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Despedida de soltera

Sinopsis: Un grupo de amigas celebra la despedida de soltera de una de ellas. Tras la cena, visitan un local de striptease en el que actúan unos boys muy espabilados.

Capítulos publicados de la serie:
  1. Despedida de soltera
  2. Despedida de casada

-Estáis locas, chicas – dijo riéndose Marga.

-Tú tranquila… que nos lo vamos a pasar ¡de puta madre! – le contestó Laura que lo había organizado todo.

-¿Pero tú has estado alguna vez en un boys? – le preguntó Leire.

-Pues no he tenido el gusto… - respondió con ironía la novia.

Marga se casaba la semana siguiente y sus amigas, más concretamente Laura, le habían organizado una fiesta de despedida de soltera. Todo parecía normal hasta que, en mitad de la cena, Laura había anunciado el local al que asistirían más tarde.

A Mireia no le hacía mucha gracia ir a un local de striptease, pero pensó que viniendo de Laura no podían esperar otra cosa. Decidió no darle mayor importancia y no dejar que eso arruinara la noche.

-No sé si a mi chico le hará mucha gracia que vaya a un sitio así – soltó la mojigata de Mabel.

-No tiene por qué enterarse – la aconsejó Leire – Yo no pienso decírselo al mío – concluyó mientras pensaba lo bien que se lo iba a pasar esa noche.

Ante aquellas palabras Mireia y Alicia se miraron adivinando que ambas pensaban lo mismo: de lo mucho que era capaz su amiga. Aún recordaban la última vez que salieron juntas y cómo Leire no dejó de tontear con todo tío que se le arrimaba llegando finalmente a enrollarse con uno. Siempre se quedaron con la duda de si llegó a pasar algo más que eso puesto que se marcharon antes que ella dejándola allí con aquel tío. Ambas conocían al buenazo del novio de Leire y se hacían cruces cada vez que la veían con esa actitud.

Alicia comenzó a leer el folleto con un cierto aire de reprobación:

Viernes show

Espectáculo 1: Un regalo para la dama

Espectáculo 2: ¡Qué divertido!

Espectáculo 3: Seguridad ante todo

Espectáculo 4: Sólo el más fuerte

Espectáculo 5: Hay que domar a este animal


-¿Y de qué tratan cada uno de los espectáculos? – preguntó Marga intrigada.

-No se sabe, son sorpresa – le aclaró Laura – Los van variando cada vez aunque por el título te puedes hacer una idea, ¿no?

-Eso tú que eres una guarrilla – bromeó Mireia y todas comenzaron a reír.

Las 6 amigas, Marga, Laura, Leire, Mireia, Mabel y Alicia, continuaron la cena bromeando sobre los espectáculos del folleto y, acorde a la situación, las conversaciones se fueron tornando más picantes.

Laura y Alicia eran las únicas solteras del grupo, pero mientras que Laura estaba entusiasmada con ir al local de striptease, no en vano había sido idea suya, a Alicia parecía no hacerle mucha gracia. Y el motivo principal era que a Mireia tampoco le parecía la mejor forma de pasárselo bien. Mireia era para Alicia el espejo en el que mirarse, sentía una extraña devoción por su amiga, tan guapa, simpática e inteligente, todas las cualidades de las que ella carecía. Sin darse cuenta, Alicia siempre pensaba, decía y hacía lo mismo que su amiga.

De las chicas con pareja sin duda era Leire la que estaba más desatada. Aunque no estaba casada llevaba años viviendo en pareja con un grandísimo trozo de pan que no le daba las cosas que esa noche pensaba obtener. Aunque nunca lo había hablado abiertamente con el resto de amigas, se sobrentendía una especie de código no escrito en el que se decía claramente que lo que pasa en una noche sin novios no sale de ahí. Ella no es que fuera una belleza precisamente, pero era lo suficientemente normal como para conseguir pasarlo bien sin problemas en una noche de desenfreno.

Por el contrario Laura tenía algunos problemas más que su amiga Leire. A pesar de no ser fea sí que estaba rellenita con lo que le era más difícil encontrar algo decente que llevarse a la cama. Pero esa noche pagaban ellas así que no tendría problemas para disfrutar de unos buenos trozos de carne masculinos. Además la soltería no le impedía pasarlo en grande sin estar pendiente del qué dirán.

Mireia era una chica abierta que disfrutaba con la visión de un tío bueno como cualquier otra y no se escondía para decirlo abiertamente. Sin embargo también tenía una moral bien definida que le impedía disfrutar de un espectáculo, para ella, tan burdo como el que iban a visitar esa noche. Además tenía al novio más maravilloso que se pudiera tener y no tenía ninguna necesidad de acudir a un local de ese estilo. Por suerte no le acompañaban los complejos de Mabel y no tenía ningún problema en que su pareja se enterara de todo lo que iba a pasar en la despedida. Es más, incluso llegó a pensar que tal vez ir a un boys era la mejor opción puesto que así evitaría los moscones que sin duda la hubieran atormentado toda la noche en cualquier otro local al que hubieran asistido.

Mireia era la triunfadora del grupo y es algo que no pasaba desapercibido para Mabel que, al igual que Alicia, sentía cierta devoción por su amiga. Se sentía atraída por su personalidad tan carismática, seguramente lo que más le faltaba a ella. Aunque no estaba todo el día detrás suyo como Alicia, sí que sentía una atracción que procuraba disimular por temor a ser malinterpretada. Mabel era una chica guapa, pero carente de otras muchas cualidades. Aunque con recelo por lo que su novio pudiera pensar, decidió que iba a disfrutar del show que las esperaba. Sintió curiosidad por cómo sería.

Por último, Marga era la primera de las amigas que daba el paso. Sólo le faltaba una semana para dejar la soltería. Cuando le propusieron hacer una despedida de soltera le pareció buena idea. Únicamente puso como condición que fuera algo íntimo, con sus mejores amigas, como cualquier otra noche de chicas que habían vivido con anterioridad. Lo que no se esperaba es que Laura tuviera aquella sorpresa preparada, pero casi prefirió eso que no un show individual de un stripper que la hubiera avergonzado mucho más. Marga no era tan guapa como Mireia o Mabel, pero sí tenía un cierto atractivo que, unido a que no era precisamente tonta, la hacían, sin contar a Mireia, más apetecible que al resto de amigas.

-Oye, pero no te obligarán a hacer nada si no quieres, ¿no? – preguntó temerosa Mabel.

-Bueno, los boys meten mano si te dejas…

-¡Laura, tú sí que estás informada! – se sorprendió Marga - ¿No habrás ido ya a uno de estos sitios?

-Pues sí… – respondió entre tímidas carcajadas seguidas de las risas del resto de chicas.

-Tendrás que enseñar las tetas – asustó Leire a Mabel provocando el pánico en su rostro.

-¡Ostras! Pues como tenga que enseñarlas yo que tengo una teta más grande que otra… – bromeó Mireia para quitar hierro al asunto y tranquilizar a su amiga.

El resto rieron y Laura se abalanzó sobre su amiga para tocarle los pechos al tiempo que aseguraba ser cierta la diferencia de tamaño. A Mireia no le sorprendió el gesto jocoso de su amiga, pero sí lo bien que le magreó las tetas.

-¡Uy, nena! – sorprendida - ¡Qué bien las tocas! – bromeó con el estupor marcado en el rostro.

El pecho de Mireia no era nada despreciable para su delgado cuerpo. Y el escote que llevaba dejaba a la vista un contundente canalillo. Mabel, al ver el gesto de Laura, sintió deseos de magrear las tetas de su amiga y, entre risas y bromas, también se las tocó con la excusa de comprobar la diferencia de tamaño entre ambos pechos.

-Oye, no le metas mano a mi chica – bromeó Laura y le dio un pico a Mireia.

-¡Yo también quiero! – replicó Mabel repleta de envidia. Sus dos amigas se acercaron para besarse en los morros las tres al mismo tiempo.

Tras los chupitos a los que les invitó el camarero la conversación de las amigas llegó al punto álgido, en parte, gracias al alcohol ingerido.

-Imaginaos que ya estamos en el show… – decía Leire mientras el camarero se alejaba – … ahora se giraría el camarero y se la sacaría aquí mismo – Y comenzó a reír.

-¡Qué bestia eres, hija! – la recriminó Marga con sutileza.

-Chicas, ¡no os vayáis a asustar con las pedazos de pollas que vamos a ver! – gargajeó Laura algo más que alegre debido a la sangría.

Mabel se ruborizó ante aquellas palabras, pero aún lo hizo más con el resto de la conversación.

-Bueno, bueno, no será para tanto – dijo Mireia restándole morbo al hecho de tener un buen tamaño.

-¡Eso es que no has visto una polla grande en tu vida! ¿Cuánto le mide al tuyo? – le preguntó Laura.

-Sí, claro, a ti te lo voy a decir…

-Va… no seas así… al mío le mide 14 centímetros – confesó Leire.

Laura comenzó a reír:

-Pues nena, no sabes lo que te espera…

-¡Serás guarra! ¿Cuánto le medía al que la tenía más grande de los tíos con los que has estado?

-¡21! – mintió para bromear y caldear la conversación. Y lo consiguió puesto que sus amigas se rieron expectantes.

-¡Eso es mentira! – le espetó Mireia.

-Tú calla que no has dicho cuánto le mide al tuyo – le reprochó Marga.

-¿Y al novio cuánto le mide? – replicó con picardía y cierta curiosidad.

-Pues yo diría que en torno a los 18. Centímetro arriba, centímetro abajo…

-¡Joder! – exclamó Mireia ciertamente sorprendida – Ya me caso yo con él – bromeó.

-Eso es que en casa tienes poca cosa… - la chinchó Leire.

-No mucho menos que tú en la tuya – le respondió hábilmente.

-Entonces… – insistió Laura.

-Pues no sé… no se la he medido nunca pero… una cosa así – y Mireia separó sus dos dedos índices a una distancia de unos 15 centímetros para indicar el tamaño del pene de su novio.

Las chicas se rieron.

-¿Y el tuyo cuánto calza Mabel?

La tímida amiga se ruborizó al escuchar la pregunta de Laura hasta el punto de sentir el calor agolparse contra su sien, señal de haberse puesto roja como un tomate. Pensó que lo mejor sería contestar, pero al dar la respuesta aún se avergonzó más al pensar en lo pequeño que era el pene de su chico.

-12 – señaló a secas.

Laura se tuvo que contener la risa pensando en lo mal que lo iba a pasar la pobre Mabel durante el espectáculo. Y para no dejar de lado a Alicia, le preguntó lo mismo que le habían preguntado a ella.

-15 centímetros – mintió Alicia diciendo lo mismo que había insinuado Mireia.

-Chicas, el show empieza a la 1 así que tendríamos que ir moviendo el culo… – indicó Marga.

-Nunca mejor dicho – bromeó Leire.

Tras pagar la cuenta se dirigieron caminando al local que estaba a unos 10 minutos andando desde el restaurante donde habían cenado. Durante el camino siguieron con las conversaciones y las bromas.

Mireia y Alicia se retrasaron un poco del grupo e iban hablando sobre Leire.

-Pobrecito – decía Mireia haciendo referencia a su novio – si se enterara de lo que esta tía le hizo la última vez…

-Pues no te quiero ni contar de lo que hoy puede ser capaz…

-Calla, calla, ¡qué asco! Yo espero que se comporte o me muero de la vergüenza.

-Según como lo veamos cogemos y nos vamos a otro lado donde no tengamos que aguantarla – le propuso Alicia pensando que era lo que Mireia quería.

-Bueno, bueno, tampoco nos pasemos. Lo importante es que ellos sean felices y si estas cosas son compatibles con su relación nosotras no tenemos que meternos.

-Sí, sí, eso está claro. Nosotras nos comportamos y ella que haga lo que quiera.

Leire y Mabel iban más adelantadas que el resto, calladas, cada una pensando en sus cosas. Mientras Leire estaba deseosa de llegar al local y pasárselo en grande Mabel recordaba lo agradable que había sido el tacto de los pechos de Mireia. El corazón se le había puesto a mil al sentir la placentera carnosidad de las ubres de su amiga. Y aunque hubiera preferido besarla sin la intervención de Laura, también había sido agradable tener su boca tan cerca.

Entre los dos grupos andaban Laura y Marga bromeando sobre la despedida.

-¡Joder, tía! ¿Cómo se te ocurre mandarme a un local de striptease el día de mi despedida? Cuando te dije algo íntimo no me refería a esto precisamente…

Laura se rió y la instó a relajarse y pasarlo bien con el espectáculo.

-Yo he venido alguna vez y es divertido. Además que si no quieres participar pues miras y punto. No hay problema. Hay alguna que otra que se desfasa un pelín, pero suelen ser las que ya vienen buscando marcha. Nosotras nos lo vamos a pasar bien sin necesidad de tíos. Que nos vamos a reír un rato… ya te lo aseguro. Y además si alguna quiere un pelín de carne pues… - y sonrió pícaramente a su amiga.

Cuando llegaron al local Laura llevó la voz cantante puesto que ella las había llevado allí y ya se conocía el lugar. Marga se sorprendió al ver lo grande que era el recinto. Ella se esperaba algo más reducido e íntimo, pero se encontró con lo que perfectamente podría ser una discoteca. Laura propuso pedir algo para beber mientras esperaban el comienzo del espectáculo.

Mientras se dirigían a la barra Alicia se fijó en la disposición del local. Había una larga barra en uno de los costados hacia donde se dirigían pasando por mesas de varios tipos. Unas redondas y altas rodeadas de taburetes, otras más grandes, bajas y confortables junto a sofás mucho más cómodos… y en el centro del local había un enorme escenario algo más elevado que el resto al que se accedía mediante unas escaleras.

-¿Dónde nos vamos a sentar? – alzó la voz Mabel para hacerse oír por encima del sonido ambiente.

-Tenemos una mesa reservada – le indicó Laura mientras movía la cabeza intentando divisar el lugar correcto – Esa es – y señaló una mesa grande no demasiado alta rodeada de 6 sillas que aparentaban ser bastante cómodas.

-Un poquito lejos del escenario, ¿no? – se quejó débilmente Leire.

-Tú tranquila que el escenario es lo de menos… - y Laura la sonrió con picardía.

