¿Ese es tu inquilino? —preguntó Isa en cuanto el veinteañero se hubo marchado.

—Sí —contestó Celia.

—No veas cómo está el niñato —afirmó la amiga, riendo.

—Desde luego el chaval ha dado un buen estirón —intervino Emma—. ¿Y sigue enchochado contigo? —puso una divertida mueca, preguntando a su hermana.

—¡¿Cómo?! —sonrió Isa—. Cuenta, cuenta…

—Joder, Emma… —se quejó Celia.

La mayor de las hermanas se rio y empezó a narrar la historia de cuando fueron a la playa.

—El problema es que ahora el niño está un poco más espabilado… —gruñó la novia de Alonso.

—Ah, ¿sí? —bromeó Isa, poniendo cara de zorrona y provocando las risas de las dos hermanas.

—Sí, el cabrón no deja de traer tías a casa —explicó Celia.

—Para estudiar me imagino… —se cachondeó Emma.

—Sí, sí… anatomía de la mujer se llama la asignatura —replicó su hermana.

Las tres mujeres rieron.

—Pero… —intervino nuevamente Isa— ¿se folla a muchas?

—Un montón. Y las chavalas no son feas…

—Eso es que la tiene grande —sonrió la amiga.

—O que folla bien —apuntilló Emma.

—Nena, a ver si un día te va a follar a ti también —bromeó Isa, refiriéndose a Celia.

Ahora las tres soltaron una buena carcajada.

Desde el fin de semana de verano en la casa del pueblo de Josito, la relación con su inquilino había sido rara. Evidentemente Celia le había reprochado lo ocurrido, pero él se había mostrado arrepentido, comprensivo y cordial. Eso ayudó a que la cosa quedara como un hecho aislado y la treintañera había procurado olvidarlo. Hasta que mantuvo esa conversación.

Alonso había mejorado en la cama. Lo sucedido en la Alpujarra le había hecho reaccionar y ahora su chico parecía querer recompensarle, acercándose a la frecuencia de antes de la llegada del pueblerino. Esa misma noche, su novio quería sexo.

—Espera, espera… —la detuvo mientras ella lo estaba masturbando.

—¿Qué pasa, vida? —inquirió, con el corazón acelerado debido a la excitación.

—¿Y si lo hacemos en su cama? —sonrió con malicia.

Celia soltó una carcajada.

—Por lo que pasó en su pueblo —comenzó a explicar el treintañero—. Déjame compensártelo…

—No tienes que compensarme nada, tonto.

—Quería hacerlo en su casa y no pudo ser —maldijo, incapaz de quitarse esa espina que aún tenía clavada—. Hacerlo en su cuarto será mi nueva venganza —soltó con arrogancia, sin dejar de sonar divertido.

—Si te vas a sentir más machito… —sonrió con una expresión repleta de picardía, sin darle mayor importancia.

Ya con Alonso tumbado sobre la cama de Josito, Celia prosiguió con la masturbación. Su novio tenía la picha durísima y estaba aguantando como en él siempre había sido habitual. Se estaba poniendo cada vez más cachonda, deseosa de ese polvo. Y a medida que se calentaba, comenzó a recordar la reciente conversación con Emma e Isa.

Intentó no pensar en eso y concentrarse en su chico, pero la situación no ayudaba. La habitación del pueblerino no hacía más que abstraerla, volviendo una y otra vez a las palabras de su hermana y su amiga sobre su inquilino. Recordó el día que el chaval se hizo una paja por su culpa mientras lo esperaba en el salón y se preguntó cuántas se habría hecho fantaseando con ella. Seguro que un montón, pensó. ¿Se la habría cascado tumbado en la cama donde ahora mismo estaba Alonso?

—Uf… —resopló Celia, metiéndose una mano dentro de las bragas.

—Te gusta, eh, peque…

—Uhm… —sollozó cuando los dedos entraron en contacto con su chochito, ya caliente y húmedo.

Y entonces, mientras seguía masturbando a su novio, recordó la paja que se vio obligada a hacer a su inquilino. Su joven polla, tan enorme y contundente, no tenía absolutamente nada que ver con la que ahora casi se le escurría entre los dedos.

—Uf… —resopló, sintiendo cómo se le erizaba la piel.

Su mente ya iba a mil por hora. Ahora pensando en los huevazos de Josito, bien gordos, y la cantidad ingente de esperma que llegó a soltar, además del intenso olor de su cipote y las guarradas que el muy cerdo le decía mientras le tocaba las tetas…

—Joder Alonso… —sollozó, empezando a perder el control.

El coño se le estaba haciendo agua, sintiendo cómo se le humedecían los muslos mientras se deslizaba entre los labios menores, ya empapados, hasta alcanzar su estrecho agujerito que, ansioso, engulló sus dedos.

—Ah… —gimió de puro placer.

El novio de Celia estaba pletórico. Se sentía fuerte, cachondo, con una euforia desmedida. Desde que se había dejado de tonterías había recuperado las buenas sensaciones. Y ahora tenía la recompensa. Su chica se estaba poniendo cerdísima solo haciéndole una paja.

—Me corro, vida… —jadeó, abriendo la boca y soltando la pichita que tenía agarrada para magrearse un pecho mientras daba empellones con el otro brazo, follándose ella misma ante la atónita mirada masculina.

—¿Ya, cari? —se extrañó.

—Ah…

Celia alcanzó el éxtasis, dejando de lado a su novio para correrse mientras fantaseaba con lo ocurrido en el pueblo de la Alpujarra. Maldito niño…

Alonso, con el pene dándole brincos, miró a su chica, contemplando con orgullo cómo era capaz de hacerla disfrutar sin ni siquiera tocarla.

—Ha estado bien, eh…

La morena rio.

—Aún puede estar mucho mejor, nene… —le sonrió con una mueca lasciva.

Celia quería más. Y Alonso acabó echándole un polvazo en la cama de Josito. Pero ella no volvió a correrse. Estuvo a punto, pero le faltó un empujoncito para disfrutar de un nuevo orgasmo.

—Como en los viejos tiempos —sonrió el treintañero, completamente sudado, recordando las apoteósicas sesiones de sexo de los inicios de la relación.

—Ya te digo… —le devolvió la sonrisa, besándolo—. Ahora necesito una ducha —rio.

—¿Vamos? —marcó aún más su expresión de machito, alzándose del lugar recién conquistado, la cama de su inquilino.

Celia dudó. Necesitaba quedarse un momento a solas. Miró a su chico y lo vio feliz. Y eso le gustó. Se levantó y lo acompañó al aseo.

Alonso estuvo extraordinariamente cariñoso mientras ambos compartían la ducha. Si se hubiera empalmado habrían vuelto a follar, pero no fue el caso.

—¿Salimos? —inquirió el treintañero tras un buen rato bajo el agua.

—Déjame un poquito más, vida —sonrió, dándole un pico—. Estoy tan relajada…

—No me extraña con la que te acabo de dar —bromeó, completamente crecido.

Celia soltó una carcajada.

En cuanto su chico salió del baño, se llevó la mano al coño. Necesitaba correrse. Procuró no volver a pensar en Josito. No quería darle un inmerecido protagonismo. Y solo se le ocurrió otra cosa. Marcus. Pensó en el latino. En su polla. En cómo la había tratado… Volvió a rozar el clímax, pero no acababa de explotar.

—A la mierda… —pensó.

Celia se quitó el freno.

—Josito, cabrón… —susurró.

Y se corrió como una cerda pensando en su inquilino.

La morena acabó espatarrada en la ducha, con el pelo alborotado y la pulsación acelerada. Pero satisfecha. El orgasmo había intenso y se había quedado bien a gusto.

¿Se estaba obsesionando con Josito? Claro que no. Solo necesitaba sacarse ese calentón que había mantenido oculto desde lo ocurrido en el pueblo y que las cabronas de Emma e Isa le habían vuelto a recordar. Sí, el chaval tenía una buena polla, pero nada más. No era más que un niñato. Le entraron ganas de salir del cuarto de baño para volver con su novio. Sonrió. Amaba a Alonso.

42

El curso avanzaba rápido. Estaban llegando a final de año y apenas quedaban unos meses para acabar la carrera. Ni el propio Josito se lo creía. Después de casi cuatro años compartiendo piso con Alonso y Celia, pronto perderían el contacto. Es por eso que decidió darle ya su regalo de Reyes.

—Vaya pintas —se metió con su casera cuando llegó a casa y se la encontró tirada en el sofá con un pijama de todo menos sexy.

—Culpa de Alonso —refunfuñó.

—¿Qué ha pasado?

—Nada —guardó silencio unos segundos—. Que no ha querido salir a tomar algo.

—¿Pensabas salir?

—Bueno, ahora ya no —puso una mueca de circunstancias—. Voy a ver algo en Netflix.

—Yo luego he quedado con Alicia, vamos a tomar algo con unos amigos.

Celia no dijo nada.

—¿Te quieres venir? —le propuso el pueblerino.

—¿Qué hay, Josito? —saludó Alonso, apareciendo desde el pasillo.

—Aquí, invitando a tu novia a salir —bromeó, aunque al anfitrión no le hizo mucha gracia.

—Le he dado calabazas —chanceó Celia, dibujando una divertida mueca mientras echaba una mirada desafiante a su inquilino.

—Buena chica —sonrió Alonso, aproximándose para darle un pico a su pareja.

—Estoy enfadada contigo —refunfuñó graciosamente, dejándose besar, pero tirándole la pulla.

—Entonces no es buen momento para tu regalo… —les interrumpió Josito.

—¿Qué regalo? —se le iluminó el rostro.

—Nada, si no vas a salir conmigo… —jugó con su casera.

Celia rio, ahora mostrándose más alegre.

—¿Qué regalo? —insistió Alonso, sin entender los motivos por los que tenía que regalarle nada.

—Reyes.

—Si aún queda… —protestó el treintañero.

—Pero me apetece dárselo ya.

Y sin más miramientos, el pueblerino se llevó una mano al bolsillo.

—Qué ilusión —sonrió Celia, exhibiendo su característica expresividad—. ¿Qué son? ¿Unas entradas? —inquirió cuando Josito se las entregó en la mano.

—Para un concierto.

—Qué guay —afirmó con sinceridad mientras ojeaba los detalles.

—Hombre, gracias —reaccionó Alonso, viendo que eran dos entradas.

—No, si tú no estás invitado —le vaciló Josito—. Vamos Celia y yo —aseguró.

—¡Metallica! —chilló la morena— ¡Joder, qué ganas tenía!

La sonrisa no cabía en el rostro de Celia, a la que le había encantado el regalo.

—¿Y vienen a Almería? —se extrañó Alonso.

—¿Aquí? —rio su novia.

—No, nos vamos a Madrid —concluyó Josito—. Y ahora vamos a celebrarlo.

—¿Salimos a tomar algo, vida? —preguntó melosamente Celia a su pareja, poniendo una carita adorable, rezumando encanto.

—Ya te he dicho que no, pero id vosotros si queréis —contestó secamente.

—Pero no te enfadas, ¿verdad?

—No, no, pasadlo bien —insistió, marchándose por el pasillo.

—Tengo ganas de celebrarlo —sonrió Celia, dirigiéndose a su inquilino—. Muchas gracias por el regalo. Te acordaste de que me gustaba, eh.

—Esas cosas dan puntos —mostró una mueca de picardía, provocando las risas de su casera—. Anda, ve a ponerte guapa —la chuleó.

—¿Pero de qué vas, chaval? —se alzó del sofá, aún risueña, con la intención de ir a cambiarse.

—Quiero vacilar de acompañante.

Celia lo miró con un gesto de reproche, aunque la realidad es que no le desagradó oírlo.

—¿Nos vamos? —propuso cuando regresó al salón, vestida con un pantalón tejano y una camiseta ceñida de color beige, sin tirantes, que dibujaba a la perfección el contorno de su cuerpo, mostrando su vientre plano y el increíble volumen de sus pechos.

—Me gusta lo que veo —sonrió Josito, mirándola de arriba abajo—, pero con una falda irías más guapa.