Cuando decidieron abandonar la barra para dirigirse a su mesa faltaban pocos minutos para que empezara el espectáculo. Mireia observó la cantidad de mujeres que abarrotaban el amplio local. No se había imaginado que ese tipo de espectáculos fueran con tanto público. Calculó que la asistencia estaría rondando las 100 mujeres. No supo si eso era bueno o malo, pero le pareció excesivo y se preguntó cuántas despedidas, cumpleaños u otras celebraciones se habían congregado allí esa noche.

De repente una voz grave sonó con fuerza en todo el local:

-¡Buuuuuuenas noches! Siento molestarlas en estos momentos pero nos acaba de llegar un paquete y… creo que una de vosotras es la destinataria. Por favor… ¡que pase el meeeeensajerooooooooo!

Y de repente se hizo el silencio que llegó a ser sepulcral debido a la expectación de los acontecimientos. Marga se temía lo peor y miró a Laura con cara de pocos amigos, pero su amiga no se dio por aludida.

De repente, desde el lado opuesto a la barra apareció un mensajero con un paquete en forma de regalo. Marga se tranquilizó pensando que tal vez no era más que un regalo ciertamente. El hombre parecía algo indeciso, no preguntaba por nadie y simplemente se paseaba mirando de un lado a otro como buscando a la destinataria del paquete. Cuando pasó al lado de las 6 amigas no se detuvo y Marga sintió una mezcla entre alivio y desilusión. Por un lado le hubiera gustado el detalle de recibir un regalo, fuera de la clase que fuera, pero sobretodo se alegraba de no pasar la vergüenza que le hubiera ocasionado ser la destinataria.

El mensajero se paró finalmente un par de mesas más allá y se puso a hablar con una de las mujeres sin soltar en ningún caso la caja que llevaba sujeta con las manos. Al parecer era su 40 cumpleaños y las amigas le habían preparado esa sorpresa.

-Muuuuchas felicidades y… disfruta de tu regalo – volvió a sonar a través de los perfectamente ubicados altavoces.

Cuando la mujer retiró la tapa de la caja se llevó las manos a la cara y comenzó a reír echándose para atrás. Las amigas la animaban mientras el mensajero le cogía la mano para llevarla hacia el interior del paquete.

Mabel no se podía creer lo que estaba viendo. Al parecer el mensajero era el primer stripper y tenía su miembro dentro de la caja, introducido a través de un agujero en uno de sus costados. Ahora, la mujer de 40 años, posiblemente casada y con hijos, estaba con la mano dentro de la caja y haciendo un vaivén que hacia indicar claramente las sacudidas que le estaba dando al chico.

El stripper vestido de mensajero era rubio de pelo rizado y debía tener en torno a los 30 años, igual que el grupo de amigas. A Leire le pareció guapo. El tío la sacó de sus pensamientos cuando separó el regalo de su cuerpo, dejando ver la primera polla de la noche, y se alejó de la mesa en la que estaba en dirección a ellas. Leire pudo fijarse en el instrumento del mensajero y supo que esa noche se lo iba a pasar muy bien. El hombre no tenía una polla enorme, pero sí era más grande que la de su novio. Debía medirle unos 16 centímetros, tenía algo de vello púbico pero bien arreglado. El chico pasó de largo sin detenerse en su mesa mientras comenzaba a sonar la música al tiempo que el mensajero bailaba y se desnudaba al ritmo de la misma.

Completamente desnudo, el stripper se iba paseando de mesa en mesa bailando alrededor de las mujeres allí presentes, meneando la polla y arrimándola a las que le venía en gana. La mayoría, tímidas aún, reían y disimulaban mirando para otro lado e ignorando al tío. Otras, más atrevidas, se animaban a magrear el cuerpo del macho desnudo e, incluso, se aventuraban a tocarle la entrepierna.

Mireia no se lo esperaba cuando vio cómo por primera vez en la noche una chica, que debería estar en torno a los 30 años como ellas, se abalanzó a chuparle la polla al stripper que no pareció sorprenderse. Si bien es cierto que podía llegar a pensar que el chico era majo no podía imaginar que alguien fuera capaz de llegar a hacerle una mamada. No sólo era un auténtico desconocido, es que a saber por los sitios que habría pasado esa verga. No le pareció ni mucho menos lo más apetecible.

Laura se alegró al ver cómo finalmente el primer stripper de la noche se acercaba a la mesa. Aunque se moría de ganas de estrujar un pelín las abdominales del rubio pensó que sería más divertido bromear con la protagonista de la noche.

-¡Aquí, aquí! Que se casa la semana que viene – gritó y el resto de amigas se unieron a la causa provocando las miradas asesinas de Marga que no pudo evitar sonreír tontamente cuando el chico se acercó con la polla ya totalmente empalmada debido a las atenciones previas.

El hombre acarició los hombros de Marga y bajó por sus brazos para finalmente arrimarse más y colocarle la polla a escasos centímetros de la cara. Marga rió nerviosa y miró para otro lado. A su lado estaba Laura que estiró la mano para acariciar el duro vientre del chico hasta llegar a su pubis donde se detuvo al notar los primeros pelos. Al otro lado de Marga estaba Mireia y hacia allí se dirigió el stripper bailando a su lado muy cerca de la preciosa chica que no le hizo el mínimo caso.

Mireia no quería darle la más mínima sensación al tío de que aquello le gustaba. De hecho lo que le provocaba era bastante asco tener aquella polla erecta que tanta tía había manoseado y/o chupado. Sintió cierta repulsión con lo que no se sintió mal al rechazar con tanto desprecio al pobre chico que, al fin y al cabo, estaba haciendo su trabajo. El hombre, al ver aquella actitud desistió y lo probó con la chica de al lado, Alicia, que como no podía ser de otra forma tomó la misma actitud que su amiga. Ante tal “fracaso”, el hombre se marchó sin acercarse a Leire ni a Mabel para disgusto y tranquilidad de una y otra respectivamente.

-¡Aaaaaaaatención! Al parecer la temperatura está subiendo más de la cuenta y hemos tenido que llamar a un manitas para que ponga remedio al asunto – volvió a gritar el speaker anunciando la salida de un nuevo actor que apareció portando un cristal entre las manos. Se dirigió directamente a donde estaba el rubio de pelo rizado al cual le estaban haciendo una mamada de campeonato en ese instante.

Alicia no se podía creer para qué era el cristal. El mensajero se apartó de la chica y el manitas puso el cristal entre ambos. El rubio empezó a masturbarse para finalmente soltar 4 largos chorros de semen sobre el cristal que lo separaba de la chica la cual se reía al tiempo que pasaba la mano por la parte limpia del vidrio emulando recoger con el dedo los restos de esperma que había depositado el eyaculador al otro lado. Mirando a su amiga Mireia, Alicia hizo notar el asco que la situación le provocaba.

-¡Anda! Calla ya y disfruta un poquito – le instó Marga que se reía junto al resto de amigas.

Alicia miró nuevamente a Mireia buscando su apoyo.

-Es ciertamente asqueroso, pero mientras no nos lo haga a nosotras… – bromeó Mireia haciendo notar su desprecio al acto en sí, pero dejando claro que no le daba la mayor importancia – Chica, como no te lo tomes de otra forma te vas a amargar la noche – cosa que no estaba dispuesta a dejar que le pasara a ella.

Ahora era el manitas el que estaba continuando el espectáculo. Un chico jovencito que no aparentaba tener más de 25 años. Era moreno con el pelo corto y aunque era guapo, al verse tan joven, a Marga le provocaba más ternura que otra cosa. Sensación que cambió cuando el chaval se sacó la polla. No es que fuera grande, pero era bastante gorda y Marga, por primera vez, empezó a sentir los efectos de la excitación en su cuerpo.

Al igual que el primer stripper, el manitas se iba paseando de un lado a otro al ritmo de la música dejando que las mujeres lo magrearan todo lo que quisieran. Sin embargo, el joven fue más allá metiendo mano a las espectadoras y emulando posturas sexuales como si follara con alguna de ellas. Aunque las mujeres estaban vestidas, era irremediable notar la polla del chico chocando y restregándose contra partes de su cuerpo como tetas, culo, pubis u otras.

Marga alucinaba viendo a mujeres que podrían ser la madre del chavalín retozando con él. Ahora, con la polla en erección, debía calzar unos 16 centímetros como su compañero, pero con un grosor bastante más considerable. Marga se estaba calentando mucho viendo aquellas señoras disfrutando de la juventud del muchacho y ya no sabía si el calor que tenía era debido a la temperatura del local o a la excitación que sentía. Supuso que era ambas cosas.

Mientras tanto, en los vestuarios del local se producía una interesante conversación.

-Bueno… ¿qué? ¿Cuál es el informe?

-Mala suerte… hoy no hay gran cosa. Hay poco… pero al menos es bueno.

-Tú dirás.

Y el mensajero, nunca mejor dicho, se dispuso a informar al resto de sus compañeros:

-En la mesa 8 hay una madurita teñida de rubio que está bastante bien. Supongo que está casada, pero creo que tiene ganas de marcha, aunque habrá que dejar que se vaya animando. En la 13 hay una jovencita que está tremenda. Es muy joven, pero ya sabe latín – se rió – Es la de la camiseta ceñida de color azul. Pero el premio de la noche está en la 21. La tía es una estrecha de cojones, ni me ha mirado, pero ha sido acercarme a ella y casi me corro- exageró – Está tremenda. Eso sí, el que la consiga tiene premio – y todos se rieron.

-Eres un crack.

-Sí, sí, pero hay muy poco material. Nos vamos a hartar de mamadas de tías con dentadura postiza.

-Y lo jodido es correrse con tan poco aliciente. Ya me toca volver a pensar en tu madre para llegar al orgasmo – y se rió uno de los strippers.

-¡Serás mamón! Hijo de puta… – le replicó divertido el aludido.

Cuando el manitas se acercó a la mesa 21 Leire le estaba esperando con ganas. Tras unos magreos iniciales en los que el chico se dejó hacer mientras manoseaba las tetas de Laura, quien le invitó a hacerlo con un gesto evidente, Leire agarró la polla del muchacho y se la meneó unos segundos para terminar pasando la lengua, en un gesto rápido, por el frenillo del joven que se marchó hacia otra mesa.

Marga se moría de envidia. Le encantaría tener el valor suficiente para hacer lo que había hecho Leire, pero su amor por su futuro esposo se lo impedía. No es que quisiera hacer nada con el stripper, pero con la excitación que le había provocado tenía ganas de tocar un poco de carne masculina. Por el contrario, Mireia y Alicia no dejaban de pensar en el pobre novio de Leire que ahora estaría en casa durmiendo ajeno a todo lo que allí estaba pasando.

Cuando el joven moreno finalizó el primer espectáculo volvieron a retumbar los altavoces.

-Bueno, bueno, bueno… ahora que ya hemos arreglado algunos problemillas de calor de la sala… ¿qué os parece un poquito de diversión? ¿Queréis reíros un rato?

Algún tímido SÍ se oyó al fondo del recinto.

-¿No os he oído? – y sonó un único SÍ altivo muy cercano a la mesa 21 que ahogó algunas otras tímidas afirmaciones sueltas por la sala – Vaaaaaamos, chicas… que se note que tenéis ganas de pasarlo bien… no os he oído lo suficiente…

Y ahora un fuerte SÍ prácticamente unísono tronó en todo la sala. Y la música comenzó a sonar.

Cuando Alicia vio al payaso no se lo podía creer. No había nada que le diera más repulsión que los payasos. Aún recordaba el terror que le provocó el maldito muñeco de la película Poltergeist cuando la vio de pequeña o las pesadillas que le provocaba IT de Stephen King. Sin embargo, el actor que salió detrás del payaso las sorprendió aún más, incluso a Laura. Era un enano vestido de bufón. Ambos se separaron para hacer cachondeo y animar al personal en distintos puntos del local.

Ambos actores eran graciosos y conseguían sacar carcajadas de cada una de las mesas que visitaban. Cuando el payaso llegó a la mesa número 8 hizo un amago de sacarse la polla, pero lo que hizo fue sacar un plátano que dejó en su bragueta para que las maduras mujeres, sentadas en un cómodo sofá, bromearan tocando la fruta como si de la polla del tío se tratase. Cuando lo creyó conveniente, el stripper peló el plátano y, colocándoselo nuevamente en la bragueta, se acercó a la rubia teñida que, con una amplia sonrisa de morbosidad, se inclinó para pegarle un mordisco llevándose la puntita de la banana.

Mientras tanto, el enano se había acercado a la mesa de las 6 amigas. Allí continuó con las bromas y, acercándose a Mireia, se metió las manos en el pantalón. La chica se quería morir, pero por suerte el bufón sacó un alargado globo de color rojo logrando sacar una sonrisa en el rostro de Mireia.

-¿Ya podemos besarnos? – le bromeó el enano y ella, divertida, soltó una carcajada – Luego vuelvo –le dijo mientras se marchaba a otra mesa.

El payaso ya se había desnudado aunque aún conservaba su peluca a lo afro con colores vivos y la cara pintada de blanco. Sin duda era el más hombre de todos los strippers que habían salido, tenía un cuerpo voluminoso y musculado, aunque sin llegar a ser excesivo. También tenía la polla más grande de las que se habían visto, en torno a los 18 centímetros, pero no era tan gruesa como la del chico más joven que había hecho de manitas.

El bufón pilló por sorpresa a Mireia que estaba atenta a lo que sucedía con el payaso.

-He vuelto… – le insinuó en tono jovial mientras volvía a llevarse una mano al interior de su paquete. Mireia estaba convencida de que haría otra broma así que se sorprendió al ver la enorme polla que sacó el enano.

¡Era de plástico! A Mireia casi le da un vuelco el corazón que se había puesto a mil por hora debido al susto que el enano cabrón le había dado. Al ver que se trataba de un consolador no pudo evitar volver a reír sin saber si era por la gracia o por el susto. El enano empezó a menear la polla de plástico mientras bromeaba con la chica:

-¿Quieres tocármela? – le propuso jocosamente.

-¡No, gracias! – le espetó con contundencia.

Entonces el enano la volvió a sorprender sacando una pistola de juguete y apuntándola a la sien mientras ponía cara de niño bueno. Mireia volvió a reír con las tonterías del bufón pero negó con la cabeza momento en el que el enano apretó el gatillo haciendo aparecer en el cañón de la pistola una banderita con la palabra BANG escrita. Mireia no pudo evitar morirse de la risa y, en agradecimiento a lo divertido que había sido, alargó la mano para tocar el pene postizo del enano. Le hizo gracia notar la rugosidad del plástico y pensar en el enorme tamaño de aquel consolador que para nada reflejaba el tamaño que debería tener el enano.

-¡Gracias! – le soltó con una amplia sonrisa burlesca mientras se marchaba.

Mireia no se podía creer que el enano fuera un stripper. El payaso sí lo era, pero supuso que el bufón únicamente hacía de animador. Se fijó en él mientras se alejaba y alucinó al ver que se quitaba los pantalones quedándose en tanga y mostrando lo que parecía un buen paquete. Aún le desconcertó más oír los gritos de las mujeres que estaban más cercanas al enano vitoreando lo que acababan de presenciar. Sintió curiosidad por saber si el pequeño hombre mostraría su pito y, sobretodo, por ver si era tan grande como aparentaba para ser un enano, pero supuso que eso no pasaría.

En ese instante el resto de chicas estaban fijándose en el payaso pero no podían ver lo que ocurría puesto que el stripper había sacado una toalla para tapar lo que estaba pasando, aunque no era difícil imaginarlo. Y sus sospechas se confirmaron cuando el tío se retiró y la mujer que le estaba haciendo la mamada se quedó la toalla para limpiarse la cara.

Mireia seguía fijándose en el enano cuando se bajó el tanga y alucinó al ver aquella buena polla para ser de alguien tan pequeñito. La tenía flácida y debía ser casi tan grande como la de su novio en erección. Le pareció curioso y le hizo gracia. El enano fue paseando su virilidad hasta que en una de las mesas más alejadas una chica rubia aprovechó, mientras bailaba a su lado, para hacerle una mamada. Al igual que su compañero, el enano tapó la acción con una toalla así que Mireia se quedó con las ganas de saber cuánto le debía haber aumentado de tamaño la polla estando en erección.

-¿Cómo ha ido? – preguntó el mensajero tras la finalización del segundo espectáculo.

-¿Tú qué crees? No hay ninguna que se me resista. Lo de la pistola las desarma – y el enano comenzó a reír.

-¡Eres el puto amo!

-Yo al menos he conseguido que se riera. Ahora, que cambie su actitud lo veo difícil.

-¿Pero te ha tocado la polla o no? – le preguntó otro compañero.

-Sí… la de plástico – y todos comenzaron a reír – pero no ha puesto mucho entusiasmo… – confesó con resignación.

-Lo importante es que, por lo menos, se ha reído. Ya no es el desprecio con el que me ha tratado a mí – apuntó nuevamente el mensajero.

-A ver si se resiste a mi manguera… – soltó con aire chulesco uno de los chicos que actuaba en el tercer show de la noche y que estaba a punto de ser anunciado.

Ajenos a lo que sucedía fuera de los vestuarios, los strippers oyeron al locutor hablando por los altavoces:

-Atención, lamentamos anunciar que hemos sido denunciados y la policía ha llegado para hacernos desalojar el local. Por favor, rogamos que nadie se mueva de sus asientos puesto que será la policía, con la ayuda del cuerpo de bomberos la que se encargará de llevar a cabo el desalojo. Aguarden en sus asientos hasta que sean atendidas.

Las serias palabras provocaron un runrún en la sala únicamente apaciguado por la música que empezó a sonar para anunciar la salida al escenario de un negro vestido de policía y un corpulento blanco vestido de bombero.

Un negro… Laura pensó que ya iba siendo hora de disfrutar de la noche plenamente y qué mejor forma de hacerlo que con un tío de raza negra. Se imaginó la enorme tranca que debía tener y le entró un escalofrío.

Los dos nuevos boys comenzaron su espectáculo bailando sobre el escenario en el que hicieron un striptease para acabar mostrando un tanga en el que las mujeres que ocupaban los asientos más caros del local, los más cercanos al escenario, introducían sus billetes como si de una película americana se tratara. Tanto el policía como el bombero conservaron su gorra y su casco respectivamente.

Tras el striptease, tal y como hicieran los otros compañeros, los 2 hombres se pasearon por la sala. El policía era un negro muy delgadito, todo fibra, de algo más de 30 años mientras que el bombero era un hombretón blanco que no llegaría a la treintena. No estaba ni mucho menos tan fibrado como el policía, pero con su altura y sus duros músculos parecía un boxeador ruso sacado de una película de Rocky.

Laura estaba impaciente esperando que el negro se acercara por la mesa, sin embargo fue el bombero el que lo hizo acercándose a Alicia que lo despreció como ya hiciera antes Mireia con el mensajero. El hombre parecía insistir pero ella seguía en sus trece. El stripper probó un nuevo acercamiento sacando un bote de nata que utilizó para dejar un reguero de crema desde sus pectorales hasta su vientre. Alicia siguió despreciándole así que el bombero se giró hacia Mireia quien le sonrió negando con la cabeza. El tío le devolvió la sonrisa con todo el aire chulesco que desprendía y las amigas comenzaron a animarla.

Ante los vítores de las amigas, Mireia decidió comerse la nata. Lo haría con cuidado para ni rozar al asqueroso tío y ya está. Pero cuando se acercó a él y empezó a recoger la nata con la lengua sintió algo raro. El fuerte olor del macho, unido a su considerable corpulencia (como a ella le gustaban los hombres… ¿cuántos mails había visto en los que había disfrutado con cuerpazos como este?), su chulería, la nata… todo se unió para hacer que no le importara terminar de recoger la crema con la boca chupando ligeramente la parte baja del ombligo del enorme bombero. El tío aprovechó para bajarse ligeramente el tanga mostrando su pubis rasurado y creando un nuevo camino blanco que unía el anterior con la base de su polla. Mireia le miró y le dijo que no mientras se relamía recogiendo la nata que quedaba en la comisura de sus labios.

El resto de la mesa estaba alucinando, sobretodo Alicia. Si bien ninguna esperaba que Mireia, tan abierta y divertida, tuviera esta actitud tan cercana a la lascivia, era Alicia la que estaba más descolocada puesto que había declinado hacer justo lo que ahora hacía una desconcertante Mireia. Por otro lado, Mabel tampoco estaba disfrutando de la situación precisamente. Al igual que sus amigas no esperaba que Mireia se comportara así y al verla le entró un malestar incontrolable, también conocido como celos. No sabía por qué pero no quería ver a su amiga disfrutar con ninguno de aquellos malditos strippers.

-Si no te lo comes tú se lo comerá otra – la chuleó y Mireia, no acostumbrada a que la chulearan, se agachó a recoger la nata nuevamente con sumo cuidado de no tocarle.

El hombretón, crecido, se bajó el tanga mostrando una preciosa polla de considerable tamaño. Cuando Mireia la vio, tan cerca, casi se muere producto de una mezcla entre sorpresa, algarabía y unos primeros evidentes síntomas de excitación.

-Esto se lo tendrá que comer otra… – le respondió con malicia cuando el chico la invitó a una nueva merienda llenando su verga de rica dulce nata. El bombero no quiso forzar más la situación y rodeó la mesa pasando por Alicia y Mabel hasta llegar a Leire que no quiso desaprovechar el manjar que había desechado Mireia. Primero pasó la lengua por todo el tronco recogiendo la crema para terminar introduciéndose los gordos 22 centímetros de tranca en la boca. Debido al grosor, mucho mayor que el del pene del manitas, Leire no podía abarcar mucho más que el glande de aquella descomunal polla.

Mientras tanto, en el escenario, el policía, tumbado en el suelo, estaba recibiendo una mamada doble. Por un lado la teñida madurita de la mesa 8, ya completamente desinhibida, y por otro una jovencita morena de no muy buen ver. Ambas chupaban con cierta descoordinación los 20 centímetros de rabo negro.

Cuando el bombero se separó de Leire, la mujer sintió un cierto alivio puesto que estaba dispuesta a llegar tan lejos como aquel tío hubiese querido y tampoco era plan de que sus amigas fueran testigo de aquello, sobre todo porque conocían a su novio. Mireia también se sintió aliviada al ver cómo la tentación se marchaba hacia el escenario donde se reunió con su compañero para tumbarse a su lado.

La rubia teñida dejó al negro tras las indicaciones del bombero y se abalanzó sobre la polla blanca en lo que parecía una competición entre la joven poco agraciada mamando al policía negro y la madurita potente mamando al bombero blanco. La pugna parecía llegar a su desenlace cuando ambos stripper se corrieron en sendas copas que dieron a sus respetivas “concursantes”. Cuando la joven fea se metió el semen en la boca su rostro aún se deformó un poco más para acabar escupiendo el contenido con una cara de asco culminada con las arcadas con las que se retiró hacia su mesa. Cuando la rubia acercó la copa a sus labios, echando la cabeza para atrás e inclinando la copa para que el semen se deslizara a través del cristal primero y después por la lengua y el interior de su experimentada boca, ya había “ganadora”. Sin esfuerzo, la mujer tragó el espeso contenido y su cara de lujuria denotaba que no le daba ningún asco.

Al término del tercer espectáculo Mireia aprovechó para ir al baño. Necesitaba despejarse. Alicia decidió acompañarla.

-¿Has visto a la guarra de Leire? – la interrogó. Mireia no sabía qué decirle. Si bien reprochaba que Leire, con novio, le chupara la polla a un stripper, ella había medio disfrutado al comerse la nata tan cercana a aquella misma verga. Estaba confusa.

-Sí, yo no sería capaz de hacer algo así – no mintió, pensando que, aunque quisiera, no sería capaz de traicionar a su pareja.

-¡Ni yo! – la secundó Alicia pensando que se refería al acto en sí, no al engaño que con él se cometía.

Mireia se mojó la cara para refrescarse. Mientras tanto, en la mesa número 21…

-Chicas, yo…

-No hace falta que digas nada Leire – la tranquilizó Marga – sabes que no va a salir de aquí. Además yo…

-Tú, ¿qué? – la instó Laura.

-¡Yo estoy cachonda como una mona! – se confesó Marga y sus amigas se rieron.

-Ya sabes que nadie va a decir nada – le devolvió el clave Leire.

-Ya, pero no pienso hacerle esto – replicó la novia haciendo referencia a su futuro marido – No voy a joder nada por un calentón tonto. Cuando llegue a casa me hago un dedo y punto.

-Tienes razón… - se avergonzó Leire.

-Pues chicas… yo al próximo que se acerque a la mesa no lo dejo escapar – concluyó Laura provocando nuevas risas en el grupo.

Cuando las 2 amigas volvieron del baño, intercambiando sus asientos, el penúltimo espectáculo ya había comenzado. Tanto el gladiador como el luchador de lucha libre ya estaban actuando.

-Como os decía, si la fuerzo un poco más la tía me come la manguera – vacilaba el bombero.

-Eso no te lo crees ni tú, lo que pasa es que la mujer tiene muchas tablas – le replicó el mensajero – Aunque, es cierto que yo, al principio, no pensaba que la tía llegara a comerse la nata…

El bombero sonrió orgulloso.

-¿Y qué tal la madurita?

El policía y el bombero se miraron y sonrieron complacidos. Ninguno de sus compañeros necesitó saber más.

Cuando el luchador se acercó a la mesa de las 6 amigas ya estaba completamente desnudo. Únicamente conservaba una máscara típica de la lucha libre mexicana. Laura llamó su atención y el stripper no la ignoró. Era de raza negra tal y como a ella le gustaba y, aunque era algo bajito, estaba muy fuerte. Era algo intermedio entre la corpulencia del bombero y la pura fibra del policía. Laura cogió la polla flácida del stripper y se la metió en la boca hasta llegar a la base donde tenía un anillo de goma para prolongar las erecciones.

Cuando la polla alcanzó los 20 centímetros el enmascarado comenzó a sobar los grandes pechos de la chupadora. Al ver la predisposición de la chica le quitó la camiseta y, retirando las grandes copas del sostén pudo magrearle los pechos a la vista del resto de la sala. Entre las amigas cundía la sorpresa y el jolgorio a partes iguales. Aunque ninguna se esperaba que Laura se dejara magrear de ese modo, también sabían que lo estaba disfrutando enormemente.

Cuando Mireia levantó la vista y vio al luchador mirándola fijamente se sorprendió y más al ver cómo el stripper retiraba rápidamente la vista tras notar en su mirada algo raro. No sabía el qué, pero sus sospechas se confirmaron cuando el enmascarado se retiró rápidamente dejando a Laura con ganas de más.

Marga no sabía si aguantaría hasta llegar a casa. Tenía las bragas completamente mojadas. Desde que había visto a las mujeres maduras disfrutar del grosor del pene del chaval más joven que había actuado no había parado de ver pollas y cuerpazos y el calentón no le bajaba. Si a eso se le unía algunas de sus amigas disfrutando de lo que ella no podía la cosa cada vez se ponía más difícil de controlar así que decidió retirarse al baño momentáneamente igual que antes lo hiciera Mireia.

De camino al baño se cruzó con el gladiador. Otro negro muy similar al luchador aunque algo más alto. Tenía el pelo muy cortito y un ligero bigote muy finito. No pudo evitar acariciarle la enorme polla negra en un gesto rápido, pero suficiente para aumentar sus deseos de sexo. Entró al cuarto de baño con la respiración entrecortada y se metió en uno de los lavabos. Al bajarse los pantalones pudo comprobar la mancha que la excitación había dejado en sus bragas. Las retiró lentamente viendo como la tela se resistía a separarse de la zona húmeda quedándose pegada unos instantes hasta que se separó dejando unos hilillos de líquido blanquecino. Se sentó en la taza y, abriendo las piernas, se llevó una mano a la entrepierna notando la humedad existente. Al retirar los dedos, estos quedaron impregnados del flujo vaginal que se llevó a la boca. Cuando su mano volvió a la zona, comenzó a frotarse los labios haciendo especial hincapié en el clítoris para acabar introduciéndose 2 dedos en su raja.

Mientras tanto, el gladiador se había acercado a Mireia e intentaba convencerla para que lo acompañara al escenario, pero ella se negaba firmemente.

-No has de hacer nada, es sólo un juego – intentó convencerla, pero ella seguía en sus trece.