La treintañera se quedó con la boca abierta. ¡Pero qué se creía el maldito niño! De vuelta a la habitación se cruzó con Alonso.

—¿Aún no salís? —inquirió el dueño del piso.

—Voy a ponerme una falda mejor.

Celia eligió una de tela blanca que dejaba a la vista sus rodillas, adornándola con una discreta cadena engarzada de color dorado, que colgaba a medio camino entre su cintura y las caderas. Estaba tremenda.

—¿Pero cómo vamos a ir tú y yo solos a Madrid? —rio la novia de Alonso de camino al bar donde Josito había quedado con sus amigos—. Pensé que estabas de cachondeo.

El pueblerino hizo un gracioso gesto con la mano, moviendo el dedo índice de un lado a otro delante de su cara.

—Lo he dicho muy en serio. Yo soy parte del regalo —bromeó, provocando las carcajadas de su casera.

—Puedo mirar a ver si quedan entradas —indicó, pensando en su chico.

—Suerte. No sabes lo que me costó pillar esas dos…

—Ya me imagino… pobre Alonso… —se compadeció, comenzando a asumir que no tendría más remedio que ir al concierto a solas con Josito.

—Hasta primavera tenemos tiempo de organizarlo —indicó—. Por aquí, ven —la asió de la parte baja de la espalda para guiarla a través de la puerta del local mientras ella se quitaba la chaqueta.

Celia deslumbró el recinto nada más entrar al bar. Todas las miradas se dirigieron hacia la espectacular treintañera.

—Ya puedes apartar la mano… —le reprochó pausadamente a su joven inquilino.

—Calla ya, que quiero que mis colegas se mueran de envidia al vernos… —indicó Josito a medida que avanzaban y los cuellos se giraban para contemplar a su casera.

—¡Qué tonto eres! Por cierto… ¿son amigos de la uni?

—Sí. Estará Alicia y algunos compañeros.

—¿Y Marcus? —se preocupó.

Josito la detuvo, ahora agarrándola con ambas manos de la cintura. Se quedaron de frente, en mitad del gentío.

—Marcus no ha pisado una universidad en su vida —confesó, empezando a jugar con la pequeña cadena dorada que rodeaba el cuerpo femenino.

Celia puso una mueca de desconcierto.

—Se lo inventó para intentar follarte —prosiguió.

Aunque a la novia de Alonso no le extrañó saberlo, la cara que puso de disgusto fue más que evidente.

—Y parece que no va a parar hasta conseguirlo —logró que el mosqueo de su casera fuera in crescendo.

—¡Pero qué se ha creído ese desgraciado!

Celia sintió cómo la rabia se apoderaba de ella.

—Seguramente esté —advirtió el pueblerino—. Así que si quieres nos vamos —le propuso.

—No, no. Déjalo, que voy a ponerlo en su sitio.

Josito no disimuló una mueca de triunfo.

—¿Vamos entonces? —volvió a asirla de la parte baja de la espalda y esta vez Celia no rechistó.

—Vamos —miró al frente, tirando una mano hacia atrás para agarrar la de su inquilino, llevándosela hasta el costado para que la rodeara con el brazo—. Pero no te flipes —le advirtió.

Marcus aún no había llegado.

—Cada día te las buscas más guapas —sonrió Alicia al verlos.

El resto de compañeros se quedaron callados, sobre todo los chicos, impactados por el imponente bellezón con el que había aparecido Josito.

—¡Qué tonta! Gracias —sonrió la treintañera, dándole dos besos.

—Os presento a Celia —alzó la voz el de la Alpujarra—. Es mi casera. Se mira pero no se toca —bromeó, sin soltarla, manteniéndola sujeta por la cintura.

—¡Josito! —le reprochó—. Encantada, chicos —saludó a todos con la mano.

La novia de Alonso se sintió un tanto extraña observando las caras de salidos de todos esos mocosos. Había permitido que su inquilino la rodeara con el brazo para putear a Marcus, pero ahora se encontraba en mitad de un grupo de universitarios a los que no conocía con el pueblerino tratándola como si fuera un trozo de carne.

—Anda, suéltame ya —le cuchicheó—. Que ya has fardado bastante.

—Será que a ti no te gusta que vacile de casera —sonrió con una de sus ya habituales muecas fanfarronas.

Celia lo mató con la mirada, pero no le dijo nada, agarrándole la mano para apartarla de su cintura. En el fondo, le encantaba que el cabrón de su inquilino alardeara de ella.

Cuando Marcus llegó junto a Trini ya llevaban un par de rondas y a la novia de Alonso se le había pasado el mosqueo. Pero la tensión se pudo palpar al instante. El latino, acompañado de su pareja, cruzó una rápida mirada con la treintañera para en seguida buscar al de la Alpujarra.

—¿Es tu chica? —se adelantó Celia.

—Sí, os presento. Trini, esta es la casera de Josito.

La del pelo caoba se sorprendió, recordando la conversación que había leído del móvil del pueblerino. ¿El pervertido había sido capaz de liarse con esa tía?

Tras los incómodos saludos iniciales, mientras Marcus procuraba maquinar un plan, el ambiente se fue destensando.

—Gallego, ¿por qué la has traído sin avisar? —le reprochó a su amigo mientras hacían cola en la barra para pedir una nueva ronda para todos.

—Ha surgido así.

—Bueno, las oportunidades hay que aprovecharlas.

—¿Qué quieres decir?

—Necesito que entretengas a Trini.

Josito rio.

—¿Puedo follármela? —le vaciló.

—Man, te la estás jugando conmigo —gruñó, cada vez más molesto con la actitud insolente del pueblerino.

—Tú quieres que la entretenga para poder intentarlo con Celia. Si me la tiro la tendré entretenida, ¿no? —dobló la apuesta.

El indicador de ira latina estaba a punto de estallar, pero Marcus sabía que eso no le convenía. Miró a Josito con desprecio y dibujó una mueca de suficiencia.

—Haz lo que gustes. Me hará gracia ver cómo Trini te corta el vuelo. Te tiene un asco que no te puede ver. Mientras tú haces el ridículo yo estaré culeando a la zorra de tu casera. Cuando le rompa el culo le contaré que le hago daño por tu culpa, porque me estás hinchando las bolas. ¿Te parece un buen swap, gallego? —se burló.

—¿Y qué quieres que le diga a tu novia?

El sudamericano sonrió, dando por hecho que Josito se había cagado de miedo.

—Yo me encargo —mostró una mueca maliciosa, alejándose hacia el grupo.

Trini no tardó en ir hacia la barra.

—Marcus dice que necesitas ayuda. ¿No puedes tú solo, pervertido? —se cachondeó.

Mientras tanto…

—Cuánto tiempo… —sonrió el latino, dirigiéndose a Celia.

—¿Disfrutaste de tu día de playa? —replicó con sorna.

—Las hembras que allí habían seguro —perfiló una mueca engreída.

—No me extraña —hizo una breve pausa, dedicándole una buena ojeada mientras esbozaba una sonrisa picantona—. Cuerpazo… y no la tienes precisamente pequeña —rio, derrochando morbo a raudales—. Vaya, que no estás nada mal para la vista…

—Y sin embargo… allí me dejaste…

—¿Y qué querías? Estaba mi novio.

—Hoy no lo veo por aquí.

Celia soltó una carcajada.

—No pensé que tu casera fuera así… —indicó Trini.

—¿Así cómo?

—No sé… es guapa.

Josito no pudo evitar una fuerte risotada.

—Está más buena que tú.

—¡Gilipollas! —le dio un capón en el hombro.

—Aunque tú tampoco estás nada mal… —bajó la mirada para echarle un buen vistazo.

Trini se había arreglado con unos leggings de tonalidad oscura, tan ceñidos que no dejaban hueco a la imaginación, y un top de tirantes, con escotazo, que por detrás dejaba a la vista media espalda.

—Ya estabas tardando, pervertido —soltó con desdén al ver cómo Josito clavaba los ojos en sus tetas—. ¿Te gustan más las mías o las suyas? —dibujó una mueca risueña.

—No sé… las tuyas aún no te las he tocado…

—¿Aún? —rio con ganas—. Tú flipas…

Ambos se quedaron mirando durante unos segundos, hasta que la del pelo caoba prosiguió la conversación.

—¿Y a ella se las has tocado? —preguntó, extrañada.

—Sí, pero no lo puede saber nadie —se inclinó hacia la novia de su amigo, colocando una mano en su cintura—. Ahora también es nuestro secreto.

—Yo sí me pregunto cuál es tu secreto, mi arma —rio, apartándole el brazo.

—Lo viste en el jacuzzi —contestó con suficiencia.

La del pelo caoba carcajeó.

—Mucha polla, pero eres un niño —desdeñó con una mueca maliciosa.

—Pues a este niño le ha hecho un buen pajote su casera…

—Qué fantasma eres… —rechistó Trini.

—Calla y escucha, joder —indicó de un modo autoritario, volviendo a colocar la mano sobre la cintura femenina—. La engañé para que lo hiciera…

La novia del latino quiso hablar, pero no dijo nada.

—Se hacía la digna. Así, como tú ahora… —se burló—. Hasta que me la acabó meneando.

Trini esbozó una mueca de circunstancias, pero se mantuvo callada, expectante por lo que ese maldito niñato le estaba contando.

—Mientras lo hacía, le pregunté si le gustaba mi polla.

La andaluza no pudo evitar evocar el día del jacuzzi y empezó a dibujar en su mente el recuerdo del pedazo de miembro de Josito.

—Le tuve que insistir —prosiguió—. No sé por qué os emperráis en negarlo —esbozó una mueca vanidosa—. Si os pone que la tengamos grande.

—Yo no lo niego, pervertido. Marcus va bastante bien servido…

Josito sonrió, moviendo el brazo para deslizarse suavemente hacia la cadera de la novia de su amigo.

—A mi casera le costó reconocerlo. Pero al final, cuando me dijo lo grande que la tengo…

—¿Se dejó tocar las tetas, cabrón? —adivinó, rechinando los dientes, al mismo tiempo que colocaba la palma sobre la mano del pueblerino para impedir que siguiera con los toqueteos, pero sin retirarlo.

—Sí —se acercó a ella para susurrarle al oído—. Parece que al final se puso cachonda, como tú cuando me la viste en el jacuzzi.

—Yo no me puse cachonda —mintió, provocando la malévola sonrisa de Josito.

La novia de Marcus recordó cómo se había tocado bajo el agua, contemplando cómo Camila se comía semejante pollón y un escalofrío recorrió su cuerpo.

—Sois todas iguales… —se arrimó más a Trini, haciendo que ambos cuerpos comenzaran a rozarse—. Celia también lo negaba y eso que me la estaba cascando. Tú al menos no eres tan zorra como ella… —le hincó el paquete en el bajo vientre al tiempo que sentía cómo sus tetas se aplastaban contra él.

—No sabía yo que eras tan hijo de puta, mi arma —se mordió un labio, sintiendo cómo el niñato se empalmaba, pues el enorme bulto que le estaba restregando se hundía cada vez más en su carne.

¡ZAS!

Josito le arreó una palmada con toda la mano abierta en una de las nalgas, haciéndole sentir el azote como si no llevara nada debido la finura de la prenda que vestía.

—Ah… —se quedó con la boca abierta, pues no se lo esperaba—. Eres un bruto —se quejó—. Seguro que me has dejado los dedos marcados.

—Tienes razón, perdona… —abrió la mano con la que le había flagelado, ahora para agarrarle la nalga, masajeándosela—. Si te duele, igual debería aliviarte…

—Sí, claro… —estiró el brazo hacia atrás para apartarlo—. Tú eres muy listo me parece a mí. Pero como Marcus me vea el culo rojo se va a liar.

—Entonces será mejor que comprobemos cómo te lo he dejado…

—Dirás que lo compruebe…

¡ZAS!

—¡Au! Qué manía, mi arma…

Celia miró al latino, ahora poniéndose seria.

—A la que sí he visto es a tu novia —desdeñó, continuando la conversación—. Muy guapa, por cierto.