Mabel estaba sufriendo más de lo que jamás se podía imaginar. No entendía lo que le estaba pasando, pero deseaba con todas sus fuerzas que Mireia no sucumbiera a las evidentes tentativas que cada uno de los strippers estaban intentando con ella. Y lo peor es que no lo hacía por protegerla como amiga, lo hacía porque la deseaba como mujer. Era la primera vez que se daba cuenta de ello y se estaba atormentando.

-Si prefieres le digo al enano que te haga alguna gracia o al bombero que te enseñe la manguera, a ver si a ellos les haces más caso…

¡Increíble! ¿La estaba chantajeando moralmente? Si lo hacía, había acertado pues en ningún caso pretendía hacer ver que el enano la había cautivado con su humor o que el bombero la había calentado con su suficiencia en todos los sentidos.

-Está bien, pero tiro las anillas y ya está – sucumbió por fin.

-Tranquila, si no creo que ganes – le dijo el stripper mientras se dirigían al escenario.

-¡Sí, hombre! ¿Y por qué no? – le contestó indignada.

-¡Ah! No sé… no tienes pinta de tener muy buena puntería.

-Pues ahora te vas a enterar…

De camino al escenario, Mireia volvió a pillar al luchador mirándola y nuevamente desvió la mirada para concentrarse en la joven de la mesa 13 a la que tenía chupándole la polla con las perfectas tetas al aire al igual que antes tuviera a Laura. Mireia se extrañó, ahora convencida de que había algo raro en él, pero prefirió no darle más vueltas y concentrarse en ganar aquel mini juego al que la habían desafiado que consistía en introducir unos aros de plástico en la polla del stripper, en este caso, el gladiador.

Cuando Marga cerró los ojos y visualizó la polla del manitas empezó a gemir de placer. El sonido del chapoteo que producían sus dedos al chocar contra su lubricada vagina era evidente. Estaba a punto de llegar al orgasmo cuando recordó el tacto de la polla del gladiador y, en ese instante, se corrió soltando unos ligeros grititos ahogados por la vergüenza de ser descubierta. Durante el orgasmo no dejó de pensar en el niño y las mujeres disfrutando de tan joven pene. Sólo cuando terminó de sentir placer se acordó de su novio y los remordimientos iniciales se apaciguaron pensando que lo que acababa de hacer había sido por el bien de ambos.

Cuando Mireia se disponía a lanzar el primer aro se fijó en el gladiador allí tumbado sujetándose la polla totalmente tiesa y sintió que la imagen le gustaba. Se fijó en aquella enorme polla y las venas marcadas a lo largo de sus 21 centímetros. No era tan gruesa como la del bombero, pero a cambio tenía las abdominales completamente marcadas. La verdad es que el negro era todo un buen macho y Mireia comenzó a sentir nuevamente lo que el lavado de cara había apaciguado. Estaban pasando tantas cosas por su cabeza que el lanzamiento fue un desastre. Se pasó de largo y no tocó ni polla cayendo el aro sobre el pecho del hombre de unos 35 años que la sonrió burlándose de su lanzamiento. Cuando Mireia se acercó a recoger el aro apoyó su mano sobre las duras abdominales y le dijo:

-Esto aún no ha acabado – desconcertando al hombre que donaba su miembro al juego.

Mientras esperaba nuevamente su turno en la fila pudo ver al enmascarado que se retiraba con la joven de la mesa 13. De camino a la sala privada volvió a mirarla y sus miradas se cruzaron por tercera vez. El desconcierto de Mireia era total cuando le tocaba lanzar de nuevo y, esta vez, sin pensar en nada, coló el aro en la polla del gladiador que ahora sonrió satisfecho. Era la única de las concursantes que lo había conseguido así que era la ganadora.

-Tenías razón, has ganado.

-Ha sido suerte.

-No lo dudo – se rió – pero has ganado el premio.

-¿Qué premio? – preguntó intrigada.

-Pues si quieres te hago un privado.

-¿¡Cómo!? – se indignó – ya te he dicho que únicamente venía a jugar, nada más.

-Ya, pero es que no pensé que ganaras y ¿qué crees que pensarán estas chicas, que sí querían ganar para que les hiciera un privado, si tú renuncias?

-Ese es tu problema, habíamos quedado en que jugábamos al dichoso jueguecito y punto. Le cedo mi premio a mi amiga que seguro que está dispuesta – le propuso refiriéndose a Laura.

-No creo que a las otras les hiciera mucha gracia.

Mireia se giró y dirigiéndose a sus rivales les dijo:

-Chicas, yo me retiro, podéis seguir vosotras a ver quién consigue el premio.

Las concursantes parecieron satisfechas, no así el gladiador que pensó que el mensajero tenía razón y esa tía iba a ser más dura de lo que se pensaba. Pero antes de marcharse, Mireia le sorprendió al agacharse a recoger el aro que rodeaba su verga. Al hacerlo apoyó la palma sobre su pubis y al levantar el aro su mano recorrió toda la polla en un claro gesto de que la chica no se quería ir sin al menos manosearle el cipote.

Acalorada, Mireia volvió a su asiento donde ya había vuelto también Marga y las 6 amigas siguieron disfrutando del resto de la noche.

-¿Qué te ha dicho? – le preguntó Alicia.

-Pues el tío quería hacerme a un privado… - le contestó con toda la indignación que supo interpretar.

-Será cerdo…

-Haberle dicho que me llevara a mí – bromeó Laura.

-¿Y qué te crees que he hecho? – y todas las amigas rieron animadas, sobretodo Mabel al ver que su amiga no sucumbía a los placeres de la carne masculina.

Mireia se sorprendió al notar, en su pierna derecha, las caricias de Mabel. Respondió al gesto con una mueca mezcla de agradecimiento y extrañeza y Mabel aprovechó para besarla. Mireia reaccionó abriendo los ojos, sorprendida, pero no retiró el rostro mientras las amigas reían divertidas.

-¡Madre mía! Lo que hace el alcohol… – insinuó Laura bromeando.

-Sí, será mejor que no bebamos más – propuso Leire en el momento en el que el camarero hacía acto de presencia provocando las carcajadas del grupo de amigas.

-Un gin tonic – pidió Leire.

-Otro – soltó Laura.

-Otro mojito – continuó Marga.

Cuando llegó el turno de Alicia no supo qué decir. Miró a Mireia y, al no poder esperar a oírla, no pidió nada.

-Creo que ya he bebido demasiado – soltó Mireia con un resoplido – tráeme un red bull.

Mabel se sentía extraña. Acababa de besar a Mireia y, por suerte, no parecía habérselo tomado a mal. Lo cierto era que las amigas habían ayudado haciendo cachondeo. No quería seguir bebiendo para evitar hacer una locura, pero por otro lado había sido una locura tan placentera que…

-Vodka con cola – concluyó.

Mireia creía que habían bebido demasiado y no le hizo mucha gracia que Mabel pidiera otro cubata. Aunque no se tomaba a mal lo del beso no entendía a qué había venido en ese momento y justo después de aquellas caricias. No le dio mayor importancia pero temió que alguna acabara haciendo una locura, incluida ella.

Mientras el gladiador y el luchador terminaban sus privados, en el vestuario se preparaban para la última actuación de la noche.

-Rubio, eres nuestra última esperanza – le animó el enano – todos confiamos en ti.

-Lo malo es no tener los informes de estos 2 – contestó haciendo referencia a los que acababan de actuar y ahora estaban enfrascados con sendos privados.

-También tengo curiosidad por saber de la jovencita de la 13. A ver si cumple con las expectativas… - y todos se rieron.

-Desde el lejano oeste, con sus portentosos músculos, su piel negra azabache y un enorme rabo… ejem ejem – bromeó el locutor – os presentamos al magnífico Phoenix, el mejor caballo de todo el oeste americano.

¡¿Un caballo?! ¡No podía ser semejante guarrada! pensó Mireia que ya había discutido más de una vez con su novio sobre lo asqueroso que le parecía que alguno de sus amigos viera videos porno en los que un caballo era el protagonista. Pero por suerte su alteración se vio aplacada al ver que se trataba de un más que currado disfraz de caballo que debía esconder lo que supuestamente era otro stripper. Como anunciaba el hombre de la megafonía, el disfraz era de color negro y reflejaba bastante bien los músculos que se le presuponen a un caballo. Pero sin duda, lo más gracioso era el pene del animal, bastante grande. Aunque no sabía el tamaño del órgano sexual de los equinos, le pareció que aquel era bastante desproporcionado.

El hombre disfrazado bailaba dentro de su disfraz provocando el jolgorio de las mujeres que se lo pasaban en grande jugando con el animal y manoseándolo. Lo cierto es que la estampa era bastante divertida. Al llegar a la mesa 21 se acercó a Marga que ignoró al animal el cual se arrimó a Laura que se levantó para bailar y hacer el tonto junto al caballo. Empezó a sobarlo y bajó hasta el largo pene. Al palparlo se sorprendió.

-¡Pero si es la polla del tío! – gritó a sus amigas.

-¡Anda, ya! – le soltó incrédula Leire que se levantó para comprobarlo ella misma - ¡Es verdad! – y no pudo contener la risa al comprobar que el stripper había metido su polla dentro del espacio del disfraz destinado para ello. Lo sorprendente es que prácticamente los 30 centímetros de tela eran cubiertos por el semental que se escondía bajo el disfraz.

Mientras el caballo se marchaba volvió a sonar, en tono de broma, la megafonía:

-Al parecer Phoenix está algo cachondo y descontrolado con lo que ha tenido que venir su dueño para domarlo.

Y dicho y hecho, apareció un nuevo stripper vestido de vaquero que cogió al caballo para subirlo al escenario donde ambos se pusieron a bailar al ritmo de la música. Mientras el vaquero comenzó a desnudarse, el caballo volvió a la mesa 21, directamente hacia Leire a la que empezó a sobar con sus pezuñas por encima de la ropa. Ella se dejaba hacer sintiendo el placer que las caricias del animal salvaje le provocaban.

-¿Te vienes al escenario? – le susurró el caballo cuando una de sus pezuñas le acariciaba la entrepierna.

Leire estaba deseando follar y tuvo miedo de acabar haciéndolo si se movía de su sitio así que miró a sus amigas y con la súplica marcada en el rostro les preguntó:

-¿Alguna quiere acompañarle? Que no quiero acabar haciendo ninguna tontería.

Marga se sentía bien consigo misma tras la masturbación del lavabo que había esfumado la excitación que la noche le había provocado y no estaba dispuesta a volver a tentar a la suerte.

Alicia dudó sobre lo que hacer. Estuvo a punto de ofrecerse ya que Mireia había hecho lo mismo con el gladiador, pero pensó que no se iría nuevamente y eso la hizo decidir no decir nada aunque no las tenía todas consigo.

A Mireia le supo realmente mal por Leire. Había cosas que hacía que no podía entender, pero lo que estaba claro es que estaba tratando de no hacer la mayor de las tonterías que podía hacer esa noche y pensó que debía ayudarla. Sin embargo supo que Laura se ofrecería y se sintió aliviada por ello.

Mabel ni se planteó la opción. Si esa noche cometía una locura lo haría con la pedazo de hembra que tenía a su lado. Ya fue suficiente satisfacción ver que no se estaba ofreciendo para ir al escenario con el caballo.

Laura notó las miradas de sus amigas clavarse en ella. Pensó que todas estaban esperando a que aceptara la petición de Leire y se sintió sucia. No le gustó la sensación de sentirse juzgada por sus amigas y las sorprendió a todas:

-Yo paso, es que el rollo animalito no me va mucho…

Mireia se quería morir. Esas palabras la estaban obligando a salvar a Leire y, con una mirada asesina pero disimulada hacia Laura, se levantó de su asiento:

-Yo iré… – soltó con resignación provocando el arrepentimiento de Alicia quien, de haberlo sabido, se habría ofrecido igual que su amiga.

Mabel estuvo tentada de agarrarla del brazo para impedirlo, pero se contuvo y no lo hizo mientras que Leire agradeció el gesto a su amiga con una mirada que lo decía todo.

Mientras tanto, el vaquero ya se había quedado en tanga y buscaba entre el gentío una chica a la que hacerle un show personalizado. El vaquero era el más veterano de todos los boys de la noche. Rondaba los 40 años, pero muy bien llevados. Aunque conservaba su sombrero de cowboy se adivinaba un pelo muy corto, casi rapado y, como no podía ser de otra forma, estaba fuerte, sobretodo tenía unos prominentes pectorales. En general se notaba que era el más hombre de todos los que habían actuado. Finalmente la afortunada fue la mujer que cumplía los 40 y que al principio de la noche había recibido el regalo por parte del mensajero.

Cuando Mireia llegó al escenario, el stripper la sentó en una silla para hacerle un show como el que estaba llevando a cabo su compañero. Aún seguía disfrazado de caballo y el baile era más cómico que sensual hasta que se puso a cuatro patas como si de un animal de verdad se tratara. En ese momento Mireia se fijó en el miembro del caballo y le hizo gracia ver lo grande que era. Recordó lo que Laura y Leire habían comprobado y pensó que si todo aquello era del stripper debía ser un verdadero animal. A la mente le llegó la argumentación de su novio cuando ella reprochaba el porno con caballos.

-A ti lo que te pasa es que, secretamente, te ponen los enormes rabos que tienen los caballos y como no te asusta la idea te enfrentas a ello reprochándolo – le decía siempre su chico.

¿Y si tenía razón? Su mente estaba comenzando a entrar en un grave conflicto y el maldito stripper vestido de caballo a cuatro patas con la enorme verga respingando no le ayudaba en absoluto. Finalmente, el subconsciente pudo más y Mireia se levantó de la silla y, con la excusa de comprobar lo que antes comprobaron Laura y Leire, se agachó junto al caballo para tocarle la polla.

-Pues es verdad que es todo tuyo – le dijo al stripper que se reía bajo su cabeza de caballo.

Internamente, Mireia quería pensar que estaba tocándole la polla a un inconsciente y pobre caballo para ponerlo cachondo y hacer que su rabo creciera hasta el infinito poseído por la lascivia entrándole irremediables ganas de montarla. A lo cual ella se negaría, por supuesto.

Con lo que Mireia no parecía contar era con que bajo aquella apariencia de caballo había una persona racional con la suficiente experiencia como para ganársela antes de ir a montarla como un salvaje con la polla erecta emanando flujos preseminales.

Cuando la chica volvió a ocupar su asiento el caballo empezó el striptease quitándoselo todo y dejando únicamente la cabeza del disfraz y un tanga de color rojo. Mireia pudo comprobar el escultural cuerpo del chico que además era alto como a ella le gustaban. Los músculos fibrados no desentonaban con los del disfraz y Mireia siguió imaginando que aquel era su corcel blanco, pues el bulto del tanga tampoco desentonaba con lo que a un caballo se le presupone.

-No te quites la cabeza, ¿vale? – le pidió la chica haciendo más fácil imaginarse que era un animal salvaje.

Cuando el tío la contestó relinchando notó la humedad de su entrepierna que llevaba un rato indicando lo excitada que estaba. Mireia palpó los músculos del caballo notando la firmeza de los mismos. Recorrió cada uno de los recovecos del animal hasta llegar a su culo que lo masajeó con lujuria. El tío volvió a relinchar tirando la cabeza hacia atrás y ella agarró el tanga y tiró hacia abajo mostrando el enorme pollón del animal.

El vaquero ya se había desnudado completamente y había hecho lo propio con la cuarentona. La mujer era bastante del montón lo que unido a su edad hacia que no estuviera de muy buen ver. No así el hombre que estaba a punto de insertarle los 17 centímetros de gruesa polla que tenía. Cuando la mujer sintió el gordo pene atravesándola olvidó el aproximado centenar de mujeres que la estaban viendo y se dispuso únicamente a sentir aquella herramienta algo más gruesa que la del manitas, pero no tanto como la del bombero.

Mireia no se podía creer que 25 centímetros de polla estuvieran flácidos. Lo estaba pensando cuando el stripper pareció leerle la mente al ponerse a cuatro patas nuevamente. En ese momento, el hombre dejó de serlo como tal y se convirtió definitivamente en un caballo a los ojos de Mireia que chorreaba cada vez que pensaba en lo que estaba a punto de hacer tras haber repudiado tantas veces aquellos videos de los que su novio le había hablado alguna vez.

Primero acarició la cabeza del animal tranquilizándolo, no en vano era un caballo salvaje y no sabía cómo podía reaccionar. Mientras oía los jadeos del bicho fue bajando por la crin hasta el lomo donde volvió a amansarlo. La chica se dirigió a la grupa del animal notando la firmeza del culo del stripper y de ahí saltó a la parte baja de una de las patas traseras para ir subiendo poco a poco notando la dureza de los músculos y aproximándose al sexo del caballo.

-Tranquilo, Phoenix… – hablaba con el animal para tranquilizarlo y evitar que la excitación se convirtiera en algo peligroso

Cerca de los testículos del animal comenzó a notar el calor que la zona emanaba y pudo notar como el colgante pene había adquirido cierta altivez. Mientras no dejaba de acariciar la crin del caballo con la mano derecha, con la mano izquierda alcanzó la bolsa testicular del corcel que pareció estremecerse. Los huevos del caballo colgaban bamboleantes, pero el objetivo de Mireia era otro. Por fin agarró el rabo del caballo y pudo notar como sólo con su tacto el pene del animal adquiría tamaño y altivez poniéndose paralelo al suelo y llegando más allá de la mitad del lomo del equino. Sin duda era un pollón enorme de 30 centímetros que no abarcaba a rodear con su mano completamente estirada.

Excitada como nunca, descontrolada como estaba, Mireia se agachó y acercó su cara a la punta de la polla del caballo. La verga era tan grande que prácticamente no podía introducírsela en la boca con lo que se dedicó a chupársela y lamerle la punta.

Cuando el vaquero se corrió sobre el vientre de su clienta advirtió al caballo, que se separó de Mireia.

-El show ha terminado… – le dijo.

¡No podía ser, ahora no! pensó. Intentó tranquilizarse recapacitando sobre lo que estaba haciendo y supo que parar era lo que debería haber hecho hace mucho rato. Con lo que si era el caballo (¡no! ¡maldita sea! ¡no era un caballo!) el que cortaba la situación pues mejor. Pero la serenidad se esfumó al pensar lo que sus amigas acababan de presenciar y lo que le había hecho a su novio…

-… pero si quieres puedes acompañarme a los vestuarios – continuó el stripper.

¡Maldición! Con lo fácil que hubiera sido que se hubiera acabado y ya está. ¿Ahora le estaba ofreciendo seguir con el show de forma más privada? La verdad es que no estaría mal, pensó. Creía que los remordimientos no la dejarían vivir en el momento en el que se dio cuenta que, en ese instante, no tenía remordimiento alguno. La excitación era mucho mayor que la mala conciencia que aún era inexistente.

-Déjame que lo hable con mis amigas – le dijo.

-Por supuesto.

-Lamentamos tener que anunciar la finalización del show de esta noche. Lo cual no significa que la fiesta haya terminado puesto que la música y la bebida aún no se han acabado – concluyó su actuación el speaker invitando a que se quedaran aquellas que lo desearan.

Mireia no paraba de darle vueltas de camino a la mesa. Estaba indecisa. Si no aceptaba la invitación se tendría que marchar para casa echando ostias para hacer el amor con su pareja o casi mejor hacerse una paja pensando en caballos salvajes poseyéndola. Pero tampoco quería que se notara demasiado, aunque debía de ser evidente tras lo que había hecho en el escenario. En ese momento empezó a preocuparse por sus amigas. ¿Qué pensarían? Tras lo mucho que había criticado a Leire, ahora ella había actuado tanto o peor que su amiga.

Las caras de las 5 chicas eran un poema. Por suerte, Laura rompió el hielo.

-¡Joder, tía! Si lo sé voy yo al escenario… - bromeó rebajando la tensión y provocando las sonrisas del resto.

-Muchas gracias – le agradeció Leire – si llego a ser yo no hubiera tenido tanta fuerza de voluntad y me habrían follado como a la del cumpleaños.

Aquellas palabras parecieron romper la tensión definitivamente haciendo ver que había sido Mireia la que, en un momento dado, había cortado la situación. Además, Mireia recordó que ninguna de sus amigas sabía lo que había estado pensando cosa que aún la tranquilizó más puesto que se moriría de vergüenza si finalmente alguien supiera que la excitaban los caballos, cosa que había descubierto esa misma noche.

-Mireia, tú no tienes la culpa – intervino Mabel – te han estado buscando toda la noche. Sin duda eres la más guapa de la sala – confesó – y no han parado hasta que han conseguido lo que buscaban…

-Es verdad, desde el mensajero al principio hasta el tío este disfrazado de caballo, pero pasando por el enano, el bombero y el gladiador. Todos te han estado buscando – se dio cuenta Marga y el resto de amigas.

-Gracias… chicas… – Mireia se sintió completamente respaldada - ¿Sabéis? el tío este – refiriéndose al caballo – me ha propuesto que me vaya con él a los vestuarios…

-¿Y qué vas a hacer? – la interrumpió desconcertada Alicia.

-Pues… – tras ver la comprensión de sus amigas y como todo se había apaciguado estaba decidida a rehusar la invitación cuando el propio actor que había hecho de caballo la interrumpió.

-Bueno, ¿ya te has decidido? – le preguntó a su espalda.

Todas las chicas se giraron al mismo instante para ver al hermoso rubio que las hablaba. Se había quitado la cabeza de caballo y se había puesto una toalla alrededor de la cintura para tapar sus vergüenzas.

-¿Eres tú? – le preguntó incrédula Mireia.

Él se rió y le contestó afirmativamente. Mireia sintió ganas de comérselo allí mismo, era una ricura. Lo que escondía el caballo negro azabache era un rubio de cara preciosa que bien podría ser sueco. Nuevamente Mireia pensó que podría ser el hombre del mes de octubre en alguno de los calendarios subiditos de tono que recibía en el correo electrónico. Volvieron a surgirle las ganas de acompañarlo a donde le pidiera aquella hermosura y con ellas, las dudas, que se disiparon al ver a la joven de la mesa 13 volver sonriendo del privado al que se la había llevado el misterioso y enmascarado luchador. Un atropello de pensamiento se abalanzó sobre ella. Las gracias del enano, la soberbia del bombero, el misterio del enmascarado, la cara de satisfacción de la joven buenorra, el excitante juego de los aros, su corcel… cuando Mabel la sacó de sus pensamientos.

-Yo la acompaño – exclamó sorprendiendo al resto de amigas y, sobretodo, sacando de un notable apuro a Mireia.

El tío se quedó mirando a Mabel y le respondió:

-Bueno… no era mi intención llevarme a dos, pero no me importa…

-No, si no vas a ponerme una mano encima – le cortó la irreconocible Mabel provocando las risas del joven que debería rondar los 25 años.

-Si tú lo dices… - le respondió – ¿Vamos?

Mientras las dos chicas se alejaban con el rubio el resto de amigas se lo tomó cada una a su manera.

-Bueno, chicas, ¿pedimos otra ronda mientras esperamos a estas dos pájaras? – propuso Marga dispuesta a disfrutar de su despedida sobre todo después del peso que se había quitado de encima al hacerse la paja que se había hecho en los lavabos.

-Eso está hecho – la siguió Leire contenta de no ser ella la que se iba hacia los vestuarios sabiendo que era relativamente fácil que hubiera pasado.

-Oye, ¿y no os parece raro lo de Mabel? – inquirió Laura desconcertada por ser Mabel la que acompañaba a Mireia y no ella. Supuso que si las cosas hubieran ido de diferente forma… pero en ningún caso se esperaba que la mojigata propusiera ir a los vestuarios sobre todo después de haber pasado de los tíos durante toda la noche. No sabía el qué, pero tenía claro que había algo raro.

-Más raro me parece lo de Mireia – confesó Alicia, que estaba completamente turbada con el comportamiento de su amiga. Sin duda ella no era así y lo sabía bien pues habían sido muchas las veces que habían hablado sobre este tipo de comportamientos principalmente con el ejemplo de Leire.

-Chica, ¿quién no ha tenido una noche tonta? – soltó Leire perspicazmente.

-Yo – pensó Alicia, pero no dijo nada.

-No tienes por qué hacerlo – le insinuó Mabel a su amiga una vez que llegaron a los amplios vestuarios de los boys.

-Mabel… – le suplicó Mireia pidiéndole que no se lo pusiera más difícil.

Mabel vio la carita de circunstancias de su amiga y no pudo reprimirse. La volvió a besar como hiciera antes durante el show. Mireia se lo esperaba menos si cabe y volvió a sorprenderse, pero nuevamente no se retiró. Esta vez la lengua de Mabel se introdujo en la boca de su amiga y buscó su lengua con avidez. Al encontrarla, una chispa fue el inicio de los acontecimientos posteriores.

Cuando Mabel masajeó el voluminoso pecho de su amiga, Mireia se dio cuenta de lo que pasaba, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás y las placenteras caricias de Mabel eran justo lo que estaba necesitando desde hacía mucho rato. Mientras tanto, el stripper que las acompañaba, viendo el percal, decidió no intervenir de momento y se quedó viendo el espectáculo que ahora las clientas le estaban ofreciendo a él.

Cuando Mabel retiró su lengua, Mireia la interrogó.

-¿Mabel, qué te pasa? ¿esto a qué viene? ¿eres lesbiana? ¿te gusto?

Aunque siempre había sentido lo mucho que su amiga la quería jamás pensó que la cosa fuera más que un amor de amiga llegando a un atractivo físico, ni mucho menos que pasara al terreno sexual.

-No, claro que no soy lesbiana, pero… no sé qué me pasa contigo, Mireia – se confesó – Me atraes, mucho. Eres tan guapa y femenina… pero no es eso… es que es tu forma de ser, creo que me he enamorado.

Mireia estaba flipando, pero aquellas bonitas palabras eran lo que faltaba para que la mezcla con la excitación que llevaba encima hiciera bum. Agarró de la cabeza a su amiga atrayéndola hacia sí y la volvió a besar. Mientras sus lenguas se entrecruzaban las manos de Mabel se colaron bajo las prendas de Mireia buscando un contacto más directo con sus pechos. El contacto fue total cuando se deshizo del sostén y pudo disfrutar de los protuberantes pechos y sus delicados pezones.

Cuando Mabel levantó la camiseta de su amiga dejando al descubierto sus ubres, el tío que las acompañaba flipó con aquellos perfectos pechos. Sin ser enormes, eran lo suficientemente grandes como para no desear ni una pizca de más. Naturales, bien puestos y con unos rosados pezones a juego con unas aureolas de tamaño perfecto, ni demasiado grandes ni demasiado pequeñas. Las tetas perfectas.

-¿Tú no me tocas? – le preguntó preocupada Mabel.

-Es que… – Mireia no sabía bien, bien cómo actuar. No es que no supiera tocar unas tetas, pues ella tenía unas, pero no sentía que hacerlo fuera lo que más le apetecía especialmente. De todos modos vio el ansia reflejada en el rostro de su amiga y se dispuso a complacerla –… está bien.

Como a ella le hicieran antes, metió la mano bajo las ropas de Mabel y, tras desabrochar el sujetador, le acarició los pechos provocando los suspiros de su amiga que se derretía con cada caricia.

El rubio pudo observar el pecho de la otra chica que era algo más pequeño que el de la primera. Además no era ni mucho menos tan bonito. Las tetas, debido a la silicona, eran mucho más redondas, pero una redondez antinatural. Los pechos estaban demasiado separados y las aureolas se veían demasiado pequeñas con respecto al resto de pecho. No es que fueran unas malas tetas, pero no llegaban ni a la mitad de perfección de las de Mireia.

Mientras las chicas se comían a besos y Mireia sobaba las tetas de su amiga, Mabel bajó una mano hasta la entrepierna de Mireia donde comenzó a frotar sobre el tejano. Debido a la postura y la rigidez de la tela aquellas caricias eran prácticamente infructuosas.

-Espera – le dijo Mabel mientras la retiraba y la tumbaba de espaldas en el suelo.

Mireia estaba desconcertada, pero tan caliente que se dejaba hacer y, aunque flipó al entender las intenciones de su amiga, no la paró. Mabel desabrochó los botones del tejano de su amiga y tiró de ellos mientras Mireia levantaba el culo para facilitar la faena. Ante los ojos de Mabel y el stripper aparecieron unas braguitas claritas manchadas por la zona que había estado en contacto con el sexo de Mireia.