—No tenemos que preocuparnos por ella. Josito la está entreteniendo…

La treintañera volvió a reír.

—Pobrecillo… lo tienes explotado cumpliendo tus órdenes.

—Ya te dije que no era demasiado listo.

Celia esbozó una pequeña mueca. Marcus no tenía ni idea.

—Pero vamos a olvidarnos de nuestras parejas por un rato —porfió el latino, buscando el contacto femenino por primera vez, acariciándole suavemente el antebrazo.

—¿Aún practicas los masajes con la tuya?

—Claro, puedo enseñarte todo lo que he aprendido…

Marcus sonrió mientras subía por la suave piel de Celia, llegando hasta su hombro. Estaba siendo demasiado fácil. Esa guarra debía haber estado deseando un nuevo encuentro desde hacía más de un año. Le iba a arrancar todas las telarañas del coño a la española.

La novia de Alonso colocó su mano sobre la del latino y lo miró con desprecio.

—Sé que no estudias con Josito —desdeñó.

Marcus frunció el ceño.

—Ya vale de tonterías —tiró de él para apartarlo—. Creí haberte dejado bien clarito que esto es la vida real y que no tienes nada que hacer conmigo, niñato. Sé que te cuesta asumirlo porque te crees capaz de todo, pero ya te gustaría ser la mitad de hombre que mi chico.

El latino quiso hablar, pero sentía una furia que le impedía razonar. Si hubiera podido habría golpeado a esa zorra hasta matarla.

—Ahora te vas a quedar ahí quietecito —señaló hacia donde estaba Alicia con sus compañeros—, si no quieres que vaya a buscar a tu novia y le cuente lo cerdo que eres. Aunque probablemente la pobre ya lo sepa…

Con Marcus domado, Celia fue al encuentro de Josito. El latino le había fastidiado la noche y quería volver a casa. Se suponía que el pueblerino estaba en la barra pidiendo para todos, pero no lo vio. Así que fue al baño para hacer tiempo hasta que apareciera.

—¿Quieres dejar de seguirme, pervertido? —sonrió Trini, de camino a los lavabos.

—¿Me vas a denunciar? —replicó Josito.

—Por malos tratos. Como me hayas dejado marca te denuncio —bromeó.

—Tendré que estar presente para corroborar que la prueba es válida.

La novia de Marcus soltó una carcajada.

—Tío, que te van a ver —sonrió cuando el pueblerino entró tras ella, atravesando la puerta del aseo de mujeres.

—Escondámonos —la agarró del brazo para meterla en uno de los cubículos.

—Estás loco, mi arma…

Ambos se quedaron de frente en el angosto espacio.

—Compruebo si te he dejado marca y me voy… —susurró, estirando el brazo para volver a acariciarle la nalga por encima de los leggings.

—Qué pesado… —protestó, sin impedir que la sobara—. No voy a dejar que un crío me mire el culo.

¡ZAS!

—Hostia, chaval… —se mordió el labio—. Qué bestia eres… —refunfuñó.

—Será solo un momento, tonta —insistió, ahora pellizcándole el glúteo recién azotado.

—Uf… pero estate quieto ya… —imploró—. Lo compruebas y te vas —acabó advirtiéndole.

—Claro —sonrió con suficiencia.

Trini vio la sonrisa de Josito antes de que el niñato la volteara, quedando de espaldas a él. Notó las manos masculinas en sus caderas y cómo se desplazaban hacia su trasero, magreándola.

—¿Así lo compruebas tú? —se quejó.

Y de repente sintió el tirón. El muy cerdo le bajó los leggings de golpe, casi hasta las rodillas.

—Uhm… —se le escapó un leve gemidito.

Josito, agachándose, iba a reventar los pantalones. La visión del culo desnudo de la novia de Marcus le volvió loco. Deseaba a esa engreída mujer desde que la vio por primera vez. Y ahora podía contemplar la tira del tanga, no del todo bien colocada, que se metía entre sus nalgas, dejando entrever una pequeña parte de su coño, con los labios vaginales a punto de quedar colgando.

—¿Hay marca, pervertido?

¡ZAS!

—Uf… ¡cabrón!

Josito le agarró el glúteo, ya bastante rojo, con toda la mano abierta, tirando de él para masajearlo, hasta lograr sacarle medio chochito fuera de la braga.

—Sí que hay marca —aseguró, empezando a percibir el olor a chumino—. Será mejor que no se lo contemos a tu novio —metió la cara entre sus cachas, alzando el mentón mientras asía la tela de la ropa interior femenina por ambos costados.

—Joder… —sollozó lastimosamente—. No entiendo qué me estás haciendo, mi arma… — rezongó, cerrando los párpados al tiempo que separaba los muslos ligeramente, sintiendo cómo Josito le bajaba las bragas—. No me puedo creer que haya tenido que ser un idiota universitario el que me haga esto…

Y entonces percibió la lengua del pueblerino chupándole el coño. Era la primera vez que engañaba a Marcus.

—Hijo de puta… —abrió los ojos, ahora como platos—. Cómemelo todo, niñato pervertido… —tiró la mano hacia atrás para hundir los dedos en su cuero cabelludo.

El chochazo de la novia de su amigo latino sabía a gloria. Trini estaba empezando a chorrear y Josito no hacía más que succionarle cada poro, hasta el último rincón, saboreando sus flujos vaginales a medida que la muy zorra se inclinaba, alzando el pompis para restregarle todo el potorro por la cara. Un nuevo azote y la andaluza, boqueando en silencio como una cerda, explotó en su mismísima lengua.

—Uhm… —degustó su corrida, alzándose mientras se desabrochaba el pantalón—. Sabes a puta…

La del pelo caoba, aún con los muslos temblorosos, echó un vistazo hacia atrás. Vio el pollón del niñato y se acojonó. O ponía fin a eso inmediatamente o acabaría haciendo una tontería aún mayor.

—Ha estado bien, pero no te flipes, mocoso —se hizo la digna, comenzando a subirse las bragas, que quedaron en mitad de sus muslos cuando el pueblerino la sorprendió, atacándola por la espalda para asirle ambas tetas con sus fuertes manos—. Uhm…

—No están mal —indicó con una soberbia desmedida mientras le regalaba una buena sobada, disfrutando de la carnosidad de sus magníficas ubres—, pero prefiero las de Celia —logró picarla.

—Hijo de puta… —desdeñó, agarrando una de las manos de Josito, acompañándolo en sus magreos—. ¿También te la has follado, pervertido? —gruñó mientras el enorme cipote del pueblerino no hacía más que golpearle los muslos, sintiendo la exagerada contundencia de su volumen.

—No… en eso vas a ser tú la primera, zorra engreída —se sujetó el pollón, encarándolo entre sus piernas para restregarlo contra su coño.

—¡Uf…!

Mientras se lavaba las manos, Celia escuchó un sonido extraño. Parecía que procedía del fondo de los aseos. Nuevamente silencio. Y de repente otra vez ruido. Era una especie de golpe sordo, acompañado de algo parecido a un murmuro entrecortado. Sonrió. ¿Había alguien follando? Sintió cierta curiosidad, pero decidió marcharse sigilosamente para no molestarlos.

—Al final te está gustando la polla de este niño, eh…

Estaba a punto de salir por la puerta cuando la treintañera se llevó la mano a la boca, como si quisiera ocultar su reacción de sorpresa. No había duda de que esa era la voz de Josito. ¡No se lo podía creer! Ahora sí que le invadió la intriga. ¿Quién sería la afortunada?

Decidió acercarse, solo para ver si lo averiguaba, pero únicamente oía los gemidos femeninos tras cada golpe de cadera. Parecía que el cabrón le estaba dando fuerte. Recordó aquella primera noche en la que Josito se llevó a casa a Camila, cuando los escuchó echando un polvo desde la habitación. No pudo evitarlo, un ligero cosquilleo apareció en su bajo vientre. Joder, se moría de ganas de saber quién era la chica. Así que, sin pensar demasiado, se metió en el cubículo contiguo.

—¿Te duele el culo, zorra?

¡ZAS!

—Te voy a dejar bien marcada por culpa del imbécil de tu novio…

Celia abrió los ojos como si ella hubiera recibido el impacto. El azote se oyó claramente a través del endeble panel que los separaba. Menudo cabrón… pensó. Al parecer la niñata a la que se estaba tirando también tenía pareja. Ya no pudo más, necesitaba averiguarlo. Con mucho cuidado, se subió a la taza del wáter y echó un disimulado vistazo desde arriba.

Estaban de espaldas a ella, así que no había riesgo de que la pillaran. El cuerpo de Josito le tapaba la visión de la chica. Hasta que vio cómo el pueblerino tiraba del pelo femenino, de tonalidad caoba, obligándola a que alzara el torso. ¡Era la novia de Marcus!

De repente, sintió cómo le palpitaba el chocho. No entendía muy bien los motivos, pero le encantaba que su inquilino vilipendiara de ese modo al maldito latino. Y entonces lo vio. El pollón de Josito, cubierto por una capa de babilla blanquecina, entrando y saliendo con contundencia del empapado coño de Trini, que se apoyaba como podía en la pared de enfrente, abriéndose de piernas todo lo que le permitían los leggings, con las bragas enrolladas en mitad de sus muslos. Y el culo completamente enrojecido…

Sin darse cuenta, Celia se llevó una mano bajo la falda. Como una autómata, contemplando la salvaje follada, comenzó a pasear los dedos delicadamente por encima del tanga, procurando aliviarse el creciente picor del chumino. Hasta que esas caricias le supieron a poco… Maldijo para sus adentros, consciente de que una vez más estaba cachonda por culpa del pueblerino. Abrió la boca, movió la tela de la ropa interior a un costado y tuvo que reprimir un gemido con el primer roce. Tenía el chochito muy sensible.

Debía ir con cuidado, sin masturbarse demasiado fuerte. Notaba la viscosidad de su vagina y si no se contenía iban a escuchar el chapoteo. Sintiendo cómo se le humedecían, se metió los dedos suavemente, disfrutando del placer mientras contemplaba al joven semental que cubría a la hembra del que seguramente había sido el macho alfa hasta el momento. Boqueó y resopló, deseosa de darse una buena follada, pero no podía desatarse porque no debían descubrirla…

Sintió la frustración de encontrarse en esa incómoda situación, que le impedía aliviarse a gusto, incapaz de sofocar su libido, cada vez más disparada. Y, en un momento de pérdida de lucidez, sintió envidia. Necesitaba polla, que le echaran un buen polvo y poder dejarse llevar. Observó a Trini y deseó estar en su lugar. Ese pensamiento la aterró y dejó de mirar, justo cuando escuchó a la novia de Marcus.

—Hijo de puta… —soltó un sollozo, seguido de un silencio esclarecedor, acompañado de los intermitentes jadeos que denotaban que se estaba corriendo—. Tu casera va a disfrutar cuando te la folles…

El orgasmo de Celia fue inminente. El chochazo de la treintañera, con sus dedos metidos hasta el fondo, se deshizo, empezando a mojar los muslos mientras ahogaba sus gemidos, alcanzando el clímax al fantasear con la posibilidad de que Josito le clavara semejante pollón entre las piernas.

—No te corras dentro por favor… —oyó cómo Trini suplicaba.

Sintiendo el cuerpo completamente debilitado, la novia de Alonso procuró recomponerse. Nuevamente con cuidado, se bajó del retrete, se recolocó el tanga y amoldó la falda. Iba a salir cuando escuchó nuevamente a la muchacha.

—Joder… —rogó.

La morena se quedó paralizada, escuchando los jadeos de Josito, las sacudidas de su polla, el salpicar de sus chorrazos y los lamentos de Trini. Si no se había apartado, la iba a bañar en lefa. Y entonces vio el pequeño reguero de semen entrando en su cubículo, arrastrándose bajo el panel que los separaba. Tuvo que apartar un pie para no mancharse. Sonrió y, ahora sí, se alejó silenciosamente.

—Hostia puta —sollozó la novia de Marcus, con toda la cara pringosa—. ¡El pelo, mi arma! —se quejó, asustándose al notar el pegajoso mechón que resbalaba por su frente.