-Te lo estás pasando bien, ¿eh? – la picó el chico recordándola que su corcel aún estaba allí y la esperaba dispuesto a montarla como el animal salvaje que era.

Mabel interrumpió los pensamientos de su amiga cuando Mireia notó el dedo acariciando las humedades de su ropa interior. Soltó un gemido producido por el placer de unir sus pensamientos con aquella sutil caricia. Aquella reacción animó a Mabel que retiró las bragas de Mireia quien, nuevamente, levantó el pompis para facilitar la maniobra. En cuanto la tela pasó por sus pies, Mireia dobló las piernas echándolas hacia atrás y abriéndolas para que su amiga tuviera amplio acceso a su coño abierto. Mabel aceptó la evidente invitación acercando su rostro a la humeante raja notando el calor que desprendía.

Al stripper se le empezó a empinar la polla al ver la lengua de Mabel contactar con el esponjoso coño de Mireia. El líquido vaginal blanquecino se adhería a la roja lengua de Mabel que se comía todo el manjar y los fluidos que se resbalaban por las nalgas de una y por la barbilla de la otra. Cuando el tío vio a Mabel, que estaba arrodillada, llevarse la mano a la entrepierna decidió actuar. Se acercó a la chica por detrás y le levantó la falda para ofrecerle el placer que ella le estaba regalando a su amiga. Pero no se esperaba aquella reacción. Mabel se separó de Mireia y se lo recriminó:

-¿Qué haces? Te dije que no ibas a tocarme un pelo…

La mojigata de Mabel parecía haber espabilado en una sola noche. Mireia estaba orgullosa de su amiga que además le había regalado 2 orgasmos en tan poquito rato. Pensó que aquella primera experiencia lésbica había concluido, pero al parecer su amiga no pensaba lo mismo puesto que se estaba quitando la falda y la miraba con una expresión que le recordó la confesión de su amor por ella.

-Mabel, yo no…

-¿Te da asco? – le preguntó asustada. Mireia vio tristeza en su rostro y casi se le parte el alma.

-No es eso, es que no me apetece.

-¿Pero no te apetece porque ya no te apetece más o porque soy yo o porque…?

-Para, para – la cortó y se dio cuenta de lo mucho que su amiga la deseaba y que después de lo que se había dejado hacer… se preguntó si la palabra calientacoños existía.

Mabel estaba completamente desnuda tumbada en el suelo cuando Mireia se tumbó sobre ella para besarla. Los cuerpos de ambas chicas se fundieron en uno mientras sus pechos se restregaban unos contra otros provocando el máximo placer posible sobre Mabel. Mireia se retiró de ella bajando hacia su entrepierna mientras le decía que era lo último que harían.

Mireia se alegró de que Mabel estuviera completamente rasurada. Aún así no le apetecía chuparle el coño con lo que se dispuso a darle placer como ella sabía provocárselo a sí misma. Le introdujo dos dedos de la mano, más concretamente el anular y el medio, y los dobló una vez en su interior buscando el mítico punto G. No le costó encontrarlo para empezar primero unas suaves caricias que fueron aumentando hasta acabar con un desesperado vaivén que provocó la corrida de su amiga.

Mabel creyó morir cuando notó los dedos de su amiga en su interior, pero aún sintió más placer cuando por primera vez le tocaban aquella zona tan sensible que desconocía. Sin duda, Mireia le estaba dando mucho más placer en una sola vez que todas las veces juntas de su novio. Cuando su amiga le provocó el orgasmo se avergonzó puesto que junto a él apareció un enorme chorretón de líquido como si se estuviera orinando. Era la primera vez que le pasaba y, sin saber lo que era, se avergonzó de que su preciada amiga fuera testigo de ello.

-Tranquila, cariño, es algo normal – la tranquilizó Mireia al ver la preocupación en el rostro de su amiga.

-Te quiero – Mireia sonrió.

-Sobre eso ya hablaremos con más calma.

-¿Nos vamos? – tentó a la suerte Mabel.

-Ves tirando tú, yo tengo algo pendiente – y miró a su blanco corcel.

-Como quieras – se resignó Mabel que, al menos, había tenido sexo con Mireia y tenía pendiente una conversación con ella. Aunque sobre eso se temió lo peor. Avergonzada por todo, se marchó sin despedirse.

-¿Sabes que tienes unas tetas perfectas? – le susurró el stripper a Mireia acercándose por la espalda mientras le acariciaba los pechos por primera vez.

-No son perfectas – le respondió ensimismada viendo a su amiga marcharse – una es más grande que la otra.

-¡Pues es verdad! – confirmó mientras se reía – ¿Qué te pasa? – le preguntó al verla pensativa.

-No sé… es todo muy extraño… acabo de tener sexo con una amiga, estoy desnuda en el vestuario de un stripper dejando que me sobe las tetas… yo no me comporto así.

-Si te sirve de consuelo te diré que ha sido todo un poco premeditado.

-¡Ah! ¿sí?

-Bueno, pues… no se lo digas a nadie, pero… cuando sale el primer compañero, se encarga de evaluar a las chicas que han venido a vernos y…

-¿Y? – preguntó haciéndose la tonta.

-Pues que se encarga de decirnos las que están más buenas y luego el resto salimos con cierta predisposición. Ya me entiendes…

-No, no te entiendo – le dijo Mireia marcando la ignorancia en su rostro.

-Pues, mujer, que hoy la tía más buena de toda la sala eras tú y has sido el objetivo de cada uno de nosotros durante toda la noche.

Mireia comenzó a reír.

-Gracias. Cómo me gusta hacerme la tonta. Estaba esperando a ver cuánto tardabas en decirlo.

-Serás… – la recriminó el joven, pero rápidamente sonrió dándose cuenta de que aquella chica era mucho más que un par de tetas perfectas a pesar de no ser iguales en cuanto a tamaño.

-¿Sabes? es cierto que mi amiga me ha sacado un par de orgasmos, pero… a la hora de… me ha faltado un pito – sonrió con vergüenza.

-Aquí tienes uno para que no te falte de nada – la vaciló sacándose la toalla mostrando nuevamente la enorme polla totalmente flácida – Pues para no haberte gustado el temita bollo a mi me ha puesto como un toro – le confesó recordando cómo Mabel le había comido el coño.

-Será como un caballo- rió Mireia – Pues se te han pasado rápido los efectos – advirtió agachándose para recoger con la mano los 25 centímetros de carne que le colgaban entre las piernas. – Y no es que no me haya gustado, me han venido muy bien sus caricias – insinuó con picardía – lo que pasa es que yo necesito otra cosa – concluyó antes de llevarse a la boca lo que tenía entre manos.

La polla del chico era tan grande y pesada que si no la sujetaba con las manos, al no estar tiesa, se le escurría de la boca volviendo a su posición natural colgando como tercera pierna del stripper. Para evitarlo la sujetó con ambas manos, sitio de sobra había para ello, y empezó a masturbarlo mientras con la boca se dedicaba a chuparle el brillante glande. Con esa maniobra no tardó en empezar a sentir cómo el escalofriante rabo comenzaba a adquirir rigidez y ganar en tamaño. Cerca de los 30 centímetros había espacio para que 2 manos más la acompañaran en la masturbación del semental y, aunque nuevamente no era capaz de abarcar todo su grosor con la mano, sí podía introducirse, aunque a duras penas, el glande completamente en la boca.

El tío no era tonto y sabía lo que la mujer deseaba. La separó de él y la colocó a 4 patas para insertarla por detrás colocándose a 4 patas igual que ella. Mireia sabía lo que estaba a punto de llegar y mientras lo esperaba ansiosa se frotaba el coño con avidez, provocándose todo el placer que podía. Cuando el macho estuvo a punto de insertarla notó el calor que la polla desprendía y al sentir el contacto del glande con sus labios vaginales tuvo un primer orgasmo ayudado por las caricias que se estaba procurando.

El stripper quiso penetrarla sin utilizar las manos y fue ella la que tanteó la zona buscando el pollón para dirigirlo a la entrada que debía perforar. Cuando alcanzó el duro hierro lo pegó contra su coño y lo restregó mientras masajeaba el largo tronco de la descomunal verga. Creía que se iba a desmayar del placer mientras el tío notaba como la polla se inundaba del líquido que lubricaba en abundancia la excitada mujer.

Cuando Mireia notó el irreversible deseo de sentirla dentro la guió primero hacia atrás para después acercarla a su orificio. Empezó a sentir el grueso glande haciéndose paso por la estrecha cavidad vaginal y sintió cómo la nueva corrida la alzaba hasta el cielo. Cuando el glande ya se había introducido empezó a notar carne que no dejaba de entrar dentro de su cuerpo hasta llenarla por completo chocando contra su fondo. El dolor de la embestida se sobrevino con las placenteras idas y venidas de tan grueso pene que rozaba sitios a los que su novio no había llegado jamás. Cuando cerró los ojos y se imaginó penetrada por un caballo salvaje perdió la cuenta de los orgasmos.

-¿Puedo correrme dentro? – le preguntó el chico cuando estaba a punto del orgasmo.

Ella le dijo que sí ya que hacía tiempo que se tomaba la pastilla para que su novio pudiera hacerlo sin condón. Por otro lado quería sentir el manantial que aquella verga debía emanar dentro de ella. Y no le defraudó sentir como la polla del caballo escupía semen a borbotones en su interior transportándola a un último orgasmo mientras imaginaba el blanquecino semen de un semental recorriendo sus entrañas.

-¿Te gustaría conocer a los chicos? – le propuso inocentemente el stripper mientras Mireia se vestía.

-Si no sé ni tu nombre, Phoenix – le replicó con agudeza.

-Al menos tienes un sobrenombre con el que llamarme – Mireia sonrió.

-Está bien – aceptó pensando inconscientemente en el enano, el bombero y el enmascarado y cada una de sus virtudes, a saber, gracia, suficiencia y misterio.

Una vez completamente vestida, pasaron la puerta que daba a una sala aún más grande que la anterior donde estaban todos los strippers que habían actuado esa noche. Algunos estaban cambiados, otros seguían con la ropa de trabajo y la mayoría estaban a medias, tapados con una toalla como estuviera anteriormente Phoenix o desnudos completamente como era el caso del manitas, el gladiador o el enmascarado.

Mireia pensó que venían del vestuario del que había hecho de caballo y que aquella sala debía ser común para todos los actores.

-Chicos, aquí está el premio de la noche – la presentó el rubio molestando a la chica.

-¡Oye! – le recriminó golpeándolo en el hombro.

-No te molestes, es que es así. Eres la tía más buena de todas las que nos han visto actuar esta noche – intervino el mensajero que ya estaba vestido de calle.

-Sí, sí, ya me ha contado… – afirmó desinteresada – No hace falta que os tapéis ahora, si habéis estado toda la noche mostrando vuestros encantos – soltó con ironía al ver que el luchador, que aún conservaba la máscara, se tapaba con una toalla.

-Ya, pero con una noche tan ajetreada no habrás tenido tiempo de fijarte en todas las pollas – advirtió el más veterano de todos.

-En las que me ha interesado ya me he fijado bien – le sonrió Mireia.

-En la mía, por ejemplo – irrumpió en la conversación el enorme bombero nuevamente con su chulería.

Mireia se fijó bien en él, otro de los que ya estaba cambiado. Si actuando de bombero ya se notaba su bravuconería, era mucho más evidente vestido de calle. El típico guaperas que Mireia no soportaba, pero que en ese momento la ponía cachonda como una perra en celo. Con el pelo engominado y ataviado con una camiseta remangada para lucir brazos y ajustada para marcar músculo y unos piratas con cinturón holgado que dejaban ver la ropa interior, aquel impresentable la estaba volviendo a calentar sólo de pensar que bajo aquella apariencia de chulo había una polla enorme con la que bien podía vacilar.

-Por ejemplo – confirmó la insinuación del perdonavidas – Aunque hay alguna que me he quedado con las ganas de ver más detenidamente – soltó pensando en la del enano.

-Si quieres puedes hacer una inspección de pollas – le propuso el payaso provocando la risa de la invitada.

-No, gracias – desoyó la propuesta con desdén pero sin dejar de reír.

-Vamos chicos – los organizó el payaso ignorando las palabras de la chica.

Ante la atónita mirada de Mireia los 10 machos se colocaron en fila uno al lado de otro por el siguiente orden: el mensajero vestido de calle, el manitas desnudo con la gorda polla morcillona, el payaso envuelto en una toalla pero con la cara aún pintada y la peluca sobre la cabeza, el enano vestido de bufón, el policía aún con el disfraz, el bombero con apariencia de boxeador ruso vestido de calle con aire chulesco, el gladiador desnudo mostrando la fenomenal polla que ya acariciara tras el juego de los aros, el misterioso luchador con la toalla con la que se había tapado al verla y aún la máscara tapándole el rostro, el vaquero con otra toalla y su corcel Phoenix que aún conservaba la toalla y se había vuelto a poner la cabeza de caballo sacándole otra nueva sonrisa.

-Estáis locos – fue lo único que se le ocurrió decir.

-Tú sólo tienes que venir hacia las que tengas ganas de ver… ¿cómo has dicho?... ¿más detenidamente? – le propuso el gladiador insinuando que la suya era una de las afortunadas.

-No lo dirás por la tuya – le cortó – que además ya puedo ver sin necesidad de molestarme mucho – refiriéndose a que estaba desnudo – Además, sería un agravio comparativo para el resto y no me parece bien.

-¡Joder, chica! Pues inspecciónalas todas – se comenzaba a impacientar el gladiador, tocado en el orgullo.

-Puedes empezar por orden – intervino graciosamente el enano por primera vez provocando nuevamente la sonrisa en el rostro de la chica.

-A ver, por ejemplo, del primero… paso – haciendo referencia al mensajero.

-Ya me lo dejaste claro durante el espectáculo – respondió con serenidad ante la malicia de la chica.

-Va… no te enfades – empezaba a disfrutar de la situación - ¿Quieres que te la inspeccione? – le propuso con todas las armas de mujer activadas al 100%

-Vigilad con esta que sabe más que las que suelen acabar la noche con nosotros – advirtió el vaquero a sus más jóvenes compañeros.