—Te merecías un buen baño de leche, por ser tan odiosa —sonrió Josito, contemplando con orgullo su obra de arte.

—¡La ropa, cerdo! —se le descompuso el rostro al comprender que el pervertido la había inundado por completo con su increíble corrida—. ¿Cómo voy a salir así? —gimoteó—. Joder, que Marcus está fuera.

—Levanta, anda… —le ofreció la mano.

El pueblerino la ayudó a limpiarse. Y la sacó de allí sin que su novio se enterara de nada. No sería la última vez que se la follara.

Por su parte, aunque Celia ya había tenido un par de fantasías esporádicas con su inquilino, provocadas por las circunstancias, tenía claro que las cosas no iban a pasar de ahí. No dejaba de ser algo anecdótico. Un chaval que estaba bastante bueno, como tantos otros, pero un crío al fin y al cabo, capaz de calentarla, pero poco más. Y menos aún con Alonso a tope como estaba últimamente.

43

—¿Qué te pasa?

—Nada —le restó importancia.

—Me conozco esa cara —sonrió Josito, sentado en el asiento del copiloto—. Algo ha pasado con Alonso.

Celia siguió con la mirada al frente, conduciendo en dirección a Madrid.

—Ahora no será porque no folláis —continuó el pueblerino—. Que alguna vez os he oído —logró sacarle una sonrisa a su casera.

—Qué tonto eres —lo miró, risueña—. Se ha enfadado por esto… —volvió la vista a la carretera.

—Pero si hace meses que lo sabe.

—Ya… y hace meses que está mosca —entristeció la sonrisa.

—¿Se ha enterado de algo de lo que pasó entre nosotros?

—No pasó nada —volvió a girar el cuello durante un segundo, suficiente para mostrarle el severo gesto acompañado de una mirada reprobatoria—. Pero es que le pegaste una vacilada el día que me diste las entradas —suavizó el tono.

Josito rio.

—Tendremos que hacer algo para que se te pase el enfado, que son unas cinco horas de viaje… —consiguió que la conductora mostrara una nueva sonrisa.

—Lo que necesito es pasármelo muy bien. No lo estropees… —volvió a mirarlo, ahora con una expresión jocosa.

—Nos emborracharemos —propuso Josito alegremente.

—Vale —sonrió, nuevamente con la vista al frente.

El viaje se hizo ameno. Cuando se quisieron dar cuenta ya estaban en el hotel donde pasarían la noche tras el concierto. Y empezaron los problemas.

—¿Cómo que solo tenéis una habitación? —se alteró Celia.

—Tenemos overbooking, pero os podemos ofrecer una opción en otro hotel…

—¿Y no pueden ser dos habitaciones en el mismo?

—Está todo completo por el concierto… —se alzó de brazos la recepcionista—. Estamos mirando a ver qué se puede hacer, pero la que ahora mismo está disponible está en Vallecas, a las afueras.

—¡Venga ya!

Celia se puso de los nervios. El día no había empezado nada bien con la discusión con Alonso y ahora esto…

—También os podemos cambiar la cama por dos individuales —le ofreció la empleada del hotel.

—Vale, haced el cambio por si acaso —aceptó—. Pero, por favor, buscadnos una alternativa mejor. Cogimos este sitio porque estamos al lado del concierto. Acaba a las tantas. Tener que salir, coger el coche para ir a la otra punta de la ciudad, volver…

—Lo entiendo —sonrió afablemente—. Hacemos lo que podemos.

Celia la mató con la mirada y se dio media vuelta, resignada.

—Si quieres nos cambiamos aquí, antes del concierto —propuso Josito—. Y luego ya veremos.

—Vaya mierda…

El pueblerino rio.

—Aunque nos dará un poco igual. Estaremos borrachos —bromeó.

Pero a Celia no le hizo gracia. Si tenía que llevarlo a Vallecas no podía beber.

Casera e inquilino fueron a comer mientras hacían tiempo para que pusieran las dos camas individuales en la habitación. Cuando regresaron al hotel para prepararse de cara al concierto, no se lo podían creer.

—¡Joder! —se quejó la treintañera—. Esto es lo mismo que una de matrimonio —frunció el ceño.

Habían sustituido la cama grande por dos pequeñas, una pegada a la otra.

—Puedo coger un taxi después del concierto —indicó Josito—. Paga el hotel.

Celia puso cara triste. Le supo mal.

—Ya veremos qué hacemos —frunció el ceño—. Va, ve a ducharte o lo que tengas que hacer, que yo luego tardaré un rato —sonrió, procurando cambiar el humor.

Ya preparado, Josito tuvo que esperar un par de horas a que la novia de Alonso se arreglara. Cuando la vio casi se empalma. La morena, peinada con una coleta, llevaba un pantalón de cuero negro, unos botines con un poco de tacón y una camiseta de Metallica metida por dentro, con un cuello ancho que dejaba a la vista uno de sus hombros, donde se apreciaba el tirante del sujetador.

—Joder, Celia, que no me voy a poder levantar de la silla —bromeó.

La treintañera soltó una carcajada.

—Qué exagerado… —sonrió, satisfecha con el piropo—. Hazme una foto, que se la envío a Alonso —pensó que sería buena idea, pues en el fondo le sabía mal que no estuviera allí con ella.

Pero su chico no se lo tomó demasiado bien, recriminándole si se había puesto así de guapa por Josito.

—Es gilipollas —aseguró el pueblerino—. Estás tremenda y él se lo pierde —bromeó, pero Celia seguía apática—. Al final sí voy a tener que emborracharte.

—Sí, necesito beber algo —reaccionó—. ¿Dónde me llevas? —le sacó la lengua a su inquilino.

—Cualquier garito estará bien… —la miró de arriba abajo—. Esta noche voy a tener que espantar a muchos moscones.

Ahora sí, Celia se rio.

—¿Ya habías estado antes en Madrid? —inquirió Josito mientras tomaban los primeros tragos en un bar de la zona.

—Sí, un par de veces.

—¿Con Alonso? ¿O de fiesta? —sonrió con picardía.

—De fiesta una y otra con Alonso —le devolvió la sonrisa—. ¿Y tú?

—No, yo no he venido nunca con tu novio.

Celia soltó una carcajada.

—Hablando de tu novio —prosiguió el muchacho, mirándola a los ojos—, últimamente te noto bastante más fogosa… —sonrió con evidente malicia.

—¿A mí? —se hizo la sorprendida—. Yo siempre soy fogosa —esbozó una de sus encantadoras muecas—. El que se ha puesto las pilas es Alonso —sonrió, orgullosa del comportamiento de su chico.

—¿Desde lo que pasó en mi pueblo?

—Eso parece. Le habrá visto las orejas al lobo —bromeó, sin darle mayor importancia.

—O lo que no son las orejas — replicó él con sorna.

Celia rio con el comentario desvergonzado de su inquilino.

—Tu novio es un chico listo —prosiguió Josito.

—¿Por? —preguntó, dando un nuevo trago a su bebida.

—Si fueses mi novia yo también estaría mosqueado si te fueras de viaje con un joven repleto de hormonas, cuyo máximo objetivo es follarte de la forma más salvaje y en todas las posiciones que se le puedan ocurrir.

—¿Eso quieres, guarro…? —le restó importancia, sin perder el semblante sonriente, mientras pensaba en lo cabroncete que llegaba a ser ese chaval—. Alonso no tiene de lo que preocuparse —aseguró con una mueca divertida, rebosante de encanto—. Anda, ve a por otra ronda, que me tienes que emborrachar —espetó jocosamente.

Ambos iban con el puntillo cuando se encaminaron hacia la entrada del concierto. Sin dejar de bromear y reír, llegaron a la cola. Justo detrás de ellos se colocó un grupo de jóvenes que debían rondar la edad de Josito. Y los piropos no tardaron en llegar.

—Morena, que bien te queda el cuero… —soltó uno de los veinteañeros.

Celia los miró. No eran más que unos críos descarados que jugaban a ver quién soltaba la burrada más grande para quedar bien delante de sus amigotes.

—Lo siento, chavales —intervino el de la Alpujarra—. Dejad de babear, que la tía buena está conmigo —les vaciló, rodeando a su casera con un brazo para agarrarla por la cintura.

—Hijo puta… qué cabrón… —se oyeron los comentarios del grupo de veinteañeros—. Vaya huevos… disfrútala, macho…

—Ahora no te voy a poder soltar —bromeó Josito con Celia, tirando de ella para que sus cuerpos se pegaran.

La novia de Alonso soltó una nueva carcajada.

—Tú eres un listo —desdeñó alegremente, agarrándole la mano—. Pero de aquí no pases —le advirtió, marcándole los límites claramente.

Con la tontería, el niñato estuvo aferrado a su casera durante todo el rato que estuvieron haciendo cola, hasta que por fin entraron al recinto.

Estaban a pie de pista, en una zona inmejorable, a pocos metros del escenario. Y no tardaron en verse rodeados. Cuando la gente comenzó a apiñarse, empezaron los problemas. Celia era el centro de atención.

—¿Cómo te llamas, guapa? —le susurró un hombre corpulento, a su espalda.

La novia de Alonso volteó la cabeza para mirar a ese indeseable con cara de querer follársela allí mismo y en seguida desvió la atención hacia Josito, que parecía no haberse percatado de lo que ocurría.

—¿Eres tímida? —insistió.

Ahora la morena apreció cómo ese cerdo le rozaba el culo con la mano y le dio un repelús. Reaccionó agarrando a su inquilino por la camiseta para lograr que, en un movimiento acompasado, se colocara a su espalda, haciéndole de escudo ante el maldito desconocido.

—¿Tú no ibas a espantarme a los moscones? —giró el cuello hacia atrás para mirar al pueblerino.

—¿Quieres que esté atento a todos estos gilipollas? —bromeó—. También quiero disfrutar del concierto —sonrió, volviendo a aferrarla por la cintura.

Celia rio por enésima vez.

—Y de lo que no es el concierto también, guarro —le recriminó graciosamente, agarrándole la mano nuevamente—. Hasta aquí hemos dicho, eh —le advirtió, permitiéndole el contacto.

Ya con Josito a su espalda, sujetándola, no tendría que preocuparse por el resto de cerdos del recinto. Así que muchas risas, saltos, bromas, sudor, alcohol, gritos, roces… Celia estaba desinhibida, disfrutando de la gira de Metallica a la que tanto le apetecía ir. Y la compañía ayudaba.

Aunque el pillo de su inquilino aprovechaba cualquier ocasión para aumentar las caricias, lo hacía con disimulo, pues con tanto ajetreo parecía normal que, desde la cintura, su mano se desplazara unas veces hacia su vientre, otras hacia su cadera. Mientras no pasara de ahí…

—Bueno, ¿y tú qué? —sonrió la novia de Alonso, volviendo a echar el cuello hacia atrás, como cada vez que quería charlar con Josito—. Hace tiempo que no veo a Camila por el piso.

—Hay otras mujeres que me interesan más… —insinuó.

—Lo sé… —replicó ella, sonriendo con picardía.

—¿Tanto se me nota? —bromeó, alzando el brazo con la que no la tenía sujeta para darle una caricia en el hombro desnudo, jugando con la tira del sostén.

—¡No me refería a mí, tonto! —indicó, meándose de risa.

La música subió de volumen y Josito tuvo que inclinarse hacia delante para que su casera le escuchara.

—¿Y a quién te referías?

El pueblerino estaba ya tan pegado que cuando Celia inclinó la cabeza hacia él, durante un instante, las bocas de ambos quedaron a escasos milímetros, llegando incluso a percibir cada uno el aliento del otro.

—Aquella noche que salimos… te vi —esbozó una graciosa mueca traviesa, como si lo que hubiera contado fuera un secreto inconfesable.

—¿En los baños? —sonrió Josito—. ¿Y por qué no me lo has contado?

—Te lo estoy contando ahora, ¿no?

Ambos se quedaron mirando unos segundos.

—¿Y qué viste?

—Más de lo que debería —le sacó la lengua.

—Eso es que te gustó lo mucho que disfrutaba Trini… —replicó con una sonrisa graciosa.

Celia se tronchó de la risa, echándose hacia delante. Pero Josito reaccionó, desplazando la mano para apoyarla en la parte delantera de la cadera femenina, impidiendo que la pareja de su casero se despegara, logrando así que recuperara la posición con la que poder seguir con la conversación.

—Escuché algo raro, te oí y os pillé, nada más… —aseguró la treintañera, dibujando una mueca picantona.

Josito se aproximó aún más a ella.

—¿Qué vamos a hacer esta noche? —inquirió, deslizando sutilmente los dedos hacia el vientre femenino, casi rodeándola.

—Dormir —bromeó la novia de Alonso.

—Los dos juntos, ¿no?

—¿Qué? —preguntó, incapaz de oírle debido a la música y el griterío, teniendo que estirar el cuello aún más hacia atrás.

Josito se arrimó todo lo que pudo a su casera.

—No quiero que estés dando vueltas con el coche por mi culpa —le indicó, ya pegado a su oído.

No era la primera vez que Celia percibía el roce con el paquete del pueblerino durante la noche, pero en esta ocasión sintió cómo se restregaba claramente contra la parte baja de su espalda.

—La verdad es que he bebido un poco —sonrió la treintañera, poniendo cara de circunstancias.

—Mejor dormimos juntos entonces… —concluyó.

La novia de Alonso ya no sabía si el chico la estaba empujando disimuladamente hacia él o si se empezaba a arrimar mucho más de lo debido, pero ahora notaba el bulto de la entrepierna de Josito acomodándose entre sus nalgas. Aún sabiendo que no estaba empalmado, lo notó grande y poderoso.

—No sé yo… —desdeñó la morena, sin poder evitar estar atenta a cómo el muy cabrón se iba excitando tan pegado a ella.

—Antes de dormirnos podemos conversar sobre aquello que me dijiste en mi pueblo… —prosiguió, ya con la mano sobre la parte delantera del pantalón de cuero, prácticamente rozándole la zona superior del pubis.

—¿Qué te dije? —se extrañó.

—¿Cómo fue? —sonrió, jugando con ella—. Ah, sí… —casi susurró, con los labios tan pegados a su dermis que logró erizarle la piel del cuello con cada palabra—. Que querías que te follara y te llenara el coño con mi semen…

—¡Qué idiota! —replicó, ahora poniéndose seria—. Te lo dije para que te corrieras, listo. Y parece que funcionó —esbozó una mueca chulesca, no exenta de su habitual encanto.

Completamente pegados, con la novia de Alonso aún con la cabeza echada hacia atrás, ambos se quedaron mirando.

—Pienso follarte, Celia —aseguró con prepotencia—. Ese culo será mío y disfrutaré azotándolo como hice con Trini…

—¿De qué vas, niñato? Te recuerdo que tengo novio… —rechistó, sintiendo cómo se le endurecía el paquete, clavándole toda la polla entre las nalgas—. Uhm…—se le escapó un leve gemidito cuando Josito acabó besándole el cuello.

—Así que si no lo tuvieras… —insinuó, clavando los dedos en el cuero para comenzar a deslizarlos en dirección a la entrepierna femenina.

—Esa mano… —le detuvo, sujetándole el dorso con su palma—. Anda, déjame disfrutar del concierto, que te lo tienes muy creído —desdeñó, apartándolo de su pubis.

El resto del evento lo pasaron bien pegados el uno al otro, cantando y bailando, con Josito rodeándola con el brazo, sin dejar de acariciarle el vientre, mientras la novia de Alonso sentía la descomunal empalmada de su inquilino restregándose una y otra vez contra su culo.

—Lo siento, no hemos conseguido nada mejor —indicó el chico de recepción del turno de noche, provocando el bufido de Celia—. ¿Queréis que llamemos a un taxi? Así no tenéis que mover el coche.

—No hace falta —indicó Josito—. Nos apañamos con las dos camas individuales.

La treintañera lo miró con cara de confusión, pero no dijo nada hasta que llegaron al ascensor.

—Tú eres un listo —desdeñó.

—Para salir mañana es mejor —aclaró el pueblerino—. Menos follón.

—En eso tienes razón —suavizó el tono—. Pero subimos y a dormir —le advirtió.

—Claro —sonrió maliciosamente, provocando el encantador gesto enfurruñado de su casera.

—O te mando al otro hotel… —indicó jocosamente.

Mientras Celia se desmaquillaba y se desvestía para colocarse el pijama, Josito se metió en su cama, ataviado únicamente con sus calzoncillos.

—¿Aún estás despierto? —indicó la morena tras salir del cuarto de baño.

—Me va a costar dormir…

—¿Y eso? —inquirió, deshaciendo su cama para meterse dentro.

—Demasiadas emociones…

La treintañera rio.

—Buenas noches, Josito.

—Espera, mujer —alargó un brazo para detenerla antes de que apagara la luz.

—¿Qué quieres?

—Charlar un poco.

—No vamos a hablar sobre lo que te dije en tu pueblo —sonrió, recordando la conversación del concierto.

—Vamos… no me digas que en ese momento no te apetecía… —esbozó una mueca maliciosa, estirándose hacia su casera para meter las manos bajo la sábana, haciéndole cosquillas.

—¡Josito! —rio—. Te lo dije para que terminaras —corroboró, logrando zafarse de sus artimañas—. Y como eres un cerdo, igual que todos, te corriste enseguida —se burló, guiñándole un ojo.

—Y menos mal, que casi nos pilla tu novio…

—¡Calla! No me lo recuerdes…

—¿Por qué? ¿Te pones cachonda?

La treintañera soltó una carcajada.

—Eres un creído —le sacó la lengua—. Buenas noches —insistió, esta vez logrando alcanzar el interruptor de la luz.

No habría pasado ni media hora cuando Celia, aún despierta, oyó a su inquilino.

—No puedo dormir…

—¿Qué te pasa?

—Hace calor… —se desarropó.

—¿Para eso me despiertas?

—No estabas dormida.

—Puede…

—¿Charlamos?

—Anda, duérmete.

Se hizo el silencio.

—Celia…

—¿Qué?

El pueblerino encendió la luz.

—¿Se puede saber qué haces? —protestó la novia de Alonso, girándose hacia su inquilino—. ¡Josito!

Celia observó el enorme bulto bajo los calzoncillos del veinteañero, que apenas podían contener el tamaño que tensionaba la pobre tela, prácticamente incapaz de ocultar su miembro, seguramente en estado morcillón.

—Por eso no puedo dormir…

—¡Joder! Y a mí que me cuentas…

—Pensé que igual te interesaría saberlo…

—Sí, claro… —desdeñó—. ¿Por qué me iba a interesar? —dibujó una mueca de incredulidad.

—Pues porque tú tienes la culpa…

A pesar de que no le sorprendió, Celia se quedó sin palabras.

—Después de lo que ha pasado en el concierto… —indicó Josito, sonriendo con malicia.

—En el concierto no ha pasado nada —aseguró ella, con el gesto fruncido.

—Si tú lo dices…

—Bueno, ¿qué? —protestó—. ¿Nos vamos a quedar así toda la noche?

—Necesitaría aliviarme… —insinuó, llevándose una mano al paquete para tocarse por encima de los calzoncillos.

—Serás guarro… —se quejó—. Ahí tienes el lavabo… —le indicó, señalándolo con un brazo.

—¿Y no puedo hacerlo aquí? —inquirió maliciosamente—. Ya que tú tienes la culpa de esto… —insistió, tirando ligeramente de su prenda íntima, que se tensó al máximo, marcando con total claridad todo el contorno de su miembro viril.

Celia no pudo evitar fijarse en la silueta de su polla. El muy hijo de puta la tenía enorme. Aún así, sabía que no estaba completamente empalmado, ni mucho menos.

—Bueno, ya —protestó—. Me voy al otro hotel —separó la sábana con intención de bajarse de la cama.

—Vale, ya paro… —se soltó el paquete.

La novia de Alonso se detuvo, volviendo a tumbarse sobre el colchón, ahora sin arroparse. El pueblerino se fijó en su casera. Se notaba que iba sin sostén. El movimiento natural de sus tetazas bajo la pieza de arriba del pijama la delataba. Y, aunque seguramente no estaba empitonada, un ligero relieve dejaba intuir sus pequeños pezones. El morboso pantaloncito, extremadamente corto, dejaba a la vista la totalidad de sus piernas, exhibiendo su excitante tonalidad morena.

—Si quieres, ve al lavabo a aliviarte —le propuso ella cordialmente.

—Es igual. Si no puedo verte, no me apetece…

—Mira que llegas a ser guarro… —sonrió, sintiendo cómo se le erizaba cada poro de su piel.

—Lo que sí necesito es aligerar la tensión que me provocan estos calzoncillos —aseguró, bajándose la prenda íntima.

—¡Josito!

Tras quedar inicialmente enganchado, el pollón del niñato salió disparado como un resorte debido al gesto, cayendo con aplomo sobre el duro vientre masculino, con un golpe sordo. A pesar de su increíble aspecto, ya capaz de ridiculizar a Alonso, aún le quedaba un buen cacho para adquirir su máxima expresión, tal y como había supuesto la treintañera.

—¿Se puede saber qué haces? —desdeñó, apartando la vista para mirarle a los ojos.

—Así podré dormir mejor… —aclaró—. No estoy acostumbrado a hacerlo en calzoncillos —sonrió como un niño travieso.

—No me extraña… —soltó Celia inconscientemente, volviendo a desviar la atención hacia su entrepierna mientras contemplaba cómo se le iba hinchando progresivamente, pensando que no había prenda interior masculina que pudiera cubrir semejante rabo cuando se ponía completamente duro.

—Si me la sigues mirando, voy a tener que aliviarme —la chuleó Josito, ahora agarrándose la polla.

—¿Y dónde quieres que mire? —replicó con sorna, poniendo cara de circunstancias al tiempo que contemplaba cómo, separada de su vientre, aún parecía más grande.

Josito comenzó a meneársela lentamente.

—¿Quieres parar? —se quejó Celia una vez más.

—No mires si no quieres —dibujó una sonrisa chulesca al tiempo que llegaba hasta su glande para volver a bajar hacia sus huevos.

—No seas cerdo y vete a cascártela a otro sitio —gruñó con contundencia, girándose sobre su cama para darle la espalda.

La novia de Alonso cerró los ojos, con intención de dormirse, pero no podía conciliar el sueño. Intuyendo el suave chapoteo de la paja que se estaba haciendo su inquilino, no podía quitarse de la cabeza la imagen de su polla. Se preguntó si ya estaría completamente empalmado.

—¿Vas a tardar mucho? —protestó, dando media vuelta para quedar nuevamente frente a él.

—¿Sabes cómo acabaría antes? —dibujó una mueca maliciosa, soltándose el cipote, que quedó erecto, mirando al techo, zarandeándose.

Celia se mordió un labio, observando el estado de semejante pollón. Sin duda, se le había agrandado bastante. Aún así, a pesar de su vigorosa apariencia, recordaba perfectamente cuando la tuvo entre sus manos. Aún le quedaba para estar a tope. Un escalofrío recorrió su columna vertebral.

—No voy a masturbarte —aseguró—. ¿Qué te has creído?

—Creí que, después de haberme hecho una paja, no te importaría repetir.

—Pues estás muy equivocado.

Josito sonrió con suficiencia, volviendo a agarrarse la polla para continuar con su sesión onanista.

—Sigue mirándome y me correré en seguida —masculló maliciosamente, logrando que Celia apartara la vista.

—No sé cómo te lo haces para que no te mande a la mierda —desdeñó.

—Porque en el fondo estás deseando volver a agarrármela, sentirla entre tus pequeñas manos y meneármela hasta vaciarme bien los huevos. Esta vez no apartes tu preciosa cara…

—Aquello fue porque me engañaste. Tú flipas si crees que te la voy a volver a cascar. No eres más que un crío…

—Un crío con una polla bastante mejor que la de tu novio…

—Hijo de puta… —protestó, volviendo a mirarle la entrepierna.