Pero el primero de la fila desoyó el consejo de su compañero y respondió que sí con carita de cordero degollado. Mireia era mucha mujer incluso para según qué strippers curtidos en mil batallas. Y para jolgorio del mensajero y sorpresa de la mayoría del resto, Mireia avanzó hacia el inicio de la fila de hombres y se agachó delante del primero.

La mujer volvía a estar caliente como una moto. La tonta conversación con un ligero morbo únicamente había sido el detonante, pero los 10 tíos de calendario que estaban en fila deseosos de que ella y únicamente ella les hiciera lo que estaba a punto de hacer era la verdadera razón de que se atreviera a hacerlo. La moral hacía mucho rato que ya no existía para Mireia. La repulsa inicial que sentía por estos tíos que vendían su cuerpo se había convertido en la lujuria de saber que 10 cuerpazos con 10 pollas más grandes que las de su novio estaban disponibles para su disfrute y era lo que pensaba hacer, disfrutar de esa ocasión que posiblemente jamás se repitiera.

De rodillas ante el primer stripper alargó sus manos para desabrochar el cinturón del mensajero. Cuando se hubo desecho del cinturón comenzó a desbotonar el pantalón para poder meter una de las manos acariciando el paquete del hombre. De reojo pudo ver como la polla del joven manitas iba creciendo señal de que estaba disfrutando con aquello. Y eso le hacía disfrutar a ella, el saber que era capaz de poner cachondos a aquella jauría de potentes machos.

Cuando bajó de un tirón el pantalón del primer hombre a su vista aparecieron unos bonitos calzoncillos blancos que guardaban el primer tesoro. Al parecer el más joven no era el único que disfrutaba más de la cuenta. Una ligera mancha en la tela blanca era señal de que el tío había comenzado a soltar líquido preseminal. Manoseó un poquito más el buen paquete blanco y finalmente le bajó los calzoncillos de golpe dejándolos a la altura de las rodillas. La polla del stripper se liberó de golpe y era evidente su excitación puesto que ya la tenía bastante erecta de modo que casi golpea la cara de la chica que se apartó con maestría demostrando buenos reflejos. Sonrió.

Efectivamente, en la punta superior del glande Mireia pudo apreciar el líquido cristalino que el mensajero había empezado a emanar gracias a ella. Lo masturbó ligeramente notando que la polla alcanzaba lo poco que le quedaba para su máximo esplendor y entonces se la metió en la boca pasando la lengua por la punta para saborear aquellos primeros fluidos preseminales.

No tardó en cambiar de objetivo. Cuando se movió ligeramente hacia su derecha, caminando sobre sus rodillas, quedó en frente del joven manitas. El chico tenía la gruesa polla completamente erecta. Mireia se la tocó y notó la dureza del aparato. Se complació al saber cómo lo había puesto sin ni siquiera tocarlo. Se metió la polla en la boca directamente y comenzó a hacerle una mamada sin previo alguno. No tardó mucho en dejarlo con aquella erección de campeonato al igual que a su primer compañero y dirigirse a su tercer objetivo, el payaso.

Lo primero que hizo fue mirar hacia arriba y ver el rostro pintado de blanco bajo aquella peluca de color verde con algún tono de color amarillo. Se había vuelto a poner la típica nariz roja, el mismo color que le rodeaba la boca dándole un toque algo siniestro. Le hizo gracia pensar que iba a chupársela a un payaso. Metió la mano bajo la toalla del stripper buscando su polla. Cuando la encontró, morcillona, comenzó a masturbarlo bajo la blanca toalla. Cuando notó que estaba completamente empalmado retiró la tela dejándola caer al suelo momento en el que se la chupó al igual que hiciera con los primeros de la fila.

El siguiente era el enano. Aún vestido de bufón, recordó la buena tranca que tenía para su corta estatura y, unido a lo gracioso que había sido con ella, se moría de ganas de hacerle una mamada. Cuando se acercó a él, mirándolo a los ojos, llevó sus manos a la abertura del pantalón del que antes habían salido un globo y una polla de plástico. Ahora la sorprendió nuevamente al salir disparada una flor amarilla de plástico en cuanto sus manos entraron en contacto con el pantalón, sobresaltándola.

-¡Dios mío! qué susto… – reaccionó golpeándole ligeramente en el costado y riéndose. Nuevamente le había sacado una sonrisa – ¿Serás capaz de ponerte serio un solo instante?

-No creo – le contestó el bufón sacando ahora nuevamente la enorme polla de plástico que ya utilizara en su espectáculo.

Mireia lo miró, sonriendo, y volvió a tocar aquel dildo como ya hiciera antes, pero esta vez recreándose en su forma, sus detalles… y empezó a sobarlo como si de la polla del enano se tratase.

-La tienes muy grande para ser tan pequeñito – le dijo pícaramente mientras manoseaba los 22 centímetros de plástico – Seguro que la verdadera debe ser muy chiquitita – insinuó con malicia sabiendo que no era cierto.

-Es tan pequeña que no creo que la veas – le replicó.

-Síííííí… por fa… – le siguió el juego, poniendo cara de súplica.

-No sé, no sé – suspiró – primero tendrás que cumplir con esta – haciendo referencia a la de plástico.

¡Y tanto! pensó Mireia que estaba disfrutando notando las artificiales venas que poseía el consolador que, en cierto modo, le recordaba a la polla del bombero. Aunque no era tan rechoncha y tenía venas marcadas, sí que era más o menos del mismo tamaño y grosor. Dejó de masturbar el plástico y se lo llevó a la boca mientras no dejaba de mirar a los ojos del enano, esperando su bendición para, por fin, verle la verga en todo su esplendor. Aunque el plástico no sabía igual de bien que cada una de las pollas que se había llevado esa noche a la boca, le calentaba el jueguecito con el enano. Se esmeró por complacerlo y, cuando un reguero de saliva se deslizaba por su barbilla y el plástico del consolador, por fin, el enano pensó que ya era hora de mostrarle lo que estaba ansiosa por ver.

Primero se quitó su ropa de bufón, un mono, dejando ver su poco agraciado cuerpo de enano. Mireia se fijó en sus pequeñas manos y esos grandotes dedos desproporcionados comparados con el resto del cuerpo. Igual que su polla, pensó. Aunque su cuerpo era evidentemente de enano, el stripper se cuidaba y poseía unos músculos bastantes desarrollados para lo que es habitual en las personas que sufren esta anomalía. Sobre todo poseía unas piernas bastante gruesas.

Cuando se quedó en ropa interior Mireia pudo volver a fijarse en el abultado paquete del pequeño hombre. Llevó una mano hacia el bulto y lo manoseó con lujuria percibiendo la carne que se escondía bajo la tela blanca. Antes de descubrir el tesoro, la chica se acercó y pasó su lengua por encima del calzón, humedeciéndolo, marcándose así el glande del enano. Mireia agarró los calzoncillos y los bajó lentamente mostrando poco a poco el pito del enano hasta que apareció por completo una polla flácida de unos 15 centímetros. Tal y como le pareció la primera vez, aquel pene en reposo era tan grande como el de su novio en erección.

Mireia suspiró mirando al bufón, muy cachonda, y se llevó una mano a los pantalones para desabrocharlos y poder introducir una mano mientras con la otra agarraba la verga del enano. Con la mano dentro de su pantalón y las bragas a un lado para poder masturbarse se metió la carne blanda del pequeño en la boca. Nunca le había gustado chupar una polla que no estuviera tiesa, pero la situación la sobrepasaba. Con la boca completamente llena de carne y su dedo frotando con frenesí su clítoris tuvo un nuevo orgasmo.

Dentro de su boca empezó a notar un movimiento. Era el pene del enano que empezaba a recobrar vida. Era un proceso lento y placentero. Notó como una parte luchaba por salir de la boca, señal de que, al crecer, ya no le cabía todo dentro. Empezó a mover la cabeza mientras no dejaba de chuparle la verga, ahora morcillona, para ayudarle a conseguir la erección. Cuando notó que lo que le golpeaba la garganta estaba duro como una roca se apartó de él para ver, por fin, aquel rabo completamente tieso. Sus expectativas se cumplieron sobradamente. 18 centímetros de polla para un hombre tan pequeñito era algo digno de ver y admirar.

-¡Jo! Menuda pollita, digo… pollón tienes, ¡majo! – y no se rió, simplemente se acercó para besarle el glande y pasar al siguiente.

-Me alegra que te guste – sonrió el enano satisfecho.

Ante ella estaba el policía con su imponente traje. Era como si se la fuera a chupar a la autoridad y le entró un gusanillo en el estómago.

-¿Puedo, agente? – le preguntó Mireia con sensualidad.

-No es que puedas, es que es tu deber – bromeó el policía con el rostro serio.

Primero se deshizo del cinturón que portaba la pistola y la porra. Lo dejó caer al suelo mientras el stripper se abría la bragueta dejando salir su polla morcillona. La visión de Mireia era excitante. A tan solo unos centímetros de su cara una enorme polla negra salía de los pantalones de un tío completamente vestido de policía. Se imaginó haciendo aquello por necesidad, para evitar una multa por ejemplo, y se volvió loca.

Era la segunda vez que tocaba una polla negra (la primera vez había sido hacía poco al gladiador durante el juego de las anillas) y, por supuesto, la primera vez que chupaba una. Lógicamente el sabor no era distinto al de otras vergas, pero sí era llamativo ver como brillaba aquella piel oscura y más a medida que su saliva se acumulaba a lo largo de los ya tiesos 20 centímetros de rabo negro.

Cuando decidió pasar a su siguiente objetivo, antes de moverse de rodillas lateralmente como hiciera en los otros casos, echó un vistazo al creído que estaba junto al policía. El bombero, vestido de calle, la miraba con suficiencia, esperando su turno.

-Vamos, vamos… – la animó con una sonrisa chulesca – si lo has estado deseando toda la noche – insinuó mientras se frotaba el paquete.

Aquella actitud era detestable para Mireia en cualquier otra circunstancia, pero en ese momento, cada gesto o palabra que salía de aquel vanidoso la calentaba más y más. Y contra más grotesco fuera, más se mojaban las bragas de Mireia. Se levantó y se acercó al bombero para besarlo. El guaperas le introdujo la lengua con astucia, regalándole un beso muy excitante. Mientras sus lenguas se entrecruzaban, ella acarició los fuertes brazos del stripper para luego introducir sus manos bajo su ajustada camiseta sintiendo la dureza de su torso. Cuando sus bocas se separaron Mireia estaba exhausta debido al intenso morreo, pero con ganas de comerse el pecho de aquel hombretón. Besando el voluminoso cuerpo del tipo Mireia bajó hasta la ropa interior que sobresalía por encima de los pantalones.

Aquel chulo había sido el único que se había atrevido a manosear los pechos de la chica mientras ella se dedicaba a sobarlo así que Mireia estaba al borde del orgasmo cuando escuchó las palabras que le provocaron la corrida.

-Estoy deseando reventarte la boca con mi enorme cipote.

Por mucho menos que eso Mireia había tachado de despreciables a tíos que se le habían acercado buscando lo imposible. Y sin embargo, aquel engreído la tenía a su merced. Le dio miedo pensar que se sentía tan atraída por alguien tan vulgar.

-Y yo estoy deseando que tu enorme cipote me la reviente – se sorprendió a si misma respondiendo con aquellas palabras.

El bombero se bajó los pantalones y ella se entretuvo jugando con el descomunal bulto que había bajo los bóxers del vacilón. Sobre la tela notó la cuantiosa carne y pasó la lengua sobre los calzoncillos como ya hiciera con el enano. Esta vez se entretuvo más hasta notar que el paquete ganaba en dureza. Cuando el bóxer apenas podía retener el rígido falo, Mireia le bajó los calzoncillos mostrando nuevamente la polla que ya le tentara durante el espectáculo.

El pollón era tan grueso que no se marcaba ni una sola vena. A pesar de su rigidez parecía algo menos duro que los otros. Con la polla en la boca sintió que se quitaba la espina que se le había clavado al rechazar comerse la nata que el bombero le ofreciera sobre aquella misma verga. Con aquella esponjosa polla habría seguido hasta provocarle el orgasmo, pero pensó que aún le quedaban otras a las que satisfacer y no quería dar tratos de favor a ninguno.

El siguiente era el gladiador. Al llegar a su altura pudo comprobar cómo su polla estaba empinada aunque no totalmente.

-Te dije que esto todavía no había terminado – le recordó Mireia justo antes de chupársela.

No tardó mucho en notar el grosor total de aquella enorme polla y las innumerables venas que la rodeaban. Aunque Mireia no estuvo demasiado tiempo con la mamada, el gladiador se quedó satisfecho tras la actitud que la chica había tenido con él anteriormente.

Aunque el luchador estaba tapado con la toalla era evidente la empalmada que había debajo de la misma. Mireia comenzó a sobar el duro bulto para acabar desplazando a un lado el paño dejando al aire libre los erectos 20 centímetros del stripper. Mireia no dejaba de mirar a los ojos del aún enmascarado que la miraban con una especie de miedo o de temor. Cuando por fin le agarró la polla con la mano se sorprendió al escuchar su nombre:

-Mireia… – dijo con voz temblorosa el luchador.

-¿Me conoces? – reaccionó asustada la mujer.

-Yo… sí… – soltó el stripper avergonzado que se llevó las manos a la careta.

Cuando el negro se deshizo de la máscara Mireia se quería morir. No recordaba su nombre, pero se trataba de uno de los chicos jóvenes que jugaba a fútbol con su novio. Aunque su primera reacción fue de pavor y rechazo, pensó en las muchas veces que se había fijado en el chico. Aunque era muy joven, de apenas 19 años, siempre había bromeado con su novio indicándole lo bueno que estaba el chaval. Y aunque lo hacía para picarlo, no dejaba de ser verdad. No se sorprendió al saber que era stripper pues cualidades para ello no le faltaban. Y la única cualidad que no le conocía resultó ser aquella preciosa polla de 20 centímetros.

Tras el susto inicial por saber que un amigo de su novio estaba siendo testigo de todo aquello, la lujuria se apoderó de la situación y la impulsó a comerse al niño con el que inconscientemente tantas veces había fantaseado. Volvió a agarrarle la polla y contestó al rostro de temor e incredulidad del chico con una sonrisa de pura lascivia, justo antes de hacerle una mamada.