—Te gusta, eh… —profundizó en el escarnio.

La pareja de Alonso tardó unos segundos en contestar.

—No está mal… —le concedió finalmente, como si nada.

—Va, cógemela y acabamos rápido con esto —insistió, soltándose el cipote nuevamente—. Si estoy a punto de correrme…

Celia se inclinó hacia la cama de Josito, estirando un brazo para asir el grueso tronco, cercándolo con los dedos, incapaz de rodearlo mientras sopesaba su dureza, sintiendo cómo se hinchaba bajo la palma de su mano.

—Eres un cabrón mentiroso —injurió, deslizándose hacia los huevos del niñato para estirar la piel de su miembro, logrando que se tensionara—. A esta polla aún le queda… —desdeñó, provocándole un ligero vaivén al soltársela, antes de apartarse, regresando a su anterior postura, dejándose caer sobre la cama.

Josito la miró cómo el que sabe que está a punto de llevarse a la protagonista del cuento. La novia de Alonso tenía las mejillas encendidas y sus pezones comenzaban a marcarse claramente bajo la fina tela del pijama.

—Qué zorra eres… —sonrió—. Ahora mi mano me sabe a poco… —indicó con sorna, apoyando los codos sobre la almohada para alzar el culo, colocándose más cerca de su casera, sobre el nimio hueco entre los dos colchones.

—No voy a hacerte una paja —refunfuñó.

—Acabaríamos mucho antes… —aseguró, volviendo a agarrarse la verga para continuar meneándosela lentamente.

—Pues aumenta el ritmo… —protestó, sin apartar la mirada de los dedos masculinos, que se deslizaban arriba y abajo por el vigoroso tronco, cada vez más recio.

—Motívame un poquito, anda… —sonrió con malicia, alargando el otro brazo para pinzar la pieza de arriba del pijama femenino.

La treintañera sintió cómo su inquilino tiraba de su prenda, con suficiente fuerza como para arrastrarla, logrando que se acercara a él, tan pegada que empezó a percibir el característico aroma de su miembro viril.

—Sácate las tetas y me corro —insistió, sin soltarle la ropa, aumentando la cadencia de la masturbación.

Celia lo apartó de un manotazo.

—¿En serio? —sonrió el pueblerino, con un gesto de suficiencia.

—Mucho te estoy permitiendo…

—¿Qué más te da? Si ya te las he visto unas cuantas veces…

—Demasiadas…

Se hizo el silencio, solo acompañado del sonido de la paja.

—Eres una calientapollas —soltó Josito de repente.

La novia de Alonso se sorprendió.

—Ahora sí que me voy —aseguró, molesta, alzándose de la cama para dirigirse al cuarto de baño a cambiarse.

—Mira que en el concierto te ha gustado sentirla bien pegada a tu culo, eh, zorra… —reaccionó, logrando que Celia se detuviera frente a la puerta del aseo—. Y has disfrutado con las buenas sobadas que te he metido… —continuó mientras ella se giraba para mirarlo—. Pero ahora no quieres aliviarme ni enseñarme las tetas…

—Eres… —maldijo, rechinando los dientes al comprender que el calentón del chaval lo había provocado ella concediéndole más de lo debido.

—Anda, será mejor que vuelvas para que pueda terminarme la paja…

—Pero nada de tonterías… —aseguró, caminando lentamente hacia la cama—. No pienso ponerte una mano encima…

En cuanto se tumbó sobre el colchón, el pueblerino volvió a pinzar la parte de arriba de la vestimenta femenina.

—Pues quítate esto —le ordenó.

Celia puso cara de circunstancias. Se agarró la prenda, como si fuera a sacársela, pero simplemente tiró hacia abajo, colocándosela correctamente.

—Cómo te gusta zorrearme —sonrió Josito—. ¿No ves lo empitonada que estás? —masticó las palabras, observando cómo los pezones de la treintañera ya rasgaban la tela—. Es casi como si ya te las estuviera viendo…

—Pues confórmate con eso…

—No me conformo —replicó con suficiencia—. Quiero sacudirme el rabo mientras me enseñas las tetazas. ¿Lo entiendes, putita?

Celia volvió a sentir ese escalofrío que Josito le provocada cada vez que la trataba con esa soberbia. Se fijó una vez más en su imponente virilidad, observando cómo se le meneaban los huevazos con cada sobada que el muy cerdo se daba, haciendo que el olor de su pedazo de polla fuera cada vez más intenso.

—Qué cabrón eres… —lo mató con la mirada—. Pero acaba rapidito… —le advirtió.

No esperó confirmación. La novia de Alonso volvió a asirse la camiseta del pijama, pero esta vez tiró hacia arriba para sacársela por la cabeza. Ante la atenta mirada de su inquilino aparecieron sus dos magníficas ubres, ligeramente hinchadas y coronadas por unos pezones completamente endurecidos.

—¿Es lo que querías, cerdo? —protestó, haciéndose la digna.

—Joder… de verdad que no me canso de mirar esos melones…

La morena le dedicó un gesto de reproche, pero no podía negar que empezaba a gustarle todo lo que el niñato le decía.

Estuvieron unos cuantos minutos sin hablar. Josito meneándose el rabo, sin perder detalle de los excitantes pechos que se movían al ritmo de la respiración femenina, cada vez más agitada. Y Celia atenta a cómo ese guarro se pajeaba frente a ella.

—¿Qué coño haces? —protestó la novia de Alonso cuando el pueblerino estiró el brazo para acariciarle la parte exterior del muslo.

—Necesito un poquito más de motivación… —sonrió maliciosamente.

—Pues te jodes, porque no me vas a tocar.

—¿Y tú a mí? —remarcó más la sonrisa de auténtico cabrón.

—En serio, vamos a dormir súper poco… —argumentó, con una mueca desencajada.

—Déjame acelerarlo… —volvió a la carga, ahora inclinándose hacia ella para pinzarle el muslo con toda la mano abierta.

—Para —le sujetó por la muñeca—. O te juro que me voy… —le advirtió.

—Pues hazme la paja de una maldita vez —replicó con vehemencia, aprovechando para seguir sobándola a pesar de la resistencia femenina.

Celia hizo uso de ambas manos para colocarlas sobre los pectorales desnudos de su inquilino, empujándolo hasta lograr que se volviera a tumbar.

—¿Te he dicho ya que eres bastante hijo de puta? —rechistó, aprovechando la inercia del movimiento para incorporarse, colocándose de rodillas sobre la cama—. Ni se te ocurra volver a tocarme —le advirtió, inclinándose hacia delante, dejando que sus dos enormes tetazas rebotaran debido a la postura, colgando pesadamente en dirección al colchón sobre el que se había colocado a cuatro patas—. Una paja y a dormir —aseguró.

Josito mostró una sonrisa de satisfacción, reposando la cabeza sobre la almohada para disfrutar del espectáculo que se avecinaba.

Lo primero que hizo la morena fue acariciarle los huevos. Los tenía calientes y pesados. Se preocupó por lo que el chaval podía llegar a liar con la corrida, pero era algo en lo que ya pensaría luego. Se deslizó hacia arriba, volviendo a asirle el tronco. Observó cómo se le empinaba aún más. Ahora sí era evidente el paso de la sangre por sus marcadas venas. El muy cabrón había esperado hasta ese momento para empalmarse del todo.

—Joder, Celia, qué cachondo me pones… —balbuceó.

—Ya lo noto, cerdo —confirmó, desplazándose hacia la punta del pollón, sin dejar de sentir cómo palpitaba, ardiente, bajo la palma de su mano.

—Pues disfruta, que es toda tuya…

—Uhm… —disimuló un precario gemidito al tiempo que incrementaba la fuerza con la que cercaba su miembro viril, con la intención de percibir su extraordinaria dureza, increíble teniendo en cuenta lo grande que era.

La novia de Alonso comenzó a exprimir el rabo de su inquilino, sintiendo cómo se le empezaban a humedecer los dedos con cada caricia sobre el glande, lo que hizo que el tufo a cipote alcanzara ya cada poro de sus mucosas olfativas.

—¡Josito! —le reprendió, dándole un manotazo cuando el chico alzó un brazo para acariciarle la parte posterior del muslo.

—Vamos… —puso cara de falsa inocencia—. No quiero ser un cabrón. Me estás haciendo un pajote de la hostia. Te mereces que te sobe un poquito… —transformó el rostro, mostrando ahora una mueca de pillería, volviendo a palparla.

—Tú lo que eres es un listo —despotricó, apartándolo nuevamente, sin dejar de masturbarlo—. Habíamos quedado que te hacía la paja si no volvías a tocarme —recordó.

—Pues no me provoques, que te recreas con mi polla y me entran ganas de sobarte… —la chuleó con una mueca engreída.

La novia de Alonso mostró una tímida sonrisa.

—Es que tardas mucho en correrte… —se quejó, mirándolo a los ojos a la vez que se mordía un labio y le daba un par de buenas sacudidas.

—Joder, zorra, me estás poniendo muy cerdo… —rechinó los dientes, ahora llevando la otra mano a la cabeza de Celia, introduciendo los dedos en su cuero cabelludo—. Tendrías que haberte dejado la coleta —la chuleó.

La treintañera volvió a sonreír.

—No voy a chupártela si es lo que esperas… —aseguró, manteniendo una expresión de suficiencia.

—¿Ah, no? —la miró a los ojos, con semblante serio.

—No me durarías ni un segundo… —masculló con gesto engreído.

—Voy a disfrutar corriéndome en tu boca…

—Más quisieras, niñato.

¡ZAS!

—¡Ah! —jadeó la morena, quedándose con la boca abierta mientras sus dos buenos melones bamboleaban— ¡Serás cabrón! —protestó, sin dejar de masturbarlo.

—Te advertí que te lo iba a azotar —aseguró con arrogancia, usando la misma mano con la que le había arreado para acariciarle nuevamente la parte trasera del muslo.

—Estate quieto con tanto toqueteo… —se quejó por enésima ocasión, pero esta vez sin apartarlo.

Josito se estaba poniendo cerdísimo, viviendo un sueño inalcanzable desde hacía años. Tenía a su casera en tetas, haciéndole un pajote, esta vez sin obligarla, mientras la muy zorra se dejaba sobar la pierna, subiendo cada vez más, hasta que sintió el intenso calor que desprendía su sexo cuando deslizó los dedos entre sus muslos…

—Esa mano, joder…

—Calla ya… —la vilipendió, haciendo uso de la que aún tenía enterrada en su melena, empujándole la cabeza hacia abajo.

La boca de Celia estaba a escasos milímetros del pollón de Josito, bañando con su aliento el inconmensurable bálano que palpitaba frente a ella mientras no dejaba de percibir el fuerte aroma que desprendía la sucia polla del niñato.

—Para con la manita… —protestó una vez más.

El pueblerino se había colado bajo el escueto pantalón del pijama, acariciándole ya muy cerca de la ingle. La novia de Alonso juntó aún más las piernas, procurando dificultarle la maniobra.

—Aparta la mano o se acabó… —le soltó un ultimátum, con la boca prácticamente rozándole la verga.

¡ZAS!

—¡Ah!

El azote fue tan bestia que la cara de Celia acabó chocando contra el recio cipote. La treintañera percibió la inmensa dureza del chaval restregándose por su rostro, logrando que se embriagara de su pestazo cuando el venoso tronco se paseó frente a sus orificios nasales, hasta que sintió el tirón de pelo de Josito, dominándola.

—Chúpamela, anda… —esbozó una sonrisa victoriosa.

La novia de Alonso jadeó, observando el portentoso miembro viril que oscilaba ante ella, casi como si se enorgulleciera de existir. Y entonces recibió una nueva reprimenda en la nalga.

—Puto cabrón… —balbuceó, sacando la lengua para darle un lametazo.

—Uf… —resopló el veinteañero, disfrutando del inmenso placer que su casera acababa de provocarle.

Celia estaba como hipnotizada, preguntándose qué narices acababa de hacer mientras se relamía, degustando el intenso sabor de la joven masculinidad de su inquilino. No podía negar que le apetecía volver a darle otro lengüetazo, pero jamás lo habría hecho si no fuera porque… Un nuevo tirón la obligó a inclinarse hacia delante. E instintivamente abrió la boca.

Sintió el rechoncho glande abriéndose paso entre sus labios, teniendo que esforzarse para lograr darle cabida mientras alargaba la lengua para volver a lamérselo. Nunca se había comido un pollón tan grande.

—Me matas, cariño… —insistió Josito, ahora de un modo burlesco, hundiendo aún más los dedos en su cuero cabelludo, cerciorándose de que su casera ya no se apartara.

El gusto a polla inundó el paladar de Celia, percibiendo el palpitar de las venas del tronco en el interior de su boca mientras se tragaba semejante tranca, empezando a chupársela con cierta devoción, sin poder evitar babear debido a su descomunal tamaño. Prácticamente sin darse cuenta le estaba haciendo una pedazo de mamada a su inquilino, aferrándose a su cipote a medida que deslizaba los labios por su piel, acompasando el movimiento de la lengua para seguir saboreándolo.

No tardó en usar ambas manos para acompañar la comida de rabo, acariciándole los testículos al tiempo que le pajeaba, sintiendo cómo el muy cabrón llegaba con extrema facilidad hasta la campanilla, llenándole la cavidad bucal por completo.

A pesar de que los muslos femeninos seguían bien pegados, el pueblerino volvió a la carga, logrando colarse entre ellos para acariciar la ingle femenina, cuya dermis ardía, tan suave que, casi sin querer, acabó encontrando con facilidad la costura de las bragas.

—Uhm… —se ahogó el gemido de Celia en su propia garganta, incapaz de protestar con toda la boca repleta de carne.

Cuando Josito palpó la prenda íntima, en seguida sintió la viscosidad del otro lado. La sensación de tocarle el chocho, aún con la tela de por medio, notando cómo se le humedecía el dedo a medida que se deslizaba sobre la esponjosidad de sus empapados labios vaginales, haciendo que el encharcado coño rezumara, fue demasiado.

—¡Ah! —gimió el niñato, empezando a soltar chorros de esperma.

—Uhm…

La morena saboreó el primer lechazo de su inquilino.

—Uhm…

Intentó aguantar las impulsivas embestidas, pero tan solo con los primeros brotes, rebotando con fiereza contra su garganta, ya sintió que se ahogaba.

—Uhm…

Y el maldito niño no cejaba en el empeño de tocarla donde no debía. Abrió la boca.

—Ah…

Sollozó, jadeando como pudo, lo que hizo que el semen que no se había tragado resbalara por la comisura de sus labios mientras Josito seguía eyaculando, ahora de forma descontrolada. Sintió los potentes caños salpicándole la cara, las tetas, incluso el pelo, viendo cómo algunos pasaban volando frente a sus ojos. Y el dedo del veinteañero no paraba de percutir, ahora presionando sobre la tela íntima, masajeándole todo el coño.

—Ah… —boqueó una vez más, disfrutando del placer previo al clímax, a punto de explotar—. Cabrón… —rechistó Celia, llevándose una mano al pecho, estrujándoselo.

La novia de Alonso se corría mientras el hijo de puta de su inquilino la ponía perdida de esperma, sin dejar de masturbarla por encima de las bragas.

Durante unos instantes solo hubo silencio, acompañado de los jadeos de ambos, cada vez más tenues, recuperándose de sendos orgasmos.

—Qué bestia eres, joder… —refunfuñó ella, con los goterones de lefa resbalando por su cara mientras le acariciaba los huevos una última vez, provocando que la polla de Josito, aún morcillona, diera un par de respingos, soltando un postrero brote de semen que se deslizó lentamente, hasta acabar formando un hilillo entre el glande y el vientre masculino.

—Me gusta que seas tan guarra —masculló maliciosamente, estirando un brazo para magrearle un seno, restregándole toda la corrida que lo cubría.

—Uhm… —soltó un pequeño gemidito—. No sé por qué te he dejado hacer esto… —le reprendió, dándole un manotazo para detener la inapropiada caricia.

—Porque te pones como una moto conmigo —la chuleó.

—Puede… —desdeñó, retirándose para alejarse del niñato.

—¿A dónde vas? Aún no he terminado contigo… —sonrió con un gesto engreído, agarrándose la polla.

—Anda, deja de hacer el gilipollas —le miró, ya de pie junto a la cama—. La paja era para que te durmieras de una maldita vez —refunfuñó, obviando que en realidad le había acabado haciendo una mamada, mientras observaba cómo al pedazo de cabrón se le volvía a empinar.

—Vamos a echar un polvo, que lo estás deseando.

—¿Pero tú cuántos años tienes, chavalín? —lo ninguneó—. Si hace dos días eras virgen —rechazó la oferta, dirigiéndose al cuarto de baño.

—Celia, te voy a acabar follando. Y lo sabes.

—Limpia la corrida, cerdo, que siempre la lías —protestó, haciéndose la digna mientras atravesaba la puerta del aseo.

Bajo el agua de la ducha, la treintañera se limpió el semen que tenía por todo el cuerpo mientras pensaba que solo quedaban unas semanas para que acabara el curso. Y dejaría de ver a su inquilino para siempre. En parte le sabía mal, porque había hecho buenas migas con él. Pero por otro lado… aunque no había sido nada más que el fruto de un calentón que se le había ido de las manos, lo que había pasado esa noche era algo que no se iba a perdonar y que iba a recordar cada vez que le mirara a la cara. Que llegara el verano era lo mejor para todos. Frunció el ceño, pensando en su chico. Y el arrepentimiento se apoderó de ella.

—Ni una más —aseguró, alzando los brazos para introducir los dedos en su preciosa melena, terminando de aclararse los restos de lefa del niñato que aún tenía pegados en el pelo.

44

—¿Ya te has despedido de tus caseros? —preguntó Alicia, abrazada a su compañero de clase.

—Sí, acabo de hacerlo.

—Te voy a echar de menos.

—Y yo a ti, chula —se sinceró, cercándola aún con más fuerza—. Pero seguro que volvemos a vernos.

—Avísame cuando pases por Almería, eh —sonrió, deshaciendo el cariñoso abrazo.

—Claro. Y tú estás invitada a mi pueblo cuando quieras.

La del mechón morado se quedó mirando, con cierta tristeza, cómo su amigo se alejaba en dirección al autobús que lo llevaría a la Alpujarra.

Así es como Josito, con la carrera de Fisioterapia bajo el brazo, dejó atrás una época tan importante en su vida.

Imagen de Celia con los chicos


Comentarios

  1. Y yo pensé que se la cogerían a Celia!!! Únicamente manoseos , mamadas y pajas . Pero me gustó un poco la historia

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  2. La verdad es que me esperaba más de Josito…. Pero bueno, habrá que esperar a la siguiente historia

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  3. Celia también piensa que no va a pasar nada más.

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    1. Y va a pasar?? Porque tengo entendido que este fue el último capítulo

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    2. Efectivamente, estaba previsto que esta fuera la última parte.

      Lo que ha ocurrido es que estas vacaciones he podido avanzar bastante, pero no me ha dado tiempo a terminar el relato completo. Llegué hasta donde habéis leído y, dado que no sé cuándo volveré a tener tiempo para escribir, pensé que era un buen punto para finalizar la cuarta parte y subirla con la intención de no tardar tanto en publicar.

      Además, me gustó la idea de que el lector tuviera la misma sensación que Celia, que ya no iba a pasar nada más.

      ¿Escribiré el desenlace? Mi intención es que sí. ¿Lo publicaré? Si veo que la gente se anima y hay ganas, seguramente.
      Aunque, siendo sincero, me encantaría que solo lo leyerais los que comentáis. Ya veré qué hago :)

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  4. Me ha gustado mucho, la parte del chantaje no, pero por lo demás de 10, has hecho que tenga que seguir leyendo a escondidas y apretando los muslos :p

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    1. Jolín, la parte del chantaje no ha calado jaja

      No me cansaré de decir lo mucho que me gusta provocar esas cosas con mis relatos. Sino escribiría relatos de autoayuda :P

      Me alegro que lo hayas disfrutado Sonia!

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    2. Me gusta más cuándo me hacen "tragarme el orgullo" a través de la humedad de mis bragas a obligada por algún chantaje :p no sé, el amenazarla con chivarse al marido no me parece algo atractivo en un hombre

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  5. Habrá una quinta parte?
    Creo que como muchos lectores por aquí, nos quedamos con ganas de saber que si hubo folleteo entre Josito y Celia

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    1. jejeje quinta parte como tal no creo que haya. Desenlace es posible.

      Si veo que la gente se anima y me transmite que hay ganas seguramente lo acabe publicando cuando lo escriba (a ver cuándo saco tiempo).

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  6. He de reconocer que, pese a lo mucho que me gustan tus relatos, este cuarto capítulo (¿desenlace?) me ha dejado un poco frío. No porque ella al final se resista y consiga relativamente aguantar, eso me parece la verdad es que inesperado y genial, estaba viendo la barra avanzar en el desplazamiento y no había forma de que terminase con un polvo completo y bien narrado en esa extensión. Y creo que, como subversión de expectativas, funciona terriblemente bien.

    Lo que me falló en buena medida es la primera mitad del relato. Toda la parte del pueblo me parece que no acaba de funcionar, al menos para mi. No me llega a interesar nunca la historia del novio con la pelirroja, ni creo que los otros dos chavales tengan mucho que aportar en la historia donde ya están dos hombres que juegan ese rol (tanto nuestro protagonista como Marcus). Y que después de toda la piscina recurra al chantaje para conseguir la paja me sabe algo amargo. Que obviamente es una excusa para conseguir darle algo que ella en el fondo quiere, pero aún así, en otras ocasiones has resuelto mejor ese salto para mi gusto.

    Pero sobretodo me descoloca lo que ocurre durante el curso. Después de todo lo ocurrido en el verano en el pueblo y en el lago, todo regresa relativamente a la "normalidad" y es como si nada. Y ella acepta sin mucha razón tanto salir de fiesta como irse de concierto con Josito dejando de lado abierta y claramente a su novio, cuando las intenciones de Josito tras la piscina son más que obvias. Que luego la escena de la fiesta con la tensión entre Marcus y Josito, cada una con la suya, me parece genial, creo que consigues crear un enorme morbo perfectamente llevado en ese momento.

    Y finalmente todo lo del concierto, que me encanta la verdad, pero es un poco raro que después del verano, lo ocurrido en la fiesta en que Celia le ve follando con Trini y demás, esos meses ni haya pasado nada, ni haya nada raro ni demás en el tiempo en el medio.

    Entiendo perfectamente que sea así, que conste, y sigue siendo un relato que me gusta mucho. Cubriendo cuatro años de historia, es inevitable que haya saltos temporales y cosas que no llegamos a ver, simplemente creo que si vuelves a hacer una historia con estos saltos, lo del medio hay que detallarlo un poco más para que las piezas se encajen y mantengan su lugar y su sentido. Dicho lo cual, sigue siendo un muy buen relato, y un gran regalo que nos haces ahora con el comienzo del curso universitario.

    Requiem

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    1. "Y creo que, como subversión de expectativas, funciona terriblemente bien.": esto suena realmente mal jajajaja

      Primero de todo, como siempre, mil gracias por tu comentario, siempre extenso y puntual. Creo que sabes lo mucho que se agradece.

      Siento mucho que esta cuarta parte te haya dejado frío. Y más cuando los capítulos previos te estaban gustando tanto. Me sabe mal, la verdad.
      Sin ánimo de justificarme, voy a intentar explicar los motivos del chantaje.
      En primer lugar están los gustos. Habrá a quien le guste o dé morbo y habrá a quien no. Ahí no hay mucho más que decir.
      En este caso concreto, me gustaba el chantaje para reforzar la idea de que Celia no habría caído de ningún otro modo (como bien dices era la excusa para hacer algo que ella realmente quería, pero que jamás habría hecho). Y al mismo tiempo da pie a que sea más creíble lo de la habitación del hotel.