Dejó al más joven del grupo con la polla a punto de explotar para pasar a lo opuesto, al más veterano. Con la seguridad que le daban las tablas en el mundillo, el vaquero se sacó la toalla mostrando a Mireia su polla en reposo. La chica se la cogió y empezó a meneársela sin miramientos.

-¿Sabes? Creo que eres la mejor tía que ha pasado por estos vestuarios desde que trabajo aquí. Y ya son unos añitos – le dijo el stripper con sinceridad.

Mireia no sabía cómo tomarse esas palabras.

-En serio, no sólo estás muy buena, sino que… por aquí pasa cada descerebrada… – continuó.

-¿Y no crees que sea una descerebrada haciendo lo que estoy haciendo?

-Tú no venías buscando esto. La mayoría acaba aquí porque ya lo tenían claro desde un principio, aunque no lo supieran. Pero tú estás aquí por un calentón así que no te arrepientas. Cuando pase esta noche sigue con tu vida como si esto no hubiera pasado. Seguirás pensando que estas cosas son una guarrada y seguirás sin entender a las chicas que chupan pollas a un stripper sólo porque la tenga grande o porque el tío esté cachas o sea un guapito de cara.

Mireia no sabía si podía encajar esas palabras correctamente teniendo la polla del tío que hablaba en la mano, pero pensó que tal vez tenía razón y se sintió bien engañándose a sí misma con ayuda de esas palabras. Momento que aprovechó para agradecérselo al vaquero metiéndose en la boca la única verga que le faltaba por saborear esa noche.

Para acabar con la ronda, Mireia se acercó a su corcel a quien le retiró la toalla mientras relinchaba echando la cabeza de caballo hacia atrás. Ante ella volvieron a aparecer los centímetros de polla que recogió con la mano para acercárselos a la boca nuevamente. Mientras se la chupaba, el resto de strippers deshicieron la fila para rodear a Mireia que se vio envuelta por machos desnudos con las vergas tiesas deseosos de recibir sus atenciones.

Por un momento, la chica se vio abrumada por la situación, pero no tardó en acostumbrarse a chupar una polla mientras masturbaba a otros 2 tíos con sendas manos. Cada pocos segundos cambiaba de objetivo de forma que estuvo mamando y masturbando a todos y cada uno de los strippers siempre de 3 en 3 durante algunos minutos.

Mientras la venosa polla negra del gladiador recibía las atenciones de la boca de Mireia, quien pajeaba al policía y al bufón con sus manos izquierda y derecha respectivamente, el joven luchador fue el primero que se dedicó a atender a la señorita. Se acercó a Mireia por su espalda y comenzó a sobarle el culo que estaba en pompa debido a la postura de la chica. Mireia se giró para comprobar quién era el asaltante y se sorprendió al ver al hasta ahora tímido compañero de su novio.

-Supongo que esto significa un pacto de silencio, ¿no?

El chico le respondió con una sonrisa, confirmando y dejando tranquila a la mujer. Aunque la tranquilidad le duró poco cuando el adolescente metió su mano entre las piernas de Mireia buscando su sexo provocándole el deseo de ser completamente asaltada. Y le gustó que fuera el luchador el primero en atreverse.

Mientras el joven le acariciaba el coño sobre la tela del pantalón, fue Phoenix el que se acercó para quitarle la camiseta y el sostén liberando los magníficos pechos de la excitada mujer y fue el vaquero quien aprovechó la coyuntura para sobar las tetas de Mireia que se deshacía de placer mientras atendía a 3 machos y era atendida por otros tantos.

Al poco rato Mireia estaba completamente desnuda, arrodillada, mamando y pajeando, mientras los strippers se turnaban para magrearla. Fue el manitas quien, apelando al nombre de la función del personaje que esa noche había interpretado, le introdujo los dedos en la raja para masturbarla provocándole un nuevo orgasmo a sumar a la larga lista de la noche.

Con el desfallecimiento de Mireia provocado por la corrida, el más veterano de los actores aprovechó para coger a la mujer levantándola y llevándola hacia una estrecha mesa donde la tumbó bocarriba. El mueble estaba a la altura idónea para lo que sucedió a continuación. Nuevamente el más joven del grupo se acercó a Mireia dejando su polla sobre su rostro. La mujer le agarró el pene con una mano y mientras lo masturbaba comenzó a lamerle los testículos. Mientras, por la otra parte de la mesa, se acercó el policía acariciando las piernas de la chica. Se las recogió doblándolas por la rodilla al tiempo que las separaba abriéndole las piernas para poder acceder a su coño. El negro bajó la cabeza y empezó a practicarle sexo oral a la majestuosa Mireia.

Ahora la chica podía atender a 4 machos aunque no al mismo tiempo. En cada uno de los lados se colocaba uno para que ella pudiera masturbarlos mientras que en el costado más cercano a la cabeza se colocaban otros dos. Mireia, girando la cabeza a uno u otro lado, podía chupar una u otra polla. Mientras, el resto de strippers se iban turnando para saborear las mieles de la mujer y no parecía importunarles encontrarse el coño completamente lubricado tanto por los fluidos de Mireia como por la babas de sus compañeros.

A pesar de lo desconcertante de la situación, de tanta polla a la que atender, del cansancio, del placer que las experimentadas bocas masculinas le ofrecían, Mireia tuvo un momento de lucidez para pensar en el pobre enano, el cual no podía acceder al vicio que en esa mesa se estaba desatando. Para complacerla, el gladiador ayudó a subir a la mesa a su pequeño compañero y Mireia le dedicó especial atención incorporándose para chuparle el cipote al pequeño hombre.

Cuando el bufón bajó de la mesa y todo volvió a la normalidad anterior, fue el mensajero el primero en querer follarse a Mireia. El stripper estaba comiéndole el coño cuando se apartó de ella acercando la polla al sexo de la mujer.

-Bueno, tras la inspección y los acontecimientos posteriores… ¿sigues pasando de esto? – le recriminó el mensajero haciendo alusión a su tiesa verga y la intención de penetrarla.

Mireia no contestó, únicamente lo miró desafiante, diciéndole con la expresión que se dejara de juegos rencorosos y se la metiera ya. El tío, satisfecho al ver el rostro desencajado de la chica, le metió la polla hasta el fondo y comenzó a follársela con avidez.

Como ya era habitual, los strippers fueron pasando todos por el lugar que había inaugurado el mensajero de forma que Mireia pudo ser penetrada por todos y cada uno de los sementales. Igualmente, mientras uno de los chicos la follaba, ella podía encargarse de alguno que otro más con sus manos y boca siempre que le quedaran fuerzas para ello.

Nuevamente fue el vaquero, quien parecía llevar ligeramente la voz cantante debido a su veteranía, el que volvió a cambiar la postura. Esta vez fue él el que se tumbó en la mesa bocarriba para penetrar a la mujer que ahora dejaba su culo al alcance del resto. Y no tardaron en aprovecharlo magreándole las nalgas y haciendo pequeñas y leves incursiones en su ano las cuales fueron en aumento a medida que se dilataba. Mientras, Mireia no dejaba de chupar y masturbar toda polla que se le pusiera a tiro.

Esta vez fue el policía el primero en intentar darle por el culo. El negro acercó su largo cipote al humeante agujero trasero de la chica, lo encaró y comenzó a introducir levemente el glande en la carnosa cavidad. Para facilitar la maniobra, el vaquero detuvo sus acometidas y Mireia dejó de atender al resto girando su cabeza para estar atenta al movimiento del stripper que la enculaba.

No era la primera vez que practicaba sexo anal, pero sí la primera vez que lo hacía con una polla tan grande. Al principio le costó acostumbrarse, pero cuando el policía le había metido el glande y comenzó a moverse con lentitud ganando terreno dentro de su ano poco a poco, empezó a sentir placer, que se desbordó cuando la polla que tenía en su coño comenzó a moverse acompasando el ritmo con la de su culo.

Cuando el trío se desenvolvía con soltura, Mireia, sumida en un éxtasis de lujuria, volvió a sus quehaceres. Con los brazos extenuados y la boca dolorida volvió a masturbar y mamar las pollas de los sementales que desfilaban por sus manos y boca respectivamente.

Cada vez que un nuevo asaltante visitaba el culo de Mireia, esta se detenía para favorecer la nueva penetración y observar como aquellas enormes barras de carne desaparecían dentro de su cada vez más dilatado ano. Especial atención tuvo con el chulesco bombero que con su gruesa polla se lo hizo pasar mal a pesar de haberse introducido el resto de vergas que también eran de un gran calibre. Sin embargo, fue verle el rostro mirándola con aquella vil superioridad mientras sentía el exagerado rabo en su interior y correrse al instante.

Mientras notaba las hinchadas venas de la polla del gladiador restregarse por su recto, el stripper se separó de ella de golpe y, agarrándola por los brazos, la alejó del veterano que se la estaba follando hacía rato. El gladiador la dejó en el suelo, de rodillas, y acercó su polla a la preciosa cara de la mujer sin dejar de masturbarse.

Mireia sabía lo que venía. Que se corrieran en su cara no era lo que más le atraía, pero recordó haberse dejado alguna vez con algún ex al que le gustaba demasiado aquella guarrada. Quiso protestar cuando el gladiador la convenció para dejarse manchar la cara.

-Aquí tienes tu premio por ser la ganadora del juego de las anillas.

Aunque para ella aquello no era un premio precisamente, le hizo gracia el comentario y pensó que era imposible que habiendo 10 tíos ninguno se le corriera en la cara. Se dejó hacer sonriendo al macho que, al ver tremenda sonrisa, empezó a soltar chorros de semen directos al bello rostro de Mireia.

La mujer no se esperaba en ningún caso la cantidad de semen que aquel bestia era capaz de soltar. El primer chorro cayó sobre sus dientes y labios que se cerraron instintivamente, pero fue inevitable que el escurridizo líquido se introdujera en su boca. El siguiente chorro cayó sobre su nariz tapándole los orificios nasales. Mireia tuvo que abrir la boca rápidamente para poder respirar y no pudo evitar que se llenara con los siguientes lechazos del gladiador.

Mireia sacaba con la lengua el semen que se acumulaba en su boca, haciéndolo resbalar por la comisura de sus labios y por la barbilla cuando, antes de darse cuenta, el vaquero comenzó a escupir semen sobre su cara relevando a su compañero. Antes de cerrar los ojos, pudo ver que el mensajero y otro stripper la rodeaban sin dejar de pajearse.

Y así, uno a uno, los 10 tíos fueron corriéndose sobre el rostro de Mireia. La cara de la mujer estaba completamente llena de semen, el cual se había resbalado por su cuerpo inundando su cuello y llegando hasta sus perfectos pechos. Algunos regueros de leche se habían deslizado más allá manchando su ombligo y conquistando el pubis de la desconcertada mujer que no sabía cómo había recibido aquel bukkake, un auténtico baño de semen en su rostro.

Despertando de su ensoñación comprobó las risas de algunos de los chicos y se sintió completamente humillada. Recordó empezar la noche con las ideas muy claras y cómo se habían tambaleado a lo largo de la misma, pero jamás sin perder el control. Aún cuando había hecho todo lo que estaba en contra de su moral, lo había hecho siendo dueña de sus actos. Incluso recordó jugar con los 10 experimentados sementales en los inicios de lo que ahora era una vejación, bañada en un mar de lefa, completamente ajena a su voluntad. Sintió deseos de desaparecer, pero lo primero era conseguir algo con lo que limpiarse.

Recogió una de las toallas que alguno de los strippers había dejado caer al suelo y se limpió el pegajoso rostro. A medida que podía volver a abrir los ojos vio como los machos que la habían ultrajado se marchaban sin ni siquiera despedirse. No sabía si aquello era bueno o malo. Por un lado era mejor que se marcharan sin decir nada, más fácil y rápido podría olvidar aquel oscuro incidente, pero no podía evitar sentir aquella patada en el estómago que le provocaba el desprecio y desinterés que cada uno de aquellos engreídos le estaban regalando.

-Ahí tienes un lavabo por si quieres arreglarte un poco – le dijo el compañero de su novio, el luchador enmascarado, que era el último en marcharse.

-Gracias – le soltó ella con la voz débil, entrecortada, mientras veía como el chico se alejaba sin mirar atrás, sin escucharla.

Mientras se duchaba, Mireia reflexionó sobre todo lo que había ocurrido. Recordó las palabras del veterano vaquero y los incontables orgasmos que había recibido. Pensó en el tamaño de los penes que únicamente en sueños habría disfrutado si no hubiese tenido la noche loca que acababa de vivir. Intentó reunir todo lo bueno que aquello había significado para hacer frente a lo malo que realmente suponía. Y empezó a pensar en sus amigas, en cómo les contaría lo sucedido, sobre todo a Alicia. Recordó lo ocurrido con Mabel y lo jodido que era ese tema. Pensó en que un compañero del fútbol de su novio había sido testigo directísimo de lo ocurrido y pensó mucho en su pareja. Se sintió culpable por él y luego por ella misma, por haber roto una fuerte moral que la había acompañado toda la vida y ahora se tambaleaba por no decir que se había derrumbado completamente. Y así, en un mar de dudas, salió a afrontar todo lo que ahora se avecinaba.

Capítulo siguiente:

Comentarios

  1. Te descubrí hace unos meses con este relato y sigue siendo mi favorito.

    Me parece muy completo y que manejas muy bien una gran cantidad de personajes. Y aun deja con ganas de que al resto del grupo le pasaran más cosas.

    Enhorabuena por tu blog!!

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  2. Mi relato favorito. Consigues transmitir de manera muy realista lo que pasa por la cabeza de los personajes.
    Un relato lleno de erotismo, un montón de personajes y una escena final descrita de manera magistral. Incluso se podrían sacar secuelas o continuar historias de varias de las protagonistas jeje.

    Enhorabuena. De 10!

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  3. Muchas gracias por los comentarios! A ver si consigo que este deje de ser vuestro favorito, señal de que consigo escribir algún otro que lo supere ;P

    Un saludo y gracias por participar :)

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  4. Estoy de acuerdo que es un buen relato aunque no es mi favorito si que le tengo en estima.

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