      Está claro que no he sabido transmitir correctamente la relación entre Celia y Josito. Debería haber puesto más énfasis en ello. Por resumir, básicamente, a pesar de lo que hayan hecho, lo que uno quiera o lo que la otra haya sentido, para Celia no es más que su joven inquilino.
      Acepta salir de fiesta porque quería salir y su novio no y está contenta por el regalo de las entradas. Y, sobre todo, porque ni pasa por su cabeza que ocurra algo con Josito. Y acepta ir al concierto básicamente por lo mismo.
      Pero está claro que no lo he sabido plasmar correctamente.

      En cuanto a las transiciones entre capítulos te doy toda la razón de que las cuidé más en las primeras partes. Y era consciente. Por un lado no quería alargar demasiado. Y por otro pensé que no sería necesario ese detalle si ya se ha leído lo anterior y se conoce el "funcionamiento" del relato. Pero reconozco que igual ha sido un error y habría estado bien algo de contexto previo entre saltos temporales tan grandes.

      Bueno, dejando estos puntos de lado, los cuáles son completamente comprensibles y muy bien puntualizados, espero que no te haya dejado tan frío como para no disfrutar un relato porno como se merece :P

      Me reitero, mil gracias!

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    2. No, no, para nada me ha dejado tan frío como para no disfrutarlo, lamento que direa esa impresión. Como decía, es muy buen relato, simplemente si estamos habituados a tus 10s pues este es un 9, pero no por eso deja de ser un 9 que es una nota que no le daría a muchos autores.

      De hecho, la subversión de expectativas puede que te suene mal pero iba en dirección completamente opuesta. Hacer una buena subversión de expectativas (que todo el mundo espere algo pero que sea distinto cuando ocurre, o no ocurra, o lo que sea) es algo muy difícil de hacer sin que la gente se quede jodida por ello, porque esperaban lo que esperaban. Y en este caso creo que lo has hecho fantásticamente bien. Si no llegas a hacer ese desenlace que no te dio tiempo, este relato funciona dentro de toda tu colección como un potenciador de todos los demás por esa subversión de expectativas. Es como cuando ves la primera película de un director o guionista donde gana el malo, a partir de entonces, cuando ves una ya no sabes si el bueno va a ganar o no, de modo que le da mucha más tensión e interés.

      La parte del chantaje la entiendo perfectamente, y como bien dices, hay gente que eso le da morbo. Y es cuestión de gustos. Creo que para mi funcionó peor que en otros relatos de por ahí, porque llegados a ese punto de la historia en que tanto había pasado ya, me dio la sensación un poco de que era un atajo fácil (para Josito) para conseguir algo que no habría tenido necesidad de atajar.

      La parte de la relación entre Josito y Celia no creo que sea que lo hayas transmitido erróneamente, es cosa de la parte de los saltos temporales. Como lectores, un párrafo antes acaba de ocurrir algo gordo, y aunque nos dices que han pasado meses, en nuestra mente lo que acaba de ocurrir es muy reciente. De este modo, al no haber la ruptura en nuestra mente que sí tienen los personajes al regresar a la vida de la rutina diaria y la convivencia, se ve especialmente dramática esa disonancia que probablemente ellos no vivirían tan particularmente fuerte. Y, en general, hacer saltos temporales es extremadamente difícil, y más en unos relatos "cortos" como estos, que no tienes las 500 páginas de una novela para detallar todo.

      Pero vamos, por reiterar el comienzo que ahora queda lejos con toda esta parrafada, es un muy buen relato Doc, eso no lo quita nada ni nadie, por muy picajosos que podamos ponernos algunos jajaja

      Requiem

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    3. Me alegro pues, Requiem :)

      Ahora escribiré el desenlace y joderé la parte que te gustó, la subversión de expectativas jajajaja Nada, te entiendo, pero es que la frase sonaba tan mal que me hizo gracia. En este caso, aunque ya empieza a quedar claro a partir de las siguientes partes, hay que recordar que al principio todo el mundo daba por hecho que Marcus se iba a follar a Celia.
      En cualquier caso, dejar un relato tan largo sin que se follen a la prota a mí también me molestaría xD

      Respecto a lo de los saltos temporales, si es eso lo que te faltó, te doy toda la razón. Visto con perspectiva tendría que haber introducido los capítulos al menos con una breve explicación de lo que ha pasado durante esos meses para que el salto no fuera tan brusco.
      A veces hago esos saltos premeditadamente, pero es cierto que con tanto tiempo entre medio puede dar la sensación que os ha transmitido a algunos. Procuraré no repetirlo.

      Como siempre, mil gracias por leer y comentar (y por ser picajoso también, eh).

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  7. Buenas doc!! La verdad creo que me he leído casi todos tus relatos y es fascinante ver cómo escribes cada vez mejor. No podía creerlo cuando lo vi publicado tan pronto jajaja. Me ha gustado muchísimo el relato como siempre, como juegas con nosotros y con el morbo. Eso sí, esperaba que por fin se follasen a Celia 😩. Harás un desenlace o algo más?? No puedes dejarnos así!!!

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    1. Muchas gracias Dani!

      Sí es cierto que, hace un tiempo, releí algunos de mis primeros relatos y los recordaba mucho mejor escritos jeje No sé si para bien o para mal, pero que he evolucionado, seguro.

      La idea de publicarlo antes del desenlace era para eso, para no tardar tanto y que tuvierais algo para leer aprovechando que en las vacaciones pude escribir bastante.

      Me alegro que te haya gustado, a pesar de que no se hayan follado a Celia jeje
      De momento, esta mañana he escrito los primeros párrafos del desenlace...

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  8. Muy buenas! Un gran relato como siempre, parecía durante muchas de las partes que ya no se iba a escapar, pero al final se ha quedado a punto para una (espero) próxima gran entrega.

    Espero poder leerla pronto, muchas gracias!

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    1. Gracias Elethil.

      Como comenté anteriormente, voy a escribir un desenlace (seguramente más corto que el resto de partes del relato). Lo que no sé cuándo estará terminado.

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  9. Buenas Doc.

    Primero decirte que me ha encantado el penúltimo relato ;)
    Nuestro querido Josito no se si habrá aprendido mucho de fisioterapia en la Universidad, pero estos cuatro cursos lo que si han hecho es convertir a un paleto miedoso en un sniper del sexo, donde pone el ojo mete la polla.
    Me gusta mucho ese forma de buscar el morbo y la pausa, esa forma de parecer que si pero ser que no, de ser que no pero dejar la puerta abierta para que en una siguiente vez pueda ser que si... ya sabes
    Si que tengo que darle la razón a Requiem en que a veces terminaba algo prometedor y lo siguiente pasaba 3 meses después. Había una sensación de que algo tendría que pasar en ese tiempo si o si que nos has escamoteado.
    Con respecto al chantaje, también me ha sacado de punto. Entendería que Marcus hubiese utilizado cualquier triquiñuela para conseguir algún acercamiento, pero Josito?? No se, parecía que lo suyo fluía muy orgánicamente y que una borrachera o una pelea con el novio podría ser suficiente para una pajilla o un magreo intenso. No se, me descolocó.
    Por lo demás, muy bueno.

    Como siempre, gracias por escribir, y espero el siguiente, jajaj.

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    1. jajajaja ¿cómo que penúltimo? :P

      Bueno, era la idea del relato, mostrar la evolución de Josito. Espero haberlo logrado porque recuerdo que en los primeros comentarios algunos me decían que jamás estaría a la altura de Marcus.

      Ese morbo es lo que más me gusta de escribir estos relatos. Lo que pasa es que no siempre se está igual de acertado y, sobre todo, nunca había narrado una historia tan larga que te permita jugar tanto con eso.

      Respecto a los saltos, como ya le he comentado a Requiem, estoy de acuerdo que en esta última parte he abusado de ellos y debí haber usado algún que otro párrafo introductorio que narrara, al menos brevemente, lo acontecido durante ese lapso de tiempo.

      No lo dije anteriormente, pero cuando el chantaje, estuve a punto de poner mayor énfasis en el hecho de que Josito se mosquea porque ha visto cómo sus amigos han tocado teta y él no ha podido hacer nada con Celia aún. No lo destaqué, pero es parte importante del motivo (además de la borrachera que llevan todos). Tal vez habría estado bien detallarlo para entender mejor los motivos por los que sucede y, a lo mejor, a los que os ha descolado un poco, lo habríais visto con mejores ojos.
      Pero bueno... como le dije a Requiem, es cuestión de gustos y es cierto que no es un recurso que suela utilizar, así que es normal que los que me soléis leer pueda que no os guste demasiado.

      Mil gracias a ti, como siempre, por tus comentarios :)

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  10. Este relato merece un excelente epílogo! La verdad hacía rato no me sentí tan sorprendido! En algún momento pensé que Marcus iba a ser el "hombre" para quue Josito lo pusiera en su lugar!

    Aunque lo sucedido en el pueblo (incluyendo las partes anteriores) me parecía como partes de transición

    Al final todo explotó como debía ser! Y lo sucedido con Trini repito... Fue satisfactorio

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    1. Hola Tauraneo, muchas gracias por tu comentario.

      Serás de los pocos que haya quedado satisfecho con este final jejeje

      Efectivamente, este relato es casi todo una gran transición para que Josito evolucione como personaje y logre culminar con algo que, de momento, no ha pasado: follarse a su casera.

      Respecto a lo sucedido con Trini... estuve dudando cómo narrarlo, la verdad. Me gustaba la idea de verlo con los ojos de Celia tal y como ha sucedido, pero eso le restaba protagonismo al polvo en sí. Me alegro que el resultado te haya parecido satisfactorio :)

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  11. Que gran relato. Con cada capitulo ha ido mejorando y no quería que acabara. Espero que haya continuación. Te felicito

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    1. Gracias. Me alegro que sea así.

      De momento he empezado a escribir un desenlace, lo que no sé cuánto tiempo tardaré en terminarlo.

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    2. Estaría bueno que en el desenlace esté otra vez el amigo moreno de Josito . Y que el novio se quede en dudas si ella en ese momento este cogiendo con los 2 adolescentes

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  12. Como otros aspectos del relato ya los han comentado otras personas, quiero centrarme en una parte que me ha parecido muy interesante que es el tonteo de Bella con Alonso, sobre todo porque llega un momento en que no queda claro si Alonso no cede por ser fiel a Celia o por miedo a decepcionar a Bella. Por un lado pienso que habría sido más morboso que cediera y luego ella lo rechazara y/o humillara al descubrir que la tiene pequeña (puede que incluso en un intercambio de parejas consentido por Celia, porque un cornudo que también es infiel siempre me va a parecer menos morboso que un cornudo fiel); pero como digo ese rechazo cuyo motivo no termina de quedar del todo claro también es muy interesante.

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  13. En este capítulo has pisado el acelerador jejeje. Me ha gustado el capítulo. Has metido 2 personajes más y me apetece que también destrocen a Celia. El chantaje ha estado bien pero debías haberlo enfocado hacia uno de los nuevos. Despues de 3 años intentando algo con Celia hubiera sido brutal que lo hubiera conseguido otro en poco tiempo. Otra opcion es que se hubiera comido las 3 pollas jejeje.
    El tonteo en la habitación ha estado bien pero demasiado largo, lo hubiera dejado para cuando estuviesen en casa y en la cama de Josito.
    Abigail tiene que caer...y puede que sea el detonante para que Celia se folle a Marcus.
    Estoy deseando el desenlace!
    Salva

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  14. Jo que difícil es leer el relato y quedarse con la intriga de como seguirá, adoro que sean tan largos por el morbo que se va generando a medida que avanzan, pero refiero los autoconclusivis por no quedarme con la intriga. Enhorabuena porque menudo pedazo de relato te está quedando.

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  15. Esta parte es excelente. Gustaría ver una continuación con Celia por fin cayendo ante Josito y al descubrir algo nuevo explorar con el resto de los personajes, que con la calidad de tus escritos seguro logras realizar lo excelentemente.
    Y en el caso de no continuar x ese lado, suerte de what ifs de los eventos de este capítulo donde Celia cede ante los amigos de Josito

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